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ARMAGEDÓN Y LAS PROFECÍAS
DEL RETORNO
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¿Volverán?
-
¿Cuándo ocurrirá?
Estas preguntas me han sido formuladas infinidad de veces, acerca de
los dioses Anunnaki cuya saga ha llenado mis libros. La respuesta a
la primera pregunta es SÍ; hay claves que precisan ser atendidas, y
las profecías del Retorno necesitan ser cumplidas. La respuesta a la
segunda pregunta ha preocupado a la Humanidad desde los sucesos que
dividieron las aguas en Jerusalén hace más de dos mil años.
Pero la pregunta no es sólo ‘si’ y ‘cuándo.’ ¿Cuál será la señal del
Retorno, y qué traerá? ¿Será acaso algo benevolente, o—como cuando
ocurrió el Diluvio—será el Fin? Cuáles profecías se harían realidad:
un Tiempo Mesiánico, la Segunda Venida, un Nuevo Comienzo—o quizás
un Apocalipsis catastrófico, el Final Definitivo, Armagedón…
Es la última posibilidad la que saca esas profecías del reino de la
teología, escatología, o la mera curiosidad, a un asunto de
sobrevivencia de la Humanidad; porque Armagedón, un término que ha
llegado a denotar una guerra de inimaginable amplitud calamitosa, es
un efecto el nombre de un lugar específico en una tierra que ha
estado sujeta a las amenazas de la aniquilación nuclear.
En el siglo veintiuno a.C., una guerra de los reyes del este contra
los reyes del oeste fue seguida por
una calamidad nuclear. Veintiún
siglos después, cuando el ‘a.C.’ cambió a ‘d.C.’, los miedos de la
Humanidad fueron expresados en unos rollos, escondidos en una cueva
cerca del Mar Muerto, que describen una gran y final ‘Guerra de los
Hijos de la Luz contra los Hijos de la Oscuridad.’
De nuevo hoy, en el siglo veintiuno d.C. una amenaza nuclear cuelga
sobre el mismo lugar histórico. Es suficiente razón para preguntar:
¿Se repetirá la historia—se repite a historia, de algún misterioso
modo, cada veintiún siglos?
Una guerra, una conflagración aniquilante, ha sido representada como
parte del escenario del Fin de los Días en Ezequiel (caps. 38-39).
Aunque ‘Gog de la tierra de Magog,’ o ‘Gog y Magog,’ están previstos
como los principales instigadores en esa guerra final, la lista de
los combatientes que serán succionados a las batallas virtualmente
abarca todas las naciones notorias; y el foco de conflagración serán
‘los moradores del Ombligo de la Tierra’—de acuerdo a la Biblia la
gente de Jerusalén..
¡Es una comprensión escalofriantemente espinuda que la extensa lista
de Ezequiel de aquellas naciones (38: 5) que serán enganchadas en la
guerra final—Armagedón—comience con PERSIA—el mismo país (hoy día
Irán) cuyos líderes buscan armamento nuclear con el cual ‘barrer de
la faz de la Tierra’ a la gente que habita donde está Har-Megiddo!
¿Quiénes son esos ‘Gog y Magog,’ y por qué tal profecía de hace dos
y medio milenios atrás suena tan semejante a los actuales titulares?
¿Acaso la exactitud de tales detalles proféticos apuntan al Cuándo—a
nuestro tiempo, a nuestro siglo?
Armagedón, una guerra final de Gog
y Magog, es además un elemento esencial en el escenario del Fin de
los Días del libro profético del Nuevo Testamento, las Revelaciones
(cuyo completo nombre es El Apocalipsis de San Juan el Divino).
Compara a los instigadores de los sucesos apoacalípticos a dos
bestias, una de las cuales puede ‘hacer caer fuego del cielo a la
tierra, a la vista de los hombres.’
Sólo hay una enigmática llave
para su identidad (13: 18)
¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente
calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre.
Su cifra es 666.
Muchos han intentado descifrar el misterioso número 666, asumiendo
que se trata de un mensaje codificado perteneciente al Fin de los
Días...
Debido a que el libro fue redactado cuando comenzó la
persecución romana a los cristianos, la interpretación aceptada es
que el número era un código por el emperador opresor, Nerón, cuyo
valor numérico de su nombre en hebreo (NeRON QeSaR) sumado da 666.
