Todo está en relación directa con el grado evolutivo en que se encuentren, porque en una humanidad tan heterogénea como la nuestra podemos apreciar hoy, todavía, los exponentes de todos los niveles de la cultura simbolizados en aquella escalera del sueño de Jacob que iba desde el suelo hasta los cielos...
Nadie negará que en la Tierra, pese a estar llegando a la etapa de la conquista del espacio sideral, poseemos ejemplares de todos los tipos comunes de la evolución humana: desde los más primitivos salvajes que aún abundan en diversas regiones del globo, hasta los depurados ejemplos de elevada moral y brillante genio que han marcado o marcan rumbos a la superación integral de sus congéneres.
Para los menos enterados sobre el tema hemos de recordar cuanto la ciencia nos enseña en los campos de la Geología, Paleontología, Antropología, Sociología e Historia, y muy especialmente en los terrenos de la Biología, de la Física y la Química, para poder adentrarse en la moderna Cibernética, en un esfuerzo por comprender las estrechas relaciones de la Metafísica y de la Mitología, con los actuales adelantos de la Física moderna y de la Astronomía, si queremos alcanzar una correcta interpretación de todo el conjunto fenoménico actual y su íntima y lógica relación con las vinculaciones tan estrechas entre la evolución de nuestra humanidad y esa otra humanidad extraterrestre a la que nos venimos refiriendo.
Y la metafísica nos enseña que las grandes transformaciones operadas en el globo terráqueo, comprobadas por las otras ciencias, han obedecido a fuerzas hasta hoy no identificadas ni en su verdadera identidad ni en la magnitud exacta de su tremendo poder, dentro de ciclos repetidos periódicamente, algunos de los cuales se han desarrollado entre lapsos de tiempo que por la igualdad en su extensión denotan la presencia de causas ocultas que actuarían sincrónicamente produciendo efectos similares ante la repetición de situaciones fenoménicas también semejantes, y todo ello enmarcado por un proceso cíclico de evolución general del planeta.
Es la suma de años en que se desarrolla uno de aquellos ciclos evolutivos, conocidos en las escuelas esotéricas como “Revolución Cósmica”, o sea el período de tiempo durante el cual tienen lugar una serie de fenómenos encaminados a favorecer el progresivo desenvolvimiento del planeta y de sus habitantes, desde las formas inferiores hasta las superiores, como vimos en capítulos anteriores.
Tal proceso tiene lugar dentro de ciclos en los cuales se manifiestan determinadas características, circunscritas por el desarrollo de fuerzas de la Naturaleza que van gestando paulatinamente los diversos cambios, y que son normadas por leyes fijas que obedecen a impulsos y energías provenientes de los planos superiores, o dimensiones como viéramos al ocuparnos de la “Cuarta Dimensión”, por lo que generalmente, presentan características semejantes, en la manifestación de sus efectos, ante la concurrencia de factores, también semejantes, y en plazos iguales en duración, por la concordancia de influencias astrales poderosas que tienen su máxima expresión dentro de ciertos límites de tiempo, fijos, por obedecer a la sincrónica marcha de los astros que forman nuestro sistema solar y sus relaciones con otros sistemas vecinos en la galaxia a la que pertenecemos, o sea la Vía Láctea.
Ahora, igualmente, para el final de este siglo tendremos la visita del planeta frío al que se refiere la Biblia en el Apocalipsis con el nombre de Ajenjo, planeta gigantesco de otro sistema estelar al que nos hemos referido anteriormente con el nombre de Hercólubus, perteneciente al sistema planetario desconocido por muchos de nuestros astrónomos, pero que en Ganímedes conocen como el de la estrella Tila, cuyas descomunales dimensiones pueden imaginarse al saber que Hercólubus, uno de sus planetas, es tres veces más grande que el planeta Júpiter, el gigante de nuestro sistema solar, y que su órbita en torno a su estrella primaria, Tila demora casi catorce mil años de los nuestros.
