por Dr. Federico Fasano Mertens
30 Marzo 2003
del Sitio Web
RedVoltaire
Del incendio del
Reichstag al martes negro 11 de setiembre, pasando
por la demolición de la ONU y el Lebensraum
petrolero, culminando con la formidable blitzkrieg
dirigida por la Luftwage más mortífera de todos los
tiempos para ocupar Irak.
¿Habrá acaso también una
nueva Cancillería en ruinas?
La familia Bush.
De izquierda a derecha:
Barbara y George Bush senior, en sus brazos
George W.
con botas rojas de cowboy;
sus abuelos Dorothy y Prescott Bush.
Photo Credit: George Bush Presidential Library
El señor embajador de los Estados Unidos de
Norteamérica en Uruguay, Martin Silverstein, hace unos pocos días me envió
un comunicado acusando al diario La República, publicación que me honro en
dirigir, de carecer "de toda medida de integridad periodística" por comparar
a su presidente, George Bush con el canciller del Tercer Reich alemán,
Adolfo Hitler.
No pude contestarle antes porque el acto de piratería internacional que su
país cometió al atacar con la más formidable maquinaria de matar que
recuerde la historia universal, a un pueblo indefenso y casi desarmado, me
obligó a destinar más tiempo que el rutinario en la preparación de las
ediciones especiales sobre la matanza.
También me encontraba ocupado en
hacer condenar penalmente a torturadores uniformados que fueron entrenados
en EE.UU. y que me estaban calumniando, tarea esta que llevé a cabo con éxito
en estos días.
Cuando el embajador me visitó hace no mucho tiempo en mi despacho comenté
con mis colaboradores que él era el embajador de EE.UU. más inteligente,
perspicaz y humorista que había conocido.
"Por fin - dije - un representante
del imperio con el que se puede discutir ideas fuera de los insulsos y
aburridos clichés con que nos intoxican en las reuniones que nos toca
compartir".
Pero, lamentablemente para el embajador, su sagacidad no le impidió la
desdicha de tener que representar al presidente 43 de su nación, George Bush
(hijo), un fanático paranoico, intoxicado de mesianismo, con menos luces que
una babosa, borracho de poder como antaño fue borracho de alcohol y
condenado legalmente por ello el 4 de setiembre de 1976 cuando conducía
ebrio y a toda velocidad su automóvil, amonestado también por el famoso
predicador Graham que le dijo:
"Quien eres tú, para creerte Dios",
..., militante
de la Christian Right, la derecha cristiana tejana y sudista, un racista
enamorado de la pena de muerte, sobre todo contra los negros, en fin, el
peor presidente norteamericano de la última centuria, el que mayores
tragedias desencadenará sobre su propio pueblo, la contracara del homo
sapiens, la encarnación del homo demens.
Y además misógino, como buen racista. Nadie puede olvidarse de las
humillaciones públicas a las que somete a su esposa Laura Bush.
No es fácil
de olvidar el malestar de Laura cuando el presidente explicó a la prensa que
su esposa no lo estaba acompañando ese día,
"porque ha llovido y ella
necesitaba barrer la entrada, porque mañana recibiremos al presidente de
China, Jiang Zemin, en nuestro rancho de Crawford (Texas)".
Su compatriota, el anciano escritor Kurt Vonnegut no dudó en calificarlo del,
"más sórdido y patético golpista de opereta que es dable imaginar".
Pero vayamos al corazón del incidente.
Que se quede el embajador de EE.UU. con
su patética desventura de tener que defender al más delirante de los
habitantes de la Casa Blanca y a mí con el honor de procesarlo con las armas
de la palabra.
El tema es la comparación entre Adolfo Hitler y George Bush.
Obvio es que existen diferencias. La primera de ellas es que el criminal de
guerra, genocida del pueblo judío y del pueblo soviético, ganó por
abrumadora mayoría los comicios alemanes, mientras que el criminal de guerra,
genocida del pueblo iraquí llegó al poder en forma fraudulenta, en medio del
mayor escándalo electoral de la historia norteamericana.
Desde el punto de vista teórico la comparación entre Bush y Hitler es
correcta.
Los cientistas han definido al nazismo como la dictadura
terrorista del capital financiero en expansión. Bush al ponerse al margen de
la ley e invadir a una Nación indefensa que no lo agredió, para quedarse con
su riqueza petrolera, la segunda mayor del mundo, y anunciar que después le
seguirán otras Naciones petroleras, se acercó a la definición de dictadura
terrorista del capital financiero. Aunque no le guste aceptarlo.
George Bush ya llevaba en sus genes la raíz nazi.
Su abuelo, Prescott Bush, era socio de Brown Brothers Harriman y uno de los
propietarios de la Union Banking Corporation.
Ambas empresas jugaron un
papel clave en la financiación de Hitler en su camino hacia el poder alemán.
El gobierno norteamericano ordenó el 20 de octubre de 1942 la confiscación
de la Unión Ranking Corporation propiedad de Prescott Bush e incautó además
la Corporación de Comercio Holando-Estadounidense y la Seamless Steel
Corporation, ambas administradas por el banco Bush-Hamman.
El 17 de
noviembre de ese mismo año, Franklin Delano Roosevelt confiscó, por
violación a la ley de comercio con el enemigo, todos los bienes de la Silesian American Corporation administrada por Prescott Bush.
