Parte 3
	Los Ejércitos Secretos de La OTAN
	
	
	
	Gladio - Por qué La OTAN, la CIA y el MI6 Siguen Negando
	por Daniele Ganser
	28 Noviembre 2009
	
	Desde
	Bâle (Suisse)
	del Sitio Web
	
	VoltaireNet
	
	 
	
		
			| 
			 
			La existencia del gobierno de las sombras instituido por Estados Unidos y 
	Gran Bretaña en el conjunto de países aliados quedó fehacientemente 
	demostrada durante las investigaciones judiciales y parlamentarias 
	realizadas en los años 1980 y 90.  
			
			A pesar de ello, la OTAN, la CIA y el MI6 
	siguen negando hoy en día.  
			
			Y es que Washington y Londres no ven en ello una 
	etapa histórica sino un dispositivo actual.  
			
			Esto último ha quedado 
	demostrado con los recientes secuestros perpetrados en Europa y con el 
	escándalo de los vuelos secretos de la CIA que marcaron la era de Bush. 
			 
			
			Si 
	los ejércitos secretos de la OTAN siguen siendo un secreto militar, es 
	porque se mantienen activos.  | 
		
	
	
	
	
	
	
	
	Antes de asumir sus funciones como nuevo comandante supremo de la OTAN 
	(SACEUR), 
	
	el 2 de julio de 2009, el almirante 
	
	James G. Stavridis 
	
	
	visitó 
	discretamente el SHAPE para reunirse con los jefes de las redes stay-behind.
	
	 
	
	Cuando se producen las revelaciones sobre la red Gladio, en 1990, la OTAN, 
	que es la alianza militar más grande del mundo, contaba con 16 países 
	miembros: 
	
		
		Alemania, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Francia, Grecia, 
	Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Holanda, Portugal, Gran Bretaña, 
	Turquía y los Estados Unidos, país que asume el papel de comandante.
	
	
	Ante las revelaciones del primer ministro italiano 
	Giulio Andreotti, la 
	reacción de la alianza atlántica fue de confusión y de temor por su imagen 
	cuando se estableció el vínculo entre los ejércitos stay-bahind y los 
	atentados, actos de tortura, golpes de Estado y otras operaciones 
	terroristas que se habían cometido en varios países de Europa occidental.
	 
	
	El lunes 5 de noviembre de 1990, al cabo de un largo silencio que había 
	durado cerca de un mes, la OTAN negó categóricamente las alegaciones de 
	Andreotti sobre la implicación de la alianza atlántica en la Operación 
	Gladio y sus vínculos con los ejércitos secretos. 
	
	 
	
	El principal vocero de la 
	OTAN, Jean Marcotta, afirmó desde el cuartel general del SHAPE, en Mons 
	(Bélgica) que: 
	
		
		«La OTAN nunca ha previsto recurrir a la guerrilla o a 
	operaciones clandestinas. Siempre se ha ocupado de cuestiones exclusivamente 
	militares y de la defensa de las fronteras de los países aliados [1].»
	
	
	Posteriormente, el martes 6 de noviembre, otro vocero explicó que el 
	desmentido del día anterior era falso. 
	
	 
	
	Este otro vocero sólo proporcionó a 
	los periodistas un breve comunicado en el que se precisaba que la OTAN nunca 
	comentaba asuntos que eran secreto militar y que Marcotta debió haberse 
	mantenido en silencio [2]. 
	
	 
	
	La prensa internacional criticó amargamente 
	aquellas contradicciones en la estrategia de relaciones públicas de la 
	alianza militar: 
	
		
		«Mientras que verdaderos sismos sacuden el continente 
	entero, un vocero de la OTAN hace un desmentido: nada sabemos de Gladio ni 
	de las redes stay-behind. Y ahora un lacónico comunicado viene a desmentir 
	el desmentido “incorrecto” y nada más [3]».
	
	
	Mientras se producía el derrumbe de la credibilidad de la OTAN, los 
	titulares de los diarios eran: 
	
		
		«Unidad clandestina de la OTAN “sospechosa de 
	vínculos con el terrorismo”» [4]. 
		 
		
		«Red secreta de la OTAN acusada de 
	subversión: La Comisión descubrió que Gladio, brazo armado clandestino de la 
	OTAN en Italia, se había convertido en un refugio de fascistas que combatían 
	el comunismo mediante atentados terroristas que debían justificar un 
	endurecimiento de las leyes.» [5] 
		 
		
		«La bomba que estalló en Bolonia provenía 
	de una unidad de la OTAN» [6].
	
	
	Un diplomático de la OTAN, que insistió en conservar el anonimato, justificó 
	ante los periodistas: 
	
		
		«Ya que se trataba de una organización secreta, no 
	espero que abunden las respuestas, aunque ya haya acabado la guerra fría. Si 
	hubo vínculos con organizaciones terroristas, ese tipo de información debe 
	estar enterrado muy hondo. Y si no es el caso, ¿qué hay de malo en preparar 
	el terreno para la resistencia en caso de que los soviéticos atacaran?» [7]
	
	
	Según la prensa española, inmediatamente después del fiasco de la operación 
	de comunicación de los días 5 y 6 de noviembre, el secretario general de la 
	OTAN Manfred Worner convocó a los embajadores de la alianza atlántica para 
	una reunión a puertas cerradas sobre Gladio el 7 de noviembre. 
	
		
		El «Supreme 
	Headquarters Allied Powers Europe o SHAPE, órgano de mando del aparato 
	militar de la OTAN, coordinaba las acciones del Gladio, eso fue lo que 
	reveló el secretario Manfred Worner durante una entrevista con los 
	embajadores de las 16 naciones aliadas de la OTAN», reportó la prensa 
	española. 
		 
		
		«Worner habría pedido tiempo para realizar una investigación sobre 
	las causas del desmentido formal» que la OTAN había publicado el día 
	anterior. 
		 
		
		«Eso es lo que habría anunciado a los embajadores del Consejo 
	Atlántico reunidos el 7 de noviembre, según ciertas fuentes.»
	
	
	El más alto oficial de la OTAN en Europa, el general estadounidense 
	John 
	Galvin, había confirmado que las alegaciones de la prensa eran en gran parte 
	correctas, pero que había que mantener el secreto. 
	
		
		«En aquella reunión a 
	puertas cerradas, el secretario general de la OTAN precisó que los altos 
	oficiales interrogados (se refería al general John Galvin, comandante en 
	jefe de las fuerzas aliadas en Europa) habían indicado que el SHAPE 
	coordinaba las operaciones que realizaba el Gladio. En lo adelante, la 
	política de la OTAN será negarse a hacer cualquier comentario sobre los 
	secretos oficiales.» [8]
	
	
	Según fuentes que han expresado su deseo de mantenerse en el anonimato, el 
	Buró de Seguridad de la OTAN estaba directamente implicado en la Operación 
	Gladio [9]. 
	
	 
	
	Con sede en el cuartel general de la OTAN en Bruselas, el 
	misterioso Buró de Seguridad es parte integrante de la OTAN desde la 
	creación de la alianza atlántica, en 1949. Su misión consiste en coordinar, 
	supervisar y aplicar las políticas de seguridad de la OTAN. El director de 
	la Seguridad es el principal consejero del secretario general en materia de 
	seguridad, dirige el Servicio de Seguridad del cuartel general y es 
	responsable de la coordinación general de la seguridad en el seno de la 
	OTAN.
	
	Pero lo más importante es que preside el Comité de Seguridad de la alianza 
	atlántica, órgano que reúne regularmente a los jefes de los servicios de 
	seguridad de los países miembros de la OTAN para discutir sobre cuestiones 
	de espionaje, terrorismo, subversión y otras amenazas, entre ellas el 
	comunismo en Europa occidental, que pudieran representar un peligro para la 
	OTAN.
	
	En Alemania, el investigador Erich Schmidt Eenboom reveló que los jefes de 
	los servicios secretos de varios países de Europa occidental, sobre todo los 
	de España, Francia, Bélgica, Italia, Noruega, Luxemburgo y Gran Bretaña, se 
	habían reunido varias veces a finales del año 1990 para elaborar una 
	estrategia de desinformación que debía contrarrestar las numerosas 
	revelaciones sobre Gladio [10].
	
	Aquellas reuniones se desarrollaron al parecer en el muy secreto Buró de 
	Seguridad. 
	
		
		«El hecho que las estructuras clandestinas de Gladio fuesen 
	coordinadas por un comité internacional de seguridad que se componía 
	únicamente de representantes de los servicios secretos», resalta el diario 
	portugués Expresso, «plantea otro problema: el de la soberanía nacional de 
	cada uno de los Estados». 
	
