El Apocalipsis de Marx
La primera Revolución Francesa en 1789, marcó el comienzo de una
larga serie de rebeliones en Francia. El nuevo Duque de Orleans,
Luis Felipe, llegó a ser la figura decorativa de una revuelta en
Julio de 1830, la cual lo colocó en el trono de Francia como
gobernante de una monarquía constitucional. Asistiéndolo estaba el
Marqués de La Fayette. Otro soporte importante de Luis Felipe fue un
hombre llamado Luis Augusto Blanqui, quien fue condecorado por el
nuevo gobernante por haber ayudado al éxito de la revolución de
1830.
Blanqui continuó siendo un activo revolucionario después de 1830 y
proveyó
significativo liderazgo a una larga cadena de rebeliones. Según
Julius Braunthal, escrito en su
libro, “Historia de la Internacional”:
“Blanqui fue el inspirador de
todas las rebeliones en París desde 1839 hasta la Comuna(*)
en 1871.”
(*) La Comuna fue un grupo revolucionario que gobernó París desde el
18 de Marzo hasta el 28 de Mayo de 1871.
Blanqui pertenecía a una red de sociedades secretas de Francia, las
cuales organizaban y planeaban las revoluciones. Casi todas aquellas
sociedades secretas eran retoños de la actividad de la Hermandad y
estaban constituidas a imagen de las organizaciones de la Hermandad.
Cada sociedad tenía una función diferente y bases ideológicas para
reclutar gente dentro de la causa revolucionaria. Aunque algunas
veces las sociedades revolucionarias difieren en materia de
ideología y táctica, aquellas tenían un objetivo en común: traer la
revolución. Muchos líderes revolucionarios participaron en varias de
esas organizaciones simultáneamente.
Uno de los grupos secretos de revolucionarios franceses más
efectivos fue la Sociedad de las Estaciones, de la cual Blanqui
compartía el liderazgo. Esta sociedad fue planificada explícitamente
para propósitos de tramar y llevar a cabo conspiraciones políticas.
Una de las organizaciones aliadas a la Sociedad era la “Liga de los
Justos”. La Liga fue fundada en 1836 como una sociedad secreta y
ayudó a Blanqui y a la Sociedad de las Estaciones al menos en una
revuelta: el levantamiento de Mayo de 1839.
Pocos años después de
este levantamiento, a la Liga se le unió un hombre que más tarde
llegó a ser el más famoso portavoz revolucionario:
Karl Marx.
Karl Marx fue un alemán que vivió desde 1813 hasta 1883. Muchos lo
consideran el fundador del Comunismo moderno. Sus escritos,
especialmente el Manifiesto Comunista, son de una importante piedra
fundamental de la ideología comunista. Sin embargo, como algunos
historiadores han afirmado, Karl Marx no originó todas sus ideas. El
actuó por algún tiempo como un portavoz para una organización
política radical a la cual pertenecía. Fue durante su militancia en
la Liga de los Justos que Marx escribió el Manifiesto Comunista con
su amigo Federico Engels.
Aunque el Manifiesto contiene muchas ideas
propias de Marx, su verdadero logro fue poner en forma coherente la
ideología comunista, la cual ya estaba inspirando a las sociedades
secretas de Francia para la rebelión.
Debido a su intelecto, Marx ganó considerable poder dentro de la
Liga de los Justos y su influencia causó unos pocos cambios dentro
de esta organización. A Marx no le gustaba el carácter conspirativo
romántico de la red de sociedades secretas al cual pertenecía y
logró eliminar algunos de esos rasgos dentro de la Liga. En 1847, el
nombre de la Liga fue cambiado por el de “Liga Comunista”. Asociado
con la Liga Comunista estaban varias organizaciones de trabajadores
tales como: la Sociedad Alemana de los Trabajadores Educacionales GWES. Marx fundó una rama de la GWES en Bruselas, Bélgica.
En este punto, podemos ver la extraordinaria ironía en esos
acontecimientos. La misma red de las organizaciones de la Hermandad
que nos dieron a los Estados Unidos y otros países capitalistas por
medio de la revolución, ahora estaban activamente creando la
ideología que se oponía a estos países: la ideología comunista. Es
crucial que este punto se comprenda: ambos lados de la lucha
moderna, —comunistas versus capitalistas—, fue creada por la misma
gente en la misma red de organizaciones secretas de la Hermandad.
Este hecho vital es casi siempre pasado por alto en los libros de
historia. Dentro de un corto período de cien años, la red de la
Hermandad ha dado al mundo dos filosofías opuestas que proveen la
entera fundación para la llamada “guerra fría”: un conflicto que ha
durado cerca de medio siglo.
Considerando la afiliación de Karl Marx a la red de la Hermandad, no
provocaría sorpresa que la filosofía de Marx siguiese el patrón
básico de la religión Custodia. El marxismo es altamente
apocalíptico. Habla de una Batalla Final, credo envolviendo fuerzas
del bien y del mal, seguida por una utopía en la Tierra. La
diferencia primordial es que Marx moldeó dentro de una estructura
no-religiosa y trató de hacer que esta sonase como una ciencia
social en vez de una religión. En el esquema de Marx, las fuerzas
del bien están representadas por las clases trabajadoras oprimidas,
y el mal, por la clase propietaria.
El conflicto violento entre las
dos clases es descrito como natural, inevitable y últimamente sano,
debido a que tal conflicto eventualmente resultará en el surgimiento
de una utopía en la Tierra. La idea de Marx de la inevitable lucha
de clases refleja la creencia del Calvinismo de que el conflicto
sobre la Tierra es sano, porque significa que las fuerzas del bien
están activamente combatiendo al servidor del mal.
Marx trató de hacer de su idea del “inevitable conflicto” que sonara
científicamente
apropiándola a un concepto conocido como “la dialéctica”. La
dialéctica fue una noción
adoptada por otro filósofo alemán llamado Hegel (1770-1831). La idea
de Hegel de la
dialéctica puede explicarse de esta forma: de una tesis (una idea o
concepto) y una anti-tesis (opinión opuesta o contraria), uno puede
concluir o derivar una síntesis, es decir: una nueva idea o concepto
diferente a los dos primeros aunque es un producto de ellos.
Marx
tomó esta idea aparentemente científica y la incorporó a su teoría
de la historia social. En el modelo comunista del “materialismo
dialéctico”, social, económico y político surgieron los cambios del
choque de las oposiciones contradictorias y frecuentemente
violentas. En esta forma, las interminables guerras de la historia y
la incesante colección de facciones opuestas sobre la Tierra dicen
ser una parte natural de la existencia por la cual deben ocurrir
todos los cambios sociales. Esto hace parecer deseable, el
interminable conflicto social, y esta es precisamente la ilusión que
Marx trató de trasmitir en su teoría de la lucha de clases.
La visión comunista de la utopía es curiosa, pero significativa.
Cada individuo es un trabajador igual a los demás. Nadie posee nada,
pero cada uno en el conjunto posee todo; cada quien tiene todo lo
necesario pero no necesariamente todo lo que desea; pero antes de
que esta utopía se realice, todos tienen que vivir en una dictadura.
¡Caramba! Esta extraña visión de la utopía parece claramente
diseñada para mantener a la humanidad como una raza de trabajo y
para estimular a los humanos a que acepten condiciones de represión
social como la dictadura.
Durante la vida de Marx, el conocimiento espiritual estuvo sometido
a un estado de deterioro severo. La “salvación rápida” de los
Protestantes y los embarazosos rituales practicados por casi todas
las religiones, estaban comprensiblemente dirigiendo a mucha gente
racional fuera de la religión en su conjunto. No es sorprendente que
la validez de toda realidad espiritual comience a ser cuestionada.
