2. La confrontación con Abzu-Abba

“el refugio del faraón es su ojo, la protección del faraón es su ojo, la fuerza victoriosa del faraón es su ojo, la potencia del faraón es su ojo”..
Textos de la Pirámide, 320, A-B

 

T Gîrkù-Tila Nudîmmud / Min-ME-Min
Dejé la sala de creación con la intención de encontrar un dispositivo Amasutum que me permitiera incorporarme al Abzu de nuestro planeta. Como estaba trabajando prácticamente sin descanso, no tenía ya ningún concepto del tiempo.

 

 Al salir del edificio, me sorprendió de descubrir que el clima había cambiado, Ankida sufría los asaltos de una terrible tormenta de arena procedente del norte. Tomé una ruta en el caliente aire del desierto, un camino caliente y peligroso, hasta el estacionamiento donde se encontraban todos los Gigirlah Amasutum.

 

Tomé uno de ellos al azar, y partí tomando la dirección hacia el mundo subterráneo. Las naves de nuestras hembras apenas diferían aquellos que yo ya conocía y el viaje hacia el Abzu fue bastante rápido. Ya había hecho ese viaje de ida y vuelta, conociendo bien las trampas que debían de evitarse, como desviarme de las ráfagas en sentido contrario y aprovecharme de los vientos favorables que desembocaban de las aberturas de nuestro globo. I left the room of creation in

Antes de acercarme a Èàlam, la capital del Abzu, recibí una a comunicación mental de Lahmu y Lahamu. Ambos estaban informados de la situación y parecían impacientes en cuanto a la reacción de Abzu-Abba. ¡Como si no sospecharan que la progresiva limpieza que ellos no habían hecho en el Abzu, con la ayuda de sus trabajadores Miminu, pudiera regocijar a nuestro rey.

 

Lahmu y Lahamu me anunciaron que acababan detener la erradicación de los èutum, en espera de que mi creador les diera próximamente nuevas instrucciones. ¿Año el benefactor, iba a sacar a sus hermanos de los malos pasos, en los cuales acababa de implicarlos de nuevo? Mi creador era el rey del desorden y también un gran maestro en el arte de la mentira.

 

Pasaba su tiempo tratando de reparar los problemas que creaba en todas partes. No habían tales de valorizarse y hacerse pasar por un ser indispensable y brillante. Me consternó constatar que Lahmu y Lahamu no me plantearon ninguna pregunta con respecto a los Nungal. Era obvio que no les preocupaba absolutamente. Sus centros de interés estaban en conformidad con aquellos de An, y cualquier otra cosa no contaba, a sus ojos.

 

Para quererme halagar, Lahmu y Lahamu me anunciaron que mi creador les había aconsejado a que confiaran en mi y me escucharan. Obviamente, era mía, esta fe en esto de llevarme a estos delincuentes de este atolladero. Al hacerme este “honor”, An me hizo entender que se me consideraba como uno de los suyos, es decir, como uno de los traidores trabajando a su servicio y a favor de Ansar.

 

En cuanto a la pregunta que me había estado formulando desde mi creación, si me habrían de probar a mi, la respuesta acababa de serme dada sin ambigüedad. Lahmu y Lahamu parecían esperar direcciones por mi parte, pero no les di ninguna y les confié yo iría a visitar a nuestro rey, lo que era la estricta verdad.

Mientras arrasaba con el campo y los bosques del Abzu, no pude perder la vista de miles de cadáveres que cubrían los alrededores. Obviamente, Lahmu y Lahamu habían solicitado a seguir las terribles instrucciones de mi creador. Si hubiera sido sido un poco más compasivo y misericordioso, impregnado de esta humanidad que anima, a veces, el género humano, seguramente habría llorado, pero en ese momento, yo aún no conocía los sentimientos que propios de Uras (la Tierra).

Al igual que con mi llegada a Unulahgal, yo elijo mi Gigirlah a los alrededores de la ciudad, para no despertar ninguna sospecha en cuanto a mi presencia. De los endroitoùj' que había aterrizado, vi la parte superior de la fachada posterior del templo donde vivía nuestro rey. Èàlam no incluía ninguna fortificación.

