Parte 1
	Los Ejércitos Secretos de La OTAN
	
	
	
	Cuando el Juez Felice Casson Reveló La Existencia de Gladio…
	por Daniele Ganser
	26 Noviembre 2009
	
	Desde
	Bâle (Suisse)
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	VoltaireNet
	 
	
	 
	
		
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			La Red Voltaire emprende la publicación seriada de la obra de referencia 
	sobre la actividad de los servicios secretos de la OTAN desde la creación de 
	la alianza atlántica hasta los años 1990.  
			
			A pesar de ser un trabajo de 
	historiador, esta investigación sobre Gladio es mucho más que un simple tema 
	histórico ya que está íntimamente ligada a nuestra vida diaria. Esa 
	estructura secreta sigue estando activa y los Estados europeos se mantienen 
	aún bajo el tutelaje anglosajón, como lo demuestran las investigaciones 
	parlamentarias sobre los secuestros perpetrados por la CIA desde el año 
	2001.  
			
			La comprensión de la política en Europa se hace imposible sin un 
	conocimiento preciso de las redes «Stay-Behind».  
			
			Esta primera entrega relata 
	el descubrimiento de Gladio por parte de los magistrados italianos a finales 
	de los años 80.  | 
		
	
	
	
	
	
	
	
	Las ruinas de la estación ferroviaria de Bolonia 
	
	
	después del atentado 
	perpetrado por los terroristas de la OTAN (1980). 
	 
	
	 
	
	El 31 de mayo de 1972, un auto-bomba estalló en un bosque cercano al pueblo 
	llamado Peteano, en Italia, dejando un herido grave y un muerto entre los 
	carabineros, la policía uniformada italiana. Los carabineros habían llegado 
	al lugar después de recibir una llamada telefónica anónima. Al inspeccionar 
	un auto Fiat 500 allí abandonado, uno de los carabineros levantó el capó, 
	provocando así la explosión.
	
	Dos días después, una nueva llamada telefónica anónima reclamaba la autoría 
	del atentado en nombre de las Brigadas Rojas, grupúsculo terrorista que 
	trataba en aquel entonces de romper el equilibrio del poder en Italia 
	mediante la realización de tomas de rehenes y de asesinatos de altos 
	personajes del Estado. 
	
	 
	
	La policía se volvió inmediatamente hacia la 
	izquierda italiana y encarceló a cerca de 200 comunistas. Durante más de 10 
	años, los italianos vivieron convencidos de que el acto terrorista de Peteano había sido obra de las Brigadas Rojas.
	
	Posteriormente, en 1984, Felice Casson, un juez italiano, decidió reabrir el 
	caso ya que le intrigaban toda una serie de irregularidades y 
	falsificaciones cometidas alrededor del drama de Peteano. 
	
	 
	
	El juez Felice 
	Casson descubrió que la policía no había investigado el lugar de los hechos. 
	También notó que el informe que había concluido en aquel entonces que los 
	explosivos utilizados eran los mismos que utilizaban tradicionalmente las 
	Brigadas Rojas era en realidad una falsificación.
	
	Marco Morin, un experto en explosivos de la policía italiana, había 
	proporcionado deliberadamente conclusiones falsas. Morin era miembro de la 
	organización italiana de extrema derecha «Ordine Nuovo» y, en el contexto de 
	guerra fría, había aportado así su contribución a lo que él consideraba una 
	lucha legítima contra la influencia de los comunistas italianos. 
	
	 
	
	El juez Casson logró probar que, al contrario de lo que había concluido Morin, el 
	explosivo utilizado en Peteano era el C4, la sustancia explosiva más 
	poderosa de aquel entonces y que también formaba parte del arsenal de las 
	fuerzas de la OTAN.
	
		
		«Simplemente quise arrojar una nueva luz sobre años de mentiras y secretos. 
	Eso es todo», declaró posteriormente el juez Casson a los periodistas que lo 
	interrogaban en su minúscula oficina del palacio de justicia, junto a la 
	laguna de Venecia. «Quería que, por una vez, los italianos supieran la 
	verdad.» [1]
	
	
	El 24 de febrero de 1972, cerca de Trieste, un grupo de carabineros descubre 
	por casualidad un escondite de armas lleno de municiones, armas y explosivo 
	del tipo C4, idéntico al utilizado en Peteano. 
	
	 
	
	Los policías estaban 
	convencidos de haber descubierto una red criminal. Años más tarde, la 
	investigación del juez Casson permitió determinar que se trataba en realidad 
	de uno de los cientos de escondites subterráneos creados por el ejército 
	secreto del llamado 
	stay-behind, estructura que responde a las órdenes de la 
	OTAN y que se conoce en Italia por la apelación codificada de Gladio (del 
	latín Gladius, denominación de la espada corta en uso en la Roma de la 
	antigüedad). 
	
	 
	
	Casson notó que los servicios secretos del ejército italiano y 
	el gobierno de aquella época se habían esforzado considerablemente por 
	mantener en secreto el descubrimiento de Trieste así como su contexto 
	estratégico.
	
	Al proseguir su investigación sobre los extraños casos de Peteano y Trieste, 
	el magistrado descubrió con asombro, no la mano de la izquierda italiana 
	sino la de los grupúsculos de extrema derecha y de los servicios secretos 
	del ejército tras el atentado de 1972. 
	
	 
	
	La investigación del juez reveló la 
	existencia de una estrecha colaboración entre la organización de extrema 
	derecha Ordine Nuovo y el SID (Servizio Informazioni Difusa), o sea los 
	servicios secretos del ejército italiano. Ordine Nuovo y el SID habían 
	preparado juntos el atentado de Peteano, y luego habían acusado a los 
	militantes de la extrema izquierda italiana, las Brigadas Rojas.
	
	Casson logró identificar al hombre que había puesto la bomba, un tal 
	Vincenzo Vinciguerra, miembro de Ordine Nuovo. Como era el eslabón final de 
	una larga cadena de mando, Vinciguerra sólo fue arrestado varios años 
	después del momento de los hechos. 
	
	 
	
	Confesó y declaró que había gozado de la 
	protección de toda una red de simpatizantes, tanto en Italia como en el 
	extranjero, que habían hecho posible su huida después del atentado. 
	
		
		«Es todo 
	un mecanismo que se puso en marcha», contó Vinciguerra. 
		 
		
		«Lo cual quiere 
	decir que desde los carabineros hasta el ministro del Interior, pasando por 
	la aduana y los servicios de inteligencia civiles y militares, todos habían 
	aceptado el razonamiento ideológico justificaba al atentado.» [2]
	
	
	Vinciguerra subrayaba, con toda razón, el agitado contexto histórico en que 
	se había producido el atentado de Peteano. 
	
	 
	
	A fines de los años 1960, con el 
	surgimiento de la revolución pacifista y los movimientos estudiantiles de 
	protesta contra la violencia y contra la guerra de Vietnam en particular, el 
	enfrentamiento ideológico entre la derecha y la izquierda se había 
	intensificado, tanto en Europa Occidental como en Estados Unidos.
	
	La inmensa mayoría de los ciudadanos comprometidos con los movimientos 
	sociales de izquierda recurrían a formas de protesta no violentas, como 
	manifestaciones, actos de desobediencia civil y, sobre todo, debates con 
	moderadores. En el seno del parlamento italiano, el poderoso Partido 
	Comunista (Partito Communisto Italiano, PCI) y en menor medida el Partido 
	Socialista (Partito Socialisto Italiano, PSI) simpatizaban con ese 
	movimiento.
	