	
	Durante la guerra fría, ciertos servicios de 
	inteligencia actuaban fuera de todo marco democrático. 
	
		
		«Parece como si varios gobiernos europeos 
		hubiesen perdido el control de sus servicios secretos» mientras que la 
		OTAN mantenía, por su parte, relaciones particularmente estrechas con 
		los servicios secretos militares de cada uno de los Estados miembros.
		
		 
		
		«Parece evidente que la OTAN aplica un 
		principio de confianza restringida. Según esa doctrina, ciertos 
		gobiernos no son lo suficientemente activos en la lucha contra el 
		comunismo así que no es de utilidad informarlos sobre las actividades 
		del ejército secreto de la OTAN.» [11]
	
	
	Bajo el título «Manfred Worner habla sobre el Gladio», la prensa portuguesa 
	publicó detalles suplementarios sobre la reunión del 7 de noviembre. 
	
		
		«El 
	secretario general de la OTAN, el alemán Manfred Worner, explicó a los 
	embajadores de los 16 países aliados de la OTAN la función de la red secreta 
	–que fue creada en los años 1950 con el fin de organizar la resistencia ante 
	la eventualidad de una invasión soviética.»
	
	
	Tras las puertas cerradas, 
	
		
		«Worner confirmó que el comando militar de las 
	fuerzas aliadas, el Supreme Headquarters Allied Powers Europe (SHAPE), 
	coordina las actividades de la “Red Gladio”, instaurada por los servicios 
	secretos de los diferentes países de la OTAN, a través de un comité creado 
	en 1952 y presidido actualmente por el general Raymond Van Calster, jefe de 
	los servicios secretos militares belgas», posteriormente se supo que se 
	trataba del ACC. 
	
	
	Según el diario, 
	
		
		«la estructura se creó en Italia antes de 
	1947, más tarde redes similares se crearon en Francia, Bélgica, el Reino 
	Unido, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Noruega y Grecia». 
		 
		
		«El secretario 
	general reconoció también que el SHAPE había proporcionado “informaciones 
	falsas” negando la existencia de esa red secreta, pero se negó a explicar 
	las numerosas contradicciones en las que se enredaron numerosos gobiernos al 
	confirmar o negar la realidad sobre las redes Gladio en sus respectivos 
	países». [12]
	
	
	En medio de la tormenta, la prensa trató repetidamente de obtener una 
	explicación, o al menos algún comentario, de la más alta autoridad civil de 
	la alianza atlántica, el secretario general de la OTAN Manfred Worner. 
	
	 
	
	Pero, 
	conforme a la política de la alianza que consistía en no pronunciarse sobre 
	secretos militares, Worner rechazó todos los pedidos de entrevistas [13]. El 
	término «secretos militares» focalizó la atención de los periodistas, que 
	empezaron entonces a buscar ex responsables de la OTAN ya retirados que 
	pudiesen expresarse con más libertad sobre el caso. 
	
	 
	
	Joseph Luns, un ex 
	diplomático de 79 años que había ocupado las funciones de secretario general 
	de la OTAN desde 1971 hasta 1984, concedió una entrevista telefónica a 
	varios reporteros desde su apartamento en Bruselas. 
	
	 
	
	Afirmó no haber sido 
	informado nunca de la existencia de la red secreta, hasta que se había 
	enterado, en fecha reciente, a través de la prensa: 
	
		
		«Yo nunca había oído 
	hablar de eso a pesar de que ejercí algunas responsabilidades en el seno de 
	la OTAN».
	
	
	Luns admitió, sin embargo, haber sido puesto al tanto «de forma limitada» en 
	ocasión de operaciones especiales y estimó como «poco probable pero no 
	imposible» que Gladio hubiera podido existir sin que él lo supiera [14]. 
	
		
		«El 
	único organismo internacional que ha funcionado es la OTAN, simplemente 
	porque se trata de una alianza militar y porque nosotros estábamos al mando 
	», respondió un día el presidente estadounidense Richard Nixon [15].
	
	
	Hacía notar, con toda razón, que aunque la OTAN tenía su sede europea en 
	Bélgica, su verdadero cuartel general estaba en Washington, en el Pentágono. 
	Desde la creación de la alianza atlántica, el comandante en jefe de la zona 
	Europa, el SACEUR (Supreme Allied Commander Europe), que ejerce sus 
	funciones desde su cuartel general, el SHAPE, con sede en Casteau (Bélgica), 
	fue siempre un general estadounidense. 
	
	 
	
	Los europeos podían, por su parte, 
	nombrar al más alto responsable civil, el secretario general. Pero, desde la 
	nominación del general Dwight Eisenhower como primer SACEUR, la más alta 
	función militar en Europa estuvo sistemáticamente en manos de oficiales 
	estadounidenses. [16]
	
	Thomas Polgar, oficial de la CIA en retiro, confirmó, después de que se 
	descubriera la existencia de los ejércitos secretos en Europa occidental, 
	que la coordinación de dichos ejércitos estaba a cargo de «una especie de 
	grupo de planificación de guerra no convencional» vinculado a la OTAN [17]. 
	
	
	 
	
	Sus palabras fueron confirmadas por la prensa alemana cuando esta subrayó 
	que, durante todo el periodo de la guerra fría, ese departamento secreto de 
	la OTAN estuvo bajo control estadounidense. 
	
		
		«Las misiones de los ejércitos 
	secretos son coordinadas por la “Sección de Fuerzas Especiales”, que se 
	encuentra en un ala altamente vigilada del cuartel general de la OTAN en Casteau», reportó un diario alemán. 
		
		 
		
		«Una puerta gris de acero que se abre 
	como la caja fuerte de un banco y mediante una combinación cifrada impide el 
	acceso de toda persona no autorizada.
	Los oficiales de los demás departamentos invitados a penetrar allí tienen 
	que presentarse en una ventanilla oscura en la que son sometidos a un 
	control. La Sección de Fuerzas Especiales está bajo la dirección de 
	oficiales británicos y estadounidenses exclusivamente y la mayoría de los 
	documentos que allí circulan llevan la inscripción “American eyes only” 
	(únicamente para el personal americano)» [18].
	
	
	Para contrarrestar la influencia de los partidos comunistas en ciertos 
	países de Europa occidental, la OTAN había emprendido, desde su creación al 
	término de la Segunda Guerra Mundial, una guerra secreta no convencional. 
	
	
	 
	
	Según los descubrimientos de la investigación parlamentaria belga sobre el 
	Gladio, esa lucha comenzó incluso antes de la fundación de la alianza 
	atlántica, bajo la coordinación, a partir de 1948, del “Clandestine Committee of the Western Unión” (CCWU) o Comité Clandestino de la Unión 
	Occidental. 
	
	 
	
	Según la prensa, todas las, 
	
		
		«naciones [participantes en Gladio] 
	eran miembros del CCWU y asistían regularmente a reuniones a través de un 
	representante de sus servicios secretos. Estos estaban generalmente en 
	contacto directo con las estructuras stay-behind» [19].
	
	
	En 1949, al firmarse el Tratado del Atlántico Norte, el CCWU fue 
	secretamente incorporado al nuevo aparato militar internacional y operó, a 
	partir de 1951, bajo la nueva apelación de CPC. 
	
	 
	
	En aquella época, el cuartel 
	general europeo de la OTAN se encontraba en Francia y el CPC tenía su sede 
	en París. Como antes lo había hecho el CCWU, el Comité se encargaba de la 
	planificación, la preparación y la dirección de las operaciones de guerra no 
	convencional que realizaban los ejércitos stay-behind y las Fuerzas 
	Especiales. 
	
	 
	
	Sólo los oficiales que disponían de autorizaciones emitidas por 
	el nivel superior estaban autorizados a penetrar en la sede del CPC donde, 
	bajo la vigilancia de los expertos de la CIA y del MI6, se reunían varias 
	veces al año los jefes de los servicios secretos de los Estados de Europa 
	occidental para coordinar las operaciones de guerra clandestina que se 
	desarrollaban en toda la parte occidental del continente.
	
	En 1966, cuando el presidente de la República Francesa Charles de Gaulle 
	expulsó a la OTAN de Francia, el cuartel general europeo de la alianza 
	atlántica tuvo que mudarse de París a Bruselas, lo cual provocó la cólera 
	del presidente de los Estados Unidos, Lyndon Johnson. En el más absoluto 
	secreto, el CPC también se mudó para Bélgica, como se reveló gracias a la 
	investigación sobre el Gladio belga [20]. 
	
	 
	
	La histórica expulsión de la OTAN 
	del territorio francés ofreció entonces una primera imagen real de los 
	oscuros secretos de la alianza atlántica. 
	
