por Walter Graziano
2007
extraído de NADIE VIO MATRIX


 

 


Morpheus: La Matrix es un sistema, Neo.

Ese sistema es nuestro enemigo.

Pero cuando estás adentro y miras. ¿Qué ves?

Hombres de negocios, maestros, abogados, carpinteros...

Las mentes de la gente que queremos salvar.

Pero hasta que lo hagamos, esa gente es parte de ese sistema,

y eso los convierte en nuestros enemigos.

Tienes que entender que mucha de esta gente

no está lista para ser desconectada de la Matrix.

Y muchos de ellos están tan habituados,

dependen tan desesperadamente de ese sistema,

que pelearán para protegerlo...

Dentro de la Matrix,

ellos son todos... y son nadie...
Matrix


Lamentablemente,

es muy usual que una gran cantidad de gente

pase demasiado rápido,

de un estado de negación a uno de desesperación.
Al Gore Jr.

La Verdad Incómoda


Conocerás la verdad,

y la verdad te hará libre.
Paradójica inscripción en mármol

a la entrada de la sede central de la CIA,

principal fuente mundial de desinformación.

Tomada de la Biblia (Juan 8:32).
 

 


Hemos visto hasta ahora los instrumentos que utiliza la elite anglo- norteamericana para efectuar los cambios históricos que le son convenientes.

 

Básicamente se trata de guerras, revoluciones, atentados terroristas ejecutados con complicidad interna, contaminación progresiva de estructuras como la Iglesia Católica, asesinatos de jefes de Estado "díscolos", etc.

 

También hemos visto que detrás de esta variada gama de hechos casi siempre violentos se esconde un esquema de dominio sutil, oculto a través de dos factores centrales de poder: el poder de emitir la moneda considerada como reserva universal de valor y el poder de controlar mayoritariamente las fuentes de energía.

 

En realidad ambos factores de poder están entrelazados entre sí: sin energía de poco y nada serviría el dinero, y sin dinero, la energía no podría estar disponible.

Pero en realidad no se trata de nada nuevo. Ya en los siglos XVII, XVIII y XIX ocurría más o menos lo mismo, aunque de otra manera. En aquella época el Imperio Británico estaba en su apogeo.

 

La moneda considerada casi universalmente como reserva de valor era la libra esterlina, y la energía mundial estaba basada sobre todo en el carbón. No se trataba de ninguna casualidad que los británicos ejercieran una suerte de hegemonía mundial como la que hoy ejercen los Estados Unidos. El Reino Unido tenía vastísimos yacimientos de excelente carbón muy barato. Con ello, y con el férreo control de la banca, hicieron posible su supremacía económica en Europa y todo el mundo.

 

Cuando la guerra civil norteamericana concluyó, una nueva tecnología energética asomaba como muy superior a la del carbón: se trataba del petróleo, más dúctil, menos contaminante, más fácil de transportar y de utilizar. Sin embargo, el Reino Unido no contaba con reservas conocidas en aquella época.

 

Pero dado que sus reservas carboníferas iban declinando irremisiblemente, la banca inglesa financió de buena gana el desarrollo de la tecnología petrolera en los Estados Unidos. Además, desde bastante antes de la guerra civil norteamericana contaba con socios muy cercanos en Wall Street, muchos de ellos vinculados con ella a través de lazos familiares y origen.

Sin embargo, perder la supremacía financiera a manos de Wall Street no estaba en los planes ingleses. Si ello ocurrió fue sólo porque el nacimiento de la tecnología del petróleo provocó algunos inconvenientes impensados al momento en que la familia Rothschild y sus asociadas comenzaron a financiar el desarrollo de la Standard Oil del clan Rockefeller.

 

No estaba en los planes ingleses que Alemania se desarrollara industrialmente de forma tan rápida como lo hizo luego de la guerra franco-alemana de 1870, y menos aún que estrechara fuertes lazos con el imperio otomano, que se imponía, entre otras zonas, sobre lo que hoy es Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos e Irak.

 

Tampoco estaba en sus planes que el muy cerrado régimen zarista ruso descubriera vastísimos yacimientos petroleros en zonas como el Cáucaso, y se convirtiera a inicios del siglo XX, en el primer productor mundial, seguido por los Estados Unidos.

Inglaterra había financiado el inevitable nacimiento de la era del petróleo en buena medida porque sus yacimientos de carbón ya no eran muy abundantes y además su producción interna era cada vez más costosa. Pero no figuraba en sus planes que a través de pactos políticos o de descubrimientos en territorio propio, Alemania y Rusia pudieran convertirse con el correr de los años en centros industriales que llegaran a disputar su hegemonía económica y financiera.

 

Como hemos visto, ésta fue la real causa de la Primera Guerra Mundial y de su subproducto altamente deseado por la elite de negocios anglo-norteamericana: la Revolución Rusa, el desalojo del zarismo del poder en San Petersburgo y el nacimiento del régimen bolchevique, que en buena parte por necesidad se acomodaría mejor con los años a los intereses financieros y petroleros anglo- norteamericanos.

Sin embargo, el triunfo aliado en la Primera Guerra Mundial produjo un único gran ganador:

los Estados Unidos, que se habían beneficiado enormemente con el inicio de la guerra de 1914 dado que a raíz de la inestabilidad europea pudieron atraer enormes cantidades de oro, principalmente del mercado financiero inglés, y convertirse además en un muy importante acreedor de Londres para que Inglaterra pudiera derrotar a Alemania.

Por lo tanto, los ingleses se encontraron con otra situación impensada: ya no tenían la peligrosa rivalidad de alemanes ni rusos y además comenzaban a controlar importantes pozos petroleros en Irán a través de la recién nacida British Petroleum.

 

Pero su "socio menor", la elite norteamericana, comenzaba a disputarle el predominio hegemónico. Después de todo el petróleo era muy abundante en los Estados Unidos, y ahora la banca norteamericana era acreedora de la inglesa y no al revés.

 

Ello dio origen a un conflicto de intereses entre socios, cuestión que ocasionó la más seria crisis económica que la humanidad haya experimentado: la "Gran Depresión".

 

 


El Treinta

A raíz de la Primera Guerra Mundial, los países europeos debieron recurrir a la fácil operación de aumentar su gasto público para poder encarar los enfrentamientos bélicos.

 

Ello iba a significar la necesidad de emitir moneda a un ritmo antes nunca visto.

 

Por lo tanto, la consecuencia inmediata de esos déficit fiscales financiados con emisión de moneda fue la necesidad de abandonar en forma generalizada los regímenes de patrón oro. Inglaterra ya conocía el asunto por experiencia propia, dado que un siglo antes, cuando se desarrollaron las guerras napoleónicas había hecho lo mismo con excelentes resultados.

 

Había podido volver al "patrón oro" sin costos tras la derrota de Napoleón, logrando aumentar su hegemonía mundial. Sin embargo, la cosa era mucho más complicada y difícil tras la Primera Guerra Mundial. La emisión de libras sin respaldo había hecho aumentar el nivel general de precios en el Reino Unido.

 

Tras la guerra, Londres deseaba recuperar la hegemonía financiera que ya se volcaba hacia el dólar, pero el problema era que los ingleses se encontraban ante un dilema cruel: si la libra volvía al patrón oro - cosa que debía ocurrir para recuperar la hegemonía financiera - a la cotización anterior a la guerra, su moneda se encontraría fuertemente sobrevaluada, por lo que la industria inglesa iba a perder todo tipo de competitividad.

 

Si en cambio la libra esterlina reingresaba al patrón oro tras una devaluación compatible con la inflación producida en los años de la guerra, Inglaterra recuperaba competitividad, pero ya no podría volver a ser el centro financiero del mundo.

La decisión inglesa, tomada tras largos cabildeos, fue volver al patrón oro en 1925, a la cotización anterior a la Primera Guerra Mundial. Londres deseaba entonces recuperar su rol de centro financiero mundial aun al precio de sacrificar en masa a su antes poderoso sector industrial, y condenar al desempleo y la pobreza a millones de trabajadores ingleses.

 

¿Por qué hacían esto los ingleses?

 

Porque la burguesía financiera era la clase dominante en Inglaterra y porque sabían que recuperar la preeminencia como centro financiero mundial les podía otorgar mayores beneficios económicos e influencia geopolítica a nivel mundial que el camino alternativo.

Fue de esta manera que los banqueros ingleses a través de Montagu Norman influyeron de manera determinante sobre el jefe máximo del recientemente creado Federal Reserve Bank of Nueva York, Benjamin Strong, a fin de que mantuviera artificialmente bajas las tasas de interés en los Estados Unidos.

 

El objetivo era claro: para recuperar el papel de centro financiero mundial habían fijado la libra contra el oro a niveles de preguerra.

 

Pero sólo a través de tasas de interés artificialmente bajas en lo que ya se constituía como el incipiente centro financiero alternativo mundial, Wall Street, podrían lograr que Londres recuperara el oro perdido durante la guerra. Comercialmente ello iba a ser imposible, dado que la sobrevaluación de la libra iba a impedir que el Reino Unido se beneficiara de un reflujo de oro como subproducto del comercio internacional.

 

El oro sólo afluiría a Londres si las tasas de interés norteamericanas se ubicaban siempre por debajo del nivel de las existentes en Inglaterra.

Ése fue el factor oculto, silenciado en innumerables libros de historia económica, que provocó el boom y el posterior crack de Wall Street, y, derivada de ellos, la horrible gran depresión de los años treinta, que condujo a la Segunda Guerra Mundial. Mientras el oro volvía lentamente a Londres, las bajísimas tasas de interés en los Estados Unidos produjeron una burbuja crediticia, inmobiliaria, y principalmente en el mercado de valores accionarios.

 

Los propios banqueros ingleses contribuían a alimentarla, dado que, con la liquidez que generaba el reflujo del oro a Londres, las principales casas bancarias londinenses se unieron a la burbuja norteamericana financiando a altos rendimientos las compras especulativas de acciones en Wall Street.

 

Todo comenzó a terminar cuando el Banco de Inglaterra, considerando que el reflujo de oro a Londres había sido insuficiente para garantizar su lugar de centro financiero del mundo, decidió efectuar un verdadero acto de terrorismo financiero como último intento por recuperar la hegemonía monetaria:

elevar artificialmente hacia finales de 1929 las tasas de interés en Inglaterra y ordenar la inmediata repatriación de los fondos líquidos de las casas bancarias inglesas que estaban ayudando a financiar la burbuja de Wall Street.

Fue el detonador que la burbuja bursátil y la expansión de los "años locos" necesitaban para estallar, que muestra a las claras que las divisiones internas de la elite, cuando se trata de recuperar el predominio absoluto, pueden derivar en sucesos incontrolables.

Cuando tras unos pocos meses, ya en 1930, el Banco de Inglaterra intentó limitar - bajando sus propias tasas de interés - la caída de Wall Street, que había sido muy superior a la inicialmente prevista, ya era muy tarde.

 

Las cotizaciones bursátiles en todo el mundo estaban dando "saltos al vacío", los bancos privados quebraban por doquier al no poder devolver a los depositantes los fondos que reclamaban, dado que habían prestado una gran parte de esos fondos depositados en créditos para la compra de acciones que ahora casi nada valían.

 

Los depositantes lo sabían, y por eso se agolpaban para retirar sus ahorros de los bancos. La crisis financiera, la depresión económica, el desempleo, la deflación y la pobreza invadieron el mundo entero. La terquedad inglesa por no ceder el rol predominante a nivel financiero mundial la pagó todo el mundo, Inglaterra incluida, dado que la crisis obligó al Banco de Inglaterra a volver a suspender la paridad fija de la libra contra el oro, cosa que pocos meses más tarde el FED no tuvo más remedio que imitar.

Lo que sucedió es bastante conocido: devaluaciones bruscas de unas monedas contra otras, intentos desesperados de los países por exportarse unos a otros el mayor costo posible de la recesión interna a fin de que el clima social doméstico no se deteriorara aún más, cosa que bien podía alimentar una situación de tambaleo de los regímenes políticos.

En el caso específico de los Estados Unidos, principal damnificado de la movida de la banca inglesa, hubo algunas medidas económicas y financieras encaradas por el presidente Franklin Delano Roosevelt que, si fueran lo suficientemente conocidas, hoy despertarían el espanto de cualquier inversor:

la suspensión de la convertibilidad entre el dólar y el oro, la incautación de todo el oro en manos de la población a un precio artificialmente bajo, la prohibición de acumular oro, y la imposición de una especie de "corral" financiero por medio del cual los depositantes de los bancos ya no podían extraer los fondos depositados en los mismos.

Esta última fue la primera medida que encaró Roosevelt ni bien inaugurado su gobierno en 1933: cerró los bancos por tiempo indeterminado.