El bisabuelo
de nuestro George, el guerrero de Dios, Samuel Bush, padre del nazi Prescott
Bush, fue la mano derecha del magnate del acero Clarence Dillon y del
banquero Fritz Thyssen, quien escribió el libro I Paid Hitler (Yo financié a
Hitler), afiliándose en 1931 al partido nazi (Partido Obrero Nacional
Socialista Alemán).
Y si el señor embajador tiene alguna duda sobre la espuria alianza de los
Bush con Hitler le ruego leer el lúcido ensayo de Víctor Thorn.
Dice Thorn:
"Una parte importante de los cimientos financieros de la familia Bush fue
constituida por medio de su ayuda a Adolfo Hitler.
El actual presidente de
Estados Unidos (2003), así como su padre (ex director de la CIA, vicepresidente y
presidente), llegaron a la cumbre de la jerarquía política norteamericana
porque su abuelo y padre y su familia política ayudaron y alentaron a los
nazis".
Todo esto sin contar las estafas y desfalcos de la familia Bush por
cuatro millones y medio de dólares al Broward Federal Savings en Sunrise,
Florida, o la estafa a millones de ahorristas del Banco de Ahorros Silverado
(Denver, Colorado).
Bisabuelo nazi, abuelo nazi, padre que no tuvo tiempo de ser nazi porque ya
Hitler se había suicidado en los jardines de la Cancillería en ruinas,
aunque se benefició de la fortuna mal habida de sus ancestros.
Pero no condenemos a nuestro homo demens por sus genes siniestros.
Juzguémoslo sólo por sus obras. Y comparemos. Sólo comparemos.
¿Cómo cree el señor embajador, que el delirante cabo austríaco alcanzó la
suma del poder público? Porque Hitler llega al poder en elecciones limpias
pero se encuentra con la Constitución de Weimar que le impone límites que su
omnipotencia le impide aceptar. Planifica entonces el incendio del Reichstag
y en una sola noche es ungido el decisor de la guerra o la paz.
¿No le resultan conocidos esos hechos al señor embajador?
La criminal demolición de las Torres Gemelas trajeron los mismos lodos que
el incendio del Reichstag.
Obviamente no voy a cometer la osadía de afiliarme a la tesis de los que
acusan al grupo belicista bushiano de haber orquestado esa masacre o no
haberla impedido cuando sabían que se preparaba.
No hay pruebas contundentes para tamaña afirmación aunque sí, múltiples
indicios de negligencia culpable o vastas sospechas que son alimentadas por
una férrea censura, sin precedentes en la democracia norteamericana moderna.
Algún día, cuando el pueblo norteamericano recupere totalmente la libertad
de información e investigación sobre el martes negro del 11 de setiembre,
hoy acotadas por la ley patriótica aprobada con el único voto en contra de
una mujer, símbolo de la dignidad nacional norteamericana,
-
se podrá saber
por qué desoyeron los numerosos indicios y huellas dejadas por todo el país
anunciando el magnicidio
-
se podrá saber por qué demoraron 80
minutos en despegar los aviones militares para interceptar las
aeronaves secuestradas cuando de inmediato se supo que los aviones
comerciales que habían despegado de Boston habían sido secuestrados
y se dirigían a Washington, cuando el manual prevé la intervención
de la Fuerza Aérea en caso de secuestros, en menos de 5 minutos
-
se podrá saber por qué se ocultaron los restos del presunto avión que
impactó en el Pentágono
-
se podrá saber por qué el director del servicio
secreto paquistaní inmediatamente después de reunirse en Washington con Tenet, el jefe de la CIA norteamericana, dispuso, y así lo informa el diario
conservador The Wall Street Journal, que Islamabad girara a EE.UU. la suma de
cien mil dólares para Mohammed Atta, jefe del operativo suicida contra las
Torres Gemelas de Nueva York. Sobre este dato aterrador está prohibido
investigar al suspenderse las libertades civiles en EE.UU. a partir de la
Ley Patriótica
-
se podrá saber, en fin, por qué 15 de los 21 integrantes de los comandos
suicidas eran originarios de Arabia Saudita, el principal aliado de los
EE.UU.
en el golfo Pérsico. No había ni un sólo iraquí. Ni por casualidad.
Pero más allá de las sospechas, no hay duda que el descontrolado presidente
número 43 de EE.UU., ungido en elecciones fraudulentas, en medio de una
impresionante recesión sin salida a la vista, con el más bajo nivel de
popularidad inicial en un mandatario, pasó a dominar todo el escenario, a
recibir poderes inconcebibles en una democracia, siendo coronado Emperador vindicator para lavar la afrenta que los bárbaros infringieron a su pueblo.
El incendio del Reichstag americano del 11 de setiembre brindó la gran
oportunidad de su vida a George Bush.
La peor victoria electoral en EE.UU. de un presidente desde 1876 hasta
nuestros días se transformó en la mayor posibilidad histórica recibida por
belicista alguno para imponer al mundo el nuevo orden norteamericano.
Así como Hitler lo primero que hizo fue rodearse de una pandilla de
facinerosos como él, fanatizados por el poder de la fuerza, como Goering,
Goebels, Himmler, Mengele, Eichman, el presidente texano buscó la coraza
protectora de una guardia de hierro, por momentos más belicista que él, que
le impiden la tentación de la duda y que portan como él una marca en el
orillo: todos son petroleros.
