por
Manuel
Freytas
14 Julio 2009
del Sitio Web
IARNoticias
Manuel Freytas es periodista,
investigador, analista de estructuras del poder, especialista en
inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores más
difundidos y referenciados en la Web. |
El punto central para la preservación del sistema capitalista - tal
cual lo expresan y admiten todos los analistas oficiales - es la
preservación de la "gobernabilidad" que las crisis cíclicas y
periódicas ponen en riesgo, tal como está sucediendo ahora con el
proceso recesivo con desocupación a escala mundial.
En este
escenario, los "enemigos de paja" que Washington inventó para
preservar el "orden constitucional" regional van a ser reemplazados
por otro enemigo más peligroso y "real" incubado en el marco de los
estallidos y protestas sociales que se avecinan.
A) La "gobernabilidad" del
sistema
¿Qué es la "gobernabilidad" y para que la utiliza el sistema?
En términos de organización política y social, la "gobernabilidad"
es el
control, en oposición al descontrol.
El sistema capitalista (como cualquier sistema de poder) necesita tener el
control político y social (ya sea por medio de la fuerza o por medio de la
persuasión) como condición prioritaria para desarrollar su modelo económico
de explotación del hombre por el hombre, y su dinámica de apoderamiento del
trabajo social y de concentración de riqueza en pocas manos.
Para cumplir esa misión (de controlar para desarrollar su modelo económico)
el sistema capitalista utiliza (y a utilizado históricamente) dos formas de
dominio:
Traducido en planos de la realidad:
Toda la historia del
capitalismo hasta el presente se construyó sobre esta dinámica funcional de
"contrarios", que se complementan como alternativa de dominio.
Ambas metodologías de control responden a un solo objetivo:
Preservar y
reciclar el dominio del sistema capitalista (explotador y depredador del
planeta) a modo de "civilización única".
Sin la lógica del control militar (la fuerza) o sin la lógica alternativa
del control político (la persuasión) el sistema capitalista no podría
existir.
Y no podría existir por una razón central:
Socialmente (y matemáticamente)
la acumulación de riqueza en pocas manos en el sistema capitalista genera
más rechazo (racional o inconsciente) que aceptación.
Los perjudicados (los explotados y expulsados del sistema) superan
infinitamente en número a los beneficiados (los incluidos dentro del sistema).
Como resultante del accionar del sistema capitalista: En estos momentos, la
mitad de la población mundial vive en condiciones de "pobreza estructural",
y de esa cifra hay 1000 millones de personas que sobreviven en condiciones
de hambre e indigencia (sin cubrir sus necesidades elementales de
supervivencia).
El resultante del sistema capitalista en la sociedad humana no se puede
discutir porque es estadístico y matemático, pero si se puede deformar y
ocultar por medio de la manipulación cultural y mediática.
Éste (la concentración de riqueza en pocas manos) es el principio científico
y dialéctico de la lucha de contrarios en el plano social (léase huelgas y
conflictos sociales) que desestabiliza y rompe cíclicamente los controles y
la "gobernabilidad" del sistema capitalista.
La "gobernabilidad" (el control por vía militar o política) es la instancia
básica que el capitalismo necesita para depredar el planeta, generar mano de
obra esclava, y apoderarse de la riqueza mundial (PBI) arrojando sólo
migajas a las mayorías productoras de esa riqueza a escala social.
En el sistema, los militares (la "dictadura") y los políticos (la democracia),
en distintas escalas, son gerenciadores de control político y social para
preservar la "gobernabilidad".
Las "dictaduras" y los golpes de Estado siempre llegan para restaurar la "gobernabilidad
(el control amenazado por el descontrol ), y las "democracias" siempre
llegan cuando el "orden" está controlado y se generan espacios sociales para
dominar por medio de la persuasión (el sistema político).
En la Argentina, y en el resto de América Latina, el Departamento de Estado
solo habilitó la "democracia" made in USA una vez que los militares de la "seguridad
nacional" habían terminado con el proceso de "subversión armada marxista".
Imaginar al capitalismo sin "gobernabilidad" (el control dominante), es como
pensar en un usurero sin el control y la protección de la policía: Los
damnificados lo lincharían sin dudar.
La "gobernabilidad" (el control político o militar), es la condición
esencial que el capitalismo necesita para que el sistema no estalle ( y los
negocios continúen en paz).