El hecho que haya ido a la plataforma espacial en
Baalbek,
posiblemente a inaugurar el templo de Júpiter ahí, en el año 60 d.C.
puede-o no—tener cierta orientación con el puzzle del 666.
Que podría haber más que una conexión con Nerón en el 666 queda
sugerido por el intrigante hecho que 600, 60, y 6 son los números
básicos del sistema sexagesimal sumerio, de modo que el ‘código’
podría remontarse a algunos textos anteriores; había 600 Anunnaki,
el rango numérico de Anu era 60, y el rango de Ishkur/Aada era 6.
Entonces, si los tres números se multiplican en vez de sumarlos,
obtenemos que 666 = 600 x 60 x 6 = 216.000, lo que es 100 veces el
familiar 2160 (una era zodiacal) —un resultado que puede ser
especulado hasta el infinito.
Después está el puzzle que cuando siete ángeles revelan la secuencia
de futuros eventos, no los vincula a Roma; ellos los enlazan con
‘Babilonia’
[la ciudad].
La explicación convencional ha sido que, así como el
666 era un código para el gobernador romano, así también ‘Babilonia’
era una palabra secreta por Roma. Pero cuando fueron escritas Las
Revelaciones, Babilonia hacía varios siglos que había desaparecido,
y ese libro, hablando de Babilonia, inequívocamente vincula las
profecías al ‘gran río Éufrates’ (9: 14), incluso describiendo como
el sexto ángel ‘derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y sus
aguas se secaron para preparar el camino a los reyes del Oriente’.
Se habla de una tierra/ciudad en el Éufrates, no el rio Tíber
[Roma].
Ya que las profecías de Las Revelaciones son del futuro, uno debe
concluir que ‘Babilonia no es un código—Babilonia significa
Babilonia, una futura Babilonia que se verá envuelta en la guerra
del ‘Armagedón’ (el versículo 16: 16 explica correctamente como el
nombre de ‘un sitio en la lengua hebrea’—Har-Megido, Monte Megiddo,
en Israel) —una guerra que envuelve la Tierra Sagrada.
Si tal futura Babilonia es de verdad el Irak de hoy, los versículos
proféticos son una vez más escalofriantes, porque al paso que
predicen eventos corrientes que llevan a la caída da Babilonia
después de una breve pero espantosa guerra, ¡presagian la partición
de Babilonia/Iraq en tres partes! (16: 19).
Como el Libro de Daniel, el cual pronostica fases de tribulaciones y
escenarios difíciles en los procesos mesiánicos, así Las
Revelaciones trató de explicar las enigmáticas profecías del Viejo
Testamento al describir (cap. 20) una Primera Era Mesiánica con ‘una
Primera Resurrección’ de mil años de duración, seguida por un
reinado Satánico de mil años (cuando ‘Gog y Magog’ se involucren en
una inmensa guerra), y después un segundo tiempo mesiánico y otra
resurrección (y por consiguiente la ‘Segunda Venida’).
Inevitablemente, esas profecías gatillaron un frenesí especulativo a
medida que se acercaba el año 2000 d.C.: reflexiones en relación al
Milenio como un punto en el tiempo, en la historia de la Humanidad y
la Tierra, cuando las profecías se harían realidad.
Asediado con preguntas del milenio mientras el 2000 se acercaba,
dije a mis audiencias que nada ocurriría en el 2000, y no sólo
porque el verdadero punto del milenio contado desde el nacimiento de
Jesús ya había pasado, habiendo nacido Jesús, según todos los
cálculos serios en 6 ó 7 a.C.
La razón principal para mi opinión fue que las profecías parecían
visualizar no una línea de tiempo lineal—año uno, año dos, año 900,
y así—sino una repetición cíclica de sucesos, la creencia
fundamental que ‘Las Primeras Cosas serán las Últimas Cosas’—algo
que sólo puede ocurrir cuando la historia y el tiempo histórico se
mueven en circulo, donde el punto de partida es el punto final, y
viceversa.
En este plan cíclico de la historia, es inherente el concepto de
Dios como una entidad divina eterna que ha estado presente al
Comienzo cuando el Cielo y la Tierra fueron creados y que estará ahí
al Fin de los Días, cuando Su reino sea renovado sobre Su monte
sagrado.
