T Gîrkù-Tila Nudîmmud / Min-ME-Min
Al salir del edificio, me sorprendió de descubrir que el clima había cambiado, Ankida sufría los asaltos de una terrible tormenta de arena procedente del norte. Tomé una ruta en el caliente aire del desierto, un camino caliente y peligroso, hasta el estacionamiento donde se encontraban todos los Gigirlah Amasutum.
Tomé uno de ellos al azar, y partí
tomando la dirección hacia el mundo subterráneo. Las naves de
nuestras hembras apenas diferían aquellos que yo ya conocía y el
viaje hacia el Abzu fue bastante rápido. Ya había hecho ese viaje de
ida y vuelta, conociendo bien las trampas que debían de evitarse,
como desviarme de las ráfagas en sentido contrario y aprovecharme de
los vientos favorables que desembocaban de las aberturas de nuestro
globo. I left the room of creation in
Lahmu y Lahamu me anunciaron que acababan detener la erradicación de los èutum, en espera de que mi creador les diera próximamente nuevas instrucciones. ¿Año el benefactor, iba a sacar a sus hermanos de los malos pasos, en los cuales acababa de implicarlos de nuevo? Mi creador era el rey del desorden y también un gran maestro en el arte de la mentira.
Pasaba su tiempo tratando de reparar los problemas que creaba en todas partes. No habían tales de valorizarse y hacerse pasar por un ser indispensable y brillante. Me consternó constatar que Lahmu y Lahamu no me plantearon ninguna pregunta con respecto a los Nungal. Era obvio que no les preocupaba absolutamente. Sus centros de interés estaban en conformidad con aquellos de An, y cualquier otra cosa no contaba, a sus ojos.
Para quererme halagar, Lahmu y Lahamu me anunciaron que mi creador les había aconsejado a que confiaran en mi y me escucharan. Obviamente, era mía, esta fe en esto de llevarme a estos delincuentes de este atolladero. Al hacerme este “honor”, An me hizo entender que se me consideraba como uno de los suyos, es decir, como uno de los traidores trabajando a su servicio y a favor de Ansar.
En cuanto a la pregunta que me había
estado formulando desde mi creación, si me habrían de probar a mi,
la respuesta acababa de serme dada sin ambigüedad. Lahmu y Lahamu
parecían esperar direcciones por mi parte, pero no les di ninguna y
les confié yo iría a visitar a nuestro rey, lo que era la estricta
verdad.
Los dibujos describían la historia de
las Gina' abul femeninas, desde la Gran Guerra que las obligó a
dejar a Urbar'ra (la constelación del Lira), hasta su llegada a
Margid'da (la constelación de la Osa Mayor), a través de sus
distintos trabajos de creación en la confederación de los Kadistu
(planificadores). Comtemplé los gigantescos frescos, realizando que
no sabía mucho sobre esta Gran Guerra que opuso a algunos de entre
nosotros a un enemigo alado, el cual, para mi, era misterioso e
indefinible.
Una buena canalización de esta energía pero con la puesta en acción de Sagra (los vórtices energéticos: los chakras), permite extraordinarias realizaciones. En un parpadeo, liberé el cerrojo y pasé la puerta, para encontrarme en la antecámara del santuario. El ambiente era a la vez fresco y húmedo. Algunos luces parpadeaban sobriamente en la lúgubre penumbra en la cual avancé unos sesenta pasos para acceder a los apartamentos de nuestro rey.
En los altos muros de la sala, cuatro
finas aperturas dejaban pasar insignificantes partículas de polvo
que bailaban a la luz del sol del Abzu y a voluntad de las
corrientes de aire.
Me sentía tan bien que me presioné
contra el techo y esperé pacientemente a nuestro rey, mientras me
relajaba con la cabeza hacia abajo.
Me lancé al vacío y aterricé ante los dos seres, completamente anonadados. El horrible enano quiso huir, pero lo intercepté y lo tiré sin consideración al suelo. Inmediatamente, Abzu-Abba intentó proyectar mi mente en el limbo de su mente, una vieja técnica que sirve para aplastar la conciencia de su adversario, fusionando su mente con la suya.