	 
	
	Para Philip Willan, especialista 
	en operaciones secretas: 
	
		
		«La existencia de protocolos secretos de la OTAN 
	que implicaban a los servicios secretos de los países firmantes y que tenían 
	como objetivo evitar que los comunistas tuviesen acceso al poder se divulgó 
	por vez primera en 1966, cuando el presidente De Gaulle decidió retirarse 
	del comando conjunto de la OTAN y denunció esos protocolos como una 
	violación de la soberanía nacional» [21].
	
	
	Si los documentos originales de los protocolos anticomunistas secretos de la 
	OTAN siguen siendo confidenciales, las especulaciones sobre su contenido no 
	dejaron de multiplicarse como consecuencia del descubrimiento de la 
	existencia de los ejércitos secretos stay-behind. 
	
	 
	
	En un artículo dedicado al 
	Gladio, el periodista estadounidense Arthur Rowse escribió que, 
	
		
		«una cláusula 
	secreta del tratado inicial de la OTAN de 1949 estipulaba que todo país 
	candidato a la adhesión tenía que haber instaurado anteriormente una 
	autoridad de Seguridad Nacional encargada de dirigir la lucha contra el 
	comunismo por grupos clandestinos de ciudadanos» [22].
	
	
	Un especialista italiano en servicios secretos y operaciones clandestinas, 
	Giuseppe de Lutiis, descubrió que en el momento de su integración a la OTAN, 
	en 1949, Italia firmó, además del Pacto Atlántico, una serie de protocolos 
	secretos que estipulaban la creación de una organización no oficial, 
	
		
		«encargada de garantizar el alineamiento de la política interna italiana con 
	la del bloque occidental por todos los medios necesarios, incluso en que 
	caso de que la población llegara a manifestar una inclinación divergente» 
	[23].
	
	
	El historiador italiano especializado en el Gladio, 
	Mario Coglitore, ha 
	confirmado también la existencia de esos protocolos secretos de la OTAN 
	[24]. 
	
	 
	
	Después de las revelaciones de 1990, un ex oficial de inteligencia de 
	la OTAN, que puso énfasis en conservar el anonimato, llegó a afirmar que 
	esos documentos protegían explícitamente a los miembros de la extrema 
	derecha considerados útiles en la lucha contra los comunistas. 
	
	 
	
	El presidente 
	de los Estados Unidos Truman y el canciller alemán Adenauer al parecer, 
	
		
		«firmaron un protocolo secreto durante la adhesión de la RFA a la OTAN, en 
	1955, en el que se estipulaba que las autoridades de Alemania Occidental se 
	abstendrían de emprender acciones judiciales contra reconocidos extremistas 
	de derecha» [25].
	
	
	El general italiano Paolo Inzerilli, quien dirigió el Gladio en su país 
	desde 1974 hasta 1986, subrayó que los «omnipresentes americanos» 
	controlaban el CPC secreto que se hallaba a cargo de la coordinación de la 
	guerra clandestina. 
	
	 
	
	Según el general Inzerilli, el Comité había sido fundado, 
	
		
		«por orden del comandante en jefe de la OTAN en Europa. Era [el Comité] el 
	intermediario entre el SHAPE, el cuartel general de las potencias aliadas en 
	Europa y los servicios secretos de los Estados miembros para las cuestiones 
	de guerra no convencional» [26].
	
	
	Estados Unidos controlaba el CPC, con sus vasallos británicos y franceses, y 
	constituía juntos a estos últimos una “Comisión Ejecutiva” en el seno del 
	Comité. 
	
		
		«Las reuniones se sucedían al ritmo de una o dos al año en el 
	cuartel general del CPC, en Bruselas, y los asuntos del orden del día se 
	debatían entre la “Comisión Ejecutiva” y los responsables militares», 
	testimonió Inzirelli [27].
		 
		
		«La coordinación entre las acciones de nuestra red stay-behind y las de las 
	estructuras clandestinas análogas en Europa la hacía el CPC, el Coordination 
	and Planning Comité [Comité de Planificación y Coordinación] del SHAPE, el 
	cuartel general de las potencias aliadas en Europa», explicó el general 
	italiano Gerardo Serravalle. 
	
	
	Predecesor del general Inzirelli, el general 
	Serravalle había tenido bajo sus órdenes el Gladio en Italia entre 1971 y 
	1974. 
	
	 
	
	Serravalle contó que, 
	
		
		«durante los años 1970, los miembros del CPC eran 
	los oficiales responsables de las estructuras secretas de Gran Bretaña, 
	Francia, Alemania, Bélgica, Luxemburgo, Holanda e Italia. Esos 
	representantes de las redes clandestinas se reunían cada año en una de las 
	capitales europeas» [28]
	
	
	Altos responsables de la CIA asistían a cada una de esas reuniones. 
	
		
		«Siempre 
	había representantes de la CIA en las reuniones de los ejércitos stay-behind», recuerda Serravalle. 
		
		 
		
		«Pertenecían a la estación CIA de la 
	capital donde se desarrollaba la reunión y no participaban en las 
	votaciones» [29]. 
		 
		
		«La “Directiva SHAPE” desempeñaba el papel de referencia 
	oficial, por no decir de doctrina para las redes stay-behind», explica el 
	general Serravalle en su libro dedicado al Gladio. 
	
	
	Precisa también que las 
	grabaciones del CPC, que él mismo pudo consultar pero que siguen siendo 
	confidenciales, 
	
		
		«abordan [sobre todo] el entrenamiento de los miembros del 
	Gladio en Europa, cómo activarlos desde el cuartel general secreto en caso 
	de ocupación del conjunto del territorio nacional y otras cuestiones 
	técnicas como, por citar la más importante, la unificación de los diferentes 
	sistemas de comunicación entre las bases stay-behind » [30].
	
	
	Paralelamente al CPC, un segundo puesto de mando secreto que funcionaba como 
	un cuartel general 
	
	stay-behind fue creado por la OTAN a principios de los 
	años 1950 bajo el nombre de ACC. 
	
	 
	
	Al igual que el CPC, el ACC estaba en 
	contacto directo con el SACEUR, que a su vez estaba bajo control 
	estadounidense. 
	
	 
	
	Según las conclusiones de la investigación belga sobre 
	Gladio, el ACC fue creado en 1955 y se encargó de, 
	
		
		«la coordinación de las 
	redes “stay-behind” en Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, 
	Luxemburgo, Holanda, Noruega, Gran Bretaña y en Estados Unidos». 
	
	
	Según el 
	informe sobre la investigación belga, en tiempo de paz las funciones del ACC, 
	
		
		«incluían la elaboración de directivas destinadas a la red, el desarrollo de 
	sus capacidades secretas y el establecimiento de bases en Gran Bretaña y 
	Estados Unidos.
	En caso de guerra, se suponía que debía preparar acciones stay-behind 
	conjuntamente con el SHAPE; a partir de ahí, los organizadores tenían que 
	activar las bases clandestinas y preparar las operaciones» [31].
		
	
	
	El 
	comandante del Gladio italiano, Inzirelli, afirma que «las relaciones en el 
	seno del ACC eran totalmente diferentes» a las que existían en el CPC. 
	
		
		«La 
	atmósfera era claramente más relajada y amigable que en el CPC.» 
	
	
	El ACC, 
	fundado en cumplimiento de «una orden expresa del SACEUR al CPC», al parecer 
	«se convirtió en una ramificación» de este último [32].
	
	Parece que ese organismo sirvió sobre todo como un foro donde se compartía 
	la experiencia del Gladio entre los jefes de los servicios secretos: 
	
	
		
		«El ACC 
	era un comité esencialmente técnico, un foro donde uno podía intercambiar 
	información y experiencias, mencionar los medios disponibles o en estudio, 
	compartir sus conocimientos sobre las redes, etc…» 
	
	
	El general Inzirelli 
	recuerda: 
	
		
		«Nos hacíamos favores mutuamente. Cada uno de nosotros sabía que 
	si le hacía falta un experto en explosivos, en telecomunicaciones o en 
	represión para una operación, podía dirigirse sin problemas a un colega 
	extranjero ya que los agentes habían recibido el mismo entrenamiento y 
	utilizaban el mismo tipo de equipamiento» [33].
	
	
	Los radiotransmisores llamados Harpoon eran parte del equipamiento de todos 
	los miembros del ACC. 
	 
	
	La firma alemana AEG Telefunken los había concebido y 
	fabricado a mediados de los años 1980, por orden del comité de dirección de 
	Gladio, a un costo total de 130 millones de marcos, para reemplazar un 
	sistema de comunicaciones que se había hecho obsoleto. 
	 
