Parte 1
Los Ejércitos Secretos de La OTAN
Cuando el Juez Felice Casson Reveló La Existencia de Gladio…
por Daniele Ganser
26 Noviembre 2009
Desde
Bâle (Suisse)
del Sitio Web
VoltaireNet
La Red Voltaire emprende la publicación seriada de la obra de referencia
sobre la actividad de los servicios secretos de la OTAN desde la creación de
la alianza atlántica hasta los años 1990.
A pesar de ser un trabajo de
historiador, esta investigación sobre Gladio es mucho más que un simple tema
histórico ya que está íntimamente ligada a nuestra vida diaria. Esa
estructura secreta sigue estando activa y los Estados europeos se mantienen
aún bajo el tutelaje anglosajón, como lo demuestran las investigaciones
parlamentarias sobre los secuestros perpetrados por la CIA desde el año
2001.
La comprensión de la política en Europa se hace imposible sin un
conocimiento preciso de las redes «Stay-Behind».
Esta primera entrega relata
el descubrimiento de Gladio por parte de los magistrados italianos a finales
de los años 80. |
Las ruinas de la estación ferroviaria de Bolonia
después del atentado
perpetrado por los terroristas de la OTAN (1980).
El 31 de mayo de 1972, un auto-bomba estalló en un bosque cercano al pueblo
llamado Peteano, en Italia, dejando un herido grave y un muerto entre los
carabineros, la policía uniformada italiana. Los carabineros habían llegado
al lugar después de recibir una llamada telefónica anónima. Al inspeccionar
un auto Fiat 500 allí abandonado, uno de los carabineros levantó el capó,
provocando así la explosión.
Dos días después, una nueva llamada telefónica anónima reclamaba la autoría
del atentado en nombre de las Brigadas Rojas, grupúsculo terrorista que
trataba en aquel entonces de romper el equilibrio del poder en Italia
mediante la realización de tomas de rehenes y de asesinatos de altos
personajes del Estado.
La policía se volvió inmediatamente hacia la
izquierda italiana y encarceló a cerca de 200 comunistas. Durante más de 10
años, los italianos vivieron convencidos de que el acto terrorista de Peteano había sido obra de las Brigadas Rojas.
Posteriormente, en 1984, Felice Casson, un juez italiano, decidió reabrir el
caso ya que le intrigaban toda una serie de irregularidades y
falsificaciones cometidas alrededor del drama de Peteano.
El juez Felice
Casson descubrió que la policía no había investigado el lugar de los hechos.
También notó que el informe que había concluido en aquel entonces que los
explosivos utilizados eran los mismos que utilizaban tradicionalmente las
Brigadas Rojas era en realidad una falsificación.
Marco Morin, un experto en explosivos de la policía italiana, había
proporcionado deliberadamente conclusiones falsas. Morin era miembro de la
organización italiana de extrema derecha «Ordine Nuovo» y, en el contexto de
guerra fría, había aportado así su contribución a lo que él consideraba una
lucha legítima contra la influencia de los comunistas italianos.
El juez Casson logró probar que, al contrario de lo que había concluido Morin, el
explosivo utilizado en Peteano era el C4, la sustancia explosiva más
poderosa de aquel entonces y que también formaba parte del arsenal de las
fuerzas de la OTAN.
«Simplemente quise arrojar una nueva luz sobre años de mentiras y secretos.
Eso es todo», declaró posteriormente el juez Casson a los periodistas que lo
interrogaban en su minúscula oficina del palacio de justicia, junto a la
laguna de Venecia. «Quería que, por una vez, los italianos supieran la
verdad.» [1]
El 24 de febrero de 1972, cerca de Trieste, un grupo de carabineros descubre
por casualidad un escondite de armas lleno de municiones, armas y explosivo
del tipo C4, idéntico al utilizado en Peteano.
Los policías estaban
convencidos de haber descubierto una red criminal. Años más tarde, la
investigación del juez Casson permitió determinar que se trataba en realidad
de uno de los cientos de escondites subterráneos creados por el ejército
secreto del llamado
stay-behind, estructura que responde a las órdenes de la
OTAN y que se conoce en Italia por la apelación codificada de Gladio (del
latín Gladius, denominación de la espada corta en uso en la Roma de la
antigüedad).
Casson notó que los servicios secretos del ejército italiano y
el gobierno de aquella época se habían esforzado considerablemente por
mantener en secreto el descubrimiento de Trieste así como su contexto
estratégico.
Al proseguir su investigación sobre los extraños casos de Peteano y Trieste,
el magistrado descubrió con asombro, no la mano de la izquierda italiana
sino la de los grupúsculos de extrema derecha y de los servicios secretos
del ejército tras el atentado de 1972.
La investigación del juez reveló la
existencia de una estrecha colaboración entre la organización de extrema
derecha Ordine Nuovo y el SID (Servizio Informazioni Difusa), o sea los
servicios secretos del ejército italiano. Ordine Nuovo y el SID habían
preparado juntos el atentado de Peteano, y luego habían acusado a los
militantes de la extrema izquierda italiana, las Brigadas Rojas.
Casson logró identificar al hombre que había puesto la bomba, un tal
Vincenzo Vinciguerra, miembro de Ordine Nuovo. Como era el eslabón final de
una larga cadena de mando, Vinciguerra sólo fue arrestado varios años
después del momento de los hechos.
Confesó y declaró que había gozado de la
protección de toda una red de simpatizantes, tanto en Italia como en el
extranjero, que habían hecho posible su huida después del atentado.
«Es todo
un mecanismo que se puso en marcha», contó Vinciguerra.
«Lo cual quiere
decir que desde los carabineros hasta el ministro del Interior, pasando por
la aduana y los servicios de inteligencia civiles y militares, todos habían
aceptado el razonamiento ideológico justificaba al atentado.» [2]
Vinciguerra subrayaba, con toda razón, el agitado contexto histórico en que
se había producido el atentado de Peteano.
A fines de los años 1960, con el
surgimiento de la revolución pacifista y los movimientos estudiantiles de
protesta contra la violencia y contra la guerra de Vietnam en particular, el
enfrentamiento ideológico entre la derecha y la izquierda se había
intensificado, tanto en Europa Occidental como en Estados Unidos.
La inmensa mayoría de los ciudadanos comprometidos con los movimientos
sociales de izquierda recurrían a formas de protesta no violentas, como
manifestaciones, actos de desobediencia civil y, sobre todo, debates con
moderadores. En el seno del parlamento italiano, el poderoso Partido
Comunista (Partito Communisto Italiano, PCI) y en menor medida el Partido
Socialista (Partito Socialisto Italiano, PSI) simpatizaban con ese
movimiento.
