La Onda Parte VI
Psicología Animal
o
Aquello que era A, será A. Aquello que era no-A, será no-A. Todo era
y será A o no-A.
02-11-95
P: (L) Estábamos leyendo en
Tertium Organum, de Ouspensky, acerca de
las percepciones. ¿Era ésta una descripción más o menos exacta del
estado de nuestras percepciones y el estado de las percepciones de
la 2ª densidad? R: Sí.
P: (L) Okay, ahora dando un salto con eso, en relación con la
percepción de la 4ª densidad, ¿es la percepción de la 4ª densidad… R: Espera y ve.
Yo sé que muchos de ustedes se están preguntando acerca de la
descripción de Ouspensky de las percepciones de la 2ª densidad que
fue mencionada en una sección previa de esta serie porque me han
escrito para preguntarme qué, exactamente, fue. Antes de entrar en
la discusión Cassiopaeana aquí, quiero citar el fragmento que
discutimos en la sesión porque el asunto va a salir otra vez en este
segmento, y el lector querría estar familiarizado con lo que dice
porque todo mundo parece querer saber exactamente qué es, y CÓMO es,
que podemos estar viviendo en un mundo de tan ampliamente diferentes
percepciones, y que éstas puedan tener tan profundo impacto en
nosotros que es posible que vivamos y nos movamos entre seres que no
podemos percibir. También está el asunto de cómo serían nuestras
percepciones después de la “graduación” a la 4ª densidad, y esa es
una pregunta que a todos nos gustaría contestar. Así que, quizá, en
sus especulaciones en la materia, Ouspensky nos dio algunas pistas,
aunque es bastante cierto que no estaban todas correctas.
De hecho, Ark y yo hemos debatido bastante acerca de compartir o no
este extracto debido a lo que él percibe como serios errores en los
“argumentos científicos” de Ouspensky. Ark dice que no son
científicos en lo absoluto debido a que Ouspensky hace saltos por
medio de suposiciones y afirmaciones sin prueba.
Eso puede ser cierto, pero el punto del fragmento era tener una
ligera indicación acerca de cuáles deben de ser las diferencias
entre la experiencia humana y animal del mundo a nuestro alrededor
de modo que podamos tener un marco de referencia a partir del cual
especular más.
Mientras tanto, Ark estará preparando alguna información adicional
acerca de algo del conocimiento actual en áreas en particular en
relación con el tema que Ouspensky quizá nunca imaginó, o si lo
hizo, no lo imaginó lo suficientemente grande, así que permanezcan
sintonizados para eso.
El extracto va a ser un poco largo, pero simplemente no pude ver
cómo acortarlo sin perder algo importante. A pesar de que el
lenguaje está un poquito “pasado”, debido a que fue escrito en los
años 20s o antes, Ouspensky es bastante conciso y económico con sus
palabras y hay muy pocas que son “extra”. Pero el resultado final
será que, incluso para quienes no puedan salir y comprar el libro,
habrá un buen entendimiento sobre lo que estamos hablando a partir
de aquí en adelante cuando hablemos de “percepciones” de densidad. Y
es esta idea de las diferencias la que quiero impartir, no
necesariamente las especificidades que señala Ouspensky. Así que por
favor léanlo todo incluso si no ven la relevancia en un principio,
¡y se sorprenderán sobre las ideas que comenzarán a aparecer¡
De
Tertium Organum:
La unidad básica de nuestra percepción es una sensación. Una
sensación es un cambio elemental en el estado de nuestra vida
interior, producido, o así nos parece, por algún cambio en el estado
del mundo exterior en relación con nuestra vida interior, o por un
cambio en nuestra vida interior en relación con el mundo exterior…
Basta definir a una sensación como un cambio elemental en el estado
de la vida interior, o sea, como el elemento, o la unidad básica de
este cambio. Experimentando una sensación, suponemos que es, por
decirlo así, un reflejo de algún género de cambio en el mundo
externo.
Las sensaciones que experimentamos dejan en nuestra memoria cierta
huella. Al acumularse, los recuerdos de las sensaciones empiezan a
mezclarse, en nuestra conciencia, en grupos de acuerdo con su
semejanza, para asociarse, juntarse o contrastarse. Las sensaciones,
experimentadas habitualmente en estrecha conexión entre sí, surgirán
en nuestra memoria preservando la misma conexión. Y gradualmente, de
los recuerdos de las sensaciones se forman las representaciones.
Las representaciones, por decirlo así, son recuerdos agrupados de
sensaciones. En la formación de las sensaciones, el agrupamiento de
las sensaciones sigue dos direcciones claramente definidas. La
primera dirección es de acuerdo con el carácter de las sensaciones:
así, las sensaciones de color amarillo se vincularán con otras
sensaciones de color amarillo, las sensaciones de gusto ácido, con
otras sensaciones de gusto ácido. La segunda dirección es de acuerdo
con el tiempo de recibir la sensación.
Cuando un grupo, que forma una representación, contiene diferentes
sensaciones experimentadas simultáneamente, el recuerdo de este
grupo definido de sensaciones se atribuye a una causa común. La
“causa común” se proyecta en el mundo externo, como el objeto; y se
da por sentado que la representación dada refleja las propiedades
reales de este objeto.
Tal recuerdo agrupado constituye una representación, como, por
ejemplo, la representación de un árbol: este árbol. En este grupo
entra el color verde de las hojas, su olor, su sombra, el sonido del
viento en las ramas, etc. Todas estas cosas, consideradas juntas,
forman, por así decirlo, el foco de los rayos emitidos por nuestra
mente y enfocados gradualmente sobre el objeto externo, que puede
coincidir bien o mal con éste.
En las otras complejidades de la vida mental, los recuerdos de las
representaciones experimentan el mismo proceso que los recuerdos de
las sensaciones. Al acumularse, los recuerdos de las
representaciones o imágenes de la representación se asocian
siguiendo los lineamientos más variados, se juntan, contrastan,
forman grupos y, al final, dan origen a conceptos.
Así, de las varias sensaciones experimentadas en diferentes épocas
(en grupos), surge en un niño la representación de un árbol (este
árbol), y luego, de las imágenes de representación de diferentes
árboles se forma el concepto de un árbol, o sea, no de este árbol
particular sino de un árbol en general. La formación de los
conceptos conduce a la formación de palabras y a la aparición del
lenguaje.
El lenguaje consiste en palabras; cada palabra expresa un concepto.
Un concepto y una palabra son realmente la misma cosa, sólo que uno
(el concepto), por decirlo así, significa el aspecto interior,
mientras que la otra (la palabra) significa el aspecto exterior. La
palabra es el signo algebraico de una cosa.
En nuestro lenguaje las palabras expresan conceptos o ideas. Las
ideas son conceptos más amplios; no son un signo agrupado de
representaciones similares, sino grupos que abarcan representaciones
similares, sino grupos que abarcan representaciones distintas, o
incluso grupos de conceptos. De esta manera una idea es un complejo
o un concepto abstracto.
En el momento presente, un hombre promedio, considerado como norma,
tiene tres unidades de vida mental: sensación, representación y
concepto.
La observación nos muestra además que, en algunas personas, en
ciertos momentos aparece, por decirlo así, una cuarta unidad de vida
mental, que diferentes autores y escuelas llaman con distintos
nombres, pero en la que el elemento de la percepción o el elemento
de las ideas está siempre conectado con el elemento emocional. Si la
idea de Kant es cierta, si el espacio con sus características es una
propiedad de nuestra conciencia y no una propiedad del mundo
externo, entonces la tridimensionalidad del mundo deberá depender,
de algún modo, de la constitución de nuestro aparato mental.
Concretamente, la cuestión puede plantearse de este modo: ¿Cuál es
la relación de la extensión tridimensional del mundo con el hecho de
que nuestro aparato mental contenga sensaciones, representaciones y
conceptos, y que estén exactamente en este orden?
Tenemos un aparato mental de este género y el mundo es
tridimensional. ¿Cómo demostrar que la tridimensionalidad del mundo
depende de esta particular constitución de nuestro aparato mental?
Si pudiéramos alterar nuestro aparato mental y observar que el mundo
alrededor de nosotros cambió con estas alteraciones, esto nos
demostraría la dependencia de las propiedades del espacio respecto
de las propiedades de nuestra mente. Si la forma de vida interior
antes mencionada, que ahora aparece sólo accidentalmente dependiendo
de algunas condiciones poco conocidas, pudiera traducirse como
definida, precisa, obediente a nuestra voluntad como un concepto, y
si, a través de esto, aumentase la cantidad de características del
espacio, o sea, si el espacio, en vez de ser tridimensional, se
volviera tetradimensional, esto confirmaría nuestra suposición y
demostraría la idea de Kant de que el espacio con sus propiedades es
la forma de nuestra percepción sensoria.
Si pudiéramos reducir la cantidad de unidades de nuestra vida mental
y deliberadamente nos despojáramos o despojáramos a algún otro
hombre de conceptos, dejando que su mente o la nuestra funcionara
mediante representaciones y sensaciones solamente; y si, a través de
esto, disminuyera la cantidad de características del espacio que nos
rodea, o sea, si para ese hombre el mundo fuera a convertirse en
bidimensional en vez de tridimensional y, con una ulterior
limitación de su aparato mental, o sea, despojándole de
representaciones, fuera a convertirse en unidimensional, esto
confirmaría nuestro supuesto y el pensamiento de Kant podría
considerarse como demostrado.
Así, la idea de Kant podría demostrarse experimentalmente si
pudiéramos averiguar que para un ser que nada posee, salvo
sensaciones, el mundo es unidimensional; para un ser que posee
sensaciones y representaciones es bidimensional; y para un ser que
posee, además de conceptos e ideas, también formas superiores de
percepción, el mundo es tetradimensional.
La proposición de
Kant respecto al carácter subjetivo de la idea del
espacio podría considerarse demostrada si:
a) si para un ser que nada posee, salvo sensaciones, nuestro mundo
entero con toda su variedad de formas apareciera como una sola
línea; si el universo de este ser tuviera una sola dimensión, o sea,
si este fuera unidimensional en virtud de las propiedades de
percepción; y b) si para un ser que posee la capacidad de formar representaciones
además de su aptitud para experimentar sensaciones, el mundo tuviera
una extensión bidimensional, o sea, si nuestro mundo entero con sus
cielos azules, nubes, verdes árboles, montañas y precipicios, se le
apareciera meramente como un plano; si el universo de este ser sólo
tuviera dos dimensiones, o sea, si este ser fuera bidimensional en
virtud de las propiedades de su percepción.
Más sucintamente, la proposición de
Kant se demostraría si viéramos
que para un sujeto dado la cantidad de características del mundo
cambiara según el cambio de su aparato mental.
