por
Brian Tokar
del Sitio Web
Avizora
Con sede justo a la salida de St.Louis, Missouri, la
Compañía
Química Monsanto fue fundada en 1901 por John Francis Queeny.
Queeny,
un químico autodidacta, se trajo la tecnología para fabricar
sacarina, el primer edulcorante artificial, de Alemania a los EE.UU.
En los años 20, Monsanto se convirtió en uno de los principales
fabricantes de ácido sulfúrico y otros productos químicos básicos
para la industria, y es una de las cuatro empresas que han
permanecido entre las diez mayores empresas químicas estadounidenses
en cada década desde 1940
En los años 40, los plásticos y las fibras sintéticas se habían
convertido en pilares del negocio de Monsanto. En 1947, un carguero
francés que transportaba fertilizantes de nitrato amónico explotó en
un muelle apenas a 80 m. de la fábrica de plásticos de Monsanto en
Galveston, Texas. Murieron más de 500 personas en lo que se
consideró uno de los primeros grandes desastres de la industria
química.
La fábrica producía plásticos de estireno y poliestireno,
que aún hoy son componentes importantes de los envases alimenticios
y otros productos de consumo. En los años 80, la EPA (Agencia de
Protección Medioambiental), catalogó al poliestireno como el quinto
producto químico cuya producción genera más desechos peligrosos.
En 1929, la compañía química Swann, comprada poco después por
Monsanto, desarrolló los PCB’s, que fueron ampliamente loados por su
inflamabilidad y extremada estabilidad química. Los usos más
extendidos fueron en la industria de equipamientos eléctricos, que
adoptó a los PCBs como refrigerantes no-inflamables para su nueva
generación de transformadores.
Hacia los 60, la creciente familia de PCB’s de Monsanto eran ya usados en masa como lubricantes, fluidos
hidráulicos, ‘aceites cortantes’, protecciones water-proof y
sellantes líquidos. Habían aparecido pruebas de los efectos tóxicos
de los PCBs tan pronto como en los años 30, y científicos suecos que
estudiaron los efectos biológicos del DDT habían encontrado
concentraciones significativas de PCBs en la sangre, pelo y tejido
graso de los animales salvajes en los años 60.
Las investigaciones durante los años 60 y 70 revelaron que los PCB y
otros cloruros orgánicos aromáticos eran potentes agentes
cancerígenos, y también los relacionaron con un amplio abanico de
desórdenes inmunológicos, reproductivos y de crecimiento.
Su alta
afinidad química con la materia orgánica, especialmente el tejido
graso, es la responsable de las dramáticas tasas de bio-acumulación y
su extensión a la cadena alimenticia acuática en el Norte: la
merluza ártica, por ejemplo, contiene concentraciones de PCB 48
millones de veces superiores a las de las aguas en que se encuentra,
y los mamíferos depredadores como los osos polares pueden tener
concentraciones de PCB en sus tejidos aún 50 veces más grandes.
Aunque la fabricación de PCBs se prohibió en los EE.UU en 1976, sus
efectos destructores y tóxicos persisten en el mundo entero.
El centro mundial de la producción de PCB era la fábrica de Monsanto
en los suburbios de St.Louis Este, Illinois.
St.Louis Este es un
suburbio económicamente subdesarrollado de manera crónica, al otro
lado del Mississipi desde St.Louis, bordeado por dos grandes plantas
de procesamiento de metales además de la fábrica de Monsanto.
"St.
Louis Este", informa el periodista sobre temas de educación Jonathan
Kozol, "tiene algunos de los niños más enfermos de América".
Kozol
informa que la ciudad tiene la tasa más alta de muerte fetal y
nacimientos prematuros en todo el Estado, la tercera tasa más alta
de mortalidad infantil, y una de las más altas tasas de asma en
todos los EE.UU.
Las dioxinas: un legado de contaminación
La gente de St.Louis Este sigue enfrentándose a los horrores de los
altos niveles de exposición química, la pobreza, una infraestructura
urbana deteriorada y el colapso incluso de los servicios municipales
más básicos, pero la cercana ciudad de Times Beach, Missouri, se
encontró tan contaminada de dioxinas que el gobierno de los EE.UU.
ordenó su evacuación en 1982.
Aparentemente, la ciudad, así como
varios propietarios de tierras, contrataron a una empresa para
fumigar sus sucias calles con aceites de desecho para disminuir el
polvo. El mismo contratista había sido contratado por compañías
químicas locales para limpiar sus tanques de residuos llenos de
dioxinas. Cuando 50 caballos, otros animales domésticos, y cientos
de pájaros murieron en un polideportivo que había sido fumigado con
ese aceite, se inició una investigación que finalmente rastreó las
muertes a la dioxina proveniente de los tanques de residuos químicos.
Dos niñas que jugaban en el polideportivo se pusieron enfermas, una
de ellas hospitalizada durante 4 meses con graves problemas renales,
y muchos niños nacidos de madres expuestas al aceite contaminado de
dioxinas mostraron pruebas de anormalidades en su sistema
inmunológico y importantes disfunciones cerebrales.
Mientras Monsanto ha negado categóricamente cualquier conexión con
el incidente de Times Beach, el grupo TBAG (Times Beach Action
Group), de St.Louis, descubrió informes de laboratorio que
documentaban la presencia de altas concentraciones de PCBs
fabricados por Monsanto en diversas muestras de suelo contaminadas
de la ciudad.
"Desde nuestro punto de vista, Monsanto está en el
centro del problema aquí en Missouri" explica Steve Taylor, del TBAG.
Taylor reconoce que muchas cuestiones sobre Times Beach y otros
lugares contaminados en la región permanecen sin respuesta, pero
cita pruebas de que las investigaciones sobre la porquería fumigada
en Times Beach se limitaron a las fuentes provenientes de empresas
que no fueran Monsanto.
La tapadera sobre Times Beach alcanzó los niveles más altos de la
administración Reagan en Washington. Las agencias medioambientales
del Estado durante los años de Reagan se hicieron famosas por los
repetidos tratos secretos de sus oficiales con agentes de la
industria, en los cuales a las compañías favorecidas se les prometía
vista gorda y multas mucho más reducidas.
La administradora de la
EPA (Agencia de Protección del Medioambiente) nombrada por Reagan,
Anne Gorsuch Burford, fue obligada a dimitir después de dos años en
el cargo y su asistente especial, Rita Lavelle, fue castigada con
seis meses de cárcel por perjurio y obstrucción de la justicia. En
un incidente famoso, la Casa Blanca bajo Reagan ordenó a Burford
entregar los documentos sobre Times Beach y otros lugares
contaminados en los estados de Missouri y Arkansas, citando el
"privilegio ejecutivo", y Lavelle fue citada a juicio inmediatamente
después por destruir importantes documentos.
Un periodista de
investigación del Philadelphia Inquirer identificó a Monsanto como
una de las compañías químicas cuyos ejecutivos tenían frecuentes
comidas y cenas con Lavelle. La evacuación que pedían los residentes
de Times Beach se retrasó hasta 1982, 11 años después de descubrirse
la primera contaminación, y 8 años después de identificarse las
dioxinas como la causa.
La asociación de Monsanto con las dioxinas se puede rastrear hasta
su fabricación del herbicida 2,4,5-T que empezó a finales de los 40.
"Casi inmediatamente, sus trabajadores empezaron a ponerse enfermos,
con eczemas en la piel, dolores inexplicables en piernas,
articulaciones y otras partes del cuerpo, debilidad, irritabilidad,
nerviosismo y pérdida de la libido" explica Peter Sills, autor de un
libro de próxima publicación sobre las dioxinas.
"Los memorándum
internos muestran que la compañía sabía que estos hombres estaban
tan enfermos como afirmaban, pero mantuvieron sus pruebas bien
escondidas".
Una explosión en la planta de herbicidas de
Monsanto en
Nitro, West Virginia, en 1949 trajo una mayor atención a esas
quejas.
El agente contaminante responsable de esas condiciones no
fue identificado como la dioxina hasta 1957, pero el Cuerpo Químico
del Ejército de los EE.UU. aparentemente se interesó por esta
sustancia como un posible agente de guerra química. Una petición del
St.Louis Journalism Review bajo la Ley de la Libertad de
Información, reveló cerca de 600 páginas de informes y
correspondencia entre Monsanto y el Cuerpo Químico del Ejército
sobre el tema de este subproducto de los herbicidas, ya desde 1952.
El herbicida Agente Naranja, usado por las fuerzas militares
estadounidenses para destruir el ecosistema de los bosques húmedos
de Vietnam durante los 60, era una mezcla de 2,4,5-T y 2,4-D que se
podían conseguir de diversas fuentes, pero el Agente Naranja de
Monsanto tenía concentraciones de dioxina mucho más altas que el
producido por Dow Chemical, el otro mayor fabricante del herbicida.
Esto hizo que Monsanto fuera la parte más importante de la defensa
en la denuncia de los veteranos de la guerra del Vietnam en los EE.UU, que sufrían un abanico de síntomas debilitantes atribuible a
la exposición al Agente Naranja. Cuando se alcanzó un acuerdo de
$180 millones en 1984 entre 7 compañías químicas y los abogados de
los veteranos, el juez ordenó a Monsanto que pagara el 45.5% del
total
En los 80, Monsanto llevó a cabo una serie de estudios diseñados
para minimizar su responsabilidad, no sólo en la denuncia del Agente
Naranja, sino en continuos casos de contaminación de empleados en su
planta de West Virgina. Un proceso de tres años y medio por parte de
trabajadores del ferrocarril expuestos a las dioxinas al descarrilar
un tren, reveló un modelo de manipulación de datos y diseño de
experimentos manipulados en esos estudios.
Un agente de la EPA llegó
a la conclusión que los estudios fueron manipulados para dar apoyo a
la afirmación de Monsanto de que los efectos de las dioxinas se
limitaban a la enfermedad de la piel, cloracne.
Los investigadores
de Greenpeace, Jed Greer y Kenny Bruno, describen el resultado:
"Según los testimonios del juicio, Monsanto mezcló los casos de
trabajadores expuestos y no-expuestos, borró arbitrariamente varios
casos claves de cáncer, no verificó la clasificación de los casos de
cloracne según los criterios comunes de la dermatitis industrial, no
aseguró que los informes entregados y usados por los consultores no
hubieran sido manipulados e hizo falsos comunicados sobre la
contaminación por dioxinas en los productos de Monsanto"
El juicio, en que el jurado concedió una reparación por daños de $16
millones contra Monsanto, reveló que muchos de los productos de
Monsanto, desde los herbicidas domésticos hasta el germicida
Santophen que se usaba en el desinfectante Lysol, estaban
conscientemente contaminados con dioxinas.
