por Alejandro López de Miguel

17 Marzo 2015

del Sitio Web Publico


 

 



Susan George en una foto de archivo.

EFE




Susan George,

presidenta del 'Transnational Institute' de Ámsterdam,

presenta un libro en el que desgrana las claves

de este acuerdo clandestino.

Llama a luchar contra él,

a ponerlo a la luz para que este "tratado vampiro"

se seque y muera.
 

 


MADRID

 

Es una de las voces más reconocidas en la materia, una de las más críticas con el Tratado de Libre Comercio que Bruselas y Washington negocian con sigilo, y una de las que resuenan con más fuerza cuando denuncia los múltiples peligros del acuerdo.

 

A sus 80 años, Susan George es también un icono de la lucha contra la globalización y la denuncia del poder casi ilimitado de las multinacionales, y este martes ha pedido a los ciudadanos que se conviertan en embajadores contra el tratado.

"No para cambiarlo ni reformarlo, sino para librarnos de él, porque cada uno de sus fragmentos es peligrosísimo".

"Todo el mundo tiene motivos para odiar el tratado", asegura George, que describe el 'Transatlantic Trade and Investment Partnership' (TTIP) como "una carta de libertades para el sector corporativo", e insiste en que no está defendiendo ninguna "teoría de la conspiración", sino que simplemente está poniendo encima de la mesa que las empresas "tienen intereses" y los defienden a capa y espada.

La presidenta de honor de ATTAC Francia y también presidenta del Transnational Institute de Ámsterdam ha realizado estas declaraciones este martes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, durante la rueda de prensa de presentación de su nuevo libro, 'Los Usurpadores - Cómo las Empresas Transnacionales toman el Poder'.

 

Un texto en el que George hace un breve repaso a las tretas que han empleado los defensores a ultranza del liberalismo económico para hacer creer a la mayoría de los ciudadanos que no hay alternativa a este modelo, y en el que el polémico acuerdo comercial ocupa un papel central.

Ricardo García Zaldivar, de ATTAC España, ha ejercido como maestro de ceremonias y ha formulado varias preguntas a la activista, que comenzó a plasmar sus análisis con tinta y papel a mediados de los 70.

 

Autora de obras como 'El Informe Lugano' - I y II - es una de las referencias de las organizaciones sociales y fuerzas políticas que se oponen al TTIP a ambos lados del Atlántico.
 


George define al TTIP

como como el sueño de las multinacionales

para acabar imponiéndose

a los poderes democráticos
 


Desde su experiencia en la lucha contra este tipo de políticas, George sitúa la aparición del germen del TTIP a mediados de los 90, aunque existen algunas experiencias y organizaciones previas que sirvieron para establecer sus cimientos incluso varios años atrás.

 

Lo describe como el sueño de las multinacionales para acabar imponiéndose a los poderes democráticos, y calcula que hoy día existen cerca de 32.000 tratados bilaterales de comercio e inversión,

"la mayoría con rasgos peligrosísimos".

A su juicio, el TTIP tendrá efectos devastadores en muchísimos sectores como la agricultura, en el que el modelo de pequeña escala de la UE,

"se perdería del todo, frente a la fuerza de los productores a gran escala de EE.UU.".

Otro de ellos es el sector químico.

 

En Europa hay más de 1.200 sustancias prohibidas, frente a los 12 químicos vetados en EE.UU., donde es posible comercializar estas sustancias sin probar que no son peligrosas, a diferencia de lo que ocurre en el Viejo Continente, que obliga a las empresas a demostrar que estas sustancias no entrañan riesgos para los consumidores, y hasta entonces no pueden utilizarse - principio de precaución.

"EE.UU. quiere que Europa importe productos genéticamente modificados como la soja o el maíz", critica, asegurando que los europeos quieren consumir productos etiquetados, en los que se especifique su origen.

La misma fórmula sirve también para la regulación laboral, y George alerta de los peligros de lograr acuerdos con un país con una legislación "antiobrera" como EE.UU.
 

 

 


El poder de los lobbies

George ha recordado el enorme poder de los lobbies en el Viejo Continente, donde calcula que existen entre 15.000 y 20.000 personas dedicadas a estos menesteres.

 

Los grupos de presión no están obligados a registrarse, y si lo hacen voluntariamente no tienen que indicar cuánto cobran, ni cuántas personas tienen a su cargo.