Su enfoque desde el exterior era de fácil acceso, de modo que muy rápidamente me encontré cerca del templo. Todo el edificio estaba rodeado por numerosos frescos que representaban a varios humanoides reptiles de un tipo arcaico, como nuestros alejados antepasados.

 

Los dibujos describían la historia de las Gina' abul femeninas, desde la Gran Guerra que las obligó a dejar a Urbar'ra (la constelación del Lira), hasta su llegada a Margid'da (la constelación de la Osa Mayor), a través de sus distintos trabajos de creación en la confederación de los Kadistu (planificadores). Comtemplé los gigantescos frescos, realizando que no sabía mucho sobre esta Gran Guerra que opuso a algunos de entre nosotros a un enemigo alado, el cual, para mi, era misterioso e indefinible.

La pequeña explanada delante del templo estaba desierta, me acerqué a la residencia real, cruzando las altas marchas de la misma para alcanzar la gruesa puerta en bronce. ¡Estaba cerrada! Esto indicaba que Abzu-Abba estaba ausente. Debía, a toda costa, presentarme en la residencia. Una vez más, tuve que recurrir al Niama, el famoso poder innato que había heredado de los Usumgal, gracias a la consanguinidad con mi creador.

 

Una buena canalización de esta energía pero con la puesta en acción de Sagra (los vórtices energéticos: los chakras), permite extraordinarias realizaciones. En un parpadeo, liberé el cerrojo y pasé la puerta, para encontrarme en la antecámara del santuario. El ambiente era a la vez fresco y húmedo. Algunos luces parpadeaban sobriamente en la lúgubre penumbra en la cual avancé unos sesenta pasos para acceder a los apartamentos de nuestro rey.

 

En los altos muros de la sala, cuatro finas aperturas dejaban pasar insignificantes partículas de polvo que bailaban a la luz del sol del Abzu y a voluntad de las corrientes de aire.

Conocía a Abzu-Abba, quien probablemente de un día cansado, pasaba a trazar un plan en contra de su descendientes. Iba a terminar regresando a los lugares… ¡Y yo tenía todo mi tiempo! Metí mi cabeza en la oscura bóveda. Como un Usumgal, decidí esperar a mi víctima en la parte superior del techo. Nada es mejor que acechar y sorprender a su oponente allí donde menos se espera, sobre todo cuando este último practica él mismo esta técnica.

 

Me sentía tan bien que me presioné contra el techo y esperé pacientemente a nuestro rey, mientras me relajaba con la cabeza hacia abajo.

Mi paciencia se recompensó al cabo de 2 Danna (4 horas terrestres), cuando escuché resonar la puerta de bronce, escuchando numerosos pasos. Yo sabía, en mis pensamientos, que Abzu-Abba va siempre acompañado de sus tres bufones favoritos, cuya principal función consistía servir el cuerpo y el alma. Se trataba de Alagni de la raza de los Miminu. Verdaderos esclavos genéticos con cara de Kisi (hormiga), completamente incapaces de vivir separadamente. Dos de los Miminu permanecieron en la antecámara mientras que Abzu-Abba alcanzaba sus apartamentos con el otro espécimen.

Me concentré a fin de no traicionar mi presencia, neutralizando al mismo tiempo, a distancia, a las dos marionetas que permanecían en la antecámara. Estos últimos se cayeron de sueño, pero uno de ellos cayó sobre un candelabro en metal, causando un horrible estropicio que resonó hasta los oídos de nuestro rey. Abzu-Abba y su enano se encontraban exactamente debajo de mi.

 

Me lancé al vacío y aterricé ante los dos seres, completamente anonadados. El horrible enano quiso huir, pero lo intercepté y lo tiré sin consideración al suelo. Inmediatamente, Abzu-Abba intentó proyectar mi mente en el limbo de su mente, una vieja técnica que sirve para aplastar la conciencia de su adversario, fusionando su mente con la suya.

 

Si el proceso sale bien, el vencedor se apodera inmediatamente del conjunto de los poderes de su rival, transformándolo, si es que acaso todavía está con vida, en un verdadero vegetal. Pero nuestro rey era demasiado lento para mi gusto y no tuve ninguna dificultad para anticipar su reacción. En el momento en que quiso enviarme su destino, no me encontraba ya a su alcance, sino sobre la pared de enfrente.

 

De allí, desplegué mi energía con el fin de paralizarlo, e intenté hablar con el.