"Las pruebas contra los
ejecutivos de Monsanto durante el juicio, muestran el retrato de una
cultura de la empresa en que las ventas y los beneficios tenían
mayor prioridad que la seguridad de los productos y los
trabajadores", informaba el Toronto Globe and Mail al acabar el
juicio.
"Simplemente no les importaban la salud y seguridad de sus
trabajadores", explica Peter Sills. "En vez de intentar hacer las
cosas más seguras, confiaron en la intimidación y amenazaron con
despidos para mantener a sus empleados trabajando".
Un estudio subsiguiente por parte del Dr. Cate Jenkins, de la
Rama de
Desarrollo Normativo de la EPA, documentó una historia aún más
sistemática de ciencia fraudulenta.
"De hecho, Monsanto ha remitido
información falsa a la EPA que resultó directamente en normativas
más leves bajo las leyes RCRA (Ley de Conservación y Recuperación de
Recursos) y FIFRA (Ley Federal de Insecticidas, Fungicidas y
Rodenticidas)" exclamaba el Dr. Jenkins en un memorándum de 1990
urgiendo a la agencia a llevar una investigación criminal contra la
compañía.
Jenkins citaba documentos internos de Monsanto que
revelaban que la empresa "manipuló" muestras de herbicidas enviadas
al Departamento de Agricultura de los EE.UU, se escondió detrás de
argumentos sobre la "química de procesos" para desviar los intentos
para regular el 2,4-D y otros clorofenoles, escondió pruebas
concernientes a la contaminación del Lysol, y excluyó a varios
cientos de sus empleados más enfermos de sus estudios comparativos
de salud.
"Monsanto encubrió la contaminación por dioxinas de un
vasto abanico de sus productos. Monsanto no informó de diversas
contaminaciones, enviando información falsa intentando mostrar que
no había habido ninguna contaminación, y envió al gobierno muestras
para analizar , que habían sido especialmente preparadas para que no
existiera contaminación por dioxinas."
Herbicidas de nueva generación
Hoy, los herbicidas de glifosfatos como el Roundup suponen al menos
una sexta parte de las ventas anuales de Monsanto y la mitad del
beneficio operativo, quizás mucho más desde que la empresa separó
sus divisiones de química industrial y fibras sintéticas creando una
empresa separada, llamada Solutia, en septiembre de 1997.
Monsanto
está promocionando agresivamente a Roundup como un herbicida de uso
general seguro, para usar en cualquier sitio, desde césped a
orquídeas a grandes bosques de coníferas, en los cuales se usa la
fumigación aérea del herbicida para recortar el crecimiento de
árboles de hoja caduca y fomentar el crecimiento de las más
rentables coníferas.
La NCAP (Coalición del Noroeste para
Alternativas a los Pesticidas), con base en Oregon, revisó 408
estudios científicos sobre los efectos de los glifosfatos y de las
aminas polioxietilenas que también se usan en el Roundup, y llegó a
la conclusión que el herbicida es mucho menos benigno de lo que
sugiere la publicidad de Monsanto:
"Los síntomas del envenenamiento
agudo en los humanos después de la ingestión de Roundup incluyen
dolores gastrointestinales, vómitos, hinchazón de los pulmones,
neumonía, pérdida de conciencia y destrucción de células rojas.
Trabajadores que mezclaban, cargaban y aplicaban glifosfatos
informaron de irritación de ojos y piel.
El Sistema de
Monitorización de Incidentes con Pesticidas de la EPA tiene 109
informes de efectos sanitarios asociados con la exposición a los glifosfatos
entre 1966 y octubre de 1980. Entre ellos se incluyen
irritación de ojos y piel, náuseas, mareos, dolores de cabeza,
diarreas, visión borrosa, fiebre y debilidad".
Es importante remarcar que las fechas 1966-1980 representan un
periodo muy anterior al del uso extendido del Roundup.
Una serie de suicidios e intentos de suicidio en Japón durante los
80 usando Roundup, permitió a los científicos calcular la dosis
letal en seis onzas.
El herbicida es 100 veces más tóxico para los
peces que para las personas, es tóxico para los gusanos, las
bacterias de la tierra y hongos beneficiosos, y los científicos han
medido varios efectos fisiológicos directos del Roundup en peces y
otras formas salvajes de vida, además de los efectos secundarios
atribuibles a la destrucción de los bosques. La separación del
glifosfato en N-nitrosoglifosfato y otros compuestos relacionados
han incrementado las dudas sobre el posible potencial cancerígeno de
los productos Roundup.
Un estudio en 1993 de la Escuela de Salud Pública en la Universidad
de California en Berkeley, encontró que los glifosfatos eran la
causa más común de enfermedades relacionadas con los pesticidas
entre los trabajadores de mantenimiento de obras públicas en
California, y la tercera causa entre los trabajadores agrícolas.
Un
análisis de la literatura científica realizado en 1996 por los
miembros de la Mesa Redonda sobre los Bosques de los Ciudadanos de
Vermont (grupo que había hecho presión con éxito en la legislatura
de Vermont para una prohibición estatal sobre el uso de herbicidas
en la industria forestal), reveló nuevas pruebas de daños
pulmonares, palpitaciones del corazón, náusea, problemas
reproductivos, aberraciones en los cromosomas, y numerosos efectos
más de la exposición al herbicida Roundup.
En 1997, Monsanto
respondió a cinco años de quejas por parte del Fiscal General del
Estado de Nueva York de que los anuncios de Roundup eran engañosos;
la empresa alteró los anuncios eliminando la afirmación de que el
herbicida es "biodegradable" y "respetuoso con el medio ambiente" y
pagó $50.000 por las costas legales del Estado en el caso.
En 1998, Monsanto aceptó pagar una multa de $225.000 por etiquetar
mal contenedores de Roundup en 75 ocasiones diferentes. Era la multa
más alta jamás pagada en violación de los Estándares de Protección
de los Trabajadores en la FIFRA. Según el Wall Street Journal,
Monsanto distribuyó contenedores del herbicida con etiquetas que
restringían la entrada a las áreas tratadas durante 4 horas en vez
de las 12 horas requeridas.
Esta es sólo la última en una serie de
multas y sentencias contra Monsanto en los EE.UU, incluyendo el pago
de $108 millones por responsabilidad en el caso de la muerte por
leucemia de un empleado en Texas en 1986, un arreglo de $648.000 por
supuestamente dejar de dar los datos de salud requeridos a la EPA en
1990, una multa de $1 millón por el Fiscal General de Massachussets
en 1991 en el caso de un escape de un contenedor de ácidos de
200.000 galones, un arreglo de $39 millones en Houston, Texas,
referente al depósito de elementos químicos peligrosos en fosas no
protegidas, y muchos más.
En 1995, Monsanto era la quinta en el
ranking de empresas de los EE.UU en el Inventario de Residuos
Tóxicos de la EPA, habiendo descargado 37 millones de libras de
productos tóxicos en el aire, tierra, agua y subsuelo.
El Mundo Feliz de la Biotecnología
La agresiva promoción por parte de Monsanto de sus productos de
biotecnología, desde la recombinante BGH (Hormona de Crecimiento
Bovino) a las plantas de soja Roundup Ready y otras, a sus
variedades de algodón resistentes a los insectos, es vista por
muchos observadores como la continuación de muchas décadas de
prácticas éticamente cuestionables.
"Las corporaciones tienen
personalidades y Monsanto es una de las más malignas", explica el
escritor Peter Sills. "Desde los herbicidas de Monsanto al
desinfectante Santophen al BGH, parece que hacen todo lo posible
para hacer daño a sus trabajadores y a los niños".
En un principio, Monsanto era una de cuatro compañías químicas que
intentaban sacar al mercado una Hormona de Crecimiento Bovino
sintética, producida en bacterias E.coli modificadas genéticamente
para producir proteínas bovinas.
Otra era American Cyanamid, ahora
propiedad de American Home Products, que está a punto de fusionarse
con Monsanto. Los intentos de Monsanto durante 14 años para
conseguir el permiso de la FDA (Agencia de Alimentos y Medicinas)
para sacar la rBGH al mercado ha estado plagado de controversias,
incluyendo alegaciones de un supuesto esfuerzo concertado para
suprimir información sobre los efectos negativos de la hormona. Un
veterinario de la FDA, Richard Burroughs, fue despedido después de
acusar tanto a la compañía como a la agencia de suprimir y manipular
datos para esconder los efectos de las inyecciones de rBGH sobre la
salud de las vacas lecheras
En 1990, cuando la aprobación de la rBGH por la FDA parecía
inminente, un patólogo veterinario de las instalaciones de
investigación agrícola de la Universidad de Vermont mostró, a dos
legisladores del Estado, datos previamente suprimidos que
documentaban importantes incrementos en las tasas de infección de
las ubres en las vacas que habían sido inyectadas con la entonces
experimental hormona de Monsanto, así como una inusual cantidad de
casos de defectos graves de nacimiento en las crías de vacas
tratadas con rBGH.
Una revisión independiente de los datos de la
Universidad por parte de un grupo en representación de las granjas
regionales documentó problemas de salud adicionales en las vacas,
asociados con la rBGH, incluyendo altas tasas de lesiones en cascos
y piernas, dificultades metabólicas y reproductoras, e infecciones
uterinas. La Oficina Presupuestaria del Congreso (GAO,
General Accounting Office) intentó una investigación sobre el caso pero no
pudo obtener los archivos necesarios de Monsanto y de la Universidad
para continuar su investigación, en particular respecto a las
sospechas de efectos teratogénicos y embriotóxicos.
Los auditores de
la GAO llegaron a la conclusión que las vacas inyectadas con rBGH
tenían una tasa de mastitis (infección de las ubres) un tercio mayor
que las no tratadas, y recomendó más investigación sobre el riesgo
de niveles más altos de antibióticos en la leche producida usando
rBGH.
La rBGH de Monsanto fue aprobada para la venta comercial por la FDA
en 1994.