Si tenemos en cuenta que este lapso representa, aproximadamente, la mitad del tiempo señalado por aquella cifra de 28.791 años, y que el gran cataclismo representado por la destrucción de la Atlántida, mencionado en la tercera parte de este libro, tuvo lugar, más o menos, en una época cercana a la mitad de aquel ciclo, no es aventurado pensar que la repetición del fenómeno sideral correspondiente al paso periódico de tan gigantesco astro cerca de nuestro sistema planetario, haya tenido una directa y poderosa influencia en la realización de la susodicha catástrofe.
Esto producirá una serie de cataclismos descomunales: hundimiento y elevación de continentes enteros, como ya pasó con la Lemuria y con la Atlántida, transformación completa de mares, cursos de agua y cordilleras en todo el mundo, desaparición de extensas zonas continentales que quedarán sumergidas, y afloramiento de otras porciones, hoy submarinas, que emergerán para formar nuevas islas y continentes distintos a los actuales... ¡Una verdadera revolución cósmica de la corteza terrestre...!
Es conveniente recordar que todas las profecías, de distinta época u origen, como la de la Gran Pirámide de Egipto, la del Rosacruz Nostradamus, las de Daniel en el Antiguo Testamento, las de los Caballeros de la Mesa Redonda, el Apocalipsis de San Juan, las predicciones de la moderna Orden de Acuarius, y por último, la tercera profecía de la Virgen María a los pastorcitos de Fátima, que fue retenida por las altas autoridades eclesiásticas y guardada en reserva por el Vaticano, con la promesa de comunicarla al público treinta años después y que habiendo vencido este plazo con exceso no ha sido, hasta ahora, dada a conocer, por los terribles vaticinios que encierra para toda la humanidad, coinciden, en todo, con las revelaciones que hoy nos llegan desde Ganímedes, sobre la realización efectiva, en estos últimos veintinueve años del presente siglo, del apocalíptico proceso evolutivo que se está cumpliendo en la Tierra como síntesis cósmica del “Fin de los Tiempos” a los que se refieren, en símbolos y complicadas alegorías, las visiones de San Juan en la isla de Palmos y el mensaje de Cristo referente al “JUICIO FINAL”.
Y como en todo ese proceso van a jugar un papel de trascendental importancia los superhombres del Reino de Munt, quien leyera esta parte del libro sin haber conocido cuanto se explica en las partes anteriores, se encontraría sin base ni razones para comprender cuanto vamos a detallar ahora con relación al “Final de los Tiempos” que empieza a desarrollarse en los días que estamos viviendo...
La humanidad de este planeta había conocido el desarrollo de vanas razas; había vivido en diferentes formas de organización, y desarrollado numerosos niveles de cultura. Sus creencias religiosas pasaron, también, por múltiples aspectos en la progresiva evolución que ya todos conocemos. Las costumbres y normas de vida y de relación entre los seres humanos, alejándose del salvajismo y de la barbarie, requerían, ya, bases de moral más elevadas, conceptos más puros y avanzados, instituciones más perfectas, para encauzar a este mundo hacia niveles superiores de civilización.
Una observación detenida y minuciosa del panorama actual basta para darnos la respuesta. Y esa respuesta, salvo muy contadas excepciones, ejemplos que por la enorme desproporción al compararlos con la generalidad resultan pequeños y escasos, nos demuestra un balance negativo y una lamentable pérdida de tiempo que pudo ser mejor aprovechado, si la mayoría de esta heterogénea humanidad no hubiese persistido en afirmarse en tradicionales errores, fruto de las bajas pasiones tan arraigadas en casi todos, y que al final de este ciclo son las verdaderas causas que, en la Cuarta Dimensión y Planos Superiores, generan hoy los efectos fenoménicos del proceso evolutivo que tratamos de explicar.
Y si en éste se generan fuerzas negativas, fenómenos de desequilibrio que rompan la necesaria armonía del conjunto, las reacciones, lógicas y naturales de tales desequilibrios y desarmonías, serán tanto más grandes cuanto sean la magnitud y alcances de los errores cometidos.
