del Sitio Web ElDiario
que se puede extraer información sensible, como el PIN de una tarjeta de crédito, leyendo las ondas cerebrales de la víctima con una diadema BCI. Estos dispositivos de electroencefalografía ya no son aparatosos ni caros: los modelos más populares
cuestan entre 70 y 370 euros.
Cuando el doctor Hans Berger descubrió las ondas cerebrales a principios del Siglo XX, solo las plumas más osadas de la ciencia ficción llegaban siquiera a imaginar lo que podríamos hacer con nuestra mente en menos de cien años.
Aquel pionero alemán se convirtió en el padre de la electroencelografía (EEG), la técnica que nos permite registrar esos impulsos eléctricos.
A día de hoy, la tecnología que lo hace posible (la interfaz cerebro-ordenador o BCI) es mucho menos aparatosa y, sobre todo, más barata.
Aunque no suelan verse en los escaparates de las tiendas de electrónica, algunas de las diademas que permiten leer la información del cerebro son tan asequibles como cualquier pulsera de actividad para medir tus pulsaciones.
Las más populares, como NeuroSky MindWave o Emotiv Epoc, vienen a costar entre 70 y 370 euros, aunque hay incluso alternativas de código abierto (OpenEEG, OpenBCI) que puedes montar tú mismo.
No son equipos de laboratorio y tienen sus limitaciones, pero han acercado al usuario común algo que hace menos de una década solo se veía en hospitales y universidades.
Hasta un niño puede hoy utilizar su mente para, por ejemplo, controlar un videojuego o mover una mano biónica.
Las posibilidades no acaban ahí.
Leer la mente humana también puede tener aplicaciones futuristas como el 'hacking' (hasta el punto de robar información de tu memoria sin que te percates) o la criptografía (sustituir las contraseñas por patrones cerebrales), tal como ha explicado durante el congreso Rooted CON el español Alfonso Muñoz, experto en seguridad de la firma IOActive y uno de los principales impulsores de Criptored.
Partiendo de una investigación de su colega Alejandro Hernández, que dio una charla pionera sobre el tema en la pasada edición de Def Con, Muñoz ha hecho un repaso de las amenazas y oportunidades que presenta la electroencefalografía para la seguridad informática.
En primer lugar, las interfaces cerebro-ordenador están expuestas al mismo repertorio de ataques convencionales que cualquier otro dispositivo, aunque el poco interés por la seguridad de los fabricantes incrementa algunos riesgos.
Cuando el casco o la diadema ha traducido los impulsos eléctricos a información binaria,
Al fin y al cabo son ceros y unos que se almacenan, procesan y transmiten de forma convencional (mediante Wi-Fi o Bluetooth), aunque el atractivo de la materia prima, las ondas cerebrales, también ha hecho que surjan técnicas novedosas y controvertidas como la 'mental surveillance' (algo así como "vigilancia mental") o el 'brain spyware' (programas para espiar el cerebro).
Y todo esto, aunque suene un poco a guión de película de Hollywood, ya lo demostró con ejemplos prácticos un grupo de investigadores de las universidades de Oxford, Berkeley y Ginebra en 2012.
En casi todos los experimentos que se han llevado a cabo hasta la fecha, el proceso viene a ser el mismo:
Por ejemplo, se le muestran fotos de personas para determinar a cuáles conoce por la forma en que reacciona su cerebro (como si fuera una ronda de reconocimiento) o los números del 0 al 9 para averiguar el PIN de su tarjeta.
Sobre todo cuando el estímulo es subliminal, esto es lo más impresionante de la técnica.
La clave está en tu cerebro
Más allá de estas formas de extraer datos de tu mente, la tecnología BCI se ha postulado como alternativa de futuro para reemplazar a las tradicionales contraseñas, esas que están siempre en peligro de extinción pero nunca terminan de morir.
De hecho, si de las ondas cerebrales depende, aún les queda cuerda para rato.
La autenticación mental se está investigando, pero según Alfonso,
La idea es que un determinado pensamiento se convierta en la forma de identificarte, de comprobar que eres quien dices ser.
La ventaja es que la forma de pensar en algo es realmente personal e intransferible.
Si tu clave es tararear mentalmente el estribillo de 'Somewhere over the rainbow', por mucho que otro intente hacer lo mismo, los registros no coincidirán.
Aunque en teoría es atractivo y los sistemas que se han probado hasta el momento,
En primer lugar, el típico de cualquier mecanismo biométrico:
Por otra parte, se duda de su estabilidad.
Las señales del cerebro evolucionan, y todavía no se han realizado experimentos suficientemente largos como para asegurar que la efectividad es duradera.
Además, el número de participantes suele ser escaso:
Por otro lado están los recursos que serían necesarios para implementar una autenticación mental.
La necesidad de un dispositivo adicional tampoco ayuda.
Otra opción serían los sistemas invasivos, pero también plantean serios interrogantes.
Memorizar la contraseña sin saberlo
Si espiar el cerebro o reemplazar las contraseñas por ondas cerebrales ya resulta inquietante, las aplicaciones de lo que se conoce como "aprendizaje implícito" son si cabe más perturbadoras.
Algunos investigadores ya están buscando la manera de hacer que memorices una información (una clave, por ejemplo) sin darte cuenta.
Alguien la ha grabado en tu cerebro, probablemente a base de repeticiones, y ahí se encuentra sin que puedas acceder a ella.
Como consecuencia,
Solo quien haya decidido utilizarte como llave sabrá recuperar la información, tal vez exponiéndote al mismo estímulo que utilizó para meterla en tu cabeza y leyendo tus ondas cerebrales.
Todo un mundo de posibilidades que producen tanto miedo como asombro.
Sin duda, la alianza entre tecnología y neurociencia aún tiene muchos trucos para sorprendernos.
|