traducción de Luna Azul Noviembre 16, 2008 del Sitio Web TrinityATierra
Ğírkù-Tila Nudimmud / Dili-ME-Dili
Totalmente entumecido, abrí los ojos y observé la Siensišár 1 (matriz artificial) en la cual yo estaba sumergido.
1. La descomposición del término sumerio SI-EN-SI-ŠAR quiere decir litt. «que ensambla en orden a los numerosos dignatarios». Las Siensišar son matrices artificiales de las cuales se servían las «divinidades» de la mitología sumeria para crear (o ensamblar) de cabo a rabo los clones. Encontramos este término, entre otros, en el mito «Enki y Ninmah», dónde el «dios» Enki se ve en la obligación de confeccionar una Siensišar con el fin de estudiar y crear después a la humanidad. En una versión bilingüe (sumero-acadia) de este mismo mito, el término Siensišar es reemplazado por la palabra acadia Sassuru cuyo sentido es «matriz».
Desesperado yo tendí mis brazos para
golpear la pared de vidrio, pero mis esfuerzos me fatigaron
terriblemente. Me pareció que ningún sonido se oyó de tan grueso era
el tabique.
A pesar de todo, mi vista monocroma distinguió a un ser que se acercaba hacia mí.
Yo reconocí enseguida al individuo que me salvó en el último momento de una muerte segura, se trataba de mi padre creador. Observándolo atentamente, yo supe al momento a que me parecía, pues mi creador me hizo a su imagen, sabía que yo era su criatura, su mismo Alagní 2 (clon).
Él me examinó atentamente con sus ojos rojos y pupilas ligeramente verticales. Su porte era tranquilo y su mirada parecía escudriñar en lo más profundo de mi ser. Después de haberle devuelto la misma mirada provocadora yo desvié mis ojos de su mono de color claro e inspeccioné mi cuerpo desnudo. Era magnífico con numerosas y pequeñas escamas.
3. GI-NA-BUL es el nombre de la raza de la cual les es contada la historia. Su descomposición sumeria nos ofrece GI-NA (verdadero, verídico) AB (contracción de AB-BA “ancestro, padre”) UL (magnificencia, abundancia. Esplendor), o sea: “los verdaderos ancestros de la magnificencia (o del esplendor)”. Mucho más tarde, este término fue sinónimo de lagarto en los sumerios..
¿Quería mi genitor fundar mundos como nuestros ancestros? Yo estuve muy sorprendido de no poder responder a esta cuestión.
Para cortar toda interrogación inútil, pues él sabía al igual que yo leer los pensamientos, mi padre creador me dijo con la ayuda de su espíritu, con la ayuda del Kinsag (la telepatía):
Yo le respondí utilizando la misma técnica.
4. El vocablo Ušumgal (Gran Dragón, monarca) se vuelve a encontrar en la literatura sumeria. Este atributo estaba esencialmente asignado a los “dioses” sumerios, y más adelante, a los reyes y señores de KALAM (Sumer). Sus múltiples definiciones como “gran dragón”, “monarca”, “soberano”, y “gran señor” confirman el origen reptiliano de los “dioses” de la Tierra y de sus descendientes reales, (ver igualmente nota siguiente). Sumemos a este descubrimiento que el término sumerio MUŠ (reptil, serpiente) refuerza la conexión humanoide-reptiliana y la realeza gracias a su homófono MÚŠ o (MUŠ2 / MUŠ3) cuyos significados evocan a la vez una apariencia, un aspecto, una cara y… una diadema real, diadema reptiliana que reencontramos desde luego en la frente de los faraones.
MUŠ2 es también el primer elemento de
numerosos nombres de divinidades. Asimismo, esta partícula colocada
como verbo quiere decir rutilar y brillar. Sabemos que en la
antigüedad, los reyes, verdaderas encarnaciones de las divinidades
celestes en la Tierra, y las divinidades mismas, brillaban a los
ojos de los simples mortales y encarnaban bajo el astro solar.
Mientras me retiraba los electrodos todavía colocados sobre mi cuerpo, mi creador me miró a la vez extrañado y decepcionado.
El tomó súbitamente un aire apenado.
An desvió la cabeza. Detrás de él, al fondo del laboratorio, me aparecieron tres Siensišar entreabiertas, en las cuales se encontraban cuerpos clonados, inanimados, enteramente envueltos de una substancia pegajosa y verdosa.
Nuestra vista monocroma no nos permitía discernir los verdaderos colores, pero el verde era nuestro color sagrado y podíamos reconocerlo sin dificultad. Además, igual a las Gina’abul hembras, las sacerdotisas que detentaban los grandes secretos, yo tenía una ventaja en cuanto a hijo de un Ušumgal. Poseía la suerte extraordinaria de poder hacerme una idea extremamente precisa de las diferentes tonalidades de colores.