	
	El sistema Harpoon 
	podía transmitir y recibir mensajes radiales codificados a una distancia de 
	6,000 kilómetros permitiendo así la comunicación entre las redes stay-behind 
	que se encontraban a ambos lados del Atlántico. 
	
		
		«El único equipamiento que 
	tienen en común todos los miembros del ACC es el famoso radiotransmisor 
	Harpoon», reveló Van Ussel, un miembro del Gladio belga que había utilizado 
	ese equipo personalmente en los años 1980, cuando era un miembro activo de 
	la organización.
	
	
	Según Van Ussel, 
	
		
		«ese sistema se utilizaba regularmente para transmitir 
	mensajes entre las bases y los agentes (en particular durante los ejercicios 
	de comunicación por radio), pero estaba destinado sobre todo a la 
	transmisión de información de inteligencia en caso de ocupación» [34].
		
	
	
	El ACC disponía de bases en todos los países europeos, incluyendo una en el 
	Reino Unido. 
	 
	
	Desde esas bases se podía activar y dirigir las unidades 
	presentes en los territorios ocupados. Al parecer, el ACC editaba manuales 
	destinados a los miembros de Gladio. Estos manuales indicaban los 
	procedimientos comunes a seguir en la realización de acciones clandestinas, 
	las comunicaciones radiales codificadas y el salto de frecuencia así como el 
	abastecimiento por vía aérea y los aterrizajes.
	
	El ACC tenía un sistema de presidencia rotativa con un mandato de 2 años. En 
	1990, dicha presidencia estaba en manos de Bélgica. La reunión del ACC que 
	tuvo lugar durante los días 23 y 24 de noviembre se desarrolló bajo la 
	presidencia del general de división Raymond Van Calster, jefe del SGR, los 
	servicios secretos militares belgas. 
	 
	
	El general Inzirelli recordó que, 
	
		
		«al 
	contrario del CPC, el ACC no tenía una dirección establecida y permanente. 
	La presidencia del Comité se asumía por 2 años y rotaba entre todos los 
	miembros, por orden alfabético». 
	
	
	Por esa razón, el ACC no estaba sometido, 
	
	
		
		«al mismo dominio de las grandes potencias».
		
	
	
	Inzirelli afirmó que él 
	prefirió trabajar en el ACC en vez de hacerlo en el CPC, bajo control de los 
	estadounidenses: 
	
		
		«Tengo que reconocer, por haberlo presidido yo mismo 
	durante 2 años, que el ACC era un comité verdaderamente democrático» [35].
	
	
	En el marco de toda investigación exhaustiva sobre la Operación Gladio y las 
	redes stay-behind, salta a la vista la importancia de las transcripciones y 
	grabaciones de las reuniones del CPC y del ACC como fuentes esenciales. 
	
	 
	
	Desgraciadamente, a pesar de los años transcurridos desde el descubrimiento 
	de esa red altamente secreta, las autoridades de la OTAN se han limitado, al 
	igual que en 1990, a oponer el silencio o el rechazo a las exigencias del 
	público en ese sentido. 
	 
	
	Al realizar nuestra propia investigación, durante el 
	verano del año 2000, cuando nos pusimos en contacto con el servicio de 
	archivos de la OTAN para solicitar acceso a informaciones suplementarias 
	sobre Gladio, esencialmente sobre el CPC y el ACC, recibimos la siguiente 
	respuesta: 
	
		
		«Después de haber verificado en nuestros archivos, no existe 
	huella alguna de los comités que usted menciona».
	
	
	Cuando insistimos, el servicio de archivos nos respondió: 
	
	
		
		«Le confirmo 
	nuevamente que los comités que usted menciona nunca han existido en el seno 
	de la OTAN. Además, la organización que usted llama “Gladio” nunca ha 
	formado parte de la estructura militar de la OTAN» [36]. 
		
	
	
	Llamamos entonces 
	al Buró de Seguridad de la OTAN, pero nunca pudimos hablar con su director. 
	
	 
	
	Ni siquiera pudimos conocer su identidad, clasificada como “confidencial”. 
	La señora Isabelle Jacobs nos informó que era altamente improbable que 
	lográsemos obtener respuestas a nuestras preguntas sobre un tema tan 
	sensible como el Gladio y nos aconsejó que transmitiéramos nuestro pedido 
	por escrito a través de la embajada de nuestro país de origen.
	
	Fue así que, después de que la Misión Suiza de Observación en Bruselas 
	transmitiera a la OTAN nuestras preguntas sobre el caso Gladio, el embajador 
	de Suiza Anton Thalmann nos respondió que sentía informarnos que, 
	
	
		
		«Ni yo ni 
	mi personal tenemos conocimiento de la existencia de los comités secretos de 
	la OTAN que menciona usted en su carta» [37]
	
	
	Nuestras preguntas eran: 
	
	
		
		«¿Cuál es el vínculo entre la OTAN, el Clandestine Planning Committee (CPC) 
	y el Allied Clandestine Committee (ACC)? ¿Qué papel desempeñan el CPC y el 
	ACC? ¿Qué vínculo existe entre el CPC, el ACC y el Buró de Seguridad de la 
	OTAN?» 
	
	
	El 2 de mayo de 2001 recibimos una respuesta de 
	Lee McClenny, 
	director del servicio de prensa y comunicación de la OTAN.
	
	En su carta, McClenny afirmaba que, 
	
		
		«Ni el Allied Clandestine Committee, ni 
	el Clandestine Planning Committee aparecen en la documentación de la OTAN, 
	confidencial o no, que he consultado.» 
		 
		
		Y agregaba: «Además, no he podido 
	encontrar a nadie que trabaje aquí que haya oído hablar de esos comités. 
	Ignoro si tales comités han existido alguna vez en la OTAN, lo que sí es 
	seguro es que no es el caso hoy en día» [38]. 
	
	
	Nuevamente insistimos y 
	preguntamos: 
	
		
		«¿Por qué el vocero de la OTAN Jean Marcotta negó 
	categóricamente, el 5 de noviembre de 1990, todo vínculo entre la OTAN y el 
	Gladio, palabras que fueron desmentidas dos días después por un segundo 
	comunicado?». 
	
	
	La respuesta de Lee McCleny fue: 
	
		
		«No estoy al corriente de la 
	existencia de vínculos entra la OTAN y la Operación Gladio. Además, no 
	encuentro a nadie con el nombre de Jean Marcotta en la lista de voceros de 
	la OTAN» [39]. 
	
	
	Se mantenía el misterio.
	
	La CIA, la agencia de inteligencia más poderosa del mundo, no se mostró más 
	inclinada a cooperar que la mayor alianza militar del mundo si se trataba de 
	abordar la delicada cuestión del Gladio y de los ejércitos stay-behind. 
	
	 
	
	Fundada en 1947, dos años antes de la creación de la OTAN, la principal 
	tarea de la CIA durante la guerra fría consistió en combatir el comunismo a 
	lo largo y ancho del planeta mediante la realización de operaciones secretas 
	cuyo objetivo era extender la influencia de los Estados Unidos. 
	 
	
	El 
	presidente Nixon indicó una vez que, 
	
		
		«acciones clandestinas» eran para él 
	«aquellas actividades que, aunque están destinadas a favorecer los programas 
	y políticas de los Estados Unidos en el extranjero, se planifican y ejecutan 
	de forma tal que el público no vea en ellas la mano del gobierno americano» 
		[40].
	
	
	Historiadores y analistas políticos han descrito posteriormente de forma 
	detallada la manera como la CIA y las Fuerzas Especiales estadounidenses 
	influyeron en la evolución política y militar de numerosos países de América 
	Latina mediante guerras secretas y no declaradas. 
	 
	
	Entre los hechos más 
	destacados podemos citar:
	
		
			- 
			
			el derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, en 1954
			 
			- 
			
			el fracasado desembarco en Bahía de Cochinos, en 1961, que 
	debía provocar la destitución de Fidel Castro
 
			- 
			
			el asesinato de Ernesto Che 
	Guevara en Bolivia, en 1967
 
			- 
			
			el golpe de Estado contra el presidente chileno 
	Salvador Allende y la instalación en el poder del dictador Augusto Pinochet, 
	en 1973
 
			- 
			
			así como el financiamiento de los Contras en Nicaragua, después de 
	la revolución sandinista de 1979 [41]
 
		
	
	
	Además de esas acciones en el continente sudamericano, la CIA intervino 
	también en numerosas ocasiones en Asia y en África,
	
		
			- 
			
			derrocando el gobierno de Mossadegh en Irán, en 1953
			 
			- 
			
			apoyando la política de apartheid en Sudáfrica, 
	lo cual condujo al encarcelamiento de Nelson Mandela
 
			- 
			
			ayudando a Ben Laden y 
	al-Qaeda en Afganistán, durante la invasión soviética de 1979
			 
			- 
			
			apoyando al 
	líder khmer rojo Pol Pot desde la bases que había conservado en Cambodia, 
	después de la derrota estadounidense en Vietnam, en 1975
 
		
	
	
	Desde un punto de 
	vista estrictamente técnico, el departamento de operaciones secretas de la 
	CIA corresponde a la definición de organización terrorista que hace el FBI. 
	