El año siguiente, Mark Kastel de la
Unión de Granjeros de
Wisconsin dio a conocer un estudio con las experiencias de los
granjeros de Wisconsin con la hormona. Sus resultados excedían los
21 potenciales problemas de salud que Monsanto había sido requerida
a listar en las etiquetas de Posilac (nombre comercial del rBGH).
Kastel encontró informes variados sobre muertes espontáneas entre
vacas tratadas con rBGH, alta incidencia de infecciones de ubres,
graves dificultades metabólicas y problemas de reproducción, y en
algunos casos imposibilidad de ‘destetar’ a las vacas de la hormona.
Muchos granjeros experimentados que probaron el rBGH de repente
tuvieron que reemplazar grandes partes de su rebaño.
En vez de
examinar las causas de las quejas de los granjeros sobre el rBGH,
Monsanto pasó a la ofensiva, amenazando con denunciar a las pequeñas
empresas lecheras que anunciaran sus productos como libres de la
hormona, y participando en el litigio, junto a varias asociaciones
de productores de leche, contra la primera y única ley de etiquetado
obligatorio de la rBGH en los EE.UU.
A pesar de ello, las pruebas de
los efectos dañinos de la rBGH en la salud tanto de las vacas como
de las personas continuaron acumulándose.
Mientras los herbicidas y los productos modificados genéticamente de
Monsanto han sido un foco de controversia público durante años, sus
productos farmacéuticos también tienen un pésimo historial. El
producto estrella de la empresa de fármacos subsidiaria de Monsanto,
G.D. Searle es el
edulcorante artificial aspártamo, vendido con las
marcas Nutrasweet y Equal.
En 1981, cuatro años antes de que
Monsanto comprara Searle, un Equipo de Investigación de la FDA,
compuesto por tres científicos independientes, confirmó los informes
que habían estado circulando durante ocho años acerca de que "el
aspártamo puede inducir tumores cerebrales". La FDA revocó la
licencia de Searle para vender aspártamo, aunque luego la decisión
fue de nuevo revocada bajo el mandato de un nuevo comisionado
nombrado por Ronald Reagan.
Un estudio de 1996 en el Diario de Neuropatología y Neurología
Experimental ha renovado las dudas, al asociar el aspártamo con un
fuerte incremento de cánceres cerebrales justo después que se
pusiera a la venta la sustancia. El Dr.Erik Millstone de la
Unidad
de Investigación sobre las Políticas Científicas de la Universidad
de Sussex cita una serie de informes de los años 80 que relacionan
el aspártamo con un amplio muestrario de reacciones adversas en
consumidores sensibles, incluyendo dolores de cabeza, visión
nublada, pérdida de sensibilidad, pérdida de oído, dolores
musculares y ataques de tipo epiléptico, entre muchas más.
En 1989, Searle de nuevo se enfrentó a la FDA, que acusó a la compañía de
publicidad engañosa en el caso de su fármaco anti-úlcera, Cytotec.
La FDA decía que los anuncios estaban diseñados para vender el
fármaco a una audiencia mucho más amplia y más joven de lo que
aconsejaba la agencia. Searle/Monsanto fue obligada a sacar un
anuncio en varias revistas médicas bajo el título "Publicado para
corregir un anuncio previo que la FDA considera engañoso"
La limpieza de cara de Monsanto
Dada esta larga y tormentosa historia, es fácil entender porqué
muchos ciudadanos bien informados en Europa y EE.UU dudan antes de
confiar a Monsanto el futuro de nuestra comida y nuestra salud.
Pero
Monsanto está haciendo todo lo que puede para aparecer impertérrita
ante esa oposición. A través de esfuerzos como su campaña de
publicidad de 1 millón de libras en Gran Bretaña, su esponsorización
de una nueva exposición sobre Biodiversidad con la más avanzada
tecnología, en el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York,
y muchos otros, están intentando parecer más concienciados, más
‘verdes’, y más progresistas incluso que sus oponentes.
En los EE.UU están impulsando su imagen, y posiblemente influyendo
en las políticas, con el apoyo de gente en los más altos niveles de
la administración Clinton. En mayo de 1997, Mickey Kantor,
arquitecto de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 y
Representante Comercial de los EE.UU durante el primer mandato de
Clinton, fue elegido como miembro del Consejo de Dirección de
Monsanto.
Marcia Hale, antigua asistente personal del Presidente, ha
trabajado como relaciones públicas de Monsanto en Gran Bretaña. El Vice-Presidente,
Al Gore, bien conocido en los EE.UU por sus
escritos y discursos sobre el medio ambiente, ha sido un ferviente
defensor de la biotecnología al menos desde sus días en el Senado.
El Consejero Principal de Política Doméstica de Gore, David.W.Beier,
fue previamente el Director de Asuntos Gubernamentales en la empresa
Genentech, Inc.
Bajo el mando del CEO Robert Shapiro, Monsanto ha puesto toda la
carne en el asador para transformar su imagen de proveedor de
productos químicos peligrosos a la de una institución ilustrada, con
la vista puesta en el futuro, luchando por alimentar al mundo.
Shapiro, que empezó a trabajar en G.D.Searle en 1979 y llegó a
presidente de la División Nutrasweet en 1982, es miembro del Comité
Asesor para las Políticas y Negociaciones Comerciales del
Presidente, y antes cumplió un mandato como miembro del Equipo de
Revisión de la Política Doméstica de la Casa Blanca.
Se describe a
sí mismo como un visionario y un Hombre del Renacimiento, con la
misión de usar los recursos de la compañía para cambiar el mundo:
"La única razón para trabajar en una gran compañía es que tienes la
posibilidad de hacer cosas en una escala tan grande que realmente es
importante" dijo en una entrevista para Business Ethics, revista
estrella del movimiento para los "negocios socialmente responsables"
en los EE.UU.
Shapiro se hace pocas ilusiones sobre la reputación de Monsanto en
los EE.UU, recordando con comprensión el dilema de muchos empleados
de Monsanto cuando muchos hijos de sus vecinos arrugan la nariz
cuando descubren dónde trabaja ese empleado.
Está ansioso por
demostrar que él comparte el deseo generalizado de un cambio de
sistema, y está resuelto a redirigir ese deseo hacia los fines de su
compañía, como demostró en una reciente entrevista con el Harvard
Business Review:
"No es una cuestión de buenos chicos y malos
chicos. No tiene ningún sentido decir, "Con que estos malos chicos
cerraran su negocio, el mundo ya iría bien". El sistema en su
conjunto tiene que cambiar; hay una inmensa oportunidad para la
reinvención".
Por supuesto, el sistema reinventado de Shapiro es uno en el que las
inmensas corporaciones no sólo continúan existiendo, sino que
ejercitan un control aún mayor sobre nuestras vidas.
Pero Monsanto
se ha reformado, se nos dice.
Se han deshecho con éxito de sus
divisiones de química industrial y ahora están concentrados en
sustituir productos químicos por "información" bajo el disfraz de
semillas genéticamente modificadas y otros productos de la
biotecnología. Esta es una postura irónica por parte de una compañía
cuyo producto más rentable es un herbicida, y cuyo aditivo
alimenticio más conocido parece que está haciendo enfermar a mucha
gente. Es un papel poco probable para una compañía que intenta
intimidar a sus críticos con denuncias y suprimir las críticas en
los medios.
El último Informe Anual de Monsanto, no obstante, demuestra
claramente que ha aprendido todas las palabras clave. Roundup no es
un herbicida, es una herramienta para minimizar la labranza y
disminuir la erosión del suelo. Las cosechas genéticamente
modificadas no son un tema de beneficios para Monsanto, son para
resolver el inexorable problema del crecimiento de la población. La
biotecnología no es reducir todo lo vivo al rango de materias primas
- cosas para ser compradas, vendidas, puestas en el mercado y
patentadas - sino que en realidad fomenta lo contrario: la
sustitución de productos manufacturados en masa con una vasta gama
de productos especializados hechos a medida. Esto es Doble Lenguaje
del más alto nivel.
Finalmente, debemos creernos que la agresiva promoción de la
biotecnología por parte de Monsanto no es sólo un asunto de simple
arrogancia empresarial, sino más bien el resultado de un simple
hecho de la naturaleza.
Se les presenta a los lectores del Informe
Anual de Monsanto una analogía entre el rápido crecimiento actual en
el número de pares base de ADNs identificados con el crecimiento
exponencial de la miniaturización en la industria electrónica que
empezó en los 60. Monsanto ha bautizado el supuesto crecimiento
exponencial de lo que denomina "conocimiento biológico" nada más y
nada menos que como "Ley de Monsanto". Como cualquier otra ley de la
naturaleza, uno no tiene más opción que ver realizarse sus
predicciones y, en este caso, la predicción es nada menos que el
continuo crecimiento exponencial de la expansión global de Monsanto
Pero el crecimiento de cualquier tecnología no es simplemente una
"ley de la naturaleza".
Las tecnologías no son fuerzas sociales por
sí mismas, ni simples "herramientas" neutras que pueden usarse para
satisfacer cualquier fin social que deseemos. Más bien son productos
de instituciones sociales e intereses económicos concretos. Una vez
un curso particular de desarrollo tecnológico se pone en marcha,
puede tener consecuencias mucho más amplias de lo que previeron sus
creadores: cuanto más poderosa la tecnología, más profundas las
consecuencias
Por ejemplo, la así llamada "Revolución Verde" de la agricultura en
los 60 y 70 incrementó temporalmente los rendimientos de las
cosechas, y también hizo a los agricultores de todo el mundo cada
vez más dependientes de costosos productos químicos. Esto provocó
inmensos desplazamientos de gente de sus tierras, y en muchos países
ha minado el suelo, el agua y la base social de la tierra que había
sostenido a la gente durante milenios. Estos movimientos de gente a
gran escala han fomentado el crecimiento de la población, la
urbanización y la marginación social, que a su vez han llevado a un
nuevo ciclo de pobreza y hambre
La "segunda Revolución verde" que prometen Monsanto y otras
compañías de biotecnología amenazan con traer aún mayores conflictos
en la propiedad tradicional de las tierras y en las relaciones
sociales.