El vicepresidente
Dick Cheney estuvo en el
grupo Halliburton Oil, el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld en la
petrolera Occidental, la Consejera de Seguridad Nacional, la solterona
despiadada Condoleeza Rice, que por una broma de la vida su nombre significa
"con dulzura", integró el directorio de Chebron y tiene buques petroleros
con su nombre.
También la secretaria del Interior, Gale Norton está
vinculada al petróleo como Bush padre también lo estuvo en el
grupo
petrolero Carlyle y el actual presidente Bush hijo en la Harkins Oil.
Este quinteto de la muerte que rodea al guerrero Bush, una verdadera
mafiocracia, al igual que el quinteto que se fusionó con Hitler, se nutrió
de una Biblia muy especial.
En este caso la filosofía de Hegel, Nietzsche, Schopenhauer, que le dio vida
y pasión al creador del holocausto del siglo XX fue sustituida por
especímenes menos cultos y de menor prosapia intelectual, pero más
pragmáticos para el Hitler del siglo XXI.
¿Cuáles son los autores de cabecera de esta pandilla belicista?
El bostoniano Henry Cabot Lodge afirmando que,
"en el siglo XIX ningún pueblo
igualó nuestras conquistas, nuestra colonización y nuestra expansión y ahora
nada nos detendrá".
Marse Henry Watterson declarando que
EE.UU. es,
"una gran
república imperial destinada a ejercer una influencia determinante en la
humanidad y a modelar el futuro del mundo como no lo ha hecho nunca ninguna
otra nación, ni siquiera el imperio romano".
O Charles Krauthammer quien hace muy poco, en 1999 escribió en
The
Washington Post:
"EE.UU. cabalga por el mundo como un coloso. Desde que Roma
destruyó Cartago ninguna otra gran potencia ha alcanzado las cimas a las que
hemos llegado. EE.UU. ha ganado la guerra fría, se ha puesto a Polonia y a la
República Checa en el bolsillo y después ha pulverizado a Serbia y
Afganistán. Y de paso ha demostrado la inexistencia de Europa".
O Roberto Kaplan señalando que,
"la victoria de los EE.UU. en la segunda guerra
mundial, al igual que la de Roma en la segunda guerra púnica, la convirtió
en una potencia universal".
O el conocido historiador Paul Kennedy explicando que,
"ni la Pax Británica,
ni la Francia napoleónica, ni la España de Felipe II, ni el Imperio de
Carlomagno, ni siquiera el Imperio romano pueden compararse al actual
dominio norteamericano. Nunca ha existido una tal disparidad de poder en el
sistema mundial".
O el director del Instituto de Estudios Estratégicos Olín de la Universidad
de Harvard, profesor Stephen Peter Rosen afirmando que,
"nuestro objetivo no
es luchar contra un rival, porque éste no existe, sino conservar nuestra
posición imperial y mantener el orden imperial".
O el inefable
Zbigniew Brzezinski declarando que,
"el objetivo de EE.UU. debe
ser el de mantener a nuestros vasallos en un estado de dependencia,
garantizar la docilidad y la protección de nuestros súbditos y prevenir la
unificación de los bárbaros".
O el Presidente Wilson declarando en pleno Congreso de la Unión que,
"le
enseñaría a las repúblicas sudamericanas a elegir buenos diputados".
O el célebre Billy Sunday quien definía a un izquierdista latinoamericano
como,
"un tipo con hocico de puerco espín y un aliento que haría huir a un
zorrino", agregando que si él pudiera "los amontonaría a todos en prisiones
hasta que se les salieran los pies por las ventanas".
Escuchemos ahora al actual vicepresidente de los
EE.UU. Dick Cheney y al
secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, que junto con Dulzura Rice, forman
el triángulo belicista, más temible que el de las Bermudas.
Dijo el vicepresidente Cheney ante esta guerra santa:
"EE.UU. no tiene que
enrojecer por ser una gran potencia y tiene el deber de actuar con fuerza
para construir un mundo a imagen de EE.UU.".
Mientras que el jefe del
Pentágono fue más claro, por si no lo entendimos.
Rumsfeld dixit citando la
frase preferida de Al Capone:
"Se consigue más con una palabra amable y un
revólver que con sólo una palabra amable".
Este lenguaje que nutre la epidermis y las neuronas de Bush es un lenguaje
encrático, autoritario, intimidante que conduce inevitablemente a la
perversión moral del fin justificando los medios.
La característica esencial
del lenguaje de la banda Bush, similar al lenguaje nazi, es la
simplificación, el reduccionismo y la intimidación. El lenguaje de este
grupo depredador es un lenguaje esquemático, emocional, cargado de
prejuicios que incita a la exaltación de los sentimientos más nobles del
pueblo.
No tengo dudas que Bush se nutre del lenguaje nazi.
Bush no cree, como Hitler, en el Estado de Derecho que no es el Estado que
posee leyes sino el Estado que se somete, él mismo, al imperio de la ley y
no puede transgredirla por ninguna causa, y menos aún por la razón de
Estado. En nombre de la razón de Estado o de la Patria o de la seguridad
nacional se han cometido crímenes abominables.
¿Qué diferencia entre el edificio intelectual de Bush y el de Hitler,
existen en el escenario de la razón de Estado? No creo que muchas. Salvo
diferencias de estilos, épocas y magnitud de fuerza y poder.