Los movimientos sociales de izquierda se oponían a la política de los
Estados Unidos, a la guerra de Vietnam y sobre todo a la repartición del
poder en Italia ya que, a pesar de disponer de una importante mayoría en el
parlamento, el PCI no había recibido ningún ministerio y se le mantenía así
al margen del gobierno. La derecha italiana estaba perfectamente conciente
de que aquello constituía una injusticia flagrante y una violación de los
principios básicos de la democracia.
Fue en aquel contexto de guerra fría y de lucha por el poder que los
extremistas recurrieron al terrorismo en Europa Occidental. A la extrema
izquierda, los grupos terroristas más notorios fueron los comunistas
italianos de las Brigadas Rojas así como la Rote Armee Fraktion alemana o
RAF (Fracción Ejército Rojo).
Fundadas por varios estudiantes de la
universidad de Trento que no tenían ningún conocimiento en cuanto a técnicas
de combate, las Brigadas Rojas contaban entre sus miembros a Margherita
Cagol, Alberto Franceschini y Alberto Curcio.
Al igual que los miembros de la RAF, éstos estaban convencidos de la
necesidad de recurrir a la violencia para cambiar la estructura del poder
vigente, que les parecía injusto y corrupto. Al igual que las acciones de la
RAF, las de las Brigadas Rojas no tenían como blanco a la población civil
sino a determinados individuos que consideraban representantes del «aparato
del Estado», como banqueros, generales y ministros, a los que secuestraban y
a menudo asesinaban.
Las acciones de las Brigadas Rojas, que tuvieron lugar
principalmente en la Italia de los años 1970, dejaron 75 muertos.
Debido a su poca capacidad estratégica y militar y a su inexperiencia, los
miembros de las Brigadas Rojas acabaron siendo arrestados mediante redadas,
y posteriormente juzgados y encarcelados.
Al otro extremo del tablero político de la guerra fría, la extrema derecha
también recurrió a la violencia. En Italia, su red incluía a los soldados
clandestinos del Gladio, los servicios secretos militares y organizaciones
fascistas como Ordine Nuovo. Al contrario del que practicaba la izquierda,
el objetivo del terrorismo de derecha era sembrar el terror en todas las
capas de la sociedad mediante atentados dirigidos contra grandes multitudes
y destinados a provocar la mayor cantidad posible de muertos para acusar
posteriormente a los comunistas.
El juez Casson logró determinar que el drama de Peteano formaba parte de ese
esquema y entraba en el marco de una serie de crímenes que había comenzado
en 1969.
Durante aquel año 4 bombas habían estallado poco antes de la
Navidad en varios lugares públicos de Roma y Milán. El saldo había sido de
16 muertos y 80 heridos, en su mayoría campesinos que iban a depositar en el
Banco Agrícola de la Piazza Fontana de Milán lo que habían recaudado en el
día a través de sus ventas en el mercado.
Conforme a una estrategia
maquiavélica, la responsabilidad de aquella masacre fue atribuida a los
comunistas y a la extrema izquierda, se escamotearon las pistas y se realizó
inmediatamente una ola de arrestos.
La población en su conjunto tenía muy pocas posibilidades de descubrir la
verdad ya que los servicios secretos militares se esforzaron por enmascarar
el crimen.
En Milán, una de las bombas no había llegado a estallar, debido
al mal funcionamiento del mecanismo de relojería, pero en los primeros actos
de disimulación, los servicios secretos la hicieron estallar en el lugar de
los hechos y varios componentes de artefactos explosivos fueron depositados
en la casa de Giangiacomo Feltrinelli, célebre editor conocido por sus
opiniones de izquierda. [3]
«Según las estadísticas oficiales, entre el 1º de enero de 1969 y el 31 de
diciembre de 1987 se registraron 14 591 actos de violencia con motivos
políticos», afirma el senador Giovanni Pellegrino, presidente de la Comisión
Investigadora Parlamentaria sobre Gladio y el terrorismo, al recordar la
violencia del contexto político de aquel periodo de la historia reciente de
Italia.
«Quizás no resulta inútil recordar que aquellas “acciones” causaron
la muerte a 491 personas así como heridas y mutilaciones a otras 1,181.
Cifras dignas de una guerra, sin parangón en Europa.» [4]
Después de los
atentados de la Piazza Fontana, en 1969, y de Peteano, en 1972, otros actos
de terrorismo volvieron a ensangrentar el país.
El 28 de mayo de 1974, en Brescia, una bomba dejó 8 muertos y 102 heridos entre los participantes en
una manifestación antifascista. El 4 de agosto de 1974, un atentado a bordo
del tren «Italicus Express», que enlaza Roma con Munich, mató a 12 personas
e hirió a 48.
El punto culminante de aquella ola de violencia se produjo en
una soleada tarde, el 2 de agosto de 1980, en el día de la fiesta nacional
de Italia, cuando una explosión de gran potencia devastó el salón de espera
de los pasajeros de segunda clase en la estación de trenes de Bolonia,
matando a 85 personas e hiriendo o mutilando a otras 200.
La masacre de
Bolonia es uno de los mayores atentados terroristas que haya sufrido Europa
en todo el siglo 20 [5].
Contrariamente a los miembros de las Brigadas Rojas, que acabaron todos en
la cárcel, los terroristas de extrema derecha lograron escapar después de
cada atentado ya que, como señala Vinciguerra con toda razón, todos gozaron
de la protección del aparato de seguridad y de los servicios secretos del
ejército italiano.
Años más tarde, cuando al fin se estableció el vínculo
entre el atentado de la Piazza Fontana y la derecha italiana, se le preguntó
a Franco Freda, miembro de Ordine Nuovo, si al cabo del tiempo creía haber
sido manipulado por personajes que ocupaban altos cargos, generales o
ministros.
Freda, admirador declarado de Hitler, que había publicado Mein Kampf en
italiano gracias a su pequeña estructura personal de edición, respondió que,
según sus conceptos, todo el mundo es más o menos manipulado:
«Todos somos
manipulados por otros más poderosos que nosotros», declaró el terrorista.
«En lo que me concierne, admito haber sido una marioneta movida por ideas
pero en ningún caso por los hombres de los servicios secretos, ni aquí [en
Italia] ni en el extranjero. En otros términos, yo mismo escogí mi lucha y
la desarrollé según mis ideas. Eso es todo.» [6]
En marzo de 2001, el general Giandelio Maletti, ex jefe del contraespionaje
italiano, dejó entrever que además de la de la red clandestina Gladio, de
los servicios secretos militares italianos y de un grupúsculo de terroristas
de extrema derecha, las matanzas que desacreditaron a los comunistas
italianos recibieron también la aprobación de la Casa Blanca y de la CIA.