Este cuestionamiento conduce mucha gente a inclinarse a un enfoque
estrictamente materialista de la vida; y Marx proporciona una
filosofía para que mucha de aquella gente diera un paso en este
sentido. Aunque Marx conocía la existencia de la realidad
espiritual, erróneamente estableció que la realidad espiritual era
totalmente un producto de fenómenos físicos y materiales. En esta
forma, las enseñanzas de Marx ayudaron a promover el objetivo
Custodio expresado en el Libro del Mormón y en las tabletas
primitivas de Sumeria, el cual es: causar una unión permanente entre
el ser espiritual y cuerpos humanos.
Los escritos de Marx dan
aceptación a esta unión “científica”, sugiriendo que el espíritu y
la materia no se pueden separar en absoluto. La filosofía marxista
añade que la realidad “sobrenatural”, (por ejemplo, la realidad
existente fuera de los límites del universo material), no es
posible. La utopía de Marx por lo tanto, equivale a un Edén Bíblico:
un paraíso materialista en el cual todo el mundo es un trabajador
sin rumbo hacia la libertad y el conocimiento espiritual; en otras
palabras, una mimada prisión espiritual.
En la misma era en que el comunismo se estaba configurando como un
movimiento organizado, la práctica bancaria estaba experimentando un
desarrollo importante. A finales del siglo XIX, el nuevo sistema de
papel moneda inflacionario ya era la norma establecida a través del
mundo. Este sistema monetario todavía no estaba adecuadamente
organizado a escala internacional, sin embargo, éste era el próximo
paso, o sea: crear una red permanente de banco centrales por todo el
mundo que estarían coordinados desde una simple localización fija.
Un especialista que escribió sobre este desarrollo, fue el finado
Dr. Carroll Quigley, profesor de Harward, Princeton y en la Escuela
de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown. El libro de
Dr. Quigley: “Tragedia y Esperanza: una historia del mundo de
nuestro tiempo”, logró gran fama porque fue usado por algunos
miembros de la Sociedad John Birth, para probar sus ideas de
“conspiración comunista”.
Poniendo a un lado esta notoriedad, encontramos que el libro del Dr.
Quigley es exhaustivamente investigativo y de muy valiosa lectura.
El Dr. Quigley no era un “conspirador aficionado” sino un profesor
altamente respetado con credenciales académicas excepcionales. El
libro del Dr. Quigley describe con gran detalle, el desarrollo y
funcionamiento de la comunidad bancaria internacional para el
establecimiento del sistema de papel moneda inflacionario a través
del mundo.
Demos una breve mirada a lo que el Dr. Quigley nos tiene
que decir.
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El Dinero Sucio se hace Internacional
En su libro “Tragedia y Esperanza”, el Dr. Quigley divide la
historia del “capitalismo” en varias etapas. La tercera etapa, la
cual abarca el período comprendido entre los años 1850 y 1931, la
define el Dr. Quigley como la etapa del Capitalismo Financiero, y
afirma:
“Esta tercera etapa del capitalismo es de un abrumante significado
para la historia del siglo
XX, donde sus influencias y ramificaciones han sido tan
subterráneas, y porque no,
ocultas, que podemos ser excusados si le dedicamos considerable
atención a su organización
y métodos. Esencialmente, lo que éste hizo fue tomar los viejos
métodos desorganizados y
locales para manejar el dinero y el crédito, y organizarlos en un
sistema integrado, sobre
una base internacional, el cual trabajó con increíble y bien
lubricada facilidad por muchas
décadas.”
El Dr. Quigley describe el intento global del nuevo sistema
integrado:
“….el poder del capitalismo financiero tiene otro objetivo de largo
alcance, nada menos que
crear un sistema mundial de control financiero en manos privadas,
capaz de dominar el
sistema político de cada país y a la economía del mundo en su
totalidad. Este sistema fue
hecho para ser controlado de una manera feudal por los bancos
centrales del mundo
actuando en concierto, mediante acuerdos secretos realizados en
reuniones y conferencias
privadas. El ápice de este sistema estaría en el Banco para las
Colocaciones Internacionales, -
Bank for International Setlements -, con sede en Basilea, Suiza; un
banco privado perteneciente y controlado por los bancos centrales
del mundo, que a su vez son corporaciones privadas. Cada banco
central…busca manejar el intercambio exterior (cambio extranjero)
para influenciar el nivel de la actividad económica en el país e
influenciar la cooperación política mediante subsiguiente recompensa
económica en el mundo de los negocios”.
En el mundo de habla inglesa, los recién organizados bancos
centrales ejercieron influencia política significativa a través de
una organización que patrocinaban conocida como la Mesa Redonda.
Esta organización era para reunir un equipo de expertos o “Think
Tank” (Gabinete Estratégico, reunión de expertos), quienes se
ocupaban de afectar las acciones de la política exterior de los
gobiernos.
La Mesa Redonda fue fundada por un inglés llamado Cecil Rhodes,
(1853-1902). Rhodes
había creado una vasta operación minera de oro y diamante en Sur
África y en las naciones
Áfricanas que llevaban su nombre: Rodhesia del Norte y Rodhesia del
Sur, hoy Zambia y
Zimbabwe respectivamente. Rhodes, quien había sido educado en
Oxford, hizo lo máximo para explotar, como cualquier inglés, los
recursos minerales de África y hacer del Sur del
Continente Africano una parte vital del Imperio Británico.
Rhodes era más que un hombre dirigido a construir una fortuna
personal. El fue muy dedicado con el mundo y hacia dónde se dirigía
éste; muy especialmente con respecto a las guerras. Aunque vivió
casi un siglo atrás, visualizó un día cuando las armas de la gran
destrucción podrían arrasar con la civilización humana. Aunque vivió
casi cien antes, sus pronósticos le inspiraron a canalizar su
considerable talento y fortuna personal en la construcción de un
sistema político mundial bajo el cual fuera imposible que una guerra
de tal magnitud pudiese ocurrir.
Rhodes intentó crear un sólo
gobierno mundial dirigido por los británicos. El gobierno mundial
sería lo suficientemente fuerte para sofocar cualquier acción de
cualquier tipo de gente. Rhodes también quería unificar a la gente
haciendo del inglés el lenguaje universal. El pensó disminuir el
nacionalismo e incrementar la conciencia entre la gente, de que
ellos forman parte de una gran comunidad humana. Fue con estas metas
en mente, que
Rhodes estableció la Mesa Redonda. En su última
voluntad, Rhodes también creaba la famosa Beca Rhodes, un programa
todavía en operación hoy. El programa de becas Rhodes está diseñado
para promover el sentimiento de ciudadanía universal basado en las
tradiciones anglo-sajonas.
El corazón de Rhodes estaba claramente en el camino correcto. Si lo
hubiese logrado, habría reparado muchos de los efectos dañinos
descritos en la Torre de Babel donde se dividió a la gente en grupos
de diferentes lenguajes. Promoviendo una ciudadanía de carácter
universal se contribuía a superar los tipos de nacionalismo que
ayudan a generar guerras. Sin embargo, algo estaba errado.
Rhodes
cometió el mismo error de muchos otros humanitaristas anteriores a
él: pensó que cumpliría sus metas utilizando los canales de la red
corrupta de la Hermandad.