Sabemos, perfectamente, cómo se está preparando la tercera guerra mundial. Ya se perfilan, con toda claridad, los contendientes. Las tres más grandes potencias mundiales poseedoras de fuerza atómica y termonuclear, se aprestan, febrilmente, para el dantesco encuentro. Pero la fértil imaginación del Dante no llegó, ni llegaría, jamás, a vislumbrar lo que será, en verdad, el choque final de los titanes mundiales que hoy se disputan el dominio absoluto del planeta.
De nada valen las diplomáticas y superficiales entrevistas y conversaciones de estadistas, que, en el fondo, sólo alcanzan a realizar acuerdos incompletos, ambiguos, muchas veces débiles, y al final, estériles, porque no logran, ni lograrán obligar a todos los pueblos a un desarme efectivo, mundial, verdaderamente total... Y ese desarme no puede lograrse, porque siempre reina la desconfianza, generada por el convencimiento general de la ausencia de una moral elevada que permitiera a los hombres cambiar de métodos y de estructuras en la pacífica convivencia internacional.
Y esta misma convivencia no sería posible, mientras no desaparecieron las fronteras y los nacionalismos. Y estas barreras ideológicas generadas por los más variados intereses, disimulados en fórmulas chauvinistas para ocultar los beneficios de grandes grupos encubiertos en la maraña internacional, tampoco podrán desaparecer en un mundo concebido, aún, sobre fórmulas que pudieron ser útiles en tiempos remotos, pero que en una humanidad amenazada por las fuerzas cósmicas del átomo, resultan ya obsoletas...
Si las antiguas colonias hispanas, al separarse de Esparta, hubieran constituido una gran confederación, ya que tenían todas las condiciones que geográficamente, y dentro de una misma historia común, poseían la misma lengua, las mismas costumbres y tradiciones, la misma raza, la misma religión, el mismo origen y los recursos económicos similares, para haber formado un poderoso estado, no se hubieran dividido, otro habría sido el porvenir de las jóvenes repúblicas hispanoamericanas al haberse unido en una sola y gran nación.
Pero esto no convenía, entonces, a los poderosos intereses de las grandes potencias mundiales, pues es mucho más fácil dominar a un grupo de pequeños pueblos, fomentando y estimulando la ambición de núcleos separados que los dirijan, que se convierten así en condescendientes aliados o servidores de las grandes naciones, a tener que habérselas con uno o dos gigantescos bloques, difíciles de manejar en el complicado concierto internacional por su mismo poder. Y esto mismo está sucediendo en el confuso panorama político de las antiguas colonias africanas...
El fantasma de supersabios dotados de un enorme poder científico, pero desprovistos de toda consideración moral o sentimiento humano elevados, que usarían de su ciencia pora dominar al mundo y convertir a los millones de habitantes de la Tierra en simples muñecos vivientes, esclavos inconscientes de un reducido grupo de superhombres nietzcherianos, que tendrían poder absoluto sobre la mente y la voluntad de todos los seres, convertidos por su satánica ciencia en verdaderos robots humanos...
Seguramente el tiempo preciso para que uno de los titanes que se afanan en conseguir la supremacía, en el colmo de su demencia bélica, se considere lo suficientemente fuerte y preparado para aplastar, por sorpresa, al adversario...
Y que en ese misterioso monumento de
granito rojo se señala el año de 1975 como el comienzo de la
diabólica crisis...
Y debe recordarse, como ya lo manifestamos en otras oportunidades, que al hablar del Cosmos no lo entendemos en la forma común que se le atribuye hoy día en materia de Astronomía o en el campo de la Astronáutica, sino al concepto del Cosmos como Universo Integral, Suprema Síntesis de los tres reinos de la Vida: ESPÍRITU, MATERIA Y ENERGÍA.
Las leyes y los métodos que siguen, son del absoluto conocimiento de los iniciados en los más profundos secretos del Cosmos. Y la matemática precisión de innumerables acontecimientos, tiene, también, estrecha relación con el juego de las cifras-clave en las trascendentales matemáticas de los Guías de la Evolución...
Que para llegar a la clave, hay que realizar operaciones diferentes a las comunes de la aritmética oficial, buscando los valores positivos y rechazando, en ciertos casos, los negativos. Así, en este ejemplo, vamos a considerar nulos, como negativos, los ceros: Si sumamos los valores positivos de cada guarismo en la cifra 144.000, suprimiendo los ceros, tenemos 1 + 4 + 4 = 9.
