Diciembre 2008 del Sitio Web LegadoCosmico
Gracias a Pedrero, pudimos compartir momentos de nuestra expedición a ese extraño sistema de túneles en el programa Milenio, de Radio Galega.
Sin duda es un expediente abierto que aún suscita interrogantes y las más diversas teorías.
Aunque en la sección “intraterrestre” incluimos un resumen de lo que
significa ese enigma,
pienso que hoy es una buena oportunidad para recordar porqué ese
punto del mundo
sigue vigente como un misterio sin resolver.
Se afirma que gracias a su conocimiento del antiguo dialecto húngaro, el magiar – similar a la lengua de los nativos shuaras - pudo entablar amistad con los guardianes de estos túneles, que suelen frecuentar debido a la presencia de los Tayos, unas aves nocturnas que son codiciadas en la comunidad indígena por sus huevos.
Juan Moricz (de cabello canoso) con su abogado, Peña Matheus.
Morizc, supuestamente, con ayuda inicial de los indios hizo sus
primeras exploraciones entre 1964 y 1969, este último año el
decisivo para dar a conocer su inquietante hallazgo.
Esta afirmación extraordinaria ponía en segundo plano la propia existencia de los túneles que, de acuerdo a la opinión de Moricz, eran artificiales: supuestas construcciones de una civilización ignorada que vivía en las entrañas de la Tierra.
Lo que resaltaba en su Acta de descubrimiento no era la naturaleza artificial de esos túneles, sus dinteles, techos pulidos o pasillos cortados como por un láser, sino la presunta Biblioteca Metálica.
El enigma solo estaba empezando.
"Boca de ingreso a la Cueva de los Tayos"
El acceso consiste en un túnel vertical, una suerte de chimenea con unos 2 metros de diámetro de boca y 63 de profundidad. El angustioso descenso - no apto para cardíacos - se realiza con un cabo y polea. De allí, un verdadero laberinto se abre al explorador por kilómetros de misterio que se siguen enterrando en las profundidades, una ruta de galerías y pasillos que deben ser recorridos en la más absoluta oscuridad. Las linternas más potentes son nada ante semejantes espacios en donde una catedral entera podría caber.
Y no exagero.
El estudio inicial de esta conexión intraterrestre entre especies de aves nocturnas lo abordó detalladamente el sabio alemán Alejandro de Humboldt, en su obra: “Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente” (1800). Es sumamente sospechoso que una misma especie de aves ciegas esté diseminada en diversas cavernas de Sudamérica.
¿Será que todos aquellos laberintos intraterrestres no son cavernas aisladas y guardan una conexión?
“Descendiendo por la boca principal” En las inmediaciones de la Cueva de los Tayos del Ecuador viven los Shuaras, quienes en el pasado fueron conocidos con el nombre “Jíbaro” - denominación despectiva para ellos - famosos en el pasado por su bravura y el arte de reducir cabezas. Ellos son los primeros exploradores del sistema subterráneo, ya que cada mes de abril bajaban a la cueva para hurtar los huevos e incluso los polluelos de los Tayos, que son más grandes que una paloma.
Y en medio de esta faena, los indios cuentan que se toparon con una serie de sorpresas. La más resaltante, fue sin duda, el hallazgo de gigantescas huellas sobre bloques de piedra que, por sus ángulos rectos y simetría, sugieren un origen artificial. Moricz recogió estos relatos en su visita al oriente ecuatoriano, pudiendo comunicarse sin mayor dificultad con los nativos gracias a su dominio del magiar.
Obviamente, Moricz sabía muy bien a qué blanco apuntar. Desde 1950 seguía pacientemente la “pista” que lo podría llevar al reino subterráneo.
Algunas fuentes, incluso, lo vinculan con una extraña orden esotérica húngaro-germana, hecho que podría explicar el profundo conocimiento esotérico que esgrimía en sus controvertidas entrevistas a los medios de prensa. Sea como fuere, Moricz estuvo en Perú, Bolivia y Argentina buscando estas entradas antes de llegar al Ecuador. En más de una entrevista subrayó lugares como Cusco, el Lago Titicaca y Tierra del Fuego, como los posibles lugares desde donde “se puede descender al reino subterráneo”.
Según él, la Cueva
de los Tayos es sólo una de las tantas entradas a este mundo perdido,
y lo más apabullante: que aun así, estaríamos hablando de un simple
“arañazo” al mundo real de estos seres intraterrestres, que yacen a
profundidades difíciles de alcanzar por el ser humano.
Muchos de estos preciados objetos - por no decir todos - posteriormente fueron robados.
Si el padre Crespi aun estuviese con vida, quizá podríamos rastrear el origen exacto de tan enigmáticas piezas que parecían ser muy antiguas, mostrando indiscutibles ideogramas en relieve, una suerte de “código de información” o “escritura”.
“El Padre Crespi con los enigmáticos objetos que recibió de los
indios” Teniendo en cuenta que estos objetos - muchos de ellos consistían en planchas metálicas, como si fuesen de oro y mostrando complejos símbolos - se hallaron en el Ecuador, no era descabellado darle al menos el beneficio de la duda a la biblioteca metálica descubierta por Moricz en la Cueva de los Tayos.