Finalmente, Rhodes terminó creando
instituciones que muy pronto cayeron en las manos de aquellos que
usarían estas mismas instituciones para oprimir a la raza humana. La
Mesa Redonda no sólo fracasó en hacer lo que Rhodes había intentado
sino que sus miembros ayudaron más adelante a crear dos de las más
odiosas instituciones del siglo XX: el campo de concentración, y
justo, la cosa a la que Rhodes había dedicado su vida a prevenir: la
construcción de la bomba atómica.
La idea de Rhodes para la Mesa Redonda había empezado en sus
tempranos veinte años. Ya a los 24 años, mientras era un estudiante
en Oxford, Rhodes escribió su segundo testamento, en el cual
describía sus planes para el legado de sus bienes:
“.. establecimiento, promoción y desarrollo de una sociedad secreta,
verdadero propósito y
objeto por el cual se extendería el gobierno a través del mundo....
y finalmente la fundación
de un poder tan grande que en lo adelante hiciera las guerras
imposibles y promoviera los mejores intereses de la humanidad”.
La sociedad secreta de Rhodes, la Mesa Redonda, al fin nació en
1891. Fue creada según el modelo de la francmasonería; con sus
círculos internos y externos. El círculo interno de Rhodes fue
llamado el Círculos de los Iniciados; y el círculo externo,
la
Asociación de Auxiliares. El nombre de la organización, la Mesa
Redonda, era una alusión al Rey Arturo y su legendaria mesa redonda.
Por extensión, todos los miembros de la Mesa Redonda eran
“caballeros”.
Era inevitable que el éxito de Rhodes y su influencia política
pusiera en contacto otras “personas poderosas e influyentes” de la
sociedad inglesa. Por supuesto, entre ellos estaban los más grandes
financieros británicos. Uno de los principales soportes de Rhodes
fue el banquero inglés Lord Rothschild, quien figuraba en la lista
como uno de los miembros propuesto para el Círculo de Iniciados de
la Mesa Redonda. Otro de los asociados de Rhodes fue el influyente
banquero inglés: Alfred Milner.
Después de la muerte de Rhodes en 1902, la Mesa Redonda ganó un
creciente apoyo de la comunidad bancaria internacional. Esta vio en
la Mesa Redonda una manera de ejercer su influencia sobre los
gobiernos de la Comunidad Británica y en otras partes.
En los
Estados Unidos, por ejemplo, según el Dr. Quigley:
“La principal columna vertebral de esta organización, la Mesa
Redonda, creció desde la ya
existente corporación financiera gobernada por el Morgan Bank en New
York, hasta un
grupo financiero internacional dirigido por los Lazard Brothers.”
Desde 1925 en adelante, las mayores contribuciones para la Mesa
Redonda llegaban de personalidades financieras muy ricas,
fundaciones y compañías asociadas a la fraternidad bancaria
internacional. Se incluyen: el Carnegie United Kingdon Trust,
organización ésta asociada a J. P. Morgan y las familias Rockefeller
y Whitney.
Después de la Primera Guerra Mundial, la Mesa Redonda experimentó un
período de expansión durante el cual fueron creados muchos
sub-grupos. El hombre responsable por el reclutamiento y arranque de
muchos de los sub-grupos fue Lionel Curtis. En Inglaterra y en cada
dominio británico, Curtis estableció un capítulo local, (en palabras
de Curtis, “un grupo de choque”), de la Mesa Redonda, llamado el
Instituto Real de Asuntos Internacionales (Royal Institute of
International Affairs). En los Estados Unidos, el “grupo de choque”
de la Mesa Redonda fue denominado: el Consejo de Relaciones
Exteriores, (Council on Foreing Relations - CFR).
Muchos norteamericanos de hoy están familiarizados con el Consejo de
Relaciones
Exteriores y su sede en New York. El CFR se conoce como un proveedor
de cerebros (think
tank) del cual sale una gran cantidad de empleados públicos que
ocupan altos cargos a nivel federal. Bajo la administración de
Ronald Reagan por ejemplo, más de setenta de los miembros de su
administración pertenecían al Consejo, incluyendo varios miembros
del alto gabinete. El CFR ha dominado pasadas administraciones
presidenciales también y dominó la administración de George Bush
(1989-1993).
El presidente del CFR por muchos años ha sido el
banquero
David Rockefeller, antiguo presidente del Chase Manhattan
Bank. Otro ejecutivo del Chase presidió el CFR antes que él. La
advertencia de Thomas Jefferson se ha tornado verdadera. La
fraternidad bancaria norteamericana ha ejercido una fuerte
influencia sobre la política norteamericana, notoriamente en la
política exterior; y es el Consejo de Relaciones Exteriores el canal
a través del cual se hace esto. Desafortunadamente, esta influencia
ha contribuido a preservar la inflación, las deudas y las guerras,
como status quo o estado de las cosas existentes.
Cuando Cecil Rhodes estaba vivo ganó un considerable poder en Sur
África donde sirvió por algunos años como su Gobernador Colonial.
Poseía una efectiva y única forma de delegar el poder. Según uno de
sus amigos íntimos, el Dr. Jameson, Rhodes daba una enorme autonomía
a sus hombres de confianza. El Dr. Jameson escribió una vez:
“… Mr. Rhodes deja la decisión (lo que hay que hacer en una
situación) al hombre
encargado en el sitio, a quien supone que es el mejor juez de las
condiciones. Esta es la
forma de ser de Mr. Rhodes. Es un placer trabajar con un hombre de
su inmensa habilidad,
y doble placer cuando te encuentras que en la ejecución de sus
planes, lo deja todo a ti;
aunque no hay duda que en última instancia de los negocios de
Transvaal se ha
perjudicado por este sistema, todavía a largo plazo, el sistema
funciona. Al mismo tiempo
que logra el objetivo que tiene a la vista, no se distrae en cuidar
los medios y métodos que
tú empleas. El deja al hombre consigo mismo y esto explica el porqué
obtiene de sus
hombres el mejor de los trabajos que ellos son capaces de hacer”.
Este puede ser un estilo efectivo de liderazgo, excepto cuando los
medios usados para lograr un fin, crean sus propios problemas.
Algunos de los métodos usados por los hombres de Rhodes hicieron más
daño a largo plazo, que bien de inmediato. En Sur África por
ejemplo, una lucha entre los colonos holandeses (los “Boers”) y los
ingleses, desembocó en la Guerra de los Boers. Durante este
conflicto, uno de los oficiales británicos bajo el mando de Rhodes,
Lord Kitchener, fundó campos de concentración para encerrar a los
Boers capturados.
Los campos fueron decretados por Kitchener el 27
de Diciembre de 1900 y en 46 campos fueron recluidos eventualmente
más de 117.000 prisioneros Boers. Las condiciones de reclusión eran
tan inhumanas que se estimó que murieron entre 18.000 y 26.000
prisioneros afectados principalmente por enfermedades. Esta fue una
gran cantidad de crímenes masivos. Hoy asociamos los campos de
concentración con la Alemania nazi y la Rusia comunista, pero
realmente su uso en el siglo XX comenzó con los ingleses bajo la
autoridad de Lord Kitchener.
Quizás la más grande ironía en la historia de la Mesa Redonda fue el
papel de esta
organización en la creación de la bomba atómica. Después de la
muerte de Rhodes, los grupos
de la Mesa Redonda se dedicaron a establecer otras organizaciones.
Una de ellas fue el Instituto para Estudios Avanzados (Institute for
Advanced Study – IAS) localizado en Princestown, New Jersey. El IAS
frecuentemente ayudaba a los científicos que estaban desarrollando
la primera bomba atómica para los Estados Unidos. Los miembros del
Instituto incluían a Robert Oppenheimer, quien ha sido apodado el
“Padre de la Bomba A”, y Alberto Einstein, para quien el Instituto
fue como su hogar.
