21 Enero 2014
del Sitio Web
GazzettaDelApocalipsis
¿Eres consciente de que percibes el mundo
justamente al revés de cómo debería ser en
realidad?
¿Alguna vez te has parado a analizar en
profundidad
la lógica interna de todo aquello que
consideras correcto o normal?
¿Qué sucedería si en tu mente vieras todas las
letras invertidas bocabajo?
Al escribir en una hoja de papel lo harías al
revés, totalmente convencido de que escribes correctamente, pues para ti las
letras estarían bien orientadas.
Eso es exactamente lo que ha hecho el Sistema
con tu forma de ver y concebir la realidad:
desde tu más tierna infancia
te han educado para ver el mundo de
forma diametralmente opuesta a cómo debería ser y te han adiestrado para
aceptar esa visión invertida como la cosa mas normal y lógica del mundo.
Vamos a ponerte 3 ejemplos determinantes, que lo
reflejan claramente.
1 - EL GOBIERNO Y LOS
POLÍTICOS
El primer gran ejemplo de nuestra concepción invertida de la realidad, lo
encontramos en la visión que tenemos de nuestros gobernantes.
La mayoría de la población ve (y siente) a los gobernantes y a los políticos
como si fueran una casta superior que está "por encima" de ellos.
Más allá de su significado académico, las palabras "gobierno", "ministro" o
"presidente", son percibidas en nuestra psique como entidades superiores a
nosotros, lejanas, inalcanzables y prácticamente invulnerables.
Poco importa que la teoría nos hable de,
"un pueblo soberano que escoge libremente a
sus representantes"…
La realidad es que en el interior de nuestra
mente, albergamos, de forma inconsciente, una imagen de los gobernantes como
algo ajeno al pueblo, como si NO formaran parte de él y estuvieran por
encima de éste.
Y esta visión de la realidad resulta preocupante, especialmente en el caso
de una democracia.
Recordemos que los miembros de un gobierno democrático se eligen por
votación popular de entre la ciudadanía y se les asigna la función de
administrar los bienes del Estado, que pertenece a todos los ciudadanos, a
cambio de un sueldo.
En definitiva y resumiendo, los gobernantes son nuestros empleados.
Y nosotros, cada uno de nosotros, sus jefes.
Es decir, no están por encima del "pueblo", sino que de hecho deben actuar a
sus órdenes porqué son "servidores públicos".
"Servidor público": expresión que hemos
escuchado mil y una veces, pero que por lo visto, en nuestra mente ha
perdido todo su significado, fruto de la concepción invertida de la
realidad que nos han inculcado y que tan profundamente ha calado en
todos y cada uno de nosotros.
Hasta tal punto ha llegado nuestra visión
alterada de las cosas, que los servidores públicos nos someten a un estricto
control:
inspeccionan nuestras cuentas y ganancias,
las cámaras de vigilancia nos acechan por las calles y
todas nuestras comunicaciones son monitoreadas
y analizadas por las autoridades.
Cuando precisamente, y siguiendo toda lógica, debería ser al revés.
Por lógica, deberían ser el presidente, los ministros y todos los miembros
del gobierno los que deberían ser sometidos a una estricta vigilancia
ciudadana.
Durante su jornada de trabajo administrando los bienes públicos, que nos
pertenecen a todos, las cámaras de vigilancia deberían seguir cada uno de
sus pasos y los ciudadanos deberíamos poder verlo y escucharlo en directo
desde nuestras casas, por televisión o por Internet.
El Gran Hermano deberíamos ser nosotros
Así no existirían reuniones a puerta cerrada, secretismo, corruptelas,
amiguismos, ni prácticas ilícitas, conceptos que acabarían desterrados para
siempre del mundo de la política.
Al fin y al cabo, tanta responsabilidad como recae sobre sus espaldas,
exigiría un control exhaustivo por parte de la ciudadanía, celosa de una
correcta administración de los órganos que le pertenecen, ¿no es así?
Y lo que es mejor, esta vigilancia estricta de nuestros gobernantes
conllevaría consecuencias de lo más positivas:
-
Primera: nos garantizaríamos que solo
pretendieran gobernar aquellos con auténtica vocación de servicio y
sacrificio por el bien común, capaces de sacrificar sus comodidades
y su intimidad por servir a la sociedad.