El discurso de la banda Bush es el discurso del amo y del esclavo. No hay
diferencias con el discurso de la pandilla hitleriana.
Uno es más amable que el otro. Aunque la historia está probando que el menos
amable fue menos mortífero.
Civilización, barbarie, pacificación de los bárbaros, pueblo elegido y de
ahí a la raza elegida un solo paso. En fin ¿no nos hace acordar todo esto al
sicópata del bigotito?
Y hablando del bigotito, es aleccionador el relato que un influyente asesor
de seguridad que vive en Washington le contó a la revista argentina "Noticias":
"Para bien o para mal, George Bush Jr. es el hombre indicado para esta
guerra. Nació para esto. La potencia que le viene de adentro lo hace temblar.
Cuando uno está hablando con él en su despacho parece que se va a comer al
que tiene enfrente. Se sienta en el borde del sillón, casi sin apoyarse y
mueve los brazos como si no supiera qué hacer con ellos. Necesita acción".
Vaya imitación de la gestualidad del dictador nazi.
Aunque nunca es lo mismo
la flema de un vaquero texano pistola al cinto que la de un teutón cuasi
epiléptico que se atraganta con su furia y escupe al hablar y gesticular. El
cuerpo de Bush no escupe al hablar.
Su alma, sí escupe, odio y violencia y
genera terror. Mas no le importa. Debe haberse aprendido el "oderint dum
metuant" del emperador Calígula ("Dejen que nos odien, basta con que nos
tengan miedo").
La incontinencia emocional de Bush ya es un clásico y como el Adolfo, no
admite un NO.
Su esposa Laura Bush recordó a la prensa que la primera vez
que le dijo a su esposo que no le gustaba uno de sus discursos, éste, muy
enojado, chocó su auto contra el muro de entrada del garaje de su casa.
Se siente como el numen nazi, un enviado de Dios, a quien convoca en cuanta
oportunidad se presenta. Decretó que todas las reuniones de su Gabinete se
inicien con una oración religiosa.
Y dice
haber consultado a 'Dios' para
atacar a Irak despreciando la posición de la mayoría de las naciones del
planeta y del 90% de los seres humanos.
Trata de imitar al presidente
William McKinley invadiendo Filipinas para evangelizar a los nativos y
culpando a Dios que le dio la orden de entrar a patadas en ese país.
Otra coincidencia en estas vidas paralelas, que hubiera hecho la delicia de
Plutarco, es que Bush y Hitler se hubieran salvado de ingresar a la galería
de los grandes bufones de la historia, de haber tenido un sicoanalista a
mano. A ambos un buen sicoanalista les habría ayudado a canalizar su libido
hacia menesteres más normales, sublimando el único afrodisíaco que tanto
Hitler como Bush conocen, que es el poder omnímodo y cruel sobre los demás.
Sigamos viendo las similitudes entre el guerrero de la raza aria y el
guerrero de Dios como bien calificara Telma Luzzani, al exaltado texano.
Bush proclama urbi et orbe la guerra preventiva.
Dwight Eisenhower en 1953
no dudó al respecto:
"La guerra preventiva es un invento de Adolfo Hitler,
francamente yo no me tomaría en serio a nadie que me viniera a proponer una
cosa semejante".
Pero ¿guerra preventiva contra quién?
Bien es sabido que la primera víctima
de una guerra es la verdad. Y Bush lo primero que hace para fabricar su
guerra preventiva, tras el incendio del Reichstag, es mentir a lo Goebels a
un grado tan primitivo que nadie terminó creyéndole algo.
Primero dijo que
Irak apoyaba a Al Qaeda. Cuando se comprobó el odio irreconciliable entre
Saddam Hussein y el ex empleado de EE.UU., Osama Bin Laden, Bush apeló a
incluir a Irak en la corriente fundamentalista musulmana. Difícil de creer
en el país más laico del mundo árabe.
Apelaron entonces a la existencia de
armas de destrucción masiva. Afirmaron que Irak no iba a permitir las
inspecciones y cuando las permitió, aseveraron que no iba a dejar entrar a
la ONU en los Palacios y otros lugares preservados. Cuando también se reveló
que tal negativa era falsa, dijeron que las armas estaban bien ocultas.
Finalmente no encontraron ni una sola.
Cuando todos los argumentos fueron
sepultados pidieron la renuncia o el exilio de Saddam Hussein y admitieron
la única verdad real: queremos ocupar el territorio iraquí pese a quien pese
y decidir quién lo va a gobernar. Democracia planetaria que le dicen. La
misma operación de desinformación que Hitler lanzó contra Checoslovaquia,
Austria y Polonia. Las mismas excusas que iban cambiando a medida que se
derrumbaban.
Otra similitud es el desprecio por la comunidad internacional y por la
opinión pública mundial.
Hitler destruyó la Sociedad de Naciones creada en
1919. Bush hizo trizas las Naciones Unidas, concitando en su contra la mayor
oposición a un país desde la fundación de la ONU: 170 países no apoyan la
guerra contra sólo 30, la mayoría de éstos sin peso alguno y procedentes de
la desarticulada Unión Soviética, que se venden al mejor postor.
A Bush,
como a Hitler, no lo paró ni la mayor derrota diplomática de los EE.UU. desde
que se fundó la ONU.
