por Denis Boneau
7 Marzo 2005
del Sitio Web
VoltaireNet
Denis Boneau
Periodista francés, miembro de la sección francesa de la Red Voltaire |
Las ciencias de la comunicación, cuyo desarrollo ha dirigido la CIA a partir
de los años 50, han sido un instrumento esencial de la «guerra psicológica»
contra los gobiernos prosoviéticos y los países resistiendo al dominio de
los EE.UU.
En colaboración entre el ejército U.S. y los servicios secretos, los
especialistas del comportamiento ayudaron a recoger información sobre «el
enemigo», a elaborar la propaganda atlantista (OTAN), a prevenir el
surgimiento de movimientos de liberación hostiles a Washington, llegando
incluso a servir de consejeros a los expertos en torturas.
Esta «alianza
entre lo científico y lo político» dio lugar a un dispositivo que aún se
utiliza hoy en día para difundir la voz de Estados Unidos por el mundo.
A partir de 1945, los presidentes Harry Truman [1] y Dwight Eisenhower
[2]
institucionalizan las agencias de propaganda creadas durante la Segunda
Guerra Mundial y les asignan como nueva misión la lucha contra la Unión
Soviética y las repúblicas socialistas, a las cuales las designan como
países satélites.
La estrategia general que elaboraron Truman y sus consejeros, llamada
«containment», consiste en bloquear la expansión del comunismo mediante el
control de los movimientos de emancipación nacional que pudieran tener la
intención de llevar al poder a dirigentes prosoviéticos o prosocialistas.
Este ambicioso proyecto exige la colaboración de expertos capaces de proveer
datos geográficos, económicos, culturales, psicológicos y sociológicos que
puedan ser explotados por el ejército y los servicios secretos.
En ese contexto, ciertos especialistas de «ciencias» del comportamiento,
algunos de los cuales habían sido utilizados ya contra el Tercer Reich, son
enrolados en los nuevos servicios de propaganda de la Guerra Fría.
Ya en noviembre de 1945, el general John Magruder propone confiar a la
inteligencia militar un ambicioso proyecto de propaganda «en tiempo de paz»
basado en el aporte de las ciencias humanas. Pero su iniciativa no logra
convencer al presidente estadounidense Truman quien decide el
desmantelamiento del OSS [3] de «Wild Bill» Donovan, protegido de Roosevelt.
Siguiendo la misma lógica, el Buró de Información de Guerra (OWI)
[4],
acusado de haber favorecido la reelección de Roosevelt en 1944, es disuelto.
En enero de 1946, Truman establece el Grupo Central de Inteligencia (CIG)
que se convierte en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) algunas semanas
después.
Las operaciones son inconfesables e inimaginables:
«propaganda, guerra
económica, acción directa preventiva, sabotaje, antisabotaje, demolición,
subversión contra los Estados hostiles, asistencia a movimientos de
liberación clandestinos, guerrilla, asesinatos, apoyo a grupos indígenas que
combatan los países enemigos del “mundo libre”...» son confiadas a la OPC
[5], dirigida por un veterano del OSS, Franck Wisner.
Teóricamente la OPC
depende de la CIA.
En la practica Wisner, bajo la complaciente autoridad de George Kennan,
dispone de una libertad de acción más que amplia. La OPC se encarga de una
parte substancial de las operaciones de «guerra psicológica».
Wisner recluta
para ello científicos que garantizarán la búsqueda de datos y se encargarán
de convencer a intelectuales «neutros» y, claro está, de elaborar la
propaganda atlantista (de la OTAN).
¿Qué es la guerra psicológica?
Las operaciones psicológicas designan un conjunto muy amplio de actividades
que van de la propaganda radial a la tortura y demandan conocimientos
profundos sobre las poblaciones a las que van dirigidas.
En un documento
redactado en 1948, las fuerzas terrestres estadounidenses definen así la «guerra
psicológica»:
«[Esta] emplea medios físicos o morales diferentes a las
técnicas militares ortodoxas, medios que buscan:
-
Destruir la voluntad y la capacidad combativa del enemigo.
-
Privarlo del apoyo de sus aliados.
-
Acrecentar entre nuestras tropas y las de nuestros aliados la voluntad de
vencer.
La guerra psicológica utiliza toda arma que pueda influenciar la voluntad
del enemigo. Las armas son psicológicas solamente por el efecto que producen
y no por su naturaleza misma.
