LOS JINAS ISLÁMICOS

Entre los hombres cultos de nuestra sociedad se da esta paradoja: la mayor parte de ellos, cuando se les habla de «espíritus», de «entidades no humanas», de «extraterrestres», etcétera, fruncen el ceño y consideran todo el asunto como alucinaciones o como relatos de ciencia ficción.

 

Pero, por otra parte, vemos a esas personas profesarse católicos o cristianos, si no fervientes, por lo menos sinceros. O lo que es igual, se dicen seguidores de una religión en donde la existencia de espíritus no humanos es cosa no sólo admitida, sino obligadamente admitida.

Según la doctrina oficial, no se puede ser buen católico sin admitir la existencia de los ángeles y de los demonios, tal como ha sido definido en varios concilios y tal como la autoridad «infalible» del Papa lo ha enseñado en muchas ocasiones y muy recientemente.

Lo cierto es que estas escuelas de pensamiento universales y milenarias llamadas religiones, que han creado culturas y que han configurado a lo largo de los milenios la historia de la Humanidad, admiten sin ninguna duda la existencia de inteligencias no humanas que se entrometen en las vidas de los hombres.

Y según algunas de ellas, los mismos hombres, cuando mueren o «desencarnan» —como se dice en el espiritismo—, se convierten en espíritus incorpóreos que tienen mucho que ver con las vidas de los humanos vivientes. No hay religión que no tenga nombres, y en abundancia, para designar a estos seres, lo cual quiere decir que no sólo creen en ellos de una manera genérica, sino que hacen distinción entre sus diversas clases y rangos.

En el mismo cristianismo no se les llama simplemente ángeles, sino que se hace distinción entre «Tronos», «Dominaciones», «Potestades», «Querubines», «Serafines», «Ángeles» y «Arcángeles» que son los de rango supremo.

 

Y lo mismo sucede con los demonios, que tienen un escalafón, muy ordenado hasta llegar a Luzbel o Satanás que es el jefe de todos. En esto está muy clara desde hace siglos la teología clásica cristiana y el Papa actual se ha encargado de recordárselo a los fieles olvidadizos, que por cierto son bastantes y no le hacen mucho caso.

Pues bien, de entre todas las religiones, el islam es el que más ha profundizado en el conocimiento de estas entidades extrahumanas o por lo menos el que mejor ha descrito sus manifestaciones.

Cuando nos asomamos a la vastísima literatura de la cultura islámica, escrita mayormente en árabe y de carácter eminentemente religioso, nos encontramos con unos personajes no humanos que coinciden en todo con otros que también nos salen al paso en la moderna literatura ovnística. Ni los teólogos y ascetas del islam que describieron estas entidades tenían idea de lo que siglos después se llamaría en ovnilogía «extraterrestres», ni, hablando en general, los investigadores del fenómeno OVNI conocen lo que ascetas y teólogos mahometanos dijeron de sus «jins».

 

Y, sin embargo, las acciones que ambos describen son fundamentalmente las mismas.

La palabra árabe «jin» o «djinn», proviene, según Mario Roso de Luna, de la misma raíz de la que proviene la palabra «genio», que encontramos en todas las lenguas arias con el significado de «divinidad menor» o «espíritu de la naturaleza», que puede ser benévolo o malévolo y que con mucha frecuencia tiene un gran sentido del humor, aunque no siempre de buen gusto.

Roso de Luna, que por supuesto admite su existencia y que tanto gusta hablar de ellos en sus interesantísimas obras, les llama siempre con la palabra castellana «jina» que será la que nosotros usaremos en adelante.

Antes de proseguir tengo que decirle al lector que casi todo lo que en este capítulo diré acerca de la idea que en el islam se tiene de estas entidades, lo he tomado del profundo estudio que sobre ello hizo mi querido amigo Gordon Creighton, editor de la más importante revista del mundo sobre el fenómeno OVNI, la Flying Saucer Review de Londres.

La autoridad de Gordon Creighton sobre este particular es incuestionable y sus años al frente de la revista Flying Saucer lo avalan. Hombre de vastísima cultura, lector infatigable en diez idiomas, ha sido capaz de recopilar un acervo de información acerca del fenómeno OVNI y de todo lo que él conlleva, como probablemente ninguna otra persona en el mundo. Cuando hace ya años le hice mi primera visita en Londres, lo encontré a la puerta de su casa leyendo un periódico en chino.

Pues bien, Gordon Creighton, después de haber leído miles de páginas en árabe a lo largo de su ya extensa vida, ha logrado compilar valiosísimos textos que resumen lo que en el islam se cree de estas misteriosas entidades.

Los teólogos mahometanos creen que hay dos clases de espíritus inteligentes:

1) los ángeles

2) los jinas

Los ángeles, según ellos, son espíritus puros que intervienen menos en las vidas de los hombres. Los jinas son inferiores en rango a los ángeles, están más cerca de nosotros, y son capaces de materializarse en nuestro mundo de mil maneras diferentes, que van desde formas vivientes animalescas hasta objetos aparentemente inanimados.

 

Pero su manera preferida es la forma humana. Y a diferencia de los ángeles, gustan mucho de entrometerse en las vidas de los hombres y lo hacen con unas características y preferencias muy concretas, tal como veremos en seguida. En los cuentos de Las Mil y una Noches encontramos ejemplos de estas interferencias y poderes de los jinas.

Hasta aquí la teología islámica no nos dice nada fundamentalmente nuevo o diferente de lo que nos dice la teología de otras religiones, incluida la cristiana, en donde al demonio se le llama «el imitador» o «el tentador», y lo vemos a todo lo largo de la historia eclesiástica no sólo incitando a los hombres a rebelarse contra Dios, sino apareciéndose bajo mil formas grotescas para presidir aquelarres y misas negras. Éstas, a pesar de que a las autoridades tanto civiles como eclesiásticas nunca les han gustado nada y las han castigado muy severamente con leyes y cánones, y a pesar de que han tratado lo más posible de disimularlas o encubrirlas, han existido siempre, no sólo en la Edad Media, sino en nuestros días y a cada poco los periódicos y revistas —no las del corazón, porque ésas tratan de otras brujas y aquelarres— se encargan de recordárnoslo.