 

No hizo más que dar un marco legal a algo que de todas maneras ya ocurría de estado a estado, en una especie de "efecto dominó". Lo que mucho más tarde se conoció como "New Deal", fue un conjunto de medidas heterodoxas para salir de la recesión y fomentar el empleo público a través de obras de infraestructura que solamente lograron en forma limitada ese cometido, dado que los Estados Unidos volverían a los niveles de empleo, salarios reales y producción industrial anteriores a la crisis de 1929 nada más con el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial.

 

Esta determinaría, tras su final, el definitivo encumbramiento de Wall Street como centro financiero del mundo, del dólar como moneda de reserva de valor mundial, y la tecnología del petróleo como la indisputada prevaleciente frente al carbón.
 

 



Las dos fases iniciales del imperialismo norteamericano - 1945-1970 y 1971-2001

La crisis del treinta y la Segunda Guerra Mundial sirvieron entonces como factores primordiales para inclinar la balanza a favor del dólar como refugio de valor.

 

Para garantizar ese cambio, el dólar y las demás monedas volvieron a un esquema de paridades fijas contra el oro desde 1949. El FMI, recién creado, iba a encargarse inicialmente de vigilar el cumplimiento y funcionamiento del nuevo sistema de pagos creado.

 

Esta primera fase de hegemonía financiera norteamericana se apoyó en dos pilares principales:

el dólar como reserva de valor, y las abundantes reservas petroleras norteamericanas que hacia inicios de los años cincuenta posibilitaban todavía el autoabastecimiento petrolero en aquel país.

Su gran crecimiento, no acompañado por un descubrimiento igualmente acelerado de nuevos pozos petroleros en territorio norteamericano obligó a que los Estados Unidos comenzaran a importar petróleo de terceros países hacia finales de esa década.

 

La situación se pudo mantener estable hasta 1970, cuando los Estados Unidos, sorpresivamente para muchos tocaron su "techo de producción" petrolera.

 

Ello recién se percibió con claridad en 1972, por lo que fue el factor preponderante de las crisis petroleras de esa década, tal como hemos comentado en el primer capítulo.

En los años setenta se abre entonces una nueva fase de la hegemonía norteamericana: el dólar ya no estaría respaldado por lingotes de oro a raíz de los incipientes déficit de balanza comercial de los Estados Unidos.

 

Y el petróleo, además debía ser importado en montos crecientes año a año.

 

Por lo tanto, el papel hegemónico del dólar fue reforzado a raíz de un pacto secreto negociado entre los Estados Unidos y la monarquía saudí entre 1973 y 1974, y concluido en 1975:

el crudo sólo cotizaría en Nueva York y Londres, y lo haría en dólares.

Los países y las empresas importadoras de petróleo debían entonces tener cuentas en dólares y en esos centros financieros para poder realizar las transacciones en la principal materia prima: el petróleo.

 

A su vez, los fondos provenientes de las ventas de petróleo de los países productores iban a ser invertidos en activos denominados exclusivamente en dólares como bonos del Tesoro norteamericano y depósitos bancarios a altas tasas de interés en los Estados Unidos e Inglaterra.

 

La liquidez excedente proveniente de esa enorme masa de fondos producida con el crecimiento de las transacciones mundiales del petróleo, los petrodólares, se reinvertiría a su vez en países en vías de desarrollo, como los latinoamericanos, que iban a endeudarse en dólares, y para pagar sus deudas iban a necesitar obtener esa moneda en el futuro.

Se armaba por lo tanto un verdadero circuito en dólares con el dinero del petróleo que afianzaba la hegemonía del dólar, aun cuando éste ya no tenía respaldo en oro, y la economía norteamericana padecía de dos graves males: inflación y desocupación. Ello no importaba, dado que se creaba una especie de pócima mágica por medio de la cual una moneda que había perdido gran parte de su credibilidad - cuando en 1970 se decide eliminar su respaldo - lograba reforzarse como medio de pago y reserva de valor mundial.

 

Las monedas europeas y asiáticas, generalmente sustentadas en datos económicos mucho más estables tales como superávit de balanza comercial, presupuestos equilibrados y menores tasas de inflación, pasaban a un oscuro segundo lugar frente a la supremacía de la moneda norteamericana, reflotada en forma secreta entre los Estados Unidos y la OPEP, en cuyo seno influiría predeterminantemente Arabia Saudita.

Fue este esquema el que primó desde la década de 1970 hasta bien entrado el siglo XXI. Sin embargo, esa supremacía que los Estados Unidos lograron merced a la imposición del mecanismo de los petrodólares, por medio del cual importadores y exportadores de petróleo y países endeudados no pueden salir del área dólar, ha comenzado a demostrar serias señales de agotamiento.

 

En primer lugar, la posibilidad de emitir dólares o instrumentos de deuda sin respaldo en oro fue llevada por los Estados Unidos hasta puntos extremos. Déficit de balanza de pagos superiores al 4% del PBI son peligrosos para cualquier economía del mundo.

 

De más está decir que niveles cercanos al 7% como los de los años 2005, 2006 y 2007 en ese país marcan señales rojas en ciernes para el corto y mediano plazo, no sólo para los Estados Unidos sino también para el dólar.

En segundo lugar, la aparición de un rival como el euro, una moneda europea continental, pone en jaque el papel del dólar como única posibilidad de reserva de valor.

 

En tercer lugar, la aparición de líderes árabes - como el caso de Saddam Hussein - que intentan saltar el cerco de los petrodólares para invertir los recursos provenientes del petróleo en euros (cosa que crecientemente hace Irán ahora) hace que todo el complicado esquema creado para que el dólar sin respaldo tenga un dominio excluyente caiga en serios riesgos.

Hoy más de la mitad de la deuda pública norteamericana está en poder de países extranjeros.

 

Aunque aún no se haya notado en todas sus consecuencias, resulta obvio que con esa traslación de la riqueza financiera norteamericana a manos de terceros países, empresas e individuos extranjeros, ya no son el - ahora sobre-endeudado - público norteamericano ni su gobierno quienes pueden mantener por sí mismos la salud de la economía norteamericana y su moneda.

Pero a este grave factor financiero se le ha sumado ahora uno de índole real que marca que cuanto antes se hagan los necesarios cambios financieros y energéticos en el mundo, mejor para todos, aun a pesar de que el cambio no pueda producirse sin traumas, tal como hemos observado que fue el paso de la libra esterlina como moneda de reserva mundial al dólar o el del carbón al petróleo.

 

El mundo está llegando rápidamente al "techo mundial" de producción de petróleo y gas natural.

 

Desde finales de los años ochenta la extracción anual de crudo supera con creces a los nuevos descubrimientos. Las reservas reales de crudo están descendiendo aun cuando nuevas tecnologías extractivas mejoran las posibilidades de rendimientos de muchos pozos. Este tema es especialmente conflictivo si se tiene en cuenta que en los próximos años los Estados Unidos necesitarán incrementar sus importaciones de petróleo en 7,5 millones de barriles diarios, debido a que el incremento anual de consumo estadounidense del orden del 2%, y la caída de su producción es del orden del 3%.

 

Pero aquí nos encontramos con un inconveniente insoslayable: el mundo hoy está produciendo a un ritmo de 82 millones de barriles diarios, y en pocos años no podrá ya mantener ese nivel, sino que lo verá caer a ritmo probablemente acelerado, por lo que abastecer a los Estados Unidos con 7,5 millones de barriles diarios adicionales implicaría dejar desabastecidos de petróleo a muchos países desarrollados y no desarrollados.

 

Estamos entonces frente a proyecciones de consumo petrolero de imposible cumplimiento, cosa que está dando lugar, como hemos visto, a sangrientas guerras y actos de terrorismo.

La supremacía del petróleo y el gas natural como factores energéticos primordiales no podrá entonces durar ya demasiado tiempo. El grave problema es que el sector petrolero, especialmente el anglo-norteamericano, es un acérrimo enemigo de cualquier otra tecnología, y que las diversas democracias del mundo están en mayor o menor medida contaminadas con fondos de su industria, que alimenta a los políticos de diversos partidos.

 

Es difícil esperar entonces que el financiamiento para el desarrollo rápido de nuevas tecnologías alternativas sea implementado por los gobiernos en general. No hay que olvidar que el paso del carbón al petróleo sólo fue posible debido a que la elite financiera inglesa veía decrecer sus propias reservas en forma rápida y poseía aliados incondicionales en territorio norteamericano.

El paso del petróleo y el gas a otra tecnología no va a ser tan fácil como en aquella oportunidad, dado que los intereses de los bancos de Wall Street y la "City" londinense están alineados en general con las propias petroleras. Hasta el momento lo que les ha resultado funcional fue asociarse con dictaduras árabes en general para abastecerse y mantener férreamente el circuito financiero de los petrodólares.

 

Pero el desarrollo de una tecnología alternativa podría significar el fin, la extinción definitiva de los gigantescos pulpos petroleros, y por lo tanto, también del circuito cerrado de los petrodólares. Son demasiados intereses en juego como para que la elite anglo-norteamericana decida de buenas a primeras ceder el poder que tanto les costó acumular a través de los siglos.

 

Es muy probable que para que el cambio se produzca sea necesario que primero haya un cambio de manos en el poder financiero, a fin de que luego sea posible la transformación tecnológica en materia energética.

 

O sea, si en los Estados Unidos encuentran dificultades crecientes para financiar su déficit externo y si la causa de ello es que el resto del mundo decide incrementar sus tenencias de euros y deshacerse de activos excedentes en dólares, entonces puede que se inicie una nueva era de cambio de manos del poder, que a través de la continuidad entre el imperio británico y el estadounidense no sólo se ha vuelto insostenible hasta el momento (recordemos que el 85% de la energía que hoy mueve al mundo proviene de hidrocarburos fósiles) sino que además ha venido sojuzgando a la humanidad en los últimos cuatro siglos.

Sólo si ello ocurre por decisión propia de bancos centrales, empresas y particulares puede evitarse que la restricción energética a raíz del abuso de la tecnología del petróleo y del gas natural lleve al mundo a una de las peores encrucijadas a nivel energético de que se tenga memoria.

 

De otra manera, los cambios igualmente ocurrirán, debido a que de todas formas la producción mundial de crudo y gas natural va a comenzar a descender muy probablemente en apenas unos pocos años.

 

Pero esperar a que la restricción energética se venga encima para empezar a realizar los cambios que la elite petrolera-financiera anglo-norteamericana no haría de motu propio implicaría cambios tardíos, posiblemente desesperados - y por lo tanto mal hechos al ser de apuro - muy probablemente excesivamente críticos, con muchas más guerras y actos de terrorismo que los que hemos evidenciado en esta primera parte del siglo XXI, última etapa ascendente del inevitable, aunque muy costoso, final de la era del petróleo y el gas natural.

El talón de Aquiles del sistema financiero mundial es bastante claro y grande.

 

La caída del dólar como reserva de valor mundial, contrariamente al temor que pueda inspirar a muchos, puede inaugurar una nueva fase auspiciosa aunque inicialmente sea muy dolorosa. Si eso no ocurre, algunas restricciones energéticas van a comenzar a operar.

 

Pero a fin de comprender acabadamente el fenómeno es necesario comprender cómo está operando la globalización en estos momentos.

 

 


La globalización frente al vacío

La creciente integración comercial y financiera entre todos los países del mundo ha provocado una serie de fenómenos complejos.

 

El principal de ellos, a nivel económico, es que la integración mundial, altamente deseada por la elite de negocios anglo-norteamericana, implica un gran aumento en los beneficios de las principales empresas transnacionales que poseen capacidad de operación para invertir en forma directa en los mercados asiáticos en general (China, India, el Sudeste Asiático y Rusia).

 

Esta amplia zona del mundo que encierra más de la mitad de toda la población mundial poseía - y posee aún - salarios muchísimo más bajos que los existentes en Occidente.

 

El negocio, en general, ha sido entonces el siguiente: trasladar en forma creciente la producción de una vasta gama de productos hacia esos países con deprimidos niveles salariales y enormes masas de población desempleada. Eso ha provocado un gran descenso en los costos medios de las grandes empresas y los grandes capitales occidentales, dado que el principal costo de la producción es el trabajo y los gastos laborales en general.

 

Pero la manufacturación creciente en países asiáticos de los productos que Occidente consume ha producido por una doble vía el aumento en los niveles de desempleo y el descenso en los niveles de salario real en muchos países occidentales.

Por un lado, la progresiva instalación de empresas en Asia determina una presión "hacia la baja" en los puestos de trabajo y salarios en Occidente. Por el otro, las empresas que se quedan radicadas en Occidente deben adoptar cada vez más tecnologías menos intensivas en trabajo para poder competir con los bajísimos salarios asiáticos.

 

Ese doble proceso ha posibilitado hasta ahora que las tasas de inflación en Occidente hayan sido muy bajas desde el propio inicio de la década de los noventa, a pesar de las fuertes tasas de expansión monetaria evidenciadas sobre todo en los Estados Unidos, y ha provocado presiones deflacionarias que si bien benefician a aquellos trabajadores que gozan de mejores empleos y salarios, perjudican a las enormes masas de trabajadores no especializados, desempleados e incluso a una vasta gama de profesionales universitarios occidentales.