A Hitler jamás le importó el odio y el rechazo de los
pueblos del mundo entero. Bush intenta superar al teutón. Las
manifestaciones en su contra sin precedentes en el planeta, son música
guerrera para sus oídos wagnerianos. Lo enfrenta el espíritu de Seattle que
fundó en 1999 el movimiento antiglobalizador y pacifista más imponente de la
historia universal. Nada lo detiene.
Indignaba ver el destrato de que hacía objeto al jefe de inspectores de la
ONU, Hans Blix, con sus 75 años a cuestas, nacido en la maravillosa y helada
Uppsala de la Suecia socialdemócrata, un digno seguidor de las tradiciones
democráticas del mártir, Olof Palme.
El desprecio hacia la gente y sus derechos es el motor de su humanismo.
Escuchemos al mariscal Goering en el juicio de Nuremberg:
"Naturalmente la
gente común no quiere la guerra, pero después de todo, son los dirigentes de
un país los que determinan la política y siempre es un asunto sencillo el
arrastrar al pueblo.
Ya sea que tenga voz o no, al pueblo siempre se le
puede llevar a que haga lo que quieren sus gobernantes. Es fácil. Todo lo
que uno debe hacer es decirles que están siendo atacados y denunciar a los
pacifistas por su falta de patriotismo y porque exponen el país al peligro".
Fue el nazi Goering el que lo dijo en 1945, no fue George Bush.
La
diferencia entre Goering y Bush es que el nazi lo dijo en alemán y Bush lo
dijo en inglés. La invasión de una nación soberana que no lo agredió
necesitaba una legitimación ética aunque ilícita:
derrocar al tirano Hussein
e imponer a sangre y fuego un gobierno democrático y popular.
Suena lindo,
aunque la comunidad internacional y sus normas sea el precio que haya que
pagar.
Pero no es cierto. Nadie duda que Saddam Hussein es un dictador
siniestro que ha asesinado a su pueblo y que su partido socialista Baath, de
socialista no tiene nada.
Pero quién puede creerle a Bush que va a instaurar
la democracia iraquí cuando sus predecesores menos nazis que él, invadieron
y ocuparon durante años y años naciones soberanas e instalaron dictaduras
feroces que defendieron contra sus propios pueblos como Somoza en Nicaragua,
Duvalier en Haití, Trujillo en República Dominicana.
Tanto como los
regímenes títeres y despóticos que impusieron los nazis en los países que
ocuparon, incluida la Francia antigaullista del mariscal Petain.
Así como Hitler invadió Europa en busca de su Lebensraum, de su expansión
territorial y de las urgentes materias primas que necesitaba para el
desarrollo alemán y la construcción del nuevo imperio germano que vengara la
afrenta del Tratado de Versalles, Bush va en busca también de su propio
Lebensraum.
Un Lebensraum que en el mundo globalizado de hoy no se mide más
por kilómetros de territorios físicamente ocupados sino por el dominio
económico y político que se ejerce sobre ellos dirigido a distancia desde
los centros financieros internacionales.
Los objetivos del nuevo Hitler son múltiples.
-
En primer lugar apoderarse del
tanque de gasolina del capitalismo mundial que no otra cosa es el Golfo
Pérsico.
Bush sabe que en 10 años el petróleo que produce su país,
locomotora productiva del mundo, se agotará irremediablemente. En 40 años no
existirá más petróleo en el planeta. Es una carrera contra reloj. Según Statistical Review disminuye en forma alarmante el descubrimiento de
reservas energéticas.
La última década creció sólo un 5% contra el 45% de la
década anterior. El 65% de las reservas están ubicadas en Medio Oriente.
EE.UU. consume 20 millones de barriles por día de los 77 millones que se
producen a diario en el mundo, de los cuales sólo 10 millones es producido
por los propios norteamericanos, que dependen de los demás para seguir
siendo una potencia imperial.
El objetivo del ataque a Irak, segunda reserva
mundial de petróleo, es controlar esos depósitos, controlar su precio y
controlar su producción. Qué armas ocultas ni qué otra cosa.
Como dice
Galeano, si Irak produjera rabanitos en lugar de petróleo, ¿a quién se le
ocurriría invadir ese país?
Para Bush el petróleo está servido. Falta sólo tomarlo. No sabe aun que
puede atragantarse.
-
La segunda jugada de Bush es disciplinar a su aliado, Arabia Saudita, primer
productor mundial de petróleo y máxima reserva energética del mundo, cuyos
precios no le sirven a EE.UU.
-
El tercer objetivo como reveló en febrero de
este año el subsecretario de Estado, John Bolton, es
invadir a Irán y
a
Siria, que forman junto con Corea del Norte el "eje del mal", y si la
coyuntura es favorable,
incluir a Libia en el santa santorum.
-
El cuarto paso
es destruir la OPEP y apoderarse de los combustibles fósiles del mundo.
Si
no expropia los fósiles y no encuentra a tiempo alternativas energéticas, el
capitalismo norteamericano deberá modificar el modelo de consumo de su
pueblo y con ello puede perder el punto de apoyo de su hegemonía mundial.
-
El
quinto objetivo son los suculentos negocios de la reconstrucción de Irak
sobre el que se lanzaran muchas de las 500 transnacionales que dominan el
mundo, la mayoría norteamericanas.
-
No menos importante es el sexto objetivo,
que se nutre en las enseñanzas de lord Keynes, utilizando la industria
bélica para superar la honda recesión en que está hundida la economía
norteamericana, con crecimiento cero.