-
Segunda: tendríamos la garantía plena de
que los aspirantes a gobernar no albergarían intereses ocultos, pues
de hecho, les sería imposible ocultar nada.
-
Tercera: nos ahorraríamos toneladas y
toneladas de pegajosa y maloliente hipocresía, pues sabríamos, de
primera mano, que lo que dicen en público en los mítines y ruedas de
prensa es lo mismo que lo que dicen en privado y en caso de no ser
así, podríamos juzgar rápidamente la catadura moral y el nivel de
sinceridad de los representantes elegidos y cesarlos de sus cargos.
Pero sin embargo, la realidad que vivimos es la
opuesta.
Y la aceptamos sin rebelarnos lo más mínimo. Sin
tan solo hacernos las preguntas más lógicas y básicas que deberían surgir de
una mente pensante de forma natural.
Por ejemplo, si para justificar la vigilancia masiva a la que estamos
sometidos todos los ciudadanos, se nos dice que "es por nuestra propia
seguridad" y que "si no hemos cometido ningún delito, no tenemos nada que
temer", entonces:
-
¿Por qué no podemos monitorizar a
nuestros representantes políticos todas las horas del día mientras
ejercen su cargo?
-
¿Acaso pretenden ocultar alguna
actividad ilícita?
-
¿Hay aspectos oscuros en lo que negocian
a puerta cerrada?
-
Y si no es así, entonces ¿por qué no
quieren que lo sepamos?
Y en el caso de los partidos políticos,
¿por qué no podemos ver todo lo que acontece
en el interior de sus sedes, en vivo y en directo?
Si aspiran a administrar los bienes comunes del
Estado,
-
¿No claman a los cuatro vientos que son
tan "transparentes", "democráticos" y "legales"?
-
¿Entonces porqué no retransmiten en
directo todas sus reuniones internas y podemos presenciar como
deliberan, discuten y proponen sus "brillantes" iniciativas para
llevar adelante el país?
En definitiva, hemos de suponer que si no nos
permiten controlar sus actividades con la "transparencia" con la que tanto
se llenan la boca es porqué ocultan alguna cosa, ¿no?
Sin duda, las mentes bienpensantes clamarán escandalizadas:
"¡Los políticos y los gobernantes son
personas y tienen derecho a la intimidad y a no ser vigilados
continuamente!"
Pero en el mundo en el que vivimos, esa es una
afirmación inaceptable. Incluso insultante...
Porque si un ciudadano cualquiera no tiene derecho a salvaguardar su imagen
y su intimidad cuando camina por la calle, cuando utiliza el transporte
público o cuando entra en un edificio del Estado, vigilado como está por
cientos y miles de cámaras de seguridad, menos intimidad debe tener, por
ejemplo, el Presidente del Gobierno Español, en el Palacio de la Moncloa.
Al fin y al cabo, es un edificio del Estado, que por lo tanto, pertenece a
todos los ciudadanos Españoles y toda actividad que se realice en su
interior, por su gran relevancia de cara a la ciudadanía, debería ser
vigilada y supervisada en vivo y en directo por todos y cada uno de
nosotros.
Vigilancia que, en el caso de España, también debería extenderse a
la Familia Real al completo y al Rey en particular.
Al fin y al cabo, se supone que es el Jefe del Estado y que nos representa a
todos.
Y puesto que se beneficia de tal representación las 24 horas del día y los
365 días del año, podemos deducir que también nos representa las 24 horas
del día y por lo tanto debería estar sometido a vigilancia ciudadana de
forma ininterrumpida.
Incluyendo también las continuas operaciones quirúrgicas a las que se somete
su Majestad, que deberían ser retransmitidas en directo por Televisión
Española, pues son sufragadas con dinero público de todos los españoles y
sus consecuencias son de interés general para toda la ciudadanía.
Y en el caso de que todos ellos, gobernantes o familia real, quieran
salvaguardar mayor espacio para su intimidad, lo tienen muy fácil: solo
tienen que abandonar NUESTROS PALACIOS y irse a vivir a la casa particular
que decidan sufragar con los generosos sueldos que perciben.
Así de sencillo...
Muchos calificarán todo lo que hemos dicho de "visión simplista de la
realidad".
Afirmarán que nuestros gobernantes no pueden mostrar públicamente todas sus
actividades, pues hay gran cantidad de secretos que no pueden ser revelados
por cuestiones de "seguridad nacional".