Al
comparecer como testigo en el juicio contra los terroristas de extrema
derecha acusados de estar implicados en los atentados de la Piazza Fontana,
Maletti declaró:
«La CIA, siguiendo las directivas de su gobierno, quería
crear un nacionalismo italiano capaz de obstaculizar lo que consideraba un
deslizamiento hacia la izquierda y, con ese objetivo, pudo utilizar el
terrorismo de extrema derecha.» (…)
«Uno tenía la impresión de que los
americanos estaban dispuestos a todo para impedir que Italia se inclinara
hacia la izquierda», explicó el general, antes de agregar: «No olviden que
era Nixon quien estaba a la cabeza del gobierno y Nixon no era un tipo
cualquiera, [era] un político muy hábil pero un hombre de métodos poco
ortodoxos.»
Retrospectivamente, el general de 79 años expresó críticas y
amargura:
«Italia fue tratada como una especie de protectorado. Me
avergüenza que todavía estemos siendo objeto de un control especial.» [7]
Durante las décadas de 1970 y 1980, el parlamento italiano, en cuyo seno los
partidos comunista y socialista ostentaban una parte importante del poder,
manifestó creciente inquietud ante aquella ola visiblemente interminable de
crímenes que ensangrentaban el país sin que se lograra identificar a los
autores ni a quienes los ordenaban.
Aunque ya en aquel entonces circulaban entre la izquierda italiana los
rumores de que aquellos misteriosos actos de violencia eran una forma de
guerra secreta que Estados Unidos había desencadenado contra los comunistas
italianos, no existían pruebas que permitiesen probar aquella teoría que
parecía traída por los pelos.
Sin embargo, en 1988 el Senado italiano creo
una comisión parlamentaria especial de investigación presidida por el
senador Libero Gualteri, comisión cuyo nombre era más que elocuente:
«Comisión parlamentaria del Senado italiano encargada de investigar sobre el
terrorismo en Italia y las razones por las cuales los individuos
responsables de las matanzas no han podido ser identificados: El terrorismo,
los atentados y el contexto político-histórico.» [8]
El trabajo de la comisión resultó extremadamente difícil.
Los testigos se
negaban a declarar. Hubo documentos destruidos. La propia comisión, que se
componía de representantes de los partidos de izquierda y de derecha, se
dividió al abordar la cuestión de la verdad histórica en Italia y en lo
tocante a las conclusiones que debían ser o no reveladas al público.
El juez Felice Casson revela la existencia de una red clandestina creada por
la OTAN.
Oficialmente creada para 'proteger' a los Estados miembros,
la OTAN
es en realidad un protectorado anglosajón.
Washington y Londres no vacilaron
en ordenar atentados terroristas
en Italia para falsear el juego de la
democracia.
Al mismo tiempo, basándose en el testimonio de Vincenzo Vinciguerra
- el
terrorista de Peteano - y en los documentos que había descubierto, el juez Casson comienza a entrever la naturaleza de la compleja estrategia militar
que se había utilizado.
Comprende poco a poco que no se trataba simplemente
de terrorismo sino de terrorismo de Estado, financiado con el dinero de los
contribuyentes. Obedeciendo a una «estrategia de la tensión», el objetivo de
los atentados era instaurar un clima de tensión en el seno de la población.
La extrema derecha y sus partidarios en el seno de la OTAN temían que los
comunistas italianos adquiriesen demasiado poder y es por ello que, en un
intento de «desestabilizar para estabilizar», los soldados clandestinos de
los ejércitos del Gladio perpetraban aquellos atentados, que atribuían
después a la izquierda.
«Para los servicios secretos, el atentado de Peteano
era parte de lo que se llamó “la estrategia de la tensión” », explicó
públicamente el juez Casson en un reportaje de la BBC dedicado al Gladio.
«O
sea, crear un clima de tensión para estimular en el país las tendencias
socio-políticas conservadoras y reaccionarias.
A medida que se aplicaba esta estrategia en el terreno, se hacía necesario
proteger a los instigadores ya que comenzaban a aparecer pruebas de su
implicación. Los testigos ocultaban ciertas informaciones para proteger a
los extremistas de derecha.» [9]
Vinciguerra, un terrorista que, al igual
que otros que habían estado en contacto con la rama Gladio de los servicios
secretos militares italianos, fue muerto por causa de sus convicciones
políticas, declaró:
«Había que actuar contra los civiles, contra la gente
del pueblo, contra las mujeres, los inocentes, los anónimos desvinculados de
todo juego político. La razón era muy simple. Se suponía que tenían que
forzar a aquella gente, al pueblo italiano, a
recurrir al Estado para pedir
más seguridad.
A esa lógica política obedecían todos esos asesinatos y todos
esos atentados que siguen sin castigo porque el Estado no puede inculparse a
sí mismo ni confesar su responsabilidad en lo sucedido.» [10]
El horror de ese diabólico plan sólo va apareciendo, sin embargo, de forma
progresiva y quedan aún muchos secretos por revelar hoy en día.
Además, el
paradero de todos los documentos originales sigue siendo desconocido.
«Después del atentado de Peteano y de todos los demás que siguieron»,
declaró Vinciguerra en el juicio que se hizo en su contra, en 1984, «nadie
debiera dudar ya de la existencia de una estructura activa y clandestina,
capaz de elaborar en la sombra ese tipo de estrategia de matanzas».
Una
estructura que, según el propio Vinciguerra,
«está imbricada en los propios
órganos del poder.
Existe en Italia una organización paralela a las fuerzas armadas, que se
compone de civiles y de militares y de vocación antisoviética, o sea
destinada a organizar la resistencia contra una eventual ocupación del suelo
italiano por parte del Ejército Rojo.»
Sin mencionarlo por su nombre, ese
testimonio confirmó la existencia del Gladio, el ejército secreto y stay-behind creado por orden de la OTAN.
Vinciguerra lo describió como,
«una
organización secreta, una superorganización que dispone de su propia red de
comunicaciones, de explosivos y de hombres entrenados para utilizarlos».
El
terrorista reveló que esa
«superorganización, a falta de invasión soviética,
recibió de la OTAN la orden de luchar contra un deslizamiento del poder
hacia la izquierda en el país. Y eso fue lo que hicieron, con el apoyo de
los servicios secretos del Estado, del poder político y del ejército.» [11]
Más de 20 años han transcurrido desde el revelador testimonio del terrorista
arrepentido que, por vez primera en la historia italiana, estableció un
vínculo entre la red stay-behind Gladio, la OTAN y los atentados con bombas
que enlutaron el país.
Y sólo ahora, al cabo de todos estos años, después de
la confirmación de la existencia del ejército secreto y del descubrimiento
de los escondites de armas y de explosivos, los investigadores e
historiadores logran interpretar por fin el sentido de las palabras de Vinciguerra.