Por ello, la propaganda abierta (blanca),
secreta (negra) o gris -subversión, sabotaje, asesinatos, operaciones
especiales, guerrilla, espionaje, presiones políticas, culturales,
económicas y raciales- son consideradas como armas utilizables [en el marco
de la guerra psicológica]».
Para llevar a cabo este programa de «guerra psicológica», los servicios
secretos reclutan especialistas de las ciencias del comportamiento capaces
de inventar la propaganda blanca «simple, clara y repetitiva» y la
propaganda negra destinada a sembrar en el campo del adversario «el desorden,
la confusión... el terror».
Proyectos 'Troy' y 'Camelot'
El proyecto Troy consiste en movilizar investigadores para definir los
diferentes medios disponibles para difundir la «Verdad» (la propaganda
estadounidense) del otro lado de la Cortina de Hierro (3).
El objetivo es
reforzar el dispositivo de la Voice of America (VOA), red de radiodifusión
creada por el International Information Service (IIS), un organismo que
estableció Truman para reemplazar el OWI.
Voice of America es una operación de propaganda «blanca». Su objetivo es la
promoción de Estados Unidos («Democracia», «American way of life»,
«Libertad» son, claro está, los principales leitmotiv del discurso de la VOA).
En el punto de partida del proyecto Troy está James Webb, consejero del
secretario de Estado Dean Acheson y partidario precoz de la «guerra
psicológica». Weeb aconseja el acercamiento entre expertos universitarios y
el gobierno.
Los científicos del proyecto Troy establecen un informe donde afirman que
Voice of America no bastará para penetrar la Cortina de Hierro. Ante este
relativo fracaso, aconsejan otros medios. El proyecto Troy debía
concentrarse inicialmente en la radiodifusión y el lanzamiento de propaganda
mediante globos.
Yendo más allá de los objetivos que proponen sus mecenas - la fuerza aérea,
la marina de guerra y probablemente la CIA - los expertos proponen otros
canales para vehicular la propaganda «blanca»: intercambios universitarios,
publicación de libros... y apuntan que la información puede propagarse
utilizando simplemente el correo y mediante diarios profesionales u otras
publicaciones comerciales e industriales.
El estudio incluye recomendaciones prácticas muy precisas. Los miembros del
proyecto Troy [6] aconsejan, por ejemplo, centralizar las operaciones de
propaganda. Siguiendo esa opinión, Truman establece el Psychological
Strategy Board, intensifica los estudios sobre la «sociedad soviética» [programa
de entrevistas con disidentes] y favorece la creación del CENIS [7].
Esta primera colaboración de gran envergadura prefigura operaciones
similares. La fuerza aérea pide, en 1950, un informe sobre la población
coreana.
Wilbur Schramm (considerado como el padre fundador del paradigma de
la comunicación de masas), John Ridley y Fredericks Williams reciben la
misión de entrevistar refugiados anticomunistas para elaborar una táctica de
propaganda en Corea.
El estudio da lugar a dos tipos de documentos: publicaciones en Public
Opinion Quaterly (POQ), la revista oficial de los partidarios de la «guerra
psicológica», un libro intitulado The Reds Take a City así como un informe
secreto destinado a las fuerzas terrestres.
Otra expresión de la «guerra psicológica», el
proyecto Camelot, consiste, en
los años 60, en establecer modelos sobre los procesos que conducen a
revoluciones nacionales en los países del Tercer Mundo para facilitar la
dirección de operaciones de contra-insurrección.
Camelot ilustra a la perfección la intensificación de las relaciones entre
los estudiosos del comportamiento y los servicios secretos estadounidenses.
Emprendido en 1963, este proyecto, destinado a facilitar las intervenciones
en Yemen, Cuba y el Congo belga, debe - teóricamente - permitir prever y
prevenir el riesgo de revolución.
En Chile, algunos diarios de izquierda denuncian la implicación del gobierno
estadounidense, que dirige Camelot mediante la Organización de Investigación
de Operaciones Especiales (SORO).
El «plan de espionaje yanqui» fracasa
parcialmente ya que, al parecer, las conclusiones del estudio servirán a los
servicios secretos estadounidenses para derrocar a Allende y establecer en
Chile la junta del general Pinochet [8].
Enrolar a los universitarios
El entendimiento entre un grupo de universitarios y las fuerzas terrestres
permite la aparición de una nueva ciencia concebida como un instrumento
destinado a los servicios secretos.