Está expresado en repetidas afirmaciones desde las primeras
en la Biblia hasta los últimos Profetas, como cuando Dios anunció,
mediante Isaías (41: 4, 44: 6, 48: 12):
Yo soy, Yo soy el Primero y también soy el Último… Desde el Principio Yo anuncio lo que viene después y desde el comienzo lo que aun no ha sucedido
Isaías 48: 12, 46: 10
E igualmente así (dos veces) en el Libro de las Revelaciones del
Nuevo Testamento:
Soy el Alfa y el Omega, el Comienzo y el Final, dijo el Señor— lo que es, lo que fue, y lo que será.
Apocalipsis 1: 8
Ciertamente, la base de las profecías era la creencia que el Final
está anclado en el Comienzo, que el Futuro podía ser predicho porque
el Pasado era conocido—si no por el Hombre, entonces por Dios: Soy
aquel ‘que desde el Comienzo dice el Final,’ dijo Yahveh (Isaías 46:
10).
El Profeta Zacarías
(1: 4, 7: 7, 7: 12) predijo los planes de Dios para el futuro—los
Últimos Días—en términos del Pasado, los Primeros Días.
Esta creencia, la cual es reafirmada en los Salmos, en Proverbios, y
en el Libro de Job, fue vista como un plan divino universal para
toda la Tierra y todas sus naciones.
El Profeta Isaías, visualizando
las naciones de la Tierra reunidas para averiguar lo que hay en todo
esto, las describe preguntándose unas a otras:
¿Quién entre nosotros
puede decir el futuro dejándonos oír las Primeras Cosas?
(41: 22).
Que esto fue un principio universal es mostrado en una colección de
Profecías Asirias, cuando el dios Nabu dijo al rey asirio
Easrhaddon: ‘El futuro será como el pasado.’
Este elemento cíclico de las Profecías bíblicas del Retorno nos
lleva a una respuesta actual a la pregunta de CUÁNDO.
El lector recordará que se halló un giro cíclico del tiempo en
Mesoamérica, resultante del engranaje, como las ruedas dentadas, de
dos calendarios (ver Fig. 67), creando un ‘paquete’ de 52 años, en
cuya ocurrencia—luego de una no especificada cantidad de
vueltas—Quetzalcoatl
(alias Toth/Ningishzidda) prometió volver. Y eso nos
introduce a las tan llamadas Profecías Mayas, de acuerdo a las
cuales el Fin de los Días será alrededor de
2012
d.C.
El prospecto que la crucial fecha profetizada esté casi al alcance
de la mano naturalmente ha sido de mucho interés, y amerita una
explicación y un análisis. La bullada fecha surge del hecho que en
ese año (dependiendo como se calcule) la unidad de tiempo Baktun
completará su treceava vuelta. Dado que un Baktun toma 144.000 días,
es una clase de hito.
Es necesario señalar algunos errores, o suposiciones equivocadas en
este escenario. La primera es que el Baktun no pertenece a ninguno
de los calendarios involucrados con la promesa de los 52 años (el
Haab y el Tzolkin) sino a un tercero llamado La Cuenta Larga. Fue
introducido por
los Olmecas—africanos que habían venido de
Mesopotamia cuando Toth fue exiliado de Egipto—y la cuenta de días
realmente comienza con ese hecho, de modo que el Dúa Uno de la
Cuenta Larga fue en lo que fechamos como Agosto de 3113 a.C.
Los glifos en ese calendario representaban las siguientes secuencias de
unidades:
1 kin = 1 día 1 Uinal = 1 kin × 20 = 20 días 1 Tun = 1 kin × 360 = 360 días 1 Ka-tun = 1 tun × 20 = 7.200 días 1 Bak-tun = 1 Ka-tun × 20 = 144.000 días 1 Pictun = 1 Bak-tun × 20 = 2.880.000 días
Estas unidades, cada una un múltiplo de la previa, continuaban así
más allá del Baktun con glifos siempre crecientes.
