CAPITULO V
LAS EXPERIENCIAS GENÉTICAS DE LOS
EXTRATERRESTRES
Aunque ello tienda a quitarle aún más credibilidad al fenómeno ovni,
es de sobra conocido que todo él tiene unas connotaciones sexuales
que cada vez se han ido haciendo más manifiestas.
En un principio no las podíamos explicar y el sólo mencionar la
sospecha de ello llenaba de indignación a los «ufólogos serios». No
se podía explicar fácilmente cómo unos seres, aparentemente tan
evolucionados, a juzgar por las máquinas en que venían, y
procedentes de lugares lejanísimos en el Universo, podían ser tan
vulgares como para rivalizar con cualquier gañán pueblerino o con
los casanovas rijosos de nuestras ciudades.
Pero con el tiempo nos
hemos ido convenciendo de que entre los alienígenas abundan los que
no hacen mucho aprecio de nuestra «moral y buenas costumbres».
La
casuística para probarlo es abundantísima, tal como en seguida
veremos. Hasta hace una década apenas si teníamos dos o tres casos
medio dudosos para probar nuestras sospechas, pero hoy tenemos ya
una infinidad, pues a los típicamente ovnísticos se han sumado otros
en los que, aun no apareciendo el ovni a primera vista, sabemos que
proceden de la misma causa y que están íntimamente relacionados con
los tripulantes de los vehículos espaciales.
En el cristianismo la virginidad de la madre de su fundador es un
dogma sagrado en torno al cual los teólogos no admiten discusión.
Pero aparte de lo extraño de esta creencia, siempre se nos había
hecho muy sospechoso el que casi todas las religiones grandes e
históricas pensasen lo mismo en cuanto al nacimiento de sus
respectivos fundadores. Hoy día, gracias al fenómeno ovni, podemos
explicarnos perfectamente por qué tantos pueblos tan dispares en el
tiempo y en el espacio creyeron una cosa tan difícil de creer.
Los cristianos creen que la doctrina de la virginidad de María es
original de su religión. Pero oigamos cómo fue la concepción y el
nacimiento de Krishna, un «hijo de Dios» o «redentor» hindú que
vivió alrededor de dos mil años antes de Cristo.
«Vivía ella (la virgen Devaki) con su comunidad de santas mujeres en
medio de la espesura del bosque, escondida de las iras de su hermano
el rey Kansa. A veces, mientras dormitaba a la sombra de un gran
árbol, se oían en el aire coros que cantaban: "Gloria a ti, Devaki.
El fluido puro emanado de la Grande Alma, coronado de luz, vendrá a
ti y las estrellas palidecerán ante su resplandor, etcétera."»
Y sigue otro texto:
«Un día Devaki cayó en un éxtasis más profundo.
Se oyó entonces una música, como un océano de arpas y de voces
divinas. De repente el cielo se abrió en abismos de luz. Miles de
seres espléndidos la miraban y en el fulgor de un rayo deslumbrante
el sol de los soles, Mahadeva, se le apareció en forma humana.
Iluminada por el espíritu del mundo, perdió el conocimiento y en el
olvido de la tierra, en una felicidad sin límites, concibió al niño
divino.»
El jefe de los anacoretas se presentó ante Devaki y le dijo:
«La
voluntad de Dios se ha cumplido. Has concebido en la pureza del
corazón y en el amor divino. Virgen y madre, te saludamos. De ti
nacerá un hijo que será el Salvador del mundo. Tu hermano Kansa te
busca para matarte con el fruto que llevas en tus entrañas. Es
necesario escapar a su persecución. Los hermanos van a guiarte a las
chozas de los pastores al pie del monte Meru... Allí darás a luz a
tu hijo divino y le llamarás Krishna el consagrado.»
Además, hijos de vírgenes fueron, según leemos en la historia,
Hércules, Sosios, Rómulo y Remo, Atis, Zoroastro, Diónisos, Perseo,
Esculapio, Buda, Pitágoras, etc., y hasta en cierto sentido el mismo
Platón.
De la virgen Marjatta leemos en el Kalevala, la epopeya
nacional finlandesa:
«Dio a luz un tierno niño, allí sobre la paja,
tumbada en el pesebre, al lado del caballo de las hermosas crines.
Lavó a su niñito, lo envolvió en pañales, lo acostó en sus rodillas
y lo meció apretándolo suavemente contra su seno.»
Y hasta leemos
que el caballo «calentaba con el aliento el lugar» (!!).
¿Podremos decir que todos estos parecidos con el nacimiento de
Cristo son una pura casualidad? Creo que sería muy ingenuo. Y
¿podremos decir que todos estos nacimientos virginales son míticos u
obedecen a un arquetipo? Sería muy fácil y esa es la explicación que
hasta ahora se le ha dado a este intrigante hecho que se ha venido
repitiendo a lo largo de la historia.
Pero a la luz de otros hechos que hoy conocemos perfectamente, creo
que podemos darle una explicación mejor. Hoy sabemos con lujo de
detalles que a los EBEs (Entidades Biológicas Extraterrestres), que
de ordinario tripulan los ovnis, les interesa mucho todo aquello que
tiene que ver con la reproducción, tanto de los humanos como de los
animales.