No parece posible levar a cabo tal experimento de reducir las
características mentales, pues no sabemos cómo restringir nuestro
aparato mental o el de algún otro con los medios corrientes de que
disponemos. Existen experimentos para aumentar las características
mentales pero, por muchas razones diferentes, no son suficientemente
convincentes. La principal razón es que un aumento de las facultades
mentales produce en nuestro mundo interior tanta novedad, que esta
novedad enmascara todos los cambios que tienen lugar simultáneamente
en nuestras habituales percepciones del mundo. Sentimos lo nuevo
pero no podemos definir exactamente la diferencia.
Toda una serie de enseñanzas y doctrinas religiosas y filosóficas
tienen como objeto declarado u oculto precisamente esta expansión de
la conciencia. Este es el objeto de la mística en todos los tiempos
y todas las religiones, el objeto del ocultismo, el objeto del Yoga
Oriental. Pero la cuestión de la expansión de la conciencia exige un
estudio especial.
Entretanto, a fin de demostrar la afirmación expresada anteriormente
acerca del cambio del mundo como resultado de un cambio de aparato
mental, es suficiente examinar la hipótesis acerca de la posibilidad
de una cantidad menor de características mentales.
Si no sabemos cómo llevar a cabo experimentos en esta dirección, tal
vez sea posible la observación. Debemos formularnos la pregunta:
¿Hay en el mundo seres cuya vida mental esté debajo de la nuestra en
el sentido requerido?
Tales seres, cuya vida mental está debajo de la nuestra, existen
indudablemente. Son los animales. Sabemos poquísimo acerca de lo que
constituye la diferencia entre los procesos mentales de un animal y
los de un hombre; nuestra corriente psicología “conversacional”
ignora esto por completo. Por regla general, negamos totalmente la
existencia de razón en los animales, o, por el contrario, les
atribuimos nuestra propia psicología, pero “limitada” - aunque no
sabemos cómo y a qué respecto está limitada. Y luego decimos que un
animal no tiene razón pero tiene instinto. Pero tenemos una idea muy
nebulosa de lo que signifique instinto. Ahora estoy hablando no sólo
de psicología popular sino también de psicología “científica”.
Sin embargo, tratemos de examinar qué es el instinto y a qué se
parece la mentalidad animal. En primer lugar, examinemos las
acciones de un animal y determinemos de qué modo difieren de
nosotros. Si son acciones instintivas, ¿qué significa esto?
En los seres vivos distinguimos acciones reflejas, acciones
instintivas, acciones racionales y acciones automáticas. Las
acciones reflejas son simplemente respuestas por movimiento,
reacciones ante irritaciones externas, que ocurren siempre de la
misma manera, sin tener en cuenta su utilidad o su inutilidad, su
conveniencia o inconveniencia en un caso dado. Su origen y sus leyes
son el resultado de la simple irritabilidad de la célula.
¿Qué significa irritabilidad de la célula y cuáles son estas leyes?
Con irritabilidad de la célula se significa la capacidad de ésta
para responder mediante movimiento a las irritaciones externas.
Experimentos con los más simples organismos unicelulares vivos
demostraron que la irritabilidad es gobernada por leyes
estrictamente definidas, La célula responde, mediante movimiento, a
una irritación externa. La fuerza del movimiento de respuestas
aumenta con el incremento de la fuerza de la irritación, pero no ha
sido posible establecer la proporción exacta. A fin de provocar un
movimiento de respuesta, la irritación deberá ser suficientemente
fuerte. Toda irritación que se experimente deja cierta huella en la
célula, tornándola más susceptible a ulteriores irritaciones. Esto
lo demuestra el hecho de que, a una irritación repetida de fuerza
igual, la célula responde con un movimiento más fuerte que la
primera irritación. Y, si las irritaciones se repiten más, la célula
responderá a ellas con un movimiento cada vez más fuerte, hasta
cierto límite.
Habiendo alcanzado este límite, la célula se cansa,
por decirlo así, y empieza a responder a la misma irritación con
reacciones cada vez más débiles. La célula parece acostumbrarse a la
irritación. Ésta se convierte para la célula en parte de su medio
circundante permanente y la célula cesa de reaccionar ante ella,
pues sólo reacciona a los cambios en las condiciones permanentes. Si
desde el principio mismo la irritación es demasiado débil para
producir un movimiento de respuesta, deja aún cierta huella
invisible en la célula. Esto lo demuestra el hecho de que,
repitiendo irritaciones débiles, es posible hacer que la célula
reaccione ante ellas. De esta manera, en las leyes de irritabilidad
vemos lo que parece ser los rudimentos de las capacidades de la
memoria, la fatiga y el hábito. La célula produce la ilusión de un
ser, que, si no es conciente y racional, es por lo menos capaz de
recordar, capaz de formar hábitos y de cansarse.
Si una célula casi nos engaña, cuanto más fácil es que nos engañe un
animal con su vida compleja. Pero volvamos a nuestro análisis de las
acciones.
Con acciones reflejas de un organismo se significan acciones en las
que todo el organismo o sus partes separadas actúan como lo hace la
célula, o sea, dentro de los límites de las leyes de irritabilidad.
Observamos tales acciones en el hombre y en los animales. Un
estremecimiento recorre a un hombre como resultado de un frío súbito
o un contacto inesperado. Parpadea si algún objeto se le acerca o le
toca rápidamente. Si un hombre se sienta con su pierna que cuelga
flojamente, su pie se sacude hacia delante si se golpea el tendón
inmediatamente debajo de la rodilla. Estos movimientos ocurren
independientemente de la conciencia y pueden suceder incluso contra
la conciencia. Por regla general, la conciencia los percibe como un
hecho consumado. Y estos movimientos no es menester que sean
inconvenientes. El pie se sacudirá hacia delante si se golpea el
tendón aunque frente a aquél haya un cuchillo o fuego.
Con acciones instintivas se significan las que son convenientes pero
que se cumplen sin conciencia alguna de elección o de finalidad.
Surgen con la aparición de una cualidad emocional en una sensación,
o sea, desde el momento en el que la sensación de goce o dolor se
conecta con la sensación.
Y en realidad, antes de la aparición del intelecto humano, las
“acciones” de todo el reino animal son gobernadas por la tendencia a
obtener o retener el goce, o a evitar el dolor. Podemos decir con
suma certidumbre que el instinto es goce-dolor que, como los polos
positivo y negativo de un electroimán, rechaza y atrae a un animal
en una dirección u otra, obligándole de esta manera a cumplir toda
una serie de complicadas acciones, a veces tan convenientes que
parecen concientes, y no sólo concientes, sino basadas en una
presciencia del futuro que casi linda con la clarividencia, como la
migración de las aves, la construcción de nidos para los polluelos
que aún no nacieron, el hallazgo del rumbo Sur en el otoño y del
Norte en la primavera, etc. Pero, en lo concreto, a todas estas
acciones sólo las explica el instinto, o sea, la subordinación al
goce-dolor.
En el transcurso de periodos en los que miles de años pueden
contarse como días, en todos los animales, a través de la selección,
evolucionó un tipo que vive de acuerdo con esta subordinación. Esta
subordinación es conveniente, o sea, sus resultados conducen al
objeto requerido. Es muy claro porqué esto es así. Si la sensación
de goce procediera de algo dañino, una especie dada no podría vivir
y moriría pronto. El instinto es el factor-guía de su vida; pero
sólo mientras el instinto es conveniente. Tan pronto cesa de ser
conveniente, se convierte en el factor-guía de la muerte, y la
especie muere muy pronto. Normalmente, “goce-dolor” es agradable y
deseable no por la utilidad o el perjuicio que acarrea, sino como
consecuencia de ello. Las influencias que se demostraron útiles para
una especie dada durante su vida vegetal empiezan a experimentarse
como agradables con la transición de la vida animal; las influencias
dañinas se experimentan como desagradables. Una misma influencia –
por ejemplo, cierta temperatura – puede ser útil y agradable para
una especie y dañina y desagradable para otra. Por tanto, está claro
que la subordinación a “goce-dolor” debe ser conveniente. Lo
agradable es agradable porque es útil; lo desagradable es
desagradable porque es dañino.
La próxima etapa después de las acciones instintivas consiste en las
acciones racionales y automáticas. Con acción racional se significa
una acción que el sujeto actor conoce antes de que se cumpla – puede
denominar, definir, explicar, y cuya causa y finalidad puede señalar
– antes de que haya tenido lugar.
Con acciones automáticas se significan acciones que fueron
racionales para un sujeto dado pero que desde entonces se
convirtieron en consuetudinarias e inconscientes a través de la
repetición frecuente. Las acciones automáticas que los animales
domésticos aprenden fueron previamente racionales, no en el animal
sino en el domesticador. Tales acciones parecen a menudo muy
racionales, pero esta es pura ilusión. El animal recuerda el orden
de las acciones y así sus acciones parecen ser pensadas y
convenientes. Y es cierto que fueron pensadas, pero no por él. A las
acciones automáticas las crea el sujeto en el transcurso de su
propia vida. Y, antes de volverse automáticas, deberán, durante
largo tiempo, seguir siendo racionales para él o para otra persona.
Las acciones instintivas se crean durante la vida de una especie y
la capacidad para cumplirlas se transmite, en forma ya
confeccionada, a través de la herencia. A las acciones automáticas
se las puede llamar las acciones instintivas que un sujeto dado
desarrolló para sí mismo. Las acciones instintivas no pueden
llamarse acciones automáticas desarrolladas por una especie dada,
porque nunca fueron racionales para distintos individuos de esa
especie, sino que son el resultado de una compleja serie de
reflejos.
Los reflejos, los actos instintivos y los actos “racionales” pueden
considerarse como si se reflejaran, o sea, como que no son
independientes.
Los primeros, los segundos y los terceros no provienen del hombre
mismo sino del mundo externo. Un hombre es meramente una estación
transmisora o transformadora de fuerzas; todas sus acciones
pertenecientes a estas tres categorías son producidas por
impresiones provenientes del mundo externo. En estos tres géneros de
acciones, el hombre es en realidad un autómata, ya sea inconsciente
o conciente de sus acciones. Nada proviene de él mismo.
Solamente la suprema categoría de las acciones, o sea,
las acciones
concientes (que, hablando en general, no las observamos porque las
confundimos con las acciones racionales, principalmente porque
llamamos concientes a las acciones “racionales”) – sólo estas
acciones dependen no sólo de las impresiones provenientes del mundo
externo, sino también de algo más. Pero muy raramente se encuentra
la capacidad para tales acciones y sólo poquísimas personas la
tienen. Estas personas pueden definirse como el TIPO SUPERIOR DE
HOMBRE.
Habiendo establecido la diferencia entre las acciones, debemos
volver ahora a la cuestión: ¿Cómo difiere el aparato mental de un
animal del de un hombre? De las cuatro categorías de acciones, sólo
las dos inferiores son accesibles a los animales. La categoría de
las acciones “racionales” no es accesible a ellos. Esto lo
demuestra, primero de todo, el hecho de que los animales no hablan
como lo hacemos nosotros.