Al rechazar a Monsanto y su biotecnología,
no estamos
rechazando necesariamente la tecnología per se, sino intentado
reemplazar una tecnología de manipulación, control y
beneficios que
va contra la vida, con una tecnología genuinamente ecológica,
diseñada para respetar las reglas de la naturaleza, mejorar la salud
personal y de la comunidad, sostener a las comunidades basadas en la
tierra, y operar en una escala verdaderamente humana.
Si creemos en
la democracia, es imperativo que tengamos el derecho de escoger qué
tecnologías son mejores para nuestras comunidades, en vez de que
decidan por nosotros instituciones que no responden ante nadie como
Monsanto. En vez de tecnologías diseñadas para el continuo
enriquecimiento de unos pocos, podemos basar nuestra tecnología en
la esperanza de una mayor armonía entre nuestras comunidades humanas
y el mundo natural.
Nuestra salud, nuestra comida, y el futuro de la
vida en la Tierra realmente dependen de este balance
Monsanto
Una historia en entredicho
por Brian Tokar
Free-News
Globalización
Salud Ecología
del Sitio Web
FreeNews
Brian Tokar es autor de «Earth for Sale» (South End Press, 1997) y
«The Green Alternative» (New Society Publishers, 1992).
Es profesor
en el Instituto de Ecología Social y en el Goddard College, en
Plainfield, Vermont, EE.UU. |
Los anuncios de Monsanto en Gran Bretaña y los EE.UU. presentan a
esta compañía como una empresa visionaria, una fuerza de la historia
mundial, que trabaja para aportar la ciencia de vanguardia y una
actitud ambientalmente responsable a la solución de los problemas
más urgentes de la Humanidad.
Pero,
-
¿Qué es en realidad Monsanto?
-
¿Cuál es su origen?
-
¿Cómo llegó a ser el segundo productor mundial
de agroquímicos, uno de los principales proveedores de semillas y
dentro de poco, con la inminente fusión con «American Home
Products», el mayor vendedor de medicamentos de los EE.UU.?
-
¿Qué
tienen que decir sobre la empresa sus trabajadores, sus clientes y
otras personas en cuyas vidas ha influido?
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¿Es Monsanto la compañía
«limpia y verde» que proclaman sus anuncios, o este nuevo rostro es
sólo el resultado de una inteligente operación de imagen?.
Una
mirada a su historia nos da algunas claves reveladoras, y puede
ayudarnos a entender mejor las prácticas actuales de la compañía.
Los PCBs
En 1929, la Swann Chemical Company, adquirida poco después por
Monsanto, desarrolló los bifenilos policlorados (PCBs por sus siglas
en inglés), que fueron muy alabados por su extraordinaria
estabilidad química y su ininflamabilidad. Su uso más frecuente se
dio en la industria de equipos eléctricos, que escogió los PCBs como
refrigerantes incombustibles de una nueva generación de
transformadores.
En el transcurso de los años 60, los compuestos de
la cada vez más numerosa familia de los PCBs de Monsanto fueron
también usados como lubricantes, líquidos hidráulicos, aceites
lubricantes de herramientas, revestimientos impermeables y
selladores líquidos. Las pruebas de los efectos tóxicos de los PCBs
se remontan a los años 30, y científicos suecos que estudiaban los
efectos biológicos del DDT comenzaron a hallar concentraciones
significativas de PCBs en la sangre, pelo y tejidos grasos de los
animales salvajes en la década de los 604.
La investigación durante los años 60 y 70 reveló que los PCBs y
otros compuestos organoclorados aromáticos eran carcinógenos
poderosos, y también los relacionó con un amplio conjunto de
trastornos reproductivos, de desarrollo y del sistema inmunológico
[ver el artículo de J. Cummins en esta revista. La afinidad
química de estos compuestos por las grasas es responsable de sus
enormes tasas de acumulación y bioconcentración, así como de su
expansión a través de la cadena alimenticia marina en el Norte del
mundo.
El bacalao ártico, por ejemplo, presenta concentraciones de PCBs 48 millones de veces mayores que las de las aguas en las que
vive, y los mamíferos predadores, como el oso polar, pueden albergar
concentraciones que superan en más de 50 veces las del bacalao.
Aunque la fabricación de PCBs se prohibió en los Estados Unidos en
1976, sus efectos tóxicos y perturbadores del sistema endocrino
persisten en todo el mundo6.
El centro mundial de producción de PCBs era la planta de Monsanto en
las afueras de East St. Louis, Illinois. East St. Louis es un
suburbio con un empobrecimiento crónico, situado en la orilla del
río Mississippi opuesta a St. Louis, y flanqueado por dos grandes
plantas metalúrgicas, además de las instalaciones de Monsanto. El
escritor sobre temas educativos Jonathan Kozol afirma que «East St.
Louis tiene algunos de los niños más enfermos de América».
Kozol informa que la ciudad tiene la
tasa más alta de muerte fetal y de nacimientos prematuros del
estado, la tercera tasa más alta de mortalidad infantil, y uno de
los índices más altos de asma infantil en los EE.UU.7
Dioxinas: Una
herencia de contaminación
Los habitantes de East St. Louis continúan soportando los horrores
de una alta exposición a productos tóxicos, la pobreza, el deterioro
de la infraestructura urbana, y el colapso de incluso los más
básicos servicios públicos, pero la cercana ciudad de Times Beach,
Missouri, fue evacuada en 1982 por orden del gobierno de los EE.UU.,
debido a que estaba totalmente contaminada con dioxinas.
Al parecer,
el ayuntamiento, así como varios propietarios privados, pagaron a un
contratista para que regara sus calles con aceites de deshecho para
mantener el polvo pegado al suelo. El mismo contratista había sido
contratado por empresas químicas locales para vaciar sus tanques de
lodos contaminados con dioxinas.
Cuando 50 caballos, otros animales
domésticos y cientos de pájaros silvestres murieron en una plaza
cubierta que había sido regada con el aceite, se ordenó una
investigación que acabó relacionando las muertes con la dioxina de
los tanques de lodos químicos8. Dos niñas que jugaban en la plaza
cayeron enfermas, y una de ellas fué hospitalizada durante cuatro
semanas con una importante afección renal, y muchos más niños
nacidos de madres expuestas al aceite contaminado con dioxina dieron
pruebas de anormalidades en el sistema inmunológico y de disfunción
cerebral significativa9.
Si bien Monsanto ha negado siempre cualquier relación con el
incidente de Times Beach, el grupo Times Beach (TBAG), con sede en
San Luis, reveló informes de laboratorio que demostraban la
presencia de grandes concentraciones de PCBs fabricados por Monsanto
en muestras de suelo contaminado de la ciudad10.
Steve Taylor, del TBAG, explica que
«Desde nuestro punto de vista, Monsanto está en el
meollo del problema aquí en Missouri».
Taylor reconoce que muchas
cuestiones acerca de Times Beach y otros lugares contaminados de la
región siguen sin respuesta, pero cita pruebas de que las
investigaciones detalladas del lodo con que se regó Times Beach se
limitaron a aquellas fuentes que procedían de compañías diferentes a
Monsanto.
El encubrimiento del caso «Times Beach» alcanzó a los niveles más
altos de la administración Reagan entonces en el poder. Las agencias
medioambientales durante la época de Reagan se hicieron célebres por
los repetidos acuerdos de tapadillo de sus funcionarios con
representantes de la industria, en virtud de los cuales, las
empresas se beneficiaban de tolerancia ante la ley y de multas muy
rebajadas.
La administradora de la EPA, nombrada por Reagan,
Anne Gorsuch Burford, fue obligada a dimitir tras dos años en el cargo, y
su asistente especial, Rita Lavelle, fue encarcelada seis meses por
perjurio y obstrucción a la justicia. La Casa Blanca de los tiempos
de Reagan ordenó a Burford que no entregara documentos sobre Times
Beach y otros lugares contaminados en los Estados de Missouri y
Arkansas, alegando «privilegio ejecutivo», y más adelante, Lavelle
fue llamada a declarar por haber destruido importantes documentos11.
Un periodista de investigación para el periódico Philadelphia
Inquirer identificó a Monsanto como una de las compañías químicas
cuyos ejecutivos organizaban frecuentes comidas y cenas con
Lavelle12. La evacuación solicitada por los residentes de Times
Beach se aplazó hasta 1982, once años después del descubrimiento de
la contaminación, y ocho años después de que se identificara a la
dioxina como la causa de la misma
La relación de Monsanto con la dioxina se remonta a la fabricación
del herbicida 2,4,5-T, que comenzó a finales de la década de los 40.
«Casi inmediatamente, los trabajadores comenzaron a enfermar, con
erupciones en la piel, dolores inexplicables en las extremidades,
articulaciones y otras partes del cuerpo, debilidad, irritabilidad,
nerviosismo y pérdida del deseo sexual», explica Peter Sills, autor
de un libro sobre la dioxina a punto de aparecer.
«Documentos
internos muestran que la compañía sabía que aquellas personas
estaban realmente tan enfermas como decían, pero la empresa mantuvo
todas las pruebas ocultas13».
Una explosión en la planta de
herbicidas Nitro de Monsanto en West Virginia en 1949, atrajo aún
más atención sobre estas quejas. El contaminante responsable de las
dolencias de los trabajadores no fue identificado como dioxina hasta
1957, pero antes de esa fecha, los especialistas en guerra química
del ejército de los EE.UU. se habían interesado por dicha sustancia
como una posible arma química.
A consecuencia de una petición de la
revista St. Louis Journalism Review, invocando la Ley de la Libertad
de Información de EE.UU., se descubrieron casi 600 páginas de
informes y correspondencia entre Monsanto y los especialistas en
guerra química del ejército de los EE.UU. sobre este subproducto de
la fabricación de herbicidas; algunos de estos documentos eran de
195214.
Agente Naranja: El envenenamiento de Vietnam
El herbicida conocido como Agente Naranja, que fue usado por las
fuerzas militares de los EE.UU. para defoliar los ecosistemas de
selva tropical de Vietnam durante los años 60, era una mezcla de
2,4,5-T y 2,4-D que provenía de varias fuentes, pero el Agente
Naranja de Monsanto tenía concentraciones de dioxina muchas veces
superiores al producido por Dow Chemical, el otro gran productor del
defoliante.
