por
Enrique Pérez Porter
25 Septiembre 2008
recibido por Email
Un aspecto negativo de nuestra personalidad, es sin duda, la falta
de capacidad del perdón. Jesús lo dijo hace mucho: perdona a tu enemigo. La sentencia reza:
…”y perdona mis deudas así como yo perdono a mis deudores…”
Pero, ¿qué es en suma, perdonar?
Etimológicamente, per-donar contiene la semilla del dar, antecedida
de la pre-posición inseparable per, que aumenta o potencia el valor
y significancia de la palabra a que se halla unida.
Per-noctar significa pasar la noche hasta que esta se acaba, hasta
‘más allá de la noche’…
Per-vertir… per-catar… per-durable… per-meable…
En Química, los
compuestos cuyo nombre comienzan con ‘per’, como el per-óxido de
hidrógeno (agua oxigenada), el ácido per-clórico, y así, todos
indican una clase de mixtura en la cual la potencia del elemento
central se halla per-cutada a su máxima expresión…
Perdonar entonces, es ‘dar más de lo donable’…
¿Cuándo perdonar?
Es obvio que nos vemos enfrentados a la decisión de perdonar o
mantener el rencor, sólo cuando hemos sido maltratados, robados,
asaltados, en esencia: cuando se ha cometido una bellaquería contra
nuestra persona.
Como decía Jesús: es fácil para el ladrón, ser honesto en su hogar;
lo difícil es mantener la conducta positiva en medio de la
circunstancia adversa, cuando se nos ha conculcado algún derecho… ¿Por
qué perdonar al bellaco, que sin derecho alguno, comete una tropelía?
Es cierto: sin derecho, y hay que agregar: sin conciencia.
Porque la conciencia es un factor que resulta muy importante a la
hora de evaluar los hechos. A un perro no se le castiga ni reprende
por defecar en la vía pública, y sin embargo un ser humano que
hiciera lo mismo podría ser detenido por la policía…
Y, en cuanto a un ‘bellaco’, ¿qué calidad de conciencia posee?
Imposible pedirle peras al olmo, dicen… pues: tampoco es realizable
exigir a un canalla que se comporte como una entidad con plenitud de
conciencia y que además disponga de la capacidad de actuar en la
senda del bien mayor por sobre su personal necesidad.
Lo anterior, parece eximir en algún grado la responsabilidad del
bellaco, y deja abierta la puerta hacia el perdón… sin embargo,
subsiste el daño, el dolor inflingido, la pérdida generada… después
de todo, el bellaco ha generado un ‘karma’ con su desatino, y quién
siembra vientos, ha de cosechar… pero ¿por qué hemos de convertirnos
nosotros en jueces y justicieros? Dejar esa tarea al resto universal
nos exime de crear o proseguir un encadenamiento de karmas sucesivos,
acción y reacción, bofetones van y cachetadas vienen…
Además: tal como fue apuntado: se recolecta de acuerdo a lo sembrado,
luego, si recibimos algo, es porque anteriormente hemos dispersado
la semilla adecuada para tal cosecha.
Es posible que ni siquiera
recordemos o estemos conscientes de haber sembrado lo necesario para
recoger esa cuota de dolor, pero el Universo marcha como debe… luego…
algo debimos sembrar…
Siempre existe la posibilidad que el Universo se equivoque…
Si la poética sentencia ‘el Universo marcha como debe’ es correcta,
ello por sí mismo implica al menos un par de verdades poderosas a
tener en cuenta para cualquier análisis:
-
primero que nada, la marcha
del Universo señala que este macro Organismo se halla en evolución,
que no ha llegado a Su culminación nirvánica
-
segundo, siendo el
Universo la manifestación sustancial —al menos lo que nos es dado
conocer— de la Deidad Trascendente, y estando su cuerpo aun en
estado evolutivo, implica que ni Dios mismo ha logrado la perfección
—en su propio estrato, claro— por lo cual, está sujeto tanto él como
su manifestación, al error…
Entonces, cuando nos ocurre algo
indeseable, oprobioso o doloroso, es posible que se trate no de una
‘cosecha legítima’ sino de un error del Universo. En cuyo caso, la
culpa del dolor infligido es de Dios mismo; bueno, tú verás si
lo
señalas con el dedo, o prefieres perdonarlo…
El perdón mis hermanos, es mucho más de que ‘dar más allá de lo
donable’… hay una frase llena de cinismo que dice ‘errar es humano,
perdonar es divino’… y con ello, nos podemos lavar las manos y no
perdonar, dejarlo todo al patrocinio universal…
Pero en ese caso ¿cómo
permanecemos, sin haber perdonado?
Obviamente, con el rencor adentro,
royendo el organismo, envenenando los sentimientos, ensombreciendo
la mente… ¿vale la pena acaso, permitir que además de la perversidad
que en su momento causó dolor, alimentar la autodestrucción y con
ello perpetuar el daño?
¿Cómo perdonar?
El papel, la Web, la letra escrita, aguanta todo.
La realidad
concreta en cambio, es dura cuando hemos sido víctimas de algún
inconsciente truhán. Nuestra personalidad es reacia a dejar pasar
las perversidades en su contra, y muchas veces menciona el perdón,
pero sólo es una verdad de los labios hacia fuera.
Sin embargo el alma que nos sustenta como seres vivos, tiene real
capacidad de comprensión, olvido y grandeza.
Se perdona, desde el
alma. Nuestra persona recordemos, es un mero vestido del alma, un
vehículo perecedero que apenas dura lo que un pestañeo espiritual.
Comprender esto y dejar que sea una instancia de conciencia interna
y superior a la persona la que deseche el rencor, es clave y
facilita el proceso al punto que muchas veces ocurre de forma ‘automágica’.
Es
el alma, la instancia de conciencia importante en nosotros.
Definir en verdad al ‘alma’ puede ser tarea complicada. De hecho,
diferentes escuelas de pensamiento, religiones aquí y allá,
pensadores del mundo, cada cual parece tener su propia definición de
lo que es el alma.
Y eso amigos hermanos, es tema para otras líneas, porque desde el
‘alma’ se abrirá la ventana hacia el ‘Espíritu’, y será más
conversar y entonces, esto se convertiría en un alargado texto sin
perdón por su extensión.
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