Anteriormente se demostró que la posesión del lenguaje está
conectada indisolublemente con la posesión de conceptos. En
consecuencia, podemos decir que los animales no poseen conceptos.
¿Esto es cierto, y es posible la posesión de razón instintiva sin
poseer conceptos?
Todo lo que sabemos acerca de la razón instintiva nos dice que
funciona mientras sólo posee representaciones y sensaciones, y en
los niveles inferiores posee sólo sensaciones. El aparato mental que
piensa por medio de representaciones debe ser idéntico a la razón
instintiva que le permite efectuar esta selección entre las
representaciones disponibles que, desde fuera, produce la impresión
de razonar y extraer conclusiones. En realidad, un animal no piensa
sus acciones, sino que vive por las emociones, obedeciendo a la
emoción que es fortísima en un momento dado. Aunque es cierto que en
la vida de un animal puede haber momentos muy críticos cuando se
enfrenta con la necesidad de efectuar una selección de cierta serie
de representaciones. En ese caso, en un momento dado, sus acciones
pueden parecer razonadas. Por ejemplo, un animal, frente al peligro,
a menudo actúa con sorprendente cautela e inteligencia.
Pero en realidad, las acciones de un animal no son gobernadas por
pensamientos sino principalmente por el recuerdo emocional y las
representaciones motoras. Ya se ha demostrado que las emociones son
convenientes y, en un ser normal, la obediencia a ellas debe ser
también conveniente. En un animal, toda representación, toda imagen
que se recuerde está conectada con alguna sensación emocional y
algún recuerdo emocional; en la naturaleza de un animal no hay fríos
pensamientos o imágenes inemocionales. O, si hay algunos, son
inactivos, incapaces de moverlo a acción alguna.
Así, todas las acciones de los animales, a veces muy complejas,
convenientes y aparentemente racionales, pueden explicarse sin
presumir la existencia de conceptos, razonamientos y conclusiones
mentales en ellos.
Por el contrario, debemos admitir que los animales no tienen
conceptos. La prueba de ello es que no tienen lenguaje. Si tomamos a
dos hombres de nacionalidades y razas distintas, ignorantes cada uno
del idioma del otro, y los ponemos a vivir juntos, de inmediato
encontrarán medios de comunicarse entre ellos. Uno dibujaría con su
dedo un círculo, el otro dibujaría otro círculo junto al primero.
Esto basta para establecer que pueden entenderse. Si un grueso muro
de piedra fuera a separar a esas personas, esto tampoco los
disuadiría. Uno golpearía tres veces; el otro también golpearía tres
veces en respuesta: se establece la comunicación. La idea de
comunicación con los habitantes de otro planeta se basa precisamente
en el sistema de señales luminosas. Se propone fabricar en la tierra
un enorme círculo o cuadrado luminoso. Se lo debería advertir en
Marte o en algún sitio de allí y contestárselo con una señal
parecida.
Vivimos en contacto con los animales, pero somos incapaces de
establecer con ellos tal comunicación. Evidentemente, la distancia
entre nosotros es mayor, la diferencia es más profunda que entre
personas separadas por ignorancia del idioma, muros de piedra y
distancias enormes.
Otra prueba de la ausencia de conceptos en un animal es su
incapacidad para usar una palanca, o sea, su incapacidad de llegar
independientemente a entender el significado y la acción de una
palanca. El argumento habitual de que un animal no sabe cómo usar
una palanca simplemente porque sus órganos – garras, etc. – no se
adaptan a tales acciones, no soporta la crítica, porque a cualquier
animal se le puede enseñar a usar una palanca. Esto significa que
los órganos no tienen nada que ver con esto. La cosa es,
sencillamente, que por sí mismo un animal no puede llegar a la idea
de una palanca. La invención de una palanca separó de inmediato al
hombre primitivo de los animales y se conectó inseparablemente con
la aparición de los conceptos. El aspecto mental de entender la
acción de una palanca radica en la construcción de un silogismo
correcto. Sin construir mentalmente un silogismo es imposible
entender la acción de una palanca. Sin conceptos es imposible
construir un silogismo. En la esfera mental, un silogismo es
literalmente la misma cosa que una palanca en la estera física.
La aplicación de una palanca distingue al hombre del animal tan
drásticamente como lo hace el lenguaje. Si algunos científicos
marcianos fueran a estudiar a la tierra objetivamente a través de un
telescopio, sin oír el lenguaje desde lejos ni entrar en el mundo
objetivo de los habitantes de la tierra y sin contacto alguno con
ella, dividirían en dos categorías a los seres vivos de la tierra:
los familiarizados con la acción de una palanca y los no
familiarizados con ésta.
En su totalidad, la psicología de los animales es muy oscura para
nosotros. La infinita cantidad de observaciones efectuadas acerca de
todos los animales, desde elefantes hasta arañas, y la infinita
cantidad de anécdotas acerca de la inteligencia, perspicacia y
cualidades morales de los animales nada cambian a este respecto. A
los animales los representamos como autómatas vivos o como seres
humanos tontos. Estamos demasiado encerrados en el círculo de
nuestra propia mentalidad. No tenemos idea de ninguna otra
mentalidad e involuntariamente pensamos que el único género de
mentalidad posible es el que poseemos. Pero esta es una ilusión que
nos impide entender la vida. Si pudiéramos entrar en el mundo
interior de un animal y entender cómo este percibe, entiende y
actúa, veríamos muchas cosas extremadamente interesantes.
Por ejemplo, si pudiéramos representarnos y volver a crear
mentalmente la lógica del animal, eso nos ayudaría grandemente a
entender nuestra propia lógica y las leyes de nuestro pensamiento.
Sobre todo, entenderíamos el carácter condicional y relativo de
nuestra idea total del mundo.
Un animal debe tener una lógica peculiarísima. Por supuesto, no
sería lógica en el verdadero sentido de la palabra, pues lógica
presupone la existencia de logos, o sea, palabra o concepto. Nuestra
lógica habitual, aquélla por la que vivimos, sin la cual “el
zapatero no podrá fabricar zapatos”, puede prolongarse hasta el
simple esquema formulado por Aristóteles en los escritos que
publicaran sus discípulos bajo el título genérico de Organon, o sea,
el “Instrumento” (del pensamiento). Este esquema consiste en los
siguiente:
A es A.
A no es no-A
Todo es A o no-A
La lógica contenida en este esquema – la lógica de Aristóteles – es
enteramente suficiente para la observación. Pero para la
experimentación es insuficiente, pues la experimentación tiene lugar
en el tiempo, mientras las fórmulas de Aristóteles no tienen en
cuenta al tiempo. Esto fue observado en el inicio mismo de la
fundación de nuestro conocimiento experimental, lo advirtió Roger
Bacon y, algunos siglos después, lo formuló su famoso homónimo,
Francis Bacon, en el tratado Novum Organum – “Nuevo Instrumento”
(del pensamiento). Sucintamente, la formulación de Bacon puede
reducirse a lo siguiente:
Lo que era A, será A.
Lo que era no-A, será no-A.
Todo era y será A o no-A.
Toda nuestra experiencia científica está construida sobre estas
fórmulas, ya sea que nuestra mente las tome en cuenta o no. Y estas
mismas fórmulas sirven en realidad como base para fabricar zapatos,
pues si un zapatero no pudiera estar seguro de que el cuero que
compró ayer será cuero mañana, probablemente no se aventuraría a
fabricar zapatos sino que buscaría alguna otra profesión más segura.
Las fórmulas lógicas, las de Aristóteles y las de Bacon, se deducen
simplemente de la observación de hechos y nada abarcan que no sea el
contenido de estos hechos – y no pueden abarcar nada más. No son
leyes del pensar sino meramente leyes del mundo externo como lo
percibimos nosotros, o leyes de nuestra relación con el mundo
externo.
Si pudiéramos representar la “lógica” de un animal, entenderíamos su
relación con el mundo externo. Nuestro error principal con respecto
al mundo interior de un animal radica en que le atribuimos nuestra
propia lógica. Pensamos que sólo hay una lógica, que nuestra lógica
es algo absoluto, algo que existe fuera de nosotros y aparte de
nosotros. Empero, de hecho, ella es meramente las leyes de la
relación de nuestra vida interior con el mundo exterior o las leyes
que nuestra mente hall en el mundo exterior. Una mente diferente
hallará leyes diferentes.
La primera diferencia entre nuestra lógica y la de una animal es que
esta última no es general. Es una lógica particular en cada caso,
para cada representación separada. Para los animales no existe
clasificación según propiedades comunes, o sea, clases, variedades y
especies. Cada objeto simple existe por sí, todas sus propiedades
son propiedades específicas.
Esta casa y aquella casa son para un animal objetos totalmente
diferentes, porque una es su casa y la otra una casa ajena. Hablando
genéricamente, reconocemos a los objetos por su semejanza; un animal
deberá reconocerlos por su diferencia. Recuerda cada objeto por los
signos que tuvieron para él mismo el máximo significado emocional.
De esta forma, o sea, con las cualidades emocionales, se preservan
las representaciones en la memoria de un animal. Es fácil ver que es
mucho más difícil preservar tales representaciones en la memoria;
consiguientemente, la memoria de un animal está mucho más cargada
que la nuestra, aunque en la cantidad de conocimiento y el número de
cosas preservadas en la memoria de un animal está muy debajo de
nosotros.
Una vez que vimos un objeto, lo relacionamos con cierta clase,
variedad y especie, lo fijamos a uno u otro concepto, y lo
conectamos en nuestra mente con una u otra “palabra”, o sea, con un
signo algebraico, luego con otro, definiéndolo, y así sucesivamente.
Un animal no tiene conceptos, no tiene el álgebra mental con cuya
ayuda pensamos. Debe conocer un objeto dado y recordarlo con todas
sus características y peculiaridades. Ni una sola característica que
se olvide volverá. Pero, para nosotros, las principales
características están implícitas en el concepto con el que hemos
conectado el objeto dado, y podemos hallarlo en nuestra memoria por
cualquiera de sus signos característicos.
De esto resulta claro que la memoria de un animal está más cargada
que la nuestra y que ésta es precisamente la causa principal que
impide la evolución mental de un animal. Su mente está demasiado
ocupada. No tiene tiempo para avanzar. Es posible detener el
desarrollo mental de un niño haciéndole aprender de memoria series
de palabras y figuras. Un animal está exactamente en la misma
posición. Y esto explica el extraño hecho de que un animal sea más
inteligente cuando es joven.
La lógica de un animal, si intentamos expresarla en fórmulas
parecidas a las de Aristóteles y Bacon, sería la siguiente:
El animal entenderá la fórmula A es A. Dirá: yo soy yo, y así
sucesivamente. Pero no entenderá la fórmula A no es no-A, pues no-A
es un concepto. El animal dirá: Esto es esto. Aquello es aquello.