Como vemos, el mundo estaba experimentando desarrollos muy
importantes cuando entraba el siglo XX. El Banco Central se estaba
organizando en una red internacional. Los banqueros ganaban más
influencia en las relaciones exteriores de Gran Bretaña y los
Estados Unidos de América por medio de grupos como la Mesa Redonda y
el Consejo de Relaciones Exteriores. Entretanto, el movimiento
comunista estaba ganando un incremento considerable en Europa. Este
momentum dio su fruto en 1917 cuando los revolucionarios comunistas
establecieron su “primera revolución del proletariado” en Rusia.
Una vez más el mundo se ponía en camino de la utopía bíblica.
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El Paraíso de los Trabajadores
Para mucha gente aún viva, el período desde 1914 hasta la mitad de
los 30’s fue la realización de la auténtica profecía apocalíptica.
Esos años dan testimonio de una devastadora guerra mundial, una
repentina epidemia de influenza a nivel mundial en la cual murieron
diez millones de personas en un corto período de tiempo y un colapso
financiero internacional, marcado en Alemania por una hiperinflación
de su moneda.
También sucedieron repentinos cambios meteorológicos. Extensas áreas
de los Estados Unidos se convirtieron en cuencos de polvo áridos.
Esto trajo la destrucción de cultivos a gran escala y la pérdida de
muchas granjas familiares por embargos y remates hipotecarios. Este
fue un período en el cual se publicaron noticias de “bolas de fuego”
espectaculares con creciente frecuencia en el New York Time. Algunas
“bolas de fuego” parecían traer consigo violentas tempestades,
terremotos y otros desastres naturales. Nuevos Mesías estaban
apareciendo por todo el mundo. Con seguridad, muchos creían que Dios
estaba anunciando el Día del Juicio.
El comienzo del siglo XX presenció muchos cambios en Alemania. Los
principados autónomos estaban fundiéndose en una sola nación:
Alemania. Dirigiendo este esfuerzo de unificación estaba la dinastía
prusiana de los Hohenzollern, la cual también estaba en un proceso
de forjar una enorme maquinaria alemana de guerra. Esta maquinaria
estaba comandada por el Kaiser Guillermo, un Hohenzollern que ayudó
a sumergir a Europa en la Primera Guerra Mundial.
Detrás de la militarización alemana estaba la red de la Hermandad.
Al principio de la
primera década del siglo XX, una serie de organizaciones místicas
alemanas estaban
adoptando una curiosa mezcla de ideas arias acerca de una raza pura
y conceptos místicos
referentes a las futuras glorias alemanas. De esta mezcolanza
resultó la noción de una raza
pura alemana. Uno de los más prominentes escritores en este género
fue Houston Steward
Chamberlain, un inglés educado en París y tutorado por un prusiano
cuando joven.
Su obra
más importante Die Grundlagen des Neunzehnten Jahr Hunderts (La
Fundación del Siglo
XIX) fue publicada en el año 1899. En este trabajo, Chamberlain
alababa las glorias del
“germanismo” y anunciaba que Alemania era la nación mejor dotada
para llevar a cabo un
“nuevo orden” en Europa. Indicaba que los alemanes pertenecían al
Grupo de los Pueblos
Arios de Occidente y por lo tanto eran racialmente superiores a
todos los demás. De
Alemania emergería una nueva raza de “superhombres”, decía Chamberlain.
También creía
en la eugenesia, —el mejoramiento de la raza humana por cuidadosa
escogencia de sus
padres naturales —, y proclamó que todos los Arios alemanes tenían
una tarea de engendrar
la super-raza con su semilla aria. Tampoco dudó en expresar su
anti-semitismo. Afirmaba que
los judíos habían introducido una influencia extraña en Europa con
la cual degradaban todas las culturas en las que eran asimilados.
El Emperador (Kaiser) Guillermo de Alemania y muchos miembros del
Cuerpo de Oficiales de Alemania estaban profundamente inspirados por
los escritos de Chamberlain. El Kaiser lo invitó a la corte real y
según se informó, agradeció supuestamente a Chamberlain con estas
palabras: “Fue Dios quien envió tu libro al pueblo alemán y a tí
personalmente a mí”. Chamberlain permaneció como huésped del
Emperador en el Palacio de Postdam donde llegó a ser un mentor
espiritual para el Kaiser. Las ideas místicas abrazadas por
Chamberlain hicieron mucho para empujar al Kaiser y a otros líderes
alemanes dentro de la megalomanía que causó la Primera Guerra
Mundial.
Propiamente la I Guerra Mundial fue desencadenada por el asesinato
del Archiduque austriaco Franz Ferdinand, (Francisco Fernando),
presunto heredero del trono de Austria. El y su esposa, la Duquesa
Sofía, fueron abaleados el 28 de Junio de 1914 en Sarajevo por
asesinos serbios pertenecientes a una sociedad secreta oculta
llamada la Mano Negra. Una reacción política en cadena siguió al
asesinato, y la I Guerra Mundial fue declarada cuando el Jefe del
Estado Mayor alemán, General Helmuth von Moltke, él mismo, un
místico, aunque para algunos relatos, sólo un fanático como el Kaiser acerca del destino alemán, ordenó la movilización militar
total, seguida por una invasión a Francia el 1 de Agosto de 1914.
Los miembros de la red mística, una vez más, habían comenzado una
guerra brutal y sin sentido.
Hay otra historia de la I Guerra Mundial bastante admitida y que
trata del cuento de una extraña tregua. Este cuento fue relatado en
la revista “Parade” por el equipo de escritores de Irving Wallace,
—David Wallichinsky y Amy Wallace en su columna “Significado”. He
aquí la historia escrita por ellos:
“En medio de los horrores de la I Guerra Mundial sucedió una sola
tregua por unas pocas horas cuando los enemigos se comportaron como
hermanos.
En la Navidad de 1914 había quietud en todo el Frente Occidental de
Francia; desde el
Canal de la Mancha hasta los Alpes Suizos. Las trincheras estaban a
80 Km., de París. La
guerra tenía apenas cinco meses de haber comenzado y ya habían
aproximadamente
800.000 hombres entre heridos y muertos. Cada soldado se preguntaba
si el Día de Navidad traería otro ciclo de fuego y muerte. Pero
sucedió algo: los soldados británicos elevaron sus pancartas de
“Feliz Navidad” y pronto se oyeron villancicos desde las trincheras
alemanas y británicas simultáneamente.
Amaneció la Navidad con soldados dejando sus trincheras y oficiales
tratando
inútilmente de parar a sus tropas de reunirse con el enemigo en
medio de la tierra de nadie
para cantar y conversar. Intercambiaron pequeños regalos, la mayoría
golosinas y
cigarrillos, pasaron el Día de Navidad pacíficamente a lo largo de
los kilómetros del frente
de batalla. En un sitio, los británicos jugaron al football con los
alemanes, quienes ganaron
el partido 3 x 2.
En algunos lugares, la tregua espontánea continuó el día siguiente,
ningún lado deseando
disparar el primer tiro. Finalmente la guerra se reinició al llegar
tropas frescas y cuando el
alto mando de ambos ejércitos ordenó que cualquier “entendimiento
informal” con el enemigo sería castigado como traición”.
Lo relatado aquí es otro de aquellos pequeños pero significativos
episodios que revelan a los seres humanos aparentemente no
inclinados por naturaleza a la guerra. Dadle la oportunidad y ellos
depondrán sus armas y se comprometerán en propósitos más alegres y
constructivos. Lo que causaba que esos soldados volvieran a combatir
era las presiones de una estructura social artificial surgida de
muchos de los factores descritos en este libro.