An se volvió hacia mí molesto.
An me miró con aire insistente.
Yo seguía sentado en la matriz y mi padre creador deseaba que yo me acercara a él con el fin de desactivarme. Llevaba en sus manos dos Zirzi, dos destructores de vida. Mientras yo le observaba sin moverme, An, que se había finalmente decidido a acercarse hacia mí, accionó las armas mortales. Un ruido sordo y frío llenó la sala.
Mi padre creador me fijó su mirada furtivamente como para ver mi última reacción frente a la muerte. El colocó los Zirzi a la altura de mi cuello, pero al momento de administrarme la descarga mortal, él divisó mi amplia sonrisa.
An comprendió el juego al cual yo me atreví y mi audacia le gustó mucho. Se echó a reír a carcajadas y cloqueaba de gusto mientras desactivaba las armas mortales. Yo le miré unos instantes intentando reírme a mi vez, pero ningún sonido consiguió salir de mi garganta. Enseguida, mi padre creador me tranquilizó informándome sobre lo que yo ya sabía.
Esta vez, él utilizo su verdadera voz:
An retomó de repente un aire serio.
Decididamente, ¡tenía mucho humor! An se rió una última vez y me dejó en la sala.
Viéndolo abandonar el lugar, un estremecimiento me recorrió por la espalda. Yo distinguí con pavor que mi padre creador poseía una cola. Este detalle me dejó estupefacto, porque sabía que yo no la tenía. Además había notado que An era mucho más grande que yo.
¿Porqué había creado esas diferencias entre nosotros? ¿Y ese súbito cambio de nombre? ¿Porqué haberme programado como Maš y haber cambiado mi identidad en el último momento?
¡Tenía la sensación de ya no saber quién
era yo!
El, que siempre ha sido reconocido como el genético más grande de toda la historia Gina’abul.
Dí unos pasos. Tuve vértigos, conseguí
agarrarme a una de las paredes de cristal de uno de los especímenes
fallidos. Mi mirada se posó sobre uno de ellos. Incontestablemente,
éramos totalmente similares. Su expresión rígida y deformada por el
shock de los Zirzi, me recordó, amargamente que yo no tenía el
derecho de cometer errores, porque un Alagni (clon) creado por un
Ušumgal ¡no puede errar en su tarea!
Dejé la sala de creación para dirigirme hacia el complejo de los grandes laboratorios de mi creador. Como nuevo ser creado, tuve dificultades para desplazarme, mis piernas me tiraban un poco, pero la obligación de no decepcionar a An era más grande que todo lo demás.
No fue sino recorriendo ése dédalo de salas y pasillos dónde todavía no había puesto los pies y que, sin embargo me era tan familiar y estaba tan impregnado de «mi presencia», que no me dí cuenta verdaderamente de que no era más que un Alagni.
Cruda realidad al servicio de una ciencia en busca de reconocimiento y de poder, pues conocía bien el motivo de mi creación, pero no hasta el punto de adivinar que ésta no tenía más fin que el de satisfacer los designios ambiciosos de un ser cuyos proyectos iban a derribar al conjunto de nuestra raza, una parte de nuestras colonias, así como a los Namlú’u de Uraš 6 (la especie humana del planeta Tierra).
5. El término UŠUM-GAL (Gran Dragón, monarca) posee además otras definiciones sumerias como: “monstruo de poderes combinados” o “gran criatura compuesta”. Los UŠUM-GAL poseían grandes poderes, conocían el arte de la clonación y eran ellos mismos seres enteramente fabricados, es decir, clones.
Uraš se encuentra, entre otros, en la expresión sumeria AN-URAŠ “el Cielo y la Tierra” que fue utilizado algunas veces para evocar al universo. No es hasta más tarde que, en la época babilónica, bajo la influencia de un patriarcado creciente, que Uraš se volvió súbitamente un dios. Este último pasó así mismo por ser el ancestro del dios Anu (An en sumerio), el rey de los “dioses” de Mâtu o KALAM (Sumer).
2 - Motivo gnóstico representando al gran arconte con claro símil al dios de la Biblia Yahvé (IAW). Sabemos hoy que múltiples aspectos de la cultura hebraica traen sus orígenes del Egipto antiguo y de Mesopotamia. No es extraño entonces encontrar la raíz del término Yahvé en el egipcio Iaw (adoración, rezo)… Esta apariencia serpentina se encuentra también en Grecia, sobre las estatuas de los Titanes, cuyas piernas terminan muy a menudo con un aspecto anguiliforme con el fin de subrayar, de forma desviada, la filiación reptiliana de los superhombres de la antigüedad. Este fenómeno aparece igualmente sobre ciertos sellos cilíndricos dónde figuran los «dioses» mesopotámicos.
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