Y vale aclarar, que el sistema sólo corre riesgo de estallar (perder la "gobernabilidad")
cuando las crisis superan el marco económico y se convierten en "crisis
social" (léase achicamiento del consumo popular con despidos masivos de
trabajadores a escala global).
Ésta es la instancia (tal como está sucediendo ahora) en la que el
capitalismo corre riesgo de perder la "gobernabilidad".
B) La nueva lógica de control
La condición esencial para el funcionamiento del Estado capitalista (tanto
en América Latina como en el resto del mundo) se resume en tres factores:
Estabilidad económica, gobernabilidad política y "paz social".
Esas tres condiciones son básicas para que el "sistema" (la estructura
funcional) de los negocios y la rentabilidad capitalista funcionen sin
interferencia y no se alteren las líneas matrices de la propiedad privada y
concentración de riqueza en pocas manos.
Luego de las dictaduras militares setentistas (y tras el fin de las
revoluciones armadas y de la URSS) , Washington sustituyó el gerenciamiento
militar de la "gobernabilidad" por el gerenciamiento civil de la misma, sin
alterar para nada el proceso de control económico, por medio del cual los
bancos y empresas transnacionales continuaron transfiriendo recursos y
ganancias a EE.UU. y a las metrópolis capitalistas.
La estrategia del control político y social por medios militares (de las
dictaduras militares de la doctrina de seguridad nacional), fue sustituida
gradualmente por administraciones civiles, poderes ejecutivos, parlamentos y
cortes de justicia totalmente maleables a los intereses y objetivos de
Washington y las trasnacionales capitalistas en los países dependientes de
Asia, África y América Latina.
No obstante, y con el "poder blando" como alternativa de dominio, la
estrategia geopolítica imperial norteamericana desarrolló simultáneamente -a
nivel complementario- la estrategia del "poder duro" con despliegue militar-nuclear
y bases desplegadas por toda la región, además de tropas listas para actuar
allí donde la situación lo requiera.
El sueño del dominio sin rebelión social (y de preservación de la "gobernabilidad"),
que los bancos y las trasnacionales imperiales no pudieron concretar con las
dictaduras y los golpes militares diseñados en el Departamento de Estado,
empezó a cumplirse con la aceptación pasiva del sistema capitalista como
"única alternativa", modelada masivamente en los cerebros por los sacerdotes de las
grandes corporaciones mediáticas que sustituyeron a los curas y a los
maestros en la orientación de conducta social.
Paralelamente, y desde fines de los ochenta, en América Latina se verifican
tres hechos simultáneos:
-
Ausencia total de huelgas generales y de conflictos sociales por
reivindicaciones generales de la sociedad (sólo existen conflictos
atomizados por reivindicaciones sectoriales), y ausencia de dictaduras
militares y de lucha armada (salvo Colombia).
-
Crecimiento constante (y sin excepción, hasta la presente crisis) de las
economías regionales, acompañadas de ganancias siderales para los bancos y
empresas que hegemonizan el control económico-productivo de América Latina,
y crecimiento desmesurado de los activos empresariales y fortunas personales.
-
Crecimiento paralelo, sostenido y sin interrupción, de la llamada "pobreza
estructural" (falta de trabajo estable, vivienda y subsistencia mínima) que
ya afecta a más de la mitad de la población mundial, con las mayorías
sometidas a políticas "asistenciales" y a empleos temporarios y en negro (contratos
basura).
Se trata de un emergente encadenado: La ausencia de huelgas y de conflictos
sociales posibilitó (como nunca) la concentración de riqueza en pocas manos,
y la concentración de riqueza en pocas manos precipitó (como nunca) el
crecimiento de la pobreza estructural y de los bolsones del hambre en la
región.
Esta situación (de "paz del dominador") permitió que el sistema de
concentración de riqueza capitalista (posibilitado por la explotación de
mano de obra barata con salarios africanos, apropiación de recursos
naturales y control hegemónico de todo el sistema económico productivo)
genere como contrapartida: pobreza, desocupación y exclusión social en masa
en toda América Latina.
C) La asimilación de la protesta social
¿Y cómo se consiguió la preservación de la "gobernabilidad" (del sistema
capitalista) en esta nueva lógica del control imperial en América Latina?