Esto convirtió a Monsanto en el principal acusado en la
demanda interpuesta por veteranos de la guerra del Vietnam, que
experimentaron un conjunto de síntomas de debilidad atribuibles a la
exposición al Agente Naranja. Cuando en 1984 se alcanzó un acuerdo
de indemnización por valor de 180 millones de dólares entre siete
compañías químicas y los abogados de los veteranos, el juez ordenó a
Monsanto pagar el 45,5% del total15.
En los años 80, Monsanto emprendió una serie de estudios con el fin
de minimizar su responsabilidad, no sólo en la causa del Agente
Naranja, sino en reiterados casos de contaminación de sus
trabajadores en su planta de West Virginia. Un caso judicial de tres
años y medio de duración, derivado de una denuncia de trabajadores
ferroviarios expuestos a la dioxina a consecuencia de un
descarrilamiento, reveló la existencia de datos manipulados y diseño
experimental engañoso en dichos estudios.
Un funcionario de la EPA
concluyó que los estudios fueron manipulados para apoyar la posición
de Monsanto, que defendía que los efectos de la dioxina se limitaban
al cloracné (una enfermedad de la piel)16.
Los investigadores de
Greenpeace Jed Greer y Kenny Bruno describen el resultado:
«De
acuerdo con testimonios dados en el juicio, Monsanto clasificó mal a
trabajadores expuestos y no expuestos, borró arbitrariamente varios
casos claves de cáncer, no verificó la clasificación de pacientes
con cloracné según los criterios comunes de dermatitis industrial,
no dio seguridades de que los registros aportados no estuvieran
manipulados e hizo falsas afirmaciones sobre la contaminación por
dioxina en los productos de Monsanto17».
El caso judicial, en el cual el jurado condenó a Monsanto a un total
de 16 millones de dólares en concepto de multa y compensación por
daños, reveló que muchos de los productos de la compañía, desde
herbicidas caseros al germicida Santophen, utilizado en tiempos en
el desinfectante Lysol, estaban contaminados con dioxina y que esta
contaminación se conocía.
«Las declaraciones de los ejecutivos de
Monsanto en el juicio pusieron de manifiesto una cultura empresarial
en la que las ventas y los beneficios tenían prioridad sobre la
seguridad de los productos y de los trabajadores», informó el
periódico Toronto Globe and Mail (Canadá) tras el final del
juicio18.
Como explica el autor Peter Sills, «simplemente no se
preocupaban de la salud y la seguridad de sus trabajadores»; «En vez
de intentar mejorar la seguridad, acudieron a la intimidación y
amenazaron con despidos para mantener a sus empleados trabajando».
Una revisión posterior del Dr. Cate Jenkins, de la EPA's Regulatory
Development Branch, puso de manifiesto una relación aún más
sistemática de casos de ciencia fraudulenta.
El Dr. Jenkins informó
en un memorando en 1990 que «Monsanto remitió información falsa a
la EPA, cuyo resultado fueron normativas más laxas en las leyes de
regulación (Resources Conservation and Recovery Act y Federal Insecticide, Fungicide and Rodenticide Act)», al tiempo que urgía a
la Agencia a que emprendiera una investigación criminal de la
compañía. Jenkins citó documentos internos de Monsanto que revelaban
que la compañía «adulteró» muestras de herbicidas que se remitieron
al Departamento de Agricultura de los EE.UU., se escudó en
argumentos de la «química de los procesos» para desviar los intentos
de regular el 2,4-D y varios clorofenoles, ocultó pruebas sobre la
contaminación del Lysol, y excluyó a varios cientos de sus antiguos
empleados más enfermos de sus estudios comparados de salud19.
Monsanto ocultó la contaminación con dioxina de muchos de sus
productos.
En unos casos, Monsanto no informó de la contaminación,
en otros dio información falsa con el fin de demostrar que no
existía contaminación y, por último, en algunos casos, remitió
muestras para que las analizara el gobierno que habían sido
preparadas para que la contaminación con dioxina no existiera.
Roundup:
El herbicida más vendido del mundo
Hoy día los herbicidas de glifosato, tales como el Roundup,
representan al menos una sexta parte de las ventas anuales totales
de Monsanto, y la mitad de los ingresos por operaciones de la
compañía20, o quizá algo más desde que la compañía segregó sus
actividades de productos químicos industriales y tejidos sintéticos
en una empresa aparte, llamada Solutia (en septiembre de 1997).
Monsanto promociona agresivamente el Roundup como un herbicida
seguro y de uso general en cualquier lugar, desde céspedes y huertos
hasta grandes bosques de coníferas, donde se utiliza la fumigación
aérea para impedir el crecimiento de plantones de frondosas y
matorrales, y favorecer así el crecimiento de árboles rentables como
abetos y piceas21.
La organización North West Coalition for
Alternatives to Pesticides (NCAP), con sede en Oregón, revisó más de
40 estudios científicos sobre los efectos del glifosato y de las
aminas polioxietilénicas (usadas como agentes tensioactivos en el
Roundup), y concluyó que el herbicida es mucho menos inocuo de lo
que dicen los anuncios de Monsanto [Más sobre el Roundup en el
artículo de J. Mendelson].
En 1997, Monsanto respondió a cinco años de quejas del fiscal
general del estado de Nueva York de que sus anuncios del Roundup
eran engañosos, cambiando sus anuncios en el sentido de borrar las
referencias a la «biodegradabilidad» y al carácter «ambientalmente
positivo» del herbicida. La empresa hubo de pagar 50.000 dólares de
costas en el caso22.
En marzo de 1998, Monsanto accedió a pagar una multa de 225.000
dólares por etiquetar mal contenedores de Roundup en 75 ocasiones
diferentes. La multa fue la mayor cantidad jamás pagada por violar
las normas de protección de los trabajadores contenidas en la FIFRA
(Federal Insecticide, Fungicide and Rodenticide Act).
Según el
diario Wall Street Journal, Monsanto distribuyó contenedores del
herbicida, con etiquetas restringiendo la entrada en las áreas
tratadas con dicho herbicida, solamente durante cuatro horas en
lugar de las 12 horas necesarias23.
Esta es la última de una serie de grandes multas y decisiones
judiciales contra Monsanto en los EE.UU., incluyendo 108 millones de
dólares por responsabilidad en el caso de la muerte por leucemia de
un empleado tejano en 1986, una indemnización de 648.000 dólares por
no comunicar a la EPA unos datos sanitarios que le fueron requeridos
en 1990, una multa de 1 millón impuesta por el fiscal general del
estado de Massachusetts en 1991 por el vertido de unos 750.000
litros de agua residual ácida, otra indemnización de 39 millones en
Houston (Tejas), por depositar productos peligrosos en pozos sin
aislamiento, y muchos otros casos24.
En 1995, Monsanto era la quinta
empresa de EE.UU. en el inventario de vertidos tóxicos de la EPA,
con 16,8 millones de kg. de productos químicos tóxicos descargados
en tierra, aire, agua y subsuelo25.
Los productos farmacéuticos de Monsanto tienen también un historial
inquietante. El producto estrella de la compañía farmacéutica GD
Searle, subsidiaria de Monsanto, es el edulcorante artificial
«aspartame», vendido bajo los nombres comerciales de
Nutrasweet y
Equal.
En 1981, cuatro años antes de que Monsanto comprase Searle,
un comité consultivo de la FDA (Food and Drug Administration)
compuesto por tres científicos independientes, confirmó informes que
habían estado circulando desde hacía ocho años, y que afirmaban que
«el aspartame podría inducir tumores cerebrales26».
La FDA retiró a Searle la licencia de venta del
aspartame, pero esta decisión fue
anulada por un nuevo comisionado nombrado por el presidente Ronald
Reagan.
Un estudio de 1996 publicado en la revista científica Journal of
Neuropathology and Experimental Neurology ha suscitado de nuevo la
preocupación, relacionando el aspartame con un incremento súbito de
cánceres cerebrales a poco de introducirse la substancia. El Dr.
Erik Millstone, de la Unidad de Investigación sobre Política
Científica de la Universidad de Sussex (Inglaterra), cita una serie
de informes de los años 80, que relacionan el aspartame con un
conjunto amplio de reacciones adversas en consumidores sensibles,
incluyendo dolores de cabeza, visión borrosa, entumecimiento,
pérdida de audición, espasmos musculares y ataques inducidos de tipo
epiléptico, entre otras muchas27.
En 1989, Searle tuvo de nuevo
problemas con la FDA28, que acusó a la empresa de publicidad
engañosa en el caso de su medicina antiúlcera, Cytotec. La FDA dijo
que los anuncios estaban dirigidos a una población mucho más amplia
y joven de lo que había aconsejado la agencia (FDA).
Se le exigió a Searle/Monsanto que retirara de varias revistas médicas un anuncio
con el título «Publicado para corregir un anuncio previo que la FDA
consideró engañoso29».
El «Mundo
Feliz» de la biotecnología
La agresiva promoción que Monsanto realiza de sus productos
biotecnológicos, desde la hormona recombinante del crecimiento
bovino (rBGH) a la soja «Roundup Ready» y a sus variedades de
algodón resistentes a los insectos, resulta a ojos de cualquier
observador como una continuación de sus largas décadas de prácticas
éticamente discutibles.
Originalmente, Monsanto fue una de las cuatro empresas que querían
poner en el mercado una hormona sintética del crecimiento bovino,
producida por la bacteria E. coli manipulada genéticamente para
producir la proteína bovina. Otra de las empresas fue American
Cyanamid, ahora propiedad de American Home Products, la cual está en
un proceso de fusión con Monsanto.
Como describe en esta revista
Jennifer Ferrara, el esfuerzo de Monsanto, que duró 14 años, para
lograr la aprobación de la FDA a la comercialización de la BGH
recombinante, estuvo lleno de controversias, llegándose a denunciar
un esfuerzo coordinado para suprimir información sobre los efectos
perjudiciales de la hormona. Un veterinario de la FDA, Richard
Burroughs, fue despedido después de acusar a la empresa y a la
agencia de suprimir y manipular datos para ocultar los efectos de la
rBGH en la salud de las vacas lecheras30.
En 1990, cuando parecía inminente la aprobación de la rBGH por parte
de la FDA, un patólogo veterinario del laboratorio de investigación
agraria de la Universidad de Vermont, proporcionó a dos legisladores
del estado varios datos anteriormente suprimidos, que describían un
aumento significativo en las tasas de infección de ubres en vacas
inyectadas con la hormona (entonces experimental) de Monsanto,
además de una incidencia anormal en los defectos de nacimiento
consistentes en graves deformaciones en los descendientes de las
vacas tratadas con rBGH31.
