25 Febrero 2016
del Sitio Web
GazzettaDelApocalipsis
Hay detalles en nuestra vida cotidiana que generalmente nos pasan
desapercibidos y que hablan de nuestro estado de sumisión total
como individuos.
Se trata de frases, expresiones o conceptos que vemos plasmados a
nuestro alrededor y que percibimos como la cosa más normal del
mundo, pero que sin embargo nos gritan a viva voz que "somos unos
esclavos".
Un ejemplo de ello lo tenemos en un cartelito que hemos podido ver
recientemente en un supermercado de una conocida cadena alemana,
frecuentado por gente trabajadora.
En cada estantería, aproximadamente cada 2 o 3 metros y de forma
insistente, se podía leer el siguiente mensaje, como advertencia a
los clientes: "ROBAR NO MERECE LA PENA" y en letras más pequeñas,
debajo:
"Nuestros artículos están protegidos
electrónicamente".
Quedémonos con el cuerpo principal del mensaje: "ROBAR NO MERECE LA
PENA"
A la mayoría de lectores, la presencia de un cartel de este tipo en
un supermercado no les sorprenderá en lo más mínimo y probablemente
no lo considerarán digno de generar un artículo.
En definitiva, lo verán como algo normal y justificable.
Pero vamos a analizarlo por un momento.
Este mensaje, como tantos otros con los que somos bombardeados
diariamente, tiene una doble lectura: en primer plano tenemos la
lectura superficial y obvia, y en segundo plano tenemos una segunda
lectura de carácter casi subliminal, que es la que realmente refleja
los mecanismos de programación inconsciente a los que somos
sometidos continuamente.
Obviamente, cuando vemos un cartel en un supermercado que nos dice
"Robar no merece la pena", lo primero que pensamos es que,
-
en dicho supermercado se
producen muchos hurtos
-
el número suficiente de
sustracciones como para que la dirección del negocio se vea
obligada a poner carteles pidiendo a los clientes que no
traten de llevarse los productos sin pagarlos en caja
Esa es la lectura superficial más evidente, que de hecho, refleja
los hechos tal y como son:
en dicho supermercado probablemente
se producen muchos robos.
Pero si lo analizamos bien, veremos que
en segundo plano se atisba un mecanismo de programación
inconsciente, del que ni la dirección del local ni los clientes se
han percatado.
La existencia de ese mecanismo de programación social, se plasma en
el mero hecho de que la dirección del local haya considerado
oportuno subir un cartel que califica a todos los clientes de
ladrones potenciales sin temor a que ello provoque rechazo alguno.
Porque esa es la realidad que se oculta tras el mensaje "Robar no
merece la pena" destinado a toda la clientela en conjunto y que no
discrimina entre los que son ladrones y los que no lo son: te está
diciendo a la cara que te consideran un ladrón potencial.
Y no solo eso; el hecho de que el mensaje este ahí, repetido con
tanta insistencia, aproximadamente cada 2 o 3 metros, nos indica de
forma implícita que no solamente todos los clientes somos
considerados por la dirección del local como ladrones potenciales,
sino que además, hay un porcentaje significativo de la clientela que
efectivamente roba:
un porcentaje lo suficientemente
alto como para que sea necesario colocar dichos cartelitos.
Por lo tanto, la presencia insistente de dicho mensaje clasifica a
todos los clientes dentro de un conjunto, llamado "clientes del
supermercado 'Tal'," conformado por un alto porcentaje de ladrones.
Este es el mensaje en segundo plano, de forma subliminal, que
recibimos al leer dichos carteles.
Y eso debería invitarnos a hacernos algunas preguntas…
-
La primera pregunta es: ¿quiero
ir a comprar a un local donde la dirección me considera un
ladrón potencial?
-
Y la segunda: ¿quiero formar
parte de un colectivo de clientes conformado por gran
cantidad de ladrones que se dedican a robar en los
supermercados? ¿Me siento cómodo formando parte de este
colectivo?
Obviamente, si los mecanismos mentales
que rigen nuestra conducta fueran los correctos, y si nuestra
dignidad como ciudadanos no hubiera sido reducida a la nada, la
respuesta a estas preguntas debería ser un "NO" rotundo y nadie
debería querer volver a comprar en un establecimiento donde lo
consideren y lo clasifiquen de esta manera, aunque sea de forma
implícita e indirecta.
Dicho de otra manera:
estos mensajes deberían provocar una
bajada sustantiva de clientela en dicho negocio.
Pero eso no sucede.
Los mensajes son aceptados con total normalidad por parte de la
clientela y de hecho, la dirección los coloca en el local con la
seguridad de que no provocarán ningún tipo de rechazo.
Y llegados aquí la pregunta que deberíamos hacernos todos es: ¿Por
qué?
La respuesta es bien simple…
Habrá quien crea que la gente no siente el rechazo a dicho
cartelito, porque sencillamente no se siente interpelado por la
acusación implícita del mensaje ("yo no soy un ladrón, por lo tanto
esto no va conmigo").
También habrá quien sostenga que la
mayoría de gente no llega a deducir el significado secundario que
contiene y que solo percibe el mensaje superficial, ("en dicho
supermercado se producen muchos hurtos y deben advertir a los
clientes ladrones").
Pero desgraciadamente, esa no es la realidad.