El desarrollo del modelo de capitalismo "asistencialista" en América Latina,
con bancos centrales atestados de dólares y sin distribución social de la
riqueza, con ricos más ricos que nunca, con pobreza y desocupación
estructural en crecimiento continuo, con contratos laborales basura, sólo
fue posible a partir de la paralización de la resistencia popular y de la
ausencia de huelgas y de conflictos sociales por reivindicaciones generales.
Ese objetivo se consiguió con la domesticación y asimilación del aparato
sindical y de la izquierda en las coordenadas de la defensa del "sistema
democrático", de la "paz social" y de la vigencia plena del respeto al "orden
constitucional" capitalista establecido casi como una religión a escala
continental y mundial.
La izquierda (sin vocación de cambiar el sistema) se volvió potable y "políticamente
correcta" para conformar una "alternativa de gobierno" a la "derecha
neoliberal" dentro de las coordenadas de poder implantadas por las
trasnacionales y el sionismo financiero que controlan el planeta desde
la
Reserva Federal y los bancos centrales, con el Pentágono como garantía
suprema de "orden".
La izquierda (asimilada a la filosofía del "único mundo posible") ya no
piensa el mundo en función de la guerra a muerte para terminar con el
sistema capitalista (el dueño del mundo), sino en función de terminar con la
"derecha" dentro del marco del mismo sistema.
Y así se inventó la moda de gobiernos que hablan con la ideología de la "derecha"
o de la "izquierda" en términos del discurso formal, pero desde el punto de
vista práctico ejecutan un solo programa: El capitalismo.
Y la conclusión es simple:
No hay luchas revolucionarias sencillamente
porque no hay pensamiento ni acción organizada revolucionaria orientada a
sustituir (a cambiar) al capitalismo por otro sistema.
Todo lo que existe como lucha de "cambio social" es meramente reivindicativa
("reformista") dentro de los marcos del sistema capitalista y los objetivos
que se buscan ya no son colectivos (transformar de raíz a las sociedades y
al mundo) sino individualistas y sectoriales, y no avanzan más allá de
querer "humanizar" al capitalismo, hacerlo más digerible y menos injusto (ecología,
"derechos humanos", "calidad de vida", etc.)
Es más: Ya no hay rebeldía ni revolución porque el "orden" y el "desorden" (paz
y conflicto) están pensados dentro de las reglas de integración al sistema
sin que exista ninguna idea o intención de cambiarlo por otro.
En resumen, "izquierda" y "derecha" son conceptos ideológicos antitéticos
solo en términos de mayor o menor "progresismo" dentro del mismo sistema,
pero ninguna de las dos opciones busca terminar de raíz con el capitalismo
al que se lo presenta como el "único sistema posible" siguiendo el "orden
natural" de las cosas.
Desde el inicio del "proyecto democracia" en América Latina, Washington, por
medio de los gobiernos y policías locales bajo control, domesticó y "pacificó"
las protestas sociales y sindicales terminando con las huelgas generales y
los disturbios violentos, vehiculizándolos por medio de protestas
reivindicativas sectoriales.
Con la complicidad de los aparatos sindicales y de los propios grupos de
izquierda reconocidos como "organización" política o social, se "legalizó"
una forma de huelga y de protesta que sólo reivindica lo sectorial, sin una
estrategia de reivindicación social colectiva.
Dentro de este esquema de atomización y división de las huelgas y protestas
(legalizadas y toleradas sólo como expresión sectorial atomizada) el sistema
mantiene un control férreo sobre todo el espectro de la actividad operativa
de los conflictos sociales y sindicales.
Tenerlos bajo control, significa que tanto los dirigentes sindicales como
sociales, deben cumplir, por ejemplo, con el requisito legal de "avisar" a
las autoridades cada vez que van a manifestarse y cortar una calle, para que,
en consecuencia, el aparato policial tome sus recaudos, como ordenar el
tránsito y evitar el desmadre de la concentración "pacifica y democrática".
En este escenario, los grupos de izquierda regionales están fragmentados,
divididos en pequeños grupos, carecen de una estrategia común de acción y no
tienen influencia social ni capacidad financiera ni organizativa para
liderar rebeliones masivas que puedan desestabilizar la región y poner en
riesgo la gobernabilidad del sistema.
Por su parte, los llamados gobiernos de "izquierda", fuera del discurso
anti-EE.UU. en los foros del sistema, tienen su supervivencia económica y
político electoral atada al destino del Estado capitalista, y son los
primeros defensores de la legalidad y gobernabilidad democrática en la
región.