	Los movimientos sociales de izquierda se oponían a la política de los 
	Estados Unidos, a la guerra de Vietnam y sobre todo a la repartición del 
	poder en Italia ya que, a pesar de disponer de una importante mayoría en el 
	parlamento, el PCI no había recibido ningún ministerio y se le mantenía así 
	al margen del gobierno. La derecha italiana estaba perfectamente conciente 
	de que aquello constituía una injusticia flagrante y una violación de los 
	principios básicos de la democracia.
	
	Fue en aquel contexto de guerra fría y de lucha por el poder que los 
	extremistas recurrieron al terrorismo en Europa Occidental. A la extrema 
	izquierda, los grupos terroristas más notorios fueron los comunistas 
	italianos de las Brigadas Rojas así como la Rote Armee Fraktion alemana o 
	RAF (Fracción Ejército Rojo). 
	
	 
	
	Fundadas por varios estudiantes de la 
	universidad de Trento que no tenían ningún conocimiento en cuanto a técnicas 
	de combate, las Brigadas Rojas contaban entre sus miembros a Margherita 
	Cagol, Alberto Franceschini y Alberto Curcio.
	
	Al igual que los miembros de la RAF, éstos estaban convencidos de la 
	necesidad de recurrir a la violencia para cambiar la estructura del poder 
	vigente, que les parecía injusto y corrupto. Al igual que las acciones de la 
	RAF, las de las Brigadas Rojas no tenían como blanco a la población civil 
	sino a determinados individuos que consideraban representantes del «aparato 
	del Estado», como banqueros, generales y ministros, a los que secuestraban y 
	a menudo asesinaban. 
	
	 
	
	Las acciones de las Brigadas Rojas, que tuvieron lugar 
	principalmente en la Italia de los años 1970, dejaron 75 muertos.
	
	Debido a su poca capacidad estratégica y militar y a su inexperiencia, los 
	miembros de las Brigadas Rojas acabaron siendo arrestados mediante redadas, 
	y posteriormente juzgados y encarcelados.
	
	
	Al otro extremo del tablero político de la guerra fría, la extrema derecha 
	también recurrió a la violencia. En Italia, su red incluía a los soldados 
	clandestinos del Gladio, los servicios secretos militares y organizaciones 
	fascistas como Ordine Nuovo. Al contrario del que practicaba la izquierda, 
	el objetivo del terrorismo de derecha era sembrar el terror en todas las 
	capas de la sociedad mediante atentados dirigidos contra grandes multitudes 
	y destinados a provocar la mayor cantidad posible de muertos para acusar 
	posteriormente a los comunistas.
	
	El juez Casson logró determinar que el drama de Peteano formaba parte de ese 
	esquema y entraba en el marco de una serie de crímenes que había comenzado 
	en 1969. 
	
	 
	
	Durante aquel año 4 bombas habían estallado poco antes de la 
	Navidad en varios lugares públicos de Roma y Milán. El saldo había sido de 
	16 muertos y 80 heridos, en su mayoría campesinos que iban a depositar en el 
	Banco Agrícola de la Piazza Fontana de Milán lo que habían recaudado en el 
	día a través de sus ventas en el mercado. 
	
	 
	
	Conforme a una estrategia 
	maquiavélica, la responsabilidad de aquella masacre fue atribuida a los 
	comunistas y a la extrema izquierda, se escamotearon las pistas y se realizó 
	inmediatamente una ola de arrestos.
	
	La población en su conjunto tenía muy pocas posibilidades de descubrir la 
	verdad ya que los servicios secretos militares se esforzaron por enmascarar 
	el crimen. 
	
	 
	
	En Milán, una de las bombas no había llegado a estallar, debido 
	al mal funcionamiento del mecanismo de relojería, pero en los primeros actos 
	de disimulación, los servicios secretos la hicieron estallar en el lugar de 
	los hechos y varios componentes de artefactos explosivos fueron depositados 
	en la casa de Giangiacomo Feltrinelli, célebre editor conocido por sus 
	opiniones de izquierda. [3]
	
		
		«Según las estadísticas oficiales, entre el 1º de enero de 1969 y el 31 de 
	diciembre de 1987 se registraron 14 591 actos de violencia con motivos 
	políticos», afirma el senador Giovanni Pellegrino, presidente de la Comisión 
	Investigadora Parlamentaria sobre Gladio y el terrorismo, al recordar la 
	violencia del contexto político de aquel periodo de la historia reciente de 
	Italia. 
		 
		
		«Quizás no resulta inútil recordar que aquellas “acciones” causaron 
	la muerte a 491 personas así como heridas y mutilaciones a otras 1,181.
	Cifras dignas de una guerra, sin parangón en Europa.» [4] 
		
	
	
	Después de los 
	atentados de la Piazza Fontana, en 1969, y de Peteano, en 1972, otros actos 
	de terrorismo volvieron a ensangrentar el país. 
	
	 
	
	El 28 de mayo de 1974, en Brescia, una bomba dejó 8 muertos y 102 heridos entre los participantes en 
	una manifestación antifascista. El 4 de agosto de 1974, un atentado a bordo 
	del tren «Italicus Express», que enlaza Roma con Munich, mató a 12 personas 
	e hirió a 48. 
	
	 
	
	El punto culminante de aquella ola de violencia se produjo en 
	una soleada tarde, el 2 de agosto de 1980, en el día de la fiesta nacional 
	de Italia, cuando una explosión de gran potencia devastó el salón de espera 
	de los pasajeros de segunda clase en la estación de trenes de Bolonia, 
	matando a 85 personas e hiriendo o mutilando a otras 200. 
	
	 
	
	La masacre de 
	Bolonia es uno de los mayores atentados terroristas que haya sufrido Europa 
	en todo el siglo 20 [5].
	
	Contrariamente a los miembros de las Brigadas Rojas, que acabaron todos en 
	la cárcel, los terroristas de extrema derecha lograron escapar después de 
	cada atentado ya que, como señala Vinciguerra con toda razón, todos gozaron 
	de la protección del aparato de seguridad y de los servicios secretos del 
	ejército italiano. 
	
	 
	
	Años más tarde, cuando al fin se estableció el vínculo 
	entre el atentado de la Piazza Fontana y la derecha italiana, se le preguntó 
	a Franco Freda, miembro de Ordine Nuovo, si al cabo del tiempo creía haber 
	sido manipulado por personajes que ocupaban altos cargos, generales o 
	ministros.
	
	Freda, admirador declarado de Hitler, que había publicado Mein Kampf en 
	italiano gracias a su pequeña estructura personal de edición, respondió que, 
	según sus conceptos, todo el mundo es más o menos manipulado: 
	
		
		«Todos somos 
	manipulados por otros más poderosos que nosotros», declaró el terrorista. 
	«En lo que me concierne, admito haber sido una marioneta movida por ideas 
	pero en ningún caso por los hombres de los servicios secretos, ni aquí [en 
	Italia] ni en el extranjero. En otros términos, yo mismo escogí mi lucha y 
	la desarrollé según mis ideas. Eso es todo.» [6]
	
	
	En marzo de 2001, el general Giandelio Maletti, ex jefe del contraespionaje 
	italiano, dejó entrever que además de la de la red clandestina Gladio, de 
	los servicios secretos militares italianos y de un grupúsculo de terroristas 
	de extrema derecha, las matanzas que desacreditaron a los comunistas 
	italianos recibieron también la aprobación de la Casa Blanca y de la CIA. 
	