¿Pero qué "seguridad nacional" podemos esperar de un régimen en el que el
pueblo soberano no puede controlar adecuadamente las actividades de sus
servidores públicos, convertidos en una casta intocable que, sin embargo, sí
puede someter a estricto control a todos los ciudadanos, disfrutando con
ello, de todas las ventajas de un ejercicio opaco del poder y permitiendo e
incentivando con ello todo tipo de actividades criminales?
Este es el mundo invertido en el que vivimos:
un lugar en el que los propietarios
legítimos del Estado, los auténticos jefes, sus ciudadanos, que son
millones, son sometidos y subyugados por sus servidores, que son unos
pocos y se comportan como
una casta mafiosa.
¡Y lo peor de todo es que hemos acabado
temiéndoles! ¡Nosotros a ellos!
Debería darnos vergüenza...
Pero las estructuras invertidas que nos han sido inculcadas por el
Sistema y que trastocan toda lógica, se extienden a casi todos los
ámbitos de nuestra vida.
Otro ejemplo paradigmático de ello lo encontramos en la Medicina.
2 - LA MEDICINA
¿Te has preguntado alguna vez cómo gana dinero un médico?
Responder a esta pregunta nos lleva de cabeza a una de las paradojas más
absurdas del mundo actual. Pues resulta que tu médico solo gana dinero
cuando estás enfermo.
Exactamente igual sucede con
las empresas farmacéuticas: ganan dinero gracias a la
enfermedad.
Y llegados a este punto, una mente con una mínima capacidad de raciocinio
tendría que preguntarse:
si la medicina y la farmacia ganan dinero
con la enfermedad ¿qué interés pueden tener en que estemos sanos?
Es un argumento tan lógico y obvio que resulta indignante y incluso
descorazonador que nadie quiera aceptarlo como una realidad.
Para comprender mejor las implicaciones de este razonamiento, profundicemos
un poco más, utilizando la lógica más simple.
Si relacionamos el negocio de la medicina y la farmacia con el estado de sus
pacientes, veremos que sus ganancias se dirimen a través de 3 ecuaciones
básicas:
Enfermo = dinero
Sano = posible ganancia futura
Muerto = ganancia nula
Eso dibuja 2 esquemas de negocio básicos:
-
En el primero, se gana dinero gracias a
la alternancia cíclica en el estado Sano-Enfermo de los pacientes. A
mayor frecuencia en la aparición del estado "enfermo", mayores
oportunidades de ingreso cíclicas.
-
En el segundo, aún más óptimo, se gana
dinero gracias a la enfermedad continuada en el tiempo, es decir, a
la enfermedad crónica.
En ambos casos, es esencial ofrecer la
suficiente calidad de vida al paciente para que siga sufragando el
tratamiento y ante todo, evitar o posponer su muerte, pues ésta significaría
el fin de los ingresos.
Queda claro pues, que la salud en ningún caso implica ganancias. En cambio,
la enfermedad, siempre.
Quizás deberíamos dejar de calificar a la medicina y a la farmacia como
"ciencias de la salud" y empezar a llamarlas "ciencias de la enfermedad"
¿no?
No decimos que los médicos no se interesen por la salud de sus pacientes o
que promuevan la proliferación de enfermedades.
Pero lo cierto es que desde que acceden a la facultad de medicina, son
entrenados y educados para formar parte de
la industria médico-farmacéutica y
adaptarse a sus lógicas de funcionamiento, de la misma forma que un soldado
es entrenado y educado para formar parte de un ejército y adaptarse a sus
lógicas de funcionamiento.
Siguiendo estas mismas lógicas, la industria farmacéutica gana inmensas
cantidades de dinero gracias a la enfermedad, de la misma manera que la
industria armamentística gana inmensas cantidades de dinero
gracias a la guerra.
Y llegados hasta aquí,
Sin duda habrá lectores que se estarán tirando de los pelos de la cabeza.
Afirmarán convencidos que,
"la enfermedad es consustancial a la vida
humana y a la naturaleza y que la actividad de la medicina consiste,
precisamente, en luchar contra la enfermedad".
Es decir, concluirán que el cometido de las
industrias médica y farmacéutica es luchar contra las enfermedades y que por
lo tanto, de forma lógica y natural, la inevitable aparición de la
enfermedad reporta beneficios a ambas industrias, sin que ellas tengan la
culpa de ello.