En resumen, no hay ninguna posibilidad de crecimiento de la izquierda
revolucionaria en las calles, sino que hay crecimiento de la izquierda
electoral y gubernamental. La izquierda está disciplinada, asimilada e
integrada al sistema.
En resumen, aparatos sindicales y movimientos y partidos de izquierda
cumplen su función "opositora" dentro de los marcos del sistema "democrático",
y de los parámetros establecidos de preservación de la "gobernabilidad", la
"paz social" y la "estabilidad", precisamente lo que el sistema necesita
para su "crecimiento económico" sin distribución social de la riqueza
Después de la lucha armada y de los métodos salvajes de huelgas y protestas
sociales setentistas, las mismas fueron "legalizadas" con una condición: que
fuesen sectoriales (no generales), "democráticas" (respetando la ley), y "pacificas"
(no violentas).
Esta fue la condición que el statu quo impuso (e impone) para la inclusión
de las protestas sociales, atomizadas y sectoriales, como una actividad
aceptada y encuadrada dentro del "estado de derecho" y de la formalidad "democrática"
En algunos países, los grupos de "izquierda" (asimilados al aparato de
movilización de los gobiernos) son financiados con fondos públicos.
En la Argentina, por ejemplo, (el primer laboratorio experimental de América
Latina) las organizaciones de izquierda (incluso las más "combativas") son
subsidiadas por el Estado a través de las políticas asistencialistas y de
los planes oficiales de subsidios a los desocupados.
Durante seis años, la gerencia de los Kirchner subsidió en forma encubierta
a los movimientos de "protesta social" (piqueteros y organizaciones sociales)
por medio de la entrega de planes sociales a sus dirigentes, los que luego
los utilizaron para ampliar sus aparatos y conseguir adhesión "militante"
para sus movilizaciones.
En este marco de asimilación de la protesta en la "legalidad democrática",
la máxima expresión de "lucha" de los grupos atomizados de izquierda (sin
organización ni estrategia operativa revolucionaria) consiste en tirarles
piedras a la policía, quemar tachos de basura, romper vidrios o arrojar de
vez en cuando una molotov contra la puerta de alguna institución.
A su vez, la izquierda más "combativa", sin objetivos ni organización
revolucionaria, le sirve al sistema para demostrar la presencia de un "enemigo
violento" en las calles.
Por su parte, los gobiernos "izquierdistas", en la práctica, no están para
quemar ni romper nada, sino para proteger la propiedad privada y la
gobernabilidad del sistema capitalista al que están integrados.
Este modelo rige desde hace más de 20 años y acompañó el proceso de "crecimiento
económico" sin distribución social de la riqueza que hoy se extiende en
América Latina.
Por lo tanto, la izquierda y los gobiernos de izquierda en América Latina (para
los centros del poder imperialista) no son hipótesis de conflicto ni de
quiebra de la gobernabilidad por su inserción controlada y acotada
dentro
del sistema capitalista.
D) El peligro acechante
- ¿A qué le teme Washington?
La crisis hipotecaria en EE.UU. primero, la irradiación de la crisis a los
mercados financieros globales después, y la crisis recesiva con desocupación
luego, terminaron de configurar un proceso económico-recesivo que hoy
amenaza con arrasar los cimientos del modelo de explotación capitalista
vigente a escala global.
Proyectado al escenario de América Latina ese modelo de acumulación
capitalista trasnacional, basamentado en el asistencialismo social y en el
dominio con el "poder blando" del proyecto democracia made in USA, comienza
a resquebrajarse y a colapsar en toda la región.
En consecuencia, el statu quo de modelo de dominio con el "sistema
democrático" también comienza a agotarse frente a la agudización de la
crisis económica que está arrojando (por medio de la desocupación y del
achicamiento del consumo) cada vez a mas masa social fuera del mercado de
consumo.
Junto con el desgaste en los teatros de ocupación (como Afganistán, e Irak),
con una
profunda crisis económica recesiva, y con un proceso de
descomposición del poder político interno (guerra entre demócratas y
republicanos por la hegemonía de las decisiones imperiales), Washington
comienza a repensar la estrategia con el poder blando de la democracia en su
patio trasero.
La crisis mundial, la debilidad económica de EE.UU., obliga a Washington a
ajustar sus estrategias de dominio para mantener bajo control la "gobernabilidad"
en América Latina.
En este nuevo escenario ¿A qué le teme Washington?
