14 Mayo 2014
del Sitio Web
GazzettaDelApocalipsis
Versión en italiano
Estas son preguntas que prácticamente
nadie pone sobre la mesa, porque el común de la sociedad las
considera absurdas. Preguntas que aparentemente no tienen ningún
sentido a la luz de las tecnologías y los avances científicos que
nos rodean.
Pero de hecho, es el momento idóneo para plantearlas y afrontar las
consecuencias de las posibles respuestas.
Sin duda, la mayoría de personas afirmarán que la humanidad sí ha
progresado y que ese progreso ha sido más acusado que nunca en los
dos últimos siglos y que, por lo tanto, discutirlo no tiene ninguna
lógica.
Pero algunos dudamos muy seriamente de que esto sea así y podemos
argumentarlo…
ESTO NO ES
PROGRESO
Pongamos las cartas sobre la mesa: la tesis que sostiene este
artículo es que no hemos progresado en absoluto. Aún peor, nuestra
tesis es que, de hecho, con el paso del tiempo, hemos retrocedido.
¿En qué nos basamos para realizar una afirmación tan temeraria?
Si nos fijamos en la definición de "progreso" y "progresar" que nos
ofrece el diccionario, los define como "avances" y "mejoras".
Y he aquí la cuestión.
Definición diccionario RAE
- progresar 1. intr. Avanzar, mejorar, hacer adelantos en
determinada materia.
- progreso (Del lat. progressus). 1. m. Acción de ir hacia
adelante. 2. m. Avance, adelanto, perfeccionamiento.
Un paso atrás
Como sucede con los demás animales, necesitamos una serie de
elementos para vivir:
básicamente agua, comida y un
entorno adecuado en el que habitar.
La naturaleza pone estos elementos a
nuestra disposición desde que nacemos, de forma libre y gratuita.
Lo único que necesitamos para hacernos con ellos es emplear nuestro
tiempo y nuestras energías en conseguirlos para garantizar nuestra
subsistencia.
Ésta es la posición de la que parte la humanidad, igual que sucede
con el resto de animales.
Sentadas estas bases, es muy fácil deducir lo que sería un
"auténtico progreso".
El ser humano habría progresado de forma efectiva si al nacer
tuviera la seguridad de que no tendrá que preocuparse ni por su
subsistencia ni por su alojamiento y que podrá emplear la mayor
parte de su tiempo de vida al conocimiento, la creatividad, el
descubrimiento o el placer.
Dicho en otras palabras: el progreso consiste en no vernos atrapados
en las mecánicas de subsistencia que afectan al resto de animales y
en poder invertir nuestro tiempo de vida en el pleno desarrollo de
nuestro intelecto superior.
Eso sería progresar, desde el punto de vista humano.
¿Pero lo hemos conseguido? La respuesta, claramente, es negativa.
Los humanos seguimos dedicando la mayor parte de nuestras vidas a
garantizar nuestra subsistencia y nuestro hábitat.
Lo único que ha cambiado es la forma de hacerlo, infinitamente más
enrevesada y elaborada, fruto de la tremenda complejidad de la
sociedad que hemos construido: pero cada uno de nosotros necesitamos
trabajar continuamente para conseguir agua, comida y un alojamiento.
Así pues, la humanidad ha sido incapaz de superar sus dependencias
naturales más básicas y por lo tanto, en este aspecto, no hemos
avanzado ni un ápice, por más vueltas que le demos.
Sin embargo, paradójicamente sí ha cambiado nuestra relación con los
elementos que garantizan nuestra subsistencia. Porque hemos perdido
el libre acceso a aquello que nos ofrecía gratuitamente la
naturaleza, es decir, el agua, la comida y el entorno.
Ahora, a diferencia de nuestros antecesores primitivos, ya no
podemos acceder libremente a los recursos naturales.
La propia complejidad del mundo que hemos creado nos lo imposibilita
y nos obliga a depender, cada vez más, de intermediarios para
acceder a esos bienes; intermediarios que se arrogan un control y un
poder sobre los recursos naturales que no les corresponden.
Actualmente hay toda una sociedad estructurada que se interpone
entre cada individuo y lo que la naturaleza le ofrece gratuitamente.
En conclusión pues, no solo no hemos avanzado, sino que de hecho,
hemos retrocedido.
Desde el inicio de los tiempos, como individuos libres nacidos en
este planeta, hemos dado un paso atrás, aunque dispongamos de
millones de espectaculares chismes tecnológicos, avances científicos
alucinantes y una sociedad extraordinariamente complicada.