	 
	
	Al 
	comparecer como testigo en el juicio contra los terroristas de extrema 
	derecha acusados de estar implicados en los atentados de la Piazza Fontana, 
	Maletti declaró: 
	
		
		«La CIA, siguiendo las directivas de su gobierno, quería 
	crear un nacionalismo italiano capaz de obstaculizar lo que consideraba un 
	deslizamiento hacia la izquierda y, con ese objetivo, pudo utilizar el 
	terrorismo de extrema derecha.» (…) 
		 
		
		«Uno tenía la impresión de que los 
	americanos estaban dispuestos a todo para impedir que Italia se inclinara 
	hacia la izquierda», explicó el general, antes de agregar: «No olviden que 
	era Nixon quien estaba a la cabeza del gobierno y Nixon no era un tipo 
	cualquiera, [era] un político muy hábil pero un hombre de métodos poco 
	ortodoxos.» 
	
	
	Retrospectivamente, el general de 79 años expresó críticas y 
	amargura: 
	
		
		«Italia fue tratada como una especie de protectorado. Me 
	avergüenza que todavía estemos siendo objeto de un control especial.» [7]
	
	
	Durante las décadas de 1970 y 1980, el parlamento italiano, en cuyo seno los 
	partidos comunista y socialista ostentaban una parte importante del poder, 
	manifestó creciente inquietud ante aquella ola visiblemente interminable de 
	crímenes que ensangrentaban el país sin que se lograra identificar a los 
	autores ni a quienes los ordenaban.
	
	Aunque ya en aquel entonces circulaban entre la izquierda italiana los 
	rumores de que aquellos misteriosos actos de violencia eran una forma de 
	guerra secreta que Estados Unidos había desencadenado contra los comunistas 
	italianos, no existían pruebas que permitiesen probar aquella teoría que 
	parecía traída por los pelos. 
	
	 
	
	Sin embargo, en 1988 el Senado italiano creo 
	una comisión parlamentaria especial de investigación presidida por el 
	senador Libero Gualteri, comisión cuyo nombre era más que elocuente: 
	
	
		
		«Comisión parlamentaria del Senado italiano encargada de investigar sobre el 
	terrorismo en Italia y las razones por las cuales los individuos 
	responsables de las matanzas no han podido ser identificados: El terrorismo, 
	los atentados y el contexto político-histórico.» [8]
	
	
	El trabajo de la comisión resultó extremadamente difícil. 
	
	 
	
	Los testigos se 
	negaban a declarar. Hubo documentos destruidos. La propia comisión, que se 
	componía de representantes de los partidos de izquierda y de derecha, se 
	dividió al abordar la cuestión de la verdad histórica en Italia y en lo 
	tocante a las conclusiones que debían ser o no reveladas al público.
	
	 
	
	 
	
	
	
	
	El juez Felice Casson revela la existencia de una red clandestina creada por 
	la OTAN. 
	
	Oficialmente creada para 'proteger' a los Estados miembros, 
	
	la OTAN 
	es en realidad un protectorado anglosajón. 
	
	Washington y Londres no vacilaron 
	en ordenar atentados terroristas 
	
	en Italia para falsear el juego de la 
	democracia. 
	 
	
	 
	
	Al mismo tiempo, basándose en el testimonio de Vincenzo Vinciguerra 
	- el 
	terrorista de Peteano - y en los documentos que había descubierto, el juez Casson comienza a entrever la naturaleza de la compleja estrategia militar 
	que se había utilizado. 
	
	 
	
	Comprende poco a poco que no se trataba simplemente 
	de terrorismo sino de terrorismo de Estado, financiado con el dinero de los 
	contribuyentes. Obedeciendo a una «estrategia de la tensión», el objetivo de 
	los atentados era instaurar un clima de tensión en el seno de la población.
	
	La extrema derecha y sus partidarios en el seno de la OTAN temían que los 
	comunistas italianos adquiriesen demasiado poder y es por ello que, en un 
	intento de «desestabilizar para estabilizar», los soldados clandestinos de 
	los ejércitos del Gladio perpetraban aquellos atentados, que atribuían 
	después a la izquierda. 
	
		
		«Para los servicios secretos, el atentado de Peteano 
	era parte de lo que se llamó “la estrategia de la tensión” », explicó 
	públicamente el juez Casson en un reportaje de la BBC dedicado al Gladio. 
		
		 
		
		«O 
	sea, crear un clima de tensión para estimular en el país las tendencias 
	socio-políticas conservadoras y reaccionarias.
	A medida que se aplicaba esta estrategia en el terreno, se hacía necesario 
	proteger a los instigadores ya que comenzaban a aparecer pruebas de su 
	implicación. Los testigos ocultaban ciertas informaciones para proteger a 
	los extremistas de derecha.» [9] 
	
	
	Vinciguerra, un terrorista que, al igual 
	que otros que habían estado en contacto con la rama Gladio de los servicios 
	secretos militares italianos, fue muerto por causa de sus convicciones 
	políticas, declaró: 
	
		
		«Había que actuar contra los civiles, contra la gente 
	del pueblo, contra las mujeres, los inocentes, los anónimos desvinculados de 
	todo juego político. La razón era muy simple. Se suponía que tenían que 
	forzar a aquella gente, al pueblo italiano, a 
		recurrir al Estado para pedir 
	más seguridad. 
		 
		
		A esa lógica política obedecían todos esos asesinatos y todos 
	esos atentados que siguen sin castigo porque el Estado no puede inculparse a 
	sí mismo ni confesar su responsabilidad en lo sucedido.» [10]
	
	
	El horror de ese diabólico plan sólo va apareciendo, sin embargo, de forma 
	progresiva y quedan aún muchos secretos por revelar hoy en día. 
	
	 
	
	Además, el 
	paradero de todos los documentos originales sigue siendo desconocido. 
	
	
		
		«Después del atentado de Peteano y de todos los demás que siguieron», 
	declaró Vinciguerra en el juicio que se hizo en su contra, en 1984, «nadie 
	debiera dudar ya de la existencia de una estructura activa y clandestina, 
	capaz de elaborar en la sombra ese tipo de estrategia de matanzas». 
		
	
	
	Una 
	estructura que, según el propio Vinciguerra, 
	
		
		«está imbricada en los propios 
	órganos del poder.
	Existe en Italia una organización paralela a las fuerzas armadas, que se 
	compone de civiles y de militares y de vocación antisoviética, o sea 
	destinada a organizar la resistencia contra una eventual ocupación del suelo 
	italiano por parte del Ejército Rojo.» 
	
	
	Sin mencionarlo por su nombre, ese 
	testimonio confirmó la existencia del Gladio, el ejército secreto y stay-behind creado por orden de la OTAN. 
	
	 
	
	Vinciguerra lo describió como, 
	
		
		«una 
	organización secreta, una superorganización que dispone de su propia red de 
	comunicaciones, de explosivos y de hombres entrenados para utilizarlos».
		
	
	
	El 
	terrorista reveló que esa 
	
		
		«superorganización, a falta de invasión soviética, 
	recibió de la OTAN la orden de luchar contra un deslizamiento del poder 
	hacia la izquierda en el país. Y eso fue lo que hicieron, con el apoyo de 
	los servicios secretos del Estado, del poder político y del ejército.» [11]
	
	
	Más de 20 años han transcurrido desde el revelador testimonio del terrorista 
	arrepentido que, por vez primera en la historia italiana, estableció un 
	vínculo entre la red stay-behind Gladio, la OTAN y los atentados con bombas 
	que enlutaron el país. 
	
	 
	
	Y sólo ahora, al cabo de todos estos años, después de 
	la confirmación de la existencia del ejército secreto y del descubrimiento 
	de los escondites de armas y de explosivos, los investigadores e 
	historiadores logran interpretar por fin el sentido de las palabras de Vinciguerra.
	
