extraído del Periódico Jaque Mate

del Sitio Web Scribd

 

 

 

Una mayoría ignora que el holocausto es la base de la financiación de Israel y, por tanto, del conflicto que aqueja Oriente Medio.

 

 

 



Medalla Nazi Sionista acuñada por orden de Goebbels en 1933,

para conmemorar la expedición Nazi-Sionista a Palestina.

Un nuevo dato que hace preciso investigar a fondo las oscuras conexiones entre sionismo y III Reich

 

El holocausto es definido como un suceso único e irrepetible, sin parangón en la historia y que por ello ha de ser recordado de manera única para evitar que suceda de nuevo.


En principio, las organizaciones que representan familiares de las víctimas de la supuesta matanza, recibieron hasta el año 2000, en concepto de indemnización por parte del gobierno alemán, 60.000 millones de dólares. La realidad es que organizaciones como el Congreso Judío Americano, la logia masónica Bi’nai Brith y la Conferencia sobre Solicitudes Materiales Judías contra Alemania se han ocupado de gestionar ese dinero.

 

El estado alemán regala abundante material militar a Israel que, complementado con las ingentes sumas que le regala EE.UU., constituyen gran parte de la riqueza israelí, basada en la extorsión y la especulación sobre un hecho histórico que diversos estudiosos, algunos encarcelados por ello, ponen en duda.

 

Entre ellos hay también judíos, como el norteamericano Norman Finkelstein, autor de La industria del holocausto.

Este libro aclara, con todo lujo de citas, documentos y declaraciones, cómo los judíos sionistas vienen extorsionando a los alemanes desde 1952 obteniendo fondos así para armarse. La madre del autor del libro, Norman Finkelstein, que sobrevivió al gueto de Varsovia, sólo recibió 3.500 dólares, mientras que, como reconoce el propio autor, muchas personas que jamás habían estado encerrados en los campos, recibieron cientos de miles de dólares.


En una comparecencia parlamentaria de 23 de febrero del 2000, el gobierno alemán reconoció que sólo alrededor del 15% del dinero entregado a la Conferencia de Solicitudes Materiales llegó a las víctimas realmente. ¿A dónde fue ese dinero?


A través de las organizaciones citadas, acabó en el estado de Israel, que lo ha utilizado para armarse hasta los dientes y convertirse en el ejército más potente de la zona. Así pues, el holocausto es el culpable de las bombas que diariamente matan a palestinos y libaneses.


En España tenemos un ejemplo paradigmático: se demostró hace pocos años, que el presidente de la Asociación de Víctimas de Mauthausen, el español Enric Marco Batlló no vivió el holocausto. Un gran escándalo que se cerró con la boca pequeña, pese a que el citado Marco llegaba a llorar en muchos de los actos benéficos que organizaba. Desde su condición de judío, Finkelstein reconoce que el holocausto con mayúsculas como suceso histórico, único e irrepetible, empezó a gestarse a finales de los cincuenta-sesenta.

 

Hasta entonces, ni a los propios judíos les interesaba demasiado, y este hecho coincidió con la llegada de esos fondos. A ello contribuyeron tremendamente varios libros supuestamente autobiográficos, que se han demostrado falsos.

 

Tanto The Painted Bird, del exiliado polaco Jerzy Korsinsky (un relato de las andanzas de un niño por la Polonia rural) como Fragments, de Binjamin Wilkomirsky, basado en el anterior, son inventados, con el agravante de que el segundo fue galardonado con diversos premios de literatura judía, ni siquiera es hebreo.


Finkelstein argumenta que el holocausto con mayúscula fue una construcción ideológica para fundamentar el apoyo de Estados Unidos a Israel y, de paso, acallar al resto del mundo.

 

El reputado escritor israelí, Boas Evron, afirma:

“la conciencia del holocausto es en realidad un adoctrinamiento propagandístico oficial, una producción masiva de consignas y falsas visiones del mundo, cuyo verdadero objetivo no es en absoluto la comprensión del pasado sino la manipulación del presente”.

Esta manipulación se basa en su concepción de hecho irrepetible y sin parangón, a la manera de una religión mistérica.