Y esta realidad, nadie la quiere afrontar.
PARA QUÉ SIRVE LA
TECNOLOGÍA
Y esto nos arroja de cabeza a uno de las grandes contradicciones que
estamos viviendo:
y es que la tecnología no tiene nada
que ver con el progreso real.
En el fondo, la tecnología y la ciencia
no nos han aportado ningún progreso sustancial y profundo, porque
como hemos dicho, nuestras dependencias iniciales siguen
permaneciendo intactas.
El fundamentalismo
científico-tecnológico
Ahora mucha gente interpretará erróneamente que estamos criticando
el avance científico y tecnológico, arrastrados como están por esta
nueva corriente que todo lo inunda y que podríamos calificar como
fundamentalismo científico-tecnológico:
una suerte de fanatismo basado en la
adoración ciega al avance tecnológico y científico más allá de
las consecuencias finales que este implique.
Y es que este tipo de personas responden
automáticamente, como si alguien accionara un resorte en su
interior.
Cuando alguien pone en duda el uso que hacemos de la ciencia o la
tecnología, empiezan a hablar atropelladamente de grandes avances en
medicina, lucha contra las enfermedades, aumento de la esperanza de
vida, avances tecnológicos en forma de todas suerte de vehículos,
viajes a la luna y exploración espacial.
Y una vez centrado el marco de discusión donde a ellos les interesa,
es decir, en los aspectos más superficiales y aparentes de estos
avances, acusan a sus interlocutores poco menos que de,
"retrógrados que pretenden volver a
vivir en cuevas o en los tiempos de la peste negra".
Una respuesta tan ridícula como si, a
alguien que osara criticar al gobierno o a las estructuras del
poder, le respondieran que,
"pretende instaurar el caos y que es
amante del crimen y el salvajismo".
La suya pues, es una posición, en cierto
grado, extremista.
Y es que por lo visto, en su visión distorsionada de la realidad, la
humanidad debe estar, forzosamente, al servicio de los instrumentos
que crea y no al revés.
Para ellos, todo descubrimiento o avance es como un nuevo territorio
que debe ser colonizado por obligación, sí o sí, aunque se trate de
una tierra yerma y repleta de residuos tóxicos y alimañas venenosas.
En sus manos el avance científico y tecnológico se ha convertido en
un sinsentido, en un servilismo ciego a la herramienta por el simple
hecho de que ésta existe, sin que importe la función original para
la que fue creada.
Dice el proverbio que cuando el sabio señala la luna, el necio mira
su dedo. Pues en su caso, confundir la tecnología con el progreso
viene a ser como mirar el dedo…
Eso explica cómo y por qué hemos llegado a la situación en la que
estamos.
Un instrumento mal usado
Lo que deberían comprender estos fundamentalistas tecnológicos es
que cuando afirmamos que la tecnología no ha servido para generar un
progreso real, en ningún caso pretendemos criticar a la tecnología o
al avance científico en sí, porque hacerlo seria caer en el absurdo.
Sería tan ridículo como criticar la existencia de los telescopios,
las sartenes o los violines. O como criticar la fisión nuclear, la
electrolisis o la mecánica cuántica.
Los avances tecnológicos y científicos solo son meros instrumentos,
y como tales pueden ser utilizados de una u otra manera dependiendo
de quién y cómo los utilice.
Por lo tanto no son ni "buenos" ni "malos".
¿Una sierra mecánica es algo malo? No. Es una herramienta muy bien
ideada. Pero
en manos de un loco puede hacer
mucho daño.
Eso es lo que decimos:
que no hemos sabido utilizar
adecuadamente estos maravillosos avances y que por nuestra
propia culpa, no han generado un progreso real, sino un conjunto
de nuevas dependencias y esclavitudes a nivel vital, encarnadas
en una complejidad cada vez más inasumible.
Y eso no es lo peor.
Lo más grave es que los extraordinarios avances que estamos
realizando, nos están conduciendo, irremisiblemente, al momento más
peligroso de la historia de la humanidad.
A un punto sin retorno...
¡NO ES UN PROBLEMA
CÍCLICO!
De nuevo, cuando afirmamos que el momento que la humanidad está
viviendo es crítico y que nuestras propias creaciones ponen en
peligro nuestra esencia como seres humanos, salen de nuevo al asalto
las hordas programadas por el Sistema.
Su respuesta, al unísono, como una brigada de loros entrenados, es
invariablemente la misma:
"¡Este punto de vista es absurdo!
¡Sois unos retrógrados! ¡Tenéis miedo al progreso!"
