por
Enrique Pérez Porter
04 Octubre 2008
recibido por Email
Se dijo en un texto anterior que, para perdonar, es necesario
hacerlo desde el alma. (El
Perdón)
Pero, ¿qué es, el ‘alma’?
Parece ser que, por tratarse de un sujeto que, además de abstracto
resulta hasta ahora elusivo a la percepción humana y/o a sus
artilugios, el alma permanece en el diccionario de lo multi-definido.
Quizá la afirmación anterior no sea del todo absoluta, porque
algunos experimentos se han realizado y arrojan por resultado una
pérdida de entre 2-20 gramos de peso cada vez que alguien fallece…
Preguntar a Google por algunas definiciones es encontrar diferencias;
lo mismo sucede con el entendimiento de esta entelequia cuando se
acude a las ‘escuelas esotéricas clásicas’.
“El alma es el principio vital, es la inspiración de la vida. En la
Biblia, la palabra alma significa vida, sangre. El alma es el propio
intelecto del hombre, es el eslabón que une la materia con el
espíritu, es nuestra parte intrínseca que sobrevive a la muerte
física.”
…sobrevive a la muerte física… en esta sencilla pero poderosa
sentencia hay un par de conceptos a resaltar. El primero es
explícito: sobrevive… es trascendente a nuestra existencia terrenal;
y el segundo es abstracto y acaso raya en lo filosófico: tenemos la
tendencia a decir ‘mi’ alma’, como si nuestra persona fuese la dueña,
la que genera y lidera la dinámica del alma.
Con propiedad es
factible hablar de ‘mi brazo izquierdo’, pero en relación al alma,
la situación es a la inversa: nuestra persona es producto del alma
(o de instancias superiores aún), por lo que antes de proseguir
hablando con tanta soltura del alma se hace necesario establecer que
el sentido del flujo energético proviene desde el alma hacia la
persona. Tal y como la idea es anterior al invento, la vida precede
al organismo.
Existen algunas enunciaciones en relación al alma que desvían la
atención hacia la capacidad de verborrea más que al esclarecimiento
del concepto mismo.
Esto suele ocurrir con ‘filósofos’ occidentales,
quienes, antes de saber, escriben acerca de sus propias dudas:
“Las representaciones primitivas del «alma» son muy varias, pero se
destacan tres rasgos comunes a muchas de ellas. El alma es concebida
a veces como un soplo, aliento o hálito, equivalente a la
respiración; cuando falta tal aliento, el individuo muere. A veces
es concebida como una especie de fuego; al morir el individuo, este
«fuego» –que es el «calor vital»– se apaga.
A veces, finalmente, se
concibe como una sombra, presentida o de algún modo «entrevista»
durante el sueño. En los dos primeros casos, el alma es más bien
como un principio de vida; en el último caso, más bien como una «sombra
o un simulacro». La idea del alma como aliento, hálito, exhalación,
soplo, etc., es acaso la más común.”
José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía
Bien se pudo haber dejado de lado las líneas anteriores, pero son un
ejemplo de las variaciones sobre el mismo tema, y de la ignorancia a
la que nos enfrentamos.
Alma
Principio de vida en los seres vivos
Esta palabra castellana es la traducción del término latino anima (aire,
aliento, respiración), término sinónimo de spiritus (en griego
pneuma). Sin embargo Platón y Aristóteles utilizaron con más
frecuencia el vocablo "psyché" (de donde vienen nuestras palabras "psicología"
y "psíquico").
En el mundo griego encontramos dos formas de entender la noción de
alma:
-
aquello que nos permite alcanzar el conocimiento y la ciencia, nos
acerca a los dioses y nos diferencia del resto de seres (incluidos
animales): alma como principio de racionalidad
-
aquello que se encuentra en los seres vivos gracias a lo cual
dichos seres son capaces de realizar actividades vitales y se
diferencian de los seres puramente inertes: alma como principio de
vida
Todos los filósofos griegos aceptaron estas dos dimensiones en el
alma humana, pero unos subrayaron un aspecto y otros el segundo; por
ejemplo, Platón destaca la primera dimensión, defendiendo su
carácter divino e inmortal; sin embargo Aristóteles va a subrayar la
segunda.
Aristóteles, macedonio formado en la academia de Platón, nos habla
del alma en su estilo propio:
“ (...) el alma es aquello por lo que vivimos, sentimos y razonamos
primaria y radicalmente. Luego habrá de ser definición y forma
específica, que no materia y sujeto. En efecto: dado que, como ya
hemos dicho, la entidad se entiende de tres maneras —bien como
forma, bien como materia, bien como el compuesto de ambas— y que,
por lo demás, la materia es potencia mientras que la forma es
entelequia y puesto que, en fin, el compuesto de ambas es el ser
animado, el cuerpo no constituye la entelequia del alma, sino que,
al contrario, ésta constituye la entelequia de un cuerpo.
Precisamente por esto están en lo cierto cuantos opinan que el alma
ni se da sin un cuerpo ni es en sí misma un cuerpo. Cuerpo, desde
luego, no es, pero sí, algo del cuerpo, y de ahí que se dé en un
cuerpo y, más precisamente, en un determinado tipo de cuerpo (...)
Resulta ser así, además, por definición: pues en cada caso la
entelequia se produce en el sujeto que está en potencia y, por tanto,
en la materia adecuada.
Así pues, de todo esto se deduce con
evidencia que el alma es entelequia y forma de aquel sujeto que
tiene la posibilidad de convertirse en un ser de tal tipo.”