Las ciencias de la comunicación y el
paradigma de «la comunicación de masas», financiados por créditos de la
fuerza aérea, la marina de guerra, la CIA, el Departamento de Estado (...)
aportan numerosos elementos útiles con el fin de elaborar una propaganda
eficaz que debe atravesar la Cortina de Hierro por diferentes vías (volantes,
radiodifusión...).
El campo de estudio de la disciplina es amplio: técnicas de persuasión,
sondeos de opinión, interrogatorios, movilizaciones políticas y militares,
propagación de ideología...
Para satisfacer la demanda de datos científicos se toma la decisión de
financiar varios centros:
-
Bureau of Applied Social Research (BASR), de Paul Lazarsfeld, instalado en
la universidad de Columbia.
-
Institute for International Social Research (IISR), de Hadley Cantril.
-
Center for International Studies (CENIS), de Ithiel de Sola Pool (Instituto
Tecnológico de Massachussets) cuyos fondos, distribuidos por la Fundación
Ford [9], provienen en realidad de la CIA.
-
Bureau of Social Science Research (BSSR), financiado directamente por la
CIA que desea perfeccionar las técnicas de interrogatorio.
O sea, se concibe la tortura como un campo de investigación de las ciencias
sociales [10]. A partir de la guerra de Corea, se le encarga al BSSR,
principal centro de investigación de la propaganda «negra», la realización
de diferentes estudios a pedido del ejército.
Se trata esencialmente de determinar los,
«blancos y factores de
vulnerabilidad» de las poblaciones de Europa del Este teniendo el cuidado de
definir diferentes «aspectos de la violencia psicológica».
Concretamente, el BSSR elabora informes sobre los efectos de las técnicas tradicionales de
interrogatorio de prisioneros - descargas eléctricas, golpes, drogas...
Financiados por la CIA (50% del presupuesto social del centro), estos
estudios permiten recoger información, específicamente sobre las poblaciones
de Vietnam y de África, con el objetivo explícito de mejorar la eficacia de
la tortura [11].
Una revista - Public Opinion Quarterly
En 1937, De Witt Poole, de la universidad de Princeton, crea la revista
Public Opinion Quarterly (POQ).
Esta publica artículos de «guerra
psicológica», provenientes sobre todo del OWI, estudios sobre el estado
moral de los civiles alemanes durante la guerra, ensayos sobre el
entrenamiento de las tropas, reflexiones sobre la propaganda de guerra...
Ciertas investigaciones parecen inspiradas directamente en las
preocupaciones de los servicios secretos y las agencias de propaganda (sondeos
de opinión en Francia e Italia...)
Paul Lazarsfeld
El consejo de administración de la revista se compone de especialistas que
participan en el proyecto psicológico de la CIA:
El estudio de los sistemas de comunicación de los países que domina la Unión
Soviética o que podrían ser conquistados por grupos comunistas permita
recoger informaciones que los estrategas de las fuerzas terrestres pueden
utilizar inmediatamente, así como indicaciones - a veces muy precisas - sobre
las modalidades de propagación de la propaganda «blanca» y los métodos «negros»
de difusión del terror.
Las ciencias de la comunicación, concebidas como
medios de vigilancia y de coerción, tienen por consiguiente una vocación
puramente manipuladora.
Las ciencias de la coerción contra el neutralismo
El paradigma de la comunicación de masas, surgido del financiamiento de los
servicios de la Guerra Fría, se inserta en un plan intelectual más amplio
que consiste en dividir el mapa del mundo según la lógica maniquea de los
estrategas estadounidenses. Las tesis que defiende el patriarca de esta
disciplina, Wilbur Schramm, dan una perspectiva de esta dimensión reductora
de las ciencias de la comunicación.
El sistema de Schramm (como el de Leo Strauss) se basa en el antagonismo
«good guys/bad guys» (buenos y malos). Ese principio moral (el comunismo
simboliza el Mal y Estados Unidos el Bien) es compartido por la mayoría de
los intelectuales o científicos comprometidos con el gobierno estadounidense
en la lucha contra la expansión soviética.
En esta lucha maniquea, el
neutralismo se ve obligatoriamente como una traición.
Más que convencer a los partidarios del comunismo, el combate intelectual
consiste en implicar a los neutrales. En el Congreso por la Libertad de la
Cultura, los New York Intellectuals seguidos por una multitud de defensores
europeos del atlantismo, como Raymond Aron, en Francia señalan el
neutralismo como blanco fundamental de «su» trabajo.