Una revisión independiente de los datos
de la Universidad realizada por un grupo regional de defensa de los
agricultores, denunció nuevos problemas de salud para las vacas
debidos a la rBGH, como gran incidencia de lesiones en pezuñas y
patas, dificultades reproductivas y metabólicas e infecciones
uterinas. La GAO (US Congress's General Accounting Office), intentó
investigar el caso, pero no pudo obtener los documentos necesarios
de Monsanto y de la Universidad que le permitiera llevar a cabo su
investigación, en concreto respecto a los efectos teratogénicos y
embriotóxicos que se sospechaban.
La GAO concluyó que las vacas
inyectadas con la rBGH tenían tasas de mastitis (infección de las
ubres) superiores en un tercio a las vacas sin tratar, y recomendó
que se investigará más el riesgo de niveles elevados de antibióticos
en la leche producida usando rBGH32.
La hormona de Monsanto se aprobó por la FDA para su venta comercial
a principios de 1994. El año siguiente, Mark Kastel, de la Unión de
Agricultores de Wisconsin, hizo público un estudio de las
experiencias de los granjeros de Wisconsin con la droga. Sus
hallazgos excedieron los 21 problemas potenciales de salud que
Monsanto fue obligada a incluir en la etiqueta de advertencia de su
marca Posilac (nombre comercial de la rBGH).
Kastel halló muchos
informes de muertes espontáneas entre vacas tratadas con rBGH, alta
incidencia de infecciones de ubres, graves dificultades metabólicas
y problemas en los partos y, en algunos casos, imposibilidad de
apartar a las vacas tratadas de la substancia, a la que se habían
habituado. Muchos ganaderos experimentados que usaron la rBGH
tuvieron que reemplazar de repente una buena parte de sus rebaños33.
En lugar de responder a las causas de las quejas de los ganaderos
sobre la rBGH, Monsanto emprendió la ofensiva, amenazando con
querellarse contra las pequeñas empresas lecheras que anunciaban sus
productos como libres de la hormona artificial, y participando en
una demanda interpuesta por varias asociaciones industriales de
comercio contra la primera (y única) ley de etiquetado obligatorio
para la rBGH en los EE.UU.34.
Todo ello mientras aumentaban las
pruebas de los efectos perjudiciales de la rBGH en la salud de las
vacas y de las personas35.
La soja «Roundup-Ready»
Los esfuerzos para impedir el etiquetado de las exportaciones
estadounidenses de soja y maíz manipulados genéticamente, parecen
indicar que Monsanto sigue aplicando las tácticas ingeniadas por la
compañía para sofocar las quejas contra la hormona de la leche. Si
bien Monsanto argumenta que su soja «Roundup Ready» (conocida
también por su abreviatura RRS) acabará por reducir el consumo de
herbicidas, el uso generalizado de variedades de cultivos tolerantes
a los herbicidas significará, más bien, un aumento de la dependencia
de los agricultores del herbicida.
Las malas hierbas que aparecen
después de que el herbicida original se haya dispersado o degradado,
se tratan a menudo con más aplicaciones de herbicida36.
«Esto
aumentará el uso del herbicida» declaró Bill Christison, un
agricultor de soja de Missouri a Kenny Bruno de Greenpeace
Internacional. «Si hay algo que ayude a vender la RRS es el hecho de
que se puede cultivar una área llena de malas hierbas y usar
productos químicos para combatir el problema, lo cual no es lo que
se debería hacer37».
Christison refuta la afirmación de Monsanto de
que las semillas resistentes a los herbicidas son necesarias para
reducir la erosión del suelo fruto del laboreo excesivo, y cuenta
que los agricultores del Medio Oeste han desarrollado numerosos
métodos propios para reducir el uso total de herbicidas.
Por otra parte, Monsanto ha aumentado su producción de Roundup en
los últimos años. Con la patente de Roundup en los EE.UU. a punto de
expirar (año 2000), y con una competencia de productos genéricos de
glifosato surgiendo en todo el mundo, el «paquete» de herbicida
Roundup y semillas «Roundup Ready» se ha convertido en la piedra
angular de la estrategia de Monsanto para seguir aumentando sus
ventas de herbicida38.
Los posibles efectos ambientales y sanitarios
de los cultivos tolerantes al Roundup no han sido investigados
completamente; por ejemplo, los efectos alergénicos, el carácter
invasivo o de mala hierba de estos cultivos y la posibilidad de que
la resistencia al herbicida se transfiera vía polen a otras semillas
de soja o a otras plantas emparentadas39.
Mientras que los problemas con la soja resistente a herbicidas son
despreciados como algo muy genérico y especulativo, la experiencia
de los algodoneros estadounidenses con las semillas manipuladas
genéticamente por Monsanto constituye una historia muy diferente.
Desde 1996 Monsanto ha sacado dos variedades de algodón manipulado
genéticamente; una es una variedad resistente al Roundup, y la otra,
llamada «Bollgard», segrega una toxina bacteriana para controlar los
daños producidos por tres plagas importantes del algodón.
La toxina,
derivada del Bacillus thuringiensis (B.t.), se ha utilizado por los
agricultores ecológicos desde los primeros años 70 en forma de un
aerosol natural bacteriano. Pero a diferencia de las bacterias B.t.,
que viven relativamente poco y segregan su toxina en una forma que
sólo se activa en los sistemas digestivos alcalinos de ciertos
gusanos y orugas, los cultivos B.t. modificados genéticamente
segregan una forma activa de la toxina a lo largo del ciclo vital de
la planta40. Gran parte del maíz genéticamente manipulado del
mercado es una variedad con capacidad de segregar esta toxina
bacteriana, ideada para repeler al gusano de la raíz del maíz y a
otras plagas comunes.
El primer problema, ampliamente predicho, de estos cultivos que
segregan plaguicidas es que la presencia de la toxina en todo el
ciclo vital de la planta favorece la aparición de cepas resistentes
al B.t. entre los insectos. La EPA de los EE.UU. ha determinado que
una resistencia extendida al B.t. puede convertir en inefectivas las
aplicaciones naturales de la bacteria B.t. en apenas tres o cinco
años, y pide a los agricultores que planten hasta un 40% de sus
cultivos con algodón no manipulado genéticamente, para que sirva de
«refugio» a los insectos y evitar la aparición de resistencias al
B.t..
En segundo lugar, la toxina segregada por estas plantas puede
dañar a insectos beneficiosos, además de aquellas otras especies que
los agricultores quieren eliminar41.
Pero los efectos nocivos del algodón «Bollgard» han resultado ser
mucho más rápidos de lo esperado, tanto que Monsanto y sus socios
han retirado del mercado más de 2 millones de kilos de semillas de
algodón manipuladas genéticamente, y han acordado pagar a los
cultivadores del Sur de los EE.UU. una indemnización de muchos
millones de dólares. Tres agricultores que rechazaron el acuerdo con
Monsanto consiguieron que el «Missisippi Seed Arbitration Council»
les compensara con 2 millones de dólares42.
De acuerdo con varios
testimonios publicados, las plantas no sólo fueron atacadas por el
gusano de la bola del algodón (al que, según Monsanto, eran
resistentes), sino que la germinación fue desigual, los rendimientos
fueron bajos y las plantas eran deformes, de acuerdo con varios
testimonios publicados43. Algunos agricultores informaron de
pérdidas de hasta el 50% de la cosecha. Los agricultores que
plantaron el algodón de Monsanto resistente al Roundup tuvieron
también cosechas muy escasas, con vainas deformes del algodón, que
se desprendían de repente de la planta pasadas las tres cuartas
partes del período de crecimiento44.
A pesar de estos problemas, Monsanto sigue fomentando el uso de la
ingeniería genética en la agricultura al tomar el control de muchas
de las mayores y más establecidas empresas de semillas en los EE.UU.
Monsanto es ya el dueño de «Holdens Foundation Seeds», que
suministra el germoplasma utilizado en un 25-35 % de la superficie
de los maizales de EE.UU., y de «Asgrow Agronomics», la cual es
descrita por la propia Monsanto como «el primer productor, mejorador
y distribuidor de semillas de soja en los EE.UU.45».
En la primavera
de este año (1998), Monsanto completó su adquisición de «Dc Kaib
Genetics», la segunda gran compañía de semillas de los EE.UU. y la
novena del mundo, así como de «Delta and Pine Land», la mayor
compañía de semilla de algodón del país46. Con estas dos
adquisiciones, Monsanto controla ahora el 85% del mercado
estadounidense de semillas de algodón47.
La compañía sigue también en otros países esta agresiva política de
adquisiciones de empresas y de venta de productos. En 1997, Monsanto
compró «Sementes Agroceres S.A.», descrita como «la principal
empresa de semillas de maíz de Brasil», con una cuota de mercado del
30%48.
A principios de este año (1998), la Policía Federal de Brasil
investigó una denuncia de importación ilegal de al menos 200 sacos
de judías de soja transgénica, algunos de las cuales provenían de
una filial argentina de Monsanto49. Según la ley brasileña, los
productos transgénicos extranjeros solo pueden entrar en el país
tras un período de cuarentena y de pruebas para prevenir posibles
daños a la flora nativa. En Canada, Monsanto tuvo que retirar 60.000
sacos de semilla de colza transgénica (conocida como «canola») en
1997.
Al parecer, el cargamento de semillas resistentes al Roundup
contenía un gen insertado distinto del que había sido aprobado para
su consumo humano y animal50.
Shapiro, el
fabricante de imagen
Con esta larga e inquietante historia, se entiende porqué muchos
ciudadanos informados de Europa y EE.UU. se resisten a confiar a
Monsanto el futuro de nuestra comida y nuestra salud. Pero Monsanto
hace todo lo que puede para aparecer como no afectado por esta
oposición.
A través de iniciativas como su masiva campaña
publicitaria en Gran Bretaña, su patrocinio de una nueva exposición
de alta tecnología con el tema de la Biodiversidad en el Museo
Americano de Historia Natural de Nueva York, y muchas otras, está
intentando aparecer más verde, más justa y con más visión de futuro
que sus propios opositores.