Uno de los más grandes acontecimientos de la Primera Guerra Mundial
fue la Revolución Bolchevique en Rusia el año 1917. Esta fue la
revolución que convirtió a Rusia en la nación comunista que
conocimos en la mayor parte del siglo XX. La revolución ocurrió un
año antes del fin de la Primera Guerra Mundial. Fue dirigida en gran
parte por Vladimir Ilych Ulyanov, quien fue mejor conocido por su
nombre de código: Lenin.
En el tiempo de la revolución, Rusia era una nación enemiga de
Alemania. La ferocidad de la Primera Guerra Mundial había despertado
en el pueblo ruso un fuerte sentimiento anti-alemán. Los opositores
al Bolchevismo fueron hábiles para usar este sentimiento contra los
bolcheviques acusando a Lenin de ser un agente alemán. En algún
grado, esta acusación era verdad.
Sir Winston Churchill, primer
ministro de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial,
escribió:
“Ellos, (los alemanes), transportaron a Lenin en un tren
blindado, como el bacilo de una plaga, desde Suiza hasta Rusia”.
Churchill se refería al tren en el cual Lenin y su entorno, viajó
desde su cuartel revolucionario en Suiza a través de Alemania hasta
Rusia con el fin de ponerse al frente de la revolución que recién
había estallado. La Alemania militar garantizó la seguridad del tren
de Lenin mientras atravesaba el país alemán, pero no le permitió a
Lenin y a sus acompañantes bajar del tren mientras permaneciera en
suelo germano.
En la primera parada del tren en territorio alemán
después de cruzar la frontera Suiza, este fue abordado por dos
oficiales alemanes que proporcionaron una escolta silenciosa para el
partido revolucionario. Los oficiales tenían instrucciones
personales del Jefe del Estado Mayor del 8° Ejército Alemán del
Frente Oriental, General Erich Ludendorff, quien más tarde llegó a
ser una de las figuras más poderosas de la política alemana y contó
con un prominente apoyo de Adolfo Hitler.
Michael Pearson, autor de un excelente libro titulado: “El tren
sellado”, presenta la
evidencia de cómo los alemanes continuaron apoyando a los
bolcheviques aún después que
la revolución había terminado. El militarismo alemán quería estar
seguro de que los
bolcheviques eran capaces de mantenerse en el poder de Rusia. De
acuerdo a los archivos de la Cancillería alemana, liberados del
secreto después de la Segunda Guerra Mundial, esa Cancillería colocó
el 5 de Febrero de 1918 a favor de Rusia un total de 40.580.997 DM
(Marcos Alemanes), para “asuntos especiales” y “propaganda rusa”. La
mayor parte de este dinero se cree que fue enviado directamente al
nuevo régimen comunista.
De acuerdo a los mismos documentos,
15.000.000 de DM (Marcos Alemanes) fueron librados a Rusia por la
Tesorería Alemana justo el día siguiente que Lenin asumió
oficialmente el poder en Noviembre de 1917. En un telegrama enviado
el 3 de Diciembre del mismo año por Ricjard von Kuhlman, Secretario
de la Cancillería, dice:
“…no es hasta que los bolcheviques hayan recibido de nosotros un
flujo estable de fondos a
través de varios canales, que ellos estarán en posición de construir
su principal órgano
Pravda, para conducir una enérgica propaganda y extender
apreciablemente la original y
estrecha base de su partido.”
Tres meses más tarde, otro telegrama enviado por Von Kuhlman
revelaba que,
“… el movimiento bolchevique nunca hubiera alcanzado la escala o
influencia que tiene hoy
sin nuestra continua ayuda”.
Indudablemente, Lenin negó la acusación de haber recibido alguna
ayuda de Alemania. Siendo Alemania enemiga de Rusia, Lenin hubiera
sido considerado un traidor a la patria rusa. Después de todo: ¿Por
qué los capitalistas alemanes ayudaban a los comunistas?
El opresivo
Zar ruso ya había abdicado antes de la revolución y el Gobierno
Provisional colocado en su lugar fue una forma republicana de
gobierno al estilo Estados Unidos.
Mucha gente cree que Alemania ayudó a Lenin a derrocar el gobierno
provisional con el objeto de terminar con el compromiso ruso de
participar contra Alemania en la Primera Guerra Mundial. Los
militares alemanes no querían otra cosa que despreocuparse por el
Frente Oriental de forma que los soldados mal aprovisionados y sus
implementos pudiesen ser movilizados a otros lados. El gobierno
provisional había continuado la guerra contra Alemania, mientras que
los bolcheviques sacaron a Rusia de la Primera Guerra Mundial
después de tomar el poder.
Entonces surge la pregunta: ¿Porqué los alemanes ayudaron a los
revolucionarios comunistas? Habían otros grupos políticos en Rusia
que podrían haber sido ayudados.
Para empezar, los bolcheviques eran probablemente los que mantenían
la mayor
oportunidad de éxito. Un factor muy importante era el que algunos de
los más prominentes
industriales y financieros alemanes con influencias dentro del
militarismo alemán, estaban
apoyando el movimiento comunista. Su apoyo había comenzado mucho
antes de la Primera
Guerra Mundial. Uno de los más visibles soportes de Carlos Marx
había sido el rico industrial
alemán: Federico Engels. Engels había sido coautor junto con Marx,
del Manifiesto Comunista.
Una significativa ayuda para el Comunismo
llegó también de la Comunidad Bancaria Alemana. Max Warburg, un
líder máximo de las finanzas alemanas, envió su ayuda a los
bolcheviques, como también lo hizo el banquero Jacob Schiff, quien
siendo un americano, venía de la misma familia alemana que había
compartido una casa en Frankfurt, generaciones atrás con la familia
de los Rothschild. Según el nieto de Schiff, su abuelo dio prestado
alrededor de 20 millones de dólares al primer gobierno comunista en
Rusia. La confusión combinada de préstamos occidentales y el dinero
de la Tesorería alemana fue la única cosa que hizo posible la
supervivencia del primitivo régimen bolchevique.
Fueron muchas las razones por las cuales los banqueros occidentales
financiaron a los bolcheviques. Los orígenes comunes del Comunismo y
el sistema de papel moneda inflacionario en la misma red mística, es
un factor que hay que considerar. El Marxismo sigue estrechamente el
patrón filosófico básico del Cristianismo y otras religiones
Custodias con su “batalla final” y su mensaje utópico. Quizás el
hecho más importante del Comunismo moderno para explicar el apoyo
bancario occidental, es el hecho de que el Comunismo es realmente el
Capitalismo llevado al extremo. Para comprender esto, debemos dar
una mirada a lo que realmente es “capitalismo”.
Capitalismo y libre empresa frecuentemente son igualados. Ellos no
lo son. La primera
definición alude a los “bienes de capital”. Aquellos bienes son los
usados para manufacturar
otros productos. Un típico bien de capital sería una máquina usada
en una línea de
ensamblaje. Un capitalista en consecuencia puede significar una
persona que compra bienes
de capital y los usa para manufacturar otros productos en su
beneficio. Este tipo de
capitalista se encuentra comúnmente en el sistema de “libre
empresa”, pero él o ella no
requieren de un sistema de libre empresa para sobrevivir. El o ella
pueden existir en cualquier
tipo de sistema político o económico, mientras se obtenga un
beneficio. De hecho, este tipo de
capitalista con frecuencia sobrevive mejor en un sistema de empresa
cerrado, donde hay poca
o ninguna competencia.