 

Elie Wiesel afirma que el holocausto,

“es imposible de comprender ni de describir, y nunca será comprendido ni transmitido”.

Es de reseñar que la palabra holocausto aparece 219 veces en el Antiguo Testamento, y era el sacrificio “en principio de animales” que el pueblo judío realizaba a Jehová.

 

Esa singularidad del holocausto proporcionó al pueblo judío el estado de Israel pero ni siquiera existe unanimidad respecto a la existencia de ese pueblo.

 

El escritor judío Arthur Koestler refutó a mediados del siglo XX la existencia de un pueblo judío originario de Palestina al descubrir para el gran
público el origen de los judíos askhenazis, que se establecieron en el Este de Europa (Alemania, Polonia, repúblicas bálticas, Rusia, Hungría, Ucrania, Georgia) y cuyo origen se remonta al pueblo khazar, original de la orilla del Mar Caspio, y que fue expulsado por las huestes de Gengis Khan.

 

En el siglo IX, teniendo que elegir entre el imperio islámico y el bizantino, su monarca decidió convertirse al judaísmo, arrastrando a su pueblo a esa religión. Esa es la explicación de que una gran parte delos israelitas tengan los ojos azules y la tez blanca, pues son de raza aria, como sus antecesores, los khazares.


Este mismo argumento ha sido refrendado por el historiador israelí, Shlomo Sand, quien afirma:

“El pueblo judío es una invención” en su bestseller Cuándo y cómo se inventó el pueblo judío.

El holocausto ha dado al estado judío una coartada ante el resto de seres humanos, lo que, para Boas Evron,

“equivale a todas luces a cultivar deliberadamente la paranoia... Esta mentalidad perdona de antemano cualquier trato inhumano que se inflija a los no judíos, ya que la mitología dominante sostiene que todo el mundo colaboró con los nazis para destruir a la comunidad judía”.

El penúltimo capítulo de esta película que tanto afecta a la realidad que vivimos es el asunto del oro judío en las cuentas de Suiza.

 

Un día, las organizaciones sionistas empezaron a hablar de que muchos judíos depositaron en bancos suizos su dinero y oro pero, a consecuencia de su desaparición, esas cuentas no fueron reclamadas por sus familiares.

 

Los sionistas (Elie Wiesel, Simon Wiesenthal y después, el Consejo de comunidades judías) se acercaron a los banqueros suizos y les dijeron que querían 20.000 millones de dólares, amenazándoles con una ola de demandas; no en vano el 40% de los despachos de abogados punteros de Nueva York, son judíos. [Curiosamente, Hitler no invadió Suiza, y eso que allí viven alemanes...].


Los banqueros suizos respondieron que lo máximo que podían hacer era realizar una auditoria y, después de soportar el acoso de los medios de comunicación mundiales, ofrecieron 600 millones, aunque el valor de las cuentas se situaba entre 170 y 269 millones de dólares.


Los sionistas les respondieron con argumentos pesados: los bancos norteamericanos controlados por judíos amenazaron con retirar sus fondos de pensiones de bancos suizos. Al final, después de varios años y 600 millones de dólares empleados para defenderse de la industria del holocausto, los banqueros
convinieron en pagar 1.250 millones.


El acuerdo iba encaminado a reparar a tres grupos de personas: reclamantes de cuentas inactivas domiciliadas en Suiza, aquellos a los que este país había negado asilo y víctimas del régimen de trabajo esclavista.

 

Para justificar el dinero que reclamaban, las organizaciones sionistas aumentaron enormemente la cifra tradicional de supervivientes del holocausto (100.000) con lo que, de paso, desmontaban el mito de que nadie salía vivo de allí y ¡acercaban las cifras a lo que mantenían los negacionistas del exterminio judío! Así, a finales del año2000, de acuerdo a las organizaciones judías, había el doble de supervivientes del holocausto que en 1945.


Cosas como éstas, son las que hicieron decir a la madre de Finkelstein:

“si todas las personas que dicen haber sobrevivido el holocausto, lo hicieron: ¿a quién mató Hitler?”.