Esto no es aquello. O, Este hombre es este hombre. Aquel hombre es
aquel hombre. Este hombre no es aquel hombre.
Más tarde tendré que volver a la lógica de los animales. Por el
momento, sólo fue necesario establecer el hecho de que la psicología
de los animales es muy característica y fundamentalmente diferente
de la nuestra. Y no sólo es característica sino también muy variada.
Entre los animales que conocemos, incluso entre los animales
domésticos, las diferencias psicológicas son tan grandes como para
ponerlos en niveles totalmente distintos. No advertimos esto y a
todos los colocamos bajo un solo título: “animales”.
Un ganso ha puesto su pata sobre un pedazo de cáscara de sandía,
tironea de ella con su pico pero no la puede arrancar, y nunca se le
ocurre alzar su pata de la cáscara. Esto significa que sus procesos
mentales son tan vagos que tiene un conocimiento muy imperfecto de
su propio cuerpo y no lo distingue apropiadamente de los otros
objetos. Esto no podría ocurrir con un perro o un gato. Estos
conocen sus cuerpos perfectamente bien. Pero en sus relaciones con
los objetos externos, un perro y un gato son muy diferentes.
He observado a un perro, un perdiguero “inteligentísimo”. Cuando la
alfombrita en que dormía se arrugó y volvió incómoda para echarse en
ella, entendió que la incomodidad estaba fuera de él, que estaba en
la alfombrita y, más precisamente, en la posición de ésta. De modo
que siguió desgarrando a la alfombrita con sus dientes,
retorciéndola y tironeándola aquí y allá, gruñendo todo el tiempo,
suspirando y gimiendo hasta que alguien acudió en su ayuda. Pero
jamás logró estirar la alfombrita por sí mismo.
Con un gato tal cuestión nunca se suscitaría siquiera. Un gato
conoce perfectamente bien su cuerpo, pero todo lo que está fuera de
él lo da por supuesto, como algo dado. A un gato nunca se le
ocurriría corregir el mundo externo, acomodarlo a su propia
comodidad. Tal vez esto sea así porque un gato vive más en otro
mundo, en el mundo de los sueños y las fantasías, que en éste. Por
tanto, si algo anduviera mal en su cama, un gato daría vueltas y se
retorcería cien veces hasta echarse cómodamente; o se iría a echar a
otro sitio.
Por supuesto, un mono extendería muy fácilmente la alfombrita.
He aquí cuatro seres, todos muy diferentes. Y éste es sólo un
ejemplo del que podríamos hallar fácilmente quinientos. Empero, para
nosotros, todo esto es un animal. Mezclamos juntas muchas cosas que
son totalmente diferentes; nuestras divisiones son muy a menudo
erróneas y esto nos estorba en nuestro examen de nosotros mismos.
Además, sería muy incorrecto afirmar que las diferencias mencionadas
determinan “etapas evolutivas”, que los animales de un tipo son
superiores o inferiores a los otros. El perro y el mono por su
razón, su aptitud para imitar y (el perro) por su fidelidad hacia el
hombre parecen ser superiores al gato, pero éste es infinitamente
superior al gato en su intuición, su sentido estético, su
independencia y su poder de voluntad. El perro y el mono se ponen de
manifiesto totalmente. Todo lo que hay en ellos puede verse. Pero no
es sin causa que el gato se le considere como un animal mágico y
oculto. En él hay mucho que está oculto, mucho que él mismo no
conoce. Si hemos de hablar en términos de evolución, sería mucho más
correcto decir que estos son animales de evoluciones diferentes, tal
como, con toda probabilidad, en el género humano no se trata de una
sino de varias evoluciones que continúan.
El reconocimiento de varias evoluciones independientes pero, desde
cierto punto de vista, equivalentes, desarrollando propiedades
enteramente diferentes, nos conduciría fuera del laberinto de
contradicciones interminables en nuestra comprensión del hombre y
mostraría el camino hacia la comprensión de la única evolución y
real e importante para nosotros: la evolución del superhombre.
Hemos establecido la tremenda diferencia que existe entre la
mentalidad del hombre y la de los animales. Esta diferencia está
obligada a tener un efecto profundo sobre la percepción que el
animal tiene del mundo externo. Pero, ¿cómo y en qué? Esto es
precisamente lo que no sabemos y lo que debemos empeñarnos en
establecer.
Para hacer esto debemos volver una vez más a nuestra percepción del
mundo y examinar minuciosamente como lo percibimos; y entonces
deberemos ver cómo el animal, con su limitado conjunto mental, debe
percibir el mundo.
Primero de todo, debemos tomar nota del hecho de que, con respecto
al aspecto y la forma externos del mundo, nuestra percepción es
extremadamente incorrecta. Sabemos que el mundo consiste en sólidos,
pero siempre vemos y tocamos solamente superficies. Nunca vemos o
tocamos un sólido. Un sólido es ya un concepto, compuesto por una
cantidad de representaciones puestas juntas por medio de
razonamiento y experiencia. Para la sensación directa sólo existen
superficies. Las sensaciones de peso, masa y volumen, que asociamos
mentalmente con un “sólido”, en realidad están conectadas para
nosotros con las sensaciones de superficies. Sólo sabemos que esta
sensación de superficies proviene de un sólido, pero nunca sentimos
al sólido mismo. Tal vez sea posible llamar a la sensación compuesta
de superficies, peso, masa, densidad, resistencia y demás,
“sensación de un sólido”. Pero mentalmente estamos obligados a
vincular todas estas sensaciones en una sola y llamar, a esta
sensación general, un sólido. Sentimos directamente sólo las
superficies, y luego, separadamente, el peso; nunca sentimos la
resistencia de un sólido, como tal.
Pero sabemos que el mundo no consiste en superficies, sabemos que
vemos un mundo incorrectamente. Sabemos que nunca vemos al mundo
como realmente es, no sólo en el sentido filosófico de esta
expresión, sino incluso en el sentido geométrico más corriente.
Nunca hemos visto un cubo, una esfera, etc., sólo hemos visto
siempre superficies. Comprendiendo esto, corregimos mentalmente lo
que vemos. Detrás de las superficies pensamos lo sólido. Pero nunca
podremos representarnos un sólido; no podemos representar un cubo o
una esfera no en perspectiva, sino desde todos los lados a la vez.
Está claro que el mundo no existe en perspectiva; empero, somos
incapaces de verlo de cualquier otro modo. Todo lo vemos sólo en
perspectiva, o sea, al percibirlo, deformamos al mundo con nuestro
ojo. Y sabemos que lo deformamos. Sabemos que no es como lo vemos. Y
mentalmente corregimos de continuo lo que el ojo ve, substituyendo
el contenido real de aquellos símbolos de las cosas que nuestra
vista NOS muestra.
Nuestra vista es una facultad compleja. Consiste en sensaciones
visuales, más la memoria de las sensaciones del tacto. Un niño trata
de tocar todo lo que ve: la nariz de su nodriza, la luna, la
danzarina mancha de luz solar que se refleja en la pared. Sólo
gradualmente aprende a distinguir entre lo cercano y lo lejano
mediante la vista sola. Pero sabemos que hasta en los años maduros
estamos sujetos fácilmente a ilusiones ópticas. Vemos objetos
distantes como chatos, o sea, incluso más incorrectamente, pues el
relieve es, después de todo, un símbolo que indica cierta propiedad
de los objetos. A gran distancia, un hombre se perfila para nosotros
en una silueta. Esto ocurre porque a gran distancia nunca podemos
tocar nada, y nuestro ojo no fue instruido para advertir las
diferencias en las superficies que, a corta distancia, se sienten
con las puntas de los dedos.
A este respecto, son interesantísimas las observaciones efectuadas
con los ciegos que empiezan a ver. El periódico Slepetz (“El Hombre
Ciego”), de 1912, contiene una descripción, basada en observación
directa, de cómo hombres, ciegos de nacimiento, aprenden a ver tras
una operación que restauró su vista. Es así como un joven de
diecisiete años describe sus experiencias tras la restauración de su
vista mediante la remoción de una catarata. Al tercer día después de
la operación le preguntaron qué veía; contestó que veía una basta
extensión luminosa con objetos opacos que se movían en ella. No
distinguía estos objetos. Sólo después de cuatro días empezó a
distinguirlos, y sólo después de dos semanas, cuando sus ojos se
acostumbraron a la luz, empezó a usar prácticamente su vista para
discernir los objetos. Le mostraron todos los colores del espectro y
los dominó muy rápidamente, salvo el amarillo y el verde que los
siguió confundiendo durante largo tiempo. Un cubo, una esfera y una
pirámide que colocaron ante él le parecieron un cuadrado, un disco
chato y un triángulo. Cuando lo colocaron junto a la esfera un disco
chato, no pudo ver diferencia alguna entre ellos.
Cuando le pidieron
que describiera su primera impresión de las dos figuras, contestó
que advertía de inmediato la diferencia entre el cubo y la esfera y
se daba cuenta de que no eran dibujos, pero no podía derivar de
ellos la representación de un cuadrado y un círculo, hasta sentir en
las puntas de sus dedos la misma sensación que si hubiera tocado un
cuadrado y un círculo. Cuando se le permitió que manipulara el cubo,
la esfera y la pirámide, de inmediato identificó estos sólidos por
el tacto y le sorprendió no haberlos reconocido de inmediato
mediante la vista. Todavía no tenía una representación del espacio,
de la perspectiva. Todos los objetos le parecían chatos. Aunque
sabía que la nariz sobresalía y los ojos estaban hundidos en las
cuencas, para su vista el rostro humano parecía chato también. Se
regocijó al tener restaurada su vista, pero al principio le cansaba
mirar las cosas; las impresiones le agobiaban y fatigaban. He aquí
por qué, si bien gozaba de vista perfecta, en ocasiones volvía al
tacto, como una forma de descanso.
Jamás podemos ver siquiera un trocito del mundo externo como es,
vale decir, tal como sabemos que es. Nunca podremos ver un
escritorio o un armario simultáneamente desde todos los lados, lo
mismo que dentro. Nuestro ojo deforma al mundo externo de cierto
modo que nos permite, al mirar alrededor, determinar la posición de
los objetos en relación con nosotros. Pero nos es imposible mirar al
mundo desde otro punto de vista que no sea el nuestro. Y nunca
podremos tener una visión correcta de él, una visión que no esté
deformada por lo que ven nuestros ojos.
Relieve y perspectiva, éstas son las deformaciones de los objetos
por parte de nuestro ojo. Son una ilusión óptica, un engaño visual.