	
	 
	
	El “terrorismo” es, según el FBI, 
	
		
		«el uso ilegal de la fuerza o de la 
	violencia contra personas o bienes con el fin de intimidar y obligar a un 
	gobierno, una población civil o un segmento de ésta última a perseguir 
	ciertos objetivos políticos o sociales» [42].
	
	
	A mediados de los años 1970, cuando el Congreso de los Estados Unidos 
	descubrió que la CIA y el Pentágono habían extendido sus propios poderes 
	casi más allá de todo control, sobrepasándolos incluso en numerosas 
	ocasiones, el senador estadounidense Frank Church hizo, con bastante buen 
	tino, el siguiente comentario: 
	
		
		«La multiplicación de los abusos cometidos 
	por nuestros servicios de inteligencia es reveladora de un fracaso más 
	general de nuestras instituciones fundamentales». 
	
	
	El senador Church presidía 
	una de las 3 comisiones del Congreso que recibieron la misión de investigar 
	sobre los actos de los servicios secretos estadounidenses y cuyos informes, 
	presentados a mediados de los años 1970, constituyen hoy en día une 
	referencia autorizada en lo tocante a las guerras secretas de Washington 
	[43].
	
	Sin embargo, el impacto de las investigaciones del Congreso estadounidense 
	fue limitado y los servicios secretos siguieron abusando de sus 
	prerrogativas, con el apoyo de la Casa Blanca, como quedó demostrado durante 
	el escándalo del Irángate, en 1986. 
	 
	
	Aquello llevó a la historiadora Kathryn 
	Olmsted a plantearse la siguiente «pregunta crucial»: 
	
		
		«¿Por qué, después de 
	haber emprendido su investigación, la mayoría de los periodistas y miembros 
	del Congreso renunciaron a desafiar el gobierno secreto?» [44]
	
	
	Mientras se desarrolla en Estados Unidos el debate sobre la existencia o no 
	de un «gobierno de la sombra», el fenómeno Gladio prueba que la CIA y el 
	Pentágono han operado repetidamente fuera de todo control democrático 
	durante la guerra fría, e incluso después del derrumbe del comunismo, sin 
	tener nunca que rendir cuentas sobre sus intrigas. 
	 
	
	Durante una entrevista 
	concedida a la televisión italiana en diciembre de 1990, el almirante Stanfield Turner, director de la CIA de 1977 a 1981, se negó de plano a 
	hablar del escándalo Gladio. 
	 
	
	Cuando los periodistas, que tenían en mente la 
	gran cantidad de víctimas de los numerosos atentados perpetrados en Italia, 
	trataron de insistir, el ex jefe de la CIA se quitó el micrófono con furia y 
	gritó: 
	
		
		«¡Dije que cero preguntas sobre Gladio!», poniendo así fin a la 
	entrevista [45].
	
	
	Ex oficiales de la CIA de menos rango aceptaron de mejor grado hablar de los 
	secretos de la guerra fría y de las operaciones ilegales de la agencia 
	estadounidense. 
	 
	
	Entre ellos, Thomas Polgar, quien se retiró en 1981, al cabo 
	de 30 años de servicio. En 1991, Polgar prestó testimonio contra la 
	nominación de Robert Gates a la cabeza de la CIA, reprochándole el hecho de 
	haber enmascarado el escándalo del Irángate. 
	 
	
	Interrogado sobre los ejércitos 
	secretos en Europa, Polgar explicó, refiriéndose implícitamente al CPC y al 
	ACC, que la coordinación de los programas stay-behind estaba en manos de 
	«una especie de grupo de planificación de guerra no convencional vinculado a 
	la OTAN».
	
	En sus cuarteles generales secretos, los jefes de los ejércitos secretos 
	nacionales «se reunían cada 2 o 3 meses, siempre en una capital diferente». 
	
	 
	
	Polgar subraya que, 
	
		
		«cada servicio nacional lo hacia con mayor o menor celo», 
	aunque admite que «en los años 1970 en Italia, algunos fueron incluso más 
	lejos de lo que exigía la carta de la OTAN» [46]. 
	
	
	El periodista Arthur 
	Rowse, ex colaborador del Washington Post, dio a conocer «Las lecciones de 
	Gladio» en un ensayo dedicado al tema: 
	
		
		«Mientras el pueblo estadounidense 
	siga ignorando todo ese oscuro capítulo de las relaciones exteriores de los 
	Estados Unidos eso no incitará realmente a las agencias responsables de esta 
	situación a cambiar de comportamiento. 
		 
		
		El fin de la guerra fría no cambió 
	gran cosa en Washington. Estados Unidos (…) sigue esperando con impaciencia 
	un verdadero debate nacional sobre los medios, los objetivos y los costos de 
	nuestras políticas federales de seguridad» [47].
	
	
	Especializados en el estudio de las operaciones clandestinas de la CIA y de 
	los secretos de la guerra fría, los investigadores del instituto privado e 
	independiente de investigación National Security Archive de la universidad 
	George Washington, en Washington, presentaron a la CIA, el 15 de abril de 
	1991, un pedido basado en la Freedom of Information Act (FOIA). 
	 
	
	Según los 
	términos de esta ley sobre la libertad de información, todos los servicios 
	del gobierno estadounidense están obligados a justificar ante la ciudadanía 
	la legalidad de sus actos. 
	 
	
	Malcolm Byrne, vicedirector de investigación del 
	National Security Archive, solicitaba a la CIA el acceso a, 
	
		
		«todos los 
	archivos vinculados (…) a las decisiones del gobierno estadounidense, 
	tomadas probablemente entre 1951 y 1955, sobre el financiamiento, el apoyo o 
	la colaboración con todo ejército secreto, con toda red o con cualquier otra 
	unidad, creados con el objetivo de resistir ante una posible invasión de 
	Europa occidental por parte de potencias bajo dominio comunista o de 
	realizar operaciones de guerrilla en países de Europa occidental ante la 
	hipótesis de que éstos se encontraran bajo el control de partidos o de 
	regimenes comunistas, de izquierda o que gozaran del apoyo de la Unión 
	Soviética».
	
	
	Byrne agregaba: 
	
		
		«Le ruego que incluya usted en su búsqueda todo documento 
	que mencione actividades conocidas bajo el nombre de “Operación Gladio”, en 
	particular en Francia, en Alemania y en Italia» [48]. 
	
	
	Byrne precisaba, con 
	toda razón, que, 
	
		
		«todos los documentos obtenidos como consecuencia de este 
	pedido ayudarán a dar a conocer al público la política exterior de los 
	Estados Unidos en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, así como 
	el impacto del conocimiento, análisis y adquisición de datos de inteligencia 
	en la política estadounidense de la época». 
	
	
	Pero la CIA se negó a cooperar 
	y, el 18 de junio de 1991, presentó la siguiente respuesta: 
	
		
		«La CIA no puede 
	confirmar ni negar la existencia o la inexistencia de archivos que respondan 
	a los criterios de su pedido». 
	
	
	Byrne trató de reclamar ante la negativa de 
	la CIA a proporcionarle información sobre Gladio pero su gestión fue 
	impugnada.
	
	La CIA fundamentó su negativa a cooperar invocando dos dispensas que 
	permiten bloquear la aplicación de la ley sobre la libertad de información y 
	que sirven prácticamente para cubrir cualquier cosa ya que excluyen 
	cualquier documento, 
	
		
		«clasificado como “confidencial” en virtud de una 
	decisión tomada por el Ejecutivo en interés de la Defensa Nacional o de la 
	política exterior» (Dispensa B1) o a título de las «obligaciones inherentes 
	al estatus del director de proteger la confidencialidad de las fuentes y 
	métodos de inteligencia, tales como la organización, las funciones, nombres, 
	títulos oficiales, ingresos y número de los empleados de la Agencia, 
	conforme a la National Security Act de 1947 y a la CIA Act de 1949» 
	(Dispensa B3).
	
	
	Los responsables europeos no navegaron con más fortuna cuando trataron de 
	enfrentarse al gobierno secreto. 
	 
	
	En marzo de 1995, una comisión del Senado 
	italiano presidida por Giovanni Pellegrino, comisión que había realizado una 
	investigación sobre Gladio y sobre los atentados perpetrados en Italia, 
	presentó a la CIA un pedido 
	
	FOIA. 
	 