Pero, ¿son dignas de crédito las palabras de ese hombre?
Los hechos que se
produjeron después del juicio parecen indicar que sí. El ejército secreto
fue descubierto en 1990 y, como para confirmar indirectamente que Vinciguerra había dicho la verdad, el apoyo del que había gozado hasta aquel
entonces por parte de las altas esferas le fue bruscamente retirado.
Contrariamente a lo sucedido con otros terroristas de extrema derecha, que
habían sido puestos en libertad después de haber colaborado con los
servicios secretos italianos, Vinciguerra fue condenado a cadena perpetua.
Pero Vinciguerra no fue el primero en revelar la
vinculación entre el Gladio, la OTAN y los atentados.
Tampoco fue el primero en hablar de la conspiración del Gladio en Italia.
En
1974, durante una investigación sobre el terrorismo de extrema derecha, el
juez de instrucción Giovanni Tamburino había sentado un precedente al
inculpar al general Vito Miceli, el jefe del SID, los servicios secretos
militares italianos, por haber,
«promovido, instaurado y organizado, con la
ayuda de otros cómplices, una asociación secreta que agrupaba civiles y
militares y cuyo objetivo era provocar una insurrección armada para
modificar ilegalmente la Constitución y la composición del gobierno». [12]
El 17 de noviembre de 1974, durante su propio juicio, el general Miceli, ex
responsable del Buró de Seguridad de la OTAN, reveló, furioso, la existencia
del ejército Gladio y lo describió como una rama especial del SID:
«¿Disponía yo de un superSID a mis órdenes? ¡Por supuesto! Pero no lo monté
yo mismo para tratar de dar un golpe de Estado. ¡No hice más que obedecer
las órdenes de Estados Unidos y la OTAN!» [13]
Gracias a los sólidos contactos que tenía del otro lado del Atlántico,
Miceli no salió malparado.
Fue liberado bajo fianza y pasó 6 meses en un
hospital militar. Hubo que esperar 16 años más hasta que, bajo la presión de
los descubrimientos del juez Casson, el primer ministro italiano Andreotti
revelara ante el parlamento italiano la existencia de la red Gladio. Al
enterarse, Miceli montó en cólera.
Poco antes de su muerte, en octubre de
1990, Miceli no pudo seguir conteniéndose:
«¡Yo fui a la cárcel porque me
negaba a revelar la existencia de esta superorganización secreta y ahora Andreotti se para delante del parlamento y lo cuenta todo!»
[14]
En la cárcel, Vinciguerra, el que había puesto la bomba de Peteano, explicó
al juez Casson que, en su misión de debilitamiento de la izquierda italiana,
los servicios secretos militares y la red Gladio habían contado con la ayuda
no sólo de Ordine Nuovo sino también de otras organizaciones de extrema
derecha muy conocidas, como Avanguardia Nazionale:
«Detrás de los
terroristas había mucha gente que actuaba en la sombra, gente que pertenecía
o colaboraba con el aparato de seguridad.
Yo afirmo que todos los atentados perpetrados después de 1969 eran parte de
una misma estrategia.»
Vinciguerra, miembro de Ordine Nuovo, contó como él
mismo y sus camaradas de extrema derecha habían sido reclutados para
ejecutar las acciones más sangrientas con el ejército secreto Gladio:
«Avanguardia Nazionale, al igual que Ordine Nuovo, eran movilizados en el
marco de una estrategia anticomunista que no emanaban de grupúsculos que
gravitaban en las esferas del poder sino del poder mismo y que formaba parte
de las relaciones de Italia con la alianza atlántica.» [15]
El juez Casson se alarmó ante aquellas revelaciones.
Para erradicar la
gangrena que carcomía el Estado siguió la pista del misterioso ejército
clandestino Gladio que había manipulado la clase política durante la guerra
fría y, en enero de 1990, pidió permiso a las más altas autoridades del país
para extender sus investigaciones a los archivos de los servicios secretos
militares, le Servizio Informazioni Sicurezza Militare (SISMI), nuevo nombre
del SID desde 1978.
En julio de aquel mismo año, el primer ministro Giulio Andreotti lo autorizó
a consultar los archivos del Palazzo Braschi, sede del SISMI en Roma.
El
magistrado descubrió allí, por vez primera, documentos que demostraban la
existencia en Italia de un ejército secreto cuyo nombre de código era
Gladio, que estaba a las órdenes de los servicios secretos militares y cuyo
objetivo era la realización de operaciones de guerra clandestina.
Casson encontró también documentos que demostraban la implicación de la
alianza militar más grande del mundo, la OTAN, y de la última superpotencia
existente, Estados Unidos, en los actos de subversión así como sus vínculos
con la red Gladio y con grupúsculos terroristas de extrema derecha en Italia
y en toda Europa occidental.
Para el juez Casson, el hecho de disponer de
tales informaciones representaba un peligro, cosa de la cual él estaba
enteramente conciente ya que en el pasado otros magistrados italianos que
sabían demasiado habían sido asesinados en plena calle:
«Desde julio hasta
octubre de 1990, yo fui el único que sabía [de la Operación Gladio], lo cual
podía acarrearme una desgracia.» [16]
Pero la temida desgracia no tuvo lugar y Casson logró resolver el misterio.
Basándose en los datos que había descubierto se puso en contacto con la
comisión parlamentaria que presidía el senador Libero Gualteri, encargada de
investigar sobre los atentados terroristas.
Gualteri y sus pares se
inquietaron ante los descubrimientos que les comunicó el magistrado y
reconocieron que había que agregarlos al trabajo de la comisión ya que
explicaban el origen de los atentados y las razones por las cuales se habían
mantenido impunes durante tantos años.
El 2 de agosto de 1990, los senadores
ordenaron al jefe del ejecutivo italiano, el primer ministro Giulio
Andreotti,
«informar en 60 días al parlamento sobre la existencia, la
naturaleza y el objetivo de una estructura clandestina y paralela sospechosa
de haber operado en el seno de los servicios secretos militares con el fin
de influir en la vida política del país». [17]
Al día siguiente, el 3 de agosto, el primer ministro Andreotti se presentó
ante la comisión parlamentaria y, por primera vez desde 1945, confirmó, como
miembro en funciones del gobierno italiano, que una organización de
seguridad que actuaba bajo las órdenes de la OTAN había existido en Italia.
Andreotti se comprometió ante los senadores a entregarles un informe escrito
sobre aquella organización en un plazo de 60 días:
«Presentaré a esta
comisión un informe muy detallado que he pedido al ministerio de Defensa.