Otros de los datos que quizás llamarán la atención es que en EE.UU. existen siete grandes museos del holocausto (ninguno sobre los genocidios de indios o negros que, al fin y al cabo, son de allí) y más de cuatrocientas cátedras universitarias sobre el tema, aparte de que el día del holocausto se celebra en todos los estados.

 

Actualmente, son muchos los países que encarcelan a los investigadores del holocausto que no aceptan la versión oficial de los hechos. La razón, según el disidente Ernst Zundel es que “el holocausto es la espada y el escudo del estado de Israel”.

 

Con él se defiende (compra armas gracias a las reparaciones alemanas) y con él ataca a quien ponga en duda la legitimidad del estado de Israel y su acción en Palestina.

 


El polémico - y falso - ‘Diario de Anna Frank’

Estudiada en los colegios de medio mundo como la autobiografía de una niña judía recluida en su casa de Ámsterdam para evitar ser capturada por los nazis, la veracidad de El diario de Ana Frank se enfrenta a una serie de evidencias imposibles de rebatir.

 

 

 

 

 

En 1959, una publicación sueca pone en duda la veracidad del relato en una serie de artículos que serían reproducidos por la revista americana Economic Council Setter del 15 de abril de ese mismo año.

 

Unos años antes, el 2 de octubre de 1955, el diario New York Times hablaba de que en el diario original había “aproximadamente 150 inscripciones" propias de una jovencita (“mamita me trata a veces como un bebé, lo que no puedo soportar”) con pocas referencias políticas. Sin embargo, el diario que se publicó contiene 293 páginas, plagadas de referencias políticas que presuponen un conocimiento de la historia impropio de una niña y con un estilo más propio de un adulto.


El propio padre de la niña, Otto Frank, reconoció que el relato que publicó se había filtrado previamente de las referencias criticas a la madre (propias de una niña) y que al menos tres personas lo habían corregido: la escritora judía Anneliese Schütz, Isa Cauven y, por fin y sobre todo, el periodista holandés Albert Cauven.

 

El propio semanario oficialista alemán, Der Spiegel, reconoció:

“el diario en su conjunto no es auténtico y aquello que ha hecho emocionar al mundo, no proviene enteramente de la mano de Anna Frank. En la edición, el diario ha sido transformado por numerosas manipulaciones...”

La investigación oficial llevada a cabo por la Dra. Hübner deduce que el diario publicado está compuesto de 177 capítulos (cartas),que proceden de cuatro diferentes fuentes:

cuatro del diario original, cinco de un libro de relatos, 69 de dos diarios, que la Dra. Hübner define como primera elaboración del Diario y99 procedentes de hojas sueltas, que la investigadora define como segunda elaboración del Diario.

La prueba definitiva de la falsedad del diario que contribuyó a crear el holocausto en el imaginario colectivo, es el pleito en el que se enzarzaron el escritor judío norteamericano Meyer Levin y el padre de Ana Frank, Otto, por los “derechos de autor de la obra, El diario de Ana Frank”.

 

El juicio transcurrió entre 1956 y 1958 ante el County Court House de la ciudad de Nueva York, obteniendo el demandante Meyer Levin un fallo a su favor que condenaba a Otto Frank a abonarle una indemnización de 50.000 dólares de la época por “fraude, violación de contrato y uso ilícito de ideas”.

 

El pleito, que se arregló privadamente después de la sentencia por obvio mutuo interés, versaba sobre la dramatización escenográfica y venta del diario. El juez era el también judío Samuel L. Coleman, quien dictaminó en la sentencia que Otto Frank debía pagar a Meyer Levin “por su trabajo en el diario de Anne Frank”.

 

Entre la numerosa correspondencia privada de Otto Frank y de Meyer Levin que fue aportada al juicio como prueba de las partes, surge la grave presunción juris tantum de que el diario “es substancialmente una falsificación”, y que el autor material de esa falsificación fue el igualmente judío Meyer Levin.

 

Levin, en legítima defensa de sus derechos de autor, además de demandar al Sr. Frank por cuatro millones de dólares por su labor de parafrasear el manuscrito “para el fin que tenía que cumplir...”, pleiteó igualmente contra el productor de cine Kiermit Bloombarden, pues en la película - del mismo título que la obra - aparecen también escenas escritas por él, no estaban contenidas en el diario original.