De éstos podemos saberlo porque a los que han aparecido muertos y
mutilados en las granjas, en muchas ocasiones les faltaban sus
órganos genitales completos que habían sido extraídos con una
precisión de cirujano sin rasgar tejido alguno. Y esto tanto en el
caso de machos como de hembras a las que habían extraído todo el
aparato reproductor sin desgarramiento de ninguna clase. De un hecho
así he sido testigo de primera mano.
Sin embargo, nos interesan más los datos referentes a los humanos.
Oiga el lector este caso sucedido en marzo de 1956 en White Missile
Range (N. México). El sargento de la fuerza aérea norteamericana
Jonathan P. Louette se encontraba en compañía del mayor William
Cunningham caminando por unas dunas en busca de artefactos que no
hubiesen hecho explosión después de unas maniobras. El sargento Louette subió a una duna y, continuando en su camino, desapareció de
la vista del mayor al descender por la pendiente opuesta.
A los
pocos instantes comenzaron a oírse gritos de terror del sargento
pidiendo ayuda.
Corrió el mayor hacia lo alto de la duna y pudo ver cómo encima de
donde estaba el sargento se balanceaba un ovni del que salían unas
largas pinzas que lo tenían atenazado. Louette se revolvía
frenéticamente y trataba con toda sus fuerzas de liberarse de
aquellos brazos mecánicos mientras lanzaba unos terribles gritos.
Pero todo fue inútil.
En segundos fue alzado y metido dentro de la
nave en forma de disco que, elevándose rapidísimamente en vertical,
se perdió en el azul intenso del cielo de Nuevo México. A los tres
días el sargento Louette apareció muerto, desnudo y mutilado a unos
16 km. de donde había sido abducido. Le faltaban los ojos y la
lengua, que había sido cuidadosamente extraída por la parte inferior
de la quijada y, además, según otro informe, le habían extraído con
sumo cuidado el esfínter anal y todo su aparato reproductor.
Cuando leí este informe confieso que me quedé perplejo, pues recordé
que a la ternera muerta por los ovnis que yo personalmente examiné
con sumo cuidado en un campo cerca del pueblo de Moca, en Puerto
Rico (ver foto adjunta abajo), le habían llevado exactamente los mismos
órganos que al sargento Louette.
Y según el misterioso «T», que
tantos y tan interesantes informes ha logrado sustraer de los
archivos secretos de la NSA en donde trabaja, él conoce entre 12 y
16 casos como el de Louette.
Hechos como éste han estado por muchos años ocultos en los archivos
supersecretos de la Fuerza Aérea norteamericana y de la NSA y CIA,
pero en la actualidad empiezan a filtrarse, porque hay gente
responsable que se da cuenta que seguir manteniendo en secreto esta
vital información es un crimen contra la humanidad. Y de este crimen
son reos los gobiernos de EE.UU. y Rusia y muy probablemente los de
Inglaterra e Israel. Pero sigamos con nuestro tema.
Como dije, hace años no sabíamos cómo explicar hechos tan extraños,
pero hoy ya tenemos muchos datos para explicarlos, aunque no seamos
capaces de llegar hasta el fondo de ellos.
Y antes de seguir adelante tenemos que dejar bien claro que entre
los seres inteligentes de otros mundos que nos visitan e interfieren
en las vidas de los hombres, hay unas enormes diferencias que se
manifiestan en la desigual manera que tienen de comportarse con
relación a nosotros.
En primer lugar, sabemos que las especies inteligentes que nos
visitan son no menos de 70, de las que alrededor de una docena
tienen un contacto más activo con nosotros, aunque no caigamos en la
cuenta de ello. De esta docena, tres o cuatro son las que en la
actualidad interfieren de una manera preocupante.
En segundo lugar, sabemos que algunas de estas especies de EBEs que
interfieren más activamente están muy interesados en el
funcionamiento de nuestros cuerpos como máquinas biológicas y
específicamente en el funcionamiento de nuestros órganos genitales y
esto por varias razones, dependiendo de los diversos tipos de
extraterrestres:
-
por pura curiosidad científica
-
por deseo de
cruzar su raza con la nuestra, para mejorar la suya o para conseguir
un híbrido superior a ambas
-
para estudiar de una manera muy
particular nuestro todavía sano sistema de reproducción y así
mejorar el de ellos, gravemente dañado por radiaciones y guerras
atómicas en sus planetas hace miles de años. (Algunos en la
actualidad sólo pueden reproducirse mediante el cloneo —y por eso
son tan parecidos unos a otros—, pero eso conlleva graves
limitaciones psicológicas.)