[El informe] tiene que ver con las operaciones preparadas por iniciativa de
la OTAN ante la hipótesis de una ofensiva contra Italia y la ocupación de la
totalidad del territorio italiano o de una parte del mismo.
Según lo que me
han indicado los servicios secretos, esas operaciones se desarrollaron hasta
1972. Se decidió entonces que ya no eran indispensables. Proporcionaré a la
comisión toda la documentación necesaria, tanto sobre el tema en general
como sobre los descubrimientos del juez Casson en el marco de las
investigaciones sobre el atentado de Peteano.» [18]
Giulio Andreotti, que tenía 71 años en el momento de la audiencia, no era un
testigo cualquiera. Su comparencia ante la comisión le dio la oportunidad de
sumergirse nuevamente en su larguísima carrera política, probablemente sin
equivalente en Europa occidental.
A la cabeza del partido
demócrata-cristiano (Democrazia Cristiana Italiana o DCI), que actuó durante
toda la guerra fría como baluarte contra el PCI, Andreotti gozaba del apoyo
de Estados Unidos.
Conoció personalmente a todos los presidentes
estadounidenses y, a los ojos de muchos observadores italianos y
extranjeros, fue el político más influyente de la Primera República Italiana
(1945-1993).
Al cabo de décadas de manipulación de la democracia,
Giulio Andreotti
recupera la memoria.
A pesar de la poca duración que caracterizó a los gobiernos de la frágil
Primera República italiana, la habilidad de Andreotti le permitió mantenerse
en el poder gracias a numerosas coaliciones convirtiéndose así en un
personaje inevitable en el Palazzo Chigi, la sede del gobierno italiano.
Nacido en Roma en 1919, Andreotti se convirtió en ministro del Interior a
los 35 años antes de imponer un verdadero record al ocupar 7 veces el sillón
de primer ministro y obtener sucesivamente no menos de 21 carteras
ministeriales, entre ellas la de ministro de de Relaciones Exteriores, que
le fue confiada 7 veces.
Sus partidarios lo comparaban con Julio Cesar y lo
llamaban el «Divino Giulio» mientras que sus detractores lo veían como el
arquetipo del tramposo y lo llamaban «el Tío».
Se cuenta que su película de gángsteres preferida era
Goodfellas, por la frase de Robert De Niro:
«No
delates nunca a tus socios y evita hablar de más».
La mayoría de los
observadores están de acuerdo en que fue su talento como estratega lo que
permitió que el Divino Giulio lograra sobrevivir a las numerosas fechorías e
intrigas del poder en las que muy a menudo estuvo directamente implicado.
[19]
Al revelar la existencia de la Operación Gladio y de los ejércitos secretos
de la OTAN, «El Tío» había decidido finalmente romper la ley del silencio.
Al derrumbarse la Primera República, al final de la guerra fría, el poderoso Andreotti, que no era ya más que un anciano, fue arrastrado ante numerosos
tribunales acusado de haber manipulado las instituciones políticas, de haber
colaborado con la mafia y de haber ordenado en secreto el asesinato de
opositores políticos.
«La justicia italiana se ha vuelto loca», exclamó en
noviembre de 2002 el primer ministro Silvio Berlusconi cuando la Corte de
Apelación de Perugia condenó a Andreotti a 24 años de cárcel.
Mientras que los jueces recibían amenazas de muerte y había que ponerlos
bajo protección policial, los canales de televisión interrumpían la
transmisión del fútbol para anunciar que Andreotti había sido encontrado
culpable de haber encargado al padrino de la mafia Gaetano Badalamenti el
asesinato, en 1979, del periodista de investigación Mino Pirelli para evitar
que se supiera la verdad sobre el asesinato del presidente de la República
Italiana, el demócrata-cristiano Aldo Moro.
La
iglesia católica trató de
salvar la reputación del Divino Giulio.
Ante la gravedad de los hechos, el
cardenal Fiorenzo Angelini declaró:
«Jesucristo también fue crucificado
antes de resucitar».
A pesar de todo, Andreotti no acabó sus días tras las
rejas.
Los veredictos en su contra fueron anulados en octubre de 2003 y «El
Tío» fue puesto nuevamente en libertad.
Durante sus primeras revelaciones sobre la Operación Gladio ante los
senadores italianos, el 3 de agosto de 1990, Andreotti puso especial énfasis
en precisar que «esas operaciones prosiguieron hasta 1972» para protegerse a
sí mismo de posibles repercusiones.
En efecto, en 1974, cuando era ministro
de Defensa, el propio Andreotti había declarado oficialmente en el marco de
una investigación sobre varios atentados cometidos por la extrema derecha:
«Yo afirmo que el jefe de los servicios secretos descartó varias veces de
forma explícita la existencia de una organización secreta de cualquier
naturaleza o envergadura». [20]
En 1978, Andreotti también había prestado
testimonio en el mismo sentido ante los jueces que investigaban el atentado
perpetrado en Milán por la extrema derecha.
Cuando la prensa italiana reveló que el ejército secreto Gladio, lejos de
haber sido disuelto en 1972, seguía estando activo, la mentira de Andreotti
no pudo seguir sosteniéndose. Durante las semanas siguientes, en agosto y
septiembre de 1990, contrariamente a lo que acostumbraba a hacer, el primer
ministro se comunicó profusamente con el extranjero, trató de ponerse en
contacto con numerosos embajadores y se entrevistó con ellos. [21]
Como el
apoyo internacional tardaba en llegar, Andreotti, que temía por su cargo,
pasó a la ofensiva y trató de subrayar la importancia del papel de la Casa
Blanca y de otros muchos gobiernos de Europa occidental que no sólo habían
conspirado en la guerra secreta contra los comunistas sino que habían
participado en ella activamente.
Al tratar de dirigir la atención hacia la
implicación de otros países, Andreotti recurrió a una estrategia eficaz
aunque bastante arriesgada.
El 18 de octubre de 1990, Andreotti envió urgentemente un mensajero del
Palazzo Chigi a la Piazza San Macuto, donde sesionaba la comisión
parlamentaria. El mensajero entregó al secretario de recepción del Palazzo
Chigi el informe titulado «Un SID paralelo – El caso Gladio».
Un miembro de
la comisión parlamentaria, el senador Roberto Ciciomessere, supo por
casualidad que el informe de Andreotti había sido entregado y que estaba en
manos del secretario del Palazzo Chigi.
Al echar un vistazo al texto, el
senador quedó grandemente sorprendido al comprobar que Andreotti no se
limitaba a proporcionar una descripción de la Operación Gladio sino que, en
contradicción con su propia declaración del 3 de agosto, reconocía que la
organización seguía estando activa.