	Pero, ¿son dignas de crédito las palabras de ese hombre? 
	
	 
	
	Los hechos que se 
	produjeron después del juicio parecen indicar que sí. El ejército secreto 
	fue descubierto en 1990 y, como para confirmar indirectamente que Vinciguerra había dicho la verdad, el apoyo del que había gozado hasta aquel 
	entonces por parte de las altas esferas le fue bruscamente retirado. 
	
	
	 
	
	Contrariamente a lo sucedido con otros terroristas de extrema derecha, que 
	habían sido puestos en libertad después de haber colaborado con los 
	servicios secretos italianos, Vinciguerra fue condenado a cadena perpetua. 
	
	
	 
	
	Pero Vinciguerra no fue el primero en revelar la 
	vinculación entre el Gladio, la OTAN y los atentados.
	
	Tampoco fue el primero en hablar de la conspiración del Gladio en Italia. 
	
	 
	
	En 
	1974, durante una investigación sobre el terrorismo de extrema derecha, el 
	juez de instrucción Giovanni Tamburino había sentado un precedente al 
	inculpar al general Vito Miceli, el jefe del SID, los servicios secretos 
	militares italianos, por haber, 
	
		
		«promovido, instaurado y organizado, con la 
	ayuda de otros cómplices, una asociación secreta que agrupaba civiles y 
	militares y cuyo objetivo era provocar una insurrección armada para 
	modificar ilegalmente la Constitución y la composición del gobierno». [12]
	
	
	El 17 de noviembre de 1974, durante su propio juicio, el general Miceli, ex 
	responsable del Buró de Seguridad de la OTAN, reveló, furioso, la existencia 
	del ejército Gladio y lo describió como una rama especial del SID: 
	
	
		
		«¿Disponía yo de un superSID a mis órdenes? ¡Por supuesto! Pero no lo monté 
	yo mismo para tratar de dar un golpe de Estado. ¡No hice más que obedecer 
	las órdenes de Estados Unidos y la OTAN!» [13]
	
	
	Gracias a los sólidos contactos que tenía del otro lado del Atlántico, 
	Miceli no salió malparado. 
	
	 
	
	Fue liberado bajo fianza y pasó 6 meses en un 
	hospital militar. Hubo que esperar 16 años más hasta que, bajo la presión de 
	los descubrimientos del juez Casson, el primer ministro italiano Andreotti 
	revelara ante el parlamento italiano la existencia de la red Gladio. Al 
	enterarse, Miceli montó en cólera. 
	
	 
	
	Poco antes de su muerte, en octubre de 
	1990, Miceli no pudo seguir conteniéndose: 
	
		
		«¡Yo fui a la cárcel porque me 
	negaba a revelar la existencia de esta superorganización secreta y ahora Andreotti se para delante del parlamento y lo cuenta todo!» 
		[14]
	
	
	En la cárcel, Vinciguerra, el que había puesto la bomba de Peteano, explicó 
	al juez Casson que, en su misión de debilitamiento de la izquierda italiana, 
	los servicios secretos militares y la red Gladio habían contado con la ayuda 
	no sólo de Ordine Nuovo sino también de otras organizaciones de extrema 
	derecha muy conocidas, como Avanguardia Nazionale: 
	
		
		«Detrás de los 
	terroristas había mucha gente que actuaba en la sombra, gente que pertenecía 
	o colaboraba con el aparato de seguridad.
	Yo afirmo que todos los atentados perpetrados después de 1969 eran parte de 
	una misma estrategia.» 
	
	
	Vinciguerra, miembro de Ordine Nuovo, contó como él 
	mismo y sus camaradas de extrema derecha habían sido reclutados para 
	ejecutar las acciones más sangrientas con el ejército secreto Gladio: 
	
	
		
		«Avanguardia Nazionale, al igual que Ordine Nuovo, eran movilizados en el 
	marco de una estrategia anticomunista que no emanaban de grupúsculos que 
	gravitaban en las esferas del poder sino del poder mismo y que formaba parte 
	de las relaciones de Italia con la alianza atlántica.» [15]
	
	
	El juez Casson se alarmó ante aquellas revelaciones. 
	
	 
	
	Para erradicar la 
	gangrena que carcomía el Estado siguió la pista del misterioso ejército 
	clandestino Gladio que había manipulado la clase política durante la guerra 
	fría y, en enero de 1990, pidió permiso a las más altas autoridades del país 
	para extender sus investigaciones a los archivos de los servicios secretos 
	militares, le Servizio Informazioni Sicurezza Militare (SISMI), nuevo nombre 
	del SID desde 1978.
	
	En julio de aquel mismo año, el primer ministro Giulio Andreotti lo autorizó 
	a consultar los archivos del Palazzo Braschi, sede del SISMI en Roma. 
	
	 
	
	El 
	magistrado descubrió allí, por vez primera, documentos que demostraban la 
	existencia en Italia de un ejército secreto cuyo nombre de código era 
	Gladio, que estaba a las órdenes de los servicios secretos militares y cuyo 
	objetivo era la realización de operaciones de guerra clandestina.
	
	Casson encontró también documentos que demostraban la implicación de la 
	alianza militar más grande del mundo, la OTAN, y de la última superpotencia 
	existente, Estados Unidos, en los actos de subversión así como sus vínculos 
	con la red Gladio y con grupúsculos terroristas de extrema derecha en Italia 
	y en toda Europa occidental. 
	
	 
	
	Para el juez Casson, el hecho de disponer de 
	tales informaciones representaba un peligro, cosa de la cual él estaba 
	enteramente conciente ya que en el pasado otros magistrados italianos que 
	sabían demasiado habían sido asesinados en plena calle: 
	
		
		«Desde julio hasta 
	octubre de 1990, yo fui el único que sabía [de la Operación Gladio], lo cual 
	podía acarrearme una desgracia.» [16]
	
	
	Pero la temida desgracia no tuvo lugar y Casson logró resolver el misterio. 
	
	
	 
	
	Basándose en los datos que había descubierto se puso en contacto con la 
	comisión parlamentaria que presidía el senador Libero Gualteri, encargada de 
	investigar sobre los atentados terroristas. 
	
	 
	
	Gualteri y sus pares se 
	inquietaron ante los descubrimientos que les comunicó el magistrado y 
	reconocieron que había que agregarlos al trabajo de la comisión ya que 
	explicaban el origen de los atentados y las razones por las cuales se habían 
	mantenido impunes durante tantos años. 
	
	 
	
	El 2 de agosto de 1990, los senadores 
	ordenaron al jefe del ejecutivo italiano, el primer ministro Giulio 
	Andreotti, 
	
		
		«informar en 60 días al parlamento sobre la existencia, la 
	naturaleza y el objetivo de una estructura clandestina y paralela sospechosa 
	de haber operado en el seno de los servicios secretos militares con el fin 
	de influir en la vida política del país». [17]
	
	
	Al día siguiente, el 3 de agosto, el primer ministro Andreotti se presentó 
	ante la comisión parlamentaria y, por primera vez desde 1945, confirmó, como 
	miembro en funciones del gobierno italiano, que una organización de 
	seguridad que actuaba bajo las órdenes de la OTAN había existido en Italia. 
	
	
	 
	
	Andreotti se comprometió ante los senadores a entregarles un informe escrito 
	sobre aquella organización en un plazo de 60 días: 
	
		
		«Presentaré a esta 
	comisión un informe muy detallado que he pedido al ministerio de Defensa. 
	[El informe] tiene que ver con las operaciones preparadas por iniciativa de 
	la OTAN ante la hipótesis de una ofensiva contra Italia y la ocupación de la 
	totalidad del territorio italiano o de una parte del mismo. 
		 