-
Aunque parezca horrible, y de hecho
lo sea, otros interfieren porque usan nuestras glándulas trituradas
como materia prima para obtener «material biológico» y en concreto
los llamados «glandulares». Normalmente lo obtienen del ganado
vacuno, pero no tienen inconveniente en obtenerlo de seres humanos
cuando las circunstancias los obligan
-
finalmente, otros
interfieren por puro «divertimento» o, como dice el Génesis, «les
gustan las hijas de los hombres» debido a que nuestra anatomía y
forma física es muy parecida a la de algunos de ellos
Me he detenido a especificar las diversas motivaciones que los EBEs
tienen para interferir en la vida sexual de los humanos, pero no se
crea que éste es su único interés en nuestro mundo; además de lo
sexual y genético, son muchas las otras cosas de nuestro mundo que
atraen su atención.
Para que el lector vea que este interés que les atribuimos a los
EBEs hacia nuestras prácticas y sistema de reproducción no es una
pura teoría, le brindaremos unos cuantos hechos que lo confirman.
Margarita vivía en una pequeña villa cuando una noche, estando en la
cama, «soñó», aunque de una manera muy rara, que unos individuos que
entraban por la ventana la secuestraban y la llevaban a bordo de una
nave espacial que flotaba en el aire a no mucha distancia. Allí fue
examinada por varios seres de muy baja estatura y sometida a ciertos
tratamientos sexuales.
Pasada aquella traumática experiencia, Margarita trató de olvidarla,
hasta que al cabo de algo más de un mes notó que le faltaba la
regla. Esperó todavía dos meses más, y ante la falta total del
período y ciertos síntomas muy extraños, decidió a ir a un
ginecólogo.
El doctor confirmó sus temores y le comunicó que efectivamente
estaba encinta de unos tres meses. Margarita supo entonces que su
extraño sueño no había sido tal cosa, sino una total realidad.
Afortunadamente su cintura no acusaba todavía visiblemente el
embarazo, pero comenzó a preocuparse por lo que sucedería de allí en
adelante, pues en la pequeña ciudad en que vivía las madres solteras
no eran vistas con muy buenos ojos.
Cierta noche estaba en la cama enfrascada en su preocupación y a
punto de dormirse cuando, en sus propias palabras, «vi de nuevo
aquel rayo de luz dorada que entraba por mi ventana. Inmediatamente
después me vi otra vez a bordo de aquella nave rodeada de aquellos
doctorcitos fantasmales que trabajaban en mi cuerpo. Recuerdo que
sentí una fuerte sensación en el estómago y a poco estaba de nuevo
tumbada en mi cama».
Como notase algo raro tras esta experiencia, volvió al médico, el
cual, muy extrañado, le preguntó cómo había sido el aborto, porque
la realidad era que Margarita ya no estaba en estado. Según ella
explicaba: «Creo que aquellos enanos desagradables, de caras grises,
me practicaron un aborto cuando estaba en el ovni.» «El doctor de la
familia describió "científicamente" todo el suceso como una "preñez
histérica" y dijo que probablemente yo estaba deseando tener un
marido y una familia y todo se había debido a fenónemos mentales
inconscientes. Yo le agradecí muchísimo su explicación, pero no me
la creí.»
En la ciudad de Guadalajara, en México, la esposa de un amigo mío me
contó algo muy parecido que le había sucedido a ella. Fue tal el
«shock» que le produjo el «sueño», que hasta llegó a confesarle a su
marido, con lágrimas en los ojos, que había tenido relaciones con
otros hombres, pero que no sabía cómo había sido y que le juraba que
no lo había hecho voluntariamente. Tras de aquel extraño incidente,
que se repitió, tuvo varios abortos inexplicables y me confesó que
muchas veces se quedaba mirando a la ventana de su habitación porque
tenía terror de que por ella, cuando estuviese sola, iban a
aparecerse otra vez aquellas gentes que «en sueños» se la habían
llevado y la habían violado.
Seguramente si se sometiera a una sesión de hipnosis afloraría toda
la inquietante realidad que ahora subyace reprimida debido a una
manipulación mental, en el fondo de su psique.
Isabel K. es una joven universitaria estudiante de física, que
trabajaba en un campamento de verano. Un buen día vio a poca
distancia un ovni y estuvo observándolo por un buen rato. Al día
siguiente, cuando guiaba su coche hacia el campamento, volvió a
verlo, pero en esta ocasión el ovni vino hacia ella y se puso encima
de su automóvil, acompañándola durante bastantes kilómetros.
Pocos días después,
«cuando me encontraba en mi cuartito una noche
preparándome para meterme en la cama, sentí la clara presencia de
alguien, pero no podía ver a nadie».
Muy intranquila, se echó a dormir, y a poco sintió que el colchón se
hundía como si alguien se hubiese echado al lado de ella. Se
incorporó, pero no podía ver nada extraño, hasta que notó claramente
que una mano invisible le estaba acariciando los senos. Quiso huir o
gritar, pero no logró hacer ninguna de las dos cosas.
«A partir de aquel momento de terror no puedo recordar nada más de
aquella noche. Por la mañana me desperté con la sensación de que
había sido violada mientras dormía. Y yo creo firmemente que esta
experiencia sexual está íntimamente relacionada con el ovni que vi
en días anteriores.»
Una joven recepcionista de Los Ángeles caminaba una noche por la
playa solitaria cuando se le acercó un ser de otro mundo que la
invitó a hacer el amor. Ella no se negó y dice que lo pasó muy bien
con él, a pesar de las marcas que le dejó en el cuerpo después de la
experiencia.