Esta suma nos acaba de llevar a uno de los números-clave. En la metafísica elevada, o Aritmética Cósmica, el 9 es el número-clave de la Humanidad. Ahora tomemos las otras dos cifras: 12 tribus y 12.000 seres por tribu. Con el mismo procedimiento, suprimiendo ceros, en ambos casos 1+2 = 3. Este es otro de los números-clave, también conocidos como “números sagrados”.
El 3 representa a la Trinidad, a la Trilogía de Principios Fundamentales del Cosmos: ESPÍRITU, MATERIA Y ENERGÍA. ... Pero el simbolismo hermético nos está repitiendo el número tres, dos veces. Si sumamos 3 + 3 = 6, tenemos otro número-clave: 6 es el símbolo de “La Bestia”, de todo lo negativo en la Evolución, de la suma de todos los errores, de la Destrucción...!
Hemos venido repitiendo que el oráculo de esta civilización trazado en la Gran Pirámide de Egipto cierra la serie ininterrumpida de predicciones en fecha coincidente con el año 2001 de nuestra era actual. Y tal número, por el mismo procedimiento, nos da, también el número 3. Si este 3 lo multiplicamos por el 9 del resultado final anterior, tenemos 27. Si a este guarismo le devolvemos los tres ceros que se desecharon de la cifra básica apocalíptica, o sea 144.000, tenemos 27.000.
Hagamos ahora una nueva operación, haciendo intervenir, como factores, a la Tierra, morada de nuestra humanidad, y a Ganímedes, hogar de la super-raza, o, humanidad hermana nuestra:
La reunión de todos los factores, en este proceso de los números-clave, uniendo las predicciones de dos fuentes distintas de diferentes épocas, y analizando el fondo esencial de las misteriosas cifras, acaba de darnos, por diversos caminos, la cifra exacta del número de años de los ciclos cósmicos a que nos veníamos. refiriendo anteriormente: 28.791. Y para ello tuvimos que unir en una operación conjunta a la Tierra y Ganímedes...
En cuanto a nosotros, daremos también las nuestras en los últimos acápites del libro.
Estamos viviendo las horas postreras del Apocalipsis y los acontecimientos que día a día se desarrollan en todos los confines de la Tierra, son, en verdad, el desenvolvimiento de las fuerzas generadas en la Cuarta Dimensión por los tremendos desequilibrios acumulados en el curso de los últimos siglos, fuerzas que se están manifestando en los planos físicos y psíquicos, materiales y mentales de nuestro mundo en todas las diferentes formas de perturbaciones sociales, políticas, económicas, particulares o colectivas, individuales o familiares, nacionales e internacionales, climáticas, geológicas, sísmicas y de todo orden.
Son, realmente, las expresiones en el
mundo de la materia de aquellos alegóricos “Sellos” que en la Cuarta
Dimensión, o mundo Astral, van destapando los Guardianes Invisibles
de esta humanidad, que no son otros que los “Siete Ángeles” de la
visión de San Juan en la isla de Patmos. Cada vez, a medida que corran los días, se irán acentuando los más fuertes cambios, las más violentas controversias y luchas, las inundaciones, movimientos sísmicos y cuantos fenómenos contribuyan al desenlace previsto... Y cuando, en 1975, la tirantez de las relaciones internacionales haya alcanzado su máximo nivel, la locura dominante precipitará el dantesco choque: en pocas horas serán borradas del mapa enormes ciudades y centros de vida y de producción....
Los terribles hongos gigantescos de las explosiones termonucleares convertirán en humo a millones y millones de seres humanos, en diferentes lugares del globo. La satánica demencia, haciendo presa en los conductores de los pueblos, empleará todos los medios de destrucción largamente acumulados, en su afán por acabar al adversario.
