por
Enrique Pérez Porter
04 Septiembre 2008
recibido por Email
¿Por qué aseverar con tanta liviandad que para alcanzar la
completitud basta con
relajarse y autoobservarse?
Es simple: lo demás viene por añadidura... |
No estamos solos en nuestro viaje hacia la eterna autoconsciencia.
Cierto es que el ‘Maestro Interno’ se mantiene más o menos alejado
de nosotros, dado que la vibración de nuestra persona por lo general
es muy sustancial para sus términos.
Al respecto, el mismísimo Buda Gautama señala que…:
‘cuando el Bodhisatva piensa, deja de ser Bodhisatva…’ (‘kongokyo’ <sutra de
diamante> 3ª entrada).
Por fortuna, existe un par de intermediarios, mencionados como los
‘ángeles de la guarda’, ‘protectores’, ‘guías’, ‘alas’… el nombre en
realidad no tiene gran importancia.
Este par de entidades vela por nuestras personas, y dependiendo del
grado de relación persona/alma, le colocan en el camino las
circunstancias adecuadas para lograr el despertar interior.
NO TODO LO QUE BRILLA ES ORO
El mundo está lleno de engaños, y el sendero espiritual en su
aspecto ‘alternativo’ se ha convertido en un buen nicho de mercado.
Encontrarse con algún falso maestro es más fácil que lo contrario.
Sólo cuando el discípulo está listo, es que el Maestro aparece...
Antes de ello, la persona puede creer muchas cosas de sí misma: que
es un alma iluminada en busca de Cristo; que por haber devorado
libros de Aurobindo se halla en condición de sentir que ese Maestro
es su Maestro personal; que las ideas locas, lógicas y/o
‘espirituales’ que se le vienen por montones en forma de sentencias
‘bíblicas’ son afirmaciones canalizadas desde alguna Gran Entidad
Galáctica… en fin, mientras el aspirante a discípulo no está
preparado y no brille en la oscuridad de los aspirantes, estará
expuesto al juego de lo ficticio místico.
Al cabo de dicha jornada y
quitado el velo de las apariencias, habrá aprendido acerca de lo
ilusorio, y quizá entonces esté en condiciones de servir a la
Escuela sin mayores tropiezos ni farfullos tenebrosos.
¿Cómo esperas reconocer a Cristo o a cualquier Maestro, sin haber
comprendido por experiencia propia que la Divinidad también es algo
inherente e inmanente en ti?
Y, cuando esa realidad ha iluminado tu existencia terrena, el
Maestro interno se hace cargo de tus pasos personales, en gran
medida.
El sendero entonces, desde algún punto de vista es allanado:
es factible que aparezcan personas, guías, instructores, escuelas,
técnicas de meditación, imaginería adecuada, experiencias místicas,
etc.…
GUARDIA EN ALTO EN
RELACIÓN A MAYA
De cualquier forma que sea, siempre es útil, necesario e
imprescindible mantener conciencia de observación en cuanto al mundo
de las apariencias.
Nuestra persona es temporal y tiene una supina tendencia a dejarse
llevar por la ilusión.
El alma que nos anima es quién se halla en el sendero espiritual; la
persona en sí, no es más que un vehículo para que tal morador
interno adquiera las experiencias necesarias en los mundos concretos
hasta vaciar sus contenidos.
Encarnación tras encarnación, esta alma se cambia de ropas y nuevas
‘personas’ vienen a plantarse sobre el escenario vital de maya, lo
perecedero… Es una realidad que puede asombrar, molestar e incluso
doler, pero la importancia de nuestra ‘persona’ es meramente una
cuestión circunstancial, un día en la vida espiritual, y si buscamos
el sendero que conduce hasta Dios como meta, debemos comprender
nuestra feble, temporal e inestable posición en la cadena ‘eterna’…
Sin embargo, somos importantes (tanto como la ropa nueva),
necesarios (tanto como no ir desnudos por la calle) e
imprescindibles (tanto que hasta los lamas se abrigan con una
mantilla en las alturas…).
En este Universo pletórico de todo, nada es superfluo, y nuestra
mera existencia demuestra lo significativo que somos desde nuestra
realidad, para el desarrollo del alma que nos anima, del Espíritu
que la vivifica, y, hablando en términos poderosos: somos
trascendentales para la Deidad Misma.
Todos y cada uno de nosotros, minúsculos, temporeros de la Tierra, e
ignorantes, formamos parte de una cadena que baja desde Dios hasta
lo menos, para ascender luego desde la nada misma casi, hasta la
plena consciencia Divina: hojas del mismo Árbol…
Fuimos los occidentales, mal educados respecto a las cosas ‘religiosas’.
Nos dijeron cuando niños, que el Espíritu está lejos, pero al
contrario, es la fuerza espiritual que nos vivifica el impulso motor
de la existencia —al menos la temporal— y su flujo es evolutivo.
Está siempre con nosotros.
Entonces, al relajarnos debidamente como un estilo de vida, y
autoobservarnos cada noche, cada día, a cada instante que lo
recordemos y que nuestro ego lo permita, la destilación de la
esencia espiritual se hará sentir y cada vez más la persona será
acercada y descubrirá y dejará sus huellas en los campos de la
autoconsciencia.
Guías, escuelas, instrucciones escritas, y muchos etc., pueden ser
complementos útiles, parte de la senda; pero el verdadero camino,
está dentro de cada uno.
Un abrazo, siempre.
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