Los especialistas de la comunicación trabajan también a favor de ese plan
general concebido por la CIA y la OPC. En un artículo publicado en POQ,
Daniel Lemer se interroga sobre los diferentes aspectos del neutralismo y
elabora un retrato tipo de los individuos que forman parte de esta categoría.
A la pregunta ¿Cómo reconocer a un neutral?, el autor responde:
«[Para un
neutral] escoger entre Estados Unidos y la URSS no es lo mismo que escoger
entre la libertad y la esclavitud».
Lemer establece varios síntomas de
neutralismo:
«Paz, seguridad, distensión de las relaciones internacionales».
Más allá del parecido entre las líneas ideológicas de la «guerra psicológica»
y las del Congreso por la Libertad de la Cultura que muestran la coherencia
relativa del plan concebido por Wisner y los dirigentes de la CIA, se puede
notar que los especialistas de la «manipulación de masas» son frecuentemente
marxistas arrepentidos.
Un ejemplo de ello es la carrera de Paul Lazarsfeld.
A fines de los años 20, el que será uno de los principales ideólogos de la «comunicación
de masas» es un socialista activo.
En Francia, tiene relaciones con la SFIO y con Leo Lagrange. En 1932, la
Fundación Rockefeller le ofrece una beca de dos años para estudiar en
Estados Unidos. Considerando que existe «una correspondencia metodológica
entre la compra de jabón y el voto socialista», se da a conocer escribiendo
artículos de marketing.
El gobierno y los servicios secretos reparan rápidamente en él y colabora en
un programa de investigación sobre los efectos de la radiodifusión (el Radio Research Program) financiado por la
Fundación Ford y fundado por el BASR,
cuya fuente de financiamiento son esencialmente los contratos del ejército y
de la CIA.
En 1951, es nombrado consejero para las Ciencias Sociales en la Fundación
Ford. Facilita entonces la creación en Austria de un Instituto de Estudios
Avanzados en Ciencias Sociales y el comienzo de un programa de intercambio
con Yugoslavia y Polonia. En los años 60, se le asignan puestos de experto
ante la UNESCO y la OCDE [12].
Paul Lazarsfeld rompió, por tanto, con los grupos socialistas para
incorporarse a los equipos científicos de la «guerra psicológica». Pero no
es el único que siguió ese camino, digno de los New York Intellectuals
[13].
Leo Lowenthal, uno de los principales colaborares de POQ, también participó
activamente en la elaboración de técnicas «psicológicas» para combatir a sus
ex-amigos marxistas.
El terreno científico de los «estudiosos del comportamiento» es el estudio
de los sistemas de comunicación de los países «de riesgo».
Por consiguiente,
no tiene nada de sorprendente el que la historia de esa disciplina esté
ligada a conflictos (Corea, Vietnam... y, secretamente, Chile y Angola...)
en los que interviene Estados Unidos durante la Guerra Fría.
Vigencia de la «guerra psicológica»
El dispositivo creado por Wisner se mantuvo al término de la Guerra Fría.
Paralelamente al reclutamiento de los «estudiosos del comportamiento», la
CIA financió la creación de numerosos centros de investigación internacional
o «area studies» con el objetivo de producir información sobre las zonas
geográficas «de riesgo».
Ya en 1947, la Fundación Carnegie provee los fondos necesarios para la
creación del Centro de Investigaciones sobre Rusia (Russian Research
Center). A partir de 1953, una de las principales pantallas de la CIA, la
Fundación Ford, procura fondos a 34 universidades para que se desarrollen en
ellas investigaciones internacionales.
Este proyecto se extiende más allá de Estados Unidos. La Fundación
Rockfeller financia, verificando cuidadosamente la etiqueta política de los
investigadores subvencionados, diferentes centros de «Area studies» en
Francia. La VIª Sección de la Escuela Práctica de Altos Estudios, que se
convertirá más tarde en Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales (EHESS),
acoge equipos de investigadores que generan trabajos sobre China, Rusia y
otras regiones de interés para los servicios estadounidenses.
Aún hoy, los
estudios internacionales siguen estando entre las preocupaciones esenciales
de la EHESS.
Asimismo, la Voice of America, la red de radiodifusión de la propaganda
estadounidense - juguete favorito de los estudiosos del comportamiento del
proyecto Troy - sigue en activo.