		
		Según lo que me 
	han indicado los servicios secretos, esas operaciones se desarrollaron hasta 
	1972. Se decidió entonces que ya no eran indispensables. Proporcionaré a la 
	comisión toda la documentación necesaria, tanto sobre el tema en general 
	como sobre los descubrimientos del juez Casson en el marco de las 
	investigaciones sobre el atentado de Peteano.» [18]
	
	
	Giulio Andreotti, que tenía 71 años en el momento de la audiencia, no era un 
	testigo cualquiera. Su comparencia ante la comisión le dio la oportunidad de 
	sumergirse nuevamente en su larguísima carrera política, probablemente sin 
	equivalente en Europa occidental. 
	
	 
	
	A la cabeza del partido 
	demócrata-cristiano (Democrazia Cristiana Italiana o DCI), que actuó durante 
	toda la guerra fría como baluarte contra el PCI, Andreotti gozaba del apoyo 
	de Estados Unidos. 
	
	 
	
	Conoció personalmente a todos los presidentes 
	estadounidenses y, a los ojos de muchos observadores italianos y 
	extranjeros, fue el político más influyente de la Primera República Italiana 
	(1945-1993).
	
	 
	
	 
	
	
	
	
	Al cabo de décadas de manipulación de la democracia, 
	
	
	Giulio Andreotti 
	recupera la memoria. 
	 
	
	 
	
	A pesar de la poca duración que caracterizó a los gobiernos de la frágil 
	Primera República italiana, la habilidad de Andreotti le permitió mantenerse 
	en el poder gracias a numerosas coaliciones convirtiéndose así en un 
	personaje inevitable en el Palazzo Chigi, la sede del gobierno italiano. 
	
	
	 
	
	Nacido en Roma en 1919, Andreotti se convirtió en ministro del Interior a 
	los 35 años antes de imponer un verdadero record al ocupar 7 veces el sillón 
	de primer ministro y obtener sucesivamente no menos de 21 carteras 
	ministeriales, entre ellas la de ministro de de Relaciones Exteriores, que 
	le fue confiada 7 veces. 
	
	 
	
	Sus partidarios lo comparaban con Julio Cesar y lo 
	llamaban el «Divino Giulio» mientras que sus detractores lo veían como el 
	arquetipo del tramposo y lo llamaban «el Tío». 
	
	 
	
	Se cuenta que su película de gángsteres preferida era 
	Goodfellas, por la frase de Robert De Niro: 
	
		
		«No 
	delates nunca a tus socios y evita hablar de más». 
	
	
	La mayoría de los 
	observadores están de acuerdo en que fue su talento como estratega lo que 
	permitió que el Divino Giulio lograra sobrevivir a las numerosas fechorías e 
	intrigas del poder en las que muy a menudo estuvo directamente implicado. 
	[19]
	
	Al revelar la existencia de la Operación Gladio y de los ejércitos secretos 
	de la OTAN, «El Tío» había decidido finalmente romper la ley del silencio. 
	
	
	 
	
	Al derrumbarse la Primera República, al final de la guerra fría, el poderoso Andreotti, que no era ya más que un anciano, fue arrastrado ante numerosos 
	tribunales acusado de haber manipulado las instituciones políticas, de haber 
	colaborado con la mafia y de haber ordenado en secreto el asesinato de 
	opositores políticos. 
	
		
		«La justicia italiana se ha vuelto loca», exclamó en 
	noviembre de 2002 el primer ministro Silvio Berlusconi cuando la Corte de 
	Apelación de Perugia condenó a Andreotti a 24 años de cárcel.
	
	
	Mientras que los jueces recibían amenazas de muerte y había que ponerlos 
	bajo protección policial, los canales de televisión interrumpían la 
	transmisión del fútbol para anunciar que Andreotti había sido encontrado 
	culpable de haber encargado al padrino de la mafia Gaetano Badalamenti el 
	asesinato, en 1979, del periodista de investigación Mino Pirelli para evitar 
	que se supiera la verdad sobre el asesinato del presidente de la República 
	Italiana, el demócrata-cristiano Aldo Moro. 
	
	 
	
	La 
	iglesia católica trató de 
	salvar la reputación del Divino Giulio. 
	
	 
	
	Ante la gravedad de los hechos, el 
	cardenal Fiorenzo Angelini declaró: 
	
		
		«Jesucristo también fue crucificado 
	antes de resucitar». 
	
	
	A pesar de todo, Andreotti no acabó sus días tras las 
	rejas. 
	
	 
	
	Los veredictos en su contra fueron anulados en octubre de 2003 y «El 
	Tío» fue puesto nuevamente en libertad.
	
	Durante sus primeras revelaciones sobre la Operación Gladio ante los 
	senadores italianos, el 3 de agosto de 1990, Andreotti puso especial énfasis 
	en precisar que «esas operaciones prosiguieron hasta 1972» para protegerse a 
	sí mismo de posibles repercusiones. 
	
	 
	
	En efecto, en 1974, cuando era ministro 
	de Defensa, el propio Andreotti había declarado oficialmente en el marco de 
	una investigación sobre varios atentados cometidos por la extrema derecha: 
	
	
		
		«Yo afirmo que el jefe de los servicios secretos descartó varias veces de 
	forma explícita la existencia de una organización secreta de cualquier 
	naturaleza o envergadura». [20] 
	
	
	En 1978, Andreotti también había prestado 
	testimonio en el mismo sentido ante los jueces que investigaban el atentado 
	perpetrado en Milán por la extrema derecha.
	
	Cuando la prensa italiana reveló que el ejército secreto Gladio, lejos de 
	haber sido disuelto en 1972, seguía estando activo, la mentira de Andreotti 
	no pudo seguir sosteniéndose. Durante las semanas siguientes, en agosto y 
	septiembre de 1990, contrariamente a lo que acostumbraba a hacer, el primer 
	ministro se comunicó profusamente con el extranjero, trató de ponerse en 
	contacto con numerosos embajadores y se entrevistó con ellos. [21]
	
	
	 
	
	Como el 
	apoyo internacional tardaba en llegar, Andreotti, que temía por su cargo, 
	pasó a la ofensiva y trató de subrayar la importancia del papel de la Casa 
	Blanca y de otros muchos gobiernos de Europa occidental que no sólo habían 
	conspirado en la guerra secreta contra los comunistas sino que habían 
	participado en ella activamente. 
	
	 
	
	Al tratar de dirigir la atención hacia la 
	implicación de otros países, Andreotti recurrió a una estrategia eficaz 
	aunque bastante arriesgada.
	
	El 18 de octubre de 1990, Andreotti envió urgentemente un mensajero del 
	Palazzo Chigi a la Piazza San Macuto, donde sesionaba la comisión 
	parlamentaria. El mensajero entregó al secretario de recepción del Palazzo 
	Chigi el informe titulado «Un SID paralelo – El caso Gladio». 
	
	 
	
	Un miembro de 
	la comisión parlamentaria, el senador Roberto Ciciomessere, supo por 
	casualidad que el informe de Andreotti había sido entregado y que estaba en 
	manos del secretario del Palazzo Chigi. 
	
	 
	
	Al echar un vistazo al texto, el 
	senador quedó grandemente sorprendido al comprobar que Andreotti no se 
	limitaba a proporcionar una descripción de la Operación Gladio sino que, en 
	contradicción con su propia declaración del 3 de agosto, reconocía que la 
	organización seguía estando activa.
	