Los presumibles beneficios de contar con una vasta gama de productos ahora fabricados a menor costo y vendidos a precio final menor, se pierden por entero para una amplia mayoría de trabajadores de medio y bajo salario y para aquellos que no disponen de trabajo alguno, los grandes damnificados del proceso de la globalización.

 

Éste es el principal factor por medio del cual en los últimos quince años han aumentado en Occidente las desigualdades sociales, las enormes diferencias en la distribución del ingreso, y la pobreza y la miseria. Occidente no está en condiciones de competir industrialmente con los bajos salarios asiáticos.

En los países occidentales con menos acceso al crédito barato - como los latinoamericanos - ello se ha notado desde el propio inicio de la globalización.

 

En otros, como en los Estados Unidos ello ha pasado hasta el momento inadvertido merced a dos factores primordiales: el acceso indefinido al crédito fácil y barato de las propias empresas radicadas en países asiáticos y de los bancos centrales de esos países, y la posibilidad de trasladar mano de obra de sectores industriales hacia el sector de servicios, sobre todo a los servicios relacionados con la construcción y comercialización de casas y bienes raíces.

Sin embargo, ello ha sido posible, hasta el 2005, sólo mediante el alza indefinida del precio de las casas en los Estados Unidos y otros países occidentales, financiadas masivamente por las propias divisas generadas en los países asiáticos.

 

En síntesis, entonces, mientras la producción y el empleo industrial se movilizan en forma creciente a países asiáticos que acumulan activos en dólares de manera incesante con el producto de esos excedentes industriales, el empleo y el salario en Occidente sólo ha podido ser mantenido adecuadamente en los Estados Unidos merced a la generación de una "burbuja" inmobiliaria que logró mantener el consumo privado, el empleo y el salario a pesar de la creciente falta de competitividad de los productos norteamericanos.

El gran problema, como el de toda generación artificial de empleo en el sector de servicios financiado con entrada de capitales externos, es que no se genera capacidad de repago de las deudas que se contraen con el exterior, por lo que, a la corta o a la larga, el esquema naufraga con una crisis en el sistema de pagos al exterior.

 

Por las características globales - y por lo tanto masivas - de este esquema, hay razones más que suficientes para pensar que esta vez la crisis puede tener una magnitud inusitada, y probablemente en su magnitud relativa sólo pueda competir, en tamaño, con la de los años treinta, si el necesario ajuste de consumo y gasto estadounidense se maneja mal.

 

Una virtual caída mayor - o aun una mera estabilización en el tiempo - de los precios de la propiedad en los Estados Unidos, derivaría con rapidez en caídas del nivel de consumo, crecientes deudas imposibles de pagar por parte de los propietarios y consumidores norteamericanos hacia los bancos estadounidenses y una debilidad extrema del sistema financiero norteamericano.

 

Tal hecho sólo podría ser compatible con una caída muy acentuada del dólar que podría llegar a poner en cuestión el papel de la divisa norteamericana como reserva de valor mundial.

 

Sin embargo, los Estados Unidos no serían el único gran damnificado de una crisis como ésa. Los países asiáticos en general, que han disfrutado de tasas de crecimiento fenomenal gracias a la creciente radicación de capitales extranjeros que explotan sus bajos salarios, no podrían seguir aumentando la producción ni el empleo, dado que una crisis les quitaría el principal mercado que absorbe sus productos.

 

Por supuesto, las demás naciones tampoco podrían salir indemnes, dado que un fenómeno de estas características implicaría agudas presiones deflacionarias en bienes de consumo, materias primas, bienes de capital y servicios a nivel mundial. De allí la causa de que muchos bancos centrales no apuren un traslado más rápido de activos en dólares a activos en otras divisas, especialmente euros.

La globalización, entonces, bien puede concluir en una mega-recesión a escala mundial, con un inconveniente adicional muy grave:

al no haber ningún país importante que quede exento de ese proceso, no habría ninguna fuente exógena de demanda de productos o de ayuda financiera capaz de tirar nuevamente del "carro".

Las potencias occidentales se verían, tras un corto tiempo, en la obligación de aplicar políticas fiscales y monetarias sumamente expansivas, y por lo tanto en el largo plazo muy peligrosas para mantener niveles mínimos aceptables de demanda y actividad.

 

Pero la asfixia económica y financiera que todo esto implicaría en una vasta cantidad de naciones bien debería hacer naufragar por completo la globalización, con barreras aduaneras a la importación, subsidios para la sustitución de importaciones y todo tipo de controles a la salida de capitales. La globalización bien puede concluir en una fragmentación desordenada y caótica si el necesario ajuste norteamericano se maneja mal, con países cerrándose comercial y financieramente los unos a los otros.

Ahora bien, si la globalización fue posible de alcanzar, ello ha sido gracias a que los medios de comunicación más importantes del mundo, verdaderos socios de la elite globalista, distribuyeron entre la población mundial una incesante propaganda librecambista.

 

Se lo ha hecho casi como una profesión de fe. Vastas poblaciones del mundo creyeron entonces a pie juntillas que si los gobiernos se abstienen de intervenir en la economía y se limitan a otorgar el máximo de libertad económica posible sin ningún tipo de interferencia estatal, se alcanza el máximo bienestar social posible.

 

Esa presunción, basada íntegramente en la teoría económica clásica de Adam Smith,1 fue demostrada como incorrecta en la década de 1950 por el matemático John Nash, hecho que fue silenciado en una amplia gama tanto de foros académicos como de medios de comunicación.

Aún hoy, frente a los crecientes problemas de pobreza y marginalidad que la globalización ha producido en gran cantidad de países, muchos, sobre todo economistas, dudan todavía de esta cuestión, preguntándose si es o no así.

 

Al respecto cabe aclarar que Smith pensaba que si se garantiza el máximo posible de libertad a los mercados la economía alcanza el máximo grado de bienestar general, el "óptimo de todos los óptimos", que es el único equilibrio posible en su línea de pensamiento.
 


1 - Véase Hitler ganó la guerra, Cap. I.


Nash demuestra que, en cambio, en los llamados "juegos no cooperativos" - y los regímenes de "competencia perfecta smithsoniana" lo son - y en el mundo real no existe un único punto de equilibrio para cada mercado sino la posibilidad de "equilibrios múltiples".

 

En otras palabras, según los descubrimientos de Nash, nada garantiza que el accionar de los mercados en libertad total converja al mayor bienestar general, sino que puede ocurrir todo lo contrario o incluso puede que el equilibrio final se encuentre en el máximo bienestar para sólo uno de los participantes en el juego.

 

Para Nash existen intereses sectoriales específicos que, en caso de que un gobierno no los pueda controlar, logran imponer al resto de la sociedad sus estrategias, alcanzando para ellos mismos su máximo bienestar posible pero condenando al resto de la sociedad a condiciones de mucho menor bienestar general que el que sería posible con regulaciones gubernamentales adecuadas.

 

Este saber, como hemos dicho, se silenció por completo durante décadas, y las teorías librecambistas de Smith y David Ricardo han ocupado el centro de la escena desde mucho antes de concluir la Guerra Fría.

En síntesis, entonces, la globalización fue publicitada como una panacea social por los medios de comunicación más importantes y poderosos del mundo, que prepararon el terreno para la misma.

 

Muchísimos millones de personas la aceptaron por la mera cuestión de que eran los propios medios más importantes, y las universidades más renombradas los que la daban a conocer y porque aparentemente se basaban en un saber "científico".

 

Mientras la verdad científica se mantenía amordazada, los partidos políticos de muchos países se peleaban entre sí por aplicar políticas librecambistas y captar así el voto de las masas, que, adormecidas, creían que el derrumbe de la "Cortina de Hierro" debía ser seguido del librecambismo más acérrimo a fin de lograr eliminar lo antes posible el desempleo y la pobreza.

 

El resultado ha sido diferente, más bien el contrario. Una verdadera trituradora de empleos y salarios en Occidente y una redistribución de ingresos que favoreció a los grandes capitales occidentales que se radicaron con su propio nombre o a través de subsidiarias en países asiáticos para explotar sus inferiores costos de producción. Lo que parecía un sueño se transformó en una pesadilla para millones y millones de personas de los sectores medios y más pobres.

 

El final que la globalización puede llegar a tener, como hemos visto, tampoco puede aportar soluciones inmediatas para estos sectores, más allá del hecho de que constituye una necesidad ineludible para salir del sistema económico que ha esclavizado con bajos salarios a Asia y otros continentes, y con desempleo a millones de trabajadores de países desarrollados.

Es necesario mencionar, a fin de tener una idea acabada de la magnitud de los problemas que se vienen encima, que en todo este esquema hemos dejado de lado lo que puede ocurrir con el petróleo y el gas natural que - sin contar el carbón - son hoy fuente del 70% de la energía que el mundo consume.

 

Es hora de introducir ese fenómeno nuevamente en el análisis, para observar en toda su magnitud lo problemático de la situación, dado que a la muy probable aparición de una crisis económica y financiera global se le puede sumar nada menos que una crisis energética no menos global.

 

Ambos factores pueden resultar en la pérdida de millones y millones de puestos de trabajo, una baja importante en los salarios reales medios, dificultades serias en el financiamiento de muchos países y un empobrecimiento general superior al evidenciado hasta ahora, además de una crisis bancaria generalizada, porque el sistema financiero global está interconectado.

 

Sin embargo, también es la gran ocasión para que el mundo se saque de encima definitivamente el yugo impuesto por la elite de negocios petrolera-financiera anglo-norteamericana, lo que, a la postre, debería significar grandes beneficios para todos.
 

 



¿Cómo se generó la situación actual?

La situación de "mar de fondo" tras una aparente calma en los mercados financieros no se generó de la nada ni en unos pocos años de "globalización desenfrenada".

 

Viene de mucho tiempo antes de la caída de la Unión Soviética, y vale la pena recordar cómo la crisis de 1929 se fue gestando desde el propio fin de la Primera Guerra Mundial, cuando el Reino Unido decidió mantener intacto el valor de la libra esterlina con relación al oro (y por lo tanto, contra el dólar) a pesar de que el Banco de Inglaterra había emitido moneda de manera muy acelerada durante cuatro años para financiar la guerra, y a pesar de la pesada carga de su endeudamiento, principalmente con la norteamericana banca Morgan, para darse cuenta de que los procesos caóticos tienen sus raíces - fuertes y profundas - en el pasado lejano.

El inicio de este largo proceso económico y financiero que bien puede poner a los Estados Unidos - y el mundo entero - en una situación crítica de características aún inciertas pero quizá con consecuencias peores que las sufridas en los años treinta, se generó en los años ochenta cuando el ex cowboy de películas de serie "B", Ronald Reagan, llegó a la presidencia.

 

Reagan, que poco y nada sabía de economía, creía que su país se encontraba en un "sano" proceso de crecimiento del ahorro y la inversión del sector privado, cuando en realidad bajo su presidencia los Estados Unidos estaban embarcados en un exceso de gasto y consumo, un verdadero derroche, tanto del sector privado como del público.

 

Ello generó los denominados "déficit gemelos". O sea, un fuerte exceso del gasto público sobre la recaudación de impuestos (déficit en las cuentas públicas) y un nivel de importaciones muy superior al nivel de exportaciones de los Estados Unidos (déficit externo). En economía, se pueden solucionar ambos problemas con una variada gama de medidas.

Pero cuando los desequilibrios son grandes - como ya lo eran en la época de Reagan - ninguna de las recetas para solucionar esos problemas puede prescindir de un componente fundamental: la devaluación.

 

Teniendo en cuenta que el déficit externo llegaba hacia 1985 al - en aquel momento estratosférico - nivel de 3,5% del PBI norteamericano, las autoridades de lo que en aquel momento era el G-5 (los Estados Unidos, Alemania Occidental, Francia, Reino Unido y Japón) decidieron firmar un acuerdo el 22 de septiembre de 1985, destinado a devaluar el dólar contra las principales monedas del mundo.

 

El anuncio del denominado Plaza Accord (por haber sido firmado en dicho hotel, en Nueva York), produjo una devaluación del dólar contra el yen del orden del 100% en un par de años, y una caída algo menor contra el marco. Las bases estaban sentadas entonces para que los Estados Unidos "se sacaran de encima" un peligroso desequilibrio en sus cuentas externas, "pasándole la pelota" de sus problemas a Europa, pero sobre todo a Japón, con el cual tenía un muy fuerte desequilibrio externo.

Así dadas las cosas, los capitales comenzaron a emigrar del dólar hacia otras monedas, principalmente el marco y el yen.

 

Las autoridades japonesas, preocupadas entonces por la creciente avalancha de dólares que intentaban "pasarse a yenes" - cosa que había sobrepasado las propias expectativas del G-5 - redujeron fuertemente las tasas de interés, pero esa medida no dejó de tener consecuencias.