Los gobiernos son capitalistas cuando poseen e invierten en
equipamiento de capital.
El segundo capitalista es el capitalista financiero. El Capitalismo
Financiero es el control de los recursos mediante la inversión y el
movimiento del dinero. Este puede o no envolver la adquisición de
bienes de capital. Un capitalista financiero frecuentemente invierte
su dinero en acciones de compañías e influye el uso de los recursos,
determinando en cuáles empresas debe invertirse. Un capitalista
financiero puede ser también un banquero que está autorizado para
crear papel moneda inflacionario para prestarlo, y que es capaz de
influenciar el uso de los recursos mediante la forma cómo presta “su
dinero creado de la nada”. El capitalista financiero tampoco
requiere de un sistema de libre empresa para sobrevivir y
frecuentemente se beneficia de los monopolios.
Como podemos observar, el capitalismo no es la misma criatura que la
libre empresa,
aún si ellos frecuentemente coexisten. La libre empresa y el
capitalismo con frecuencia entran
en conflicto uno con otro porque el capitalismo tiende a moverse en
la dirección del
monopolio y la libre empresa tiende a favorecer los mercados
abiertos y libres, accesibles a cualquier empresario.
En 1989 y a comienzo de 1990, Rusia y la mayoría de las naciones de
Europa Oriental, voluntariamente, desmantelaron al comunismo en sus
naciones para reemplazarlo con democracias al estilo occidental. La
Unión Soviética fue abolida y la mayoría de las repúblicas se
hicieron países independientes unidos en una confederación llamada
la Comunidad de Estados Independientes. Se restableció en gran
extensión la propiedad privada de la tierra y de los negocios. No
obstante, es todavía útil discutir lo que la Unión Soviética
significó bajo el comunismo, para comprender cuánto esta importante
facción de la red de la Hermandad hizo por perpetuar problemas
significativos dentro de nuestro período de vida. Además, el
comunismo todavía domina algunas naciones y continúa inspirando
conflictos revolucionarios en el Tercer Mundo.
El sistema económico de Rusia comunista fue un ultra-capitalismo
porque su industria era altamente monopolista y la economía de la
nación era mucho más dominada por las mismas instituciones que
dominan a las naciones capitalistas. La más significativa de esas
instituciones es el Banco Central Soviético, el cual operaba de
manera similar a los bancos centrales de las naciones occidentales.
La mayor diferencia era que el Banco Central Soviético tenía y
todavía tiene para el momento de escribir esto (1992), un papel
altamente intruso en la vida económica del país.
El Banco Central de la Unión Soviética ha sido llamado el Gosbank.
Ha cumplido simultáneamente las funciones de banco central y banco
comercial. Para 1980, el Gosbank tenía aproximadamente 3.500
agencias y 150.000 empleados. Las mayores empresas soviéticas, las
cuales eran de propiedad del Estado, dependían del Gosbank para sus
préstamos y para capearlos durante los períodos en que sus gastos
eran más grandes que sus ingresos.
En otras palabras, las empresas
del Gobierno comunista de la Unión Soviética también operaban en
base a ganancias y pérdidas y tenían que recurrir por préstamos al Gosbank cuando sufrían pérdidas. Como en las naciones no comunistas,
las empresas soviéticas cobraban intereses por el dinero dado a
préstamo. La única diferencia era que el Gosbank cargaba una rata de
interés fijo, mientras que la gran mayoría de los bancos de
Occidente tienen una rata de interés variable.
El Gosbank era y es todavía un banco de emisión, es decir, que tiene
la potestad de emitir dinero. El Gosbank crea “dinero de la nada”
al
igual que lo hacen los bancos occidentales. Aunque el Gosbank
aparentemente operaba bajo control del gobierno soviético de la
Unión, de hecho y en la práctica era una institución semi-autónoma,
de la cual eran y todavía son profundamente deudoras las empresas
soviéticas.
El Gosbank era todavía más dominante en los asuntos financieros
soviéticos que lo son
los bancos centrales de las naciones occidentales; esto debido a que
todas las transacciones
entre las empresas soviéticas tenían obligatoriamente que pasar por
el Gosbank. Esto
permitía al Gosbank vigilar día a día todas las transacciones
financieras que desarrollaban las
empresas soviéticas. El Gosbank se encargaba también de la
distribución de los salarios de
todos los trabajadores. Era una enorme burocracia la que regulaba la
actividad económica a un grado extraordinario en la Unión Soviética.
Vemos que la Rusia comunista fue la realización de un maravilloso
sueño para el capitalismo financiero. La idea marxista de que: “todo
es propiedad colectiva” bajo el comunismo, simplemente significó que
una élite selecta en los bancos y en el gobierno, tenían total
autorización para disponer del uso de todos los recursos explotables
en el país. A los trabajadores soviéticos les pagaban salarios con
los cuales podían adquirir bienes personales; pero según las leyes
soviéticas no podían poseer tierras, casas, negocios o cualquier
equipo industrial grande.
Los ciudadanos soviéticos podían vender
los artículos “usados” o personalmente producidos, pero no podían
contratar a otros para beneficio personal o realizar actividades de
intermediación. Aunque habían muy limitadas excepciones para esas
restricciones y un floreciente “mercado negro”, sin embargo, las
leyes soviéticas crearon un efectivo monopolio en el cual los
trabajadores rusos eran altamente explotados en un rígido sistema
feudal: sólo necesitamos comparar a la Rusia comunista con el
feudalismo medieval para apreciar este hecho.
Como en el viejo feudalismo europeo, la mayoría de los ciudadanos
soviéticos eran forzados a sufrir escasez crónica de bienes y
servicios y se les decía que tenían que sufrir esto como un
sacrificio por el bien de la madre Rusia.
Como en el viejo feudalismo europeo, el pueblo soviético estaba
efectivamente “apegado a la tierra” por una rígida burocracia la
cual prohibía a la gente movilizarse dentro del país sin permiso del
gobierno. Esta regulación existía para el control económico y la
vida política de la Unión Soviética, mediante la decisión de dónde
la gente debía vivir y trabajar. Este era el mismo motivo usado para
atar a la gente a la tierra bajo los viejos señores feudales. Esto
causó que el pueblo soviético se convirtiera en cierto grado en
siervos. La emigración a naciones fuera de la Cortina de Hierro
estaba severamente restringida, lo cual, una vez más, añadía otra
forma de servidumbre ya que el pueblo permanecía compulsivamente
anclado a la tierra conde había nacido.
Como en el viejo feudalismo, a la élite de la Rusia comunista se le
acordaban lujos especiales y privilegios, negados por ley a las
“masas”. En la URSS comunista, tales privilegios incluían las
tiendas de fantasías en las cuales sólo a un puñado de familias se
le permitía comprar. La “élite” también encontraba muy fácil viajar
fuera de la Unión Soviética y enviar a sus hijos para ser educados
en el exterior.
El antiguo señor feudal mantenía el sistema, ofreciendo un castillo
fortificado dentro del cual podían protegerse los siervos para
cuando eran atacados por merodeadores o ejércitos extranjeros. El
sistema soviético también se mantenía vivo estimulando la xenofobia
y recordando regularmente al pueblo ruso , las invasiones a Rusia
por Napoleón y la Alemania Nazi. El estado soviético garantizaba
protección a su pueblo contra un mundo externo temible y peligroso.
Podemos ver que la glorificación marxista del trabajador encaja muy
bien en el sistema comunista soviético. A causa de que el sistema
pone tan severas limitaciones sobre la propiedad, la vasta mayoría
de la gente sólo se sentía valiosa como trabajadores y burócratas.