	
	El senador Ciciomessere pidió una fotocopia del informe, que le fue denegada 
	con el pretexto que, según el procedimiento en vigor, el presidente de la 
	comisión, el senador Gualtieri, tenía que ser el primero en conocer el 
	contenido del informe. Pero el senador Gualtieri nunca llegó a leer aquella 
	primera versión del informe de Andreotti sobre la red Gladio. 
	
	 
	
	Tres días 
	después, cuando iba a guardarlo en su porta-documentos para llevarlo a su 
	casa y leerlo allí durante el fin de semana, Gualtieri recibió una llamada 
	del primer ministro informándole que éste necesitaba inmediatamente el 
	informe «para volver a trabajar algunos pasajes».
	
	Gualtieri sintió cierta incomodidad, pero finalmente aceptó de mala gana 
	devolver el documento al Palazzo Chigi, luego de hacer varias fotocopias del 
	mismo. [22] 
	
	 
	
	Los métodos poco habituales a los que recurrió Andreotti 
	provocaron un escándalo en toda Italia y no hicieron más que agravar las 
	sospechas. 
	
	 
	
	Los periódicos publicaron titulares como «Operación Giulio», en 
	referencia a la Operación Gladio, y entre 50,000 y 400,000 ciudadanos 
	indignados, inquietos y furiosos participaron, respondiendo al llamado del PCI, en una marcha por el centro de Roma, una de las manifestaciones más 
	importantes de aquel periodo, bajo la consigna «Queremos la verdad». Algunos 
	desfilaron disfrazados de gladiadores. 
	
	 
	
	En la Piazza del Popolo, el líder del 
	PCI, Achille Occhetto, anunció a la multitud que aquella marcha obligaría al 
	gobierno a revelar las tenebrosas verdades que había mantenido en secreto 
	durante tantos años: 
	
		
		«Estamos aquí para obtener la verdad y transparencia». 
	[23]
	
	
	El 24 de octubre, el senador Gualteri tuvo de nuevo en su poder el informe 
	de Andreotti sobre el «SID paralelo». 
	
	 
	
	Dos páginas habían desaparecido y esta 
	versión final ya no tenía más que 10. El parlamentario la comparó con las 
	fotocopias de la primera versión y notó inmediatamente que varios fragmentos 
	sensibles sobre las conexiones internacionales y la existencia de 
	organizaciones similares en el extranjero habían sido suprimidos. 
	
	 
	
	Además, 
	todas las menciones relativas a la organización secreta, que anteriormente 
	aparecían en presente, lo cual sugería que seguían existiendo, aparecían 
	ahora en pasado. Estaba claro que la estrategia de Andreotti consistente en 
	enviar un documento y recuperarlo después para modificarlo antes de 
	reenviarlo de nuevo no podía engañar a nadie.
	
	Los observadores coincidieron en que aquella maniobra atraería 
	obligatoriamente la atención hacia los fragmentos eliminados, o sea sobre la 
	dimensión internacional del caso, lo cual tendría como resultado que se 
	disminuyera la culpabilidad del primer ministro. Sin embargo, la ayuda del 
	extranjero no llegó.
	
	En la versión final de su informe, Andreotti explicaba que Gladio había sido 
	concebido en los países miembros de la OTAN como una red clandestina de 
	resistencia destinada a luchar contra una posible invasión soviética. 
	
	
	
	 
	
	Al 
	terminar la guerra, los servicios secretos del ejército italiano, el Servizio di Informazioni delle Forze Armate (SIFAR), predecesor del SID, 
	había firmado con la CIA, 
	
		
		«un acuerdo sobre “la organización de la actividad 
	de una red clandestina post-invasión”, acuerdo designado con el nombre de 
	Stay Behind, en el que se renovaban todos los compromisos anteriores que 
	implicaban a Italia y Estados Unidos».
	
	
	La cooperación entre la CIA y los servicios secretos militares italianos, 
	como precisaba Andreotti en su informe, se encontraba bajo la supervisión y 
	la coordinación de los centros encargados de las operaciones de guerra 
	clandestina de la OTAN: 
	
		
		«Una vez que se constituyó esa organización secreta 
	de resistencia, Italia estaba llamada a participar (…) en las tareas del 
		
		CPC
		(Clandestine Planning Committee), fundado en 1959, que operaba en 
		el seno del Supreme Headquarters Allied Powers Europe (SHAPE), el cuartel general 
	de las potencias europeas de la OTAN (...); en 1964, los servicios secretos 
	italianos se integraron también al ACC (Allied Clandestine Committee).» 
		[24] 
	
	
	El ejército secreto Gladio, como reveló Andreotti, disponía de considerable 
	armamento. El equipamiento proporcionado por la CIA había sido enterrado en 
	139 escondites distribuidos en bosques, campos e incluso en iglesias y 
	cementerios. 
	
	 
	
	Según las explicaciones del primer ministro italiano, esos 
	arsenales contenían, 
	
		
		«armas portátiles, municiones, explosivos, granadas de 
	mano, cuchillos, dagas, morteros de 60 mm., fusiles sin retroceso calibre 
	57, fusiles con mirillas telescópicas, transmisores de radio, prismáticos y 
	otros tipos de equipamiento diverso» [25] 
	
	
	Además de las protestas de la 
	prensa y de la población contra las acciones de la CIA y la corrupción del 
	gobierno, las escandalosas revelaciones de Andreotti también dieron lugar a 
	una verdadera fiebre en la búsqueda de escondites de armas.
	
	El padre Giuciano recuerda el día en que los periodistas invadieron su 
	iglesia en busca de los secretos enterrados del Gladio, movidos por 
	intenciones ambiguas: 
	
		
		«Me avisaron después del mediodía cuando dos 
	periodistas de Il Gazzettino vinieron a preguntarme si yo sabía algo sobre 
	depósitos de municiones aquí, en la iglesia. Empezaron a cavar en este lugar 
	y rápidamente encontraron dos cajas. Pero el texto indicaba buscar también a 
	unos 30 centímetros de la ventana. 
		 
		
		Así que retomaron sus excavaciones por 
	allí. Apartaron una de las cajas ya que contenía una bomba de fósforo. Los 
	carabineros salieron mientras que dos expertos abrían la caja. Todavía había 
	otra más, que contenía dos metralletas. Todas las armas estaban nuevas, en 
	perfecto estado. Nunca habían sido utilizadas.» [26]
	
	
	En contradicción con lo que el terrorista Vinciguerra había indicado en los 
	años 1980, Andreotti afirmaba insistentemente que los servicios secretos 
	militares italianos y los miembros de Gladio no tenían absolutamente nada 
	que ver con la ola de atentados que se había producido en Italia. 
	
	 
	
	Según Andreotti, antes de ser reclutado, cada miembro de Gladio era sometido a 
	exámenes intensivos y tenía que «ajustarse rigurosamente» a la ley que regía 
	el funcionamiento de los servicios secretos con el fin de probar su 
	«fidelidad absoluta a los valores de la Constitución republicana 
	antifascista».
	
	El procedimiento tenía también como objetivo garantizar la exclusión de todo 
	aquel que ocupara alguna función administrativa o política. 
	
	 
	
	Además, según 
	afirmaba también Andreotti, la ley estipulaba que, 
	
		
		«los elementos 
	preseleccionados no tuviesen antecedentes penales, no tuviesen ningún 
	compromiso de tipo político y no participaran en ningún tipo de movimiento 
	extremista». 
	
