El proceso de liberación se inicia con el simple deseo de admitir la esclavitud de cualquier axioma, paradigma o estructura que agite sentimientos de impotencia y resignación en vosotros. Una vez que el carcelero ha sido identificado, podéis quitaros las cadenas que os han atado a esas estructuras de creencia tan fácilmente como las pusisteis en vuestro cuello.
Os instamos a que desenchuféis vuestros equipos estereofónicos, lavavajillas, teléfonos móviles, hornos microondas y dispositivos similares, permitiendo que el precioso ritmo natural de vuestro cuerpo tenga la oportunidad de realinearse, liberado de las emisiones de radiación electromagnética que están rasgando y mermando vuestra capa de protección —vuestra aura—, tal como estos contaminantes están contribuyendo a la destrucción del ozono de vuestro planeta.
No obstante, la mayoría de vosotros tiene una conciencia muy limitada del efecto que tendrá la exposición a largo plazo en vuestros pensamientos, emociones y estado de salud física. Vuestros hogares se están atiborrando cada vez más de muchos aparatos eléctricos innecesarios (todos emisores en cierto nivel), pero los criminales más grandes son los televisores, las computadoras, las antenas parabólicas, los teléfonos móviles y los hornos microondas. Cada vez que la corriente pasa por un cable, su radiación llega al medio ambiente penetrando el campo áurico de la Tierra y emanando al espacio, a la vez que grandes cantidades son absorbidas por vuestros campos de múltiples capas, dada vuestra condición de seres «en un cuerpo».
Poseídos como estáis por vuestros electrodomésticos, computadoras, equipos estereofónicos y luz eléctrica, os habéis convertido en conejillos de Indias humanos que vivís en los campos de exterminio de las frecuencias eléctricas circulantes, acumulando radiación aun cuando dormís. Los meridianos de energía natural del cuerpo finalmente se descentran y alteran, teniendo como resultado la enfermedad y el desequilibrio emocional.
De hecho, constituyen un factor primordial en el alarmante aumento de estas enfermedades específicas en vuestras culturas occidentales. Asimismo, sus emanaciones están llegando al cosmos, generando perturbaciones en otros planos. Estáis envenenando la galaxia, interfiriendo en el medio ambiente de otros mundos, y esto es simplemente inaceptable.
¿Entendéis lo que pasa cuando las sustancias químicas y hormonas que se usan en el procesamiento y conservación de los alimentos se someten a una alteración molecular?
Más importante que la pérdida del valor
nutritivo de los alimentos es la toxicidad de los aditivos,
sustancias químicas y hormonas que se desestabilizan en el proceso
de alteración molecular. Ni siquiera habéis empezado a imaginar los
efectos a largo plazo que esto tendrá en vuestros cuerpos físico y
sutil.
La verdad es que os inculcan subliminalmente la noción de que el tiempo no alcanza para que sigáis comprando las tecnologías de ahorro de tiempo más recientes, mediante las cuales, irónicamente, creéis que estáis trabajando en el «tiempo real».
Asimismo, tened en cuenta que al seduciros para que «bombardeéis» la comida (vuestro sustento) en el microondas a fin de ahorrar tiempo (para tener más tiempo de mirar hipnóticamente durante largas horas vuestros aparatos de vídeo), os estáis negando la riqueza de estar simplemente en la experiencia del «ahora» en vuestra vida terrenal. Os estáis haciendo blancos pasivos, distraídos del panorama más amplio.
La estrategia consiste en matar el proceso enzimático (los elementos vivos) que lleva a la maduración, lo cual, a su vez, reduce la descomposición. Vosotros seguís comprando durante más tiempo, ¿y qué sucede? ¡Aumentan las ganancias!
Os sugerimos que tengáis en cuenta estos puntos cada vez que andéis confiadamente con vuestro carrito por los pasillos de vuestro supermercado favorito, admirando la frescura de las frutas y verduras, y creyendo que si escogéis los productos agrícolas más grandes y de mejor aspecto, estáis haciendo lo mejor para vuestro cuerpo.