- Escuchame, innoble Usum (dragón). No te quiero hacer daño alguno y estarás a salvo si me escuchas.

- JEN, no tienes que escuchar sus mentiras Alagni. ¡No puede hacer nada contra mi!

- Conozco bien muy tu plan Musdagur (lagarto 33 limitado). Estás a punto de ordenarle a pedir a algunos de tus èutum aún válidos a participar en nuestra guerra para atacar a Dukù. Obviamente, no parece así. Conoce a tu hijos AN. Los enviarías hacia una muerte segura. ¡Renuncia a esta idea, aún no es demasiado tarde!

- Es demasiado tarde, pobre ignorante. Es demasiado tarde para ti y para todos los traidores que difaman al Gina' abul. Los Anunna serán aplastados por nuestras fuerzas acumuladas y todos serán destruidos por nuestros aliados… ¡ya que también están de tu parte!

33. El término sumerio Musdagur quiere decir a lagarto o lagartija, pero su descomposición estricta MUS-DA-GUR4 lo traduce como “fuerte reptil cebado” o también “potente y brillante reptil”. Toda la sutileza de la lengua de los “dioses” está presente en este ejemplo, ya que en algunos contextos se trata de un insulto, lo que es aquí el caso.

 

Dejé la pared sobre la cual estaba posicionado y me dirigí hacia Abzu-Abba.

- No me tomes por un Bûlug (principiante). Estás a punto de contactarlos, pero llegué a tiempo. Esto es seguramente lo que a mi creador le habría gustado, pero vamos a evitar un inútil derramamiento de sangre. No deseo hacerle a ningún mal hacia nuestra raza. Pero An está dispuesto a hacer lo que sea para alcanzar el poder, y está dispuesto a traicionar a los suyos si lo considera necesario. Dejémoslo hacer, dejémoslo terminar de crear sus a juguetes, sus Anunna. Sabré cómo resonar más tarde, sabrá escucharme y trabajará para la paz.

- ¡Pobre ingenuo! An no escuchará a nadie y solo los ha hecho sus súbditos. ¡Enviemos a nuestras tropas a barrer con los Dukù sin más demora.

Yo tomé un tono mucho más seco.

- Lo siento, eso es imposible. An posee cerca de 1200 Siensisâr. No me atrevo a imaginar cuántas criaturas tiene el hoy. ¡Es demasiado arriesgado! Fabricamos actualmente a tanto Nungal como es posible. Ellos sabrán proteger al Gina' abul en caso de problemas. Alegraos, más bien, viejo loco, Mamitu y yo creamos a los Nungal a partir de tu obra, a partir de un prototipo que habías realizado antes de lanzarte a la fabricación de los èutum.

Debo decir que es un éxito para mí, la voz del enano se elevó pronunciándose contra mi:

“No lo escuches mi Barag (rey), es un traidor al igual que su creador!”.

Me di la vuelta, de un gesto le hizo cruzar la sala enchapada a sus espaldas, y se volvieron a cerrar detrás de una puerta estrecha que lo llevaba entre sus apartamentos y la antecámara.

- ¿De que me estás hablando -tu joven atolondrado? ¿Qué mentira estás inventando? Sólo tengo hacer a tus Nungal tan estúpidos como tu.

¡Este no es más que un extenso plan para sustituir a mis Sutum en contra su maldito Alagni, a tomar posesión de Nalulkâra y de nuestras colonias!

Abzu-Abba estaba furioso y no parecía escuchar mis observaciones. Se volvió como un loco y consiguió moverse, a pesar de la influencia que ejercía sobre su persona. A pesar de sus piernas rígidas por la fatiga, se levantó penosamente, insultándome. ¿Era la ira o era el instinto de supervivencia que le dio la energía y el valor de hacerme frente?

 

Su colosal anchura se lanzó hacia mi, pero esquivé el ataque y conseguí aplastarlo de nuevo contra el suelo, gracias al Niama.

- .¿Que estás buscando, viejo absurdo? ¡No me están obligando a destruirte! le dice.

- Será necesario, ya que nunca encontrarás en mi al aliado del cual tienes necesidad. No eres más que una máquina genética, pequeño mocoso, tu estás solo y él lo estará para la eternidad, tal es el destino de un Alagni. Te aniquilaré a ti, a tu creador y a todos los que trabajaron para ustedes. Tu, por lo tanto, estás a mi merced.