 

Tal como señaláramos que ocurrió en la última parte de los años veinte en los Estados Unidos, las bajas tasas de interés generaron un verdadero boom bursátil y de la propiedad inmobiliaria en Japón, dado que el costo del crédito era muy barato, lo que incentivaba la especulación en activos financieros y físicos japoneses.

 

Pero tras el alza de ese tipo de activos, comenzaron a subir en Japón los precios de los bienes básicos de consumo, dado que las bajas tasas de interés también financiaban el consumo a crédito. Fue en ese momento cuando de manera precautoria el Banco de Japón subió las tasas de interés. Las consecuencias fueron caóticas.

 

El índice Nikkei - principal índice de la Bolsa nipona - se derrumbó de más 41.000 puntos a sólo 14.000, las propiedades inmobiliarias se desplomaron en sus valores, y los bancos japoneses - a las cotizaciones de mercado de aquel momento entre yen y dólar - los más grandes del mundo, estaban técnicamente quebrados dado que habían invertido los depósitos que tenían en yenes en créditos inmobiliarios a muy largo plazo, que ahora eran impagables.

 

Como se ve, a Japón le había costado carísima la "gran mano" que le había dado a los Estados Unidos en 1985.

 

Sólo cinco años más tarde la situación era caótica. La recesión japonesa era abrumadora y afectaba a la economía mundial. La economía que en los años ochenta parecía la más floreciente del mundo había comenzado un proceso recesivo, el cual duraría - al menos - diecisiete años, dado que aún en 2007 la recesión no ha cedido del todo.

La consecuencia inmediata al desplome bursátil y accionario, acompañado del verdadero tembladeral en que se había transformado el sistema bancario japonés, obligó a su Banco Central a reducir nuevamente las tasas de interés de manera rápida y acentuada hasta alcanzar niveles de 0%, a fin de hacer lo más leve posible la depresión económica que tenía claros componentes deflacionarios (caída en los precios al consumidor).

 

La respuesta de los mercados fue inmediata:

el yen comenzó a desplomarse frente al dólar, ante la huida en estampida de los capitales que habían ingresado sólo unos años antes.

 

De los casi 80 yenes por dólar a los que la moneda japonesa cotizaba en los albores de la crisis, se había pasado en pocos años a una cotización que llegó casi a los 145, ante la mirada atónita del Banco de Japón que seguía inundando la plaza financiera de yenes para impedir la caída en masa de su sistema financiero.

La situación obviamente complicaba a los bancos norteamericanos que tenían estrechos lazos con los japoneses.

 

Si los bancos japoneses caían, los norteamericanos no podían cobrar, por lo que en un inicio era una crisis financiera y económica circunscripta a Japón podía traducirse en una crisis mundial de consecuencias impredecibles.

 

Para colmo de males, la rápida caída del yen - sumada a la devaluación del yuan chino - comenzó a producir una enorme distorsión monetaria en todo el Sudeste Asiático, que había acompañado la expansión económica previa japonesa.

 

Las monedas de Tailandia, Malasia, Indonesia, Filipinas, Taiwán, Singapur, Hong Kong y otras como el won coreano estaban pegadas al dólar a pesar de pertenecer claramente a la "zona yen", y ello produjo una valoración en las monedas asiáticas a medida que el dólar subía contra el yen, el yuan y las monedas europeas, pero no contra las monedas del resto del Asia.

Esa valoración acentuó los ya importantes déficit externos de los citados países que venían creciendo a altísimo ritmo merced a la entrada de capitales "golondrina".

 

De tal forma, Japón recuperaba competitividad mientras todos sus vecinos la perdían.

 

Cuando el déficit externo tailandés llegó al estratosférico nivel de 8% de su PBI se desató la crisis que en cuestión de días, como un vendaval, asoló todo el Sudeste Asiático y Corea. En un verdadero "sálvese quien pueda" económico, los capitales comenzaron a emigrar en masa produciendo abruptas caídas bursátiles, mercados inmobiliarios con bajas abismales, y quiebras de importantes firmas relacionadas con el financiamiento.

 

La crisis no tardó en trasladarse a Wall Street. Un gran fondo especulativo de inversiones ("hedge fund") que ni siquiera era banco - existente gracias a la "fiesta" desreguladora que durante la era Reagan-Bush se había desarrollado en los Estados Unidos - había quedado "enganchado" con malas inversiones financieras de manera tal que era imposible evitar su caída sin ayuda del sistema financiero norteamericano.

 

El "hedge fund" en cuestión se llamaba Long Term Capital Management (LTCM) y estaba dirigido por un exótico e ignoto personaje que se hacía apodar "Master of the Universe".

 

Lo cierto es que "el amo del universo" tenía deudas impagables con los bancos norteamericanos por valor de nada más y nada menos que 50.000 millones de dólares - que obviamente nunca había tenido como capital propio - debido a que había operado en el sistema de "derivativos" (futuros y opciones) con monedas y acciones asiáticas.

 

O sea con poco dinero había comprado opciones de compra ("calls") de monedas y acciones de los países involucrados en la crisis, que ahora no valían nada.

Alan Greenspan puede haber sido cualquier cosa menos un tonto. Lejos de quedarse quieto y mirar cómo se desplomaba Wall Street y con él el sistema financiero, organizó desde el FED2 el salvataje de ese fondo, inicialmente a través de los principales bancos norteamericanos.

 

La "pelota" que los Estados Unidos habían pateado lejos, hacia Japón, les venía "de rebote" ahora con toda su fuerza a pesar de que habían, a principios de los años noventa, aliviado bastante pero nunca solucionado del todo su problema de sector externo de balanza de pagos.

 

Resultaba que la caída del LTCM y del "Master of the Universe" eran sólo la "punta del iceberg" de un problema muy complejo que podía involucrar a muchos más "hedge funds" y por lo tanto a los bancos que financiaban - y financian - sus alocadas operaciones por abultadísimos montos que, obviamente, no tienen como capital. Por lo tanto, arguyendo, en parte acertadamente que la crisis económica asiática iba a producir en corto tiempo una recesión en los Estados Unidos, Greenspan, al comando del FED, comenzó a bajar las tasas de interés en los Estados Unidos.

 

Estaba terminado entonces el proceso de largo plazo de valoración del dólar. Las tasas llegaron a bajar hasta sólo el 1% en los Estados Unidos, pero ese descenso en las tasas de corto plazo provocó un alza en las acciones que cotizan en Wall Street y una compra desenfrenada de bonos del Tesoro y privados en los Estados Unidos.

 

El boom bursátil estadounidense se extendió rápidamente a su mercado inmobiliario y al consumo privado. Las propiedades norteamericanas duplicaron y triplicaron sus valores en poco menos de una década y los consumidores llegaron a gastar más del 100% de sus ingresos con dinero que, obviamente, no era de ellos sino de los capitales que buscaban refugio ante la inestabilidad de la economía mundial.

 

Todo fue muy confortable hasta las caídas de Enron, WorldCom y Tyco, entre otras, que mostraron cómo los balances de las firmas norteamericanas que cotizan en Bolsa pueden no ser más que papeles con tinta negra garabateada, llena de ceros tras alguna otra cifra, pero nada más que eso: papeles.

A partir de ese momento la Bolsa norteamericana dejó de subir al ritmo que lo venía haciendo. Los especuladores, que podían tomar dinero prestado en Japón al 0%, en los Estados Unidos al 1% y en Europa al 2%, tenían "dinero barato" para invertir, pero la Bolsa ya no era una alternativa viable.

 

¿Qué hicieron entonces? Exacerbaron la burbuja inmobiliaria.

 

Después de todo una casa es una casa. No está construida con papel, sino con ladrillos, que algo valen. Mejor dicho, con madera terciada, que es la que mayoritariamente se utiliza en los Estados Unidos. Así, casas comunes y corrientes en lejanos lugares estadounidenses comenzaron a valer cientos y cientos de miles - y a veces millones - de dólares, cuando construirlas cuesta unas pocas decenas de miles.


2 - Ibid., cap. V.


La burbuja bursátil se frenó en lo que va del milenio, y se estancó en niveles de "alta cantidad de aire", pero la inmobiliaria siguió creciendo, con todo el sistema financiero norteamericano enganchado en la alegre "fiesta" de prestar dinero para comprar casas a precio oro.

 

Mientras tanto, el consumidor promedio norteamericano también ha sido partícipe de la fiesta aun cuando no comprara casas. Se ha gastado en poco más de una década el dinero que puede llegar a ganar en dos, en la falsa creencia de que el fantasma del desempleo y de los despidos es cosa del pasado.

 

A medida que el alza del petróleo y de otros bienes básicos comenzó a elevar las tasas de inflación en los Estados Unidos, el FED comenzó a subir con suma cautela, y a niveles neutros, las tasas de interés de corto plazo, con enorme temor de que la medida pudiera causar un derrumbe bursátil o inmobiliario, cuidando de no elevar demasiado la "vital" tasa de interés de largo plazo, con la cual se financia la compraventa de propiedades inmobiliarias.

 

He aquí cómo hemos llegado a la situación actual que algunos organismos internacionales, como el ya inservible FMI, intentan desconocer mientras "silban bajito".

Una somera descripción indica que se mantiene una gran sobrevaluación de la propiedad inmobiliaria, una sobrevaluación de las acciones en Wall Street y un exceso de consumo norteamericano que en 2006 causó un déficit externo de alrededor de 900.000 millones de dólares, lo que equivale a cerca del 7% del PBI norteamericano.

 

Recordemos que este "jueguito" de "patear la pelota lo más lejos posible" comenzó en los Estados Unidos a mediados de los años ochenta cuando el déficit externo estaba en 3,5% del PBI, cifra que se consideraba "muy peligrosa".

 

Pues bien, ahora la "pelota" está de nuevo en los Estados Unidos y el déficit externo es el doble de aquél, con los grandes bancos norteamericanos "enganchados" en créditos al consumo y a la compra de casas a valor oro merced a la globalización que ha permitido la insania de que los fondos fluyan en masa y sin demoras ni barreras de un país a otro causando primero booms y luego huracanes financieros.

¿Dónde cree el lector que casi seguramente debe "soplar el huracán" entonces?

 

El gran problema es que "patear la pelota lejos" ahora no es tan fácil como antes: Japón sigue en recesión y una valoración excesiva del yen lo pondría literalmente "de rodillas". Europa es más estable y sólida que todos los demás continentes, pero no viene creciendo lo suficiente como para absorber una crisis norteamericana de magnitud.

 

Los Estados Unidos necesitan devaluar mucho el dólar, pero Japón no puede soportarlos, Europa puede pero con ciertas reservas y China se niega persistentemente a dejar que su moneda se valorice demasiado contra la norteamericana.

 

¿Cómo termina entonces todo este crecimiento totalmente artificial que el mundo ha comportado durante la era de la globalización? ¿Cómo calificar todo esto sino como una verdadera "burbuja global", gestada desde los noventa, y financiada en buena medida por los bancos centrales y sus bajísimas tasas de interés para evitar crisis sucesivas?

 

¿Sabrá qué hacer Ben Bernanke?

 

 


Artilugios y artificios

Cuando se leen en los periódicos noticias tales como,

"Más controles para entrar en los Estados Unidos: Tomarán las diez huellas digitales de quienes lleguen a sus aeropuertos" (La Nación, 8 de enero de 2007),

...uno bien puede preguntarse cómo puede ser que los Estados Unidos sigan siendo el destino preferido de una gran cantidad de capitales fugados de otros países.

 

Suena inaudito, dado que con las diez huellas dactilares de una persona se pueden inventar muchas cosas, pero lo cierto es que es así.

Por lo tanto, y con todo lo dicho hasta ahora, huellas dactilares incluidas, bien podríamos preguntarnos, sin embargo, si Wall Street es "a prueba de balas" o algo por el estilo. Hemos visto cómo hacia finales de los años ochenta, cuando el Banco de Japón comenzó a subir las tasas de interés para impedir un aumento en la tasa de inflación, terminó provocando una crisis primero financiera, luego inmobiliaria, y finalmente bancaria y económica que lleva casi diecisiete años.

 

Ésta es la lección que China debe tener en cuenta cada vez que los Estados Unidos la presiona para que el yuan se revalúe contra el dólar. O sea, no debería prestarse al mismo juego al que se prestó Japón hacia fines de los ochenta.

Hemos visto también cómo la FED, primero con Greenspan y luego con Ben Bernanke, subió las tasas de interés de corto plazo del 1 al 5,25% anual en el transcurso de casi dos años, y sin embargo la Bolsa norteamericana pudo mantener sus niveles de cotizaciones sin problemas, contra todas las suposiciones que se podían hacer previamente.

 

¿Por qué Wall Street no cae?

 

Antes de meternos de lleno en el tema, es necesario tener en cuenta que una caída abrupta pondría en jaque a la economía norteamericana.