Y no sólo el demonio se presenta bajo formas grotescas, sino que, según la misma teología, se puede transfigurar en «ángel de luz», como nos dice san Pablo, para engañar a los creyentes.

En otras religiones, esta capacidad que tienen los espíritus de convertirse en animales es algo fundamental en sus creencias. El nahualismo de los pueblos centroamericanos es un ejemplo bien estudiado, pues a pesar de los siglos transcurridos tras su «conversión» al cristianismo, todavía sigue vivo entre los descendientes de aztecas y mayas entre otros.

En el islam —más de 600 millones de personas— rebasa el ámbito religioso y toma cuerpo en la vida social. En los tribunales de casi todos los países de mayoría islámica, si una mujer acusada de infidelidad conyugal dice que el padre del niño es un jina, el tribunal lo tomará en consideración y se limitará a decirle que tiene que probarlo. Pero los jueces no pondrán en duda la existencia de semejantes seres ni de que éstos sean capaces de violar o seducir a una mujer.

En un tribunal occidental, semejante defensa sólo serviría para que los asistentes soltasen una carcajada o para que el juez le llamase la atención a la mujer y a su abogado por faltar al respeto al tribunal. En la jurisprudencia mahometana la violación de una mujer por un jina (y lo mismo se puede decir de la seducción de un varón por un jina femenino) es algo perfectamente posible, aunque no sea una cosa ordinaria, al igual que para la mentalidad de algunos Padres de la Iglesia, de la Edad Media y de los principios del cristianismo, no era ordinario pero era perfectamente posible que un íncubo tuviese trato carnal con una mujer. La Inquisición alemana llevó a la hoguera a millares de mujeres por semejante delito y san Agustín creía que el anticristo nacería de la unión de un íncubo y una mujer.

No sólo en este particular la creencia en los jinas tiene cabida en la vida civil entre los mahometanos, sino también en asuntos relacionados con el derecho de propiedad. Los juristas mahometanos hace ya siglos que estudiaron este tema a fondo y han elaborado toda una jurisprudencia en la que estas entidades no humanas aparecen como sujetos de derecho o como posibles causantes de acciones sobre las que los tribunales se sienten con jurisdicción.

He aquí cómo Gordon Creighton resume lo que en el islam se cree de los jinas:

  1. En su estado normal, no son visibles para la visión humana común.

  2. Sin embargo son capaces de materializarse y de presentarse en nuestro mundo físico y se pueden hacer visibles o invisibles alternativamente.

  3. Pueden cambiar de forma y aparecer en cualquier disfraz grande o pequeño.

  4. También pueden presentarse como animales.

Gordon Creighton añade sus comentarios a cada una de estas capacidades de los jinas, relacionando lo que dice la teología y la literatura islámicas con casos concretos y bien documentados publicados por la revista Flying Saucer en sus más de 30 años de existencia.

 

En concreto, tras el número 4, él añade entre paréntesis (¿yetis?, ¿pumas?, ¿monstruos de Lago Ness?).

En este particular, desde hace bastantes años he llegado a Ia convicción de que algunos de los animales «mitológicos», tanto de tiempos pasados como de los presentes, pertenecen a este tipo de manifestaciones.

 

El monstruo del Lago Ness que Gordon Creighton pone con interrogaciones, es uno de estos casos típicos a los que hay que quitarle el signo de duda. Ha sido investigado larga y repetidamente, en algunos casos con métodos científicos depurados, y jamás se ha podido llegar a ninguna conclusión. Pero ahí están las varias fotografías del extrañísimo animal y los testimonios bien contrastados de testigos totalmente fidedignos, algunos de ellos con unas excelentes credenciales científicas.

 

Su testimonio personal y humano; es decir, el de sus sentidos y el de quien lo acompañaba, no pueden tener menos valor que el testimonio de un instrumento. Pero aun en este caso ahí está el repetido testimonio de los instrumentos, tal como lo atestiguan las fotos obtenidas.

El no llegar a ninguna convicción y el que quede siempre alguna duda es algo muy corriente en la investigación de estos casos y de otros que pertenecen a otras áreas de la paranormalogía. No tenemos que olvidarnos nunca de que estamos tratando con entidades inteligentes (en algunos casos, mucho más inteligentes que el hombre) que quieren positivamente disimular su presencia entre nosotros y que saben muy bien cómo sembrar entre los humanos la semilla de la duda y cómo desacreditar a aquellos que se atreven a tomar en serio la investigación de su posible existencia.

Los «científicos puros» que no creen en absoluto en la existencia de estas entidades y que son los mayores enemigos o despreciadores de semejantes investigaciones, achacándolas siempre a ignorancia, a habladurías, a alucinaciones, a errores de apreciación o a puras tretas de algunos para hacer dinero, son los primeros en dejarse engañar por la astucia de estos seres que deliberadamente mezclan, en sus injerencias en nuestro mundo, «elementos confusionégenos» —tal como ellos han dicho en alguna ocasión— para tener siempre en duda el alma de los humanos acerca de su existencia.

Ésta es la razón de por qué, después de miles de años de historia, la Humanidad no se ha percatado todavía de que es manejada como si fuese un rebaño de borregos por unos seres inteligentes que juegan con ella y la usan lo mismo que nosotros hacemos con los animales. El amor propio colabora para que no podamos comprender esta tremenda verdad y para que nos neguemos a admitirla.

La misma forma animalesca —con frecuencia los animales son deformes o «especies» desconocidas por la zoología— contribuye a hacer más inverosímil todo el asunto. La mente humana se niega a admitir «animales inteligentes» y mucho menos «más inteligentes» que el hombre. Sin embargo, hay cientos de testimonios que nos hablan de «animales» actuando de manera inteligente.