En primer lugar, el poder en control (el Imperio), lo único que teme es el
descontrol.
Es decir que, por efecto de la crisis recesiva con desocupación masiva, las
protestas sindicales y sociales se salgan del control de la cúpulas
sindicales y de los dirigentes de la izquierda asimilada, y resulten
conducidas anárquicamente por líderes sin militancia política y sin
encuadramiento dentro de las reglas de la legalidad "democrática".
O sea que, Washington y el sistema capitalista transnacional que opera en
América latina temen (más que nada) a la "anarquización" de las protestas
sociales, donde cualquier persona con carisma pueda liderar su propio
conflicto sin prácticas ni metodologías incursas en la legalidad establecida
dentro del "sistema democrático".
Éste proceso (a modo de laboratorio experimental) ya se registró fugazmente
en
2001 con el "Cacerolazo" en la Argentina, durante el cual, las cúpulas
sindicales y la izquierda "orgánica" fueron desplazados del control de las
movilizaciones masivas y espontáneas conducidas por líderes improvisados y
sin militancia política.
Posteriormente, y por medio de una sistemática manipulación mediática que
asustó con el peligro de "guerra civil", el Gobierno argentino desmanteló
las "asambleas autogestionarias" y desarmó al movimiento callejero que
planteaba "que se vayan todos" los políticos, quienes "desaparecieron" de la
escena pública por temor a ser linchados.
En esencia, ése el el modulo experimental que el Departamento de Estado teme
que vuelva a reaparecer de la mano de la crisis recesiva con desocupación en
masa que se cierne sobre América Latina.
En consecuencia, lo que temen Washington y el establishment del capitalismo
que opera en América Latina no son los gobiernos de izquierda, ni es la
izquierda fragmentada y sin objetivos revolucionarios, sino que le teme al
desmadre y a la pérdida de control de los conflictos sociales.
Ésto es, al regreso de las huelgas y estallidos "salvajes" (multiplicados y
simultáneos) con cortes de rutas y de accesos claves para el desarrollo del
proceso de la economía capitalista.
Los estrategas del Departamento de Estado no temen a la izquierda atomizada
y dividida, ni a los gobiernos "izquierdistas" (sólo en discurso), sino que
temen al surgimiento de nuevos líderes que encabecen los bolsones de
protestas populares en forma anárquica, sin ninguna vocación "negociadora",
que se abran decenas y hasta centenares de frentes de conflicto a la vez que
impidan una estrategia represiva centralizada.
En otras palabras, lo que Washington teme son las protestas violentas con
líderes espontáneos sin ideología ni metodología convencionales, que
encabecen en forma inorgánica las revueltas, obligando de nuevo a una
represión militar abierta
tipo "Tiananmen" chino.
En un escenario posible de "Cacerolazo" anárquico proyectado a nivel
regional, el control social y político con el "sistema democrático",
perdería efectividad y se deberían implementar controles de represión
militar para mantener el "orden", la "paz social" y la "gobernabilidad" del
sistema.
El sistema de control con la izquierda y el sindicalismo asimilado a la "legalidad"
de las protestas y conflictos en "paz", se desmadrarían por medio de los
conflictos "espontáneos" multiplicados y sin un hilo conductor
En el marco conflictivo nuevo, las protestas sociales (como sucede con el
mercurio cuando se rompe un termómetro) se atomizarían en millonésimas
partes violentas y fuera de control.
Los aparatos de seguridad deberían enfrentarse en forma simultánea a
protestas con metodologías diferentes conducidas por líderes que no se
encuadrarían en ninguna de las reglas "legales" establecidas ni en ninguna
ideología. No haría falta ser político ni de izquierda para conducir las
protestas.
Los estallidos sociales y las huelgas se "feudalizarían", no responderían a
estructuras orgánicas localizadas, por lo tanto las millonésimas partes del
mercurio social (anarquizadas y en rebelión) se tornan incontrolables.
Este es el punto, y como ya sucedió en la Argentina con el "Cacerolazo", en
que el control de la "gobernabilidad" gerenciado por la clase política
perdería, por un período incierto, su razón de ser y el sistema debería
pasar a abordar "soluciones alternativas" para supervivir y resguardar la "gobernabilidad".
Y este proceso, es lo que viene inexorablemente en América Latina de la mano
de la crisis recesiva con desocupación en masa que ya se cierne como un
fantasma por todos los países de la región.