El comunismo es también abiertamente ateo; por ejemplo: niega la
existencia de cualquier realidad espiritual. El sistema comunista
soviético satisface de esta forma, las intenciones Custodias
expresadas en el Antiguo Testamento, de preservar al homo sapiens
como una criatura de labor, cuya existencia desde el nacimiento
hasta la muerte, sería una larga batalla por la existencia física
con ningún acceso al conocimiento espiritual el cual puede hacerlo
libre.
Un aspecto significativo de la Revolución Rusa fue el papel de los
servicios de espionaje en este trastorno. Por el tiempo de la
Revolución Rusa, la comunidad internacional de inteligencia había
crecido y convertido en un gran y sofisticado negocio con una
considerable influencia. A través de toda la historia, los miembros
de la red de la Hermandad en posesión del poder político,
encontraron en los servicios de inteligencia, un conducto ideal para
promover las agendas políticas y sociales de la Hermandad, en base
al secreto que típicamente rodea las actividades de inteligencia.
Como un producto, muchos servicios de inteligencia se convierten en
fuentes de manipulación, agitación y traición. Esta conducta fue ya
evidente en Rusia en el tiempo de la Revolución.
Antes de establecerse en gobierno provisional, Rusia era gobernada
por un Zar o Emperador. El último Zar tenía a su disposición una
vasta red de inteligencia conocida como la Okhrana. La Okhrana
consistía de varias organizaciones que operaban todas las funciones
normales de espionaje, con sus agentes secretos, doble-agentes,
agentes provocadores y expedientes secretos. La Okhrana espiaba a
los amigos y enemigos zaristas indistintamente y actuaba como
policía de seguridad interna de Rusia. Dentro de la nación, la
Okhrana llevaba las actividades anti-subversivas en toda su
extensión. La impopularidad de las actividades domésticas de la
Okhrana fue uno de los mayores motivos usados por los bolcheviques
para atacar al Zar.
El Zar, por supuesto, fue eventualmente derrocado. Esto debe
significar que la Okhrana había fallado. ¿Fue así?
Los escritores de la historia han afirmado que la Okhrana había sido
grandemente infiltrada y ayudaba al movimiento bolchevique. La
Okhrana hacía esto mediante los espías conocidos como “agentes
provocadores”. Un agente provocador es alguien que deliberadamente
agita a otros induciéndolos a cometer actos perjudiciales o
ilegales, generalmente con la intención de desacreditar o arrestar a
la víctima manipulada. En los EUA y en otras naciones hoy en día,
los agentes provocadores son usados frecuentemente por las agencias
policiales para comprometer o entrampar y atrapar a los individuos
señalados. A esas actividades algunas veces se las llama
“operaciones de penetración”.
Allí parece estar una razón evidente para contratar actividades de
agente provocador.
Si una persona elegida como objetivo no comete un acto por el cual
pueda ser difamado,
comprometido o encarcelado, entonces él debe cometer uno. Debido a
que la mayoría de las
acciones provocadoras son intentadas en contra de presuntos
criminales o subversivos, parecería que la provocación es una
herramienta útil para combatir el crimen y la subversión. En
realidad no lo es.
Haciendo un cuidadoso análisis, un investigador pronto descubre que
las acciones provocadoras casi invariablemente están llevadas a cabo
por personas dentro de las agencias de inteligencia o de policía que
son también criminales y subversivos. La provocación prueba ser con
frecuencia una cobertura para la subversión o la criminalidad
sancionadas oficialmente. Las acciones provocadoras son para los
servicios policiales y de inteligencia, la mejor forma de disfrazar
su apoyo secreto a criminales y elementos subversivos. Un claro
ejemplo de esto fue la Okhrana rusa.
La Okhrana envió muchos agentes a unirse al creciente movimiento
comunista en Rusia. Los agentes de la Okhrana se infiltraron dentro
de los círculos internos del Partido Bolchevique y dirigían muchas
de sus actividades. La infiltración fue tan grande que en los años
1908 y 1909, los agentes de la Okhrana ocupaban cuatro de los cinco
puestos del Comité del Partido Bolchevique de San Petersburgo
(Leningrado).
Aunque el arresto de revolucionarios era frecuente, la Okhrana hizo mucho más bien que daño a los bolcheviques rusos con el
pretexto de la provocación. La Okhrana proporcionaba regularmente a
los revolucionarios, dinero y materiales necesarios para su
actividad. Trabajó para acabar con los dos partidos, el Social
Demócrata y el Menchevique, los cuales eran importantes rivales del
Bolchevique. La Okhrana ayudó a lanzar el más poderoso medio de
propaganda bolchevique:
el Pravda.
Cuando se fundó el Pravda en 1912, los agentes de la
Okhrana sirvieron como editores fueron Román Malinovski, quien al
mismo tiempo era miembro del Comité Central Bolchevique y ayudante
de Lenin en Rusia, y Miron Chernomazov como Tesorero.
Puede ser que la Okhrana haya sido la agencia que suministró al
comunismo ruso el infame dictador, José Stalin. El biógrafo
Edward
Ellis Smith, escribió en su libro “El joven Stalin”, que éste, —un
revolucionario quien posteriormente emergió a la posición cumbre del
gobierno soviético—, pudo haber entrado al movimiento comunista como
agente provocador. Los historiadores han señalado que Stalin era el
principal contacto entre los bolcheviques y la policía zarista y
pudo haber tomado de la Okhrana mucho material de importancia.
Después de la abdicación del Zar a comienzo de 1917, el gobierno
provisional disolvió la red completa de la Okhrana. La propaganda
bolchevique había intensamente denunciado a la Okhrana y uno podría
haber esperado en consecuencia que una vez victoriosos, los
comunistas desmantelarían el aparato de inteligencia ruso. Los
bolcheviques hicieron todo lo contrario. Durante las seis semanas
siguientes al derrocamiento del gobierno provisional, los
bolcheviques restablecieron la red de inteligencia.
Quizás esto no
es tan sorprendente si consideramos la fuerte participación de la Okhrana en el partido bolchevique. Lenin sólo hizo una leve
remodelación organizacional, dio a la Okhrana un nombre nuevo e hizo
al brazo de la inteligencia del gobierno aún más dominante y
opresivo que lo había sido bajo el Zar. En 1921, sólo cuatro años
después de la revolución, la policía secreta bolchevique empleaba
diez veces más gente que la Okhrana bajo el Zar. Era un secreto a
voces en Rusia que la Okhrana había regresado más terrible que
nunca.
El nombre dado al aparato de inteligencia ruso reorganizado fue el
de “Comisión Extraordinaria para Combatir la Contra-revolución y el
Sabotaje”, mejor conocida como la Checka.
La Checka cambió su nombre y forma durante las décadas siguientes.
En 1922 era la GPU, luego OGPU y en 1934 fue reorganizada y
convertida en la “Comisión de Asuntos Internos del Pueblo”, NKVD.
Por último fue transformada en la moderna KGB, la más grande
organización de la historia. En 1992 la KGB empleaba aproximadamente
90.000 funcionarios sólo para el sistema de seguridad interna y
cárceles políticas. La KGB operaba su propio ejército de 175.000
soldados de fronteras y dirigía las acciones de la mayoría de los
agentes provocadores y de espionaje por los cuales era bien conocido
el régimen soviético. Una organización del tamaño de la KGB era
evidentemente costosa para gobernar.