En Oriente y Occidente, un mar de fuego y radiaciones arrasará, en poco tiempo, a más de la mitad de esta pobre humanidad. Y cuando los colosos que prendieron la chispa del gigantesco holocausto hayan caído fulminados por sus propias fuerzas destructoras, una humanidad enloquecida por el terror, despavorida por el pánico, diezmada día a día por las radiaciones que invadirán todos los confines de la Tierra, buscará desesperadamente, un lugar en donde guarecerse... El implacable flagelo desatado por la codicia y el odio, continuará exterminado a los sobrevivientes de la terrible catástrofe bélica.
Y las fuerzas vivas de la Naturaleza, afectadas hondamente, harán sentir a su vez, los efectos negativos generados por los formidables desequilibrios producidos en la corteza terrestre, en los mares y en los campos: las fallas geológicas perfectamente conocidas en la actualidad, estimuladas por los continuos impactos masivos de las grandes concentraciones nucleares puestas en juego en la infernal contienda, comenzarán a producir extensos y repetidos terremotos, maremotos y erupciones volcánicas en diferentes lugares del planeta.
Buscando su nuevo equilibrio, las fuerzas orogénicas y telúricas, al modificar la superficie del suelo, contribuirán, en todas partes, el exterminio progresivo de hombres, animales y plantas... Los campos y los mares, contaminados por la radioactividad imposible ya de controlar, negarán sus frutos y sus peces a los hambrientos restos de esta humanidad sacrificada ante el altar de sus propios egoísmos y rencores...
Así pasarán los años de la década del ochenta, encontrando los albores del último decenio de este siglo un planeta arrasado en que ambularán, míseramente, pocos millones de seres embrutecidos, dementes y monstruosos por las deformaciones generadas, en el tiempo, a causa del loco empleo de una energía nuclear que pudo haberle dado a la Tierra la prosperidad y la dicha...
Momento a momento, su visión se irá agrandando, hasta ocupar una considerable porción del firmamento. Ya hemos explicado, anteriormente, los efectos que la visita de ese astro han de producir en el nuestro. Cuando su tránsito alcance la mayor proximidad a la Tierra, ésta sufrirá violentamente los diferentes cambios enumerados en el capítulo XVII...
El cataclismo final habrá cerrado el
ciclo previsto en las profecías, y el “Fin de los Tiempos” a que
alude la Biblia habrá llegado a su total culminación...!
¿Qué significado tiene esto?
Todos los alumnos de cualquier escuela metafísica iniciática saben, perfectamente, desde los primeros estudios, que el ser humano posee un aura, o envoltura luminosa que rodea íntegramente el cuerpo físico y que se manifiesta como un destello de diferentes colores, en una gama variadísima de tonos y de intensidad, según sea el nivel evolutivo, o grado de desarrollo psíquico y espiritual en que se encuentre el sujeto. Todas las emociones, pensamientos o actitudes internas del alma producen rayos de color determinado y de mayor o menor luminosidad en esa envoltura fluídica, la que es visible permanentemente en los dominios del Plano Astral o Cuarta Dimensión, y puede ser vista y analizada por cualquier persona que posea la clarividencia, aún en el plano físico.
Esa “aura” es la que los pintores de todas las épocas han colocado en torno a las cabezas de los santos, y que expresaron como rayos de luz despedidos por el cuerpo de los seres divinos en todas las religiones.
Las auras, por tanto, vienen a ser como un ropaje identifica torio de sus propietarios, vestido que no se puede quitar nadie y que lo descubre en toda la intimidad de su desnudez espiritual. Ahora podremos comprender por qué se habla en el Apocalipsis de ‘las blancas vestiduras del Reino”. Las luces y rayos de color del aura corresponden al estado del alma de cada uno, y solamente cambian si cambia la persona de modo de ser y de pensar. Y si es de bajos instintos, malévola, mal intencionada, su aura tiene los colores más obscuros, más sucios, los destellos más débiles y opacos, porque el espectro lumínico manifestado en ella está en relación directa con la frecuencia vibratoria generada por la constitución molecular de todos los cuerpos que integran al individuo, como lo explicamos al tratar de la Cuarta Dimensión.