"Hemos estado luchando durante diez años para lograr una ley que les obligue a darse a conocer", critica, recordando que el propio presidente de la Comisión Europea, Jean Claude-Juncker, prometió que impondría un registro vinculante y obligatorio cuando llegó al poder en 2014, pero aún no ha cumplido con su promesa.

 

 


Capital y gobiernos, en la misma mesa

George asegura que aún faltan muchos detalles para saber cómo será el Consejo de Cooperación Reguladora que previsiblemente incorporará el tratado.

 

'Grosso modo', es una suerte de "instrumento", un "acuerdo vivo", que permita sentar a representantes de las empresas en la misma mesa que a los reguladores para darles voz y voto sobre las normativas que ya hayan aprobado o vayan a aprobar los estado.

"Primero quisieron controlar lo judicial y ahora quieren controlar lo legislativo", critica George, que asegura que las empresas llevan años diseñando este mecanismo, que para los críticos con el TTIP supone equiparar a las corporaciones a los poderes democráticos.

 



Blindaje a las multinacionales

El ISDS es otro de los elementos incluidos en el TTIP que mayor rechazo han causado entre movimientos sociales y fuerzas políticas.

 

El 'Investor-State Dispute Settlement' o ISDS somete a los estados a la autoridad de paneles de arbitraje privados, sin que haya opción de recurso, y con enormes costes para estos países.

"Es un tribunal privado, y si un inversor tiene un motivo para demandar al estado puede hacerlo, pero no puede ocurrir a la inversa", explica George.

La activista asegura que este mecanismo "limita opciones de los estados" y les dificulta efectuar cambios normativos.

 

Recuerda el costoso litigo de Egipto con una multinacional por su decisión de aumentar el salario mínimo, e insiste en que las empresas,

"nunca se rinden cuando quieren algo".


Las transnacionales y los grupos que impulsan el TTIP

en la Eurocámara - liberales, socialdemócratas y conservadores - no han logrado

sacar adelante el acuerdo en 2014
 


Por lo pronto, las transnacionales y los grupos que impulsan el TTIP en la Eurocámara - liberales, socialdemócratas y conservadores - no han logrado sacar adelante el acuerdo en 2014 como estaba previsto, y parece difícil que puedan conseguirlo este año, aún en el caso de que Obama logre la llamada 'pista rápida' que le permitirá tramitarlo de urgencia.

"Otra vía para conseguirlo se llama proceso comitológico: si los gobiernos de la UE están de acuerdo pueden darle una aplicación provisional que puede durar cinco años, diez años o para siempre, a no ser que un gobierno pueda oponerse, como uno de Syriza o Podemos", apunta George.

Contra esta "amenaza", que la Comisión Europea se empeña en vender haciendo encaje de bolillos, agarrándose a sus propias cifras y despreciando las de estudios mucho menos optimistas, George sostiene que la mejor estrategia es explicarlo, mostrar de qué pasta está hecho el acuerdo a la ciudadanía, ponerlo a la luz para que "el tratado vampiro" "se seque y muera".

"Estoy convencida de que podemos pararlo, tengo esperanza", zanja.

 

 

 

 

 

 

 

 

 



"Antes Pedíamos que EE.UU. se Fuera de Vietnam...

Era Más Fácil que Explicar el TTIP"

...dice Susan George
por Siscu Baiges
18 Marzo 2015

del Sitio Web ElDiario
 


 

 

Susan George

 

 


Entrevista a la filósofa y politóloga,

que presenta el libro

Los Usurpadores - Cómo las Empresas Transnacionales toman el Poder.

Cómo las empresas transnacionales toman el poder:

"En el ámbito financiero, Europa es más neoliberal que Estados Unidos"

"La Comisión Europea está asustada ya.

Tenemos que conseguir que lo esté más"

 

 

Susan George vuelve a la carga en su denuncia contra una globalización que beneficia a un grupo selecto de empresas y ciudadanos.

 

Es lo que esta filósofa y politóloga llama Los usurpadores, título de su último libro, que acaba de publicar en castellano Icaria Editorial, y que lleva por subtítulo Cómo las empresas transnacionales toman el poder.

 

Ha superado los 80 años pero sigue firme en el activismo que le ha llevado a presidir el Comité de Planificación del Transnational Institute de Ámsterdam o a ser vicepresidenta de ATTAC Francia, entidades que reclaman un sistema financiero más justo.

Los usurpadores llega tras el éxito de las dos ediciones de El Informe Lugano (2001 y 2012) y Sus Crisis, Nuestras Soluciones (2010).