Aristóteles, Acerca del alma, Libro Segundo, II
Otra definición:
“El alma, de acuerdo a muchas religiones y tradiciones filosóficas,
es una sustancia etérea propia y única de un ser viviente. Es la
esencia interior de cada ser viviente que es eterna (algunas
tradiciones no la consideran eterna). Algunas creencias la
consideran inmaterial, en cambio otras intentan establecer la masa y
sustancia del alma.
El concepto de alma tiene un fuerte enlace con la noción de la vida
después de la muerte, pero varía de creencia en creencia.
En general, un alma pertenece a un cuerpo único y se desprende de
este cuando el cuerpo muere.”
“Únicamente los que empiezan a ser influidos y controlados por sus
propias almas y, por consiguiente, están mentalmente enfocados y
sintonizados, pueden ser elegidos para el entrenamiento ofrecido por
la Jerarquía. La devoción, las reacciones emotivas y el sentimiento,
no bastan, El entrenamiento esotérico es también una cuestión
impersonal; concierne al desarrollo de la conciencia del alma y a la
expansión de esa conciencia, para que incluya y no excluya todas las
formas vivientes, en las cuales palpita la vida y el amor de Dios.”
… Cada discípulo en el grupo de cualquier Maestro puede tener muchas
debilidades y limitaciones que actúan como obstáculos en el mismo
grupo, pero como almas, están parcialmente despiertos y vivos y han
logrado cierta medida de alineamiento…
… La naturaleza del alma es amor y voluntad al bien.
El Tibetano: Discipulado en la Nueva Era
Este Maestro Tibetano es uno de los que adhiere a la afirmación que
el alma no es eterna, sino una instancia de conciencia, un vehículo
de expresión del Espíritu que, etapa tras etapa y gracias a
sucesivas encarnaciones en la sustancia, adquiere conciencia y saber
acerca de la constitución del mundo que la rodea, hasta alcanzar un
desenvolvimiento de tal naturaleza que la entidad vital que la
proyecta es capaz de proseguir entonces su viaje infinito sin el
alma, ya como puro Espíritu.
El alma es para nosotros, personas, lo importante, lo más cercano en
trascendencia y elevación de conciencia.
La escuela budista, tan llena de sabiduría, también tiene sus
palabras al respecto, aunque ha sido dificultoso hallar su sola
mención como ‘alma’. Sin embargo, habla de la ‘esencia’ del
individuo. También las diversas escuelas de Cuarto Camino mencionan
a esta ‘esencia’ como un logro importante, ya que la persona es
cierto, muere con el fallecimiento, y depende del grado de
conciencia ‘esencial’ el que cada quién sobreviva de manera
consciente al proceso de excarnación.
En el libro de origen chino ‘El Secreto de la Flor de Oro’, se hace
referencia a la esencia individual. Sin disponer del texto es
posible recordar que relaciona esta ‘esencia’ con los productos
sexuales, ya sea semen u óvulo… Señala con enfática claridad que
aunque la esencia no es ni el óvulo o el semen, se halla contenida
en estos productos.
Introducir narices en escuelas ‘clásicas’ como la rosacruz o la
teosofía conduce a senderos por demás inquietantes en relación al
‘alma’, puesto que derivan en definiciones ‘técnicas’ que más que
aclarar parecen querer confundir al neófito.
Estas escuelas, por
haber sido perseguidos sus militantes con tanta furia por la curia
romana, debieron esconder sus archivos y disfrazar sus significados
muchas veces dibujando figuras inverosímiles por una parte, y por
otra, para hacer frente a la creciente ola de cientifismo en triunfo,
buscaron adornar sus conceptos con líneas que a la vista actual en
muchos casos evocan ironía por parte de sus detractores, mientras
los buscadores se apartan de tanta palabrería sin sentido efectivo.
A pesar de ello, la ciencia en cada avance y descubrimiento, no hace
sino confirmar los viejos asertos budistas e hinduistas.
Otros aseguran que el ‘alma’ corresponde con el aura. Si fuera tan
simple, los escritos tibetanos darían fe de tales afirmaciones,
cuestión ausente de sus textos.
Puede ser que lo más sabio sea prescindir de una definición de esta
entelequia que nos acompaña en nuestro viaje terrenal, y que según
las diversas tradiciones a nuestra ‘muerte’ permanece viva.
A cada quién le resulta fácil diferenciar cuando un pensamiento o
sensación cualquiera de respuesta a un estímulo externo, proviene de
niveles personales o de un piso más alto y exento de separatividades.
Más dificultoso resulta, cada vez que somos requeridos por algún
apremio exterior, responder desde ese nivel elevado e impersonal.
Para ello, se puede acudir a la relajación, observarse a si mismo
antes de responder, y buscar la impersonalidad. Esto claro está,
sólo es factible cuando la persona misma ha alcanzado un nivel de
relajación y memoria que le permita durante el evento, mantenerse
tranquila y acaso ‘ajena’ al suceso orgánico, al mismo tiempo que
recuerda que debe actuar desde un nivel impersonal antes que dejar
que sea el ego-ismo el peldaño de respuesta.
Es obvio que la anterior sugerencia es complicada. Sin embargo y a
la larga, resulta más simple y conveniente que afrontar a posteriori
las consecuencias de una réplica acalorada, violenta y alargadora de
una cadena kármica que sólo conduce a la perpetuación del dolor.
Si buscamos libertad, debemos comprender que esta se encuentra fuera
de la persona misma, más allá de los niveles individuales, y que
estos nuevos horizontes están siempre al alcance de cada quién,
porque se trata de los campos por donde transita el alma.
Palabras de Jesús vienen aquí, de perillas:
‘Sólo la Verdad os hará
libres’…
Hasta la próxima, hermanos de sendero.
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