¡Sin duda no deseáis procesar en vuestro aparato digestivo alimentos irradiados, los que también llegan a vuestra sangre y sistema linfático! Junto con otros individuos en vuestra comunidad, podéis boicotear los alimentos irradiados y negaros a ingerir esas toxinas, y veréis que el fenómeno desaparecerá. El asunto es, simplemente, hasta dónde permitiréis que os empujen, y cuan fuerte se levantará vuestra voz colectiva en contra de la manipulación de vuestro bienestar.
¿Pondréis vuestra salud en manos de las industrias ávidas de dinero y las corruptas agencias gubernamentales a su servicio? ¿O vais a juntaros para constituir un frente unido, un organismo, una sociedad consciente?
Podéis dirigir el resultado de esta realidad al haceros conscientes de los efectos venenosos de la radiación en vuestros alimentos, y luego llevar ese mensaje a vuestras comunidades. Haceros activistas; escribid a las organizaciones para el consumidor y a los medios de comunicación; hablad con los gerentes de almacén; reuniros con individuos del mismo parecer en vuestras áreas para boicotear todos esos productos alimenticios en vuestros mostradores. Desaparecerán cuando dejéis de comprarlos; así de claro y fácil.
Por fortuna, una cantidad cada vez mayor de vosotros, simplemente, será incapaz de comer carne mucho más tiempo, y encontraréis que es muy fácil dejarla. Os mantiene pegados a la densidad en una época en que estáis iniciando el proceso de transmutación al cuerpo de luz. Os podemos decir que el síndrome que se ha denominado «el mal de la vaca loca» ha sido creado, a niveles astrales, por seres más elevados que os están instruyendo y dirigiendo en este aspecto de vuestro despertar consciente, dado que ahora es esencial que entendáis la importancia de ingerir la vida, y no la muerte.
Vuestro paso a salvaros depende de ello.
En vuestros términos, os decimos que a medida que Gaia entre en la próxima fase vibratoria de su evolución, o bien os encenderéis igual que un árbol de Navidad o quemaréis vuestros fusibles, igual que una manzana entera de Manhattan se queda a oscuras por causa de una chispa. Si podéis sentir e integrar a vuestro ser la analogía de la Tierra como el macrocosmos de vuestro cuerpo físico-mental-emociona!, entenderéis lo que os está sucediendo como seres tridimensionales y veréis que los cambios de la Tierra son un reflejo del proceso que ha comenzado su fase más significativa de alteración.
No obstante, la naturaleza, como conciencia divina, se adapta, y ahora estáis experimentando el fenómeno de una súbita y drástica disminución de la cantidad de esperma en la especie masculina en todos los rincones del planeta. Es la manera que tiene la naturaleza de enmendar el desequilibrio.
¿Por qué creéis que se creó el virus del sida? Un virus menos violento fue reestructurado genéticamente en un laboratorio, y la idea diabólica de que conjuntamente se haya fabricado el antídoto es, en efecto, una realidad, aunque la cura se hizo inservible debido a la mutación. Como en el caso de la mayoría de los virus, las variedades mutantes son más mortíferas, más devastadoras y son resistentes al antídoto principal, de modo que ahora el virus está completamente fuera de control.
El virus del sida y otros que ahora se están preparando en vuestros laboratorios subterráneos son, simplemente, tecnologías de control de la población diseñadas para restablecer el equilibrio de la cantidad de cuerpos en vuestro planeta.
Como la medicina, las condiciones de vida, y las fuentes alimenticias han prolongado considerablemente la longevidad (mientras el control de la natalidad sigue estando prohibido por la mayoría de las religiones, y es desconocido en muchos países del Tercer Mundo), tenéis la situación inconcebible de seis mil millones de seres humanos que se multiplicará hasta llegar a veinte mil millones en un período de veinte años.
Si la Madre no puede sustentar la carga que ahora tiene, mucho menos el triple, y esto se refleja en sus erupciones y su violenta rebelión de terremotos, volcanes y mares arrasadores. Ella os está quitando de encima, como un semental enjaezado que se rebela contra el peso de su futuro amo.
¡Y esto se hace en nombre del «respeto por la vida»!
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