Pero como los
monumentos mayas nunca alcanzaron más allá de 12 Baktuns, cuyos
1.728.000 días estaban ya más allá de la existencia maya, el 13º
Baktun aparece como un verdadero hito. Además, la tradición maya
supuestamente sostenía que el presente ‘Sol’ o Era terminaría con el
13º Baktun, así que su cantidad de días (144.000 x 13 = 1.872.000)
se divide por 365.25, resulta el paso de 5.125 años; cuando se resta
3113, el resultado es 2012 d.C.
Es tanto una excitante como ominosa predicción. Pero ya desde hace
un siglo esa fecha ha sido resistida, por académicos (como Fritz
Buck,
El Calendario Maya en la Cultura de Tiahuanacu), que señalan
que la lista superior indica el multiplicador, y por ende lo
divisorio, la perfección matemática del calendario debería ser 360 y
no 362.25.
De ese modo, los 1.872.000 días dan 5.200 años—un
resultado perfecto, porque representa exactamente 100 'paquetes’ del
número mágico de Toth 52. Así calculado, el mágico año del Retorno
de Toth sería el 2087 d.C. (5200 – 3113 = 2087).
Uno podría alegar que, espere: la única mosca en la leche es que la
Cuenta Larga es un conteo lineal del tiempo, y no la cíclica
requerida, así que sus días contados podrían pasar hasta el 14º
Baktun y al 15º Baktun y seguir…
Todo eso, sin embargo, no elimina la significancia de un milenio
profético. Ya que la fuente del ‘milenio’ como un tiempo
escatológico tiene sus orígenes en las escrituras apócrifas judías
del siglo 2 a.C., la búsqueda de resultados debería cambiar en esa
dirección. De hecho, la referencia a ‘un mil’—un milenio—como
definiendo una era tuvo sus raíces atrás, en el Antiguo Testamento.
El Deuteronomio (7: 9) asignó un período de ‘mil generaciones’ a la
duración del pacto de Dios con Israel—una afirmación repetida (I
Crónicas 16: 15) cuando el Arca de la Alianza fue traída por David a
Jerusalén. Los Salmos aplican de manera repetida el número ‘mil’ a
Yahveh, sus milagros, e incluso a su carruaje (Salmos 68: 17).
La declaración en el Salmos 90: 4 es directamente relevante al
asunto del Fin de los Días y el Retorno—una afirmación atribuida a
Moisés mismo—que dice de Dios que ‘mil años, en tus ojos, no son más
que un día que ha pasado.’ Esta declaración ha dado origen a la
especulación (que partió apenas los romanos destruyeron el Templo)
que era una manera de descifrar el elusivo Fin de los Días
mesiánico: si la Creación, ‘El Comienzo,’ de acuerdo al Génesis,
demoró seis días, y un día divino dura mil años, el resultado desde
la Creación hasta el Fin es de 6.000 años.
El Fin de los Días, ha
sido así calculado, llegará en el Anno Mundi 6.000.
Aplicado el calendario hebreo de Nippur que comenzó en 3760 a.C.,
esto significa que el Fin de los Días ocurrirá en 2240 d.C. (6000 –
3760 = 2240).
Este tercer cálculo del Fin de los Días puede resultar desalentador
o confortante—dependiendo de las expectativas particulares. La
belleza de este cálculo es que se halla en perfecta armonía con el
sistema sumerio sexagesimal (‘base 60’). Puede incluso en el futuro
probar que es correcto, pero no lo creo así: es nuevamente linear—y
es una unidad de tiempo cíclica la encerrada en las profecías.
Con ninguna de las predichas fechas ‘modernas’ factible, uno debe
buscar atrás en las antiguas ‘fórmulas’—hace lo que fue aconsejado
en Isaías, ‘mirar las señales hacia atrás.’ Tenemos dos elecciones
cíclicas: el período orbital de Tiempo Divino de Nibiru, y el Tiempo
Celestial de la Precesión zodiacal. ¿Cuál es?
Que los Anunnaki vinieron y se fueron durante una ‘ventana de
oportunidad’ cuando Nibiru llegó durante el perigeo (lo más cercano
al Sol, y por ende lo más cercano a la Tierra y Marte) es tan obvio
que algunos lectores míos lo emplean para quitar 3600 de 4000 (como
una fecha redonda de la última visita de Anu), de lo que resulta 400
a.C., o restan 3600 de 3760 (cuando comenzó el calendario de Nippur)
—como hacían los macabeos—y llegan a 160 a.C. De cualquier manera, a
siguiente llegada de Nibiru se halla en el futuro distante.