 

El gran objetivo por el que lucha ahora es que no se apruebe el Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversión (TTIP) que negocian la Unión Europea y los Estados Unidos.

 

A su entender, sería un nuevo triunfo de los lobbies empresariales que pretenden mover los hilos de la política saltándose los principios democráticos y los intereses de la mayoría.
 

¿Quiénes son estos usurpadores de los que habla en su libro?

Son corporaciones transnacionales, muy grandes, y quienes las ayudan, que son las compañías y las personas que les hacen de lobistas.

 

Confluyen en entidades como la Mesa Redonda Europea de Industriales, que agrupa a la mitad de los presidentes de las mayores empresas industriales y negocian con los estados siempre que quieren.

 

Hay organizaciones similares en todas partes, trabajando para un sector o para varios sectores al mismo tiempo.

 

Si vas a Bruselas, puedes hacer un Tour por todos los lobbies que hay, especializados por sectores o clientes.
 

 


Usted habla del crecimiento de una autoridad ilegítima. ¿Quién es esta autoridad?

Están tomando poder de forma ilegítima, por eso los califico de usurpadores.

 

Son corporaciones que desplazan a personas elegidas democráticamente. O que trabajan tan acopladas que no podemos ver la diferencia entre unas y otras. Corporaciones que dictan a los políticos lo que tienen que hacer.

Por ejemplo, el Pacto por la Competitividad (o Pacto del Euro) fue preparado y presentado por un alemán y un francés, presidentes de grandes corporaciones, para que lo firmara François Hollande. Y lo hizo.

 

Dos dirigentes de la Mesa Redonda Industrial Europea escribieron este pacto y, además, lo hicieron con el apoyo de técnicos de los gobiernos. Utilizaron la Comisión Europea para hacer aprobar el texto.

 

La Comisión hizo 127 reuniones para preparar el pacto, de las cuales el 93% fueron con empresarios y representantes de los lobbies de todos los sectores afectados.

 

Sólo el 7% de los consultados fueron consumidores, ecologistas, sindicalistas y representantes de la ciudadanía.
 

 


Dedica gran parte del libro a alertar sobre los peligros que conllevaría la puesta en práctica del Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversión (TTIP). ¿Por qué le preocupa tanto?

Empezaron a prepararlo hace veinte años.

 

No hay ningún problema entre las corporaciones europeas y las de los Estados Unidos. Están totalmente de acuerdo en lo que quieren. Como ciudadanos tenemos regulaciones mejores, más protectoras en Europa que en Estados Unidos, salvo en el ámbito de las finanzas.

 

A las corporaciones europeas ya les va bien acabar con las regulaciones actuales.

Por ejemplo, en la mayor parte de Europa no se puede vender comida o semillas modificadas genéticamente. Pero las corporaciones quieren hacerlo, y sin tener que explicitarlo en las etiquetas de los productos. Y también quieren practicar el fracking. O tribunales privados que diriman los litigios con los estados. Este tipo de tribunales ya han dado la razón a grandes corporaciones que han contaminado países como Ecuador.

 

Hay muchos ejemplos.

 

Uno, que aún está por resolver, es el de la empresa de servicios francesa Veolia, que ganó el contrato de eliminación de residuos de Alejandría, y que ha demandado a Egipto porque aprobó un aumento del salario mínimo que considera que la perjudica.

Por este motivo, las corporaciones quieren estos tribunales privados. Pueden tener sentido si estamos hablando de países pequeños, débiles y corruptos, pero en Estados Unidos y Europa no hay ninguna justificación posible.
 

 


Mal papel de Europa en cuanto a regulación financiera si está peor que Estados Unidos.

Sí. Las regulaciones financieras en Estados Unidos son mejores que en Europa. Tienen un poco más de control sobre los bancos, los bonus, determinadas transacciones.

 

En el ámbito financiero, Europa es más neoliberal que Estados Unidos.
 

 


De todos modos, el TTIP todavía está en fase de negociación.

Pretenden terminar las negociaciones este año.

 

En 2016 hay elecciones presidenciales en Estados Unidos y lo quieren resolver antes. Estamos progresando. Hemos conseguido un millón y medio de firmas en once países europeos contra el Tratado. Intentamos hacer una campaña oficial de recogida de firmas de acuerdo con la Unión Europea, pero se negó.

 

Continuaremos recogiendo firmas hasta octubre.