	
	Los senadores italianos pedían acceso a 
	todos los archivos vinculados a las Brigadas Rojas y al secuestro de Aldo 
	Moro para aclarar si, en el marco de su programa de intromisión en los 
	asuntos de Italia, la CIA había infiltrado el grupo terrorista de extrema 
	izquierda antes de que este asesinara al ex primer ministro italiano y líder 
	de la democracia cristiana italiana Aldo Moro, en 1978.
	
	La CIA se negó a cooperar, invocando las dispensas B1 y B3 y rechazó, en 
	mayo de 1995, todos los pedidos de acceso presentados agregando que dicho 
	rechazo «no confirmaba ni negaba la existencia o la inexistencia en los 
	archivos de la CIA de los documentos solicitados». 
	 
	
	La prensa italiana 
	subrayó lo embarazoso de aquel rechazo y tituló: 
	
		
		«La CIA rechaza pedido de 
	asistencia de la Comisión parlamentaria. Secuestro de Moro, secreto de 
	Estado en Estados Unidos» [49].
	
	
	El segundo pedido de información sobre Gladio proveniente de un gobierno 
	europeo fue presentado a la CIA por el gobierno de Austria en enero de 2006, 
	como consecuencia del descubrimiento de varios escondites de armas 
	“altamente secretos” que la CIA había preparado para el Gladio en montañas y 
	bosques de aquel país, a pesar de la neutralidad de Austria. 
	 
	
	Representantes 
	del gobierno estadounidense respondieron que Estados Unidos correría con los 
	gastos ocasionados por el desenterramiento y la recogida del equipamiento de 
	las redes [50].
	 
	
	 La investigación austriaca estuvo a cargo de los servicios 
	del ministro del Interior Mickael Sika, quien presentó su informe final 
	sobre los depósitos de municiones de la CIA el 28 de noviembre de 1997 al 
	declarar: 
	
		
		«No es posible llegar con certeza a ninguna conclusión en lo 
	tocante a los escondites de armas y el uso al que estaban destinadas».
	
	
	Por lo tanto: 
	
		
		«Para aclarar totalmente el caso sería necesario disponer de 
	los documentos vinculados a éste, especialmente los que se encuentran en 
	Estados Unidos» [51]. 
	
	
	Un miembro de la Comisión, Oliver Rathkolb, de la 
	universidad de Viena, presentó entonces un pedido FOIA cuyo objetivo era 
	obtener acceso a los archivos de la CIA. 
	 
	
	Pero en 1997, el comité de 
	divulgación de la agencia opuso un nuevo rechazo que invocaba nuevamente las 
	dispensas B1 y B3 dejando así a los austriacos con la amarga impresión de 
	que la CIA no estaba obligada a rendir cuentas ante nadie.
	
	Siendo esta la única posibilidad de obtener acceso a los archivos vinculados 
	al Gladio, nosotros mismos presentamos a la CIA un pedido FOIA el 14 de 
	diciembre de 2000. 
	 
	
	Dos semanas más tarde recibimos una respuesta evasiva a 
	nuestro pedido «vinculado a la “Operación Gladio”»: 
	
		
		«La CIA no puede 
	confirmar ni negar la existencia o la inexistencia de documentos que 
	correspondan a su pedido». 
	
	
	Al invocar las dispensas restrictivas B1 y B3, la 
	coordinadora encargada de la información y de las cuestiones vinculadas al 
	respeto de la vida privada, la señora Kathryn I. Dyer nos negó el acceso a 
	las informaciones sobre la Operación Gladio [52]. 
	 
	
	Nosotros hicimos oposición 
	a aquella decisión señalando que: 
	
		
		«Los documentos retenidos deben publicarse 
	en virtud de la ley FOIA sobre la libertad de expresión ya que las cláusulas 
	B1 y B2 sólo pueden aplicarse a las operaciones de la CIA que siguen siendo 
	secretas».
	
	
	Seguidamente demostrábamos que el Gladio no se encontraba ya en ese caso, 
	precisando los datos que ya habíamos recogido anteriormente durante nuestras 
	investigaciones, y concluimos: 
	
		
		«Si usted, señora Dyer, invoca en este 
	contexto las cláusulas restrictivas B1 y B3, está usted privando a la CIA de 
	la posibilidad de expresarse sobre informaciones relativas al caso Gladio, 
	[informaciones] que de todas maneras serán reveladas, decida o no la CIA 
	intervenir » [53].
	
	
	En febrero de 2001, la CIA nos respondió: 
	
	
		
		«Su apelación ha sido aceptada y 
	se tomarán disposiciones para que la examinen los miembros del comité de 
	divulgación de la Agencia. Usted será informado de la decisión que se tome.» 
		
	
	
	Al mismo tiempo, la CIA precisó que aquella comisión procesaba los pedidos 
	en función de la fecha en que habían sido presentadas y que «en este 
	momento, tenemos alrededor de 315 apelaciones por examinar» [54].
	
	 
	
	Nuestro 
	pedido sobre la red Gladio quedaba así en espera, debajo del montón. En el 
	momento en que redactamos este libro la comisión seguía sin dar respuesta 
	[55].
	
	Después de la OTAN y la CIA, la tercera organización en orden de importancia 
	implicada en la operación stay-behind era el MI6 británico. En 1990, el MI6 
	no adoptó posición alguna sobre el caso Gladio debido a una legendaria 
	obsesión por el secreto. La existencia misma del MI6 no fue admitida 
	oficialmente hasta 1994, con la publicación de la Intelligence Services Act 
	que estipulaba que la misión de ese servicio consistía en obtener 
	información de inteligencia y ejecutar acciones secretas en el extranjero.
	
	Mientras que el ejecutivo británico y el MI6 se negaban a hacer cualquier 
	comentario, Rupert Allason, miembro del partido conservador, redactor del 
	Intelligence Quarterly Magazine bajo el seudónimo de Nigel West y autor de 
	varios libros sobre los servicios británicos de seguridad, confirmó, en 
	noviembre de 1990, en pleno apogeo del escándalo Gladio y en una entrevista 
	telefónica concedida a la Associated Press: 
	
		
		«Estábamos, y seguimos estando 
	todavía, fuertemente implicados (…) en esas redes».
	
	
	West explicó que Gran Bretaña, 
	
		
		«participó, claro está, junto a los 
	estadounidenses, en el financiamiento y la dirección» de varias redes y que 
	también participaba en el marco de la colaboración entre el MI6 y la CIA: 
	«Son las agencias de inteligencia británicas y estadounidenses las que 
	dieron origen al proyecto». 
	
	
	West afirmó que, a partir de 1949, el accionar 
	de los ejércitos stay-behind había sido coordinado por la Estructura de 
	Comando y Control de las Fuerzas Especiales de la OTAN, en cuyo seno el 
	Special Air Service (SAS) desempeñaba un papel estratégico [56].
	
		
		«La responsabilidad de Gran Bretaña en la creación de las redes stay-behind 
	en toda Europa es absolutamente fundamental», reportó la BBC, con cierto 
	retraso, en su edición vespertina del 4 de abril de 1991. 
	
	
	El presentador de 
	noticias John Simpson acusó al MI6 y al ministerio de Defensa británico de 
	no divulgar toda la información que tenían sobre el tema, 
	
		
		«en momentos en que 
	las revelaciones sobre Gladio han provocado que se descubriera la existencia 
	de ejércitos stay-behind en otros países europeos –en Bélgica, Francia, 
	Holanda, España, Grecia y Turquía. Hasta en países neutrales como Suecia y 
	Suiza la cuestión dio lugar a un debate público. 
		 
		
		En ciertos casos se han 
	abierto investigaciones oficiales.
En cambio, nada se ha hecho todavía en Gran Bretaña. Sólo hemos tenido los 
	acostumbrados comunicados del ministerio de Defensa que no quiere comentar 
	las cuestiones de Seguridad Nacional» [57]. 
	
	
	Simpson declaró que después de 
	la caída del Muro de Berlín los británicos habían podido conocer, con una 
	mezcla de horror y fascinación, los complots y las operaciones de terrorismo 
	urdidos por la Stasi, la Securitate y otros servicios secretos de Europa 
	oriental. 
	
		
		«¿Es posible que nuestro bando haya cometido actos comparables? 
	¡Nunca!», comentó con ironía antes de llamar la atención hacia los servicios 
	de seguridad de Europa occidental.
		 