La presencia de formas animalescas en el mundo paranormal es muy abundante. El autor ha tenido siempre muchas dudas acerca de un gran perro negro que, aparecido inesperadamente, pasó ante él sin mirar a un lado ni a otro, cuando se encontraba en un campo inspeccionando unos cuantos animales muertos de una manera muy extraña, aquella misma noche, en la que se habían visto muchos OVNIS a muy baja altura. Todos los periódicos se hicieron eco de aquellas muertes achacándoselas, entre otras raras causas, a «perros negros» que algunos campesinos habían visto.

Es mucho lo que se podría escribir sobre la relación que hay entre los animales de este mundo o las formas animalescas que se nos presentan del «más allá» y la parapsicología trascendente o mejor aún, la paranormalogía, que estudia todo tipo de fenómenos anormales, incluidos aquellos que la parapsicología académica no quiere investigar.

Pero sigamos con el resumen que Gordon Creighton hace de las manifestaciones de los jinas según la tradición del islam:

  1. Son unos eternos mentirosos y engañadores; les encanta confundir y llenar de estupor a los humanos mediante toda suerte de invenciones y patrañas.

Gordon Creighton pone como ejemplo de estos extraños gustos de los jinas,

«buena parte de las sesiones espiritistas —que él parece achacárselas a ellos— y la mayor parte de las "comunicaciones" que reciben los contactados de los OVNIS».

Efectivamente, en ambos casos hay un porcentaje enorme de falsas informaciones, que en muchas ocasiones podrían considerarse como bromas muy pesadas. A veces estas comunicaciones, seguidas al pie de la letra por los humanos que las recibieron, han causado la muerte de éstos o por lo menos les han acarreado muy serios inconvenientes. De nuevo hay que decir que, por lo menos en el mundo de la ovnilogía, hay no cientos sino miles de casos para probarlo y el autor ha investigado personalmente docenas de ellos.

 

Y no deja de ser curioso el que en la teología hebraica y cristiana a Satanás se le llame repetidamente «el engañador».

  1. Les gusta llevarse o raptar a los humanos.

Sobre este particular todo lo que se pueda decir es poco y en algunos países como Estados Unidos la desaparición de personas, y en concreto de niños, comienza a ser un problema preocupante.

En ovnilogía hay libros enteros sobre este tema. En muchos casos no ha habido testigos directos e inmediatos de que el secuestro haya sido hecho por los tripulantes de un OVNI, pero se ha podido llegar a esta segura conclusión basándose en hechos que no dejaban la menor duda, lo mismo que el juez llega a la conclusión de que alguien es culpable a pesar de que ni él ni nadie haya visto el crimen. Pero hay un conjunto de circunstancias que son capaces de engendrar la certeza en la mente de una persona inteligente y sin prejuicios. (A los prejuiciados y a los no inteligentes, aunque se llamen o se crean científicos, no hay prueba alguna capaz de hacerles cambiar de opinión.)

Pero en otros casos no es menester recurrir a las deducciones porque ha habido testigos directos y abundantes —en un famoso caso en el Brasil, todos los asistentes a un partido de fútbol— de cómo los tripulantes de un OVNI se llevaban a la fuerza a un humano, que en el caso brasileño fue precisamente el árbitro del encuentro.

En el famoso caso de Cajamarca, en el Perú, citado ya por mí en otra parte, varios vecinos fueron testigos de cómo un OVNI, bajando a toda velocidad del cielo, sorbió en un segundo a Isabel Tuctá que extendía ropa recién lavada, y a su bebé colocado cerca de ella, y en pocos instantes se perdía en el espacio. Su marido, un modesto trabajador, esperó en vano a que se la devolviesen, junto con el bebé. La Guardia Civil de aquella ciudad, que hizo una seria investigación, tiene todos los pormenores del caso.

Como dije arriba, la desaparición de niños en Estados Unidos está ya preocupando a las autoridades. Las cifras reconocidas por las dos organizaciones que se encargan del asunto anda por los

80.000 niños desaparecidos por año, aunque el número debe ser bastante mayor, ya que muchos casos no llegan a su conocimiento dado que sus padres lo ocultan por diversas razones. Otros investigadores, en cambio, creen que los niños desaparecidos pasan de los 200.000, tal como me aseguró John Keel, uno de los hombres que más conoce de estos temas en el país de los rascacielos.

Lo curioso del asunto es que a pesar de que ambas organizaciones cuentan con abundantes medios para rastrear la pista de los niños desaparecidos, el porcentaje de los que se encuentran es ínfimo, y la mayor parte de los casos queda en el mayor de los misterios.

Es cierto que se puede argumentar que existen varias causas naturales para explicar estas desapariciones. Entre ellas dos son las más obvias: el rapto por maníacos sectarios o sexuales o traficantes de niños, y la huida del hogar paterno de muchos adolescentes, por influencias de malos amigos y las drogas.

Ambas posibilidades han sido estudiadas y son tenidas normalmente en cuenta por los que se dedican a la búsqueda de estos desaparecidos, y en algunos casos ésa ha sido efectivamente la causa de la desaparición. Pero después de haber adquirido mucha experiencia reconocen que si bien es cierto que esas razones existen, son la causa de una ínfima parte de las desapariciones. Reconocen asimismo que hay algo más profundo y misterioso que logra borrar todas las pistas y que ellos no pueden identificar ni explicarse cómo lo consigue en tantas ocasiones. (Ver ilustraciones 11 y 12.)

Aparte de esto está el hecho de que alrededor de la mitad de los desaparecidos no llega a los cinco años, con lo que se excluyen las causas que más podrían hacernos sospechar que se trata de una desaparición natural; es decir, el que se hubiesen ido por influencia de las malas compañías, o por amores prematuros o simplemente por divergencias con sus padres. Ninguna de estas causas es aplicable a un niño menor de cinco años.