 

No sería sólo una cuestión bursátil, sino que dada la precaria situación del sector inmobiliario y bancario norteamericano, podría ser la señal inequívoca - aunque bien podría ser ni única ni necesaria - del comienzo de un proceso de fuga de capitales de los Estados Unidos al resto del mundo, que podría poner en serio riesgo el dominio mundial de la elite petrolero-financiera a través de los mecanismos financieros de Wall Street.

 

Si a ello le sumamos el hecho de que el déficit de sector externo norteamericano se encuentra en torno del 7% de su PBI en 2006 y 2007, entonces queda claro que evitar una crisis en Wall Street es un asunto de "vida o muerte" para la elite.

 

¿Cómo han logrado evitarlo tras la caída escandalosa de Enron y otras grandes empresas? ¿Cómo han podido subir las tasas de interés sin entrar en una crisis? Hay varios factores en juego, muchos de ellos son sencillos artilugios y artificios.

 

Veamos:
 

  1. La suba de más de cuatro puntos porcentuales anuales en las tasas de corto plazo ensayada por la FED desde el 2004 al 2006 no fue acompañada por un aumento similar de las tasas de largo plazo que hubiera sido letal, dado que con ellas se fija el costo de las operaciones de compraventa inmobiliarias.

     

  2. Desde 2001, la "Guerra contra el Terrorismo" viene ayudando a mantener altos niveles en los bonos de deuda pública y privada norteamericana, y - por lo tanto - a sostener las cotizaciones de acciones, precios de los inmuebles y liquidez del sistema bancario norteamericano.

     

    Ocurre que cuando se genera un fenómeno de incertidumbre casi persecutoria, como hoy resulta el "terrorismo", una gran cantidad de capitales acumulados por empresas y personas prefieren las plazas de inversión, las monedas y los activos de mínimo riesgo.

     

    O sea, por ejemplo, depósitos bancarios en grandes bancos norteamericanos considerados inexpugnables por el común de la gente (justo los de mayor injerencia de la elite) o bonos de deuda del Tesoro estadounidense.

     

    La "Guerra contra el Terrorismo" ha favorecido, hasta el momento, la entrada de capitales a los Estados Unidos, como ya hemos visto en el capítulo 2 de este libro.

     

  3. La última gran crisis bursátil data de 1987, cuando las acciones bajaron más de 10% en un solo día. Sólo las ágiles maniobras de Greenspan y Corrigan desde el FED impidieron el crack.

     

    Fue a raíz de ese proceso que en los Estados Unidos se conformó un "grupo de acción" semisecreto llamado "Plunge Protection Team" (Grupo Protector de Derrumbes), conformado por el jefe del FED, el secretario del Tesoro y algunos de los principales banqueros privados.

     

    Se trata de un grupo de consulta "informal", que cuando observa un peligro real en algún mercado importante decide intervenir mediante el uso de derivativos (futuros y opciones), de tal manera que mediante pocos fondos se pueda intervenir de manera gigantesca.

     

    Éste habría sido un factor fundamental para impedir que las varias caídas que Wall Street tuvo en los últimos años se tradujeran en una auténtica crisis financiera.

     

  4. La gran desregulación financiera que impera en Wall Street ha facilitado un mecanismo que ha sido utilizado por muchas empresas que cotizan en Bolsa ante la caída de sus acciones: se trata de la recompra de acciones de la propia empresa ("Stock Buyback").

     

    De esta manera, una empresa puede intervenir en el mercado para tratar de impedir una caída de su propia cotización "recomprándose a sí misma" con liquidez propia o con un préstamo bancario. Obviamente es toda una inconsistencia desde el punto de vista económico, porque ¿cómo es esto de comprarse a uno mismo su propio capital?

     

    Es nada más que un artificio. Sin embargo, muchas grandes empresas han hecho uso de él y, en un principio, ha dado resultados.

     

  5. Desde la época en que Bush padre fue presidente, luego con Clinton, y ahora con Bush hijo, se ha dado un incesante proceso de fusiones y adquisiciones que ha ayudado a fomentar la formación de verdaderos "pulpos oligopólicos" en una gran cantidad se sectores en los que, como hemos visto, la "libre competencia" es sólo una ilusión.

     

    Muchas de esas compras se realizan mediante la oferta pública de un precio de la acción muy superior al cotizante en el mercado, a fin de que los accionistas minoritarios se desprendan de sus acciones.

     

    La concentración oligopólica - objetivo de la elite - tiende entonces a sostener los precios del mercado accionario, como lo hace otro mecanismo puesto de moda desde la época de Bush padre: la denominada "compra apalancada" (Leveraged-Buyout), un ingenioso y perverso mecanismo mediante el cual un fondo de inversión puede comprar una empresa aun cuando su grupo de control no desee venderla.

     

    ¿Cómo? Toma una deuda con algún banco, paga precios muy superiores a los de mercado elevando la cotización de la acción, y una vez que se constituye en el controlante de la empresa le pasa la deuda contraída.

     

    Este muy perverso mecanismo ha generado la artificialidad de que muchas empresas suban abruptamente sus cotizaciones bursátiles al mismo tiempo que su solvencia y rentabilidad disminuye, debido a que deben asumir una deuda muy grande sólo por el hecho de que ha cambiado el grupo que la controla, y nada más que por eso.

     

  6. Existen en los Estados Unidos y en paraísos fiscales conectados con Wall Street una gran cantidad de fondos especulativos de inversión, sumamente agresivos en sus operaciones ("Hedge Funds") que, operando en el mercado de derivativos (futuros y opciones), realizan apuestas por entre 5 y 100 veces su propio capital.

     

    Muchos de los reales dueños de estos "hedge funds" son los propios bancos de Wall Street, deseosos de impedir cualquier baja accionaria y, en algunos casos, del dólar que los afecte. Por lo tanto, muchas veces esos fondos especulativos son utilizados para levantar artificialmente ciertas cotizaciones.

     

    Para que se tenga una idea de los montos de los cuales estamos hablando, es necesario aclarar que las estimaciones más conservadoras de los montos invertidos por los "hedge-funds" en activos de naturaleza especulativa son de aproximadamente 1,3 trillones de dólares. Se trata de fondos que casi no tienen supervisión alguna.

     

    Recién ahora, en Wall Street se habla, bastante vagamente, de establecer un marco regulatorio, pero el hecho de que muchos de ellos tengan su radicación en "paraísos fiscales y financieros" torna más ardua la tarea, pero no hacerlo es más riesgoso.3

     

    Lo más espinoso, sin embargo, es que muchos de los principales bancos de Wall Street han prestado grandes sumas de dinero a estas entidades sin ningún tipo de control ni pedir el suficiente colateral, con lo que los bancos estadounidenses involucrados en tales maniobras tendrían mucho más riesgo de lo que sus muy "sólidos" y pretenciosos nombres parecen indicar.4

     

  7. La legislación ordinaria también ha ayudado en gran medida a impedir un derrumbe en las acciones que cotizan en Wall Street.

     

    Cuando se destapó el escándalo de los balances trucados de Enron, WorldCom, Tyco y otras, Bush pudo frenar la caída de muchas otras acciones haciendo aprobar por el Congreso - de mayoría republicana en ese entonces - la denominada ley Sarbanes-Oxley por medio de la cual el auditor de cada compañía debía "jurar" que el balance de la misma era correcto.

    Por supuesto, habría que preguntarse cuál es el sentido de tener que creer en juramentos, si no se puede creer en un balance.

     

    No obstante ello, aún hay una controversia acerca de si los auditores de los balances de las empresas que cotizan en Wall Street pueden ser llevados a juicio o no por "auditar mal", con lo cual resulta poco relevante el dictamen del auditor. Si se lo piensa bien, entonces, la propia ley Sarbanes-Oxley - voluntarista desde la base - es irrelevante a la larga.5

     

  8. Los fondos de jubilación norteamericanos ("Mutual Funds") están manejados por ejecutivos muy relacionados con los bancos de Wall Street o por las propias empresas donde los trabajadores desarrollan sus actividades.

     

    Es por esta sencilla cuestión que los ahorros para la jubilación de los trabajadores norteamericanos se invierten en acciones, aun cuando las mismas presenten riesgos o estén sobrevaluadas. El mecanismo se intensifica cada vez que una baja accionaria amenaza con desplomar el precio de las acciones.

     

    De más está señalar el enorme riesgo que significa ese procedimiento, porque la jubilación futura de los trabajadores depende de la "salud" bursátil. Además, son muchos los fondos de jubilación que invierten buena parte de su capital en "hedge-funds" de dudosa solvencia.

     

  9. La legislación extraordinaria muchas veces también es un artilugio para mejorar la liquidez de los bancos norteamericanos y las cotizaciones bursátiles.

     

    Su expresión más reciente ha sido la aprobación, entre gallos y medianoche, de la llamada - y desconocida por una gran mayoría de economistas - AJCA (American Jobs Creation Act), el 22 de octubre de 2004, pocos días antes de la reelección de George W. Bush, "tapada" en los medios de comunicación por la lucha electoral.

     

    Mediante esa ley que sólo eufemísticamente mejoraba la creación de puestos de trabajo, se redujo por el período de dos años fiscales la tasa de impuestos a la repatriación de dividendos, acumulados durante décadas por las empresas norteamericanas en el exterior, del 35% (decretado por John F. Kennedy) a una tasa inferior al 5%, según la empresa.

     

    La ley tenía una duración de dos años, y mediante la misma las grandes empresas norteamericanas podían repatriar todos los dividendos acumulados que desearan, casi sin pagar impuestos. Incluso se permitía que cualquier firma ingresara a los Estados Unidos hasta 500 millones de dólares por empresa, aun cuando no lo pudiera justificar en sus balances como dividendos.

     

    Por lo tanto, no se trata sólo de una ley de "repatriación de dividendos casi gratis", sino de una que legitima el lavado de dinero "negro" en los propios Estados Unidos, cosa contra la cual ese gobierno dice luchar.

     

    Se calcula que entre 2005 y 2006 las empresas norteamericanas repatriaron entre 400.000 y 500.000 millones de dólares, produciendo una gran mejora en la liquidez bancaria, una mejora en muchas cotizaciones de Wall Street y una valorización artificial del dólar, hasta el final del periodo, el 22 de octubre de 2006.


     

  10. La legislación empresarial también resulta muchas veces gran aliada de Wall Street. Pero no se trata únicamente de leyes como la Sarbanes-Oxley, de aplicación por tiempo indefinido, sino también de las impositivas.

     

    George W. Bush fue acusado - con mucha justicia - de bajar los impuestos a los ricos. La legislación que Bush intenta prorrogar y que está en vigencia desde hace varios años recorta los impuestos a los dividendos accionarios a solo el 50% de lo que históricamente se pagaba en el país.

     

  11. Las bajas tasas de interés que dominaron los mercados norteamericano, europeo y japonés durante buena parte de los años noventa y comienzos de este milenio también favorecieron la compra de acciones aun en el caso de que muchas empresas fueran poco rentables.

     

    Si bien las tasas de interés han subido después en los Estados Unidos y en Europa, Japón mantiene sus tasas muy cercanas al 0%, con lo que se convierte en un "surtidor" de dinero barato que muchos fondos especulativos toman para invertir en activos en dólares, factor que ayuda a bajar las tasas de largo plazo en los Estados Unidos y colabora indirecta, pero potentemente, para mantener elevados de manera artificial los índices bursátiles de Wall Street.

     

  12. Uno de los grandes "enigmas" financieros de los últimos años en los Estados Unidos ha sido - y es aún en el 2007 - la causa de las bajas tasas de interés a largo plazo.

     

    O sea, los rendimientos de los bonos del Tesoro norteamericano, que no son controladas directamente por el FED. El bajo nivel de las mismas ha incentivado la compra de acciones en Wall Street y fomentado el financiamiento barato de la propiedad inmueble.

     

    El 27 de septiembre de 2006, el subsecretario del Tesoro norteamericano James Clousen advirtió en un discurso la causa profunda de ello: las tasas de muchas emisiones de bonos del Estado norteamericano han sido artificialmente bajas merced a la manipulación que la mayoría de los 22 bancos que operan directamente con el FED efectúan, lo que genera una escasez artificial de muchas de esas emisiones de deuda pública a fin de que los bancos puedan financiarse a tasas de interés de corto plazo muy bajas, de niveles incluso japoneses, con la diferencia de que ni siquiera hay riesgo cambiario, dado que el financiamiento es en dólares.

     

    Se trata de tasas que según Clousen admitió fueron, en parte de febrero de 2006, cercanas al 0%, mediante las operaciones conocidas como REPO, para las cuales se usa la compraventa de títulos públicos en el corto y mediano plazo.

     

    ¿Qué hacen los grandes bancos con ese financiamiento interno de operaciones no legales casi gratuito? Compran más bonos, acciones, y dan más préstamos inmobiliarios a largo plazo.