El inmenso presupuesto
requerido para mantener esta inmensa burocracia de inteligencia era
uno de los factores que contribuía a mantener deprimida la economía
soviética. Los trabajadores soviéticos pagaban diariamente por la
masiva KGB con un cada vez más bajo nivel de vida, el cual están
todavía tratando de elevar. Mientras escribo esto (1992) la KGB
continua viva dentro de la Comunidad de Estados Independientes, pero
le han hecho alguna reestructuración para reflejar la desintegración
de la Unión Soviética y se le han cambiado algunas funciones.
Una persona que escribió sobre la Revolución Rusa fue Arsene de
Goulevitch, un antiguo general del ejército ruso-blanco
anti-bolchevique. Aunque Goulevitch puede difícilmente ser
considerado imparcial, dijo algunas cosas interesantes en su libro:
“Zarismo y Revolución”.
Según Goulevitch, los agentes secretos ingleses eran numerosos en
Rusia antes y durante la Revolución. De hecho, algún soporte
financiero para la causa leninista se rumoraba haber venido de
fuentes bancarias inglesas. Una de esas presuntas fuentes era Alfred
Milner. Como recordamos, Milner era uno de los organizadores de la
Mesa Redonda. Era también una importante figura política en Sur
África durante la guerra de los Boer. Fue durante esta guerra que
los ingleses crearon los campos de concentración modernos. Si los
alegatos de Goulevitch contienen algo de verdad, entonces podemos
comprender mejor dónde los bolcheviques obtuvieron la idea para
establecer un sistema masivo de campos de concentración, como parte
del nuevo sistema económico comunista: a saber, de los ingleses.
El primitivo sistema de campos de concentración soviético fue un
asunto de gran escala que alcanzó su cúspide bajo el sucesor de
Lenin, José Stalin. Bajo el brutal Stalin, un programa de choque fue
lanzado para industrializar Rusia, comenzando con el llamado primer
plan de cinco años, (Plan Quinquenal Ruso). El plan requería grandes
cantidades de mano de obra barata. Para adquirirla, fue hecha una
expansión de la red de campos de concentración en Rusia. Los campos
eran administrados por la policía secreta rusa: la NKVD. Los presos
de los campos de concentración eran mano de obra esclava que
trabajaban bajo condiciones brutales. Casi todos los trabajadores
eran rusos de nacimiento que habían sido encarcelados por distintos
pretextos.
Los campos formaron parte integral de la economía soviética por
muchas décadas. En 1941 por ejemplo, el 17% del fondo de capital
para la construcción rusa era colocado en la NKVD para ayudarla a
operar los campos. Casi la mitad de la producción de cromo y las dos
terceras partes de la producción de oro de Rusia era encargada a los
presos de los campos. Diez millones de personas pasaron por los
campos de concentración rusos y aproximadamente el 10% de ellas
murieron allí. Se estima que sólo desde que comenzaron los campos
hasta el año 1950 murieron en ellos entre tres y cuatro millones de
personas.
Los campos soviéticos de concentración definitivamente eran
instituciones “capitalistas” puesto que estaban diseñados para
aplicar una dura explotación del trabajo humano en máximo extremo.
Las “clases trabajadoras oprimidas” llegaron a ser más oprimidas
bajo sus “libertadores” comunistas. Con las reformas en progreso en
la actualidad en la ex-URSS, está por verse lo que sucederá con los
campos de concentración. Mientras escribo esto (1992), todavía están
en uso los campos de trabajos forzados.
La imposición del comunismo al pueblo ruso con su extenso sistema de
campos de concentración ocurrió durante una era tumultuosa ya
terminada. La I Guerra Mundial fue un conflicto brutal. Este produjo
alrededor de diez millones de pérdidas humanas militares e
incalculables pérdidas millonarias en víctimas civiles. Cuando la
guerra terminó a finales de 1918, se desencadenó otra catástrofe:
una epidemia mundial de influenza. Esta duró menos de un año, pero
en este sorprendente corto tiempo, consiguió matar a 20 millones más
de personas. Fue tan repentina y tan devastadora como la peste
bubónica del siglo XIV. Rusia sufrió profundamente esos
acontecimientos. Entre 1914 y 1924, la hambruna producida por la
guerra mundial, la revolución comunista, la agitación económica y la
influenza, mataron no menos de 20 millones de rusos.
Para el asediado pueblo ruso, esos acontecimientos era sólo el
comienzo de una naciente pesadilla.
Bajo el Plan Quinquenal iniciado por Stalin en 1928, toda la tierra
de propiedad privada debía ser “colectivizada”, por ejemplo: tenía
que ser puesta bajo la propiedad del gobierno. Muchos campesinos y
terratenientes resistieron, como es comprensible. El gobierno de
Stalin respondió lanzando un programa de asesinatos en masa similar
al Reino del Terror francés. Los campesinos y terratenientes fueron
objeto de exterminio físico a fin de incautar sus tierras y remover
uno de los obstáculos a la utopía comunista. La campaña de
exterminio duró desde 1929 hasta 1934.
Millones de personas fueron
asesinadas por el sólo hecho de producir en su propia tierra. En
respuesta, estalló una rebelión desde 1932 hasta 1934 durante la
cual, los campesinos desafiaron y destruyeron la mitad del ganado de
Rusia. Estas acciones rebeldes, conjuntamente al intento del régimen
comunista de traer dinero extranjero mediante la sobre-exportación
de trigo (3,5 millones de toneladas en dos años) trajo como
consecuencia otra hambruna que produjo adicionalmente la muerte de
cinco millones de rusos más.
El total de muertos, contados entre 1917 y 1950, como consecuencia
directa e indirecta del establecimiento del comunismo en Rusia se
estima en más o menos 35 a 40 millones. Esta es una de las mayores
ratas de mortalidad de cualquier episodio simple de la historia. A
esta cifra añadimos los muertos asociados con el establecimiento del
comunismo en otros países, como los dos millones de propietarios
rurales asesinados en China durante el programa industrial de choque
impuesto por Mao Tsé Tung en 1950 y los millones de crímenes
cometidos en Cambodia por los militantes de la República del Khmer
Rojo en la de los 70’s.
En términos absolutos en pérdidas de vida,
el comunismo ha sido una de las mayores catástrofes simples en la
historia de la humanidad.
Mi propósito en esta discusión no es batir el tambor por un anti-comunismo rabioso. Es simplemente indicar que el patrón
histórico que estudiamos, continua sucediendo en el siglo XX. El
comunismo es poco más que un refrito de un tema agotado que ha sido
repetido una y otra vez con las mismas consecuencias trágicas. El
comunismo es sólo uno en la larga fila de artificios destructivos
emanado de la red de la Hermandad que ha contribuido a que la gente
se mantenga peleando, sufriendo y muriendo por ningún propósito en
absoluto. El comunismo no fue una alternativa ante los enemigos que
ellos proclamaban combatir, es decir, el capitalismo monopolista y
las religiones Fin de Mundistas. El comunismo moderno fue su
apéndice natural.
El desmantelamiento del comunismo europeo y soviético ha causado una
genuina euforia en todo el mundo. Las facciones de la Hermandad han
estado llegando y yéndose a lo largo de toda la historia, y el paso
de cada una de ellas con frecuencia ha traído consigo un período de
renacimiento. Desgraciadamente las reformas en Europa del Este
plantean actualmente preservar el sistema de papel moneda
inflacionario y crear un sistema gradual de impuestos para ayudar a
pagar por éste.
Las luchas étnicas y nacionalistas severas en varias
de las antiguas naciones comunistas, revelan que han sido
regeneradas o creadas otras facciones guerreras para estropear la
paz que habría llegado con el final de la guerra fría.
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