Toda la gente se pregunta ¿qué es lo que hacen? ¿por qué no bajan y se manifiestan públicamente?... Ellos lo saben. Pero sólo les interesa cumplir con su misión. Y esta misión es la de ubicar a todos los que merezcan ser salvados del exterminio total por haber alcanzado el más alto nivel moral que es posible en este mundo, conduciéndolos, en el momento oportuno, hasta su maravilloso reino. Ya muchos han partido, como el caso narrado en la primera parte de este libro.
Y otros, también, ya se preparan a abandonar la Tierra. Es una labor silenciosa y sin alardes jactanciosos, pues los que ya saben su destino, por su misma elevación, hace mucho que vencieron la soberbia, el orgullo y la vanidad que, a otros, les impulsarían a pretender una mezquina publicidad. Los que están saliendo han seguido caminos y métodos parecidos a los de nuestro amigo Pepe.
La mayor parte no deja huellas, pues, muchos, también, pertenecen a las clases olvidadas y humildes, a ese tipo de seres de la calle que no ocupan renglones destacados en la fantasmagoría social, política o económica de este mundo y, por lo tanto, su presencia o su ausencia no importan mayormente a nadie...
Ya hemos visto quiénes son los “salvados”, y cómo se está efectuando, desde ahora, el proceso cósmico... Debemos ocuparnos, por tanto, de los que serán “juzgados”. En el capítulo 25 de San Mateo aparecen con la denominación simbólica de “las ovejas” y “los cabritos”. Las ovejas simbolizando a los buenos, a quienes fueron justos y fieles servidores de las dulces y amorosas enseñanzas del Cristo; y los cabritos, a los que se mantuvieron reacios y malévolos, empecinados en sus vicios y errores, a toda esa legión tenebrosa de la maldad humana... Cuando termine el ciclo de las terribles pruebas.
Cuando el “Final de los Tiempos” esté consumado con el paso de Hercólubus, los espíritus desencarnados de toda la población terrestre verán aparecer, en la Cuarta Dimensión, al Sublime Rey y Señor del Reino de la Luz Dorada en medio del glorioso esplendor de su Corte Celestial...
La separación de ambas multitudes se habrá hecho ya, automáticamente, por la diferencia vibratoria correspondiente a cada grupo, según las explicaciones metafísicas dadas en los capítulos de las partes precedentes, al tratar de la Vida en la Cuarta Dimensión, y todos aquellos que no hayan alcanzado a superar los niveles inferiores y promedios del Plano Astral, irán a formar parte de la nueva población espiritual del gigantesco planeta Hercólubus, en el sistema estelar de Tila, atraídos por la afinidad vibratoria de aquel astro, que ya dijimos que se encuentra en un nivel comparable al grado de evolución que existía en la Tierra en los tiempos de la pre-humanidad.
Para quienes, en medio de su atraso moral, conserven el recuerdo subconsciente de haber vivido en un mundo mejor, conociendo posiciones de vida y civilización muy superiores, el tener que encarnar y permanecer por muchos milenios encadenados a un mundo inferior, de las tristes perspectivas de aquel astro, será, en verdad, un pavoroso infierno... Pero dentro de la admirable sabiduría divina, esta inmigración de espíritus que llegue a Hercólubus, lo ayudará a progresar en el curso de su propia evolución milenaria con la inyección de nuevas fuerzas civilizadoras que permitan el desarrollo, a través de los tiempos, de otra civilización en los confines del Cosmos...
Claramente se comprende que, después del paso de Hercólubus, el planeta habrá cambiado totalmente. Nuevos continentes reemplazarán a los actuales, y por tanto serán nuevas tierras las que se muestren a la luz del Sol. Y como la poderosa atracción del gigantesco visitante habrá atraído a la Luna, llevándosela consigo en su perpetuo girar en torno a Tila, y producirá el cambio de nuestro eje, haciendo rotar a la Tierra en una forma diferente a la actual, es lógico que una nueva fisonomía del firmamento aparecerá desde entonces, pues la posición de todas las constelaciones habrá cambiado desde el nuevo ángulo de observación terrestre: serán “una tierra y un cielo nuevos...”