Como decía un ex director de una de estas dos instituciones que reciben las denuncias de niños desaparecidos:

«Después de diez años me pregunto a dónde ha ido a parar una tan enorme cantidad de personas. Si esto no es un monstruoso negocio muy bien organizado, ¿cómo es posible que no se hallen las pistas y se hagan más descubrimientos? Y si es un negocio muy bien organizado, se supone que de una manera general todas las personas tendrán un destino o un fin parecido; pero ¿dónde están tantas personas? ¿Cómo es posible que logren ocultarlas por tanto tiempo?»

Éste es otro tema con el que podría llenar muchas páginas, pues lo he estudiado bastante a fondo y conozco muy de cerca casos de niños y personas desaparecidas en circunstancias muy extrañas, que encajan perfectamente con todo lo que estamos diciendo.

 

Pero como mi testimonio no dejaría de ser algo personal y el lector tendría que fiarse ciegamente de mí, prefiero apoyarme en hechos públicos en los que se puede comprobar que hay mucha otra gente cualificada que piensa como yo, aunque no les atribuya a los hechos las mismas causas.

Esta preocupación por la desaparición de tantos niños ha calado tan hondo en algunos Estados de Norteamérica que en ciertas ciudades los envases de cartón de leche fresca que cada mañana reparten los lecheros por las casas, llevan impresas las fotos de las personas —que casi siempre son niños— que han desaparecido en los últimos dos meses. No sólo eso, sino que con cierta frecuencia los diarios y revistas de aquel país publican en planas enteras las fotos de los niños desaparecidos últimamente. En estas mismas páginas el lector podrá ver la reproducción de dos de esas planas; una de un diario comprado accidentalmente por mí en Nueva York, un día que pasé por allí, y otra de la revista que la compañía «Eastern Airlines» publica para distribuir entre sus pasajeros.

¿Es que sólo en Estados Unidos desaparecen personas?

 

Ni mucho menos. Lo que pasa es que en aquel país han caído antes en la cuenta de tan extraño fenómeno y le están haciendo frente. En otros países, aunque sucede poco más o menos lo mismo, primero tardarán más en darse cuenta oficialmente de ello, y después lo negarán farisaicamente, porque a las dignísimas autoridades nunca les ha gustado que sucedan cosas que se escapan a su control o de las que no se puede dar explicación «científica».

Pero las desapariciones son un fenómeno que se ha dado siempre y que vemos reflejado no sólo en el folklore de hadas y duendes —una de cuyas diversiones consistía en llevarse a niños y doncellas—, sino en periódicos y revistas de nuestros días que de vez en cuando nos presentan casos de esta índole, aunque por supuesto disimulados bajo una gran parafernalia policíaca.

Y para poner un ejemplo, hace sólo dos o tres meses de la fecha en que escribo esto, hubo un choque de vehículos en la provincia de Burgos con el resultado de varios muertos; y un niño llamado Juan Pedro Martínez Gómez, de 10 años, que iba dentro de uno de los coches siniestrados, desapareció sin que hasta la fecha se haya sabido qué fue de él. Como no apareció entre las personas muertas, se organizaron batidas en toda la región aledaña al lugar del choque, no fuese que el pobre muchacho, aturdido, hubiese salido caminando sin rumbo hasta caer exhausto. Pero nada se ha hallado y la Policía está no menos desorientada que sus propios padres, pues no se explican qué es lo que puede haber ocurrido, que en todo caso está fuera de todo lo imaginable (1).

Esto no quiere decir que yo crea, por el hecho de no haber encontrado al muchacho, que se lo llevaran los jinas. Únicamente quiero dejar constancia, para los que afirman que tales desapariciones no se dan entre nosotros, que en todas partes ocurren cosas por el estilo para las que no hay explicación. En este caso no hay constancia alguna de que su desaparición se haya debido a causas extrahumanas o paranormales, pero en otros casos sí la hay y a veces testimoniada por escrito por los mismos desaparecidos, o presenciada por otros. (Ver ilustración n.° 13.)

Aparte de este caso ha habido últimamente en España otros, que han alcanzado notoriedad porque algunas revistas los han publicado con lujo de detalles. Entre ellos están el del niño asturiano, perdido en una excursión por los Picos* de Europa, que culminó con la caída del helicóptero que lo buscaba, en la que perecieron sus siete ocupantes.

Muchas veces los casos que alcanzan mayor notoriedad no son los más importantes desde nuestro punto de vista. Hasta ahora ha sucedido que los más sospechosos han permanecido desconocidos, por ser sus padres pobres campesinos sin fácil acceso a los medios de comunicación.

Cuando un caso de éstos salta al conocimiento público, lógicamente se hacen toda suerte de conjeturas y más cuando en alguno de ellos —en concreto en el de David Badía, otro niño «desaparecido» que luego fue hallado ahogado en una acequia— una de sus amiguitas, de 5 años como él, dijo que «un señor se lo había llevado en un coche para darle pasteles». Para muchos, esto es ya una solución total del caso y no dudan de que se trata de un secuestro aunque se desconozcan las intenciones finales del secuestrador. Y naturalmente se habla en seguida de «venta de órganos para trasplantes» y de «prostitución infantil, tráfico de drogas o venta para adopción» (revista Interviu).

El periodista y las autoridades tienen todo el derecho a sospechar de tales causas e intenciones, pero muy probablemente desconocen —y aunque uno se lo diga no lo admiten— que en otros casos en que los niños secuestrados han sido devueltos después de varios días, tras «haber sido llevados a pasear por el espacio» y haber sufrido profundos cambios en su psiquismo, el rapto también fue realizado por individuos que desde sus autos les ofrecieron a los niños golosinas o les prometieron dar un paseo muy bonito.

A veces, los individuos que realizaron los secuestros caían de lleno en la tópica caracterización de los famosos «hombres de negro», de los que en la década de los 50 y 60 tanto se habló en la literatura ovnística.

Para que el lector vea que no hay nada nuevo bajo el sol, transcribiré unos párrafos de mi libro Visionarios, místicos y contactos extraterrestres en el que narro otras desapariciones de niños, tanto en España como en otros países:

«En 1969 se produjeron en el pueblo de Vila Velha (Espíritu Santo, Brasil) varias desapariciones de niños, que si bien dieron alguna luz no explicaron del todo el misterio.

