por Libre Pensadora
08 Octubre 2015
del Sitio Web
GazzettaDelApocalipsis
Te propongo una cosa.
Esta noche, en la penumbra e intimidad de tu habitación, acomódate,
relájate al máximo y toma conciencia de ti mismo/a. De quién eres,
de tu energía, de tu cuerpo, con todas tus maravillas e
imperfecciones. Y después piensa en otras personas que conozcas, a
las que amas, y toma conciencia de quiénes son, de su energía, de
sus cuerpos…
Y en ese proceso te encontrarás con un
increíble mural de colores, de almas cada una con su tonalidad, su
autenticidad, sus deseos y terrores más profundos…
Cada persona es un mundo, dice la gente, un verdadero Universo diría
yo.
Es algo natural y lógico.
Bien, pues si así es, ¿por qué de un tiempo a esta parte nos
empeñamos en demostrar al mundo que somos diferentes?
La trampa de
la diferencia
Hay una auténtica obsesión por ser diferente, intentando a toda
costa destacar y llamar la atención para gritar desesperadamente que
no somos como el resto.
Nos creemos diferentes por llevar el pelo de un color chillón, por
practicar determinado deporte, por escuchar a cierto grupo de
música, por hacernos todo tipo de modificaciones corporales o por
pertenecer a alguna tribu urbana.
Nadie juzga esto, cada cuál es libre de
elegir su imagen y gustos, faltaría más.
-
¿Pero es esto lo que
verdaderamente nos hace únicos?
-
Al hacer estas cosas,
¿verdaderamente tenemos una conducta distinta de la que los
demás esperan de nosotros?
-
¿Hay algo en ello que nos haga
impredecibles o verdaderamente originales?
En algunos casos, como en el de
los hipsters, esta situación roza
los límites del absurdo:
dentro de un grupo de hipsters,
pese a su obstinación en "ser diferentes", ¡cuesta incluso
diferenciar unos a otros! Parece que vamos hacia un mundo en el
que ser normal es lo diferente, y que incluso se considera
transgresor…
¿Por qué ocurre esto?
Comprendiendo
cómo nos controlan
Hasta los años 60, el marketing se orientaba hacia un público que se
intentaba que fuera lo más homogéneo posible:
familia nuclear de clase media,
compuesta por un hombre empleado y una mujer ama de casa, con
varios hijos, vivienda, coche, vacaciones y unos hábitos de
consumo más o menos preestablecidos.
Este sistema funcionaba bien, mientras
fueran pocas personas las que se salieran del rebaño y optaran por
tomar un camino distinto al del resto de la sociedad.
Pero a partir de los años 70 los movimientos contraculturales se
comienzan a hacer realmente populares entre la población, y entonces
surge el problema:
¿cómo vender lo mismo a personas que
ya no quieren ser iguales ni encajar en el canon convencional?
Y la respuesta fue sencilla:
digámosles cómo ser diferentes.
Diseñemos varias formas de ser diferente y dejémosles elegir una
de ellas.
Las empresas salen ganando, ya que
obtienen beneficios derivados de la diversificación.
Desde que se descubrió este mecanismo,
se ha explotado y aprovechado al máximo a lo largo de las últimas
décadas. Pero ahora con las nuevas tecnologías el Sistema tiene
muchas herramientas para refinarlo y proceder hacia la auténtica
estandarización de los seres humanos.
Hacia la
dictadura de los estándares
El marketing actual, a diferencia del de los años 60, ya no se
dirige hacia una masa que en la actualidad es demasiado difusa.
En lugar de ello, coloca etiquetas o
tags a las personas:
geek, runner, gamer, deportista, o
amante de los festivales, por poner varios ejemplos.
Es importante que este conjunto de
tags sea coherente, es decir, que permita crear un perfil que
puedan compartir muchas personas al mismo tiempo.
El conjunto de tags,
"varón, mediana edad, runner,
deportista, ambicioso",
...es coherente, pero no ocurre así con
el conjunto de tags,
"mujer, anciana, deportista, geek,
amante de los festivales".
Etiquetar a las personas bajo un
conjunto de tags es sencillísimo:
actualmente, las empresas tienen
sistemas para monitorear qué búsquedas haces en Internet, qué
páginas visitas y durante cuánto tiempo, qué compartes en las
redes sociales o con quién te relacionas vía e-mail o mensajería
instantánea.
Y una vez que tus tags cuenten
una historia coherente dibujarán un determinado perfil, y ese perfil
es el que configura tu estilo de vida.
Tu estilo de vida determina dónde vas, qué consumes, con quién te
mueves…
Es lo que más influye en nuestros
hábitos y comportamientos, más incluso que la clase social a la que
pertenecemos; esto es algo de lo que ya se dieron cuenta a mediados
del siglo pasado en un oscuro laboratorio de manipulación social
conocido como
el Instituto Tavistock.
Y lo que el Sistema hace es ni más ni menos que aplicar la lógica de
la estandarización industrial a los estilos de vida: se elaboran
varias "normas", y tu libertad consiste en elegir uno de esos
estándares.
Esto puede parecer beneficioso para todo el mundo, ¿verdad?
De esta forma, al estandarizar los
estilos de vida, las empresas pueden ofrecernos un trato más
personalizado como clientes y proporcionarnos bienes y servicios
adaptados a nuestras necesidades.
Pero lo cierto es que este proceso, en apariencia inofensivo, oculta
algo realmente escalofriante. La estandarización de la población
permite un amplio monitoreo a través de
técnicas de Big Data, y en el
momento que una persona se sale del estándar, es terriblemente fácil
de detectar.
La dictadura de los estándares permite
una vigilancia inmediata, automática y terroríficamente eficaz.
En este artículo se detalla cómo en un futuro próximo las
aplicaciones móviles, con el supuesto fin de velar por nuestra
salud, permitirán diagnosticar una enfermedad mental a aquellos
individuos cuya conducta no entre dentro de los modelos
preestablecidos.
Se podría llegar incluso a identificar
como antisocial a una persona por el mero hecho de no tener cuentas
en las redes sociales. Y es que ya vivimos en un mundo en el que
hasta tu propia identidad ha de pertenecer a unos estándares.
Por ejemplo, Facebook desactiva las
cuentas de personas que considera que no tienen un nombre y unos
apellidos convencionales, como María García o José González.
Es decir, si tus padres te han puesto un nombre realmente original y
único, si tienes un apellido raro o extranjero que compartes con
poca gente, si eres una persona transexual y el nombre que te dieron
al nacer no concuerda con el género con el que te identificas, o si
tienes la suerte de llamarte igual que una persona muy famosa…
Por todos estos motivos Facebook puede
eliminar tu cuenta (de hecho, ha ocurrido) aduciendo que no eres
una persona real.
Vamos, que
Facebook es quien decide qué es
real y qué no…
Todo este sinsentido borra de un plumazo toda la complejidad del ser
humano, con todas sus maravillosas rarezas y contradicciones. Porque
ese es el fin último de establecer un mundo estándar:
abolir tu identidad, convertirte en
un ser homogéneo dentro de unas pocas opciones prediseñadas que
supuestamente te hacen diferente…
Porque les conviene que nuestra rica
personalidad encaje dentro de una limitada nube de tags, y si
todos decidiéramos
explorar más allá dentro de nuestro ser,
si nos negásemos a ser unos simples autómatas programados bajo sus
parámetros… hablando en plata, se les jodería el invento.
¿Y no es nuestro mundo interior demasiado fascinante como para
resumirlo en 140 caracteres?
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