	
	Al mismo tiempo, Andreotti señalaba que los miembros de la red 
	no podían declarar ante la justicia y que sus identidades así como otros 
	detalles sobre el ejército secreto eran secreto militar. 
	
		
		«La Operación, 
	debido a sus modalidades concretas de organización y de acción –tal y como 
	estaban previstas por las directivas de la OTAN e integradas en su 
	estructura específica– debe prepararse y ejecutarse en el más absoluto 
	secreto.» [27]
	
	
	Las revelaciones de Andreotti sobre el «SID paralelo» sacudieron Italia. A 
	muchos les costaba aceptar la idea de un ejército secreto dirigido por la 
	CIA y la OTAN en Italia y en el extranjero. 
	
	 
	
	¿Podía ser legal una estructura 
	de ese tipo? 
	
	 
	
	El diario italiano La Stampa fue particularmente duro: 
	
		
		«Ninguna razón de Estado puede justificar 
		que se mantenga, que se cubra o se defienda una estructura militar 
		secreta compuesta de elementos reclutados en base a criterios 
		ideológicos - dependiente o, como mínimo, bajo la influencia de una 
	potencia extranjera - y que sirva de instrumento para un combate político. No 
	existen, para calificar eso, palabras que no sean alta traición o crimen 
	contra la Constitución.» [28]
	
	
	En el senado italiano, representantes del Partido Verde, del Partido 
	Comunista y del Partido de los Independientes de Izquierda acusaron al 
	gobierno de haber utilizado las unidades de Gladio para practicar una 
	vigilancia territorial y perpetrar atentados terroristas con el objetivo de 
	condicionar el clima político. 
	
	 
	
	Pero el PCI estaba sobre todo convencido de 
	que, desde el comienzo de la guerra fría, el verdadero blanco de la red 
	Gladio no había sido un ejército extranjero sino los propios comunistas 
	italianos. 
	
	 
	
	Los observadores subrayaban que, 
	
		
		«con ese misterioso SID paralelo, 
	fomentado para contrarrestar un imposible golpe de Estado de la izquierda, 
	estuvimos corriendo sobre todo el peligro de vernos expuestos a un golpe de 
	Estado de la derecha (…) No podemos creer eso (…), que ese super SID haya 
	sido aceptado como una herramienta militar destinada a operar 'en caso de 
	una ocupación enemiga'. El único verdadero enemigo fue y ha sido siempre el 
	partido comunista italiano, o sea un enemigo interno.» [29]
	
	
	Decidido a no asumir sólo aquella responsabilidad, el primer ministro 
	Andreotti se presentó ante el parlamento italiano, el mismo día que entregó 
	su informe final sobre Gladio, y declaró: 
	
		
		«A cada jefe de gobierno se le 
	informaba la existencia de Gladio». [30] 
	
	
	Sumamente embarazosa, esa 
	declaración comprometió entre otros a los ex primeros ministros, como:
	
		
			- 
			
			el 
	socialista Bettino Craxi (1983-1987)
 
			- 
			
			Giovanni Spadolini del Partido 
	Republicano (1981-1982), entonces presidente del senado
 
			- 
			
			Arnaldo Forlani 
	(1980-1981), quien era en 1990 secretario de la DCI
 
			- 
			
			Francesco Cossiga (1978-1979), en aquel 
			entonces presidente de la República
 
		
	
	
	Al verse de pronto en el ojo de la tormenta, debido a las revelaciones de 
	Andreotti, las reacciones de estos altos dignatarios fueron confusas. 
	
	 
	
	Craxi 
	afirmaba que nunca se le había informado la existencia de Gladio, hasta que 
	le pusieron delante un documento sobre Gladio firmado de su puño y letra en 
	la época en que él era primer ministro. 
	
	 
	
	Spadolini y Forlani sufrieron 
	similares ataques de amnesia, pero también tuvieron que retractarse de sus 
	declaraciones iniciales. Spadolini provocó la hilaridad de todo el mundo al 
	precisar que había que distinguir entre lo que él sabía como ministro de 
	Defensa y lo que le informaban como primer ministro. 
	
	 
	
	Francesco Cossiga, 
	presidente de la República desde 1985, fue el único que reconoció plenamente 
	su papel en la conspiración.
	
	Durante una visita oficial en Escocia, anunció que estaba incluso «feliz y 
	orgulloso» de haber contribuido a la creación del ejército secreto como 
	encargado de asuntos de Defensa en el seno de la DCI, en los años 1950. [31]
	
	
	 
	
	Declaró que todos los miembros de Gladio eran buenos patriotas y se expresó 
	en los siguientes términos: 
	
		
		«Yo considero como un gran privilegio y una 
	prueba de confianza (…) el haber sido escogido para esa delicada tarea (…) 
	Tengo que decir que estoy orgulloso de que hayamos podido guardar ese 
	secreto durante 45 años.» [32] 
	
	
	Al abrazar así la causa de la organización 
	implicada en actos de terrorismo, el presidente tuvo que enfrentar, a su 
	regreso a Italia, una tempestad política y exigencias de renuncia y de 
	destitución por alta traición provenientes de todos los partidos. 
	
	 
	
	El juez Casson tuvo la audacia de llamarlo a comparecer como testigo ante la 
	comisión investigadora del senado.
	
	Pero el presidente, que visiblemente ya no estaba tan «feliz», se negó de 
	forma colérica y amenazó con cerrar toda la investigación parlamentaria 
	sobre Gladio: 
	
		
		«Reenviaré al parlamento el acta que extiende sus poderes y, 
	si [el parlamento] la aprueba de nuevo, reexaminaré el texto para determinar 
	si reúne las condiciones para presentar un rechazo [presidencial] definitivo 
	de su promulgación». [33] 
	
	
	Como aquella amenaza no tenía ninguna 
	justificación constitucional, los críticos empezaron a cuestionar la salud 
	mental del presidente. Cossiga renunció a la presidencia en abril de 1992, 3 
	meses antes del término legal de su mandato. [34]
	
	En una alocución pública pronunciada ante el senado italiano el 9 de 
	noviembre de 1990, Andreotti subrayó nuevamente que la OTAN, Estados Unidos 
	y numerosos países de Europa occidental, como Alemania, Grecia, Dinamarca y 
	Bélgica, estaban implicados en la conspiración stay-behind. 
	
	 
	
	Como prueba de 
	sus alegaciones, reveladores datos confidenciales fueron entregados a la 
	prensa, la publicación política italiana Panorama divulgó íntegramente el 
	documento El SID paralelo – El caso Gladio, que Andreotti había entregado a 
	la comisión parlamentaria.
	
	Cuando las autoridades francesas trataron de negar su propia implicación en 
	la red internacional Gladio, Andreotti contestó implacablemente que Francia 
	también había participado secretamente en la última reunión del comité 
	director de Gladio, el ACC, que se había desarrollado en Bruselas sólo unas 
	pocas semanas antes, los días 23 y 24 de octubre de 1990, ante lo cual, un 
	poco incómoda, Francia tuvo que reconocer su participación en la operación. 
	
	
	 
	
	A partir de entonces, se hacía imposible desmentir la dimensión 
	internacional de la guerra secreta y el escándalo no tardó en extenderse por 
	toda Europa occidental.
	
	Después, siguiendo las fronteras de los Estados miembros de la OTAN, se 
	propagó rápidamente por Estados Unidos. 
	