     

    Es un proceso que tiene todas las características de una burbuja.6

     

  13. El sistema financiero norteamericano se financia en buena medida con fondos provenientes de países subdesarrollados, muchos de ellos latinoamericanos.

     

    El negocio para la banca norteamericana y los Estados Unidos es que esos fondos queden allí y no reingresen a sus países de origen. Por lo tanto, no debe sorprender que a medida que el déficit externo de los Estados Unidos se ha tornado cada vez más grave, comiencen a "proliferar" leyes "antilavado" de fondos en latinoamérica y en muchos países de otros continentes, como así también restricciones a la compra de propiedades con dinero en efectivo.

     

    Es una manera de complicar cualquier retiro importante de fondos del sistema financiero norteamericano. Lo paradójico es que mientras en América latina, y en muchos otros países, los ciudadanos y residentes cada vez encuentran más obstáculos para efectuar depósitos bancarios o comprar bienes que superen determinado valor sin explicar fiscalmente el origen de los fondos, en los propios Estados Unidos se ha facilitado sobremanera el lavado de dinero "negro" en los años 2005 y 2006 mediante la citada ley de "creación de trabajo" conocida como AJCA.

     

    Es necesario remarcar entonces que la "lucha" que las embajadas estadounidenses y los funcionarios del Departamento de Estado de aquel país promueven, y obligan a aplicar a muchas terceras naciones cada vez que pueden, no son más que una fachada para mantener el financiamiento no ya del resultado deficitario externo anual de los Estados Unidos, sino de su propia deuda acumulada anterior, y por supuesto, de su débil sistema financiero.

     

    Ello, con el preocupante agravante de que resultan métodos semicompulsivos de financiamiento del endeudamiento público y privado norteamericano.

     

  14. El propio sistema de prensa anglo-norteamericano tiene mucho que ver en todo este "colchón" que ha perdurado ya muchos años para que Wall Street no baje.

     

    La forma en que se difunden las noticias en los medios de comunicación más especializados apunta, generalmente, a reavivar el interés inversor en los mercados financieros. Se minimizan las malas noticias, se ventilan en forma grandilocuente las buenas, se contacta mucho más seguido a los "analistas" que pronostican alzas que a los que hablan de posibles bajas. Un claro ejemplo de ello es el caso de las denominadas "Fusiones y Adquisiciones" (Merger & Acquisitions: M&A).

     

    Cada vez que en Wall Street tan solo se rumorea la probabilidad de la fusión o la compra de una gran corporación por otra, las acciones de las mismas, o al menos las de la compradora, comienzan a subir de valor.

     

    Se tiende a creer, en forma un tanto "mágica", que las fusiones y adquisiciones de grandes empresas por otras son caminos corto hacia las grandes ganancias, "sinergias positivas" y nuevas vías de expansión, cuando en realidad muchas veces tras eso en realidad hay una necesidad de bajar costos, recortar mano de obra ante márgenes de ganancia que se achican, o mucho peor aún, un verdadero "agujero negro" que la contabilidad no refleja adecuadamente en alguna - o ambas - corporaciones.

     

    Todos estos vicios ocultos pueden existir aún a pesar de la nueva legislación Sarbanes-Oxley, tras el caso Enron, pero merced a las campañas mediáticas muchos operadores se desesperan por comprar papeles accionarios cuando en realidad ni siquiera saben muy bien lo que están comprando, y muchas veces aun recomiendan hacerlo a través de los medios de comunicación especializados en temas financieros orientados al público apenas especializado.

 

3 - Al respecto se puede consultar "SEC plans to raise Hedge - Funds Investing Requirements", en www.bloomberg.com/apps/news?pid=20601087 &sid=aseDgoFdQtos&refer=home.

4 - Véase por ejemplo: http://www.bloomberg.com/apps/news?pid=20601087& sid=aM FZqx2S 1 a Wg&refer=home.

 

5 - Más información al respecto puede ser obtenida en "SEC's Palmrose May Push to Shield Auditors From Fraud Lawsuits" ("Palmore, del SEC, busca proteger a los auditores de legislación por fraude"), http://www. bloomberg.com/apps/news?pid=20601109&sid=aBN3a00110mA&refer=home.

 

6 - Véase el sitio oficial del Tesoro norteamericano: http://www.ustreas.gov/ press/releases/hp118.htm.


Los M&A a la postre resultan un gran negocio seguro y rentable para muy pocos: los bancos o agentes de colocación de acciones que actúan de intermediarios y cobran jugosísimas comisiones por efectuar el mero cálculo de cuantas acciones de la "nueva empresa" habrá que repartir por cada una de las viejas.

 

Se trata de un cálculo que en realidad puede realizar tranquilamente en casa cada uno de nosotros con información clara y precisa que proporciona en Internet generalmente, en sitios más escondidos de los mismos medios de comunicación.

 

Sería provechoso que las autoridades regulatorias norteamericanas realizaran un detallado estudio acerca de si las M&A no son, muchas veces incluso un mero truco para repartir millonadas de dólares entre los funcionarios de los bancos intervinientes y de las cúpulas de las empresas destinadas al "matrimonio" que significa una M&A, lo que bien podría dar lugar a acciones penales y hasta a volver a ver por televisión a grandes empresarios norteamericanos con esposas (no precisamente matrimoniales) en sus muñecas saliendo de un rascacielos para ingresar en un celular policial, como ocurrió a inicios de este milenio y luego se tapó convenientemente.

 

Además, muchas veces la empresa compradora de otra en un M&A está metiendo sus narices no sólo en una empresa que no conoce a fondo, sino en mercados completamente desconocidos, por lo que el M&A puede terminar en un desastre compartido que bien puede disimularse tras la contabilidad de la nueva megacorporación.

Como hemos visto, muchos y variados son los mecanismos con los cuales se ha impedido varias veces un auténtico desplome de Wall Street.

 

Sin embargo, estos artificios y artilugios no pueden durar para siempre, y aun cuando lo sigan haciendo durante muchos años no pueden impedir una auténtica devaluación de las acciones cotizantes allí si el dólar cae - cosa muy posible por el tamaño de su déficit externo - como debería hacerlo, no sólo frente a las monedas más fuertes del mundo, sino también contra muchas divisas "débiles".

 

En tal caso, aun cuando Wall Street mantuviera sus niveles o subiera moderadamente, el valor de las acciones norteamericanas en otras monedas se deterioraría severamente. Algo de ello ya ha comenzado a ocurrir si se tiene en cuenta que el dólar ya no vale lo que antes: de sus máximos niveles de los últimos quince años de 0,82 por euro ha pasado a valer, en julio de 2007, 1,38 por euro.

 

Este proceso, en marcha y con largos y contradictorios altibajos, está lejos de estar completo respecto de la divisa europea, y está lejos aún de haberse iniciado con respecto al yen, el yuan, y muchas otras divisas.

Por todo esto, Wall Street debería caer, quitando entonces a la elite globalista una buena parte de su poder, que quedaría diluido. Pero aun cuando esto no suceda o se retrase muchísimo en el tiempo, el mismo efecto se lograría con una aparentemente inevitable caída del dólar.

 

 


¿Y entonces, qué? - La clave surgió en Irak

Es necesario diferenciar entre el mediano y el largo plazo. Dejaremos este último para el próximo apartado.

 

Diremos, en cuanto al mediano plazo, que cabe esperar algunas cosas:

En primer lugar, el establishment político y económico norteamericano y londinense está intentando, y probablemente siga haciéndolo, "administrar" el alza del precio del barril de petróleo de manera que pueda conseguir dos objetivos al mismo tiempo.

 

En primer lugar, impedir que aumenten descontroladamente las presiones populares en varios países a fin de acelerar el reemplazo del petróleo y los demás hidrocarburos fósiles por otras fuentes de energía, y al mismo tiempo, impedir que las naciones productoras y exportadoras de petróleo se enriquezcan de manera tal que puedan afectar en forma directa los intereses geopolíticos norteamericanos y de sus petroleras.

 

No hay que olvidar que tanto Irán, como Venezuela, Irak y Libia, entre otros países, han tenido, o tienen, enormes problemas más allá de lo meramente diplomático con los Estados Unidos.

 

Por lo tanto, si sus reservas monetarias siguen aumentando al son del aumento del barril de petróleo, también pueden independizarse financieramente de los Estados Unidos, el FMI y sus instituciones paralelas, y generar un problema grave para los Estados Unidos en un mundo que la elite globalista desea unipolar.

 

Pero no hay que olvidar que hacia 2003 el petróleo cotizaba a 25 dólares el barril, y en cambio ahora, cuando ocasionalmente bajó de los 60 dólares, la OPEP se reunió y estudió el recorte de la producción y las cuotas de exportación, por lo que se deduce que es inevitable, en el mediano plazo, que los hidrocarburos fósiles continúen su carrera alcista, con el agravante de que en algunos años comenzará a verificarse, además, una reducción continua, año a año, de la producción mundial en medio de una demanda global en permanente alza.7

Por eso mismo, por ejemplo, no debe extrañar que la situación de constantes actos terroristas en Irak favorezca la presencia de tropas norteamericanas en ese país y en la región, lo cual es deseado por Washington y Londres, más allá de que nominalmente se hable y se escriba acerca de la necesidad de una retirada ordenada.


7 - Hitler ganó la guerra, Cap. II.


Lo cierto es que cuando la opinión pública norteamericana e inglesa se volcó más abiertamente hacia el retiro de tropas, en forma "casual" el presidente iraquí, Jalal Talabani, pidió públicamente que los Estados Unidos dejen sus soldados en Irak al menos hasta el 2009 8 a fin de impedir más atentados.

 

Incluso se usa como excusa la posible lucha a muerte entre sunnitas y chiítas iraquíes para tener más argumentos para dejar tropas en Oriente Medio que en realidad están cuidando las reservas petroleras, las inversiones de los oligopolios anglo-norteamericanos y la infraestructura creada alrededor del "oro negro" iraquí por la empresa de servicios Halliburton (antes presidida por Dick Cheney), a través de su filial Kellog & Root (hoy KRB) que, por sí sola, ya lleva un financiamiento estatal norteamericano acumulado de 20.000 millones de dólares entre la invasión de 2003 y octubre de 2006, sin rendir cuentas al Estado norteamericano respecto de los más elementales gastos que realiza.

 

La labor de la compañía excede con creces lo estrictamente petrolero, dado que es la encargada de la logística y abastecimiento de las tropas norteamericanas destacadas en Irak.

¿Cuál es el negocio para las petroleras y las empresas de armamentos y de logística al retirarse de Irak? Ninguno.

 

Por eso ambos partidos, Republicano y Demócrata, difieren en el cómo hacer y no en el qué hacer en Irak. Prueba suficiente de ello son las noticias acerca del envío de presidiarios norteamericanos a luchar como soldados en Irak,9 a un ritmo que podría rondar los 30.000 por año entre 2003 y 2006, y que se intensifica en 2007.

 

Cabe preguntarse: ¿qué entrenamiento militar puede tener un ex delincuente y presidiario?

 

Y no sólo eso:

los heridos de guerra norteamericanos en Irak - que deberían considerarse héroes - retornaban para ser atendidos en un hospital de Washington DC infestado de cucarachas y ratas, y deben soportar largas demoras para recibir tratamiento, hecho que fue divulgado por el Washington Post y produjo la renuncia del Secretario del Ejército norteamericano Francis Harvey.10

Pero los cambios al más alto nivel en el Pentágono y otros importantes sectores de la administración norteamericana tampoco implican cambios de rumbo.

 

Por ejemplo, en cuanto al reemplazo del secretario de Defensa Donald Rumsfeld por el ex jefe de la CIA Robert Gates a raíz de la derrota republicana en las elecciones de noviembre de 2006, las perspectivas que se abren son menos halagüeñas de lo que muchos han considerado.

 



8 - Al respecto se puede consultar el canal de televisión Al Jazeera en http://english.aljazeera.net/NR/exeres/05801C8F-FD47-199E-A5BB-02ABEA4E_5390.htm.

9 - Véase "Expunged Criminal Records Live to Tell Tales" en el New York Times del 17 de octubre de 2006, en http://www.nytimes.com/2006/10/17/us/17 expunge.html?ex=1318737600 &en=lacf439e647 cce 96&ei= 5090&partner=rssuse rland&emc=rss. También "Ejército de los Estados Unidos suma cada vez más a reclutas con antecedentes penales", en http://www.26noticias.com.ar.

10 - "Army Secretary Ousted", en http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/ article/2007/ 03/02/ AR2007030200438.html, y "Revés de Bush por una grave denuncia", en http://www. lanacion. com.ar/exterior/nota.asp?nota_id=888246&origen=rss.