No sólo eso, sino que le aseguro al «ufólogo» que la entrevistó que
su amante extraterrestre se había aficionado a ella y se le
presentaba con frecuencia por las noches en su habitación. Dijo que
sus abrazos eran tan tórridos que le dejaban unas marcas redondas en
el cuerpo.
(Estas manchas redondas eran lo primero que, en los
procesos de la Inquisición, buscaban los inquisidores en el cuerpo
de las «brujas», como una señal de que éstas habían tenido trato
carnal con el demonio.)
Podría citar alrededor de una docena más de casos por el estilo que
conozco, pero terminaré con este hecho que me fue narrado en
Colombia, por los años sesenta, cuando yo todavía creía que estas
cosas eran puras habladurías de gente alucinada.
Doña Engracia me contaba que una hija suya de doce años, muy tímida
pero ya muy desarrollada, se le quejaba con frecuencia de que por la
noche querían abusar de ella cuando estaba en la cama. Ella se
resistía, pero decía que no la dejaban moverse.
Doña Engracia, con gran sentimiento, me decía que ella la zarandeaba
y casi le pegaba cuando la niña se lo contaba, amenazándola «si
seguía con aquellas tonterías» con decírselo a su padre, que de
seguro le daría una paliza.
«Pero un buen día mi pobre niña vino llorando toda ensangrentada
entre las piernas, y aquello me volvió loca. Lo guardamos en secreto
entre las dos y nos fuimos a ver al señor cura, que nos dijo que
aquello era cosa «del Maligno», que quería entrar en el cuerpo de la
niña. Le rezó unas oraciones y nos dio mucha agua bendita para que
rociásemos la cama y el cuarto.»
La niña se fue al poco tiempo para Bogotá, pero, según me dijo su
madre, nunca se había sentido bien desde entonces y seguía
quejándose de molestias durante la noche. ¡Qué lejos estaba yo de
saber todo lo que hoy sé en este tema! De haberlo sabido hubiese
hecho un esfuerzo por localizar a la joven para saber en qué había
parado todo aquello y ayudarla en lo que estuviese en mi mano.
En un ambiente católico, tradicional e inculto, los íncubos siguen
manifestándose casi de la misma manera que en la Edad Media,
mientras que en un ambiente más avanzado los «extraterrestres» o «EBEs»
ocupan su lugar, aunque en la actualidad lo hagan con una apariencia
totalmente diferente, más de acuerdo con su forma auténtica.
Y no se crea que estos hechos sólo les suceden a las mujeres. En mi
libro «La granja humana» narro muy de pasada el caso de mi amigo
Julio. Tiene en la actualidad sesenta y seis años y hace unos
treinta que viajando por la noche fue obligado en dos ocasiones
diferentes a dirigirse a una playa que está a unos cuantos
kilómetros de donde él vive. Allí fue en cierta manera forzado a
tener relaciones sexuales con una mujer de otro planeta.
En un principio él se resistió, porque tenía miedo de aquellos
individuos altos que lo rodeaban, pero parece que debido a algún
vapor que le rociaron o a unas radiaciones que influenciaron su
cerebro, el caso fue que al cabo de un rato, según él me decía,
perdió el miedo, se sintió atraído por la indudable belleza de
aquella mujer rubia desnuda que lo invitaba tendida en la arena.
Su pubis difería ligeramente del de una mujer terrestre y en
particular la parte externa de sus genitales. Esto le llamó un poco
la atención al principio y hasta lo inhibió. Pero en seguida el
ardor de la pasión venció esta dificultad y sació su deseo con ella
plenamente.
La mujer reaccionaba un tanto fríamente, y en cuanto terminaron se
levantó y se dirigió hacia el aparato discoidal que estaba allí
mismo posado en la playa, acompañada de aquellos tipos altos que en
todo momento habían estado presentes.
En este caso como en el clásico de Vilas Boas y en el que narraré a
continuación parece que lo que los EBEs pretendían era simplemente
experimentar a ver si podían lograr un cruce de las dos razas.
He aquí lo que le sucedió a Liberato Quintero Aníbal, un campesino
colombiano. No puedo precisar la fecha, pero creo que fue a
principios de la década de los 80. Hacia la media noche salió de su
casa, en pleno campo, y se dirigió a un pequeño establo en donde
tenía unos animales. De pronto vio una enorme luz que le pasó por
encima a baja altura y que se detuvo muy cerca. Se tumbó en el suelo
para esconderse y se puso a observar. La luz procedía de un aparato
largo en forma de huevo que convirtió el fresco de la noche en un
horno.
El corazón casi se le detuvo cuando vio que descendía lentamente en
vertical y que en un costado se abría una puertecilla por la que
salieron unos seres bajitos que llevaban una linterna en las manos.
Eran varios hombres y tres mujeres.
«De color blanco, caras chatas,
mejillas muy salidas, cejas bastante largas, ojos redondos y
salientes. Las mujeres tenían mucho pelo.»