El senador Ciciomessere pidió una fotocopia del informe, que le fue denegada
con el pretexto que, según el procedimiento en vigor, el presidente de la
comisión, el senador Gualtieri, tenía que ser el primero en conocer el
contenido del informe. Pero el senador Gualtieri nunca llegó a leer aquella
primera versión del informe de Andreotti sobre la red Gladio.
Tres días
después, cuando iba a guardarlo en su porta-documentos para llevarlo a su
casa y leerlo allí durante el fin de semana, Gualtieri recibió una llamada
del primer ministro informándole que éste necesitaba inmediatamente el
informe «para volver a trabajar algunos pasajes».
Gualtieri sintió cierta incomodidad, pero finalmente aceptó de mala gana
devolver el documento al Palazzo Chigi, luego de hacer varias fotocopias del
mismo. [22]
Los métodos poco habituales a los que recurrió Andreotti
provocaron un escándalo en toda Italia y no hicieron más que agravar las
sospechas.
Los periódicos publicaron titulares como «Operación Giulio», en
referencia a la Operación Gladio, y entre 50,000 y 400,000 ciudadanos
indignados, inquietos y furiosos participaron, respondiendo al llamado del PCI, en una marcha por el centro de Roma, una de las manifestaciones más
importantes de aquel periodo, bajo la consigna «Queremos la verdad». Algunos
desfilaron disfrazados de gladiadores.
En la Piazza del Popolo, el líder del
PCI, Achille Occhetto, anunció a la multitud que aquella marcha obligaría al
gobierno a revelar las tenebrosas verdades que había mantenido en secreto
durante tantos años:
«Estamos aquí para obtener la verdad y transparencia».
[23]
El 24 de octubre, el senador Gualteri tuvo de nuevo en su poder el informe
de Andreotti sobre el «SID paralelo».
Dos páginas habían desaparecido y esta
versión final ya no tenía más que 10. El parlamentario la comparó con las
fotocopias de la primera versión y notó inmediatamente que varios fragmentos
sensibles sobre las conexiones internacionales y la existencia de
organizaciones similares en el extranjero habían sido suprimidos.
Además,
todas las menciones relativas a la organización secreta, que anteriormente
aparecían en presente, lo cual sugería que seguían existiendo, aparecían
ahora en pasado. Estaba claro que la estrategia de Andreotti consistente en
enviar un documento y recuperarlo después para modificarlo antes de
reenviarlo de nuevo no podía engañar a nadie.
Los observadores coincidieron en que aquella maniobra atraería
obligatoriamente la atención hacia los fragmentos eliminados, o sea sobre la
dimensión internacional del caso, lo cual tendría como resultado que se
disminuyera la culpabilidad del primer ministro. Sin embargo, la ayuda del
extranjero no llegó.
En la versión final de su informe, Andreotti explicaba que Gladio había sido
concebido en los países miembros de la OTAN como una red clandestina de
resistencia destinada a luchar contra una posible invasión soviética.
Al
terminar la guerra, los servicios secretos del ejército italiano, el Servizio di Informazioni delle Forze Armate (SIFAR), predecesor del SID,
había firmado con la CIA,
«un acuerdo sobre “la organización de la actividad
de una red clandestina post-invasión”, acuerdo designado con el nombre de
Stay Behind, en el que se renovaban todos los compromisos anteriores que
implicaban a Italia y Estados Unidos».
La cooperación entre la CIA y los servicios secretos militares italianos,
como precisaba Andreotti en su informe, se encontraba bajo la supervisión y
la coordinación de los centros encargados de las operaciones de guerra
clandestina de la OTAN:
«Una vez que se constituyó esa organización secreta
de resistencia, Italia estaba llamada a participar (…) en las tareas del
CPC
(Clandestine Planning Committee), fundado en 1959, que operaba en
el seno del Supreme Headquarters Allied Powers Europe (SHAPE), el cuartel general
de las potencias europeas de la OTAN (...); en 1964, los servicios secretos
italianos se integraron también al ACC (Allied Clandestine Committee).»
[24]
El ejército secreto Gladio, como reveló Andreotti, disponía de considerable
armamento. El equipamiento proporcionado por la CIA había sido enterrado en
139 escondites distribuidos en bosques, campos e incluso en iglesias y
cementerios.
Según las explicaciones del primer ministro italiano, esos
arsenales contenían,
«armas portátiles, municiones, explosivos, granadas de
mano, cuchillos, dagas, morteros de 60 mm., fusiles sin retroceso calibre
57, fusiles con mirillas telescópicas, transmisores de radio, prismáticos y
otros tipos de equipamiento diverso» [25]
Además de las protestas de la
prensa y de la población contra las acciones de la CIA y la corrupción del
gobierno, las escandalosas revelaciones de Andreotti también dieron lugar a
una verdadera fiebre en la búsqueda de escondites de armas.
El padre Giuciano recuerda el día en que los periodistas invadieron su
iglesia en busca de los secretos enterrados del Gladio, movidos por
intenciones ambiguas:
«Me avisaron después del mediodía cuando dos
periodistas de Il Gazzettino vinieron a preguntarme si yo sabía algo sobre
depósitos de municiones aquí, en la iglesia. Empezaron a cavar en este lugar
y rápidamente encontraron dos cajas. Pero el texto indicaba buscar también a
unos 30 centímetros de la ventana.
Así que retomaron sus excavaciones por
allí. Apartaron una de las cajas ya que contenía una bomba de fósforo. Los
carabineros salieron mientras que dos expertos abrían la caja. Todavía había
otra más, que contenía dos metralletas. Todas las armas estaban nuevas, en
perfecto estado. Nunca habían sido utilizadas.» [26]
En contradicción con lo que el terrorista Vinciguerra había indicado en los
años 1980, Andreotti afirmaba insistentemente que los servicios secretos
militares italianos y los miembros de Gladio no tenían absolutamente nada
que ver con la ola de atentados que se había producido en Italia.
Según Andreotti, antes de ser reclutado, cada miembro de Gladio era sometido a
exámenes intensivos y tenía que «ajustarse rigurosamente» a la ley que regía
el funcionamiento de los servicios secretos con el fin de probar su
«fidelidad absoluta a los valores de la Constitución republicana
antifascista».
El procedimiento tenía también como objetivo garantizar la exclusión de todo
aquel que ocupara alguna función administrativa o política.
Además, según
afirmaba también Andreotti, la ley estipulaba que,
«los elementos
preseleccionados no tuviesen antecedentes penales, no tuviesen ningún
compromiso de tipo político y no participaran en ningún tipo de movimiento
extremista».
Al mismo tiempo, Andreotti señalaba que los miembros de la red
no podían declarar ante la justicia y que sus identidades así como otros
detalles sobre el ejército secreto eran secreto militar.