Gates ha trabajado en un task force del CFR codo a codo con Zbigniew Brzezinski, ex secretario de Estado de Carter, y juntos han elaborado un documento del CFR denominado "Irán: tiempo de una nueva aproximación", en el que se postula una solución para las relaciones con la vecina Irán basada en el "diálogo" y no en el enfrentamiento directo.11

 

De darse ello, podría haber alivios circunstanciales respecto del alza del precio del barril y evitarse una guerra directa, aun cuando el propio Robert Gates parece a veces un "clon" de Donald Rumsfeld, en lo que se refiere a la búsqueda de expandir las zonas de conflicto.12

Lo que hay que tener bien presente es que Robert Gates fue el sucesor de William Casey en la CIA, y fue nombrado por George Bush padre. Ambos entretejieron la complicada estrategia, que hemos comentado en el capítulo 3, a fin de derrumbar a la Unión Soviética sin necesidad de un conflicto armado.

 

Por lo tanto, es necesario remarcar que George Bush hijo nombró en la secretaría de Defensa a un verdadero "experto" en corromper y socavar los sistemas políticos y económicos de los grandes rivales de los Estados Unidos.

 

En síntesis, el nombramiento de Gates en lugar de Rumsfeld puede dar lugar a una variante en la táctica, pero nunca en la estrategia: alinear a Irán, por los medios que sea, con los Estados Unidos, para lo que pueden usarse un variado arsenal de armas económicas y financieras, el espionaje, y la corrupción de funcionarios iraníes, entre otros elementos.

 

Si alguna duda cabe, a pocos días del nombramiento de Gates, el New York Times titulaba: "U.S. Considers Raising Troop Levels in Iraq" ("Los Estados Unidos considera aumentar las tropas en Irak") en su edición del 21 de noviembre de 2006.13

 

El otro cambio clave ocurrió a finales de 2006: el nombramiento del embajador estadounidense en la ONU, John Negroponte, como subsecretario de Estado. Implica un brusco endurecimiento de la política estadounidense en Oriente Medio, la posibilidad de un estado de tensiones, guerras civiles y acontecimientos inesperables muy difícil de imaginar, dado que se trata de uno de los más rígidos "halcones" de la política exterior norteamericana.

 

No debe extrañar entonces que el nombramiento de Negroponte haya sido acompañado de un petitorio de Bush al Congreso norteamericano de aumentar en 20.000 - hasta 150.000 - el número de tropas norteamericanas en Irak, y del cambio y desplazamiento de muchos de los comandantes del ejército en aquel país.


11 - "Iran: Time for a new Approach", en www.cfr.org/publication/7194/iran.html.

12 - Véase "Gates Assails on Iran for negative role on Iraq War", http://www.bloomberg.com/apps/news?pid=20601070&sid=azCMqmrTseRc&refer=home.

13 - http://www.nytimes.com/2006/11/21/world/middleeast/21troops.html? _r=l&th&emc= th&oref slogin.


Por si ello fuera poco, la prueba más marcada de que el triunfo del Partido Demócrata en las elecciones parlamentarias de 2006 no fue, ni presagia para más allá de 2008, un alivio en la situación internacional, es necesario tener en cuenta que la nueva vocera de los demócratas en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha sido "frenada" en cuanto a lo que muchos de los integrantes de su partido consideran "posiciones extremas", y que esas mismas elecciones marcaron el ascenso de John D. Rockefeller IV como jefe del neurálgico Comité de Inteligencia del Senado.

 

Rockefeller es senador por el estado de West Virginia como miembro del Partido Demócrata, a pesar de que el propio David Rockefeller ha impulsado cada vez que pudo a George W. Bush.

 

Esto muestra una gran versatilidad política del clan petrolero-financiero, y lo poco que en realidad importa en los Estados Unidos el cambio de manos de las cámaras legislativas, o incluso del propio poder ejecutivo, entre partidos que no se diferencian en cuestiones de fondo, sino apenas en estilos.14

La oposición que los demócratas puedan efectuar en el Congreso norteamericano a los planes de Bush en Irak no es otra cosa que un "narcótico" para consumo masivo, dado que, como bien hace notar la principal agencia de noticias financieras del mundo, Bloomberg, la oposición demócrata no va a hacer cambiar los grandes números acerca de Irak, dado que, con el fin de favorecer no sólo al sector petrolero anglo-norteamericano sino también al armamentista, los Estados Unidos gastarán en defensa durante el 2007 un mínimo de 543.000 millones de dólares aprobados con el gran apoyo de los demócratas, el 58% más que durante el año fiscal 2002.

 

Las principales compañías de defensa han visto aumentar sus ganancias un 20% en 2006, y se espera otro tanto en 2007, superando ampliamente al índice general de la Bolsa norteamericana.

Las utilidades de estas empresas (entre otras Lockheed Martin, Raytheon, General Dynamics, Boeing y Northrop Grumman) están ampliándose aún más debido a compras hechas por países de Oriente Medio como Arabia Saudita y del Lejano Oriente como Taiwán.15

 

Esto hace que los accionistas e inversores de las empresas de armas norteamericanas se froten las manos con el nombramiento de personajes siniestros como John Negroponte 16 en el cargo de subsecretario de Condoleezza Rice.

En ese contexto, el 18 de enero de 2007 el propio Pentágono, ahora manejado por Robert Gates, anunció un nuevo manual de operaciones militares por medio del cual los sospechosos de terrorismo que sean juzgados por tribunales militares pueden ser encarcelados o hasta incluso ejecutados mediante el uso de testimonios arrancados bajo coerción.

 

Incluso los abogados de los detenidos, según las nuevas instrucciones, no pueden usar libremente información clasificada para defender a los acusados, según anuncia la propia Associated Press.17


14 - Consúltese http://www.tmthout.org/docs_2006/012007Z.shtml.

15 - "Defense shares may rise even as Democrats oppose Bush Iraq Plan", en http://www.bloomberg.com/apps/news?pid=20601109&sid=aIQjIjURdxRE&refer=home.

16 - Sugerimos al lector que haga una sencilla indagación sobre la trayectoria de John Negroponte.


Mientras tanto, a raíz de una directiva de Dick Cheney, el Pentágono estaría elaborando una estrategia probable para bombardear Irán y "otros objetivos" (¿Siria?) ante la eventualidad de un "Segundo 11-S".

 

Un suceso así daría pretexto para atacar al principal enemigo que le queda a los Estados Unidos, sin necesidad de efectuar siquiera las mínimas "investigaciones" que se efectuaron tras el primer 11-S para determinar que el "foco terrorista" estaba en Afganistán.

Cabe meditar profundamente sobre las implicaciones de esta última información, porque quiere decir dos cosas:

  1. políticos muy influyentes como Cheney creen en la posibilidad más o menos inminente de un "Segundo 11-S" (ya hemos visto lo que en realidad habría sido el primero)

  2. creen que habría que culpar a Irán en forma directa e inmediata del mismo atacándolo sin demora.18

Para ello la estrategia podría ser utilizar un plan secreto elaborado por el Pentágono que incluya el uso de armas nucleares - según el Concept Plan 8022 del Pentágono (CONPLAN 8022) - a fin de llegar a blancos subterráneos muy profundos en Irán.19

 

Tan solo considerar esa posibilidad causa vértigo.

Pero volviendo al tema energético en particular, en gran medida fuente de toda esta realidad pesadillesca que hemos narrado y que los medios en general ocultan o diseminan con cuentagotas en medio de las toneladas de banalidades a las que llaman "información", las petroleras anglo-norteamericanas ya han ingresado no sólo a la comercialización, sino a la extracción y propiedad del petróleo iraquí (las terceras reservas del mundo) merced a un proyecto de ley (presentado hacia inicios de 2007) de la parodia de parlamento que hoy tiene Irak, otorgándole a Exxon, Shell y British Petroleum la "parte del león" de sus recursos.

 

En forma nunca antes vista en Oriente Medio, esas mismas corporaciones podrán embolsar nada menos que 75% de los beneficios en los primeros años de vigencia de los contratos, que serán a 30 años.20

 

Si las petroleras anglosajonas ingresan al mercado iraní (las segundas reservas del mundo), dominado hoy por compañías de Europa occidental - tal como Saddam Hussein deseaba que ocurriera en Irak y no pudo - un porcentaje abrumador de las reservas mundiales estarán bajo control directo o indirecto de un pequeño grupo de megacorporaciones anglosajonas, controladas por un poco más de un par de clanes familiares, entre ellos, los Rockefeller y Rothschild.

 


17 - Véase http://news.yahoo.com/s/ap/20070118/ap_on_go_ca_st_pe/detainees_trials o el excelente sitio web http://www.truthout.org/docs_2006/011807R.shtml.

18 - "El Pentágono estaría preparando un «segundo 11-S» para justificar un ataque contra Irán", en http://www.11-s.net/segundo11s.php.

19 - Al respecto consúltese el artículo "Nuclear War Against Iran", de Michel Chossudovsky en http://www.globalresearch.ca/index.php?context=viewArticle&code=CH20060103&articleId=1714.

20 - Véase The Independent del 7 de enero de 2007 o La Nación del 8 de enero de 2007.


Es necesario en este punto que el lector esté advertido de que más allá de lo que las cotizaciones del barril marquen diariamente, y más allá de fuertes presiones ocasionales a la baja, la tendencia de mediano y largo plazo es claramente alcista, o mejor dicho, muy alcista.

Mientras más del 80% de la energía que se consume en el mundo siga proviniendo de hidrocarburos fósiles, la dependencia de todos los habitantes de la Tierra de la voluntad de unos de esos pocos clanes familiares es un hecho.

 

No hay manera de revertirlo si no hay un cambio energético. Además, como veremos más adelante, de producirse es necesario precisar muy bien cuál, en qué tiempo, con qué clase de tecnología, a qué precios y costos, y sobre todo qué grado de competencia tendrá ese nuevo mercado en oposición al actual.

En cuanto a la otra arma de dominio, el dólar, ya hemos comentado la precaria situación financiera norteamericana, sus causas, sus derivaciones, y cómo Wall Street evita, transitoriamente hacer El ajuste. Por obvias razones, hoy no están dadas las condiciones, y tampoco los Estados Unidos desean hacerlo, para repetir una especie de "Plaza Accord".

 

Con un déficit externo superior al 7% del PBI norteamericano, pues el mismo bien podría ser caótico. Es por eso que también se busca "administrar" la depreciación del dólar vis-à-vis al euro y otras monedas, al mismo tiempo que a los Estados Unidos les conviene que Japón, gran surtidor de capitales, siga creciendo muy poco y mantenga tasas de inflación muy bajas, o incluso sufra deflación, aun cuando el yen siga artificialmente subvaluado contra el dólar.

 

La recesión japonesa es un gran negocio para los Estados Unidos que de esa manera pueden financiar buena parte de su déficit externo vía el movimiento especulativo de bancos y "hedge-funds", que toman yenes prestados para invertir en dólares, aprovechando el diferencial de tasas de interés.

 

Es necesario remarcarlo: el peor negocio del mundo para los Estados Unidos sería que se produzca una reactivación importante del consumo y la inversión interna japonesa, pues obligaría a los Estados Unidos a una contracción muy importante de su consumo. Por otra parte, el mundo entero entraría en recesión si las tasas de interés de corto plazo comienzan a trepar en Japón unos dos o tres puntos porcentuales anuales.

Por lo tanto, mientras las tasas de interés no suban en Japón ni bajen en los Estados Unidos, es relativamente fácil administrar una caída módica y ordenada del dólar frente a una gran cantidad de divisas y monedas: digamos, entre un 5% y un 15% anual (lo que no es poco).

 

De todas maneras, es posible esperar que cuando las tasas de interés de corto plazo comiencen a descender en los Estados Unidos merced al previsible enfriamiento de su mercado inmobiliario y su consumo privado, la "administración" de la baja del dólar se torne mucho más ardua, pudiendo depreciarse a un ritmo mucho más acelerado.

Un mercado financiero en esas condiciones, en las que resulta difícil "administrar" la caída del dólar, quizá paradójicamente facilitaría la "administración" del alza del barril de petróleo en plazos cortos, dado que el escenario de mediano plazo, vayamos por el camino que vayamos, es remarcadamente más recesivo que el que el mundo ha vivido entre 2004 y 2007. Lo que hay que ver es cuánto.
 

 



La economía del futuro

Tal como han ido las cosas, da toda la impresión de que el mundo se encamina - a veces más rápido, a veces más lento - hacia dos cambios fundamentales. Los mismos pueden demorar unos pocos años o hasta un par de décadas, pues dependen de la velocidad que adquieran algunos acontecimientos de la realidad.

 

Pero las propias contradicciones económicas del mundo actual y de la rapacidad del capitalismo megacorporativo y oligopólico para "encerrar" a prácticamente a toda la humanidad en sus parámetros los van tornando poco a poco inevitables.

El primero de ellos, a medida que los Estados Unidos sigue acumulando déficit externos que los van poniendo en una peligrosísima posición deudora neta es  - nada más y nada menos - que un progresivo cambio en la divisa unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor mundial.

El reemplazo del dólar como "moneda mundial" puede ser provocado por un acontecimiento similar o de otras características, o incluso por "goteo", con gran lentitud. Pero, al menos por ahora, no hay indicio alguno de que pueda evitarse. Dos son las monedas candidatas a reemplazarlo por el momento: el yen y el euro.