Un cubo en perspectiva es sólo un símbolo convencional de un cubo
tridimensional. Y todo lo que vemos es sólo una imagen convencional
del mundo tridimensional convencionalmente real que nuestra
geometría estudia – y no el mundo real. Sobre la base de lo que
vemos, debemos conjeturar qué es realmente. Sabemos que lo que vemos
es incorrecto, y pensamos en el mundo como diferente del modo en que
lo vemos. Si no tuviéramos dudas acerca de lo correcto de nuestra
vista, si supiéramos que el mundo era tal como lo vimos, es lógico
que pensáramos en él como lo vemos. Sin embargo, en la práctica
estamos introduciendo constantemente correcciones en lo que vemos.
Esta capacidad de introducir correcciones en lo que el ojo ve
implica necesariamente la posesión de conceptos, pues las
correcciones se efectúan por medio del razonamiento, lo cual es
imposible sin conceptos. Sin esta capacidad de corregir lo que el
ojo ve, veríamos el mundo de modo muy diferente, mucho de lo que
realmente existe no lo veríamos, y veríamos muchísimo de lo que en
realidad no existe.
En primer lugar, veríamos una enorme cantidad de movimientos
inexistentes. Para la sensación directa, cada movimiento nuestro se
conecta con el movimiento de todo alrededor de nosotros. Sabemos que
este movimiento es ilusorio, pero lo vemos como real. Los objetos
giran ante nosotros, corren frente a nosotros, se aventajan uno al
otro. Las casas, frente a las que manejamos con lentitud, se vuelven
despaciosamente; si manejamos con celeridad se vuelven velozmente;
los árboles surgen de repente ante nosotros, huyen y desaparecen.
Esta animación aparente de los objetos, junto con los sueños,
proporcionaba, y aún proporciona, el principal alimento para la
fantasía de los cuentos de hadas.
En esos casos, los “movimientos” de los objetos pueden ser muy
complejos. Obsérvese la extraña conducta de un maizal visto a través
de la ventanilla de un vagón ferroviario. Corre hasta nuestra misma
ventanilla, se detiene, se vuelve lentamente y corre hacia un lado.
Los árboles del bosque corren claramente a diferentes velocidades,
aventajándose uno al otro. ¡Todo un paisaje de movimiento ilusorio!
¡Y qué decir del sol que aún continúa, en todos los idiomas,
naciendo y poniéndose, y cuyo movimiento se defendiera tan
apasionadamente en una época!
Es así como todo nos parece. Y aunque ya sepamos que todos estos
movimientos son ilusorios, todavía los vemos y, en ocasiones, nos
engañamos.
¿Cuántas ilusiones más veríamos si fuéramos incapaces de considerar
las causas que las producen y creyéramos que todo existe exactamente
como lo vemos?
Lo veo, en consecuencia existe.
Esta afirmación es el principal origen de todas las ilusiones.
El modo correcto de expresar esto sería:
Lo veo, en consecuencia no existe. O, en todo caso: Lo veo, en
consecuencia no es así.
Nosotros podemos decir esto último, pero los animales no. Para
ellos, cuanto ven, existe. Tienen que creer en lo que ven.
¿Cómo les parece le mundo a los animales?
Para los animales, el mundo es una serie de complejas superficies
móviles. Los animales viven en un mundo bidimensional; su universo
tiene l apariencia y las propiedades de una superficie. Y en esta
superficie tiene lugar una vasta cantidad de movimientos del
carácter más variado y fantástico.
¿Por qué el mundo debe parecerles a los animales una superficie?
Primero de todo, porque a nosotros nos parece una superficie.
Pero nosotros sabemos que el mundo no es una superficie, mientras
que los animales no pueden saberlo. Ellos aceptan todo como parece.
No pueden corregir lo que el ojo ve, o no pueden hacerlo en el mismo
grado en que nosotros podemos.
Nosotros podemos medir en tres direcciones; la calidad de nuestra
mente nos permite hacerlo. Los animales pueden medir simultáneamente
sólo en dos direcciones; nunca pueden medir en tres direcciones a la
vez. Esto se debe al hecho de que, no teniendo conceptos, son
incapaces de tener presentes las medidas de la primera dirección
mientras miden la segunda y la tercera.
Explicaré esto más claramente.
Imaginemos que medimos un cubo. Al medir un cubo en tres
direcciones, mientras medimos en una dirección debemos tener
presente, recordar, las otras dos. Pero las cosas sólo pueden
tenerse presentes como conceptos, o sea, podemos recordarlos
solamente conectándolas con varios conceptos, rotulándolas de un
modo u otro.
Así, habiendo rotulado las primeras dos direcciones – el largo y el
ancho, es posible medir el alto. DE otro modo, esto no se podría
hacer. Como representaciones, las dos primeras mediciones de un cubo
son absolutamente idénticas y tienen obligación de fundirse en una
sola de nuestra mente. Un animal no tiene conceptos, de modo que no
puede rotular las dos primeras mediciones del cubo como largo y
ancho. Por tanto, en el momento en que empieza a medir el alto del
cubo, las dos primeras mediciones se fundirán en una sola. Un animal
que mida un cubo y no posea conceptos sino sólo representaciones, se
parecerá a una gata que una vez observé. Arrastraba a sus gatitos –
había cinco o seis de ellos – dentro de diferentes habitaciones y no
podía reunirlos nuevamente. Tomaba uno, se lo llevaba a otro, y los
ponía juntos. Luego, empezaba a buscar al tercero, lo traía y lo
ponía con los otros dos. Después, inmediatamente, tomaba al primero,
lo llevaba a otra habitación y lo ponía al lado del cuarto; luego
corría; luego corría de nuevo a la primera habitación, se apoderaba
del segundo y lo arrastraba a otro lugar al quinto, y así
sucesivamente. Durante toda una hora la gata luchaba con sus
gatitos, genuinamente agotada, pero nada podía hacer. Claramente,
ella no tenía conceptos que le ayudaran a recordar cuántos gatitos
había en total.
Es extremadamente importante explicarse la relación de un animal con
la medición de los sólidos.
Toda la cuestión consiste en que los animales nada ven, salvo
superficies. (Esto lo podemos decir con suma convicción, puesto que
nosotros mismos nada vemos, salvo superficies). Viendo sólo
superficies, los animales sólo pueden representar dos dimensiones.
La tercera dimensión, junto con las dos primeras, sólo puede
pensarse, o sea, esta dimensión debe ser un concepto. Pero los
animales no tienen conceptos; la tercera dimensión aparece también
como una representación. Consiguientemente, en el momento de su
aparición, las dos primeras representaciones se funden
invariablemente en una sola. Los animales ven la diferencia entre
dos dimensiones, pero no pueden ver la diferencia entre tres. Esta
diferencia sólo puede conocerse. Y a fin de conocerla son necesarios
los conceptos.
Para los animales, las representaciones idénticas tienen la
obligación de fundirse en una sola, tal como para nosotros dos
fenómenos simultáneos idénticos que tienen lugar en un punto deben
fundirse en uno solo. Para los animales sería un solo fenómeno, tal
como para nosotros todos los fenómenos simultáneos idénticos que
tienen lugar en un punto son un solo fenómeno.
Así, los animales verán el mundo como una superficie, y medirán esta
superficie solamente en dos direcciones.
¿Cómo explicar entonces el hecho que, viviendo en un mundo
bidimensional, o viéndose en un mundo bidimensional, los animales se
orientan perfectamente bien en nuestro mundo tridimensional? ¿Cómo
explicar que un pájaro vuela arriba y abajo, derecho hacia delante y
hacia los costados, en las tres direcciones; que un caballo salta
vallas y zanjas; que un perro y un gato parecen entender las
propiedades de profundidad y altura junto con el largo y ancho?
A fin de explicar esto debemos volver una vez más a los principios
fundamentales de la psicología animal. Ya señalamos muchas
propiedades de los objetos que recordamos como las propiedades
generales de especies y variedades, los animales han de recordarlas
como las propiedades individuales de los objetos. En el ordenamiento
de este enorme depósito de propiedades individuales preservadas en la
memoria, a los animales los ayuda la cualidad emocional conectada
para ellos con cada representación y cada recuerdo de una sensación.
Digamos que un animal conoce dos caminos como dos fenómenos
enteramente separados que nada tienen en común; un fenómeno, o sea,
un camino consiste en una serie de representaciones definidas
matizadas por definidas cualidades emocionales; el otro fenómeno, o
sea el otro camino, consiste en una serie de otras definidas
representaciones, matizadas por otras cualidades. Decimos que tanto
uno como otro son caminos, conduciendo uno a un lugar, y el otro a
otro. Para el animal, los dos caminos nada tienen en común. Pero
recuerda toda la secuencia de cualidades emocionales conectadas con
el primer camino y el segundo camino y así recuerda ambos caminos
con sus vueltas, cunetas, vallados y demás.
Así, el recuerdo de las definidas propiedades de los objetos que
vieron ayuda a los animales a orientarse en el mundo de los
fenómenos. Pero por regla general, cuando enfrentan fenómenos nuevos
los animales están mucho más desvalidos que el hombre.
Los animales ven en dos dimensiones.
Sienten constantemente la
tercera dimensión pero no la ven. La sienten como algo efímero,
como
nosotros sentimos el tiempo.
Las superficies que los animales ven poseen para ellos muchas
propiedades extrañas; éstas son, primero de todo, movimientos
numerosos y variados.
Ya ha sido señalado que todo movimiento ilusorio debe parecer real
para ellos. Estos movimientos nos parecen también reales pero
sabemos que son ilusorios, como por ejemplo el giro de una casa
cuando manejamos frente a ella, el surgimiento de un árbol desde la
vuelta de la esquina, el movimiento de la luna entre las nubes y
demás.
Además, para los animales existirán muchos otros movimientos que no
sospechamos. En realidad, muchísimos objeto, completamente inmóviles
para nosotros – en realidad, todos los objetos – deben parecerles
móviles a los animales. Y ES PRECISAMENTE EN ESTOS MOVIMIENTOS QUE
SE LES MANIFESTARÁ LA TERCERA DIMENSIÓN DE LOS SÓLIDOS, o sea, LA
TERCERA DIMENSIÓN DE LOS SÓLIDOS LES PARECERÁ MOVIMIENTO.
Tratemos de imaginar cómo un animal percibe los objetos del mundo
externo.
Supongamos que se coloca un gran disco ante un animal y, junto a él,
una gran esfera del mismo diámetro.
Enfrentándolos directamente a cierta distancia, el animal verá dos
círculos. Si se pone a caminar alrededor de ellos, el animal
advertirá que la esfera sigue siendo un círculo, pero el disco se
estrecha gradualmente y se convierte en una franja angosta. Cuando
el animal continúa desplazándose alrededor de ella, la franja
empieza a ensancharse y gradualmente se convierte nuevamente en un
círculo. La esfera no cambiará su forma cuando el animal se desplace
alrededor de ella, pero en ella empezarán a ocurrir extraños
fenómenos cuando el animal se acerque.