De hecho, como sabe ahora el lector, Nibiru vino anteriormente,
cerca del 560 a.C. Al considerar esa ‘digresión,’ se debe mantener
en la mente que el perfecto SAR (3600) siempre ha sido un período
orbital matemático, porque las órbitas celestes—de planetas,
cometas, asteroides—difieren de órbita en órbita debido al tirón
gravitacional de otros planetas cercanos cuando pasan.
Para emplear
el bien conocido cometa Halley como ejemplo, su período dado de 75
años realmente fluctúa entre 74 y 76; en su última reaparición en
1986, fue de 76 años. Extrapolar la diferencia a los 3600 de Nibiru,
conduce a un más/menos de 50 años de variación cada vez.
Hay además otra razón para preguntarse por qué Nibiru se ha apartado
tanto de su acostumbrado SAR: el inusual acontecimiento del Diluvio
alrededor de 10900 a.C. Durante sus 120 SARs antes del Diluvio,
Nibiru orbitó sin generar tal catástrofe. Después algo no
acostumbrado ocurrió que trajo a Nibiru más cerca de la Tierra:
combinado con la disminución de la capa de hielo de la Antártida,
ocurrió el Diluvio.
¿Qué fue ese ‘algo no acostumbrado’?
Bien puede a respuesta estar lejos en nuestro sistema solar, en
Urano y Neptuno, planetas a los cuales varias de cuyas lunas
inexplicablemente los orbitan en dirección ‘opuesta’ (‘retrógrada’)
—la forma en que se mueve Nibiru.
Uno de los grandes misterios en nuestro sistema solar es el hecho
que el planeta Urano literalmente yace en su costado—su eje norte
sur encara al Sol de forma horizontal en vez de ser vertical. ‘Algo’
le dio a Urano un ‘gran golpe’ alguna vez en el pasado, dicen los
científicos de la NASA—sin aventurarse a suponer que fue ese ‘algo.’
A menudo me he preguntado si acaso ese ‘algo’ fue también lo que
generó esa inmensa y misteriosa cicatriz y un inexplicable ‘surco’
que el Voyager 2 de NASA encontró en
Miranda, una luna de Urano en
1986 (Fig. 128)—una luna diferente en muchas formas de los otros
satélites de Urano.
¿Pudo una colisión celestial con Nibiru y sus
lunas causar todo eso?
Figura 128
En años recientes los astrónomos han establecido que los grandes
planetas exteriores no se han mantenido allí donde se formaron, sino
que han ido distanciándose hacia fuera, lejos del Sol. Los estudios
concluyeron que el cambio ha sido más pronunciado en el caso de
Urano y Neptuno (ver esquema, Fig. 129), y eso puede explicar por
qué nada sucedió ahí durante muchas pasadas de Nibiru—y de pronto
ocurrió algo.
No es inverosímil asumir que durante su órbita
‘diluvial’ Nibiru encontró al errante Urano, y una de las lunas de
Nibiru golpeó a Urano, inclinándolo en su costado; incluso pudo ser
que el arma del golpe fuese la enigmática luna Miranda—una luna de
Nibiru—golpeando a Urano y que terminó por ser capturada en órbita a
Urano.
Figura 129
Tal hecho habría afectado la órbita de Nibiru, acortándola
hasta cerca de los 3450 años terrestres en vez de 3600, y resultando
en un esquema de reaparición postdiluvial alrededor de los 7450,
4000, y 550 a.C. Si eso es lo que sucedió, explicaría la
‘adelantada’ llegada de Nibiru en 556 a.C. —y sugiere que su
siguiente llegada será cerca del 2900 d.C. Para quienes asocian los
profetizados eventos cataclísmicos con el retorno de Nibiru—‘Planeta
X’ para algunos—el tiempo no está a la mano.
Pero cualquier noción que los Anunnaki limitaron sus venidas e idas
a una simple y corta ‘ventana’ durante el perigeo del planeta es,
sin embargo, incorrecta. Igual pudieron haber venido e irse en otros
momentos.