 

Confiamos en doblar las firmas que la Unión exige en una campaña de este tipo. Además, el 18 de abril se hará un Día Internacional contra el TTIP.
 

 


¿Qué podría interpretarse como una victoria en esta lucha contra el TTIP?

Que no se apruebe.

 

Que no se pongan en marcha ni los tribunales privados de arbitraje que resuelvan los litigios entre las corporaciones y los estados, ni las comisiones regulatorias que quieren poner en marcha en ámbitos como la alimentación, la salud, la educación, los salarios, leyes laborales, energía...

Estados Unidos quiere comercializar pollos tratados con productos químicos, lo que los europeos no aceptan. Si se aprueba el Tratado, pueden intentar que se acepte en los años siguientes.

 

Europa ha prohibido 1.200 tratamientos químicos mientras que Estados Unidos sólo ha prohibido 12, desde los años setenta.
 

 


Pensar que esta negociación puede ser reversible y que la Unión Europea podría convencer a Estados Unidos de adoptar regulaciones más favorables a los ciudadanos y a su salud, ¿es soñar?

Al principio, había sindicatos de Estados Unidos que lucharon para conseguir los derechos que tienen sus equivalentes europeos.

 

Allí no se reconoce el derecho a la negociación de los sindicatos y un puñado de derechos laborales. El año pasado intentaron conseguir los derechos sindicales de los europeos pero no lo consiguieron.
 

 


Así las cosas, calificar de democracia a Estados Unidos requiere hacer algunos matices.

No estoy tampoco segura de que Europa sea una democracia de verdad.

 

Los griegos votaron y no sé qué pasará ahora. El 80% de la gente apoya a Syriza tras las elecciones y para la Unión Europea parece que la democracia no cuenta.

 

Probablemente empujarán a Grecia fuera del Euro, contra la voluntad de Syriza.

La Comisión Europea no es una organización democrática, ni mucho menos. Votamos en Francia y en los Países Bajos contra la Constitución, en 2005, y pusieron el Tratado de Lisboa en su lugar, que era lo mismo.

 

Luchamos para conseguir gobiernos democráticos y el libro va en esta dirección.
 

 


¿Cómo consiguen estos usurpadores imponer su voluntad?

Tienen mucho dinero. Están muy bien organizados.

 

Tienen acceso a los políticos. Pagan mucho dinero a los lobistas. Tienen mucha presencia en los gobiernos. Tienen mucha más capacidad de influencia que ninguna ONG.

 

Están en todos los comités de expertos europeos, de todos los sectores.

François Hollande, en julio de 2012, hizo muchas promesas pero dio marcha atrás rápidamente. Jean-Claude Juncker ha hecho lo propio y ha renunciado a todas las promesas que hizo durante la campaña electoral europea.
 

 


¿Por qué lo han hecho?

No estoy en sus reuniones, pero pienso que se dejan convencer por la dialéctica del "crecimiento y trabajo".

 

Un estudio de un think tank para la Unión Europea ha calculado, en su visión más optimista, que el TTIP provocará un incremento de los ingresos en 540 euros anuales para las familias de cuatro personas y que se crearán 600.000 puestos de trabajo, en 2027.

 

Otro estudio, con un modelo diferente, calcula que, por el contrario, se perderán 600.000 puestos de trabajo, se reducirá mucho el crecimiento y Francia será la más perjudicada.

El acuerdo NAFTA, firmado por Canadá, Estados Unidos y México, en 1994, provocó la pérdida de casi 700.000 puestos de trabajo en la industria de los Estados Unidos y los pequeños agricultores mexicanos desaparecieron prácticamente.

 

Siempre hablan de "trabajo y crecimiento", pero no es verdad.
 

 


La información sobre cuestiones como esta no llega al gran público.

El papel de los periodistas es esencial.

 

En la lucha en la que estamos metidos, tenemos que utilizar la "estrategia Drácula", que significa exponer los vampiros a la luz. Si no, perderemos.

 

Podemos ganar, pero depende de tu profesión, que los periodistas sean suficientemente libres para explicar bien el TTIP. Es la razón por la que he escrito este libro.

Una investigadora hizo un estudio durante 17 meses, hasta el pasado mes de febrero, y detectó que ni la CBS, ni la ABC, ni la NBC y otra cadena televisiva nacional, habían hecho ninguna mención del TTIP.

 

Son empresas privadas y no quieren que se discuta esta cuestión.
 