En el mes de agosto, durante varios días, estuvieron desapareciendo aisladamente niños. Nadie sabía adónde iban a parar. Al cabo de un mes y medio, cuando ya los daban por desaparecidos, comenzaron a reaparecer, también aisladamente, deambulando por el pueblo como si fueran autómatas. Preguntados por sus padres y por las autoridades dónde habían estado, no recordaban nada de lo que les había pasado en todo ese tiempo.

 

Sin embargo, hubo varios casos en que alguno de los niños dijo que un señor vestido de negro lo había invitado a dar un paseo en un automóvil muy elegante y que le había dado un cigarrillo para fumar. A partir de ese momento ya no se acordaba de más. Una niña dijo que un señor, también vestido de negro, la había llevado a las afueras del pueblo hasta un aparato raro y brillante que él dijo que era "su avión"; la había invitado a dar un paseo en él, y cuando ella cogió miedo y le dijo que no quería ir, entonces él le dio unos caramelos y le dijo que se volviese a su casa.»

Pero el lector tiene que saber que si bien las personas que desaparecen son preferentemente niños, también de vez en cuando los jóvenes de ambos sexos se esfuman sin dejar rastro. En cambio, de personas adultas y sobre todo de ancianos hay muchas menos noticias, aunque tampoco faltan.

En España ha habido varios casos de jóvenes desaparecidos misteriosamente en los últimos meses, descollando entre ellos el del soldado José María Carnero, de 26 años, con la carrera de médico terminada. Se esfumó el 8 de abril de 1978, cuando realizaba unas maniobras con otros soldados en el campamento de Montelarreina, en la provincia de Zamora.

Comenzó a llover y sus compañeros se cobijaron bajo unos árboles; José María se alejó algo del grupo y nunca más se le vio. El Ejército, tras haber buscado intensamente por toda la zona, lo ha considerado desertor, mientras sus familiares niegan rotundamente esa posibilidad y acusan al Ejército por no suministrarles noticia alguna.

Ante hechos así, por una parte tan extraños y por otra tan aterradores y tan humillantes para la raza humana, no deja de causar estupor el comprobar que hace siglos que gentes, pueblos y culturas habían caído ya en la cuenta de ello y así lo dejaron consignado por escrito. No importa cómo ellos lo enjuiciaban o qué nombre le daban a los causantes de tales desapariciones; lo importante es que habían caído en la cuenta de ello, mientras que nuestra sociedad tecnificada todavía no se ha percatado de tan preocupante fenómeno.

Y bien mirado, la explicación que ellos le daban es en el fondo la misma que nosotros pretendemos darle: unas entidades no humanas que se dedican a llevarse seres humanos, en especial niños, a no se sabe dónde ni para qué.

Como dije anteriormente podría extenderme más sobre este tema de las abducciones, pero como ya lo he tratado en mi libro citado, a él remito al lector interesado.

Sigamos ahora con las cualidades que los teólogos y escritores del islam atribuyen a los jinas.

  1. Les encanta tentar a tos humanos en asuntos sexuales y para que tengan relaciones de este tipo con ellos. La literatura árabe está llena de tales relatos en los que vemos a los jinas «buenos» y a los «malos» teniendo relaciones sexuales con los seres humanos. También hay un considerable número de historias acerca de encuentros de jinas «buenos» y santos mahometanos famosos; por ejemplo el libro Manaquib al-Ara-fin tiene muchas referencias del trato de estas entidades con Jalalpal-Din Rumi, el mayor poeta místico del islam, que vivió desde 1207 hasta 1273.

Las historias referentes al comercio carnal entre los jinas y los humanos han atraído siempre grandemente la atención de los lectores árabes y es importante decir aquí que en la literatura china —y los chinos, salvo una pequeñísima minoría, no son musulmanes — también existe con relación a estos mismos hechos una gran tradición que está esperando que alguien la investigue.

El gran catálogo de literatura árabe conocido como Fihrist compilado el año 373 del calendario árabe (año 995 d. de C.) por Muhamad ben Ishaq ben Abi Yaqub al Warraq, numera no menos de dieciséis obras que tratan de este tema.

De nuevo en este particular las creencias del islam están de acuerdo no sólo con lo que leemos en el Génesis (c.G. v. 2 y 4) de los «hijos de Dios uniéndose a las hijas de los hombres» —y los exégetas tienen que reconocer que ésta ha sido una «palabra de Dios» muy difícil de explicar—, sino con las tradiciones de íncubos y súcubos a las que ya nos hemos referido de pasada y las de silfos, nereidas, hadas y faunos de tiempos antiguos y de la Edad Media, que también se enamoraban, raptaban y copulaban con los hijos y las hijas de los hombres. Aunque no tuviésemos otras maneras de corroborar la realidad de tales «leyendas», su sola presencia constante en todas las culturas y a lo largo de los milenios tendría que hacernos sospechar que algo hay de verdadero en ellas.

Pero resulta que en nuestros días nos encontramos con los mismos hechos, aunque esta vez no se los tengamos que atribuir a jinas ni a silfos o faunos ni a «dioses» mitológicos ni a íncubos. En nuestros días los tripulantes de los OVNIS —que son sucedáneos de todos aquellos personajes «mitológicos, o mejor dicho sus modernos disfraces— gustan de hacer exactamente lo mismo.

Aunque los desconocedores del fenómeno OVNI piensen que afirmar esto es forzar ya demasiado el paralelo, los que lo conocen bien saben que éste es un tema, dentro de la ovnilogía, que ha intrigado siempre grandemente, aunque a algunos investigadores «puristas» —pero despistados— les resulte tabú. En capítulos pasados narré mis conversaciones con alguna de las víctimas de tales contactos.

Y ya fuera del terreno de la ovnilogía y por más que los espíritus críticos se sonrían, el fenómeno se da con cierta frecuencia en nuestra sociedad sin que de ordinario salga a la superficie y sin que en muchas ocasiones se enteren los miembros de la propia familia.