Los textos antiguos citan numerosas instancias de viajes de ida y
regreso de los dioses sin indicación de un vínculo con la proximidad
del planeta. Hay además una cantidad de relatos de viajes
Tierra-Nibiru por terrestres que omiten cualquier mención de Nibiru
visto en los cielos (una visión acentuada, por otra parte, cuando
Anu visitó la Tierra cerca del 4000 a.C.).
En una ocasión Adapa, un
hijo de Enki con una mujer terrestre, a quién le fue conferida
Sabiduría pero no inmortalidad, realizó una corta visita a Nibiru,
acompañado por los dioses Dumizi y Ningishzidda. Enoch, emulando al
sumerio Enmeduranki, también fue y volvió, dos veces, durante su
vida terrestre.
Esto fue posible en al menos dos formas, como se
muestra en Fig. 130: una por una nave espacial viniendo desde Nibiru
en fase de entrada al sistema solar (desde el punto A), llegando
bastante antes del perigeo; la otra en sentido inverso (punto B)
durante la fase de salida de Nibiru.
Figura 130
Una corta visita a la Tierra,
como la de Anu, podía tener lugar al combinar ‘A’ para venir y ‘B’
para partir; Una corta visita a Nibiru (como la de Adapa) puede ser
realizada partiendo de la Tierra para interceptar a Nibiru en ‘A’ y
devolverse desde ‘B’ para el retorno.
Un Retorno de los Anunnaki en un momento diferente de la vuelta de
Nibiru puede entonces tener lugar, y por eso nos quedamos con el
otro tiempo cíclico—el tiempo zodiacal.
Lo he llamado, en Cuando Comenzó el Tiempo (When Time Began),
Tiempo Celestial,
definido para servir como un puente entre el Tiempo Terrestre
(nuestro ciclo orbital planetario) y el Tiempo Divino (el reloj del
planeta de los Anunnaki).
Si el esperado Retorno será de los anunakis más que de su planeta, entonces nos lleva a buscar la
solución a los enigmas de los dioses y los hombres mediante el reloj
que los ha vinculado—el cíclico zodíaco del Tiempo Celestial.
Después de todo, fue inventado por los Anunnaki como una forma de
reconciliar los dos ciclos; su proporción—3600 por Nibiru, 2160 por
las eras zodiacales—era la Proporción Áurea de 10:6. He sugerido que
ocasionó el sistema sexagesimal en el que se basaron las matemáticas
y la astronomía sumeria (6 x 10 x 6 x 10 y así).
Beroso, como hemos mencionado, estimó que las Eras zodiacales eran
puntos de cambio en los asuntos de dioses y hombres y sostenía que
periódicamente ocurren catástrofes apocalípticas, ya sea por agua o
por fuego, cuya coordinación está determinada por fenómenos
celestiales. Como su contraparte Maneto en Egipto, también dividió
la prehistoria y la historia en fases divinas, semidivinas, y
postdivinas, con un gran total de 2.160.000 años de ‘la duración de
este mundo.’
Esto —¡maravilla de maravillas!—es exactamente mil—¡un milenio!—eras
zodiacales.
Los académicos que estudian las antiguas tablillas de arcilla que
tratan de las matemáticas y la astronomía quedaron asombrados al
descubrir que las tablillas usaban el fantástico número de
12960000—sí, 12.960.000—como punto de partida. Concluyeron que esto
sólo podía estar relacionado con las eras zodiacales de 2.160, cuyos
múltiplos resultan en 12.960 (si 2.160 x 6), o 129.600 (si 2.160 x
60), o 1.296.000 (si se multiplica por 600); y—¡maravilla de
maravillas!—el fantástico número con el cual comienza esta antigua
lista, 12.960.000, es un múltiplo de 2.160 por 6.000—como en los
seis días divinos de la creación.
Que los eventos mayores, cuando los asuntos de los dioses afectaban
a los asuntos de los hombres, estaban vinculados a las eras
zodiacales ha sido mostrado a través de este volumen de Las Crónicas
de la Tierra. Cuando comienza cada Era, algo trascendental ocurre:
la Era de Tauro señaló el otorgamiento de la civilización a la
Humanidad. La Era de Aries estuvo marcada por el desastre nuclear y
finalizó con la Partida.
La Era de Piscis llegó con la destrucción
del Templo y el inicio del cristianismo.