Liberato contaba así su fantástica historia al periodista
Francisco
Pardo, de la revista «Vea».
«Yo no me podía mover. Aquellos hombres
y mujeres tan chiquitos me hacían sentir "terronera". Me quedé
mirándolos y de repente tuve al lado mío a dos de ellos. Intenté
salir en carrera, pero pronto fui alcanzado. Esa gentecita caminaba
con mucha más facilidad que yo o que cualquiera de ustedes. Me
cogieron de la mano, que yo creí que se me quemaba. Haciendo un
esfuerzo logré librarme por unos instantes de ellos. Para eso
utilicé mis puños y mandé al suelo a por lo menos cuatro, pero eran
demasiados y las fuerzas empezaron a faltarme.»
«De repente me pegaron en la columna vertebral y hasta ahí llegaron
mis alientos. De ahí en adelante quedé sometido a su voluntad. Perdí
el conocimiento y volví en mí después de no sé cuánto tiempo, en el
interior de un cuarto de raras luces. Me dolía mucho mi brazo
izquierdo, en donde pude ver algo así como la marca de una
inyección. Yo creo que me sacaron sangre, porque me ha dolido
muchísimo la cabeza. Cuando me desperté parecía como si me hubieran
dado "palera" tremenda. Pero mi sorpresa fue más grande cuando me di
cuenta que al lado mío había tres mujeres que me daban como masajes
en la espalda y trataban de calmar el dolor que yo sentía.»
«Cuando sentí que me acariciaban me asusté mucho, pero me sorprendí
al ver que se trataba de una mujer completamente desnuda en actitud
provocativa y dispuesta a todo. A mí me gustan mucho las mujeres
pero le juro que no sabía qué hacer en ese momento. Comencé a
mirarla. Me pareció "chévere". Tenía los senos bien paraditos y no
muy grandes. Traté de besárselos y ella no se opuso. Después de todo
fue fácil. Ella estaba desnuda y yo también. La seguí besando de los
senos hacia abajo y entonces me di cuenta de que no tenía ombligo.
Entonces me dieron ganas de estar con ella. Me coloqué a su lado. A
mí me dio mucha emoción y me le entregué por entero. Parecía
insaciable. Era muy ardiente. Tenía abundantes vellos. Piernas
cortas, por lo bajita que era, pero bien hechas para su estatura. La
piel era suavecita y las caderas "chéveres", muy "chéveres".»
«Yo no sé cuánto tiempo duré con ella, pero cuando estuve satisfecho
y traté de pararme para irme a casa, ella lo impidió. En ese momento
me sentí como un niño acorralado y con más miedo que al principio de
la aventura. La mujer a quien había poseído hacía unos segundos,
emitía unos ladridos como los perros, que eran contestados por los
otros que esperaban en otra habitación del aparato.»
«Estaba muy débil. De pronto aparecieron dos mujeres que me dieron a
beber una extraña sustancia de color amarillento con la que repuse
todas mis fuerzas.»
Relatos como éste, provenientes sobre todo de mujeres, los he oído
muchas veces. La mayoría de las ocasiones la violación sucede no a
bordo de un ovni, sino en la propia cama, y la mujer siente que es
poseída pero no ve a nadie. Esto suena a exceso de imaginación o
psicopatía, pero hoy sabemos ya que varias especies de EBEs tienen
la capacidad de volverse invisibles. Y no sólo a ellos, sino a sus
aparatos.
Por supuesto que en un ambiente espiritista, el extraño fenómeno es
atribuido a un muerto —conozco a una viuda que ha seguido teniendo,
muy a su gusto, relaciones sexuales con «su difunto»—, y en un
ambiente cristiano tal fenómeno se atribuiría a una posesión
satánica. Los psiquiatras se lo achacarían a un funcionamiento
extraviado de la mente —y puede que en bastantes casos tengan
razón—, y en otras religiones y culturas lo explican por la
intervención de alguna de sus divinidades menores.
Pero hoy ya podemos ir precisando un poco más acerca del origen de
estos modernos íncubos, porque hay testigos que los han visto bajar
de sus discos volantes antes de enfrascarse en sus aventuras
sexuales.
Algo diferente y menos respetuoso de los derechos y de la dignidad
del ser humano fue lo que le sucedió a Mel G., de Las Vegas. Un buen
día se encontró en plena ciudad con una bella pelirroja de muy baja
estatura pero de cuerpo muy bien formado. La muchacha parecía muy
fogosa y sin rodeos le dijo que le gustaría hacer el amor con él,
pero no en una habitación, sino en pleno desierto, cosa que en Las
Vegas no supone gran dificultad, ya que lo tienen rodeando por todas
partes a la ciudad.
Mel fue a su casa a buscar una buena manta, se compró provisiones
para un sabroso refrigerio a media noche tras la gozada, y salió con
su compañera hacia el desierto prometiéndose un «picnic»
inolvidable. Y así fue.
Cuando apenas había comenzado a disfrutar de los encantos de su
pequeña pelirroja, sintió encima de su espalda una ola de calor. Se
volvió y vio a unos siete metros de altura un disco que tenía una
fila de luces a su alrededor; pero lo que más lo sobresaltó fue la
presencia a su lado de dos individuos bajos, con grandes cabezas
peladas y vestidos con trajes ceñidos.