No olvidemos que una guerra se gana no
cuando se impone la supremacía militar sobre el adversario sino cuando se
obtienen los réditos económicos que son la razón última de su
desencadenamiento.
No podemos dejar de mencionar un último objetivo y quizás el más importante
de esta guerra:
imponer la supremacía del dólar frente al euro que en los
últimos tiempos le está dando una paliza al dólar en frentes inesperados,
poniendo en peligro el privilegio del peso norteamericano en la
comercialización del crudo.
El dólar se depreció en los últimos meses con
relación al euro, un 17%, cifras inimaginables desde la creación de la
moneda única europea. Incide en esta depreciación la decisión iraquí de
pasar 10 billones de dólares de sus reservas a la moneda común europea,
provocando un sismo en el dólar.
Esta es otra de las razones del ataque a
Irak, intentando que un gobierno títere haga retornar los 10 billones de
dólares iraquíes al área del dólar.
También Rusia está operando el petróleo
en euros y además Irán y varios países de la OPEP están analizando si
también abandonan el dólar y se pasan al euro.
Los economistas estiman que
si esto ocurre se producirá una depreciación inusitada del dólar,
desplomándose el valor de los activos norteamericanos, acercando al gigante
con pies de barro a un colapso económico como en la década de los 30.
La invasión tiene su antecedente más raigal en la necesidad de un nuevo
reparto del mundo al fracasar los acuerdos de la tríada (EE.UU., Europa y
Japón) en 1998 en la reunión de la OCDE en París y en 1999 en la reunión de
la OMC en Washington.
No hubo acuerdo en el reparto del mercado mundial
asediado por la disminución del porcentaje del Producto Mundial Bruto que
llegó hasta el 50% concentrado en las manos de la tríada y sus
transnacionales al finalizar el siglo.
El fracaso del neoliberalismo en
seguir manteniendo la máxima tasa de explotación de las naciones
dependientes, la fatiga y la decadencia de la hegemonía unipolar y la
posibilidad no muy lejana de una crisis mundial que transforme a la
arrogante dominación de hoy en una hegemonía en harapos, se encuentra en las
raíces de este acto de piratería internacional.
Europa no aceptó los términos del reparto y embistió con su euro. EE.UU.
replicó con la razón de las bestias y si logra el control de los lagos
negros tendrá crudo barato y abundante mientras sus aliados lo recibirán
caro y en cuentagotas haciendo sufrir a sus economías.
Ese es el plan guerrero. La misma razón de dominio económico que lanzó a
Hitler en los brazos de Marte, al grito de "ocupar, administrar, explotar".
De ahí a que Bush pueda cumplirlo hay un gran trecho. Sobre todo teniendo en
cuenta que esta guerra por primera vez la afrontará económicamente solo. La
anterior invasión a Irak, legitimada por la comunidad internacional, la
pagaron todas las naciones.
Esta invasión ilícita, crimen de lesa humanidad
contra el mundo civilizado, la pagará sólo EE.UU. y un pequeño porcentaje, la
Inglaterra del renegado Blair. Y es mucho dinero.
Suficiente como para
desestabilizar aún más al dueño de la maquinita de fabricar dólares,
instalada en el Departamento del Tesoro de la nación más endeudada del
planeta: los EE.UU. de Norteamérica.
Trazados los objetivos reales, Bush y su banda de halcones patentaron la
estrategia militar nazi: la famosa "Blitzkrieg" con que los nazis asolaron
Europa, en la modalidad de guerra relámpago con ataques combinados de divisiones
enteras de tanques Panzers apoyados por oleadas de aviones y piezas de
artillería.
Los tiempos cambiaron y la blitzkrieg nazi se transformó en
hiperblitzkrieg norteamericana, pero la modalidad inventada por los
mariscales de Hitler es la misma que aplica Bush, aunque con una potencia de
fuego mil veces superior.
Otra similitud es la desproporción de fuerzas.
La invasión nazi a Checoslovaquia o a Polonia donde la caballería polaca se enfrentaba a los
tanques alemanes y era diezmada previamente por la aviación, no es nada
comparado con el poder de fuego infernal de la más poderosa trituradora
tecnológica de la historia.
Es como si los polacos se defendieran con hondas
frente a la Luftwage de Goering. En la primera invasión a Irak, los iraquíes
tuvieron 120 mil bajas contra sólo 137 norteamericanos muertos y 7
desaparecidos.
Salvo la Guardia Republicana de Saddam, el resto del ejército
iraquí son famélicos campesinos sin entrenamiento, ni tecnología, ni
armamento adecuado, el que se enfrentará a más de 300 mil soldados
entrenados año tras año para matar sin dudar.
¿Qué puede hacer un país que tiene un presupuesto militar de 1.400 millones
de dólares contra otro que destina 400.000 millones de dólares anuales en
sus Fuerzas Armadas?
Y por si fuera poco Bush acaba de pedir otros 75.000
millones de dólares para la propina de esta masacre. Promete a cambio que el
botín de guerra compensará con creces la inversión.
Antes de comenzar la matanza el ejército iraquí fue desangrado como se hace
con los toros de lidia por los piqueteros apenas entran en la arena, para
que el matador corra menos riesgos.
Una década de sanciones económicas, de
embargos, carente de repuestos, sin aviones, con escasos tanques, con pocas
baterías antiaéreas y sólo equipado con los viejos fusiles de asalto AK 47,
ha puesto de rodillas al toro iraquí. El torero sólo tiene que hundir su
espada hasta el fondo y esperar la agonía.