Pero no acaba aquí todo, la prueba definitiva de la falsedad del diario de Anna Frank es que en él había tinta de bolígrafo como lo determinaron unos expertos que acudieron expresamente a Suiza para comprobar el manuscrito original. Según estos, parte de los diarios habían sido escritos con bolígrafo–inventado en 1949 y cuya aparición en el mercado data como temprano de1951– algo imposible al haber fallecido Anne Frank de tifus en 1945.

 

Dos ciudadanos alemanes, Edgar Geiss y Ernst Roemer, pusieron públicamente en duda, una vez más, la autenticidad del famoso diario.

 

Ante ello, el Tribunal del Distrito de Hamburgo encargó a la Oficina Federal Criminal Alemana (BKA) un examen de los textos para determinar científicamente si la escritura de éstos se había llevado a cabo durante los años 1941 a 1944, basándose en los análisis del papel y la escritura del manuscrito original. Este análisis químico y técnico fue llevado a cabo en abril de 1981, bajo la dirección del Doctor Werner.

 

El español Pedro Varela pasó cinco años en la cárcel por defender todas las evidencias expuestas.




¿Cuántos murieron realmente?


La cifra de muertos en el holocausto ha ido variando a lo largo de las décadas. Durante mucho tiempo, se habló de un millón y, hasta hace poco, se cifraba en seis millones.

 

 

 

Coartada perfecta
El holocausto es la coartada perfecta para que Israel actúe impunemente,

tachando de antisemita a cualquier persona, estado o institución que ose criticar o plantar cara a sus innumerables agresiones

 

 

Poca gente sabe que los sionistas colaboraron con los nazis, así como que hubo muchos judíos en la cúpula militar nazi. La razón es que ambos tenían un objetivo común: un estado judío independiente; una nueva patria.

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 
La Industria del Holocausto

Fuente: “Palestina Libre

del Sitio Web MusulmanesAndaluces


Un autor judío norteamericano denuncia la explotación interesada del holocausto judío con fines políticos y económicos por parte de varias organizaciones sionistas

 

 


Recientemente ha sido publicado en EE.UU. un libro titulado The Holocaust Industry, donde se denuncia la explotación de la persecución de los judíos a manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

 

El autor del libro, Norman G. Finkelstein, considera que extraer dinero en el nombre de las victimas judías del Holocausto, reduce su martirio a una especie de casino de Montecarlo.

 

Finkelstein es un judío, nacido en Brooklyn, Nueva York. Sus padres fueron los únicos miembros de la familia que sobrevivieron al guetto de Varsovia y a los campos nazis. Su interés en el holocausto judío es, pues, próximo. Filkelstein no oculta su indignación por el modo en el que el genocidio nazi ha sido explotado y convertido en una "industria".

Finkelstein se muestra también indignado por el modo en que el holocausto,

 

"ha sido utilizado para justificar las criminales políticas de Israel y el apoyo de EE.UU. a tales políticas".

 

Es interesante comprobar como de ser "un tema tabú" para las elites judías norteamericanas hasta finales de los años cincuenta, la Solución Final se convirtió en una industria a mediados de los años sesenta cuando el holocausto nazi fue "descubierto" por dichas elites y convertido en el Holocausto (con letra mayúscula).

 

En su libro, Finkelstein habla acerca de aquella notable transformación.

En 1957, 12 años después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, el sociólogo Nathan Glazer llevó a cabo una encuesta y averiguó que "la Solución Final nazi había tenido efectos poco notables en la vida interior de la comunidad judía norteamericana".

Esta situación se mantuvo en 1961, cuando un simposio sobre conciencia judía ignoró completamente este tema. Las principales organizaciones judías se oponían en aquel entonces al recuerdo del holocausto nazi, ya que el hurgar en el pasado podía suponer complicaciones. En ese tiempo las elites judías de EE.UU. estaban intentando ganar influencia y poder dentro del sistema.

 

De este modo "se adhirieron estrechamente a la política oficial norteamericana".