Si el proceso sale bien, el vencedor se apodera inmediatamente del conjunto de los poderes de su rival, transformándolo, si es que acaso todavía está con vida, en un verdadero vegetal. Pero nuestro rey era demasiado lento para mi gusto y no tuve ninguna dificultad para anticipar su reacción. En el momento en que quiso enviarme su destino, no me encontraba ya a su alcance, sino sobre la pared de enfrente.
De allí, desplegué mi energía con el fin de paralizarlo, e intenté hablar con el.
33. El término sumerio Musdagur quiere decir a lagarto o lagartija, pero su descomposición estricta MUS-DA-GUR4 lo traduce como “fuerte reptil cebado” o también “potente y brillante reptil”. Toda la sutileza de la lengua de los “dioses” está presente en este ejemplo, ya que en algunos contextos se trata de un insulto, lo que es aquí el caso.
Dejé la pared sobre la cual estaba posicionado y me dirigí hacia Abzu-Abba.
Yo tomé un tono mucho más seco.
Debo decir que es un éxito para mí, la voz del enano se elevó pronunciándose contra mi:
Me di la vuelta, de un gesto le hizo cruzar la sala enchapada a sus espaldas, y se volvieron a cerrar detrás de una puerta estrecha que lo llevaba entre sus apartamentos y la antecámara.
¡Este no es más que un extenso plan para
sustituir a mis Sutum en contra su maldito Alagni, a tomar posesión
de Nalulkâra y de nuestras colonias!
Su colosal anchura se lanzó hacia mi, pero esquivé el ataque y conseguí aplastarlo de nuevo contra el suelo, gracias al Niama.
Abzu-Abba me insultó de nuevo de mil maneras. La violencia de sus actitudes me alertó y me hizo realizar que la salida de este encuentro iba a salir inevitablemente mal para uno de nosotros. Se obstinó en sus proyectos y no dejó de insultar a An.
Su voz jadeante, mezclada con una extrema violencia, han generado en mí un profundo odio. Cuanto más denigrante era, más alegre parecía de verme impotente ante esta absurda situación. Su perverso espíritu no dejó de incitarle a verter palabras cuya potencia perturbaba mis pensamientos. El cráneo zumbante de sonidos y frecuencias, al límite máximo de las brumas de mis emociones, no me dejaban escuchar con distinción sus palabras.
Levanté la cabeza y Abzu-Abba intentó deshacerse de mi influencia. Mientras la cólera penetraba cada una de las fibras de mi ser, este se incorporó, la mirada inyectada de sangre y embriagado de verme a su merced. Mi corazón latía a una velocidad espantosa, no tenía ya ningún control sobre mí mismo. Todos mis miembros parecían completamente paralizados y me hacían sufrir terriblemente.
¿Cómo fue que me volví así, tan vulnerable en tan poco tiempo?
Abzu-Abba babeaba de satisfacción, sacando su lengua bífida. Parecía deleitarse con mi rabia y se alimentaba de las bajas energías que sustraía de esto. Abzu-Abba me estaba manipulando con seguridad, porque el conocía el punto débil de un Alagni… ¡De hecho, sí!
Esta debilidad era la clave y el camino con el cual la mente de mi adversario me dominaba.
Abzu-Abba me insultó de nuevo de mil de maneras. La violencia de sus observaciones me alertó y me hizo realizar que este encuentro iba inevitablemente a terminar muy mal uno de nosotros. Se obstinó en sus proyectos y no dejó de insultar a An.
El jadeo de su voz, mezclado con una violencia extrema generó en mí un profundo odio. Cuanto más deliberaba, más parecía alegrarse de verme impotente ante esta absurda situación. Su espíritu perverso no dejó de incitarle a verter palabras cuya potencia perturbaba mis pensamientos. Yo bajé la cabeza y mis rodillas se doblaron a pesar mío. Los zumbidos y frecuencias resonaban en mi cabeza, hasta el umbral de las nieblas de mis emociones, no escuchaba bien sus palabras.