		
		«Pero ahora empiezan a aparecer 
	informaciones sobre los abusos que pudieran haber cometido la mayoría de los 
	servicios secretos de los miembros de la OTAN.
	En Italia, una comisión parlamentaria ha recibido la misión de investigar 
	las acciones de un ejército secreto creado por el Estado con el objetivo de 
	resistir en caso de invasión soviética. La investigación ha permitido 
	descubrir la existencia de fuerzas armadas clandestinas similares en toda 
	Europa. Pero el grupo italiano, conocido bajo el nombre de Gladio, es 
	sospechoso de haber participado en una serie de atentados terroristas» [58].
	
	
	La BBC no logró obtener de los responsables del gobierno ninguna reacción 
	sobre el escándalo Gladio. La confirmación oficial de la implicación del MI6 
	sólo llegó años más tarde y en un contexto más bien sui generis: en un 
	museo. 
	 
	
	En julio de 1995, se inauguró en el Imperial War Museum de Londres 
	una nueva exposición permanente titulada «Las guerras secretas». 
	
		
		«Todo lo 
	que usted puede ver en esta exposición es parte de los secretos mejor 
	guardados de este país», se aseguraba a los visitantes en la entrada. 
		
		 
		
		«Por 
	vez primera se revelan al público. Y lo más importante, todo es verídico… la 
	realidad es mucho más increíble y apasionante que la ficción.»
	
	
	En una de las vitrinas dedicadas al MI6 un discreto comentario confirmaba 
	que: 
	
		
		«Los preparativos con vistas a una Tercera Guerra Mundial incluían la 
	creación de comandos stay-behind equipados para operar detrás de las líneas 
	enemigas en caso de invasión soviética en Europa occidental». 
	
	
	En la misma 
	vitrina, se exhibía una gran caja llena de explosivos con la siguiente 
	explicación: 
	
		
		«Explosivos concebidos especialmente por el MI6 para ser 
	escondidos en territorios susceptibles de pasar al enemigo. Podían 
	mantenerse enterrados durante años sin sufrir la menor alteración.»
	
	
	Junto a un manual sobre técnicas de sabotaje destinado a los comandos 
	stay-behind se podía leer: 
	
		
		«En la zona británica de ocupación en Austria, 
	oficiales de la Marina Real fueron destacados especialmente para preparar 
	escondites de armas en regiones de montaña y colaborar con agentes 
	reclutados en el terreno» [59]
	
	
	Varios ex oficiales del MI6 interpretaron aquella exposición como una señal 
	de que podían hablar en lo adelante sobre la Operación Gladio.
	 
	
	Meses después 
	de la inauguración, los ex oficiales Giles y Preston, ambos de la Marina 
	Real, los únicos agentes del MI6 cuyos nombres se mencionaban en la 
	exposición junto a una fotografía tomada «en los Alpes austriacos, 
	1953-1954», confirmaron al escritor Michael Smith que a finales de los años 
	1940 y principios de los años 1950 estadounidenses y británicos habían 
	reclutado unidades stay-behind en Europa occidental en previsión de una 
	invasión soviética.
	
	Giles y Preston fueron enviados a Fort Monckton, no lejos de Portsmouth, en 
	Inglaterra, donde los miembros del Gladio compartían el entrenamiento de los 
	hombres des SAS bajo la dirección del MI6. 
	 
	
	Se les entrenaba en codificación 
	[de mensajes], uso de armas de fuego y operaciones secretas. 
	
		
		«Teníamos que 
	hacer ejercicios, salir en medio de la noche y simular voladuras de trenes 
	sin que nos descubriera el jefe de la estación de trenes», recuerda Preston. 
	«Nos acercábamos a rastras y hacíamos como si pusiéramos cargas explosivas 
	en el lado derecho de la locomotora». [60]
	
	
	Giles recuerda haber participado en operaciones de sabotaje contra trenes 
	británicos en servicio como, por ejemplo, el ejercicio que tuvo lugar en la 
	estación de Eastleigh: 
	
		
		«Poníamos ladrillos en las locomotoras para simular 
	las cargas de explosivo plástico. Recuerdo hileras e hileras de vagones 
	enteramente recubiertos de una espesa capa de nieve, detenidos en medio de 
	las nubes de vapor. Había patrullas de soldados con perros. En un momento 
	dado, los guardias se acercaron. 
		 
		
		Tuve entonces que esconderme entre los 
	cilindros de las locomotoras y esperar que pasaran. También quitábamos la 
	tapa de los tanques de aceite de los ejes para echarles arena. Como 
	consecuencia [los ejes] se recalentaban al cabo de algunas decenas de 
	kilómetros» [61].
	
	
	A los dos agentes no parecía preocuparles que se tratara de trenes públicos 
	en servicio: 
	
		
		«No era problema mío», explicó Giles, «sólo estábamos jugando». 
		
		 
		
		«Yo tuve que recorrer Greenwich durante 10 días para aprender a cumplir 
	misiones de seguimiento de personas y a despistar a quienes estuviesen 
	siguiéndome a mí, la realidad concreta de la labor del espía», cuenta 
	Preston. 
	
	
	Posteriormente, los dos agentes fueron enviados a Austria con la 
	misión de reclutar agentes y entrenarlos y supervisaron la red de «búnkeres 
	subterráneos llenos de armas, ropa y material» que montaban «el MI6 y la 
	CIA» para uso del Gladio austriaco [62]. 
	 
	
	Al visitar el cuartel general del 
	MI6 al borde del Támesis, en Londres, en 1999, no fue una sorpresa enterarse 
	de que el MI6 tiene por regla no hablar nunca de secretos militares.
	 
	 
	 
	
	Referencias
	
		
		[1] Diario británico The European, 9 de noviembre de 1990.
		
[2] Ibid. El representante de la OTAN que presentó la rectificación fue al 
	parecer Robert Stratford. Ver Regine Igel, Andreotti. Politik zwischen 
	Geheimdienst und Mafia (Herbig Verlag, Munich, 1997), p.343.
[3] Diario británico The Observer, 18 de noviembre de 1990.
		
[4] Diario británico The Guardian, 10 de noviembre de 1990.
[5] Ibid., 30 de enero de 1992.
		
[6] Ibid., 16 de enero de 1991.
[7] Agencia internacional de prensa Reuters, 15 de noviembre de 1990.
		
[8] Sin autor especificado, «Gladio. Un misterio de la guerra fría. La trama 
	secreta coordinada por mandos de la Alianza Atlántica comienza a salir a la 
	luz tras cuatro décadas de actividad», diario español El País, 26 de 
	noviembre de 1990.
[9] Sin autor especificado, «El servicio español de inteligencia mantiene 
	estrechas relaciones con la OTAN. Serra ordena indagar sobre la red Gladio 
	en España», diario español El País, 16 de noviembre de 1990.
[10] Erich Schmidt Eenboom, Schnüffler ohne Nase. Der BND. Die unheimliche 
	Macht im Staate (Econ Verlag, Düsseldorf, 1993), p.365.
[11] Diario portugués Expresso, 24 de noviembre de 1990.
		
[12] Ibid.
[13] Agencia internacional de prensa Reuters, 13 de noviembre de 1990. 
	Diario británico The Independent, 16 de noviembre de 1990.
[14] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de 
	1990. Agencia internacional de prensa Reuters, 12 de noviembre de 1990. 
	Agencia internacional de prensa Reuters, 15 de noviembre de 1990.
[15] Semanario británico The Independent on Sunday, 21 de junio de 1998. 
	Crítica de un libro sobre Nixon (Nixon in Winter) por la ex asistente de 
	Nixon, Monica Crowley.
[16] Estos fueron sucesivamente:
1951–1952 General Dwight D Eisenhower, US Army;
1952–1953 General Matthew B Ridgway, US Army;
1953–1956 General Alfred M Gruenther, US Army;
1956–1962 General Lauris Norstad, US Air Force;
1963–1969 General Lyman L Lemnitzer, US Army;
1969–1974 General Andrew J Goodpaster, US Army;
1974–1979 General Alexander M Haig Jr, US Army;
1979–1987 General Bernard W Rogers, US Army;
1987–1992 General John R Galvin, US Army;
1992–1993 General John M Shalikashvili, US Army;
1993–1997 General George A Joulwan, US Army;
1997–2000 General Wesley K. Clark, US Army;
2000-2003 General Joseph Ralston, US Air Force;
2003-2006 General James L. Jones, US Marine Corps;
2006-2009 General Bantz J. Craddock, US Army;
2009- Almirante James G. Stavridis, US Navy.
		
[17] Jonathan Kwitny, «The CIA’s Secret Armies in Europe», publicado en The 
	Nation, 6 de abril de 1992, p.445.
[18] Semanario alemán Der Spiegel, n°47, p.20, 19 de noviembre de 1990.
		