 

Copio de mi libro El cristianismo, un mito más:

«Ciertas vírgenes, y también mujeres casadas, siguen siendo visitadas por extraños personajes cuya existencia desconoce la ciencia pero que, como antaño, siguen poseyendo la capacidad de aparecer y desaparecer a voluntad, teniendo siempre en vilo y en duda el alma de los humanos. Estos seres —auténticos "ángeles" o "demonios"— son capaces de hacer que "una virgen conciba". Pero sus motivaciones y sus últimos designios siguen siendo hoy tan confusos y misteriosos como lo eran en tiempos pasados.»

A veces las víctimas de tales ataques, sobre todo si son adolescentes, acuden al psiquiatra obligados por sus padres, pero aquél casi con certeza no creerá en absoluto en la objetividad de los hechos y más bien sospechará del funcionamiento del cerebro de la adolescente. Pero la mayor parte de las veces el adolescente no dice nada, o, si lo dice, todo se queda en el secreto de la familia, que a lo más se lo comunica a algún sacerdote de confianza que por supuesto lo achacará a tentaciones del demonio en esa edad y dará como único remedio invocaciones a la Virgen María y práctica frecuente de los sacramentos.

En el caso de mujeres casadas que se sienten violadas — normalmente por entidades invisibles, aunque en ocasiones también por entidades visibles— es mucho más corriente que tal violación no sea comunicada a nadie y si acaso a alguna amiga que le inspire mucha confianza pero a la que se le exigirá un sigilo total. Es triste que psiquiatras y sacerdotes no crean en esto y no sepan nada de ello y por lo tanto sean completamente ineptos para ayudar a las víctimas de éste y otros fenómenos parecidos, dejándolas sumidas en su desesperación al no saber a quién acudir.

En páginas anteriores citamos muy de pasada el caso de Mirassol, en Brasil, en donde una mujer fue sometida a experimentos biogenéticos. Como este tema es de una enorme y creciente importancia, al lector que quiera profundizar más en él le recomendamos la lectura del libro (que por el momento no ha sido traducido al castellano) Intruders, de Budd Hopkins (1987).

Por él se puede ver que el fenómeno OVNI tiene unas profundidades insospechadas por todos aquellos que todavía andan buscando pruebas de su objetividad. En relación al tema que tratamos en estos últimos párrafos, el lector podrá encontrar en dicho libro casos como el de Kathie, una joven casada a quien los «extraterrestres» le extrajeron del útero un feto de unos cuatro meses causándole con ello un tremendo trauma psíquico.

La impresión general que uno recibe de la lectura del libro de Budd Hopkins es deprimente y en cierta manera aterradora. Y lo mismo se puede decir del libro Comunion, de Whitley Strieber (1988). Por ambos libros se puede ver que el fenómeno OVNI, lejos de perder importancia o de haberse estancado, se mantiene completamente vivo y se avanza sin cesar en su conocimiento cuando se lo estudia sin prejuicios y con cabeza.

Estos dos autores no son tercermundistas en busca de notoriedad. Son dos neoyorquinos que nos narran hechos, sucedidos la mayor parte de ellos en la misma ciudad de Nueva York; porque contra lo que los «ufólogos» de primera enseñanza creen, la gran actividad del fenómeno OVNI no se desarrolla en las montañas o en parajes solitarios. Ésa es su actividad física, visible y rudimentaria. La gran actividad del fenómeno OVNI y de sus tripulantes se desarrolla principalmente dentro de las viviendas de los humanos y sobre todo en el interior de sus cerebros.

Prosigamos en el resumen de Gordon Creighton:

  1. Los jinas son muy aficionados a arrebatar a los humanos y transportarlos por el aire, poniéndolos de nuevo en tierra —aunque no siempre los devuelven— a muchas millas del lugar en que los arrebataron. Y todo lo hacen en un abrir y cerrar de ojos.

A continuación G. Creighton dice que una confirmación de esto fue el caso (sobre el que él escribió un artículo en la revista Flying Saucer) de un soldado español que el 25 de octubre de 1593 fue arrebatado en Manila (Filipinas) y llevado «en un abrir y cerrar de ojos» a través de todo el Pacífico hasta la ciudad de México.

 

Efectivamente, éste es un caso histórico, de cuando nadie hablaba de «teleportaciones» de OVNIS, que documentado por los historiadores de la época, frailes en su mayoría, ha permanecido siempre envuelto en el misterio sin que nadie haya logrado darle una explicación satisfactoria.

Si sólo existiese este caso no merecería la pena tomarlo en consideración. Pero sucede que en nuestros mismos días y atestiguados por todas las agencias de noticias del mundo, siguen sucediendo casos parecidos y tan espectaculares en distancia como el del soldado español del siglo XVI. En la década del sesenta se dieron en Sudamérica alrededor de media docena de casos en los que las personas, con sus vehículos, eran arrebatadas por los aires en alguno de los países del Cono Sur y dejados preferentemente en México; aunque también hubo otros casos en los que las distancias se limitaban a unos cientos de kilómetros. De entre ellos se hizo clásica la teleportación de la familia Vidal, que viajando en un «Peugeot» fue llevada con automóvil y todo, en cuestión de horas, desde Chascomús, en Argentina, hasta México.

Aquí estamos de nuevo ante casos concretos y bien atestiguados que para los «científicos» y racionalistas a ultranza no tienen ningún valor; no porque no lo tengan en sí sino porque ellos se empeñan en ignorarlos, demostrando una cerrazón de mente lamentable y muy poco inteligente.

Aunque tengo la tentación de poner una lista de nombres de personas y de lugares concretos en donde han sucedido estos fenómenos, creo sería un poco redundante ya que otros lo han hecho con más detenimiento y yo mismo he escrito sobre ello en otra parte (Parapsicología y religión) y el que esté interesado en el tema puede leer los libros clásicos sobre OVNIS o acudir a las colecciones de revistas de este tema, sobre todo a las de las décadas del sesenta y setenta, en donde podrá hallar una buena cantidad de relatos sobre teleportaciones.