«Entre los dos me levantaron de encima del cuerpo de la muchacha.
Tenían mucha fuerza y no pude resistir. Uno de ellos puso una
especie de recipiente bajo mi pene erecto y sentí como un cosquilleo
eléctrico que hizo que eyaculase violentamente.»
«La pelirroja recogió sus vestidos, me saludó sonriente y se fue con
ellos hacia donde estaba el ovni flotando en el aire. Se pusieron
debajo de un chorro de luz vertical y por él ascendieron. El ovni se
elevó y se perdió en la noche. Y allí me quedé yo, con mi pobre
miembro desinflado, pensando en si aquello había sido real o
imaginario.»
El lector tiene todo el derecho, ante casos como éste, a dudar de la
veracidad del suceso. Pero no así ante hechos como el que en seguida
narraré, porque está muy bien documentado y fue investigado muy a
fondo nada menos que por el doctor Hynek y por el conocido psicólogo
norteamericano Doctor Leo Sprinkle.
Era la 1,15 de la madrugada del día 12 de junio de 1974, cuando
Daniel Perkins, conduciendo su propio automóvil, se dirigía a su
trabajo en las afueras de Las Vegas (Nevada). La noche estaba clara
y pudo ver en el cielo una luz azul intensa que se fue haciendo más
grande. Como le llamó mucho la atención, paró el auto y se bajó para
observar mejor. De pronto sintió un fuerte mareo y se metió de nuevo
en el coche. Pasado un rato se sintió mejor. Miró de nuevo al cielo
y vio cómo la luz se alejaba. Encendió el coche y se dispuso a
seguir para su trabajo.
A los pocos instantes comenzó a sentirse tremendamente intranquilo.
Pensaba que su mujer podía estar en peligro. Miró el reloj y se
quedó asombrado cuando vio que eran ya las seis de la mañana.
Entonces dedujo que su mareo había sido mucho más largo de lo que él
había pensado en un principio. Aturdido, decidió volver a su casa.
Allí le contó a su esposa, Charlotte, todo lo que le había pasado y
entre los dos pensaron acerca de las cuatro horas perdidas de las
que no recordaba absolutamente nada.
Tras una serie de vacilaciones, el doctor Hynek se hizo cargo del
caso y pidió la colaboración del Doctor Sprinkle, muy experto en
este tipo de investigaciones.
Hubo una primera entrevista de los Perkins con Hynek y Sprinkle en
el hotel Tropicana de Las Vegas, y en ella se acordó someterlo a una
serie de sesiones hipnóticas. La primera duró siete horas y
posteriormente hubo varias más, pero al final se logró llenar el
vacío de las cuatro horas perdidas.
Transcribo algunas frases de las largas sesiones:
«La luz se acerca y se para sobre mi auto... Descienden. Aparecen
junto a mí tres seres muy bajitos. Uno de ellos me lanza un
"spray"... el olor es terriblemente dulce... ya no puedo moverme...
me sujetan y me llevan al interior de la nave... no puedo
resistirme... me bañan en un líquido espumoso...»
«Hay una luz intensa,.. me tumban en la mesa... les pregunto qué
quieren hacer conmigo; me dicen que no me harán daño, que no tema...
que me han inmovilizado porque soy de reacciones violentas...»
La conversación del doctor Sprinkle y Danny prosigue con multitud de
detalles interesantes, pero que ahora no vienen al caso. Lo que nos
interesa es lo que sigue:
«Me dicen que van a hacer algunos cambios en mi organismo. Un ser de
aquellos que está a mi lado... se va y aparece en su lugar un rayo
de luz roja, como láser, que se dirige a mi frente, baja por mi
cuerpo y se para en mis órganos genitales... Me proyectan números y
fórmulas matemáticas de muchas clases, pero yo no entiendo nada...
Ahora puedo moverme... me dicen que van a tomar mi lugar durante
tres años, que después de este tiempo ya todo estará completo... No
sé qué quieren decir.
Dicen que me volverán a ver... yo me
resisto... no quiero... me conducen de nuevo a mi auto... me tocan
en los hombros y en los brazos... me dicen que puedo irme cuando
quiera... que van a contactar a muchas otras personas como han hecho
conmigo... se dan la vuelta y se alejan... veo elevarse la luz azul
en el cielo.»
Este fue el momento en que Danny Perkins se despertó en su auto y
vio cómo la luz azul se alejaba a toda velocidad en el espacio.
Las cosas parecieron sosegarse tras las sesiones hipnóticas y la
pareja hizo un gran esfuerzo por olvidar todo el desagradable
incidente. Supieron de otros casos similares que tanto el doctor
Hynek como Leo Sprinkle conocían, y asumieron que habían sido
testigos de un caso más de abducción.