Y acostumbran a culminar tales
afirmaciones con su "sabia visión" de la evolución humana:
"La revolución tecnológica que
vivimos ahora es análoga a la revolución industrial. La historia
se compone de ciclos que se repiten y no vivimos, ni un punto
culminante, ni un punto sin retorno, sino solo una etapa más de
nuestra evolución constante, como tantas otras hasta ahora"
Y en parte tienen razón. Los ciclos se repiten a lo largo de la
historia.
Pero desgraciadamente, cuando tienes la mente plana, lo ves todo en
dos dimensiones. Y ese es el problema que tienen fundamentalmente
estas personas: son incapaces de ver la tercera dimensión. Porque
efectivamente se producen ciclos repetitivos a nivel social,
político y económico.
Pero hay un elemento que no sigue ningún ciclo repetitivo, sino una
línea ascendente que lo cambia absolutamente todo:
la evolución tecnológica y
científica.
Así pues, la evolución de las sociedades
humanas no se compone de círculos sobre un papel plano que van
repitiéndose sin cesar.
Es más parecida a una escalera de caracol, en la que el eje vertical
corresponde a las transformaciones tecnológicas y científicas.
Y como todos sabemos, las escaleras
sirven para cambiar nuestra posición y llevarnos a nuevas alturas,
inimaginables para alguien con una mente bidimensional.
Por eso afirmamos que el momento que está viviendo ahora mismo la
humanidad no tiene parangón y que no existen referentes pasados
aplicables a lo que se avecina.
Hacer previsiones basándose en situaciones del pasado, en este caso,
es erróneo.
Porque además, para añadir aún más dificultad a la hora de hacer
previsiones, resulta que esta escalera por la que estamos subiendo
no tiene todos los peldaños iguales.
La altura de los peldaños crece exponencialmente a medida que vamos
subiendo por ella y no podemos saber con seguridad cuál será el
tamaño del siguiente peldaño.
Cada escalón que ahora sube la humanidad es como mil escalones
anteriores y la proporción varía a cada escalón, porque la velocidad
a la que se producen nuevos descubrimientos científicos y nuevos
avances tecnológicos es cada vez mayor.
Por lo tanto, que nadie se deje engañar por las voces anestesiantes
que nos susurran al oído que,
"todo va bien y que ya hemos
recorrido este camino con anterioridad".
La humanidad está andando una senda
inexplorada y estamos entrando en un territorio en el que cada paso
que damos exige una responsabilidad mucho mayor porque las
consecuencias de cada paso dado en falso son incalculables.
Y esta es una responsabilidad compartida por todos y cada uno de
nosotros, que nadie, con un mínimo de conciencia, debería eludir.
EL PELIGRO ESTÁ EN EL
PODER
La pregunta que todos debemos hacernos es:
Y es que si nos fijamos bien, nuestra
conciencia como seres humanos crece a una velocidad muy inferior a
la que crecen nuestros propios avances científico-técnicos.
Las ambiciones, la locura y los defectos humanos apenas han cambiado
desde hace siglos.
Sin embargo la tecnología y su poder asociado crecen década tras
década hasta límites inconcebibles. Y ese desajuste aumenta sin
cesar.
Dicho de otra manera, cuando disponíamos de una tecnología que nos
permitía fabricar espadas, nos matábamos con espadas.
Cuando hemos dispuesto de energía nuclear nos hemos arrojado bombas
atómicas.
Nuestra conciencia como seres humanos ha avanzado muy poco respecto
al poder del que disponemos.
Y no podemos cerrar los ojos a esta realidad.
En manos de locos
Los avances tecnológicos actuales serán usados por el mismo tipo
de personas locas, personas
malvadas y corruptas que los han usado hasta ahora a lo largo de la
historia, pero la diferencia es que ahora, las consecuencias de sus
actos pueden ser irreversibles.
Para entender mejor lo que estamos viviendo, pongamos un pequeño
ejemplo.
Hace unos siglos, los hombres más poderosos disponían de ejércitos a
caballo, con soldados que llevaban espada y vestían armaduras,
mientras las personas a las que dominaban iban a pie, blandían
garrotes de madera y podían ocultarse fácilmente en los bosques.
Ahora, las personas poderosas disponen de aviones de combate y
misiles nucleares con los que destruir el mundo entero y pueden
monitorizar desde el cielo hasta el último movimiento de cualquier
persona vaya adónde vaya y destruirla sin que pueda presentar
oposición ni esconderse en ninguna parte.
