Apéndice VI
EXTRATERRESTRES «BUENOS»
El lector, que ya bastante sorprendido estará con todas las cosas
que llevamos dichas en este libro, se sorprenderá una vez más con el
contenido de ese Apéndice. Pero, por otro lado, dulcificará con él
un poco la idea pesimista que, probablemente, le habrá quedado tras
la lectura de tantas cosas preocupantes.
He dudado bastante en publicar esto, porque sé que con ello me
expongo aún más al ludibrio de los «ufólogos científicos», que ya
bastantes armas tienen contra mí por todo lo hasta aquí dicho. Pero
no sería yo, si por lo que ellos pudieran decir, dejara de expresar
lo que pienso.
En repetidas ocasiones he dicho que estoy seguro de que entre las
entidades inteligentes extrahumanas — extraterrestres o no— las hay
«buenas» y las hay «malas». Es decir, las hay menos favorables y
hasta totalmente perniciosas, como es el caso de las que hemos
presentado a lo largo de todo este libro.
Pues bien, en este Apéndice quiero presentarle al lector un tipo de
entidades que, al parecer, son benévolas a la raza humana y muy
superiores en su grado de evolución espiritual a los enanos
cabezones a los que no hemos referido.
En el grabado, tomado de los cuadernos que edita en Desojo (Navarra)
la Asociación Adonai para la Fraternidad Cósmica, aparece la efigie
de «Ashtar Sheran» que, según ellos, es el jefe de una flota
extraterrestre en misión sobre la Tierra.
Confieso que, aparte de sus excelentes intenciones, tengo muchos
reparos en cuanto al enfoque que tanto los «Adonai» como los «Rama»
y otros grupos le dan a todo el fenómeno extraterrestre. Creo que lo
ven con ojos demasiado ingenuos y me parece que, en buena parte,
están siendo engañados por ciertos truhanes cósmicos que abundan
mucho más de lo que ellos creen.
En concreto, un cierto «Ashtar Sheran» se ha manifiesto en otras
ocasiones y bajo otras formas de las que tengo grandes sospechas.
Sin embargo tengo que confesar que cuando vi esta efigie, pintada de
memoria por uno de sus contactados, me extrañé mucho. El rostro del
supuesto «Ashtar Sheran» se parece mucho al rostro del joven Mario
del que hablé en el último capítulo de mi libro «La Granja Humana»
(Plaza y Janés).
Y si mi extrañeza fue grande, la de Mario fue mucho mayor, pues
cuando le enseñé el dibujo me dijo sin vacilar: «es igual que Rufo».
Para los que no saben de qué se trata, Rufo es el extraterrestre que
viene a visitar a Mario a su casa en Madrid y con el que hace años
tiene una gran amistad. Aparece de repente delante de él sin tener
necesidad de subir por la escalera ni entrar por la puerta. Para
irse, se esfuma de la misma manera que ha aparecido. Y cuando más,
se va a través de los cristales o de la pared. Confieso que si no
tuviese muchas pruebas de ello no creería nada de esto, como no creí
por bastantes años historias semejantes que leía en los libros
dedicados al fenómeno ovni.
El parecido, aunque no tan marcado, existe también con otros
«comandantes» cuyos dibujos aparecen también en los boletines de
«Adonai» y que aquí reproducimos.
El lector no iniciado en el tema de Rufo, preguntará lógicamente,
por qué Mario tiene que parecerse también a estos tipos
extraterrestres si él es un humano normal. Y la respuesta es que
Mario, al igual que miles de «humanos normales», no son todo lo
normales que parecen. Mario, como muchos «Marios» que hay en el
planeta, es fruto de una compleja y larga experiencia genética —
menos drástica que la que hacen los «grises»— realizada por razas
superiores con el propósito de hacer evolucionar paulatinamente a la
raza humana y de conseguir ciertos fines suyos que nos son
desconocidos.
En el capítulo titulado «Las experiencias genéticas de los
extraterrestres» expliqué el tratamiento a que fue sometida la madre
de Mario, para que éste fuese una especie de híbrido de seres de
fuera de la Tierra.
¿Estoy siendo yo también engañado al admitir como auténtico todo
esto? Puede ser.
Pero como he dicho, tengo muchas bases para
creerlo. Y de lo que estoy seguro es de que esto no altera en nada
mi vida porque no la pongo a girar en torno a estos hechos. Sean
ellos ciertos o no, yo trato por todos los medios de conservar mi
libertad y mi independencia. La relativa libertad e independencia
que podemos tener los mortales.
Después de los hechos increíbles a los que nos hemos asomado a lo
largo de estas páginas, ya no podemos extrañarnos de nada. Y menos
de que en la granja humana, los dueños traten en sus laboratorios de
mejorar la raza, aunque no sepamos con qué fines.
Y como final, a pesar de que soy alérgico a los sermones
ecológico-morales que nos suelen endilgar los contactados
provenientes de sus «buenos hermanos cósmicos», transcribiré aquí,
tomado también del boletín de «Adonai», un mensaje extraterrestre
con el que estoy totalmente de acuerdo:
«Para el que todavía no lo sepa, estamos entre vosotros y
observamos. Notamos la incapacidad de vuestras ciencias políticas y
económicas. Observamos sin maravillarnos (porque conocemos muy bien
la contaminación moral que os atenaza cada vez más) las notas y la
actividad secreta que empuja a los pueblos de vuestro planeta a
lanzarse los unos contra los otros para defender uno u otro patrón,
una u otra idea, unos u otros intereses, uno u otro poder económico,
etc.
Observamos también otras actividades, conocidas o desconocidas, que
empeñan recursos inmensos para fines bélicos o para ilícitos
comercios destructivos y mortales. Podríamos hacer un largo
catálogo, pero lo creemos inútil, porque también conocemos que la
pasividad de gran parte del pueblo seguirá siendo lo que es:
complicidad y «consentimiento».
Ciertamente, no nos limitamos a la sola observación y no creemos
llegado el momento de una intervención nuestra más sólida. Estamos
trabajando con una metodología que no conocéis, pero que dará
seguramente sus frutos. Vuestra situación es grave. Os lo hemos
dicho.
Nuestra ayuda llegará en el momento más oportuno.»
Ashtar Sheran.
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