 

Alemania Occidental era entonces un estrecho aliado de EE.UU. en guerra fría y el liderazgo judío norteamericano escogió olvidar el holocausto. Mas aún, el Congreso Mundial Judío y la Liga Anti-difamación ayudaron a contener la "ola anti-alemana" que imperaba entre los judíos norteamericanos.

 

Así, aunque una minoría de judíos de izquierda hablaban acerca de la persecución nazi, las principales organizaciones judías ignoraron estas afirmaciones, que eran consideradas "propias de la causa comunista", y buscaron distanciarse de ellas. Por el contrario, estas organizaciones dirigieron sus criticas contra Rusia y denunciaron el "tradicional antisemitismo ruso".

 

Los lideres judíos deseaban congraciarse con la política oficial estadounidense y probar que eran norteamericanos leales y anticomunistas.

Durante la crisis de Suez de 1956, cuando el entonces presidente Eisenhower obligo a Israel a retirarse del Sinaí,

 

"la actitud de los lideres judíos de EE.UU. fue la de aconsejar a Israel que se plegara a los deseos de Eisenhower".

 

EE.UU. era el líder y los judíos norteamericanos sus leales seguidores.

Todo comenzó a cambiar tras la guerra de junio de 1967. Impresionado por la victoria Israelí "EE.UU. decidió incorporar a Israel a su esquema estratégico". De repente, los judíos norteamericanos "descubrieron a Israel" y "recordaron el holocausto".

 

La industria que surgió en junio de 1967 creció tras la guerra de Octubre de 1973, no solo a causa del revés Israelí, sino también por la certidumbre de que la devolución de las tierras egipcias capturadas en 1967 no podría ser evitada.

 

"El poder judío en EE.UU. alcanzo su punto mas álgido en aquellos años", según Filkenstein.

 

El novelista judío norteamericano Philip Roth afirmo entonces que los niños judíos no heredaban,

 

"un cuerpo de leyes, un idioma o una religión", sino "un estado psicológico que podía resumirse en una frase: los judíos son mejores".

 

Para estos "mejores" judíos, el Holocausto sirvió como una excusa para "deslegitimar cualquier critica contra los judíos" y para "respaldar la pretensión de los judíos de ser un pueblo elegido". Una vez que esto se logro, la industria del Holocausto comenzó a buscar fines económicos y a recaudar dinero.

 

¿Como se logro hacer esto? Los suizos fueron "puestos de rodillas" mediante "una desvergonzada campana de vilipendio".

Después le tocó el turno a Alemania. Las empresas privadas alemanas hicieron frente a varias acciones legales en agosto de 1998 y hacia finales de ese año, los alemanes habían accedido a constituir un fondo de 5.100 millones de dólares Para atender a las demandas de los "trabajadores esclavos" de la era nazi. Las empresas alemanas decidieron capitular tras comprobar "cuan irresistible podía ser una pretensión que utilizara el Holocausto como fundamento".

 

La industria del Holocausto tiene en la actualidad en su punto de mira a otros países como Austria u otros del antigua bloque soviético (que dicho sea de paso fueron también victimas de la agresión nazi). Los responsables políticos polacos temen que una reclamación de este tipo "podría poner al país en una situación de bancarrota”.

¿Quien es un "superviviente del Holocausto"?

 

Definidos como "aquellos que sufrieron el trauma de los guetos judíos , los campos de concentración y los campos de mano de obra esclava" el numero do judíos que sobrevivieron a la guerra fue calculado en unos 100.000. Sin embargo, dado que el gobierno alemán pagaba dinero a los supervivientes, "muchos judíos fabricaron un pasado falso" para recibir el dinero, según Filkenstein.

 

Stuart Eizenstat, jefe de la delegación norteamericana en las negociaciones sobre el trabajo esclavo en Alemania, en mayo de 1999, señalo el numero de judíos y no judíos supervivientes era de "unos 70.000 a 90.000 personas". Sin embargo, según la oficina del primer ministro Israelí, "el numero de superviviente vivos del Holocausto se acerca al millón". La definición ha sido ahora extendida para incluir también a "los que lograron huir de los nazis".

 

Así por ejemplo, mas de 100.000 judíos polacos que se refugiaron en la Unión Soviética, podrían incluirse aquí.