En los EE.UU. está manteniendo su imagen, y probablemente influyendo
en las políticas que le afectan, con el apoyo de personas en los
niveles más altos de la administración de Clinton. En mayo de 1997,
Mickey Kantor, artífice de la campaña electoral de Clinton en 1992 y
Representante de Comercio de los EE.UU. durante el primer mandato de
Clinton, fue elegido para ocupar un asiento en el Comité de
Directores de Monsanto. Marcia Hale, antigua asistente personal del
presidente, ha sido una ejecutiva de relaciones públicas de Monsanto
en Gran Bretaña51.
El Vicepresidente Al Gore, que es muy conocido
por sus discursos y textos sobre el medio ambiente, ha sido un
partidario abierto de la biotecnología al menos desde su época de
senador52. El asesor principal de política interior de Gore,
David
W. Beier, había sido antes Director de Asuntos Gubernamentales de
Genentech, Inc.53.
Bajo el CEO (presidente) Robert Shapiro, Monsanto ha apartado todos
los obstáculos para transformar su imagen de un suministrador de
productos químicos peligrosos en una institución ilustrada y con
visión de futuro, que lucha para alimentar al mundo. Shapiro, que
entró a trabajar para GD Searle en 1979 y se convirtió en el
presidente de su grupo Nutrasweet en 1982, forma parte del comité
asesor presidencial para política comercial y negociaciones, y fue
durante un mandato miembro de la «White House Domestic Policy
Review54».
Se describe a sí mismo como un visionario y un hombre
renacentista, encargado de la misión de usar los recursos de la
compañía para cambiar el mundo. La única razón para trabajar en una
gran compañía es que, así, uno tiene la capacidad de hacer cosas
realmente importantes a gran escala, son declaraciones que él mismo
hizo a un periodista de Business Ethics, la revista estrella de la
organización «Socially responsible business» de EE.UU.55.
Shapiro alberga pocas ilusiones sobre la reputación de Monsanto en
los Estados Unidos, y muchas veces narra con simpatía el dilema de
muchos empleados de Monsanto, los hijos de cuyos vecinos podrían dar
un respingo al enterarse de donde trabajaban.
Está ansioso por
demostrar que no desentona del extendido deseo de un cambio
sistémico y está dispuesto a redirigir dicho deseo hacia los fines
de su empresa, como declaró en una entrevista para la revista
Harvard Business Review:
«No es un problema de buenos y malos. No
sirve para nada decir «si los malos se fueran, entonces el mundo
iría bien»; es el sistema entero el que ha de cambiar; hay una gran
oportunidad para reinventarlo56».
Por descontado que el sistema «reinventado» de Shapiro es tal que no
sólo continúan existiendo las grandes empresas, sino que además
éstas ejercen cada vez un mayor control sobre nuestras vidas.
Pero
últimamente se nos dice que Monsanto se ha reformado, que se ha
desprendido con éxito de sus divisiones de industria química y que
se ha comprometido a reemplazar los productos químicos con
«información», en forma de semillas manipuladas genéticamente y
otros productos de la biotecnología. Esto no deja de ser una ironía
viniendo de una compañía cuyo producto más rentable es un herbicida;
la nueva imagen que está fabricando para Monsanto es muy poco
verosímil sobre todo tratándose de una empresa que se dedica a
intimidar a los críticos con demandas judiciales y a suprimir las
críticas en los medios de comunicación.
Sin embargo, el último Informe Anual de Monsanto demuestra
claramente que han aprendido a utilizar la charlatanería adecuada.
Así, Roundup no es un herbicida, sino una forma de minimizar las
labores del suelo y reducir la erosión. Los cultivos de ingeniería
genética no son simplemente fuentes de beneficio para Monsanto, sino
que surgen para resolver el problema inexorable del crecimiento de
la población.
La biotecnología no implica la reducción de todos los
seres vivos a la categoría de mercancías para ser vendidas y
compradas en el mercado y patentadas, sino que es el heraldo de la
«desmercantilización»: la sustitución de productos únicos producidos
en masa por un amplio surtido de productos hechos a medida y
especializados57.
Estos son ejemplos eximios del «Neolenguaje», que
Orwell imaginó en su novela «1984».
Por último, se nos quiere hacer creer que la agresiva promoción de
la biotecnología que lleva a cabo Monsanto no es fruto de la
arrogancia empresarial, sino simplemente una «ley de la naturaleza».
Los lectores del Informe Anual de Monsanto se encuentran con una
analogía entre el rápido crecimiento del número de pares de bases
identificadas en el ADN y la tendencia exponencial de la
miniaturización en la industria electrónica, que ya empezó en los
años 1960.
Monsanto ha bautizado el aparente crecimiento exponencial
de lo que llama «conocimiento biológico» con el nombre de «Ley de
Monsanto» -nada menos-. Como con cualquier otra presunta ley de la
Naturaleza, poco se puede hacer fuera de observar cómo se cumplen
sus predicciones, y en este caso, la predicción es ni más ni menos
que el crecimiento exponencial continuo del poder mundial de
Monsanto.
Pero el crecimiento de cualquier tecnología no es simplemente una
«ley de la naturaleza». Las tecnologías no son fuerzas sociales en
sí mismas, ni simples herramientas neutrales que se pueden utilizar
para alcanzar cualquier fin social, sino el producto de unas
instituciones sociales y de unos intereses económicos particulares.
Una vez que se toma un camino particular de desarrollo tecnológico,
las consecuencias pueden ir mucho más lejos de lo que sus creadores
podrían haber predicho: cuanto más poderosa sea la tecnología, más
profundas pueden ser sus consecuencias.
Por ejemplo, la llamada «Revolución Verde» de la agricultura de los
años 60 y 70 aumentó temporalmente los rendimientos de los cultivos,
e hizo también a agricultores de todas las partes del mundo cada más
dependientes de costosos insumos químicos. Esto provocó
desplazamientos generalizados de campesinos fuera de sus tierras, y
en muchos países ha ido en detrimento del suelo, las aguas
subterráneas y las tierras comunales, que han sustentado a la gente
durante miles de años58.
Estos desequilibrios a gran escala han
alimentado el crecimiento de la población, la urbanización y la
pérdida de poder social de las comunidades, lo que ha conducido a su
vez a otro ciclo de empobrecimiento y hambre.
La «Segunda Revolución Verde», prometida por Monsanto y otras
compañías biotecnológicas, amenaza con una destrucción aún mayor de
las relaciones sociales y de la posesión tradicional de la tierra.
Al rechazar a Monsanto y su biotecnología, no estamos necesariamente
rechazando la tecnología «per se», sino que queremos reemplazar una
tecnología de manipulación, control y beneficios, que niega la vida,
por otra verdaderamente ecológica, diseñada para respetar el
funcionamiento de la Naturaleza, mejorar la salud personal y
comunitaria, sustentar a las comunidades que viven de la tierra y
operar a una escala genuinamente humana.
Si creemos en la
democracia, es necesario que podamos elegir qué tecnologías son las
mejores para nuestras comunidades, en lugar de que decidan por
nosotros entidades a las que es muy difícil pedir responsabilidades,
como Monsanto. En vez de tecnologías ideadas para el enriquecimiento
continuo de unos pocos, podemos basar nuestra tecnología en la
esperanza de una mayor armonía entre nuestras comunidades humanas y
el mundo material. Nuestra salud, nuestros alimentos y el futuro de
la vida en la Tierra están realmente en juego.
Vamos a examinar la verdadera naturaleza de los productos «estrella»
de Monsanto y sus efectos en la salud y el medio ambiente.
Referencias
1«Chemical Producers: Dow Chemical, DuPont, Monsanto and Union
Carbide have ranked among Top 10 biggest chemical makers since
1940», Chemical and Engineering News, 12 de enero de 1998, página
193. 2Marc S. Reisch, «From Coal Tar to Crafting a Wealth of Diversity»,
Chemical and Engineering News, 12 de enero de 1988, página 90. 3Pamela Peck, «Wermont's Polystyrene (Styrofoam) Boycott», Barre,
Vermont: Vermonters Organized for Cleanup, 1989. 4Theo Colborn, Dianne Dumanoski y John Peterson Myers, «Our Stolen
Future», Nueva York: Penguin Books, 1996, página 90 (Existe
traducción al castellano: «Nuestro Futuro Robado», Ecoespaña
Editorial-Proyecto 2050 G.A.I.A., Madrid (Estado español), 1997,
página 114). 5Michelle Allsopp, Pat Costner y Paul Johson, «Body of Evidence: The
effects of chlorine on human health», University of Exeter,
Greenpeace Research Laboratories, Mayo de 1995. 6Colborn y col., op. cit. (referencia 4), páginas 118-135. 7Jonathan Kozol, Savage Inequalities: Children in America's Schools,
Nueva York, Crown Publishers, 1991, páginas 7, 20. 8«Death of Animals Laid to Chemical», New York Times, 28 de agosto
de 1974, página 36. 9Colborn y col., op. cit. (referencia 4), página 147. 10Times Beach Action Group, «Citizen Inquiry Uncovers Blatant
Violation of Environmental Law Surrounding the Proposed Times Beach
Incinerator», St. Louis, Noviembre de 1995. 11Philip Shabecoff, A Fierce Green Fire: The American Environmental
Movement, Nueva York, Hill and Wang, 1993, páginas 210-212; Brian
Tokar, Earth for Sale: Reclaiming Ecology in the Age of Corporate
Greenwash, Boston, South End Press, 1997, páginas 59-60; Times Beach
Action Group, op. cit. 12Lisa Martino-Taylor, «Legacy of Doubt», Three River Confluence,
número 7/8, otoño de 1997, página 27. 13Comunicación personal, 5 de agosto de 1998. 14Peter Downs, «Is the Pentagon Involved?», St. Louis Journalism
Review, junio de 1998. 15Peter H. Schuck, Agent Orange on Trial: Mass Toxic Disasters in
the Courts, Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press,
1987, páginas 86-87, 155-164. Monsanto producía el 29,5% del Agente
Naranja (la empresa Dow Chemical producía el 28,6%), pero algunas
partidas de Agente Naranja de Monsanto contenían cantidades de
dioxina 47 veces superiores (e incluso mas) a las cantidades de
dioxina en las partidas de Dow. Los otros imputados en el caso eran
Hercules Chemical, Diamond Shamrock, T.H. Agriculture and Nutrition,
Thompson Chemicals y Uniroyal. 16Cate Jenkins, «Criminal Investigation of Monsanto Corporation
-Cover-up of Dioxin Contamination in Products- Falsification of
Dioxin Health Studies», USEPA Regulatory Development Branch,
noviembre de 1990. 17«Monsanto corporation: A case study in greenwash science», in Jed
Greer y Kenny Bruno, Greenwash: The Reality Behind Corporate
Environmentalism, Penang, Malaysia: Third World Network, 1996,
página 141. 18Jock Ferguson: «Chemical company accused of hiding presence of
dioxins», Toronto Globe and Mail, 19 de febrero de 1990, página A9.