Yo he estado con dos amigos diferentes en los lugares exactos en donde, después de haber visto una gran luz que venía detrás de ellos por la noche en la carretera, sintieron que su coche dejaba de estar en contacto con el suelo y era depositado varios cientos de metros más adelante. A los dos los dejaron en la misma carretera por la que iban, pero a uno de ellos le dieron en el aire la vuelta al coche y lo dejaron mirando en la dirección contraria a la que llevaba. Recordaba muy bien que, pasado el susto, tuvo mucho trabajo para dar la vuelta allí mismo, porque era una carretera muy estrecha, y seguir en la dirección que traía.

En España, según me contó el gran investigador del fenómeno OVNI don Manuel Osuna, se habían dado varios casos de este tipo en el Aljarafe sevillano v en el colindante Condado onubense, de los que él tenía datos concretos. Desgraciadamente su muerte, además de arrebatarnos a un entrañable amigo, nos privó de conocer hechos interesantísimos acaecidos en aquellas regiones que él conocía tan bien y que tan fecundas son en manifestaciones de este tipo.

En Portugal, y fuera de la ovnilogía, está en la actualidad el caso de la vidente de Ladeira do Pinheiro, que en no menos de 16 ocasiones ha sido arrebatada por el aire en presencia de cientos de devotos que rezan el rosario, y a veces se ha perdido entre las nubes, estando por allá un buen rato, hasta que la han visto bajar por el aire a cierta distancia, corriendo todos hacia el sitio en donde ella era depositada en el suelo no sin cierta violencia.

En una ocasión, en mi presencia, empezó a levantarse en el aire, pero a muy poca altura y como por impulsos, optando por subirse a una silla en la que estuvo en trance por más de una hora.

En Costa Rica, un campesino que acudió a mí en busca de consejo, dadas las cosas extrañas que constantemente le pasaban, me llevó a un lugar en el campo en donde estando él solo cierto día, sentado en el suelo, vio encima de sí, a poca altura, una gran bola, y cuando la estaba mirando con curiosidad, sin saber de qué se trataba —nunca había oído hablar de OVNIS— comenzó a sentir que se elevaba como atraído por una fuerza desde arriba. Muerto de miedo empezó a gritar con todas sus fuerzas, de modo que lo oyeron otras personas que estaban a cierta distancia y que también observaban la bola, y a protestar que no quería que se lo llevasen.

 

Cuando estaba como a metro y medio de altura sintió que repentinamente lo soltaban y cayó violentamente al suelo. Naturalmente él, a pesar de su desconocimiento del tema, relacionaba su levantamiento con la bola que estaba en el aire encima de él.

Dejemos aquí el tema porque no quiero hacer de este capítulo una recopilación de casos de teleportación, técnicamente quiero que quede claro que aunque no salga todos los días en los periódicos, y aunque en las universidades no se enseñe, lo cierto es que hay alguien o algo que en determinadas ocasiones levanta tanto los cuerpos humanos como los de animales y los transporta por el aire sin que sepamos quién, cómo, por qué ni para qué. Y muchas veces ni para dónde, porque no vuelve a saberse de ellos.

La siguiente creencia islámica acerca de los jinas, tal como la resume G. C. es de gran importancia y tiene un aspecto predominantemente positivo, si la comparamos con la mayor parte de lo que hasta ahora hemos reseñado:

  1. La tradición arábiga atestigua, a través de toda su historia, que ha habido algunos humanos que gracias a un extraño favor han vivido en muy buena armonía con los jinas o tenido con ellos algún pacto gracias al cual recibieron «poderes preternaturales» o, ¡o que es lo mismo, «poderes psíquicos». Estos humanos se convirtieron, lógicamente, en grandes taumaturgos, profetas o magos.

A continuación G. C. nos dice que recordemos los personajes de la tradición europea que fueron famosos porque descubrieron cómo colaborar con el «reino de los silfos» o de las hadas. Y cita el caso, de hace alrededor de unos setenta años, de un librero de París especializado en libros raros y agotados, que tenía una especialamistad con un silfo.

 

Éste le decía dónde estaban los libros que él quería, de modo que el librero no tenía más que ir a donde él le indicaba y ofrecerle un precio a su propietario. Los Cagliostro, conde de Saint Germain, etc., son personajes de este estilo que ciertamente no escasean en la reciente historia europea.

El lector recordará ciertamente la historia del doctor Torralba que podría muy bien ser adscrito a estos personajes famosos en la tradición europea a la que se refiere G. Creighton. En páginas posteriores narraremos las historias de tres individuos diferentes con los que me une una verdadera amistad —en uno de los casos podría hablarse de una verdadera fraternidad— que por una razón u otra han logrado tener una íntima colaboración con su jina, con el que se ven físicamente a veces a pocos pasos de donde yo estoy.

 

Estos no son hechos de la Edad Media que tenemos que aceptar «por fe»; son personas actuales, conocidas nuestras, cuyas vidas y testimonios podemos investigar. Negarse a admitir casos cuya autenticidad está en nuestras manos verificar, es pecar de una tozudez indigna de una mente inteligente.

Dije que este punto 9 era importante porque con frecuencia da la impresión de que estos jinas son siempre perjudiciales para el hombre, y no es así. Es cierto que su interferencia en nuestras vidas es un poco incierta y con frecuencia ilógica e inesperada, pero al lado de muchos casos en que el trato ha resultado negativo y aun mortal, hay otros en que el humano ha salido grandemente beneficiado.

Da la impresión de que estos seres son muy temperamentales y cuando se encaprichan con un humano hacen cualquier cosa por ayudarlo. Algo así como los humanos hacemos con los animales; con frecuencia nos encaprichamos con un perro y hasta nos sacrificamos por él, pagando veterinarios y hasta dándole un sitio en la casa, mientras que a perros de la misma raza y hasta de la misma carnada los espantamos si se acercan a nuestra puerta.