La ley, votada por el Congreso en 1960, que
promulgó el presidente Ford estipula:
La comunicación directa [la
propaganda blanca] por radio con los pueblos del mundo sirve a largo plazo a
los intereses de Estados Unidos (...) Las noticias de la VOA serán precisas,
objetivas y completas (...) La VOA presentará la política de Estados Unidos
de manera clara y eficaz (!)»
Difundidos mediante el transmisor de Greenville (Carolina del Norte), los
programas de la VOA se destinan actualmente a los países africanos y parecen
dirigidos esencialmente a servir de contrapeso a la influencia francesa en
la región (la VOA estableció además un servicio en idioma francés en 1960).
Proclamando su independencia, la VOA concluya así su carta:
«En el mundo, y
específicamente en África, la radio sigue siendo el principal medio de
acceso a la información. Hoy como ayer (sic), nuestro objetivo es presentar
programas que contengan informaciones fiables e imparciales, con las cuales
deben poder contar nuestros oyentes».
De manera general, las ciencias de la comunicación favorecieron el
surgimiento de una nueva forma de propaganda de guerra adaptada a la Guerra
Fría, o sea concebida no para un afrontamiento clásico sino a la vez para la
batalla ideológica Este-Oeste y los conflictos de baja intensidad que
tuvieron lugar en el Tercer Mundo.
En 2001, la administración de
George W. Bush reactivó el conjunto de
dispositivos de la Guerra Fría, no para luchar contra la Unión Soviética
sino para imponer un
Nuevo Orden Mundial. A partir de los
atentados del 11
de septiembre 2001, la justificación de esta reactivación han sido las
necesidades de la «guerra contra el terrorismo».
En ese contexto, la CIA recurre de nuevo a las universidades.
-
El director de
investigaciones científicas en el seno de la Agencia, John Philips, tomó el
control del Rochester Institute of Technology
-
Michael Crowl, subdirector de
la sociedad de economía mixta de la CIA en el sector informático, se
convirtió en rector de la universidad de Arizona
-
mientras que Robert Gates
(ex-patrón de la CIA bajo Bush padre) dirige actualmente la Texas A&M
University.
Referencias
[1] Presidente demócrata de los EE.UU.
(1884-1972), remplazó a Roosevelt y ordenó arrojar la bomba atómica
sobre Japón. Apoyo la Guerra Fría y desarrolló una política agresiva
frente a la Unión Soviética y la China comunista
[2] General y presidente republicano de los EE.UU. (1890-1969), comandante
en jefe de la OTAN
[3] La OSS (Office of Strategic Services) es un servicio secreto de
inteligencia y acción exterior, establecido durante la Segunda Guerra
Mundial. Utilizó a personalidades de las ciencias sociales como Herbert
Marcuse o Margaret Mead.
[4] El Office of War Information se encontraba bajo la dirección de
Elmer Davis.
[5] La OPC (Office of Policy Coordination) es la estructura directiva de
la red «stay-behind». Ver: «Stay-behind: Las redes estadounidenses de
desestabilización y de injerencia» por Thierry Meyssan, Voltaire, 20 de
julio de 2001.
[6] Alan Needell, «Project Troy and the Cold war annexation», in
Universities and Empire, Money and politics in the social sciences
during the Cold war, The New Press, 1998.
[7] El Center for International Studies (CENIS) es un departamento del
célebre MIT (Massachusetts Institute of Technology) dirigido por Max
Millikan.
[8] Ellen Herman, «Project Camelot and the Career of Cold War
Psychology», ibid.
[9] «La Fundación Ford, fachada filantrópica de la CIA», Voltaire, 31 de
enero de 2005.
[10] «Los manuales de tortura del ejército de los Estados Unidos» por
Arthur Lepic, Voltaire, 8 de junio de 2004.
[11] Christopher Simpson, Science of Coercion, Communication Research
and Psychological Warfare, 1945-1960, Oxford University Press, 1994.
[12] Michael Pollack, «Paul Lazarsfeld, fondateur d’une multinationale
scientifique» (Paul lazarsfeld fundador de una multinacional científica),
in Actes de la recherche en sciences sociales, n° 25, enero de 1979.
[13] «Los New York Intellectuals y la invención del neoconservadurismo»
por Denis Boneau, Voltaire, 4 de febrero de 2000.