[19] Pietro Cedomi, «Services Secrets, Guerre Froide et ‘stay-behind’ Part 
	III. Répertoire des réseaux S/B», en la publicación belga Fire! Le Magazine 
	de l’Homme d’Action, noviembre/diciembre de 1991, p.82.
[20] Comisión investigadora parlamentaria sobre Gladio, como aparece 
	resumido en la publicación británica Statewatch, enero/febrero de 1992.
		
[21] Philip Willan, Puppetmasters: The Political Use of Terrorism in Italy 
	(Constable, Londres, 1991), p.27.
[22] Arthur Rowse, «Gladio: The Secret US War to subvert Italian Democracy» 
	en Covert Action Quarterly, n°49, Verano de 1994, p.3.
[23] Fragmento de Willan, Puppetmaster, p.27.
		
[24] Mario Coglitore (Ediciones), La Notte dei Gladiatori. Omissioni e 
	silenze della Repubblica (Calusca Edizioni, Padoue, 1992), p.34. «La 
	existencia de los protocolos secretos de la OTAN es un hecho comprobado ya 
	que De Gaulle los denunció explícitamente el 7 de marzo de 1966 y el 
	Parlamento de la RFA admitió recientemente que existían» (ibid.).
[25] Publicación británica Searchlight, enero de 1991.
		
[26] Paolo Inzerili, Gladio. La Verità negata (Edizioni Analisi, Bologne, 
	1995), p.61.
[27] Inzerilli, Gladio, p.62.
[28] Gerardo Serravalle, Gladio (Edizione Associate, Rome, 1991), p.78.
		
[29] Ibid., p.79.
[30] Ibid., p.78.
[31] Comisión investigadora parlamentaria sobre sur Gladio, como aparece 
	resumido en la publicación británica Statewatch, enero/febrero de 1992.
		
[32] Inzerilli, Gladio, p.63.
[33] Ibid.
[34] Michel Van Ussel : Georges 923. Un agent du Gladio belge parle. 
	Testimonio (Éditions La Longue Vue, Bruxelles, 1991), p.139.
[35] Inzerilli, Gladio, p.64.
		
[36] Correo electrónico dirigido al autor por Anne-Marie Smith, del servicio 
	de archivos de la OTAN, 18 de agosto de 2000.
[37] Carta dirigida al autor por el jefe de la misión suiza ante la OTAN, 
	embajador Anton Thalmann, fechada en mayo de 2001.
[38] Carta dirigida al autor por Lee McClenny, responsable del servicio de 
	relaciones con la prensa y los medios de difusión en la OTAN, fechada el 2 
	de mayo de 2001.
[39] Ibid.
[40] Presidential Directive, National Security Decision Memorandum 40, 
	Responsibility for the Conduct, Supervision and Coordination of Covert 
	Action Operations, Washington February 17 1970. Firmada por Richard Nixon.
		
[41] Para un completo recuento de las operaciones secretas de la CIA a 
	través del mundo a partir de 1945, ver William Blum: Killing Hope. US 
	Military and CIA interventions since World War II (Common Courage Press, 
	Maine, 1995). Versión francesa: Les Guerres scélérates (Parangon, 2004).
		
[42] Fuente: www.terrorism.com
[43] Las tres comisiones eran la Comisión del Senado que presidía Franck 
	Church, la Comisión de la Cámara de Representantes que presidía Ottis Pike y 
	la Comisión Murphy del presidente Ford.
1. Report of the House Select Committee on Intelligence [Pike Committee], 
	Ninety-fourth Congress, Publicado por Village Voice, New York City, febrero 
	de 1976.
2. Report of the Commission on the Organization of the Government for the 
	Conduct of Foreign Policy [Murphy Commission], US Government Printing 
	Office, Washington DC, junio de 1975.
3. Final Report, of the United States Senate Select Committe to Study 
	Governmental Operations with Respect to Intelligence Activities [Church 
	Committee], US Government Printing Office, Washington DC, abril de 1976.
El que puede considerarse como el mejor de los 3 informes, el Informe final 
	de la Comisión Investigadora Senatorial sobre las Operaciones del Gobierno 
	en materia de Inteligencia, se compone de 6 volúmenes. El primero tiene como 
	tema la «Inteligencia Exterior y Militar, de la CIA, de las operaciones 
	secretas y la cuestión del control democrático sobre los servicios 
	secretos». En el segundo volumen, intitulado «Actividades de Inteligencia y 
	Derechos de los Ciudadanos Estadounidenses», el Informe Church revela de qué 
	manera la NSA y el FBI violaron la vida privada de los ciudadanos 
	estadounidenses. El tercer tomo, intitulado «Informes Internos 
	Complementarios sobre las Actividades de Inteligencia y los Derechos de los 
	Ciudadanos Estadounidenses», prologa el análisis del anterior y afirma que 
	el término «contraespionaje» es una apelación impropia para «operación 
	clandestina interna». El cuarto volumen, intitulado «Informes Internos 
	Complementarios sobre la Inteligencia Exterior y Militar», presenta un 
	recuento histórico sobre la CIA desde 1946 hasta 1975. El quinto volumen, 
	intitulado «El Asesinato del Presidente John F. Kennedy y el Trabajo de las 
	Agencias de Inteligencia», trata de determinar si los servicios secretos 
	estadounidenses conspiraron o no para mantener el secreto alrededor del 
	asesinato de JFK. El último volumen, intitulado «Informes Complementarios 
	sobre las Actividades de Inteligencia», aborda la evolución histórica y la 
	organización de la capacidades del país en materia de inteligencia, desde 
	1776 hasta 1976. Algunos fragmentos de esos informes han sido publicados en 
	francés bajo el título Les Complots de la CIA. Manipulations et assassinats 
	(Stock, 1976).
[44] Kathryn Olmsted, Challenging the Secret Government: The Post-Watergate 
	Investigations of the CIA and FBI (University of North Carolina Press, 
	Chapelhill, 1996), p.9.
[45] Diario británico The Independent, 1º de diciembre de 1990.
		
[46] Jonathan Kwitny, «The CIA’s Secret Armies in Europe», publicado en The 
	Nation, 6 de abril de 1992, p.445.
[47] Arthur Rowse, «Gladio. The Secret US War to Subvert Italian Democracy», 
	publicado en Covert Action Quarterly, n°49, Verano de 1994.
[48] Solicitud FOIA: «L’Operation ‘Gladio’ de la CIA», presentada por 
	Malcolm Byrne el 15 de abril de 1991. Solicitud FOIA n° 910113.
[49] Diario italiano Corriere della Sera, 29 de mayo de 1995.
		
[50] Publicación política austriaca Zoom, n° 4/5, 1996: «Es muss nicht immer 
	Gladio sein. Attentate, Waffenlager, Erinnerungslücken», p.6.
[51] Bericht betreff US Waffenlager. Oesterreichisches Bundesministerium für 
	Inneres. Generaldirektor für die öffentliche Sicherheit. Mag. Michael Sika. 
	28 noviembre de 1997. Viena, p.10.
[52] Carta fechada el 28 de diciembre del año 2000 y dirigida por la CIA al 
	autor sobre la solicitud FOIA F-2000-02528 vinculada a la Operación Gladio.
		
[53] Carta fechada el 23 de enero de 2001 y dirigida por el autor a la 
	señora Dyer de la CIA.
[54] Carta fechada el 7 de febrero de 2001 y dirigida al autor por Kathryn 
	I. Dyer, coordinadora de la CIA para asuntos de información y respeto de la 
	vida privada.
[55] En momentos en que entraba en prensa la edición francesa, o sea 6 años 
	después de presentada la solicitud, el autor sigue esperando una respuesta… 
	(Nota del editor)
[56] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de 
	1990.
[57] Televisión británica BBC Newsnight, 4 de abril de 1991, 22h 30. 
	Reportaje del periodista Peter Marshall sobre Gladio.
[58] Ibid.
		
[59] Imperial War Museum, Londres. Exposición sobre las Guerras Secretas. 
	Visitada por el autor el 20 de mayo 1999. El 4 de junio de 1999 el autor se 
	reunió con Mark Siemens, del departamento de investigación del museo y 
	responsable de la exposición sobre la Guerras Secretas. Siemens subrayó que 
	la unidad secreta SOE, creada durante la Segunda Guerra Mundial, era el 
	antecedente de los stay-behind Gladio. El autor no pudo obtener del MI6 
	ninguna información suplementaria sobre ese fenómeno.
[60] Michael Smith, New Cloak, Old Dagger : How Britain’s Spies Came in from 
	the Cold (Gollancz, Londres, 1996), p.117. Basado en entrevistas realizadas 
	a Simon Preston, el 11 de octubre de 1995, y a Michael Giles, el 25 de 
	octubre de 1995.
[61] Smith, Dagger, p.117.
[62] Ibid., p.118.
	
	
	
	
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