Levanté la cabeza y Abzu-Abba se retorció para deshacerse de mi agarre. Mientras la cólera penetraba en cada fibra de mi ser, el se enderezó con aire divertido, con los ojos inyectados de sangre y embriagado de verme a su merced. Mi corazón latía una velocidad espantosa, no tenía ya ningún control sobre mí mismo. Todos mis miembros parecían completamente paralizados y me hacían sufrir terriblemente.
¿Cómo es que me había vuelto tan vulnerable en tan poco tiempo?
Abzu-Abba babeaba de satisfacción,
sacando su bífida lengua. Parecía deleitarse de mi rabia, y se
alimentaba con las bajas energías que con esto me extraía. Abzu-Abba
me manipulaba con seguridad, ya que conocía el punto débil de un
Alagni… ¡siendo esta debilidad su creador! ¡En realidad, sí! Allí
estaba la clave y la forma en que la mente de mi oponente me
dominaba.
Me concentré y cerré los ojos intentando escaparme del abrazo invisible que me obstruía como un tornillo de banco. Me recuperé poco a poco y envié a bailar a Abzu-Abba contra la pared. Me había liberado de su influencia, y mi adversario entró en pánico. La fuerza de la desesperación lo hizo mugir como un animal que se lleva al matadero. Se supo perdido cuando mi energía comenzó a absorber su a Niama. Su Èagra se movía cada vez menos rápidamente, desincronizándose implacablemente.
Con los músculos contraídos, el pecho listo para estallar, Abzu-Abba, en una agonía de sufrimiento, se vació de su potencia como se vacía un gran cántaro de agua. Momentos más tarde, el cuerpo inerte de nuestro rey se aplastó bajo mis ojos. Me acerqué él y constaté que estaba todavía con vida.
Yo estaba eufórico de omnipotencia y exaltación:
Grité estas palabras, sin reflexionar, el Ugmu, el espantoso grito de la muerte inmediata, el que logra el poder y la potencia de una multitud. Los cuerpos de Abzu-Abba y de los tres Miminu estallaron y se derramaron en el templo real, en numerosos pedazos de carne y sangre.
¿Qué es lo que he hecho?
La sombría y terrible máquina que era,
esta detestable criatura programada a medias, acababa de cometer lo
irreparable. La Niama 34 de Abzu-Abba se mezcló con la
mía, confiriéndome la potencia de mi Kuku
Cuando recuperé mi dispositivo, un
inefable horror impregnaba el templo y sus alrededores, mientras que
un silencio de muerte parecía reinar en el Abzu.
Los sacrificios de animales que allí se practicaban tenían por objetivo absolver al pueblo de sus pecados o faltas o más simplemente de acompañar un voto. Se reservaban algunas partes del animal consagrado a Yahvé y el resto era compartido entre los sacerdotes oficiantes en el templo. Esta clase de sacrificio se denomina Shélamim en hebreo, es decir, “sacrificio de paz”. Este término desglosado en Emeèâ (la “lengua matriz” incluye las partículas sumerio-asirio-babilónico) aporta la siguiente definición: SE (porción o parte); LA (deseo o voto) MlM (se une con el sumerio MUê2 que evoca la divinidad y es colocado como primer elemento de los nombres divinos), o SÈ-LA-MlM “la parte de la voluntad o deseo de la divinidad (o deidad)”.
Encontramos en este término todas las
reservas formuladas antes por los “dioses” para que el ser humano
nunca tenga que nombrar directamente sus nombres o mencionar su
fisonomía. En efecto, como lo vimos en el capítulo 1 de la 1ra
parte, la partícula MUS2 o MlM (apariencia, aspecto, diadema o
corona real, parpadeo) se confunde con su homófono sumerio MUS
(reptil, serpiente). De esta severa doctrina se deriva la
prohibición formal, en los Hebreos, de representar el verdadero
aspecto de Yahvé o el Elohim (deidades). Volveremos a hablar en los
próximos volúmenes así como de la transmisión del Niama (o Nyama de
los Dogones) por el derramamiento de sangre.
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