Abzu-Abba me insultó de nuevo de mil maneras. La violencia de sus actitudes me alertó y me hizo realizar que la salida de este encuentro iba a salir inevitablemente mal para uno de nosotros. Se obstinó en sus proyectos y no dejó de insultar a An.

 

Su voz jadeante, mezclada con una extrema violencia, han generado en mí un profundo odio. Cuanto más denigrante era, más alegre parecía de verme impotente ante esta absurda situación. Su perverso espíritu no dejó de incitarle a verter palabras cuya potencia perturbaba mis pensamientos. El cráneo zumbante de sonidos y frecuencias, al límite máximo de las brumas de mis emociones, no me dejaban escuchar con distinción sus palabras.

 

Levanté la cabeza y Abzu-Abba intentó deshacerse de mi influencia. Mientras la cólera penetraba cada una de las fibras de mi ser, este se incorporó, la mirada inyectada de sangre y embriagado de verme a su merced. Mi corazón latía a una velocidad espantosa, no tenía ya ningún control sobre mí mismo. Todos mis miembros parecían completamente paralizados y me hacían sufrir terriblemente.

 

¿Cómo fue que me volví así, tan vulnerable en tan poco tiempo?

 

Abzu-Abba babeaba de satisfacción, sacando su lengua bífida. Parecía deleitarse con mi rabia y se alimentaba de las bajas energías que sustraía de esto. Abzu-Abba me estaba manipulando con seguridad, porque el conocía el punto débil de un Alagni… ¡De hecho, sí!

 

Esta debilidad era la clave y el camino con el cual la mente de mi adversario me dominaba.

- Será muy necesario, sin embargo, ya que nunca que encontrarás en mí al aliado del que tienes necesidad. No eres más que una máquina genética, pequeño mocoso, estás solo y lo estarás para la eternidad, tal es el destino de un Alagni. Te aniquilaré, a ti, a tu creador y a todos ustedes los que trabajaron para é; están, de aquí en adelante, a mi merced.

Abzu-Abba me insultó de nuevo de mil de maneras. La violencia de sus observaciones me alertó y me hizo realizar que este encuentro iba inevitablemente a terminar muy mal uno de nosotros. Se obstinó en sus proyectos y no dejó de insultar a An.

 

El jadeo de su voz, mezclado con una violencia extrema generó en mí un profundo odio. Cuanto más deliberaba, más parecía alegrarse de verme impotente ante esta absurda situación. Su espíritu perverso no dejó de incitarle a verter palabras cuya potencia perturbaba mis pensamientos. Yo bajé la cabeza y mis rodillas se doblaron a pesar mío. Los zumbidos y frecuencias resonaban en mi cabeza, hasta el umbral de las nieblas de mis emociones, no escuchaba bien sus palabras.

 

Levanté la cabeza y Abzu-Abba se retorció para deshacerse de mi agarre. Mientras la cólera penetraba en cada fibra de mi ser, el se enderezó con aire divertido, con los ojos inyectados de sangre y embriagado de verme a su merced. Mi corazón latía una velocidad espantosa, no tenía ya ningún control sobre mí mismo. Todos mis miembros parecían completamente paralizados y me hacían sufrir terriblemente.

 

¿Cómo es que me había vuelto tan vulnerable en tan poco tiempo?

 

Abzu-Abba babeaba de satisfacción, sacando su bífida lengua. Parecía deleitarse de mi rabia, y se alimentaba con las bajas energías que con esto me extraía. Abzu-Abba me manipulaba con seguridad, ya que conocía el punto débil de un Alagni… ¡siendo esta debilidad su creador! ¡En realidad, sí! Allí estaba la clave y la forma en que la mente de mi oponente me dominaba.

Traté penosamente de recuperar el control de mi mente y mis sentidos. Vi a Abzu-Abba gesticular de placer, al mismo tiempo que seguía con su desastrosa diversión y encantamiento. Estaba demasiado seguro de sí mismo y disfrutaba tanto de su victoria antes de darme el golpe de gracia. ¡Este fue su error! Debí ya no pensar en el mi creador y descargarme este odio inútil y destructivo.