Pero lo peor estaba todavía por venir, debido a la modificación que
los EBEs habían hecho en los genitales de Danny. A los tres años,
Charlotte cayó en estado y comenzaron a suceder cosas raras en la
casa. Entonces ya no era su marido el centro de los fenómenos, sino
la propia Charlotte. En el séptimo mes de embarazo se sintió mal y
tuvieron que llevarla rápidamente al hospital, donde dio a luz una
niña prematura que distaba mucho de ser normal.
Cuando Daniel le vio la cara a su hija recién nacida, dio un gran
grito y exclamó excitadísimo:
«¡Tiene la misma cara que ellos!»
Tuvieron que calmarlo porque estaba presa de un ataque de histeria.
Tanto antes como después del parto, los Perkins y la madre de
Charlotte sentían una extraña presencia en la casa, como si alguien
los estuviese espiando, aparte de que sucedían toda suerte de
fenómenos extraños.
La bebé nació muerta, según el dictamen del doctor John W. Grayson,
quien le practicó una detalladísima autopsia que duró cuarenta y
ocho horas, el 13 de junio de 1977. Resumiré el extensísimo informe.
La criatura pesaba dos libras y catorce onzas; los ojos, nariz y
boca apenas si estaban marcados y las orejas estaban colocadas más
abajo de su sitio normal y además deformes.
Aparte de muchas otras
peculiaridades anatómicas que por brevedad omitimos,
«en su mano
izquierda se podía ver a la altura de las falanges, una conexión por
membrana sin que el resto de la mano contuviese hueso. Los restantes
dígitos apenas si se notaban en las dos manos».
(Este detalle de las
membranas en las falanges coincide totalmente con lo que sabemos de
la autopsia practicada a otros EBEs).
A todos estos casos tendríamos que añadir el reciente de
Christa
Tilton, perfectamente investigado por Budd Hopkins autor del famoso
libro «Los intrusos». A los 10 años (en 1962) fue llevada a bordo de
un ovni, en donde le hicieron un examen físico. Muy probablemente la
«prepararon» para lo que más tarde pensaban hacer con ella.
En 1971, cuando todavía era soltera, de nuevo fue llevada a bordo
por unos «grises», y se le implantó un óvulo fertilizado.
Dos o tres meses después repitieron la visita y la trasladaron de
nuevo a una nave para extraerle el feto. Le dijeron que algo había
resultado mal. (Aunque sabiendo lo mucho que mienten, es muy posible
que lo hiciesen por los mismos motivos por los que en otras
ocasiones han retirado fetos del útero de otras mujeres).
En 1976, ya casada, pero tras un largo período sin actividad sexual
con su marido ni con ningún otro hombre, resultó que estaba en
estado. Sometida a hipnosis se halló que había sido llevada de nuevo
a una nave en donde le habían implantado otro óvulo ya fecundado con
el semen de un extraterrestre, al que ella pudo ver años más tarde.
A los nueve meses nació su hija que según ella se parece mucho a su
padre no humano.
En 1985, estando en Tucson (Arizona) en una noche en que se vieron
sobre la ciudad una gran cantidad de luces, de nuevo se vio a bordo
de un ovni en donde se limitaron a darle información. Uno de
aquellos seres, más alto que los otros, la tocó en la frente y desde
entonces Christa dice que su vida cambió radicalmente.
En 1987, cuando conducía durante la noche su coche por una carretera
solitaria fue de nuevo abducida a bordo de un ovni en donde la
volvieron a examinar físicamente. Entre otras cosas le dijeron que
su hija también había sido abducida. (Este detalle y otros que
conocemos de familias enteras, nos demuestran lo que hace tiempo
venimos diciendo: que las experiencias genéticas de ciertos
extraterrestres son también generacionales).
Christa, tras haber sufrido mucho en todos estos años pasados, es en
la actualidad una mujer mucho más centrada, gracias no solo a la
ayuda que ha tenido de varias personas inteligentes sino por haber
usado su cabeza sabiamente, aceptando lo inevitable y tratando de
buscar la parte positiva de toda su compleja experiencia.
Desgraciadamente no sucede lo mismo en otras partes del mundo y con
otros abducidos. El desconocimiento y la negación total de estos
hechos por parte de las autoridades y en concreto de los psicólogos
y psiquiatras, hace que las víctimas de estos hechos —que pese a las
apariencias se cuentan por miles— se encuentren totalmente
indefensas y carentes de todo auxilio.
La mayor parte opta por sufrir en silencio su martirio y las que
desesperadas se deciden a comunicarlo, se encuentran de ordinario
con una total incomprensión, cuando no son objeto de burla por
aquellos que deberían ayudarlas. Esto hace que en no pocas ocasiones
hayan recurrido a la extrema solución del suicidio.
Las conclusiones que de éste y de los anteriores casos se pueden
sacar son de gran trascendencia en lo que se refiere al título de
este capítulo; y por lo que podemos ver sus experiencias en torno a
los procesos reproductivos de los humanos son muy variadas,
dependiendo de lo que cada especie de EBEs pretenda con ellas.
En muchos casos lo único que buscan es obtener embriones híbridos
con los que hacer sus experiencias biológicas; esta es la razón de
los abortos que con tanta frecuencia sufren las mujeres que dicen
haber sido violadas por un extraterrestre.