 

El primero posee grandes inconvenientes: es desconocido en Occidente, su tasa de interés ha sido cero por años y años, y la reciente depresión económica japonesa ha durado demasiados años como para volver a posicionar a Japón como una economía lo suficientemente creíble para que su moneda reemplace al dólar.

El euro no tiene ninguno de esos problemas. Las recesiones económicas europeas han sido tan suaves como sus tasas de expansión.

 

En las últimas dos décadas Europa casi nunca ha alcanzado los niveles de crecimiento de los Estados Unidos, pero tampoco ha incurrido en el derroche de consumo ni en la peligrosa tendencia estadounidense de invertir recursos tomados en forma de deuda externa en sectores que no generan capacidad de pago de esas mismas deudas.

 

La situación fiscal y externa europea ha sido y es, en general, ordenada, y el euro ya cotiza en múltiples plazas financieras donde se realizan transacciones de considerable nivel con esa moneda. Muchos bancos centrales van adoptando una creciente proporción de sus reservas en esa moneda, y hasta la cotización de varios "commodities" comienza a efectuarse en euros.

 

Por ejemplo, tanto Irán como Venezuela han decidido comenzar a cotizar petróleo en euros, para "saltar el cerco" que el petrodólar imponía, y aún impone.

Que el euro sea adoptado como unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor mundial en forma progresiva puede significar un muy rudo golpe a la elite globalista y a las sociedades secretas que son su soporte.

 

El debilitamiento de la misma sería insoslayable. Pero con este cambio y nada más, la elite estaría lejos de perder todo su poder.

 

Ocurre que en un mundo globalizado, muchos de los más prominentes miembros de la elite son europeos y además el propio núcleo estadounidense e inglés bien puede diversificar sus activos a euros. Pero el esquema de dominio de los Estados Unidos en su fase superimperialista actual entraría en fuerte decadencia haciendo impracticables las aventuras militares en las que actualmente se embarca el todavía "Nuevo Imperio Romano".

Ahora bien, un cambio de la unidad de cuenta mundial no puede darse sin otras consecuencias que seguramente la elite globalista va a lamentar mucho.

 

Ocurre que una acumulación de los ahorros mundiales en euros en lugar de dólares impactaría muy fuerte en el alza de la moneda europea, cuestión que amenazaría con situar a Europa en recesión porque dificultaría seriamente la actividad exportadora. Además, como el euro es la moneda de 25 países, una excesiva sobrevaloración de la misma puede generar tensiones entre los países que la utilizan, dado que algunos entrarían más fácil y profundamente en recesión que otros.

 

Pero dada la presumible inevitabilidad de una progresiva - puede que con altibajos - fortificación del euro vis-à-vis al dólar y muchas otra monedas, sería necesario efectuar cambios fundamentales en el esquema actual de comercio mundial que ha tendido, en las últimas décadas, a bajar los aranceles a la importación en una inmensa mayoría de los países del mundo, merced a las presiones de la elite globalista en la WTO (Organización Mundial de Comercio).

Es probable, entonces, que si el euro reemplaza al dólar como "moneda mundial" sea necesaria la aparición de muchas restricciones al comercio internacional a fin de atenuar los efectos recesivos que podría producir un "supereuro" en Europa.

 

Sin embargo, no sería nada que el mundo ya no haya visto antes. Por ejemplo, en los propios años treinta.

Pero si el cambio económico y financiero que puede implicar el declive del dólar y el auge del euro como "moneda mundial" implica la solución de algunas cuestiones y la aparición de otras nuevas, mucho más ardua y compleja aún resulta la sustitución de los combustibles fósiles por otras fuentes de energía. El cambio energético sí puede ser - si es efectuado de manera adecuada - un golpe mortal para la elite globalista.

 

Los hidrocarburos fósiles (petróleo, gas natural) o están acabándose, o bien no pueden volver a ser utilizados como antiguamente, y hasta acelerarían su propio declive en cantidad de reservas si se los utilizara, tal como es el caso del carbón.21

El problema principal para el cambio energético viene por el lado del transporte personas y bienes, no tanto por el consumo energético para actividades domésticas o fabriles, dado que podría intensificarse el uso de la energía atómica,22 hidroeléctrica, eólica, solar, o de otros tipos.


21 - Véase Hitler ganó la guerra, cap. II.
 

22 - Buena parte del lobby contra la energía atómica, realizado en parte por instituciones pseudoecologistas, ha sido en realidad financiado por la industria petrolera.

 

En el caso del transporte no es tan fácil dado que esas fuentes energéticas no pueden ser utilizadas, y resulta utópico pensar en "enchufar" autos, camiones y autobuses para recargar baterías.

 

Hay una imposibilidad física para ello, y además el petróleo, el gas natural y el carbón hoy representan nada menos que cerca del 85% de la energía utilizada mundialmente en todos los sectores.

Dos son por ahora los grandes candidatos a reemplazar a los combustibles fósiles: el hidrógeno y los biocombustibles.

 

Ambos tienen la ventaja de ser fuentes de energía mucho más limpias y abundantes que los combustibles fósiles. El hidrógeno se encuentra en el agua y puede ser obtenido mediante electrólisis, los biocombustibles son derivados indirectos de la energía solar dado que provienen de los aceites de oleaginosas y otros vegetales.

 

Pero ambos ofrecen problemas de muy difícil solución si no se planea su uso con mucho tiempo - algunos creen que décadas - de antelación.

 

George W. Bush ha repetido en varias ocasiones que desea fomentar el reemplazo del petróleo por el hidrógeno, pero no ha hecho nada al respecto, y se ha comportado como un títere de las empresas petroleras que lo han seleccionado como una especie de "mesías negro" para consolidar su poder.

 

Él y sus propios funcionarios principales provienen del sector petrolero norteamericano.23

Hay muchos que hoy sostienen que la sustitución del petróleo y el gas natural por el hidrógeno no es otra cosa que un lobby del sector petrolero. Para realizar la electrólisis del agua y separar las moléculas de hidrógeno y oxígeno logrando combustible es necesario que el transporte (autos, camiones, autobuses) utilicen baterías que hagan el trabajo. Y las baterías sólo podrían ser cargadas con petróleo y gas natural.

De esa manera mantendríamos una vital dependencia de los combustibles fósiles aun cuando su uso fuera muy inferior al actual. Sin combustibles fósiles los autos a hidrógeno no podrían funcionar.

 

Eso podría facilitar la continuación del oligopolio mundial petrolero, dado que frente a la escasez mundial que se avecina a paso acelerado, se lo utilizaría menos, pero en forma aún vital. El problema es complejísimo porque no basta con que cada país por separado encuentre una solución propia al problema, sino que el mundo entero debe ponerse de acuerdo en el uso de la misma tecnología.

 

Jeremy Rifkin sostiene, sin embargo, en La economía del Hidrógeno, que el cambio del petróleo por el hidrógeno es posible sin recurrir a lo nefasto que significaría tener que usar el hidrocarburo en forma reducida pero vital en baterías, y que el hidrógeno podría ser tan barato de producir que significaría el fin de la pobreza en vastas zonas del planeta.

 

Sin embargo, no aporta soluciones concluyentes sobre el tema.


23 - Véase Hitler ganó la guerra, cap. IV.


La otra solución podría venir por el lado de los biocombustibles.

 

Sin embargo hasta el momento el uso de los mismos se ve dificultado por un par de inconvenientes. En primer lugar resultan caros de producir (aunque con el petróleo por encima de 80 dólares el barril no lo serían tanto). Y en segundo lugar, aún no hay señales concluyentes de que la imprescindible "ecuación energética" cierre.

¿Qué significa esto de la ecuación energética?

 

Muy sencillo: para que una fuente de energía sea viable, es necesario que la energía invertida en su fabricación sea menor a la que se obtiene con el combustible fabricado. Esa fue una de las causas por la cual el alcohol de caña de azúcar, usado en el pasado en Brasil dejó de ser utilizado.

 

Sin embargo, algunos sostienen,24 en una nota aparecida en La Nación del 15 de febrero de 2006 que la ecuación energética comienza a cerrar bien para los combustibles a partir del uso de la paja de cereales, basándose en un informe del INRA (Institut National de la Recherche Agronomique, francés).

 

A pesar de ello, las cifras parecen no cerrar para muchas fuentes de biocombustibles, dado que la "ganancia energética" estaría aún muy por debajo de la de los combustibles fósiles. En promedio, en el mundo, invirtiendo un barril de petróleo pueden extraerse cinco. En cambio, en lo referente a biocombustibles, esa ganancia se recorta severamente a menos de dos.

Lo cierto es que aun cuando ello fuera posible, y los biocombustibles fueran el reemplazo futuro de los combustibles fósiles, queda pendiente el problema de su costo y su precio. Ocurre que si se usan cereales para la fabricación de energía, la demanda mundial de los mismos aumentaría muy sensiblemente, elevando fuertemente sus cotizaciones, lo que a su vez implicaría costos y precios muy superiores al precio actual del barril de petróleo.

 

Además habría que tener en cuenta el previsible aumento en los precios de los campos cultivables, dado que en los mismos no sólo se producirían alimentos, sino también la fuente de energía con la que comenzaría a moverse el mundo.

 

El alza en el precio de los alimentos sería quizás inevitable entonces "por partida doble" (aumento de precios de los cereales, y de los campos), tornando más difícil la situación de los países en los que vastas proporciones de la población sufren desnutrición o pobreza y miseria.

Queda una tercera vía, enigmática por cierto, enterrada hace décadas, pero parece retomar fuerza: la denominada "fusión fría". Se trata de energía nuclear totalmente alejada de los riesgos de la fisión, hoy predominante como energía atómica en el mundo. Sin embargo, si el hidrógeno y los biocombustibles son objeto de polémicas, la "fusión fría" ha provocado más discusiones.

Lo cierto es que hoy ningún organismo ni gobierno mundial está tomándose en forma seria el grave problema que se aproxima.


24 - Véase La Nación del 15 de febrero de 2006: "Cómo usar menos petróleo", de Elvio Baldinelli.


En parte la culpa es del propio sistema democrático que se usa en todas partes, dado que promueve que los gobiernos estén más preocupados por los problemas que aparecen o se pueden resolver durante su propio período, y no por el país ni en el mundo que van a dejarle a sus sucesores.

 

Mientras ello ocurre, la industria petrolera, la mejor socia del siniestro sector armamentista, se frota las manos y sigue provocando guerras, invasiones y muerte por doquier. Dólar y petróleo. Petróleo y dólar. Las dos caras de una misma moneda.

 

La moneda de la elite globalista que ha entrado, sin saberlo, en decadencia.

 

Una decadencia que, resulta muy deseable, quizá concluya en su propia caída y desaparición.

 

 


La Guerra y la Paz

Es necesario remarcar lo siguiente: la situación financiera de la globalización bien puede conducir a un "terremoto económico" que provoque una guerra mundial a gran escala.

 

Hemos visto cómo la depresión de los años treinta condujo, a fin de reactivar su mercado interno, a que los Estados Unidos interviniera en la Segunda Guerra Mundial.

 

A su vez la misma tuvo como factor preponderante la falta, y por lo tanto, dependencia del petróleo, en la que habían quedado los países del Eje (Alemania, Italia y Japón) tras la Primera Guerra Mundial. A su vez el propio cambio del sistema energético mundial del carbón al petróleo, fue un factor preponderante en el estallido de la Primera Guerra Mundial, cuyo principal propiciador fue Inglaterra.

Ahora, de nuevo, se ciernen sobre el mundo serios problemas financieros y energéticos.

 

Cada uno de ellos es capaz de generar una guerra de peores consecuencias que la Segunda Guerra Mundial, pero ambos pueden condenar al mundo a algo verdaderamente nunca visto. Que ello no ocurra depende de que los Estados Unidos efectúe su necesario ajuste económico y financiero lo antes y mejor posible, y de que se elija un sistema energético mundial barato y abundante.

 

De otra manera, seguir con el petróleo y gas natural a medida que se alcance su "techo mundial de producción", y peor aun, cuando entren en declive productivo, necesariamente va a implicar una gran guerra entre las naciones que son sus principales consumidoras, no sólo la invasión o manipulación de los países productores y exportadores.

Pero el cambio de un sistema energético a otro, también puede suponer grandes desastres, como ocurrió en 1914.

 

Hay que repetirlo:

debe buscarse un sistema energético basado en una fuente barata y abundante.

No es probable que la elite así lo desee, porque perdería el control sobre el sistema energético, y con él el del mundo.

 

La posibilidad de que el actual gran malestar social mundial no se traduzca en algo muchísimo peor en algunos años, depende de que, por primera vez en centenas de años, la elite pierda su poder.

 

La cruda realidad es ésta: si ellos mantienen el poder, millones y millones de personas perderán la vida.