G: ¿Cristo, quién es?
Eleazar: Era Karistio (hoy escrito Khristo, Khrestos. Eleazar
explica que la H se utilizó muchas veces para “camuflar” la A)
llamado más tarde San Pabelu (el término be también para camuflarlo
se utilizó la V o la U que es una letra que significa “2″ signo de
la victoria y del Mesías, así Pabelu pasó a ser Paulus, Paulo).
Se
trató de un cura (de kure: hacedores de cuevas para enterrar a los
muertos) nacido en Antiokos (Antioquia) que odiaba a los Bere, como
todos los de su categoría. Cambió de profesión por la de traficante
de esclavos. Se los traían en barco desde las tierras del Norte,
rubios y rubias, todos ellos.
Vendía las mujeres a los Palestinos,
que son en su mayoría morenos y siempre prefirieron a las rubias (…)
Karistio ganaba dinero con ese tráfico de rubios traídos en barcos
al puerto de Antiokos. Después conducía a esos esclavos hasta
Damasco y allí los vendía a ciertos Palestinos que, a su vez, los
dirigían hacia Egipto y la llamada Arabia Feliz (Yemén).
Durante el traslado les pegaba con un látigo, incluso una vez, a
golpes de bastón, mató a varios esclavos masculinos y jóvenes, los
cuales no querían seguir porque uno de ellos estaba muy enfermo y no
podía andar. Entonces llegó un día a Damasco con unos esclavos
enfrentándose con los mercaderes que solían comprarlos.
Le tenían
que pagar al contado y riñeron. Karistio quería más dinero. Las
monedas de los mercaderes estaban en unas alforjas, dentro de una
gran tienda, la cual se suponía bien vigilada. Pero al comprobar que
no, ese “Tío” (”Tio” o “Tito” son dos denominaciones que se les daba
a los oriundos de Antioquia, aun hoy en uso) roba el dinero de los
mercaderes, el dinero que le faltaba por cobrar. Un chico lo ve y
advirtió a los Palestinos. Estos lo cogen y lo meten en la cárcel.
Allí se encuentra con algunos que fueron “mercancía” suya en otras
operaciones y reconociéndole le dan una buena paliza. Son chicos
morenos procedentes de la Kapadutzie (Capadocia).
Ensangrentado, con los huesos molidos, con algunos dientes
seccionados, sin comer ni beber nada, encuentra palabras de aliento
y conmiseración en la celda de parte de un rubio de ojos azules que
trajo él mismo a Damasco, el cual al intentar escaparse durante la
primera noche, le dieron una buena tanda de latigazos, hallándose
ahora en presencia del temible y cruel conductor y vendedor de
esclavos. Pero… ¡Oh Milagro! Este muchacho no vaciló en defender y
ayudar al Tito a escapar de la celda de donde estaban.
Les siguieron
todos los demás pero mientras los esclavos y ladrones se fueron
hacia el norte, Karistio tomó el camino de Palestina. Mientras
caminaba deprisa ante el temor de ser arrestado, pues lo colgarían
de una soga, se arrepintió de todo cuanto hizo con los esclavos
comprendiendo que la bondad podía hallarse en cualquier raza
mientras la maldad solamente entre los suyos, pues fueron sus
compatriotas quienes le apalearon.
Por tal razón se contó después
que en el “Camino de Damasco se arrepintió”. Quedando hasta nuestros
días el recuerdo de ese “Camino de Damasco”.
Reflexionó a lo largo de todo su trayecto admitiendo que hasta ahora
había obrado mal, sobre todo con esos pobres chicos que mató a
golpes de palos ya que se hallaban extenuados y no podían seguir más.
Se fue a Egipto y en las orillas del Nilo empezó a fraguar una nueva
Religión pero también cogió un gran catarro al dormir las noches en
una barca. No mejorando su estado de salud subió a bordo de un barco
de transporte de mercancías que lo llevó al puerto del Paerreio (Pireo).
En Atenas intentó predicar su nueva Religión que preconizaba el amor
entre todos los hombres y el entendimiento entre los Paios buenos y
los Bere buenos. Pero pronto lo echaron a patadas, pues los
atenienses eran unos fanáticos Paios que odiaban a los Bere.
Se fue a Roma a pie, viviendo de limosnas como hizo desde El Cairo.
Sin embargo en esta ciudad tuvo que robar para poder comer. Detenido,
fue llevado otra vez a la cárcel donde estuvo seis meses. Pero como
en Roma comprobó que también existía odio de razas, pues la
población estaba mas bien en favor de los Bere y el Imperio se
proclamaba Bere, cogió otro barco llegando hasta Ampurias, donde se
halló un poco mejor de salud ya que tenía una fuerte pulmonía y le
dolían los bronquios.