	 
	
	La comisión del parlamento italiano 
	encargada de investigar sobre Gladio y sobre los atentados perpetrados en su 
	país concluyó: 
	
		
		«Aquellas matanzas, aquellas bombas, aquellas operaciones 
	militares fueron organizadas, instigadas o apoyadas por personas que 
	trabajan para las instituciones italianas y, como se descubrió más 
	recientemente, por individuos vinculados a las estructuras de la 
	inteligencia estadounidense». [35]
	
	
	 
	
	 
	
	 
	
	Referencias
	
		
		[1] Diario británico The Observer del día 18 de noviembre de 1990.
		
[2] Hugh O’Shaughnessy, «Gladio: Europe’s best kept secret». Se suponía que, 
	en caso de que el Ejército Rojo invadiese Europa occidental, aquellos 
	agentes debían permanecer tras las líneas enemigas. Pero en algunos países 
	aquella red, creada con las mejores intenciones, se convirtió en instrumento 
	del terrorismo y de la agitación política de extrema derecha. Diario 
	británico The Observer, 7 de junio de 1992.
[3] Los investigadores Fabrizio Calvi y Frederic Laurent, especializados en 
	servicios secretos, realizaron lo que constituye probablemente el mejor 
	documental sobre el atentado de la Piazza Fontana. Piazza Fontana: Storia di 
	un Complotto se transmitió el 11 de diciembre de 1997, a las 20h50, a través 
	del canal público de televisión Rai Due. Una adaptación al francés, titulada 
	L’Orchestre Noir: La Stratégie de la tensión, se transmitió en 2 partes a 
	través del canal de televisión franco-alemán Arte el martes 13 y el 
	miércoles 14 de enero de 1998 a las 20h45. En ese documental, Fabrizio Calvi 
	y Frederic Laurent interrogan a numerosos testigos, incluso a jueces que 
	investigaron el caso durante años, a Guido Salvini y Gerardo D’Ambrosio, a 
	activistas fascistas como Stefano Delle Chiaie, Amos Spiazzi, Guido 
	Giannettini, Vincenzo Vinciguerra y el capitán Labruna, al ex primer 
	ministro italiano Giulio Andreotti así como a Victor Marchetti y Marc Wyatt 
	de la CIA. Este documental puede verse en DailyMotion.
[4] Fragmento del libro de Giovanni Fasanella y Claudio Sestieri con 
	Giovanni Pellegrino: Segreto di Stato. La verità da Gladio al caso Moro 
	(Einaudi Editore, Turin, 2000), introducción.
[5] Sobre este tema, ver: «1980: carnage à Bologne, 85 morts», Réseau 
	Voltaire, 12 de marzo de 2004. Ndlr.
[6] Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers. Se trata del segundo 
	documental de una serie de 3 dedicados a Gladio por el realizador Francovich 
	consacrés au Gladio. Transmitido en BBC2 el 17 de junio de 1992. Este 
	documental puede verse en YouTube.
[7] Philip Willan, «Terrorists ‘helped by CIA’ to stop rise of left in 
	Italy», publicado en el diario británico The Guardian el 26 de marzo de 
	2001. Willan es un especialista en materia de intervenciones secretas de 
	Estados Unidos en Italia. Autor del libro de referencia Puppetmasters. The 
	Political Use of Terrorism in Italy (Constable, Londres, 1991).
[8] Senato della Repubblica Italiana. Commissione parlamentare d’inchiesta 
	sul terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei 
	responsabili delle stragi: Il terrorismo, le stragi ed il contesto 
	storico-politico. El informe final fue publicado bajo ese título en 1995.
		
[9] Programa informativo cotidiano británico Newsnight transmitido por BBC1 
	el 4 de abril de 1991.
[10] Diario británico The Observer del 7 de junio de 1992.
		
[11] Ed. Vulliamy, «Secret agents, freemasons, fascists… and a top-level 
	campaign of political ‘destabilisation’: ‘Strategy of tension’ that brought 
	carnage and cover-up» publicado en el diario The Guardian el 5 de diciembre 
	de 1990.
[12] Publicación política británica Statewatch, enero de 1991.
		
[13] Jean-Francois Brozzu-Gentile, L’Affaire Gladio (Editions Albin Michel, 
	París, 1994), p.105.
[14] Publicación política italiana Europeo del 16 de noviembre de 1990.
		
[15] Ed. Vulliamy, «Secret agents, freemasons, fascists... and a top-level 
	campaign of political ‘destabilisation’: ‘Strategy of tension’ that brought 
	carnage and cover-up», publicado en el diario británico The Guardian el 5 de 
	diciembre de 1990.
[16] «Spinne unterm Schafsfell. In Südeuropa war die Guerillatruppe 
	besonders aktiv – auch bei den Militärputschen in Griechenland und der 
	Türkei?», publicado sin que se especificara un autor en la revista 
	informativa alemana Der Spiegel, N°48, 26 de noviembre de 1990.
[17] Mario Coglitore (ed.), La Notte dei Gladiatori. Omissioni e silenzi 
	della Repubblica (Calcusca Edizioni, Padua, 1992), p.131.
[18] Fragmento de Coglitore, Gladiatori, p.132.
		
[19] Ver la notable biografía de Andreotti por Regine Igel, Andreotti. 
	Politik zwischen Geheimdienst und Mafia (Herbig Verlag, Munich,1997).
		
[20] Diario británico The Guardian, 5 de diciembre de 1990.
[21] Leo Muller, Gladio – das Erbe des Kalten Krieges. Der Nato-Geheimbund 
	und sein deutscher Vorläufer (Rowohlt, Hamburgo, 1991), p.26.
[22] Para un recuento detallado de los hechos, ver los diarios italianos La 
	Repubblica, Corriere della Sera y La Stampa del 24 de octubre de 1990.
		
[23] «50,000 seek truth about secret team», publicado sin autor específico 
	en el diario canadiense The Toronto Star, 18 de noviembre de 1990.
[24] Franco Ferraresi, «A secret structure code-named Gladio» en Italian 
	Politics. A Review, 1992, p.30. Ferraresi cita directamente el documento que 
	Andreotti envió a la comisión parlamentaria. El diario italiano L’Unita 
	publicó la primera y la segunda versión del documento de Andreotti en una 
	edición especial el 14 de noviembre de 1990. La traducción íntegra esta 
	disponible en el sitio de la Red Voltaire.
[25] Ferraresi, Gladio, p.30, citas del documento de Andreotti.
		
[26] El padre Giuciano da su testimonio frente a la iglesia en el documental 
	de Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers. Segundo documental de una serie 
	de tres que Francovich dedicó a Gladio, transmitido por BBC2 el 17 de junio 
	de 1992.
[27] Ferraresi, Gladio, p.31, citas del documento de Andreotti.
		
[28] Citado por Ferraresi, Gladio, p.31.
[29] Norberto Bobbio citado por Ferraresi, Gladio, p.32.
		
[30] Muller, Gladio, p.27.
[31] Diario británico The Observer, 18 de noviembre de 1990.
		
[32] Agencia de prensa Reuters, 12 de noviembre de 1990.
[33] Ferraresi, Gladio, p.32.
		
[34] The Economist, 30 de marzo de 1991.
[35] «Senato della Repubblica. Commissione parlamentare d’inchiesta sul 
	terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei 
	responsabiliy delle stragi: Stragi e terrorismo in Italia dal dopoguerra al 
	1974. Relazione del Gruppo Democratici di Sinistra l’Ulivo. Roma junio de 
	2000». Philip Willan: «US ‘supported anti-left terror in Italy’. Report 
	claims Washington used a strategy of tension in the cold war to stabilise 
	the centre-right», publicado en el diario británico The Guardian, 24 de 
	junio de 2000.
	
	
	
	
	
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