Estas cifras "revisadas" son útiles por dos razones. Por un lado, suponen "nuevas reclamaciones masivas en demanda de reparaciones". Además, Filkenstein dice en su libro que esto permite a las organizaciones encargadas de la restitución conservar e invertir los fondos obtenidos, ya que la gran mayoría de "supervivientes" es irreal.

 

La ironía de esto es que las cifras de supervivientes del holocausto crece sin cesar en lugar de disminuir.

 

"Una forma de negar el holocausto", en palabras de Filkenstein.

Si el método de recolección de fondos fue bastante vulgar, no menos escandalosa fue la distribución de los fondos obtenidos. Filkenstein da varios ejemplos de ello. En diciembre de 1999, dos años después de que los suizos accedieran a la entrega de 1.250 millones de dólares, menos de la mitad de los 200 millones del Fondo Especial para las Victimas Necesitadas del Holocausto, establecido en febrero de 1997, había sido distribuido entre las victimas.

Y mientras unos 7.000 millones de dólares destinados a las compensaciones permanecían en poder del Congreso Mundial Judío, la Conferencia de Reclamaciones estaba pidiendo que una gran parte del dinero fuera apartada para su propio "fondo especial".

Por otro lado, el Rabino Israel Singer de la Organización de Restitución Mundial Judía se opuso a entregar cantidad alguna a los supervivientes del holocausto y, en su lugar, propuso que el dinero de las compensaciones fuera destinado a,

 

"paliar las necesidades de todo el pueblo judío, y no las de aquellos judíos que fueron lo bastante afortunados para sobrevivir al Holocausto y vivir hasta una edad avanzada" (!).

El Congreso Mundial Judío quiere que casi la mitad del dinero entregado como compensación por los suizos sea reservado para las organizaciones judías y la "educación en el Holocausto".

El Centro Simón Weisenthal dice que si se da dinero a,

 

"algunas organizaciones judías que sean merecedoras de ello", una parte de él "debería ir a los centros educativos judíos".

 

Del mismo modo, las organizaciones reformistas y ortodoxas (dos ramas del judaísmo) afirman que,

 

"los millones de judíos muertos habrían preferido que su rama del judaísmo fuera la beneficiaria financiera" .

Además, el personal de estas organizaciones. las celebridades implicadas y los abogados están haciendo su propio agosto con estos temas. Así por ejemplo, el secretario ejecutivo de la Conferencia de Reclamaciones, Saul Kagan, recibe un salario anual de 105.000 dólares (unos 19 millones de pesetas).

 

El antiguo senador por Nueva York (y uno de los autores de la ley que penaliza las inversiones extranjeras en Irán y Libia), Alfonse D'Amato, que participó en las demandas contra bancos alemanes y austriacos, recibió pluses de 350 dólares por hora. En los primeros seis meses estos ingresos ascendieron a 103.000 dólares.

El antiguo secretario de Estado en la época del presidente George Bush, Lawrence Eagleburger, que preside en la actualidad la Comisión Internacional de Reclamaciones por el Holocausto, recibe un salario anual de 300.000 dólares (unos 54 millones de pesetas).

El autor y Premio Nóbel Elie Wiesel recibe unos 25.000 dólares (unos 4, 5 millones de pesetas) por pronunciar conferencias acerca del Holocausto. Lo que el dice acerca del Holocausto es, sin embargo, mas interesante que sus ingresos.

 

Según él, el Holocausto es un "misterio".

 

Se sitúa,

  • "fuera, sino mas allá de la Historia"

  • "desafía el conocimiento y la descripción"

  • "no puede ser explicado ni visualizado"

  • "no puede ser comprendido ni transmitido"

  • "marca una destrucción de la historia"

  • "una mutación a escala cósmica"

En resumen, "no es comunicable": "no podemos ni siquiera hablar acerca de el". De este modo habla Elie Wiesel acerca del Holocausto.

No es sorprendente, pues, que el miembro de la Knesset israelí, Michael Kleiner llamara a la Conferencia de Reclamaciones,

 

"una organización deshonesta, que se conduce con secreto profesional y manchada por la corrupción moral".