«La Operación,
debido a sus modalidades concretas de organización y de acción –tal y como
estaban previstas por las directivas de la OTAN e integradas en su
estructura específica– debe prepararse y ejecutarse en el más absoluto
secreto.» [27]
Las revelaciones de Andreotti sobre el «SID paralelo» sacudieron Italia. A
muchos les costaba aceptar la idea de un ejército secreto dirigido por la
CIA y la OTAN en Italia y en el extranjero.
¿Podía ser legal una estructura
de ese tipo?
El diario italiano La Stampa fue particularmente duro:
«Ninguna razón de Estado puede justificar
que se mantenga, que se cubra o se defienda una estructura militar
secreta compuesta de elementos reclutados en base a criterios
ideológicos - dependiente o, como mínimo, bajo la influencia de una
potencia extranjera - y que sirva de instrumento para un combate político. No
existen, para calificar eso, palabras que no sean alta traición o crimen
contra la Constitución.» [28]
En el senado italiano, representantes del Partido Verde, del Partido
Comunista y del Partido de los Independientes de Izquierda acusaron al
gobierno de haber utilizado las unidades de Gladio para practicar una
vigilancia territorial y perpetrar atentados terroristas con el objetivo de
condicionar el clima político.
Pero el PCI estaba sobre todo convencido de
que, desde el comienzo de la guerra fría, el verdadero blanco de la red
Gladio no había sido un ejército extranjero sino los propios comunistas
italianos.
Los observadores subrayaban que,
«con ese misterioso SID paralelo,
fomentado para contrarrestar un imposible golpe de Estado de la izquierda,
estuvimos corriendo sobre todo el peligro de vernos expuestos a un golpe de
Estado de la derecha (…) No podemos creer eso (…), que ese super SID haya
sido aceptado como una herramienta militar destinada a operar 'en caso de
una ocupación enemiga'. El único verdadero enemigo fue y ha sido siempre el
partido comunista italiano, o sea un enemigo interno.» [29]
Decidido a no asumir sólo aquella responsabilidad, el primer ministro
Andreotti se presentó ante el parlamento italiano, el mismo día que entregó
su informe final sobre Gladio, y declaró:
«A cada jefe de gobierno se le
informaba la existencia de Gladio». [30]
Sumamente embarazosa, esa
declaración comprometió entre otros a los ex primeros ministros, como:
-
el
socialista Bettino Craxi (1983-1987)
-
Giovanni Spadolini del Partido
Republicano (1981-1982), entonces presidente del senado
-
Arnaldo Forlani
(1980-1981), quien era en 1990 secretario de la DCI
-
Francesco Cossiga (1978-1979), en aquel
entonces presidente de la República
Al verse de pronto en el ojo de la tormenta, debido a las revelaciones de
Andreotti, las reacciones de estos altos dignatarios fueron confusas.
Craxi
afirmaba que nunca se le había informado la existencia de Gladio, hasta que
le pusieron delante un documento sobre Gladio firmado de su puño y letra en
la época en que él era primer ministro.
Spadolini y Forlani sufrieron
similares ataques de amnesia, pero también tuvieron que retractarse de sus
declaraciones iniciales. Spadolini provocó la hilaridad de todo el mundo al
precisar que había que distinguir entre lo que él sabía como ministro de
Defensa y lo que le informaban como primer ministro.
Francesco Cossiga,
presidente de la República desde 1985, fue el único que reconoció plenamente
su papel en la conspiración.
Durante una visita oficial en Escocia, anunció que estaba incluso «feliz y
orgulloso» de haber contribuido a la creación del ejército secreto como
encargado de asuntos de Defensa en el seno de la DCI, en los años 1950. [31]
Declaró que todos los miembros de Gladio eran buenos patriotas y se expresó
en los siguientes términos:
«Yo considero como un gran privilegio y una
prueba de confianza (…) el haber sido escogido para esa delicada tarea (…)
Tengo que decir que estoy orgulloso de que hayamos podido guardar ese
secreto durante 45 años.» [32]
Al abrazar así la causa de la organización
implicada en actos de terrorismo, el presidente tuvo que enfrentar, a su
regreso a Italia, una tempestad política y exigencias de renuncia y de
destitución por alta traición provenientes de todos los partidos.
El juez Casson tuvo la audacia de llamarlo a comparecer como testigo ante la
comisión investigadora del senado.
Pero el presidente, que visiblemente ya no estaba tan «feliz», se negó de
forma colérica y amenazó con cerrar toda la investigación parlamentaria
sobre Gladio:
«Reenviaré al parlamento el acta que extiende sus poderes y,
si [el parlamento] la aprueba de nuevo, reexaminaré el texto para determinar
si reúne las condiciones para presentar un rechazo [presidencial] definitivo
de su promulgación». [33]
Como aquella amenaza no tenía ninguna
justificación constitucional, los críticos empezaron a cuestionar la salud
mental del presidente. Cossiga renunció a la presidencia en abril de 1992, 3
meses antes del término legal de su mandato. [34]
En una alocución pública pronunciada ante el senado italiano el 9 de
noviembre de 1990, Andreotti subrayó nuevamente que la OTAN, Estados Unidos
y numerosos países de Europa occidental, como Alemania, Grecia, Dinamarca y
Bélgica, estaban implicados en la conspiración stay-behind.
Como prueba de
sus alegaciones, reveladores datos confidenciales fueron entregados a la
prensa, la publicación política italiana Panorama divulgó íntegramente el
documento El SID paralelo – El caso Gladio, que Andreotti había entregado a
la comisión parlamentaria.
Cuando las autoridades francesas trataron de negar su propia implicación en
la red internacional Gladio, Andreotti contestó implacablemente que Francia
también había participado secretamente en la última reunión del comité
director de Gladio, el ACC, que se había desarrollado en Bruselas sólo unas
pocas semanas antes, los días 23 y 24 de octubre de 1990, ante lo cual, un
poco incómoda, Francia tuvo que reconocer su participación en la operación.
A partir de entonces, se hacía imposible desmentir la dimensión
internacional de la guerra secreta y el escándalo no tardó en extenderse por
toda Europa occidental.
Después, siguiendo las fronteras de los Estados miembros de la OTAN, se
propagó rápidamente por Estados Unidos.
La comisión del parlamento italiano
encargada de investigar sobre Gladio y sobre los atentados perpetrados en su
país concluyó:
«Aquellas matanzas, aquellas bombas, aquellas operaciones
militares fueron organizadas, instigadas o apoyadas por personas que
trabajan para las instituciones italianas y, como se descubrió más
recientemente, por individuos vinculados a las estructuras de la
inteligencia estadounidense». [35]
Referencias
[1] Diario británico The Observer del día 18 de noviembre de 1990.