Todo esto no tardaría en atraer la atención de los cazadores de lo misterioso.
El libro fue un bestseller mundial, vendiendo 5 millones
de copias y traducido a 25 idiomas. Ni un peso para Moricz.
Moricz aceptó siempre y cuando él fuese el Jefe de la Expedición y que ningún objeto hallado en el mundo subterráneo podría ser retirado.
Como era de esperarse, Hall no
aceptó la propuesta. Inmediatamente desechó la presencia de Moricz
en la Expedición y se comunicó con el Gobierno de Inglaterra.
Resultado: En julio de 1976 se llevaría a cabo una expedición
Ecuatoriano-Británica, con un intimidante personal militar y
científico y, para añadir la cereza a la torta, la presencia del
astronauta norteamericano Neil Armstrong (¿?).
El mismísimo dueño de la Estancia donde ocurrieron los hechos, Angel Tonna - con quien tuve la oportunidad de compartir en su casa de Paysandú en 1999 - recordaba las visitas de Armstrong quien, además, le confió en su propia estancia de Uruguay que la misión Apolo XI de 1969, enfrentó un supuesto encuentro cercano del tercer tipo en la Luna.
“Armstrong dentro de la Cueva de los Tayos"
Recientemente, debo añadir, este tema saltó en los medios de comunicación de Uruguay, ya que dos investigadores consultaron a EE.UU. si realmente Armstrong había visitado el país después de haber estado en la Luna. La respuesta fue negativa. Y por consiguiente no hay nada que avale el testimonio de Tonna, quien falleció hace pocos años en su Estancia de Paysandú. Una pena, pues de estar vivo hubiese sido interesante constatar de qué pruebas disponía para sostener su afirmación.
Sea como sea, de la visita de
Armstrong en Ecuador no se puede dudar, pues hay documentos,
fotografías, y hasta una declaración a medios de prensa, aunque
siempre bajo la fachada de “expedición científica”.
Aparentemente, la misión era enterrar el misterio de la Cueva.
No obstante, para varios investigadores la conclusión del Informe resultó desconcertante teniendo en cuenta los claros dinteles y bloques de piedra que se pueden encontrar en el sistema intraterreno, muy similares a los que halló, paradójicamente, el mismísimo equipo de arqueólogos de la expedición a mitad de camino entre el campamento base y la unión del río Coangos con el Santiago, antes de descender a la Cueva.
Los arqueólogos hallaron un muro megalítico de
aproximadamente 4,50 metros de largo por 2,5 metros de alto, tal
como los que se pueden ver en la galerías subterráneas. ¿Y qué se dice ante esto?
A fin de cuentas, el Informe de la
Expedición echó por tierra el verdadero secreto que yace en la Cueva
de los Tayos, mientras a mitad de todo el jaleo, se llevaban cuatro
cajas selladas de madera que no permitieron abrir a los shuaras,
quienes se sintieron engañados y estafados. Hoy en día recuerdan
claramente aquel triste episodio.
A
estos recodos del camino, y a la luz de nuestra experiencia de
contacto, la biblioteca metálica hallada por Moricz en el mundo
intraterrestre guarda importantes patrones en común con lo que
nosotros veníamos conociendo.
Cuatro años más tarde, el doctor Barry Fell - Profesor de Biología de la Universidad de Harvard - identificaba 12 signos de la lámina en cuestión con los propios signos empleados en el Zodíaco. También debemos mencionar que en nuestros grupos de contacto es bien conocido que muchos de estos ideogramas son similares a los signos empleados para leer y cantar música gregoriana.
Ello nos llevó a
pensar en aquel entonces que estos registros no habían sido hechos
para ser leídos, sino para ser “cantados”, quizá con el mismo efecto
de un mantram de poder.
De acuerdo al
espeleólogo argentino Julio Goyen Aguado - presente en las primeras
expediciones a la Cueva de los Tayos, incluyendo la incursión
ecuatoriano-británica - la expedición de 1976 fue financiada por la
Iglesia Mormona, ya que las planchas metálicas que citaba Moricz
recordaban las propias planchas de oro que recibiera el profeta
Joseph Smith de manos del ángel Moroni.
Sea como sea, Aguayo - ya fallecido - sospechaba que Stanley Hall pertenecía a los Servicios Secretos del Reino Unido, además de formar parte de la masonería inglesa, sumamente interesada en encontrar la biblioteca metálica. Neil Armstrong, y recordemos bien esto, también era masón.
El tema de la biblioteca metálica ha atraído a muchos buscadores, despistando a quienes se embarcaban en esta odisea del verdadero secreto del mundo subterráneo.
Imagen de la expedición británica que muestra detalles
de las
posibles construcciones artificiales en los Tayos
Un secreto que va más allá de la Biblioteca Metálica. Un secreto que
nosotros re descubrimos in situ cuando descendimos a ese sistema de
túneles en agosto de 2002.
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