 


Una cosa es la voluntad de los periodistas y otra, la de los propietarios de los medios.

Es un problema para todos. Nadie es completamente libre.

 

Bueno, yo puedo escribir lo que quiero. Ganamos en 1998 la batalla contra el MAI (Multilateral Agreement on Investment). Cuando conseguimos que apareciera en la primera página del Libération pensé que habíamos ganado. Y fue así.

 

El gobierno tuvo que escucharnos. Francia se salió y el MIA colapsó.

 

Fuimos capaces de crear suficiente conciencia en la gente. Hay esperanza. Hay un puñado de malas noticias pero podemos ganar. Depende de nosotros.
 

 


Nosotros, dicen, somos el 99%; y ellos, los ricos, los poderosos, un 1%. Entonces ¿por qué perdemos?

¿Qué parte de este 99% está realmente bien informada?

 

La política es muy complicada hoy. Cuando empecé en el activismo pedíamos que Estados Unidos se fuera de la guerra de Vietnam. Era un mensaje sencillo, claro, comprensible. Se podía no estar de acuerdo, pero todo el mundo lo entendía.

Ahora, si hablo del TTIP lo tengo que explicar bien.

 

¿Cuánta gente tiene tiempo para escuchar las explicaciones? Sobre todo si no tienen trabajo, si tienen grandes problemas en casa, si tienen que buscar los alimentos más baratos... Necesitamos movilizar a los líderes de opinión. Hay mucha gente movilizada.

 

En España, por ejemplo, Ecologistas en Acción está haciendo muy buen trabajo.
 

 


Es un combate desigual.

Naturalmente. Lo sabemos.

 

Ellos nunca se rinden. Tienen todo el dinero que necesitan. Mucha gente trabajando para ellos las 24 horas del día. Publicistas propios. Acceso a los medios cuando lo desean, en las páginas de opinión, los editoriales.

 

De todos modos, cuando se entiende el peligro que representan los lobistas y que este Tratado es perjudicial para la salud de los ciudadanos, su alimentación, su salud, la educación, la calidad del medio ambiente, el transporte... la gente dice no.
 

 


Movimientos como Syriza o Podemos ¿representan un cambio político y social en la dirección que usted considera acertada?

Estoy preocupada por Syriza.

 

He perdido dos horas de sueño esta noche pensando en un artículo para plantear preguntas del tipo:

  • ¿Está usted contento ahora, Mario Draghi, por empujar a Grecia fuera del euro?

  • ¿Está usted contenta Christine Lagarde porque el Fondo Monetario Internacional no dará dos semanas más al nuevo Gobierno para hacer frente a sus problemas económicos?

  • ¿Está usted contento señor Schäuble por mantener la presión al máximo sobre Grecia?

 


¿Hace falta algún tipo de revolución?

No, una revolución no. No hace falta ir tan lejos.

 

Tenemos que decir basta. Debemos exigir que mantengan los negocios en su sitio. Han venido preparando el TTIP durante veinte años. Hace treinta años no estaban tan bien organizados.

 

La globalización y el neoliberalismo les han permitido organizarse en todas partes. Es lo que yo llamo la clase Davos.

Nosotros no tenemos este nivel de organización y no tenemos tanto dinero como ellos, pero lo estamos haciendo mejor que hace diez años. Es lento. Pero la campaña para la recogida de firmas está funcionando muy bien, en muchos países.

 

Tenemos una coalición en Francia que reúne entre cuarenta y cincuenta organizaciones. Muchos países tienen sus propias coaliciones.
 

 


Algunos analistas dicen que los poderosos sólo aceptan los cambios que benefician a la ciudadanía cuando tienen miedo. ¿Hay alguna manera de meter el miedo en el cuerpo de los "usurpadores"?

Están asustados ya. Porque están dejando que veamos algunos de los documentos que están negociando.

 

Están recurriendo a mejorar sus relaciones públicas. Ven que estamos ofreciendo estudios que demuestran que los suyos son basura. Los socialdemócratas, que están en coalición con el partido de Angela Merkel, han mostrado su oposición a los tribunales administrativos privados.

 

Esto está subiendo muy arriba.

 

La Comisión Europea está asustada ya. Tenemos que conseguir que lo esté más.
 

 


Y si los 'usurpadores' pierden, ¿aceptarán la derrota?

No. Las transnacionales volverán. Lo hacen siempre... Será dentro de unos años. Pero para entonces yo ya estaré muerta.