Tratemos de entender cómo el animal percibirá la superficie de la
esfera como distinta de la superficie del disco.
Una cosa es cierta: percibirá una superficie esférica de modo
diferente de nosotros. Nosotros percibimos la convexidad o la
esfericidad como una propiedad común a muchas superficies. Debido a
la naturaleza de su aparato mental, el animal debe percibir la
esfericidad como una propiedad individual de la esfera dada. ¿A qué
debería parecerse la esfericidad, considerada como una propiedad
individual de una esfera dada?
Podemos decir con la máxima convicción que la esfericidad le
parecerá al animal un movimiento de la superficie que él ve.
Cuando el animal se acerca a la esfera, con toda probabilidad lo que
ocurre es algo parecido a esto: la superficie que el animal ve surge
en rápido movimiento, su centro se proyecta hacia delante, y todos
los otros puntos empiezan a retroceder del centro con una velocidad
proporcionada a su distancia del centro (o al cuadrado de su
distancia del centro).
Este es el modo en el que el animal debe sentir una superficie
esférica. Esto rememora el modo en que percibimos el sonido. A
cierta distancia de la esfera, el animal lo ve como un plano.
Aproximándose a ella y tocando algún punto de la esfera, ve que la
relación de todos los otros puntos con ese punto ha cambiado en
comparación con lo que debe ser en un plano, como si todos los otros
puntos se hubieran movido, se hubieran hecho a un lado. Tocando otro
punto, ve nuevamente todos los otros puntos que se retiran de él.
Esta propiedad de la esfera aparecerá como movimiento, como
“vibración”. Y en realidad la esfera semejará una superficie
vibrante, ondulante. Del mismo modo, cualquier ángulo de un objeto
inmóvil al animal deberá parecerle movimiento.
El animal puede ver un ángulo de un objeto tridimensional sólo si se
desplaza frente a él, y en ese caso el objeto parecerá haberse dado
vuelta – apareció un nuevo lado, y el viejo lado retrocedió o se
hizo a un lado. Un ángulo se percibirá como un darse vuelta, un
movimiento del objeto, o sea, como algo efímero, temporal, o sea,
como un cambio del estado del objeto. Recordando los ángulos con los
que se encontró antes – que el animal vio como el movimiento de los
cuerpos – los considerará como pasados, terminados, esfumados,
pertenecientes al pasado.
Por supuesto, el animal no puede razonar así, pero actuará como si
este fuera su razonamiento.
Si el animal pudiera pensar los fenómenos (o sea, ángulos y
superficies curvas) que aún no hayan entrado en su vida, sin duda se
los representaría solamente en el tiempo. En otras palabras, el
animal no podría concederles existencia real alguna en el momento
actual cuando ellos aún no han aparecido. Si pudiera expresar una
opinión acerca de ellos, diría que estos ángulos existen como una
potencialidad, que serán, pero que actualmente no son.
Para un caballo, la esquina de una casa frente a la que todos los
días pasa corriendo, es un fenómeno que recurre en ciertas
circunstancias, pero que aún tiene lugar sólo en el tiempo; no es
una propiedad espacial y constante de la casa.
Para el animal, un ángulo debe ser un fenómeno temporal, en vez de
ser un fenómeno espacial, como lo es para nosotros.
Así, vemos que el animal percibirá las propiedades de nuestra
tercera dimensión como movimientos y remitirá estas propiedades al
tiempo, al pasado o al futuro, o al presente, o sea, al momento de
transición del futuro dentro del pasado.
Este es un punto extremadamente importante y contiene la clave de la
comprensión de nuestra propia percepción del mundo; en consecuencia,
deberemos examinarlo más pormenorizadamente.
Hasta aquí hemos considerado a los animales superiores: un perro, un
gato, un caballo. Consideremos ahora un animal inferior: por
ejemplo, un caracol. Nada sabemos de su vida interior, pero podemos
estar seguros de que su percepción es muy diferente de la nuestra.
Con toda probabilidad, son muy vagas las sensaciones de un caracol
respecto de su medio circundante. Probablemente sienta el calor, el
frío, la luz, la oscuridad y el hambre, e instintivamente (o sea,
incitado por la guía del placer-dolor) se arrastre hacia el borde de
la hoja que no está comida y se quede, y se retire de una hoja
muerta. Sus movimientos son gobernados por el placer-dolor; avanza
siempre hacia uno y se retira del otro. Siempre se mueve en una sola
línea: desde lo desagradable hacia lo agradable. Y, con toda
probabilidad, nada conoce ni siente, excepto esta línea. Esta línea
constituye la totalidad de su mundo.
Todas las sensaciones que
entran desde fuera, el caracol las siente sobre esta línea de su
movimiento. Y éstas le provienen de fuera del tiempo: de
potencialidad se convierten en realidad. Para un caracol, la
totalidad de nuestro universo existe en el futuro y en el pasado, o
sea, en el tiempo. Sólo existe una línea en el presente; todo el
resto está en el tiempo. Es más que probable que un caracol no tenga
conciencia de sus propios movimientos; realizando esfuerzos con todo
su cuerpo avanza hacia el borde fresco de la hoja, pero le parece
que la hoja se desplaza hacia él, naciendo en ese momento,
apareciéndose desde el tiempo, como la mañana se nos aparece a
nosotros.
Un caracol es un ser unidimensional.
Los animales superiores – un perro, un gato, un caballo – son seres
bidimensionales. El espacio les parece una superficie, un plano.
Todo lo que está fuera de este plano, para ellos está en el tiempo.
Así, vemos que un animal superior – un ser bidimensional en
comparación con un ser unidimensional – extrae del tiempo una
dimensión más.
El mundo de un caracol tiene una dimensión; nuestras dimensiones
segunda y tercera están para él en el tiempo.
El mundo de un perro tiene dos dimensiones: nuestra tercera
dimensión está para él en el tiempo.
Un animal puede recordar todos los “fenómenos” que observó, o sea,
todas las propiedades de los cuerpos tridimensionales con los que
entró en contacto, pero no puede saber que lo que para él es un
fenómeno recurrente, es en realidad una propiedad permanente de un
cuerpo tridimensional: un ángulo, una curvatura o una convexidad.
Esta es la psicología de la percepción del mundo por un ser
bidimensional.
Para él, cada día nacerá un sol nuevo. El sol de ayer pasó y nunca
recurrirá nuevamente. El sol de mañana no existe aún.
Rostand no logró entender la psicología de “Chantecler”. El gallo no
podía entender que despertaba al sol con su canto. Para él, el sol
no se iba a dormir: retrocede hacia el pasado, desaparece, se
aniquila, cesa de ser. Mañana, si viene, será un nuevo sol, tal como
para nosotros hay una primavera nueva cada año. A fin de ser, el sol
no puede despertar; debe llegar a existir, debe nacer. Un animal (si
pudiera pensar sin perder su psicología característica) no podría
creer en la aparición hoy del mismo sol que estaba allí ayer. Esto
es razonamiento humano.
Para un animal, cada mañana nace un sol nuevo, tal como para
nosotros cada día llega una mañana nueva, cada año una primavera
nueva.
Un animal es incapaz de entender cómo el sol es uno solo y el mismo,
hoy y ayer – EXACTAMENTE COMO NOSOTROS PROBABLEMENTE NO PODEMOS
ENTENDER QUE LA MAÑANA ES UNA SOLA, Y LA PRIMAVERA ES UNA SOLA.
El movimiento de los objetos que, para nosotros no es ilusorio sino
real, como el movimiento de una rueda que gira o de un carro que se
desplaza, etc., para un animal debe diferir grandemente del
movimiento que éste ve en todos los objetos que para nosotros son
inmóviles: el movimiento con cuyo disfraz él ve la tercera dimensión
de los cuerpos. Este primer movimiento (o sea, el movimiento que es
también real para nosotros) debe parecerle espontáneo, vivo.
Y estos dos géneros de movimientos serán inconmensurables para él.
Un animal podrá medir un ángulo o una superficie convexa, aunque no
entenderá su verdadero significado y lo considerará como un
movimiento. Pero nunca podrá medir el movimiento real, o sea, el
movimiento que para nosotros es real. Para hacer esto es necesario
tener nuestra concepción del tiempo y medir todos los movimientos en
relación con algún movimiento más constante, o sea, comparar todos
los movimientos con uno. Como un animal no tiene conceptos, no podrá
hacer esto, por tanto, los movimientos de los objetos que son reales
para nosotros serán inmedibles, y así inconmensurables con otros
movimientos que, para él, son reales y capaces de medición, pero que
para nosotros son ilusorios, constituyendo en realidad la tercera
dimensión de los cuerpos.
Esto último es inevitable. Si un animal siente y mide como
movimiento lo que no es movimiento, está claro que no podrá aplicar
la misma medida a lo que es y a lo que no es movimiento.
Pero esto no significa que un animal no pueda conocer el carácter de
los movimientos que se producen en nuestro mundo y adecuarse a
ellos. Por el contrario, vemos que un animal se orienta
perfectamente entre los movimientos de los objetos de nuestro mundo
tridimensional. En esto lo ayuda el instinto, o sea, la capacidad
desarrollada a través de centenares de siglos de selección, de
realizar acciones eficaces sin conciencia de finalidad. Y un animal
discrimina perfectamente bien entre los movimientos que ocurren
alrededor de él.
Pero, distinguiendo entre dos géneros de fenómenos – dos géneros de
movimiento – un animal tiene la obligación de explicar uno de ellos
por alguna inexplicable propiedad interior de los objetos, o sea,
probablemente considerará ese género de movimiento como el resultado
de la animación de los objetos, y considerará a los objetos que se
mueven como vivos.
Un gatito juega con una pelota o con su cola porque la pelota o la
cola huyen de él.
Un oso luchará contra la estaca hasta que ésta lo desaloje del
árbol, porque, en los vaivenes de aquélla, él siente algo vivo y
hostil.
Un caballo da un respingo ante un arbusto porque éste giró de
repente y agitó una rama.
En este último caso, tal vez el arbusto no se movió para nada: era
el caballo el que corría. Pero pareció moverse, y en consecuencia
estaba vivo. Probablemente, todo lo que se mueve esté vivo para un
animal. ¿Por qué un perro ladra con tanta furia cuando pasa un
coche? No lo entendemos totalmente. No advertimos cómo el coche, al
pasar, gira, se retuerce y hace muecas, tal como el perro lo ve. El
coche está lleno de vida: las ruedas, el techo, los guardabarros,
los asientos, los pasajeros; todo esto se mueve, da vueltas…
Resumamos todas nuestras deducciones.