-
¿No debería uno preguntarse si el profético Fin de los Días
significa en realidad el Fin de la Era (zodiacal)?
-
¿Fue el ‘tiempo, tiempos, y medio tiempo’ de Daniel simplemente una
terminología referente a las eras zodiacales?
La posibilidad fue
considerada, tres siglos atrás, por nada menos que Sir Isaac Newton.
Mejor conocido por su formulación de las leyes naturales que
gobiernan los movimientos celestes—como los planetas orbitando al
Sol—sus intereses además penetraron el pensamiento religioso, y
escribió extensos tratados acerca de la Biblia y las profecías
bíblicas.
Consideró los movimientos celestiales que formuló como la ‘mecánica
de Dios,’ y creía firmemente que los descubrimientos científicos que
comenzaron con Galileo y Copérnico y fueron por él continuados
tuvieron que ocurrir cuando sucedió. Esto lo llevó a poner especial
atención a las 'matemáticas de Daniel.’
En Marzo de 2003 la BBC (British Broadcasting Corporation)
sobresaltó a los establishments científicos y religiosos con un
programa sobre Newton que reveló la existencia de un documento,
escrito a mano por él por delante y atrás, que calculaba el Fin de
los Días de acuerdo a las profecías de Daniel.
Newton escribió sus cálculos numéricos en un lado de la hoja, y sus
análisis de los cálculos como siete ‘proposiciones’ al otro lado del
papel. Un examen cercano del documento—una fotocopia del cual tengo
el privilegio de poseer—revela que los números que usó en los
cálculos incluyen varias veces el 216 y el 2160—una clave para
comprender por mi parte cuál era su línea de pensamiento: estaba
pensando en términos de tiempo zodiacal— ¡para él, ese era el Reloj
Mesiánico!
Resumió sus conclusiones apuntando un set de tres ‘no antes que’ y
‘no después de’ agendas para las claves proféticas de Daniel:
-
Entre 2132 y 2370 de acuerdo a
una clave dada a Daniel
-
Entre 2090 y 2374 de acuerdo a
una segunda clave
-
Entre 2060 y 2370 para el crucial ‘tiempo, tiempos, y medio
tiempo’
‘Sir Isaac Newton predijo que el mundo terminaría en el año 2060,’
anunció la BBC.
No exactamente quizá—pero como muestra la tabla de
las eras zodiacales en capítulos anteriores, no estaba tan alejado
de la marca en dos de sus fechas ‘no antes que’: 2060 y 2090.
El apreciado documento original del gran británico está ahora
guardado en el Departamento de Manuscritos y Archivos de la
Biblioteca Nacional y Universitaria Judía— ¡en Jerusalén!
¿Una
coincidencia?
Fue en mi libro de 1990 El Génesis Revisitado (Genesis Revisited) que el ‘Incidente
de Phobos’—un hecho silenciado—fue revelado públicamente por vez
primera. Se trata de la pérdida, en 1989, de una nave espacial
soviética enviada a explorar Marte y su luna posiblemente hueca
llamada Phobos. De hecho, no se perdió una nave soviética sino dos.
Llamadas Phobos 1 y Phobos 2 para señalar su propósito—investigar el
satélite Phobos—fueron lanzadas en 1988, para llegar a Marte en
1989. Aunque era un proyecto soviético, fue apoyado por la NASA y
agencias europeas. Phobos 1 sólo desapareció—nunca fueron dadas
explicaciones ni detalles al público.
Phobos 2 llegó a Marte, y comenzó a enviar fotografías tomadas por
dos cámaras—una regular y la otra infrarroja.
Figura 131
Sorprendente o alarmantemente, incluyeron imágenes de la sombra de
un objeto en forma de cigarro volando en los cielos entre la nave
soviética y la superficie marciana (Fig. 131) por ambas cámaras.
Los
jefes de la misión soviética describieron el objeto que proyectó la
sombra como ‘algo lo cual algunos pueden llamar un plato volador.’
Inmediatamente, la nave fue dirigida para salir de la órbita
marciana para acercarse al satélite y, desde una distancia de 50
metros, la bombardeó con rayos láser.