En esta ciudad de antiquísima procedencia Bere trató de explicar
bien sus ideas de reconciliación entre las dos razas, pero pronto
fue expulsado por los hechos que explicó un día estando algo bebido.
Cogió la carretera de BIANIE y llegó al pueblo de IONIS. Quiso
arrodillarse ante la tumba del famoso IAN pero los Abe del lugar se
lo prohibieron. En cambio, hallándose siempre con mejor salud,
emprendió la ardua tarea de construir una ermita dedicada a su nueva
Religión de amor que algunos llamaban ya el KARESTIONISMO. Esta
ermita se transformó después en una iglesia, una de las primeras en
la Península Ibérica, levantada para predicar esta nueva Religión.
Hoy son las ruinas de la Iglesia de San Pablo, en San Juan de la
Abadesas, provincia de Gerona.
Mas esto no gustó a los Abe, los cuales custodiaban allí el
importantísimo Sepulcro del Rey Uk (se refiere al Rey Ucraniano
Dardanos, conocido popularmente como Rey Ian), obligando a Karistio
a construir su Eliz fuera del recinto amurallado del pueblo.
Entonces
Carestiu (nombre que se le dio entonces en la Península
Ibérica) tuvo que trasladarse a Barcelone, con el propósito de
conocer por fin a la tan famosa ciudad que vería producirse el AVISO,
la REVELACIÓN y la ANUNCIACIÓN de Dios Be, el Mesías (…)
Según le dicen, el Mesías nacería aquí.
Carestiu pretendía que
faltaban casi dos mil años para producirse este acontecimiento.
Empezó pues a explicar lo que había oído contar en Siria y Tarsais
(Tierra Santa).
“Que Eleazar nacería en Damasco, hijo de un Rey y de
una Reina…”
Al conocer aquí todos esos detalles,
Carestiu gozó de cierta
expectación tratándole mejor que en cualquiera otra parte de las
tierras atravesadas anteriormente. Los sacerdotes le dieron la
denominación de SAN PABELU, escrito más tarde SAN PABLO.
Se instaló al pie de la montaña del Tibidabo. Mucha gente vino a
visitar al hombre Santo que trajo la BUONA NOVA, (…)
Pero el
Carestiu no podía quedarse siempre en este lugar donde él y
otros, venidos de Roma, confirmaban que sería un día un gran barrio
de gentiles, los cuales esperarían la llegada de Dios en sus
mansiones rodeadas por un gran bosque de pinos. Por tal razón el
lugar fue llamado TZARERRIE (hoy Sarriá).
Así que se fue hacia Zaragoza, temeroso de esta designación y
efectivamente en esta ciudad no le fue fácil entrar. Estaba rodeada
de colosales murallas, con sus puertas guardadas día y noche. No le
recibieron bien y tampoco le permitieron construir una Ermita al
otro lado de la ribera del río. Sólo pudo postrarse largo tiempo
delante del Arco de Alexandre, donde según se aseguraba entraría el
Gran Alexandre, en su Tercera Vida, con su caja de carpintero tras
sus espaldas. Por lo que los carpinteros de la ciudad gozaban de
ciertos privilegios.
Las gentes del lugar, los BETURONES, no querían oír nada sobre el
amor a los Paios. Hacía dos siglos que éstos fueron aniquilados en
la ciudad que recuperó su nombre tan célebre de ZARAGOSSE.
G.: Existe la tradición de que a Santiago se le apareció lo Virgen
cuando descansaba a orillas del Ebro.
E.: Esto no puede ser… Bien. Marchando a la tierra de
los Baskos.
Cree que allí le recibirán bien y le escucharán, pero es todo lo
contrario. Le tiran piedras hiriéndolo en la cabeza, teniendo que
salir corriendo de la ciudad de SEBEOSTIEN (San Sebastián). Sigue su
marcha dirección oeste con el fin de alcanzar el “Finisterre”, o sea
la tierra situada al extremo oeste de la península Ibérica.
Pensaba
que quizá hallaría la manera de alcanzar esa gran isla de América,
de la cual tanto oyó hablar en Ampurias con la intención de caminar
en esa dirección hasta que la tierra se acabara. Así que caminando
llegó (al lugar que hoy) se llama Santiago de Compostela, teniendo
que descansar varias semanas acostado en una cama, pues no podía más
del cansancio.