[2] Hugh O’Shaughnessy, «Gladio: Europe’s best kept secret». Se suponía que,
en caso de que el Ejército Rojo invadiese Europa occidental, aquellos
agentes debían permanecer tras las líneas enemigas. Pero en algunos países
aquella red, creada con las mejores intenciones, se convirtió en instrumento
del terrorismo y de la agitación política de extrema derecha. Diario
británico The Observer, 7 de junio de 1992.
[3] Los investigadores Fabrizio Calvi y Frederic Laurent, especializados en
servicios secretos, realizaron lo que constituye probablemente el mejor
documental sobre el atentado de la Piazza Fontana. Piazza Fontana: Storia di
un Complotto se transmitió el 11 de diciembre de 1997, a las 20h50, a través
del canal público de televisión Rai Due. Una adaptación al francés, titulada
L’Orchestre Noir: La Stratégie de la tensión, se transmitió en 2 partes a
través del canal de televisión franco-alemán Arte el martes 13 y el
miércoles 14 de enero de 1998 a las 20h45. En ese documental, Fabrizio Calvi
y Frederic Laurent interrogan a numerosos testigos, incluso a jueces que
investigaron el caso durante años, a Guido Salvini y Gerardo D’Ambrosio, a
activistas fascistas como Stefano Delle Chiaie, Amos Spiazzi, Guido
Giannettini, Vincenzo Vinciguerra y el capitán Labruna, al ex primer
ministro italiano Giulio Andreotti así como a Victor Marchetti y Marc Wyatt
de la CIA. Este documental puede verse en DailyMotion.
[4] Fragmento del libro de Giovanni Fasanella y Claudio Sestieri con
Giovanni Pellegrino: Segreto di Stato. La verità da Gladio al caso Moro
(Einaudi Editore, Turin, 2000), introducción.
[5] Sobre este tema, ver: «1980: carnage à Bologne, 85 morts», Réseau
Voltaire, 12 de marzo de 2004. Ndlr.
[6] Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers. Se trata del segundo
documental de una serie de 3 dedicados a Gladio por el realizador Francovich
consacrés au Gladio. Transmitido en BBC2 el 17 de junio de 1992. Este
documental puede verse en YouTube.
[7] Philip Willan, «Terrorists ‘helped by CIA’ to stop rise of left in
Italy», publicado en el diario británico The Guardian el 26 de marzo de
2001. Willan es un especialista en materia de intervenciones secretas de
Estados Unidos en Italia. Autor del libro de referencia Puppetmasters. The
Political Use of Terrorism in Italy (Constable, Londres, 1991).
[8] Senato della Repubblica Italiana. Commissione parlamentare d’inchiesta
sul terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei
responsabili delle stragi: Il terrorismo, le stragi ed il contesto
storico-politico. El informe final fue publicado bajo ese título en 1995.
[9] Programa informativo cotidiano británico Newsnight transmitido por BBC1
el 4 de abril de 1991.
[10] Diario británico The Observer del 7 de junio de 1992.
[11] Ed. Vulliamy, «Secret agents, freemasons, fascists… and a top-level
campaign of political ‘destabilisation’: ‘Strategy of tension’ that brought
carnage and cover-up» publicado en el diario The Guardian el 5 de diciembre
de 1990.
[12] Publicación política británica Statewatch, enero de 1991.
[13] Jean-Francois Brozzu-Gentile, L’Affaire Gladio (Editions Albin Michel,
París, 1994), p.105.
[14] Publicación política italiana Europeo del 16 de noviembre de 1990.
[15] Ed. Vulliamy, «Secret agents, freemasons, fascists... and a top-level
campaign of political ‘destabilisation’: ‘Strategy of tension’ that brought
carnage and cover-up», publicado en el diario británico The Guardian el 5 de
diciembre de 1990.
[16] «Spinne unterm Schafsfell. In Südeuropa war die Guerillatruppe
besonders aktiv – auch bei den Militärputschen in Griechenland und der
Türkei?», publicado sin que se especificara un autor en la revista
informativa alemana Der Spiegel, N°48, 26 de noviembre de 1990.
[17] Mario Coglitore (ed.), La Notte dei Gladiatori. Omissioni e silenzi
della Repubblica (Calcusca Edizioni, Padua, 1992), p.131.
[18] Fragmento de Coglitore, Gladiatori, p.132.
[19] Ver la notable biografía de Andreotti por Regine Igel, Andreotti.
Politik zwischen Geheimdienst und Mafia (Herbig Verlag, Munich,1997).
[20] Diario británico The Guardian, 5 de diciembre de 1990.
[21] Leo Muller, Gladio – das Erbe des Kalten Krieges. Der Nato-Geheimbund
und sein deutscher Vorläufer (Rowohlt, Hamburgo, 1991), p.26.
[22] Para un recuento detallado de los hechos, ver los diarios italianos La
Repubblica, Corriere della Sera y La Stampa del 24 de octubre de 1990.
[23] «50,000 seek truth about secret team», publicado sin autor específico
en el diario canadiense The Toronto Star, 18 de noviembre de 1990.
[24] Franco Ferraresi, «A secret structure code-named Gladio» en Italian
Politics. A Review, 1992, p.30. Ferraresi cita directamente el documento que
Andreotti envió a la comisión parlamentaria. El diario italiano L’Unita
publicó la primera y la segunda versión del documento de Andreotti en una
edición especial el 14 de noviembre de 1990. La traducción íntegra esta
disponible en el sitio de la Red Voltaire.
[25] Ferraresi, Gladio, p.30, citas del documento de Andreotti.
[26] El padre Giuciano da su testimonio frente a la iglesia en el documental
de Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers. Segundo documental de una serie
de tres que Francovich dedicó a Gladio, transmitido por BBC2 el 17 de junio
de 1992.
[27] Ferraresi, Gladio, p.31, citas del documento de Andreotti.
[28] Citado por Ferraresi, Gladio, p.31.
[29] Norberto Bobbio citado por Ferraresi, Gladio, p.32.
[30] Muller, Gladio, p.27.
[31] Diario británico The Observer, 18 de noviembre de 1990.
[32] Agencia de prensa Reuters, 12 de noviembre de 1990.
[33] Ferraresi, Gladio, p.32.
[34] The Economist, 30 de marzo de 1991.
[35] «Senato della Repubblica. Commissione parlamentare d’inchiesta sul
terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei
responsabiliy delle stragi: Stragi e terrorismo in Italia dal dopoguerra al
1974. Relazione del Gruppo Democratici di Sinistra l’Ulivo. Roma junio de
2000». Philip Willan: «US ‘supported anti-left terror in Italy’. Report
claims Washington used a strategy of tension in the cold war to stabilise
the centre-right», publicado en el diario británico The Guardian, 24 de
junio de 2000.
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