Si estudiamos con detención las detalladas y minuciosas descripciones del texto, y aplicamos el mismo procedimiento explicado al tratar sobre los Números-Clave, comprobaremos que todo ese conjunto de versículos encierra una maravillosa y extensa referencia a las nuevas condiciones de vida, civilización, nivel de humanidad, cultura y elevación moral y espiritual de la nueva raza que poblará la nueva Tierra, o sea este mismo planeta, regenerado. Vale decir, el establecimiento de una nueva humanidad que realice acá el ideal crístico.
En otras palabras: La Nueva Era, el nuevo ciclo o Revolución Cósmica de 28.791 años, que comenzarán en el añoi2001, en que termina el actual.
Ya hemos dicho que, antes del exterminio total, habrán sido trasladados a su reino todos aquellos que, mediante el gran poder de clarividencia del sexto sentido de los hombres de Munt, fueron descubiertos y salvados.
Para los profanos que esto lean, debe explicarse que aquel sexto sentido permite a los tripulantes de los Ovnis apreciar desde sus máquinas la brillante luminosidad de las auras, a través de cualquier muro, techo, o lo que sea. Por eso es que han estado y están visitando constantemente todos los centros poblados de este mundo. No necesitan bajar, sino cuando van a recoger a alguien, pues desde la altura conocen muy bien dónde se encuentra cada uno de los poseedores de “las blancas vestiduras del Reino”. Y cuando se acerca el momento propicio para el viaje, ya cada uno de ellos sabe, con anticipación, que vendrán a recogerlo...
Los nuevos continentes serán sembrados con semillas traídas desde su mundo para extender una nueva flora en todas partes. Todos los gérmenes peligrosos o negativos que puedan amenazar la perfecta iniciación de una nueva humanidad, serán eliminados de este mundo, asegurando así la existencia de los nuevos pobladores en un mundo como el de ellos, exento de enfermedades...
Los crudos y marcados fenómenos meteorológicos habrán sido reemplazados por una perpetua primavera en todas las regiones del globo y una nueva luz permanente v que llenará hasta los más recónditos y cerrados recintos, habrá reemplazado a la variante luz del Sol...
Con esto se cumplirá, también, aquellos versículos 4 y 5 del Cap. 22. que dicen:
Esta última profecía nos lleva. también, a las últimas explicaciones que nuestros Hermanos nos dieran para completar este Mensaje.
Igualmente, en la Biblia, en el libro de Job, Cap. 38 Vers. 31, hablando Dios a Job, le dice:
Si tenemos en cuenta que la estrella
Alción pertenece al grupo que nuestros astrónomos denominan “las
Pléyades”, y que desde Ganímedes se informa que, para ese entonces,
la Tierra y todo nuestro sistema solar habrá ingresado en una
zona
de “perpetua Luz Dorada” que abarca un perímetro de muchos años-luz
en los dominios del astro que nosotros conocemos como “estrella
Alción”, y que esa luz será de tal naturaleza que se encontrará
presente en todas partes, alumbrando hasta los más recónditos
lugares, aquella profecía del Cap. 22 del Apocalipsis adquiere, ya,
un realismo astronómico de trascendental importancia. En cuanto a la otra pregunta, relacionada con los alcances siderales del Reino Cósmico del Cristo, se nos dio esta enigmática respuesta:
Ante tal respuesta, huelga todo comentario.
Sólo nos resta decir que la Promesa de Cristo, al cumplirse íntegramente en la Tierra ya purificada para siempre, dará a esa gran legión de espíritus que fueron considerados “Sus Ovejas”, el reino que todos anhelamos, Porque al ir renaciendo en los cuerpos procreados por los “elegidos”, serán superhombres como sus hermanos de Ganímedes.
Construirán una nueva civilización, educados y guiados por ellos, según los moldes del Reino de Munt, y vivirán ya en un mundo que, alumbrado por la LUZ DORADA, esa luz a que los últimos versículos del Apocalipsis llaman “la Luz de Dios”, que iluminará hasta el fondo de las almas, será la expresión material y moral del dulce y placentero paraíso, sin maldad, dolor ni muerte, que el Sublime Maestro predicara, dos mil años antes, en las riberas del Jordán...
|