 

"Es un cuerpo de oscuridad", añadió, "que esta maltratando a los supervivientes del Holocausto judío y a sus herederos, mientras que se asienta sobre una enorme cantidad de dinero que pertenece a individuos privados. Sin embargo, esta haciendo todo para heredar el dinero aunque ellos están todavía vivos".

 

El holocausto judío ha producido un considerable impacto en EE.UU..

 

Hasta mediados de los años sesenta el holocausto judío apenas era mencionado en este país, pero hoy muchos más norteamericanos han oído hablar del holocausto que de Pearl Harbor o el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima o Nagasaki. Las universidades tienen cátedras para el estudio del Holocausto y 17 estados requieren o recomiendan que las escuelas desarrollen programas sobre él.

The New York Times raramente deja pasar un día sin publicar alguna historia relacionada con el Holocausto y el numero de estudios referidos a este tema se estiman en mas de 10.000. Filkenstein contrasta esto con la muerte de 10 millones de congoleños que perecieron entre los años 1891 y 1911 a manos de los colonialistas europeos, que deseaban apoderarse de los recursos de marfil y caucho del Congo. El primer estudio acerca de este holocausto congoleño apareció solo en 1998 y no recibió un gran eco informativo.

Mas contradicciones: Pocos presidentes norteamericanos dejan de mencionar la maldad que supuso el Holocausto judío. Sin embargo, ellos olvidan su propio pasado de genocidios contra los pueblos de Guatemala, Vietnam o Irak, por poner solo algunos ejemplos.

 

Cuando se le preguntó a la ex-secretaria de Estado Madeleine Albright acerca del sufrimiento del pueblo de Irak a causa de las sanciones, ella manifestó que "la elección era dura, pero el precio merecía la pena" con el fin de conseguir sus objetivo.

Del mismo modo, el presidente Jimmy Carter invocó el Holocausto cuando se refirió al llamado boat People de Vietnam (es decir aquellos vietnamitas que abandonaron Vietnam en barco para huir del régimen comunista), pero olvidó mencionar al Holocausto para hablar del boat people haitiano, que huía de los escuadrones de la muerte de su país.

El impacto mas significativo del holocausto nazi ha sido, sin embargo, la cuestión Palestina. Los sionistas norteamericanos han explotado la persecución nazi contra los judíos pare acallar cualquier critica contra Israel y sus políticas moralmente indefendibles. Esta tesis pro-israelí ha calado en las elites norteamericanas.

Esta alianza entre esta elite y lo, judíos sionistas se debe más al oportunismo que al altruismo.

 

Finkelstein cree que,

 

"cuando estas elites decidan que Israel es una carga onerosa o que los judíos estadounidenses ya no son necesarios para sus intereses, el lazo se romperá".

 

“Si Israel perdiera el favor de EE.UU., muchas de estos lideres (judíos) qué ahora defienden tenazmente a Israel denunciarían públicamente al Estado Israelí y a los judíos norteamericanos por haber convertido a Israel en una religión.

 

Y si las elites norteamericanas decidieran atacar a los judíos norteamericanos por convertir a Israel en una religión, no deberíamos sorprendernos si los lideres judíos de este país actuaran exactamente coma hicieron sus predecesores durante el holocausto nazi", señala Filkenstein.

 

El menciona en concreto a Yithak Zuckerman, uno de los organizadores de la insurrección del gueto de Varsovia en 1943, que afirmó:

 

"Los judíos llevan a los judíos a la muerte".

 

Filkenstein afirma pretender,

 

"restaurar el holocausto nazi como un tema racional de investigación", puesto que "solo así será posible aprender de él".

 

En lo que se refiere a los fallecidos, el más noble gesto seria, según el autor,

 

"preservar su memoria, aprender de su sufrimiento y dejarlos, finalmente, descansar en paz".

El libro de Filkenstein ha tenido una interesante acogida en EE.UU.: un silencio casi total (solo dos párrafos en The Chicago Sunday Times) y en el Reino Unido ha habido una respuesta similar.

 

El gran valor de esta obra descansa, sin embargo, en la separación que el autor establece entre el verdadero holocausto judío, y la desvergonzada explotación que de él han hecho algunos círculos sionistas.

 

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