Por lo tanto, la diferencia de entre el poder que albergan las
personas más poderosas y las menos poderosas ha aumentado
exponencialmente, de forma proporcional al propio avance
tecnológico, mientras que la corrupción y la maldad de los poderosos
sigue intacta.
Antes era el hombre contra el caballo. Ahora es el hombre contra el
misil nuclear. Digan lo que digan, esto no había sucedido jamás en
toda la historia de la humanidad.
Cada vez,
un menor grupo de personas albergan un mayor
poder en sus manos y pronto, la situación será
irreversible si no le ponemos remedio inmediatamente.
¿Aún hay alguien tan inconsciente como para negarse a ver el peligro
que se cierne sobre todos nosotros?
¿POR QUÉ NO
HAY UN PROGRESO REAL?
Hemos sacado en claro dos ideas sobre el avance
científico-tecnológico que ha experimentado la humanidad:
-
No se ha traducido en un
progreso real del ser humano a la hora de cubrir sus
dependencias básicas
-
Nos ha conducido a una situación
crítica, a lo que promete ser un punto sin retorno y sin
referentes previos.
Sin embargo, la gran mayoría de los
avances técnicos y científicos se han concebido, generalmente, con
las mejores intenciones. La mayoría han sido creados para un bien
común.
Entonces, ¿cómo puede ser que, sistemáticamente, todo lo que creamos
"para bien" acabe siendo utilizado "para mal" y una vez tras otra,
tengamos que sopesar las ventajas y las desventajas de todas y cada
una de las cosas que inventamos?
Si tras cada invento, "hecho para un bien", tienes que estar
valorando en cuánto te perjudica, es que nuestra evolución está
resultando de lo más ineficiente.
Es como si cada vez que besáramos a un ser querido, tuviéramos que
estar calculando cuantas enfermedades podemos transmitirle con el
beso. Alguien que se viera obligado a hacer esto estaría
evidentemente muy enfermo y su primera prioridad debería ser
curarse, ¿No?
Pues así está la humanidad con cada avance que realiza.
Creamos medicinas y vacunas para curar las enfermedades, pero con el
paso de los años, vamos descubriendo los efectos secundarios nocivos
que provocan y las nuevas dolencias que causan.
Creamos vehículos fantásticos que nos permiten movernos a gran
velocidad, pero
el petróleo del que dependen es fuente de guerras y
contaminación hasta el punto de dañar el equilibrio atmosférico del
planeta.
Creamos fuentes de energía fabulosas como las centrales nucleares,
pero un solo fallo de una de ellas, nos aboca a una contaminación
mundial sin precedentes.
¿Cómo se puede ser tan torpe? Esto no tiene ninguna lógica.
Alguna cosa falla y evidentemente falla en el interior de nuestra
mente, a nivel comunitario y a nivel individual.
De hecho, nuestros propios avances científico-tecnológicos dan buena
fe de ello.
Con todo lo que hemos creado y con todo lo que conocemos, a estas
alturas podríamos garantizar que cada humano nacido en este planeta
no tuviera que preocuparse jamás, a lo largo de su existencia, ni
por su sustento ni por obtener un techo bajo el que vivir.
La ciencia y la tecnología nos lo permiten de sobra desde hace
décadas:
podríamos dedicar la mayor parte de
nuestro tiempo y energía vitales, no a luchar por nuestra
subsistencia como cualquier otro animal, sino a actividades
superiores de carácter creativo o intelectual.
Pero por lo visto, lo único que hemos
conseguido con el paso de los siglos ha sido crecer en número hasta
poner en peligro los recursos planetarios y vivir muchos más años
que nuestros antepasados, para así poder trabajar aún mas tiempo
gastando recursos para garantizar nuestra subsistencia.
Y a eso lo hemos llamado "progreso".
¡Es sencillamente ridículo!
Ha llegado pues, la hora de que dejemos de servir como zombis a esta
gran maquinaria y que nos hagamos, de una puñetera vez, las
preguntas necesarias.
-
¿Somos más felices que nuestros
antepasados, sí o no?
-
¿Somos mejores seres humanos que
en otros momentos de la historia, sí o no?
-
¿El planeta y nuestro entorno en
general está mejor o peor con cada día que pasa, sí o no?
Y ante todo,
Respondamos con sinceridad a estas
preguntas y sabremos si el progreso es real o si nos estamos
engañando a nosotros mismos.
Vale la pena parar motores y discutirlo con detenimiento, aunque eso
comporte el esfuerzo titánico de tener que levantar la mirada de la
pantalla del i-phone por unos momentos…
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