La última imagen que Phobos 2 envió mostró un misil viniendo hacia
ella desde el satélite (Fig. 132). Inmediatamente después de eso,
Phobos entró en un ‘trompo’ y detuvo sus transmisiones—destruida por
el misterioso cohete.
Figura 132
El ‘incidente Phobos’ permanece, oficialmente, como ‘accidente
inexplicado.’
De hecho, inmediatamente después de eso, entró en
acción una comisión secreta en la cual están representadas todas las
naciones ‘espaciales.’ La comisión y el documento que formuló
ameritan más atención de la que recibió, porque tiene la llave para
comprender lo que las naciones líderes realmente saben de
Nibiru y
los
Anunnaki.
Los hechos geopolíticos que derivaron en la formación del grupo
secreto comenzaron en 1983, con el descubrimiento de un planeta
‘tamaño Neptuno’ por el IRAS (Infra-Red Astronomical Satellite) de
la NASA—que escaneó los límites del sistema solar no de manera
visual sino mediante detectar la emisión de calor de los cuerpos
celestes.
La búsqueda de un décimo planeta era uno de sus objetivos
señalados, y ciertamente encontró uno—determinando que se trataba de
un planeta porque, una vez ves detectado y luego seis meses más
tarde, estaba moviéndose claramente en dirección nuestra.
La noticia
de su descubrimiento se convirtió en titulares, pero fue rápidamente
desmentida en los días siguientes como un ‘mal entendido.’ (Fig.
133).
Figura 133
De hecho, fue tan impactante que condujo a un cambio radical y
súbito en las relaciones entre los EE.UU. y Rusia, una reunión y un
acuerdo para la cooperación espacial entre Reagan y Gorbachov, y
declaraciones públicas del presidente en las Naciones Unidas y otros
foros que incluyeron las siguientes palabras (apuntando con el dedo
hacia el cielo mientras las decía):
Sólo piensen cuán fácil puede ser su trabajo y el mío en estas
reuniones si de pronto hubiera una amenaza a este mundo desde otras
especies de otro planeta en el universo… Ocasionalmente pienso con
cuánta rapidez desaparecerían nuestras diferencias si tuviéramos que
encarar una amenaza alienígena de fuera de este mundo.
El Comité de Trabajo formado a partir de esas preocupaciones llevó a
cabo varias reuniones y tranquilas consultas—hasta
el incidente de Phobos en Marzo de 1989.
Trabajando febrilmente, en Abril del mismo
año se aprobó un acuerdo, un conjunto de delineamientos conocido
como la Declaración de Principios Respecto a las Actividades
Tendientes a la Detección de Inteligencia Extraterrestre, a través
del cual se acordaron los procedimientos a seguir después de recibir
‘una señal u otra evidencia de inteligencia extraterrestre.’
La
‘señal,’ reveló el grupo, ‘puede no ser simplemente una que indique
su origen inteligente sino que podría ser un mensaje factual que
necesite ser decodificado.’
Los procedimientos de acuerdo incluyeron la promesa de demorar la
revelación el contacto por al menos veinticuatro horas antes de
efectuar una respuesta.
Esto sería completamente ridículo si el
mensaje proviniera de un planeta a años luz de distancia… ¡No, las
preparaciones fueron por un encuentro cercano!
Para mi, todos estos eventos desde 1983, más toda la evidencia desde
Marte bosquejada en capítulos anteriores, y el misil disparado del
satélite Phobos, indican que los Anunnaki aun mantienen una
presencia—probablemente robótica—en
Marte, su
antigua Estación de
Viaje. Esto podría indicar una premeditación, un plan para disponer
de una instalación lista para una futura re-visita.
Todo junto, sugiere un intento de un Retorno.
Para mi, el sello cilíndrico Tierra-Marte (ver Fig. 113) es tanto
una descripción del Pasado como una predicción del Futuro porque
contiene una fecha—una fecha indicada por el signo de dos peces—la
Era de Piscis.
¿Acaso nos dice: Lo que ha ocurrido en una previa Era de Piscis
volverá a repetirse en la Era de Piscis? Si las profecías se harán
realidad, si las Primeras Cosas serán las Últimas Cosas, si el
Pasado es el Futuro—la respuesta tiene que ser Sí.
Aun estamos en la Era de Piscis.
El Retorno, dicen los signos,
ocurrirá antes de final de la Era presente.
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