Sin embargo no sería sincero si no dijese que hay más casos en que el humano ha resultado perjudicado que beneficiado. Por eso, a quien por la razón que sea se vea envuelto en una amistad o en un trato de este tipo, le recomiendo mucha prudencia y que no caiga en la fácil tentación de sentirse «elegido», entregándose ciegamente en manos de su amigo o «protector».

 

Hablaremos más sobre esto en la conclusión final.

  1. Estas características y gustos de los jinas van unidos a un tremendo «poder telepático» y a una capacidad de «encantamiento», por usar un término clásico, sobre sus víctimas humanas. Los modernos relatos de OVNIS están llenos de ejemplos de esto.

Efectivamente, la mayor parte de los contactados que he conocido y conozco —que no son pocos— pierden la capacidad de juicio ante sus «hermanos mayores» y dejan de usar su propia cabeza. Si la usasen, verían que algunos de los consejos que de ellos reciben son funestos para sus vidas como hombres de este planeta y para su propia sociedad o familia.

Comúnmente se desarrolla en el humano un apego y un amor desmesurado hacia el no-humano, que hace que las cosas de este mundo le parezcan ya pequeñas y despreciables, incluidas las personas y los intereses de su propia familia. Éste es el «encantamiento» a que se refiere G. C. y que se refleja en toda la literatura árabe sobre el trato de los humanos con estas misteriosas entidades.

Gordon Creighton termina su artículo en la Flying Saucer saltando de la tradición islámica a la cristiana y a la religión de Zoroastro. Y nos dice que a pesar de que los cristianos de hoy han perdido todo interés por estos temas, tanto Jesús como Pablo conocían muy bien la existencia de estos seres, tal como se puede ver en los textos griegos del Nuevo Testamento.

Efectivamente, san Pablo, en el texto que copiamos en la Introducción, demuestra que conocía muy bien la existencia de toda una serie de «espíritus malignos que viven en las alturas». Sin embargo, aquel texto tan intrigante es comentado con esta ingenuidad y desparpajo por los teólogos y comentaristas modernos de la Biblia de Jerusalén, como si ya todo quedase explicado y como si con el comentario no surgiesen todavía más dudas:

«Se trata de los espíritus que en opinión de los antiguos gobernaban los astros y por medio de ellos todo el universo. Residen "en las alturas" o "en el aire" entre la Tierra y la morada divina. Coinciden en parte con lo que Pablo llama en otro lugar "los elementos del mundo". Fueron infieles a Dios y quisieron hacer a los hombres esclavos suyos...»

En cuanto al mazdeísmo, la religión de Zoroastro, toda ella está llena de la presencia de estos «espíritus», que tienen por una parte unos gustos muy parecidos a los de los jinas, aunque por otro lado sean bastante más crueles en sus relaciones con los hombres.

No me resisto a reproducir el comentario final que G. C. hace:

«¡Cuánto de lo que hoy está sucediendo en nuestro mundo a los más altos niveles de la política internacional y en los acontecimientos de cada día se puede atribuir a este sutil control e interferencia en nuestras vidas que llevan a cabo estas fuerzas invisibles e insidiosas! Ciertamente es una de las principales razones del lamentable estado en que hoy se encuentra la Humanidad.»

En las conclusiones finales profundizaremos en estas ideas en las que hace tiempo coincido con Gordon Creighton.

Ahora sólo me resta decirles a los «ufólogos» de primera enseñanza que todavía se dedican a llevar estadísticas de las horas de los avistamientos y a recopilar «pruebas científicas» de que el fenómeno existe, que acaben de convencerse de que los OVNIS o la mayoría de ellos no son exclusivamente unas simples naves tripuladas por habitantes de otros planetas, sino que mayormente son una de las manifestaciones de estos variadísimos mundos extradimensionales e invisibles que nos rodean.

Y quisiera decirles también que éstas no son invenciones mías, sino que hace ya miles de años ciertos humanos las han descubierto y han tratado de comunicárselas a sus congéneres, pero siempre hay «algo» que impide que éstos las tomen en serio y caigan en cuenta de la importancia de tan grandes realidades.

Podría, siguiendo a la insigne H. P. Blavatsky, citar cantidad de autores de la antigüedad que tratan este mismo tema, coincidiendo en el fondo con lo que decimos. Pero como sería demasiado largo, me limitaré a citar a Porfirio, un filósofo del siglo III cuyas obras fueron ferozmente perseguidas y en gran parte destruidas por los censores de la Iglesia, por los certeros ataques que este autor hacía a los dogmas cristianos.

He aquí lo que nos dice el discípulo del gran Plotino en su libro De los sacrificios a los dioses y a los demonios, en el capítulo II:

«Los "dáimones" son invisibles pero saben revestirse de variadísimas formas y figuras a causa de que su índole tiene mucho de corpórea. Moran cerca de la tierra y cuando logran burlar la vigilancia de los "dáimones" buenos, no hay maldad que no se atrevan a perpetrar, ya por fuerza ya por astucia...

 

Es para ellos juego de niños excitar en nosotros las malas pasiones, imbuir en las gentes doctrinas perturbadoras y promover guerras, sediciones y revueltas de que solemos culpar a los dioses... Pasan el tiempo engañando a los mortales y burlándose de ellos con toda suerte de ilusorios prodigios, pues su mayor ambición es que se les tenga por dioses o por espíritus desencarnados.»

Mayor coincidencia con todo lo que llevamos dicho no se puede dar. Y de una manera semejante pensaban autores tan importantes como Herodoto y Hornero y hasta el mismo Sócrates, tal como hemos visto anteriormente.

(1) Últimamente se ha lanzado la hipótesis de que Juan Pedro fue literalmente derretido por el ácido que transportaba el camión-cisterna en que viajaba, o que su desaparición está relacionada con el alijo de heroína descubierto en el camión. Todo es posible. Pero de todas maneras la solución de un caso no borra la realidad de miles de otras desapariciones misteriosas.

 

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