Las últimas noticias del frente, sin embargo, revelan que desangrado y todo,
el toro está dispuesto a vender cara su vida.
El vagabundo vienés devenido en profeta de la raza aria, Adolfo Hitler,
embistió sin respetar los grandes tesoros de la humanidad, destruyendo
ciudades prodigiosas, culturas irrecuperables y fantásticos monumentos
creados por el hombre a lo largo de los siglos.
Imitando al protegido de su familia, George Bush entra a sangre y fuego en
la cuna de la humanidad, en el Mesos Potamos que así se llamaba Irak hace 8
mil años, "tierra entre ríos", donde se fundó el primer estado, la primera
civilización agraria y se inventó la escritura cuneiforme.
En la tierra de
la legendaria biblioteca de Nínive, la de la Torre de Babel, la de los
jardines colgantes de Babilonia, entre el Eufrates y el Tigris, Bush se
lanza inmisericorde en la primera guerra preventiva del siglo XXI.
Deberá responder también por los tesoros culturales que arrase. Su homo demens tendrá que rendir cuentas al homo sapiens. Como Hitler la tuvo que
rendir ante la historia y sus secuaces ante Nuremberg.
El señor embajador de los EE.UU. en Uruguay, dice en su comunicado contra el
diario LA REPUBLICA, que está consternado por la comparación de su
presidente con Hitler, explicando que lo que está haciendo Bush en Irak es
lo mismo que hizo EE.UU. al liberar a Europa del nazismo.
Creo que es un
insulto a la inteligencia comparar al brillante creador del New Deal,
Franklin Delano Roosevelt, con este energúmeno del poder que en nombre de
las ideas mata las ideas, pero con los hombres adentro.
Roosevelt ingresó a la guerra con la legitimidad que le daban todos los
pueblos que se enfrentaron a la barbarie nazi, el primero de ellos el pueblo
soviético que ofrendó en el altar del Moloch germano, 30 millones de sus
mejores hombres, mujeres y niños, que dieron su vida para cambiar el curso
de la guerra, hasta ese momento victoriosa para el Tercer Reich.
Bush hace lo mismo que Hitler no lo mismo que Roosevelt.
Bush viola todas
las leyes internacionales, se enfrenta a las Naciones Unidas e invade al
igual que Hitler a una nación cuasi-desarmada que no lo agredió en momento
alguno.
Conviene precisar además ante la afirmación de que EE.UU. liberó Europa y más
allá de la heroica entrega de vidas de los soldados norteamericanos en
guerra con el Führer alemán, que el ingreso a la conflagración fue muy
tardío, casi al final del conflicto cuando ya Alemania estaba desgastada por
la resistencia soviética que enfrentó sola al 95% del potencial bélico nazi
concentrado en el frente oriental.
EE.UU. fue el único beneficiado con la
segunda guerra mundial. Durante y después del conflicto.
Durante, como bien
explica Heinz Dieterich en LA REPUBLICA, porque desarrolló lejos de los
campos de batalla su industria y agricultura aumentando los salarios reales
de 1941 a 1945 en un 27% generando 17 millones de nuevos puestos de trabajo
y ofreciendo en 1944 más productos y servicios a su población que antes de
la guerra.
Y después de la guerra cobró diez por uno su participación, y en Yalta se
erigió como la potencia más fuerte del planeta, desplazando a Inglaterra,
aunque temiendo a la Unión Soviética, su nuevo contrapeso histórico.
Y así como decimos que es un insulto comparar a Bush con Roosevelt conviene
precisar que tampoco confundimos a los padres fundadores de la democracia
norteamericana, esos héroes de la libertad, a George Washington, a Abraham
Lincoln, a Thomas Jefferson, con este pedagogo del crimen, patán de la
muerte, que al hablar por televisión no puede ocultar el gesto taimado de
los cobardes.
Charles De Gaulle, ese valiente rebelde de la Francia antinazi,
le preguntaba al gran filósofo Jean Guitton,
¿Qué es la cobardía maestro?
Y
ese nido de sabiduría le contestaba:
"La cobardía, general, es buscar la
aprobación y no la verdad; las condecoraciones y no el honor, el ascenso y
no el servicio; el poder y no la salud de la humanidad".
Qué bien se le
aplica esta respuesta a nuestro nuevo Hitler que dice defender los derechos
humanos de los iraquíes mientras se especializa en convertirlos en desechos
humanos!
Qué nos puede extrañar esta conducta en un gobernante que se resiste a
salvar al planeta de la devastación negándose a firmar los protocolos de
Kyoto aprobados unánimemente por la comunidad internacional.
Un gobernante
que rechazó el control de armas bacteriológicas porque estimó que el acuerdo
para evitar la proliferación de estos arsenales era perjudicial para su país.
Un gobernante que exige a las naciones independientes que firmen un
documento en el cual renuncian a su derecho a juzgar a ciudadanos
norteamericanos por delitos cometidos en el extranjero.
Un gobernante que se
niega a firmar y a participar en la Corte Penal Internacional creada
recientemente por la comunidad mundial para juzgar los crímenes de lesa
humanidad.