¿Pero seria posible que la medicina y la farmacia centraran sus esfuerzos y
su negocio en la salud y no en la enfermedad? Vamos a razonarlo.
Para que este modelo fuera factible, el médico solo debería ganar dinero
mientras el paciente estuviera sano. Y dejar de ganarlo mientras estuviera
enfermo.
Las 3 anteriores ecuaciones del negocio médico-farmacéutico se
transformarían en las siguientes:
Enfermo = ganancia nula
Sano = dinero
Muerto = ganancia nula
Así, el médico centraría sus esfuerzos en que
sus pacientes mantuvieran la salud todo el tiempo, previniendo la enfermedad
antes de que ésta apareciera y por lo tanto estudiando y atacando sus causas
y no sus consecuencias.
Y en el caso de que el paciente cayera enfermo, el médico se esforzaría en
devolverlo lo más pronto posible a su estado saludable, para volver a ganar
dinero con él y mantener su prestigio profesional.
El papel del farmacéutico sería complementario, y consistiría básicamente,
en suministrar aquellos productos necesarios para fortalecer y prolongar la
salud del paciente, y en su caso, los necesarios para combatir la enfermedad
cuando ésta apareciera.
Estos mecanismos que pueden parecer fantasiosos, ya han funcionado con
anterioridad.
Recordemos que en la antigua China, los médicos
cobraban un salario por mantener sanos a sus pacientes y dejaban de
percibirlo cuando éstos enfermaban, hecho que repercutía negativamente en su
prestigio profesional y por lo tanto, en sus ganancias.
¿Te parece pues un modelo absurdo? ¿Más absurdo que una industria
médico-farmacéutica que solo gana dinero cuando estás enfermo?
Pero quizás deberíamos preguntarnos:
¿porqué desde sus inicios la medicina optó
por un modelo en el que la ganancia se asocia a la enfermedad y no a la
salud?
Y la respuesta no puede ser más triste:
La enfermedad es un período excepcional de
crisis en la vida de una persona, en la que el enfermo, desesperado, se
muestra dispuesto a ceder o pagar lo que sea necesario para salvar su
vida y el médico se erige en la única figura con capacidad para
conseguirlo.
Por esa razón la medicina centra su actividad en
la enfermedad, porque es la situación crítica que implica mayor
acaparamiento de poder y autoridad, fluyendo desde el paciente hacia el
medico.
Lo hemos visto a lo largo de la historia, donde incluso reyes y emperadores
se han inclinado ante sus galenos.
En cambio, si la medicina centrara sus esfuerzos en mantener la salud del
paciente, la situación de crisis asociada a la enfermedad correría en contra
del médico, pues durante su transcurso perdería prestigio social y
desaprovecharía esa oportunidad única en la que el enfermo está dispuesto a
conceder mayor dinero, poder y autoridad a su médico.
Por lo tanto, la medicina no ha evolucionado alrededor del concepto de
salud; lo ha hecho alrededor de la autoridad y el prestigio social. Y de las
ganancias que estos acarrean. Y estos beneficios solo se pueden obtener a
través de la enfermedad.
El mundo al revés...
Un funcionamiento completamente opuesto al que debería ser.
3 - LAS AUTORIDADES Y
LA SEGURIDAD
La función de las autoridades, formadas por el gobierno, la judicatura y los
cuerpos de seguridad del estado, debe ser, teóricamente, velar por la
correcta convivencia social y la seguridad ciudadana, obligando a los
miembros de la sociedad a cumplir las leyes y persiguiendo el delito cuando
éste se produzca.
Así es como funciona el Sistema y todos lo tenemos plenamente asumido e
interiorizado como algo bueno y correcto y si no ahí están los millones de
películas y series de TV protagonizadas por abnegados policías y brillantes
abogados para recordárnoslo un día tras otro, al más puro estilo de un
lavado de cerebro.
Pero quizás nunca nos hemos hecho la pregunta clave:
¿Qué sucedería si no se produjeran delitos?
Imaginemos por un momento una sociedad justa y
solidaria en la que la convivencia social fuera perfecta y no existieran
conflictos, inseguridad, abusos ni crímenes.
¿Serían necesarios tantos jueces, fiscales,
abogados y cuerpos burocráticos asociados?
¿Sería necesaria la policía?
En definitiva, en una sociedad completamente
sana ¿serían necesarias las autoridades?