 

Me concentré y cerré los ojos intentando escaparme del abrazo invisible que me obstruía como un tornillo de banco. Me recuperé poco a poco y envié a bailar a Abzu-Abba contra la pared. Me había liberado de su influencia, y mi adversario entró en pánico. La fuerza de la desesperación lo hizo mugir como un animal que se lleva al matadero. Se supo perdido cuando mi energía comenzó a absorber su a Niama. Su Èagra se movía cada vez menos rápidamente, desincronizándose implacablemente.

 

Con los músculos contraídos, el pecho listo para estallar, Abzu-Abba, en una agonía de sufrimiento, se vació de su potencia como se vacía un gran cántaro de agua. Momentos más tarde, el cuerpo inerte de nuestro rey se aplastó bajo mis ojos. Me acerqué él y constaté que estaba todavía con vida.

 

Yo estaba eufórico de omnipotencia y exaltación:

¡“Pobre tonto! Yo estaba a tu merced y tu preferiste gozar tu triunfo en vez de acabarme inmediatamente… ¡ Ha sido larga la desconcentración! Creíste que yo cometería el mismo error?”.

Grité estas palabras, sin reflexionar, el Ugmu, el espantoso grito de la muerte inmediata, el que logra el poder y la potencia de una multitud. Los cuerpos de Abzu-Abba y de los tres Miminu estallaron y se derramaron en el templo real, en numerosos pedazos de carne y sangre.

 

¿Qué es lo que he hecho?

 

La sombría y terrible máquina que era, esta detestable criatura programada a medias, acababa de cometer lo irreparable. La Niama 34 de Abzu-Abba se mezcló con la mía, confiriéndome la potencia de mi Kuku

Bajo la acción de mil pensamientos incoherentes, dejé la desastrosa tumba para unirme a Ankida y a Mamitu.

 

Cuando recuperé mi dispositivo, un inefable horror impregnaba el templo y sus alrededores, mientras que un silencio de muerte parecía reinar en el Abzu.

34. La descomposición sumeria del término Niama en NL-AMA o NL-AMAj aporta respectivamente los siguientes sentidos: “la potencia de la madre (o del calor)” o también “la potencia del amo”. Encontramos en estas dos definiciones una concepción neutra y unisex de esta potencia universal. Debe acercarse al término Nyama de los Dogones de Malí. El Nyama malinense es una energía, una sustancia impersonal distribuida en todo cuerpo vivo. Se define también como siendo una fuerza vital. Los Dogones creen que la sangre contiene el Nyama y que se transmite también por herencia. En los Malinenses, se realizan algunos sacrificios de animales con el fin de cargar el altar del sacrificio del Nyama de los animales consagrados a los iniciados y a las deidades. Se ejercía una práctica similar en el templo de Yahvé (Dios), en Jerusalén, a la atención del mismo Yahvé.

 

Los sacrificios de animales que allí se practicaban tenían por objetivo absolver al pueblo de sus pecados o faltas o más simplemente de acompañar un voto. Se reservaban algunas partes del animal consagrado a Yahvé y el resto era compartido entre los sacerdotes oficiantes en el templo. Esta clase de sacrificio se denomina Shélamim en hebreo, es decir, “sacrificio de paz”. Este término desglosado en Emeèâ (la “lengua matriz” incluye las partículas sumerio-asirio-babilónico) aporta la siguiente definición: SE (porción o parte); LA (deseo o voto) MlM (se une con el sumerio MUê2 que evoca la divinidad y es colocado como primer elemento de los nombres divinos), o SÈ-LA-MlM “la parte de la voluntad o deseo de la divinidad (o deidad)”.

 

Encontramos en este término todas las reservas formuladas antes por los “dioses” para que el ser humano nunca tenga que nombrar directamente sus nombres o mencionar su fisonomía. En efecto, como lo vimos en el capítulo 1 de la 1ra parte, la partícula MUS2 o MlM (apariencia, aspecto, diadema o corona real, parpadeo) se confunde con su homófono sumerio MUS (reptil, serpiente). De esta severa doctrina se deriva la prohibición formal, en los Hebreos, de representar el verdadero aspecto de Yahvé o el Elohim (deidades). Volveremos a hablar en los próximos volúmenes así como de la transmisión del Niama (o Nyama de los Dogones) por el derramamiento de sangre.
 

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