Debido a la lluvia que le acompañó durante todo el
trayecto, su pulmonía se había acrecentado sintiendo como ya no
tardaría mucho tiempo en morir, considerando esta enfermedad como un
castigo de Dios y su larga caminata desde Damasco, como el camino de
su Redención.
Y así aconteció. En ese lugar lo llamaron SAN TIO GO, Santo Tio (de)
Dios, aunque también los Gallegos lo llaman CARISTU. Allí se levantó
un templo que tomó la denominación de IGALETZIE, “Obra de los Galos”,
hoy Iglesia.
Trescientos años después de su muerte, cuando fue restablecido el
Imperio Paio de Roma, los curas hicieron desviar una peregrinación
procedente de Aubernie, de Nimes, Montpellier, Perpignan y Barcelona
(con nombres actuales) con destino a las tierras de Murcia, hacia
las tierras gallegas, con el fin de que los habitantes de las
tierras Occitanas y Catalanas, adorasen el Sepulcro del llamado
CRISTO - nombre escrito también con una H intercalada, CHRISTO -,
pues esto les representaba un buen negocio.
Entonces los curas romanos, o sea la “Curia romana”, como vieron que
de todos los sitios (de la actual Francia acudían decenas de miles
de gentes a la ciudad de Santiago, y que esto daba mucho dinero a
los Gallegos, se posesionaron de la momia del Santo Tio, y
llevándosela a Roma, la pusieron en el Mausoleo redondo que
pertenecía al difunto Emperador Diocreciano (?).
O sea, sacaron el
féretro de un Emperador - según dicen ellos - y en su lugar pusieron
el de Cristo. Pero ante esto hubo una avalancha de protestas en las
tierras al norte de los Pirineos hasta que de los insultos dirigidos
a la Iglesia católica, se pasó a las armas.
Unos porque se había
trasladado el féretro de Cristo a Roma, otros por haberles prohibido
rendir culto al Héroe Mártir de Aubernie (Bercingetorix) y los más
numerosos porque
la Iglesia Católica pretendía que
Cristo era el
Mesías anunciado, cuando todas las escrituras procedentes de Oriente
afirmaban que tal Mesías llegaría dentro de poco más de 1.500 años.
Entonces sacaron el féretro de aquel Mausoleo y lo pusieron en el
Palacio del Papa, con una inscripción que aseguraba que allí estaba
la tumba de San Pablo.
Este San Pablo es Cristo.
(…)
Los enemigos de Dios utilizaron abundantemente a los imbéciles que
gustaban de escribir “Historias falsas”, quienes fueron muy
numerosos en otros tiempos y hoy en día son legiones, pues es
imposible leer un libro que no contenga una sarta de mentiras, todas
ellas publicadas con un único objetivo: Ensuciar al Mesías,
contradecirle, insultar a su familia, a sus verdaderos amigos del
Ayer y cortarle la hierba bajo sus pies.
Esos falseadores de la Historia e incluso de las Santas Escrituras,
querían enturbiar ante todo lo que se sabía más o menos. Y lo han
logrado plenamente.
Escribieron los nombres Jesús - mal escrito - y
Cristo, unidos por
un guión para hacer creer que se trataba de la misma persona, cuando
en realidad los dos vivieron en esta Tierra a miles de años de
distancia en el tiempo, el uno del otro. El primero era Dios Be. El
segundo un triste cura, un vendedor de esclavos, muerto de pulmonía
en Galicia, teniendo bien en cuenta que jamás, jamás, en ningún
momento, Cristo pretendió ser Dios o el Mesías anunciado, sino que
hizo plena luz sobre casi todo lo referente al Mesías, en la ciudad
Santa de Barcelona.
Ahora han quitado el guión. Es Jesucristo. Porque antes parecía
tratarse de un “tío” que se llamaba Jesús de nombre y Cristo de
apellido (ahora se traduce khristos como “ungido”). Cuando
antiguamente cada persona, sobre todo los humanos machos, eran el
“hijo de su padre” - por cierto, con más seguridad que hoy en día.
O sea, que los Árabes decían Faysal Iben Hussein, es decir Faysal
hijo de Hussein. Siendo reemplazado Ben por Iben o “von” en Alemania.
Ahora no se sabe bien esto, mientras que en Holanda pasa igual con
el “van”, y en Rusia se añade al final de los nombres de padres el
“vitch o el “ievna” si se trata de una mujer.
Habiendo muchos casos
parecidos en diversas lenguas de este Globo.