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ElConfidencial
(Wikimedia commons) llevan años excavando esta macro-estructura sepultada por el tiempo y que ahora desvela algunos de sus secretos...
Ese sacrificio, uno entre
miles realizado en la ciudad 'sagrada' de
Tenochtitlán,
'alimentaría'
a los dioses y aseguraría la supervivencia del mundo.
Los sacrificios humanos
en las culturas precolombinas están bien documentados, aunque su
funcionalidad no ha terminado de quedar clara en muchos casos,
especialmente debido a que los códices donde se relata su existencia
fueron escritos por conversos.
Armados con años de práctica, conocimiento anatómico detallado y cuchillas de obsidiana más afiladas que el acero quirúrgico actual, realizaban una incisión en el fino espacio entre las dos vértebras del cuello, decapitando el cuerpo como expertos.
Usando sus cuchillas afiladas cortaban hábilmente la piel y los músculos de la cara reduciéndola a una calavera.
Foto: Reuters/Henry Romero.
Luego tallaban grandes
agujeros en ambos lados del cráneo y lo deslizaban sobre un grueso
poste de madera que contenía otros muchos preparados de la misma
manera.
Era un altar propio de las culturas mesoamericanas donde se clavaban las cabezas recién cortadas de los sacrificados, que configuraban una especie de empalizada.
Su nombre proviene de
unir la palabra "tzontli" ("cabeza") y "panli" ("fila").
formado con cráneos en su alrededor.
Lo construyeron en siete fases entre 1325 y 1521, cada una correspondiente a un reinado diferente.
Cada una se edificó sobre y alrededor de las anteriores, incorporando la historia del Templo Mayor dentro de ella como un conjunto de muñecas rusas.
Aunque los españoles destruyeron la fase final, los santuarios más pequeños de los reinados anteriores se pavimentaron, pero quedaron relativamente ilesos.
Esas ruinas ahora son parte del museo, pero muchas estructuras que las rodeaban permanecieron ocultas bajo la densa ciudad colonial, y ahora, la megalópolis moderna.
Pero los historiadores y los arqueólogos sabían que estos eran propensos a exagerar los horrores de los sacrificios humanos para demonizar la cultura azteca.
Con el paso de los
siglos, los eruditos comenzaron a preguntarse si alguna vez
existieron realmente.
Llevan trabajando desde
2015 y han descubierto los restos del cráter y una de las torres
debajo de una casa de época colonial en la calle que se encuentra
detrás de la catedral de la Ciudad de México, la otra parte
sospechan que se encuentra debajo del patio trasero.
Ahora, los arqueólogos
están empezando a estudiar los cráneos en detalle, con la esperanza
de aprender más sobre los rituales aztecas y el tratamiento
postmortem de los cuerpos de los sacrificados.
Él y otros investigadores esperan que los cráneos clarifiquen el papel del sacrificio humano a gran escala en la religión y la cultura azteca, y si, como sospechan los estudiosos, jugó un papel clave en la construcción de su imperio.
Además, el equipo pasó una segunda temporada, de octubre de 2016 a junio de 2017, excavando el tzompantli y la torre.
En su dimensión más grande, esta tenía casi cinco metros de diámetro y al menos 1,7 metros de altura.
Combinando las dos
históricamente documentadas y la planta, los arqueólogos del INAH
ahora calculan que varios huesos de la cabeza deben haber sido
exhibidos a la vez. Algunos de los cráneos mostrados en el tzompantli se transformaron en máscaras; la nariz de este es una cuchilla de obsidiana
como las usadas en sacrificio humano.
Encontró que aproximadamente el 75% de los cráneos examinados hasta ahora pertenecían a hombres, la mayoría entre las edades de 20 y 35 años, los años que solían tener los principales guerreros.
El 20% eran mujeres y el
5% pertenecían a niños, la mayoría víctimas que parecían gozar de
una salud relativamente buena antes de sacrificarse.
Foto: Efe/Jorge Núñez.
Los resultados confirmaron que las víctimas nacieron en varias partes de Mesoamérica, pero a menudo pasaron un tiempo significativo en Tenochtitlán antes de ser sacrificados.
También espera encontrar una diversidad de orígenes, especialmente porque los cráneos tzompantli muestran una variedad de modificaciones dentales y craneales intencionales, que fueron practicadas por diferentes grupos culturales en diferentes momentos.
De ser así, las calaveras podrían arrojar información que se extiende mucho más allá de cómo murieron las víctimas.
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