Según un informe, el feto es retirado a los tres meses porque de
seguir en el vientre de su madre se produciría un aborto natural.
Tras el aborto forzado, los EBEs se encargan de su futuro desarrollo
extrauterino.
Otros fetos humanos son usados de maneras diferentes: para fabricar
glandulares, para desarrollarlos hasta convertirlos en androides de
varios tipos, para obtener de ellos material biológico necesario
para la fabricación de robots o «sintéticos», etc.
El tema es
horripilante, pero no ganamos nada con seguir ocultándolo o
ignorándolo.
Desconocemos las metas concretas de las experiencias de gran alcance
en torno al ADN que los EBEs están realizando en la actualidad en
sus laboratorios subterráneos, de los que sabemos la ubicación en
los EE.UU., con el conocimiento de las autoridades de aquel país.
Pero sí conocemos el resultado de otras experiencias suyas. En la
actualidad hay muchos niños humanos que han sido «tratados» o
«manipulados» cuando estaban en el vientre de sus madres. Son, en
cierta manera, mutantes de la especie humana. Suelen aprender a leer
solos y desarrollan cualidades físicas y sobre todo mentales
extraordinarias.
Por el contrario, otros salen muy deformes y hasta
monstruosos, como el bebé nacido en un hospital de Ponce (Puerto
Rico) en 1979, que, aparte de tener una cara velluda y horrible,
sólo quería beber sangre. Murió a las pocas horas de haber nacido
después de haber pronunciado unas palabras que aterrorizaron a las
enfermeras que lo contemplaban muertas de miedo ante su fealdad.
En mi libro «La granja humana» narro el caso de Mario. Pero allí no
hablo de cómo fue su gestación. Según lo que le ha dicho el EBE que
lo visita en su casa de Madrid, «ellos» intervinieron desde antes
del momento de la fecundación de su madre, retirando de ella un
óvulo e implantándole ciertos genes que a «ellos» les interesaba que
Mario tuviese. Posteriormente volvieron a colocar el óvulo en los
ovarios de su madre, listo ya para ser fecundado por su marido y dar
lugar a un ser completamente humano pero con ciertas mutaciones.
Esta es la razón de por qué Mario, aun teniendo rasgos familiares,
es por otro lado tan diferente de sus hermanos.
En cambio,
curiosamente, se parece al EBE que lo visita, que no pertenece a la
especie de los «grises» y es más bien alto y parecido a nosotros.
(Ver Apéndice VI, «Los extraterrestres buenos»).
Volvamos a las concepciones virginales con las que iniciamos este
capítulo. Dados sus enormes conocimientos sobre biología, a los EBEs
no se les hace nada difícil «hacer concebir a una virgen».
Pueden
hacerlo sin que ella se dé cuenta, tal como hemos visto en algunos
de los casos expuestos, y pueden hacerlo teniendo ella plena
conciencia de lo que está sucediendo, pero manteniendo todo el hecho
en un plano inmaterial y místico, haciéndole creer a la mujer casada
o a la doncella virgen que el que fecunda es un dios —tal como
sucedía en las religiones antiguas— o el «Espíritu Santo», tal como
se cree en el cristianismo.
El propósito que los EBEs tendrían en la creación de los muchos
«Hijos de Dios» con que nos encontramos en la historia, concebidos
por madres vírgenes, sería darles credibilidad tanto a ellos como a
la religión que fundasen.
Al fin y al cabo todas las religiones no
han sido otra cosa que elaboradísimas estrategias que estas
entidades han usado para mantener confusa y dividida a esta pobre
humanidad a lo largo de toda su historia.
Ternera muerta por un ovni en el pueblo de Moca (Puerto Rico) el 1
de marzo de 1975.
Le llevaron la lengua, los ojos, el esfínter anal
y todo el aparato reproductor, igual que al sargento Louette (Foto
del autor).
El doctor Allen Hynek, cuando todavía se dedicaba a decir que los
ovnis eran falsas apreciaciones de la Luna o de Venus,
tal como está
haciendo con la foto que tiene en la mano.
Los últimos rumores sobre
él son que su muerte estuvo rodeada de extrañas circunstancias.
Fue
al hospital para una intervención quirúrgica sencilla y allí lo
convencieron de que se sometiese
a una operación de mayor
importancia de la que, inexplicablemente, no salió con vida.
¿Uno
más de los «callados» por la fuerza?
Aparato visto por Christa Tilton al amanecer del 31 de marzo de 1987
a! sur de Tuba, (Oklahoma).
Lo vio aterrizar. Tenía luces brillantes
que se encendían con una secuencia. Cuanto más descendía más lentas
pulsaban las luces.
Cerca del suelo extendió tres patas y se abrió
una portezuela.
Al tocar el suelo botó suavemente como si estuviese
encima de muelles.
Estos son los incubadores y fetos vistos por
Christa Tilton a bordo
de la nave a la que fue llevada en 1987.
Recuerda que bastantes años
antes la habían llevado a una base subterránea
en donde vio el mismo
tipo de incubadores; pero no le permitieron tocarlos.
Regresar al Índice
|