-
Hemos establecido que un hombre posee sensaciones, representaciones
y conceptos
-
Que los animales superiores poseen sensaciones y
representaciones
-
Que los animales inferiores solamente
sensaciones
Dedujimos que un animal no tiene conceptos
principalmente porque no tiene palabras, no tiene lenguaje. Además,
establecimos que, no teniendo conceptos, los animales no pueden
comprender la tercera dimensión y sólo ven el mundo como una
superficie. En otras palabras, no tienen medios, no tienen
instrumentos, para corregir sus sensaciones erróneas del mundo.
Luego, descubrimos que, viendo al mundo como una superficie, los
animales ven en esta superficie muchísimos movimientos inexistentes
para nosotros.
O sea: todas las propiedades de los cuerpos que
consideramos como las propiedades de su tridimensionalidad, deben
parecerles movimientos. Así, un ángulo y una superficie esférica les
deben parecer movimiento del plano. Además, llegamos a la conclusión
de que todo lo que, para nosotros, pertenece al dominio de la
tercera dimensión como algo constante, los animales deben
considerarlo como sucesos efímeros que les ocurren a los objetos:
como fenómenos temporales.
Así, en todas sus relaciones con el mundo, un animal demuestra ser
completamente análogo al ser bidimensional irreal que supusimos que
vivía en un plano. La totalidad de nuestro mundo a un animal le
parece como un plano a través del cual los fenómenos pasan, se
mueven de acuerdo con el tiempo o en el tiempo.
De modo que podemos decir que hemos establecido lo siguiente: que
con cierta limitación del aparato mental que percibe al mundo
externo, para un sujeto que posea tal aparato, deberán cambiar todo
el aspecto y todas las propiedades del mundo. Y dos sujetos, que
vivan juntos pero que posean diferentes aparatos mentales, deberán
vivir en mundos distintos: las propiedades de la extensión del mundo
deberán ser muy diferentes para ellos. Además, hemos visto las
condiciones – no artificiales e inventadas sino realmente existentes
en la naturaleza, o sea, las condiciones mentales de la vida de los
animales – en las que el mundo aparecer como un plano o incluso como
una línea.
En otras palabras, hemos establecido que la extensión tridimensional
del mundo depende, para nosotros, de las propiedades de nuestro
aparato mental; o, que la tridimensionalidad del mundo no es su
propia propiedad sino meramente la propiedad de nuestra percepción
del mundo.
Para expresarlo de modo diferente, la tridimensionalidad del mundo
es la propiedad de su reflejo en nuestra conciencia.
Si todos esto es así, está claro que hemos demostrado realmente la
dependencia del espacio respecto del sentido del espacio. Y, puesto
que hemos demostrado la existencia de un sentido del espacio
inferior al nuestro, mediante este hecho mismo hemos demostrado la
posibilidad de un sentido del espacio superior al nuestro.
Y debemos admitir que si se forma en nosotros una cuarta unidad de
pensamiento, tan diferente del concepto como el concepto es
diferente de la representación, entonces, simultáneamente con esto,
para nosotros, en el mundo circundante, aparecerá una cuarta
característica que podemos llamar geométricamente una cuarta
dirección o cuarta perpendicular, porque esta característica
contendrá propiedades de objetos perpendiculares a todas las
propiedades que conocemos y no paralelas a ninguna de ellas. En
otras palabras, veremos o nos sentiremos no en una espacio de tres,
sino de cuatro dimensiones, y tanto los objetos circundantes como
nuestros propios cuerpos revelarán las propiedades generales de la
cuarta dimensión que hemos notado antes o que hemos considerado como
propiedades individuales de los objetos (o su movimiento), tal como
los animales consideran como su movimiento la extensión de los
objetos de la tercera dimensión.
Habiendo visto o habiéndonos sentido en el mundo de las cuatro
dimensiones, descubriremos que el mundo de las tres dimensiones no
tiene y nunca ha tenido existencia real alguna, que fue una creación
de nuestra fantasía, un fantasma, un espectro, un engaño, una
ilusión óptica, lo que usted guste, pero no una realidad.
Esto dista de ser una “hipótesis”, una suposición; es un hecho tan
exacto como lo es la existencia del infinito. A causa de su propia
existencia, el positivismo tuvo que deshacerse, de algún modo, del
infinito, o por lo menos llamarlo una “hipótesis” que puede ser
verdadera o no. Pero el infinito no es una hipótesis; es un hecho. Y
precisamente, también lo es la multidimensionalidad del espacio y
todo lo que esto implica, o sea, la irrealidad de todo lo
tridimensional.
[Ouspensky, 1920]
Yo no sé acerca de nadie más, pero cuando leí el fragmento de arriba
DESPUÉS de que los Cassiopaeans nos hablaron acerca de la percepción
de la 4ª densidad, me di cuenta agudamente de la brecha que separa
nuestra percepción del mundo y lo que debe ser en realidad.
Volveremos a Ouspensky y sus especulaciones acerca de las
percepciones de densidades superiores más o menos pronto, pero por
ahora debemos regresar a nuestra narrativa en relación con la onda y
las crecientes revelaciones, a dónde llevaron y qué entendemos
actualmente.
Aproximadamente una semana después de que mi pregunta “Sufi” llevara
al tema de “Ondas Gravitacionales Inestables”, decidí hacer algunas
preguntas acerca de las densidades. Realmente sólo estaba tratando
de captar POR QUÉ es que nada más podemos percibir cosas en el
angosto marco de nuestra realidad. Quería saber cómo es que cosas
que se supone que existen en otros “reinos” están veladas para
nosotros.
No podía entender bien la diferencia entre la 4ª densidad
y la 5ª densidad porque tantas enseñanzas famosas o bien conocidas
hablaban de reinos físicos y luego - ¡Puf! – vas al plano etéreo o
astral. Esta era una idea completamente nueva, según me parecía, y
valía la pena echarle un vistazo más de cerca. Así que me lancé al
tema:
06-22-96
P: (L) Esta noche quisiera preguntar acerca de la 5ª densidad. ¿Cómo
es que funciona la “línea divisoria” entre las 4 densidades físicas
y la 5ª? R: Zona de reciclaje, uno debe tener contacto directo en perfecto
equilibrio con aquellos en la 6ª densidad para satisfacer la
necesidad de la fase de contemplación/aprendizaje mientras se está
entre encarnaciones de densidades 1 a 4.
P: (L) Cuando una persona termina todas sus experiencias en las
densidades 1 a 4, permanecen en la 5ª por un periodo antes de
moverse a la 6ª. R: Sí.
P: (L) Cuando mueres en la 3ª y vas a la 5ª, ¿pasas a través de o
ves la 4ª? R: No.
P: (L) Cuando estás en la 5ª densidad, ¿es parte de tu servicio ser
un guía? ¿Hay dos tipos de seres en la 5ª: aquéllos que están ahí
para el reciclaje, y aquéllos cuyo nivel simplemente ES? (Había
escuchado muchas enseñanzas diferentes en este sentido – que los
“tipos muertos” podían escoger ser “guías” o algo así. Yo estaba un
poco confundida acerca de cómo funcionaba toda esta cosa.) R: No. Todos son como uno en entendimiento atemporal de todo lo que
es.
P: (L) Si, en la 5ª densidad una persona tiene entendimiento
atemporal, qué es lo que acerca de ellos determina que “reciclarán”
en contraste con moverse a la 6ª de la 5ª? R: Contemplación revela destino necesario.
P: (L) Así que, estando en unión con otros seres en la 5ª, llegas a
algún tipo de entendimiento acerca de tus lecciones… R: Equilibrado. Y esto, querida, es otro ejemplo de
la gravedad como
el unidor de toda la creación… “¡El Gran Ecualizador!”
P: (L) En esta imagen en mi mente, el ciclo se mueve hacia fuera en
dispersión, comienza a acrecentarse y regresa al origen. ¿Es
correcto? R: Cerca.
P: (L) ¿Es esto, de hecho, que exactamente la mitad de todo lo que
existe, se mueve hacia el desequilibrio, mientras que la otra mitad
se mueve hacia el equilibrio? R: Cerca.
P: ¿Todo el cosmos? ¿Todo lo que existe? R: Sí.
P: (L) ¿Es posible que un área del cosmos tenga más energía de la
que busca equilibrio mientras que otra tenga más de la que busca
desequilibrio? R: ¡Oh sí!
P: (L) ¿Es la Tierra una de esas áreas que está más desequilibrada
en el momento presente? R: Sí, pero rápidamente moviéndose de regreso al equilibrio.
P: (L) ¿La frontera del reino es parte de este
equilibrio? R: Sí.
P: (V) Hace algunas semanas algunos de nosotros comenzamos a sufrir
de calor interno, insomnio y otras cosas. ¿Qué es esto? R: Imagen. Conjunción profunda de ligamento fibroso en estructura de
ADN.
P: (V) Bueno, quiero saber si es en mi mente que me pongo tan
caliente, ¿o si es mi temperatura corporal la que de hecho se eleva? R: Sólo en 4ª. Filtración, ¡acostúmbrense a ellas!
P: (L) ¿Quiero este decir que de hecho estamos experimentando una
filtración de la 4ª densidad? R: Imagen.
P: (V) ¿Los pequeños destellos de luz que veo son también una
manifestación de esto? R: Tal vez sea así, pero procura concentrarte en la significación
etérea, más que en lo físico.
P: (L) Cuando dicen “conjunción profunda de ligamento fibroso”,
¿quiere esto decir que estamos uniéndonos con una liga a un cuerpo
de la 4ª densidad que está creciendo, desarrollándose? R: Lenta, pero seguramente. Les hemos dicho antes que los “cambios”
que se avecinan se relacionan con los factores espirituales y de
conciencia más que el muy publicitado físico. El simbolismo es
siempre una herramienta necesaria en la enseñanza. Pero el truco
está en leer las lecciones ocultas representadas en la simbología,
¡no quedarse enganchado en los significados literales de los
símbolos!
P: (L) Ustedes dicen que la simbología tiene que ver con
significados ocultos. La simbología que ustedes utilizaron fue
“imagen” y “ligamento profundo fibroso” de ADN. Ahora, ¿es esa una
imagen física, simbólica? R: Sí.
P: (L) ¿Cuál es su definición de “imagen”? Tenemos muchas. R: ¡Aprender es divertido, Laura, como has hallado repetidamente!
P: (L) ¡Bueno, tengo tanto calor ahora que realmente necesito saber
acerca de esto! ¿Y por qué es que siempre soy yo la que recibe la
tarea de resolverlo todo? R: Porque pediste el “poder” para resolver los más importantes
asuntos en toda la realidad. Y hemos estado asistiéndote en tu
adquisición de poder.
P: (L) Imagen. Ligamento de ADN. (V) “Poder” estaba entre comillas. R: Déjala por el momento, pronto sabrás.
P: (V) ¿Es este cuerpo de la 4ª densidad algo que ya existe de modo
que podríamos comunicarnos con él? R: ¿Habeas Corpus?