Y esto nos lleva a la gran pregunta:
¿Qué interés pueden tener las autoridades en
terminar con las causas de la inseguridad, la criminalidad y los
problemas de convivencia cuando son precisamente estos problemas los que
justifican su existencia?
De nuevo nos encontramos ante la misma paradoja
que en el caso de la medicina. De la misma forma que para la medicina el
negocio reside en un cuerpo enfermo, para las autoridades, el "negocio"
reside en una sociedad enferma.
Y como en el caso de la medicina, las autoridades no centran jamás sus
esfuerzos en garantizar la salud de la sociedad, sino en tratar las
enfermedades que la aquejan.
El origen de este problema no radica en la policía, los jueces o los
abogados. Todos ellos han sido educados siguiendo la lógica interna de
funcionamiento del sistema de autoridad, como en su caso lo fueron los
médicos.
El problema principal radica en el funcionamiento lógico del propio sistema,
invertido desde sus inicios.
Centrándonos en el ámbito de la autoridad, observaremos que los mecanismos
autoridad-delito conforman un curioso sistema que se retro alimenta de forma
lógica, siguiendo los siguientes pasos:
-
Los problemas sociales se traducen en
vulneración de las leyes, es decir, en delito.
-
La autoridad actúa aplicando la ley y
reprimiendo la manifestación de ese delito.
-
El delito tiende a reducirse, fruto de
la represión, pero sin embargo las causas profundas que lo generan
siguen intactas.
-
Eso implica la aparición de nuevas
modalidades de delito que esquiven la presión de la autoridad.
-
La autoridad actúa aplicando nuevas
leyes y reprimiendo la manifestación de ese nuevo delito, etc, etc,
etc…
Es una lógica análoga a la de la industria
farmacéutica, en la que cada medicamento genera un desequilibrio en el
organismo con unos efectos secundarios que implican la necesidad de un nuevo
medicamento.
Sí, es difícil de aceptar. Quizás demasiado duro de asumir para algunos.
Pero la realidad es que el delito es el combustible que alimenta el Sistema.
Lo mantiene en pie. Porqué sin un cierto grado de caos, no habría la
necesidad de una autoridad que impusiera el orden y por lo tanto, no
habría Sistema.
Por esta razón, el Sistema, de forma natural y automática, genera su propio
caos y sus propios desequilibrios para seguir existiendo.
Actúa como una máquina lógica que se auto perpetúa.
CONCLUSIONES
Quizás muchos tilden de disparatado todo lo que hemos argumentado
someramente en este artículo.
Muchos lo calificarán de pueril y absurdo, básicamente porque pone en jaque
su concepción de lo que es el Sistema establecido y prefieren la negación a
verse abocados a la ingrata tarea de tener que reconstruir la ilusoria
visión del mundo que la sociedad ha instalado en su mente.
Es duro y poco reconfortante aceptar la fría y cruda realidad, porque una
vez la miras a la cara, ya no puedes esconderte de ella nunca más.
Cuando la ves, te das cuenta de que nadie te protege y que solo las personas
que te aman velan por ti con recursos tan limitados como los tuyos propios.
Por eso, la mayoría de la gente opta por la negación. Por sacudir la cabeza,
esconderla en un agujero o descalificar al que señala al monstruo,
tildándolo de loco, paranoico o indocumentado.
Porque a la mayoría de la gente se le hace imposible aceptar que el mundo
que le han inculcado funciona al revés de cómo creía. Se le hace imposible
asimilar que
la industria medico-farmacéutica nos necesita enfermos
para hacer negocio.
Se le hace difícil comprender,
Que
los grandes poderes financieros se enriquecen
mucho más provocando crisis que promoviendo una
economía estable y equilibrada.
Que
las religiones se alimentan del miedo y no de la
fe.
Que
el periodismo se gana la vida con la
mentira y la manipulación y no con la verdad.
Que
el objetivo principal de la enseñanza reglada
no es formar individuos sino impedir que sean libres.
Que el mejor aliado de un policía, un abogado o un juez es un buen
delincuente o un buen criminal.
Y sobretodo se les hace imposible aceptar que la
única forma de que funcione correctamente nuestra sociedad es convirtiendo
el ejercicio del poder en un abnegado sacrificio sin ningún tipo de
recompensa y que la humanidad solo empezará a ir bien cuando todos los
gobernantes del planeta teman a sus pueblos y los aspirantes al poder
sientan un terror cerval a ejercerlo.