La condena a pagar una multa y los daños en el caso de Kemner contra
Monsanto fué revocada dos años más tarde tras una apelación. 19Cate Jenkins, op. cit. (referencia 16). 20Analista de inversiones Dain Bosworth, citado en Kenny Bruno, «Say
it Ain't Soy, Monsanto», Multinational Monitor, volumen 18, número
1-2, enero-febrero de 1997; Mark Arax y Jeanne Brokaw, «No Way
Around Roundup», Mother Jones, enero-febrero de 1997. 21Testimonio de la «Champion Paper Company», Vermont Forest
Resources Advisory Council, Island Pond, Vermont, 26 de junio de
1996. 22Pesticide Action Network de América del Norte, «Monsanto Agrees to
Change Ads and EPA fines Northrup King», 10 de enero de 1997. 23«Case of Mislabelled Herbicide Results in $225,000 Penalty», Wall
Street Journal, 25 de marzo de 1998, página B9. 24J. Greer y K. Bruno, op. cit. (referencia 17), páginas 145-146. 25Citado en Sarah Anderson y John Cavanegh, «The Top 10 List», The
Nation, 8 de diciembre de 1997, página 8. 26Citado en Peter Montague, «Britain Cancer Update», Rachel's
Environment and Health Weekly, 4 de noviembre de 1996. 27Erik Millstone, «Increasing Brain Tumour Rates: Is There a Link to
Aspartame?», University of Sussex Science Policy Research Unit,
octubre de 1996. 28Ibid. 29Richard Koenig «Rich in New Products, Monsanto Must Only Get Them
on the Market», Wall Street Journal, 18 de mayo de 1990. 30Craig Canine, «Hear No Evil», Eating Well, julio/agosto de 1991,
páginas 41-47; Brian Tokar, «The False Promise of Biotechnology», Z
Magazine, febrero de 1992, páginas 27-32; Debbie Brighton, «Cow
Safety, BGH and Burroughs», Organic Farmer, primavera de 1990,
página 21. 31Andrew Christiansen, «Recombinant Bovine Growth Hormone: Alarming
Tests, Unfounded Approval», Rural Vermont, julio de 1995; ver
también Brian Tokar, op. cit. (referencia 11), páginas 28-29. 32A. Christiansen, ibid., páginas 10, 17; U. S. General Accouting
Office, «FDA's Review of Recombinant Bovine Growth Hormone», 6 de
agosto de 1992 (GAO/PEMD-92-96). 33Mark Kastel «Down in the Farm: The Real BGH Story», Rural Vermont,
otoño de 1995. 34Brian Tokar, «Biotechnology: The debate heats up», Z Magazine,
junio de 1995, páginas 49-55; Diane Gershon, «Monsanto sues over
BST», Nature, volumen 368, 31 de marzo de 1994, página 384. La ley
de etiquetado del estado de Vermont fué defendida por dicho estado
basándose en la preferencia del consumidor, no en la salud pública,
y fué finalmente anulada por un juez federal, que estableció que el
etiquetado obligatorio indicando el uso de la rBGH era una violación
del derecho constitucional de las empresas al secreto profesional. 35D. S. Kronfeld, «Health management of dairy herds treated with
bovine somatotropin», Journal of the American Veterinary Medical
Association, volum 204, número 1, enero de 1994, páginas 116-130;
Samuel S. Epstein, «Unlabelled Milk from Cows Treated with
Biosynthetic Growth Hormones: A Case of Regulatory Abdicdation»,
International Jornal of Health Services, volumen 26, número 1, 1996,
páginas 173-185. 36Sonja Schmitz, «Cloning Profits: The Revolution in Agricultural
Biotechnology», University of Vermont, 1998 (en proceso de
publicación). 37Op. cit. en la referencia 20. 38Monsanto Company 1997 Annual Report, páginas 16, 37. 39«Roundup Ready Soybean: A Critique of Monsanto's Risk Evaluation»,
Greenpeace, Chicago, USA, 1997. 40Hope Shand, «Bacillus Thuringiensis: Industry Frenzy and a Host of
Issues», Journal of Pesticide Reform, volumen 9, número 1, primavera
de 1989, páginas 18-21; Ricarda A. Steinbrecher, «From Green to Gene
Revolution: The Environmental Risks of Genetically Engineered
Crops», The Ecologist, volumen 26, número 6, noviembre/diciembre
1996, páginas 273-281; Brian Tokar, «Biotechnology vs.
Biodiversity», Wild Earth, volumen 6, número 1, primavera de 1996,
páginas 50-55. 41Union of Concerned Scientists, «EPA Requires Large Refuges», The
Gene Exchange, verano de 1998, página 1; Union of Concerned
Scientists, «Transgenic insect-resistant crops harm beneficial
insects», The Gene Exchange, verano de 1998, página 4; Union of
Concerned Scientists, «Managing Resistance to Bt», The Gene
Exchange, volumen 6, número 2/3, diciembre de 1995, páginas 4-7. 42Allen R. Myerson, «Monsanto Paying Delta Farmers to Settle Genetic
Seed Complaints», New York Times, 24 de febrero de 1998, página D9;
«Monsanto to Pay Cotton Farmers», Financial Times (US Edition), 25
de febrero de 1998; Union of Concerned Scientists, «Mississipi Seed
Arbitration Council Rules Against Monsanto», The Gene Exchange,
verano de 1998, página 1. 43Union of Concerned Scientists, «Bt Cotton Fails to Control
Bollworm», The Gene Exchange, volumen 7, número 1, diciembre de
1996, página 1; Susan Benson, Mark Arax y Rachel Burstein, «A
Growing Concern», Mother Jones, enero/febrero de 1997; Anne
Reifenberg y Rhonda L. Rundle, «Buggy Cotton May Cast Doubt on New
Seeds», Wall Street Journal, 23 de julio de 1996. 44Union of Concerned Scientists, «Unexpected Boll Drop in
Glyphosate-Resistant Cotton», The Gene Exchange, otoño de 1997,
página 1; Pesticide Action Network North America, «Problems with
Herbicide Tolerant Cotton in US», 7 de octubre de 1997. 45RAFI Communiqué, The Life Industry 1997: The Global Enterprises
that Dominate Commercial Agriculture, Food and Health, Rural
Advancement Foundation International, noviembre/diciembre de 1997.
El comentario acerca de Asgrow fué citado por Brewster Kneen en «The
Ram's Horn», número 160, junio de 1998, página 2. 46Monsanto Company 1997 Annual Report, página 17; RAFI Communiqué,
op. cit. (referencia 45); Union of Concerned Scientists, «Expanding
in New Dimension: Monsanto and the Food System», The Gene Exchange,
diciembre de 1996, página 11. 47Edward Hammond, Pat Mooney y Hope Shand, «Monsanto Takes
Terminator», Rural Advancement Foundation International, 14 de mayo
de 1998. 48RAFI Communiqué, op. cit. (referencia 45). 49«Invesatigation: Police close circle around illegal cultivation of
soybeans», Correio Braziliense, 31 de enero de 1998. 50Peter Monatgue, «Genetic Engineering Error», Rachl's Environmental
and Health Weekly, 5 de junio de 1997. 51Beth Burrows, «Government Workers Go Biotech», Edmonds Institute,
19 de mayo de 1997. 52Ver, por ejemplo, Senador Al Gore, «Planning a New Biotechnology
Policy», Harvard Journal of Law and Technology, volumen 5, otoño de
1991, páginas 19-30. 53«Genentech Names Moore New Head of Government Affairs Office Based
in Washington, DC», comunicado de prensa de la compañía Genentech. 54Página de Monsanto en la «World Wide Web»:
http://www.monsanto.com/MonPub /NewMonsanto/Officers/BioShapiro.html. 55Mary Scott, «Interview: Robert Shapiro. Can we trust the maker of
Agent Orange to genetically engineer our food?», Business Ethics,
enero/febrero de 1996, página 49. 56Joan Magretta, «Growth Through Sustainability: An Interview with
Monsanto's CEO, Robert Shapiro», Harvard Business Review,
enero/febrero de 1997, páginas 80-81. 57Monsanto Company 1997 Annual Report, página 10. 58Ver, por ejemplo, Vandana Shiva, «The Violence of The Green
Revolution: Third World Agriculture, Ecology and Politics», London,
Zed Books, 1991.
Ingeniería Genética Fuera de Control
The Ecologist
1998
Parece que la producción de cultivos de ingeniería genética en
Estados Unidos está fuera de control. Esa es al menos la opinión de
Monsanto, el mayor productor de semillas de soja modificadas
genéticamente.
Recientemente, en una entrevista con Geoff Tansey,
Monsanto declaró que,
«el año pasado teníamos un millón de acres de
soja en todo el mundo, este año tenemos de 8 a 10 millones. El único
límite para esta extensión es la disponibilidad de semillas».
Cabe presumir que el distinto nivel de conocimiento que sin duda
tenemos de la ingeniería genética también va a aumentar
exponencialmente, ya que sería lo
único que justificara un
incremento de producción a tal escala.
La locura de Monsanto
El director ejecutivo de la compañía,
Bob Shapiro (foto), habla de
la «Ley de Monsanto», subproducto de la «Ley de Moore», llamada así
por Gordon Moore, cofundador del fabricante de chips para
ordenadores Intel Corp, que fue el primero en predecir que la
potencia de los ordenadores se doblaría más o menos cada 18 meses.
Al aplicar la tecnología de la información a la biología, Shapiro
promete en la Ley de Monsanto que la información genética se doblará
cada uno o dos años, lo que traerá un aumento exponencial de nuevos
productos.
Mientras que el trabajo en un principio se centraba en
cambiar un solo gen, ahora los científicos trabajan en la
manipulación de varios genes en una planta para cambiar sus
propiedades de forma radical
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