P: (V) Bueno, acaban de decir… (L) Bueno, lo que deben querer decir
es que lo ERES – te estás transformando poco a poco y todos los
efectos secundarios desagradables simplemente son parte de él. R: Sí.
P: (V) ¡Correcto! (L) T__A__ me enseñó un par de puntos de
acupuntura que parecen inducir un estado alterado. ¿Es éste, como él
dice, un modo de abrir una puerta al subconsciente? R: Estimula endorfinas.
P: (L) ¿Existe algún punto en el cuerpo que PUEDA ser usado para
asistir a abrir la puerta al subconsciente? R: No es necesaria tal asistencia. ¡¡Primero, quisiéramos sugerir
que buscaras un doctor de “giro” para tu búsqueda!! [“spin” doctor]
P: (L) ¿Un doctor de “giro” sería un maestro Sufi? R: Un ejemplo.
P: (L) Sí. Siguen sacando al tema cosas relacionadas con girar. R:
Hilliard. Leedskallen. Castillo de Coral.
P: (L) Bueno, realmente están promoviendo esta cuestión de
la
gravedad. ¿Puedo hacer una pregunta acerca de otro tema? R: Puedes preguntar acerca de la Coneja de Pascua, si deseas.
P: (L) ¿La conciencia de la 3ª densidad es la única densidad con
percepción del tiempo? R: No.
P: (L) Bien, ¿cuáles otras? R: 4, 5, 6, 7.
P: (L) ¿Pero yo creí que la percepción del tiempo era una ilusión? R:
TU percepción de él es una ilusión. ¿Recuerdas el ejemplo de los
gatos y los perros subidos en un carro?
P: (L) Sí. Ouspensky y el
caballo. ¿Entonces el tiempo como una cosa
esencial SÍ existe? R: Pero no como lo conoces. Cuando nos referimos a “sin tiempo”,
estamos hablando desde el punto de vista de tu familiaridad nada
más.
P: (L) ¿El tiempo existe entonces, y el espacio tiene un límite? R: Te estás confundiendo porque tu percepción linear de nacimiento
está oscureciendo la imagen que tus esfuerzos están tratando de
producir.
P: (L) Okay, regresemos al “equilibrio” de la Tierra. ¿Cómo puede
ser hecho esto? R: Pregunta vaga.
P: (L) Déjenme tratar esto: el grupo de los “chorros de amor y de
luz” dice que va a equilibrarse porque todo mundo va a tener
pensamientos lindos, y todos sus chorros de amor y de luz
eventualmente van a alcanzar una masa crítica y a derramarse sobre
el resto de la humanidad y todos los chicos malos van a
transformarse en chicos buenos. Esta es la versión estándar. ¿Es
esto lo que ustedes quieren decir? R: No.
P: ¡Vaya! ¿La energía que está siendo manifestada en lo positivo,
sobre y alrededor del planeta, va a reducir el nivel de negatividad
en los seres que existen sobre el planeta? R: Este no es el punto. Cuando la “Tierra” se convierta en un reino
de la 4ª densidad, todas las fuerzas, tanto SAS como SAO estarán en
contacto directo unas con otras… Será un “campo de juego de nivel”,
por tanto, equilibrado.
P: (L) Hablando de equilibrio, uno de los círculos de las cosechas
que ustedes interpretaron era un “fenómeno astronómico gemelo”. ¿Qué
es un fenómeno astronómico gemelo? R: Muchos significados perfectamente sincronizados. Duplicidad de,
como en “Alicia a través del espejo”.
P: (L) Imágenes dobles.
Mmm… ¿Se relaciona esto con materia y antimateria? R: Sí, y…
P: (L) Gravedad y manifestando en un lado y manifestando una imagen
reflejada en el otro… R: Sí, y… Astronómico.
P: (L) Okay, eso se relaciona con estrellas y planetas… ¿Astronómico
en términos de otro universo, un universo alterno compuesto de
antimateria? R: Sí, y…
P: (L) ¿Es este universo alterno de antimateria el punto desde el
cual ocurren los fenómenos o se manifiestan en nuestro universo? R: Más como puerta o “conducto”.
P: (L) ¿Es este universo alterno el modo por el que debemos de
viajar a la 4ª densidad? ¿Es como un velo real, o un abismo de algún
tipo? R: Piensa en él como una carretera. Frontera del Reino es onda
viajera.
P: (L) Okay, dicen “onda viajera”, y después dicen que la
antimateria es la carretera. ¿Quiere esto decir moviéndose a través
del antimateria o interactuando de algún modo con la antimateria vía
el ímpetu de la onda viajera, o frontera del reino? R: Dobla espacio/tiempo, aquí es donde tus ondas gravitacionales
inestables pueden ser utilizadas.
P: (L) Utilizar antimateria creando un campo electromagnético, que
colapsa la onda gravitacional, permite a la antimateria unirse con
la materia, creando un portal a través del cual el espacio/tiempo
puede doblarse, o a través del cual puede viajarse vía este
“doblez”. En otras palabras, ¿producir un campo electromagnético que
resulta en una especie de traer la antimateria, ES el doblamiento
del espacio/tiempo? ¿Es eso? R: Sí.
P: (V) ¿Hay un portal por cada persona, o un solo gran portal?
R: No.
P: (V) ¿Así que nos movemos a través de un portal en masas? R: No.
P: (V) Si no hay portales personales para una persona, o portales
para grupos de personas… R: Portal está donde desees que esté. Con tecnología apropiada
puedes crear un portal donde se desee. Hay opciones ilimitadas.
P: Tecnología apropiada. Ondas gravitacionales inestables. Y una vez
ustedes nos dijeron que estudiáramos las bobinas de Tesla…
antimateria… desestabilizar las ondas gravitacionales a través de
generación electromagnética permite a la antimateria interactuar con
la materia creando un portal… ¿Es en el universo de antimateria en
donde todo ese ir y venir es realizado por los extraterrestres
cuando abducen gente? R: Cerca. Transportan a través de él, pero la mayoría de las
abducciones tienen lugar en 3ª o 4ª densidad.
P: (L) ¿Es este movimiento a través del universo de antimateria, es
esto lo que la gente percibe en sus abducciones como la “muralla de
fuego”? Separarse. ¿La demolecularización? R: No. Eso es Remolecularización Atómica Transdimensional.
P: (L) Okay, si una persona estuviera pasando al universo de
antimateria, ¿cómo lo percibiría? R: No lo percibiría.
P: (L) ¿Por qué? R: No espacio; no tiempo.
P: (L) El universo de antimateria no tiene espacio ni tiempo…
entonces, ¿el universo de antimateria es posiblemente donde están
los pobres tipos del vuelo 19? R: Sí.
P: (L) ¿Y uno puede quedarse atorado en ese lugar? R: Sí. Y si estás en un capullo de doblamiento del tiempo, estás
hiperconsciente, o sea, percibes “cero tiempo” como si fuera
literalmente millones de años, esto es si el ciclo está conectado o
cerrado, como en “Experimento Filadelfia”. Y, con ese comentario,
buenas noches.
Ahora, quiero poner juntos dos comentarios del pasaje de arriba:
Cuando la “Tierra” se convierta en un reino de la 4ª densidad, todas
las fuerzas, tanto SAS como SAO estarán en contacto directo unas con
otras… Será un “campo de juego de nivel”, por tanto, equilibrado.
P: (L) Así que, estando en unión con otros seres en la 5ª, llegas a
algún tipo de entendimiento acerca de tus lecciones… R: Equilibrado. Y esto, querida, es otro ejemplo de la gravedad como
el unidor de toda la creación… “¡El Gran Ecualizador!”
Recordando lo que se dijo acerca de los “seres esenciales” en la
segunda sección de esta serie:
P: (L) ¿Hay otras partes de nosotros en todos los reinos haciendo
otras cosas en este momento? R: Sí.
P: (L) ¿Y cómo va a ser esto afectado por el cruce de la frontera
del reino? R: Se fusionarán.
P: (L) ¿Necesitamos hacer algún tipo de trabajo como hipnosis para
traer estos aspectos de nosotros mismo y lidiar con estas cosas poco
a poco? R: Ocurrirá involuntariamente. Será como una explosión termonuclear
y de nuestra discusión de “Oz” tenemos:
P: (T) Ahora, cuando aquellos que se muevan hacia la 4ª densidad
hagan el movimiento, ¿experimentarán una totalidad o se fusionarán
con todas las densidades de su ser, en ese punto, incluso si es por
un corto tiempo? R: Por un instante inconmensurablemente pequeño, ¡esto es lo que se
quiere decir con “iluminación”!
P: (T) Pero, por ese instante pequeño, debido a que realmente no hay
tiempo, quizá un instante o un Eón, dependiendo de cómo cualquier
individuo lo mida, ¿podríamos experimentar unidad con nosotros
mismos? R: Podría parecer durar “para siempre”.
P: (L) ¿Es esto lo que se conoce como el “rapto”? R: Algunos han intentado explicar patrones de pensamiento
instintivos de este modo.
Así que parece que hemos identificado a nuestra Onda – es
una Onda
Gravitacional.
Hasta ahora todo bien, ¿cierto? ¿Todos me siguen? ¿Entendemos todos
qué es lo que estoy tratando de averiguar con estas preguntas? Eso
pensé. Y lo que es más, pensé que tenía cierto control sobre el
asunto. Creí que tenía una idea. ¡Me había dejado llevar tan
intensamente por las referencias a las ondas gravitacionales como la
llave de los secretos de la física que no podía dormir por las
noches con todas las visiones de Premios Nobel bailando en mi
cabeza! ¡Ahí estaba yo, la Sra. Promedio Norteamericana con cinco
niños y una tabla de espíritus en el cuarto junto a la cocina que me
iba a dar los secretos para desencadenar todos los misterios del
espacio, tiempo y existencia!
Lo iba a hacer por todas las mujeres
en el mundo que habían sido tratadas como ciudadanas de segunda
clase desde que la vieja Lagartija Jehová/Yahweh le mandó la manzana
a Eva. Lo iba a hacer por todos los héroes sin gloria y genios
hechos en casa que sobrellevan sus vidas en silenciosa
desesperación, preguntándole a los cielos por las noches “¿Por qué
estoy aquí? ¿Qué debo de hacer?” ¡Mi muy útil tabla de espíritus me
iba a dar la NUEVA Teoría de Todo! ¡Lo iba a envolver todo en un
lindo y bonito paquetito para mandarlo por correo a la universidad
más cercana, y ellos se iban a volver locos al respecto y a mandarme
a Estocolmo a recoger mi medalla!
¡Qué intoxicante sentimiento! Debí de haberlo visto venir, pero no
lo hice. O sea la fosa; ¿conocen la que excava el orgullo? Caí en
ella en la siguiente sesión.
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