En este rechazo a una institución aprobada por más de 190 países
y sólo 7 en contra coincidió su voto con el del invadido Irak quien tampoco
quiere que exista en el mundo una Corte Penal integrada por 18 juristas
independientes para impedir legalmente que se sigan cometiendo los crímenes
de guerra que tanto los gobiernos de EE.UU. y de Irak han cometido.
Qué se puede esperar de un gobernante que en su propio país, cuna de
tradiciones democráticas, ha suspendido los derechos civiles, ha instaurado
la censura, las listas negras, la eliminación del habeas corpus, derecho por
el que dieron la vida tantas generaciones, imponiendo los juicios
clandestinos, las cárceles secretas y el delito de opinión, aproximando a su
sociedad a la noche negra del macartismo más anacrónico.
Pese a todo logra hoy una importante mayoría silenciosa en su propio país a
favor del horror de la guerra, en medio de un gigantesco apagón intelectual
en la sociedad norteamericana, empujada por la desinformación, la
deformación de la realidad como sistema, el legítimo dolor del ataque
criminal contra las Torres Gemelas que segó la vida de 4 mil seres humanos,
y por un nacionalismo atizado por el tartufo de la Casa Blanca.
El
nacionalismo y el falso patriotismo es otro de los eslabones que unen a Bush
y a Hitler. Ese tipo de nacionalismo es el último refugio de los canallas y
se apoya en la cultura de los incultos.
Albert Einstein lo describía bien:
"El nacionalismo es una enfermedad
infantil, el sarampión de la humanidad".
Pero ya comienza a crecer, desde el pie, desde la raíz, un movimiento
popular, en las mejores tradiciones civilistas del pueblo norteamericano,
para expresarse en las grandes ciudades, para parar con la energía moral que
da la razón, a este asesino serial que está construyendo la mayor iniquidad
bélica de las últimas décadas.
Y el pueblo norteamericano, aunque lentamente, comienza a comprender que,
"la
libertad no puede ser fecunda para los pueblos que tienen la frente manchada
de sangre".
¿Quién se anima a parar a este sicópata? Es la pregunta que circula por todo
el planeta.
Las Naciones Unidas no pudieron. La OTAN tampoco. Sus aliados europeos
fueron desairados y humillados.
Pero, desde el fondo mismo de la historia comienza a incubarse el antídoto.
Todos los imperios y sus profetas se han ido deslizando de victoria en
victoria hacia su derrumbe final.
Y
este imperio y su emperador, al que poco
le importa ganarse la mente y los corazones de los pueblos del mundo, que es
sordo o finge demencia ante la inmensa rebelión del sentido común, ante ese
gran aullido de las sociedades surgido del vientre exasperado de las
multitudes que se han lanzado a las calles en todo el mundo clamando por la
paz y el cese de la matanza, no tendrá finalmente más remedio que entender
que en esta cruzada, al vencedor sólo le pertenecerán los despojos.
Los hombres como Bush creen que los crímenes se entierran. Está equivocado.
Los sobreviven.
La gente está harta de violencia. Harta de las vendettas miserables de unos
contra otros. Y quiere poner fin al tiempo de los asesinos. Y si la llevan a
callejones sin salida, reaccionará.
El discurso siniestro del amo y del esclavo termina casi siempre con la
ferocidad del esclavo que ya nada tiene que perder. Espartaco dixit.
La protesta no cede en todos los rincones del planeta. No ha habido un
imperio tan huérfano de apoyo como el que encarna hoy este morfinómano del
poder.
Y este inmenso movimiento mundial contra Bush sólo comparable al movimiento
mundial contra Hitler, tiene a su favor el clásico estrabismo de los
mesiánicos, que les impide ver la realidad. El estrabismo es una disposición
viciosa de los ojos por el cual los dos ejes visuales no se dirigen a la vez
al mismo sujeto. Ven la realidad deformada.
El murmullo de millones puede transformarse en el brazo que pare esta locura.
No hay que tenerle miedo a estos gigantes que ignoran las leyes de la
historia. Aplican la astucia más que la inteligencia. Ello los remite al
mundo dinosáurico. Esos gigantescos animales que desarrollaron cuerpos
enormes y una cabeza diminuta. Cuando vino la hecatombe sus pequeñas cabezas
no pudieron inventar la mutación. Sí lo hicieron los mosquitos.
Hay un refrán alemán que refiriéndose a Hitler decía que,
"cuando veas a un
gigante, examina antes la posición del sol, no vaya a ser la sombra de un
enano".
No sabemos aún cuánto de gigante y cuánto de enano tiene nuestro
nuevo Hitler.
Recuerden a Gandhi, ese incendio moral que alertó a las conciencias. Sólo
con su voz y su conducta por la no violencia puso de rodillas al mayor
imperio de su época.
Gandhi decía que lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el
silencio de la gente buena. Ese silencio hoy no existe.
Todos los pueblos, de los países ricos y de los países pobres, gobernados
por la derecha o por la izquierda, todos, todos, con excepción del que
habita en el país agresor, que comienza ya a desperezarse, han tomado
conciencia de que por primera vez en el siglo XXI la guerra como una cruzada
irracional puede cambiar la humanidad.
Sabe que una guerra injusta es una
catástrofe que paraliza el encuentro del hombre con la humanidad. Y une sus
manos planetarias para decirle al sicario de la Casa Blanca, que hay una
vida y una raza menos sórdida que la suya.
Y que vale la pena ponernos de
pie para defenderla.
Esa es mi respuesta, señor embajador...