Los clientes del local SÍ se percatan inconscientemente de dicho
mensaje subliminal, pero lo aceptan debido a la programación mental
que les ha inculcado la sociedad.
Y es que desde bien pequeños, nos han inculcado que el pueblo llano
está conformado por populacho.
Nos han hecho creer que gran parte de la población es gentuza
ladrona que roba:
-
chusma maloliente que se agrede
entre sí cuando nadie la controla
-
una manada de canallas que se
matan y violan los unos a los otros si no hay la presencia
de una autoridad, unas leyes y una fuerza represiva policial
que nos proteja los unos de los otros
-
un vulgo idiota que no sabe lo
que quiere y al cual le tienen que decir lo que tiene que
hacer, lo que tiene que pensar y lo que tiene que comprar
-
nos hacen vernos a nosotros
mismos como una masa de zombis idiotizados sin criterio que
necesitamos todo tipo de reglas, normas, instrucciones y
señales para coexistir pacíficamente los unos con los otros.
Y todos tenemos tan asumido que la gente
de a pie, la clase trabajadora, aquellos que vamos a comprar a los
supermercados de masas, somos basura humana y que todos somos unos
ladrones potenciales, que cuando nos colocan un cartel delante de
las narices en dichos locales que nos dice NO ROBES, no nos sentimos
insultados, sino que nos parece totalmente normal que lo hagan;
aunque nosotros, ni ningún miembro de nuestra familia, hayan robado
nada en toda su puñetera vida.
Ni tan solo nos damos cuenta de ello, pero todos, de forma
inconsciente, nos sentimos integrados en un colectivo conformado por
gentuza de baja calaña que debe ser controlada, amenazada y
advertida; nos identificamos plenamente con el concepto de chusma
con el que subliminalmente nos califican.
Bien, llegados aquí, es fácil deducir lo que estarán pensando muchos
de nuestros lectores:
-
sin duda habrá muchos que
afirmarán que, efectivamente, la mayoría de la población es
gentuza ladrona y que dichos cartelitos están más que
justificados
-
también habrá los que consideren
que hemos sacado de quicio lo que es un simple mensaje de
advertencia y que le hemos buscado los tres pies al gato
-
nos dirán que no hay nada de eso
que hemos creído deducir y que de ninguna manera la
población trabajadora de a pie ha sido programada para
considerarse a sí misma gentuza o chusma
Pero no tienen razón.
Y eso se refleja en un hecho bien simple: todos vemos normal que nos
pongan un cartelito cada 3 metros en el súper diciéndonos que ROBAR
NO MERECE LA PENA, porque hay un cierto porcentaje de clientes que
roban una chocolatina…
¿pero a cuántos de los que han visto
el rótulo se les ha pasado por la cabeza que ese mismo letrero
tendría que estar pegado, cada 3 metros y con la misma
insistencia impertinente, en las paredes del palacio
presidencial para recordarle al presidente de la nación que
"Robar no merece la pena"?
¿A cuantos se les ha pasado por la cabeza, al verlos en el
supermercado, que esos mismos carteles de "ROBAR NO MERECE LA PENA"
tendrían que estar pegados,
-
a cada palmo en las paredes del
Palacio Real
-
en las oficinas de los
directivos de los grandes bancos y de las grandes
corporaciones
-
en la sede central de la
patronal y de los sindicatos mayoritarios
-
en las oficinas de los
estamentos y clubes deportivos
-
en los cuarteles del ejército y
en las comisarías
-
en los juzgados y en las altas
cortes de justicia
-
en los obispados, en la
conferencia episcopal y en el Vaticano
-
en los clubes exclusivos de
élite donde se reúnen los potentados y los magnates
-
en las sedes de todos los
partidos políticos
-
en todas las secretarías,
subsecretarias, consejerías, delegaciones, embajadas,
ayuntamientos, diputaciones, consulados y ministerios
-
y sobretodo en el Senado y en el
Congreso de los diputados, en cada silla y en cada rincón
para recordarles a los empleados a los que pagamos el
sueldo, que "ROBAR NO MERECE LA PENA"?
¿Se le pasó a usted por la cabeza, estimado lector, cuando le hablé
del cartelito del supermercado, que también debería estar colgado en
todos estos sitios, empapelando las paredes para que quién
recorriera dichas estancias no pudiera evitar verlos de ninguna
manera?
Visualícenlo por un momento:
carteles de ROBAR NO MERECE LA PENA
en los pasillos del Congreso de los Diputados, en cada escaño e
incluso en el púlpito al que suben los parlamentarios a hacer
sus discursos.
¿Les parece una imagen chocante? ¿Quizás excesiva y potencialmente
ofensiva?
¿Por qué?
Al fin y al cabo, la gente que trabaja en el Congreso, no roban
precisamente chocolatinas, sino miles de millones de euros cuyo
saqueo provoca que la gente muera en los hospitales esperando
operaciones, o que ciudadanos honrados acuciados por las deudas,
generadas la mayoría de las veces por sus malas políticas, se quede
sin un techo para sus hijos.
Ahora habrá quien espete indignado:
"¡No todos los diputados del
Congreso ni todos los que se dedican a la política son
ladrones!"
¡Pero tampoco lo son todos los clientes
que van a comprar al supermercado y sin embargo todos consideramos
la mar de normal que allí sí se coloquen estos cartelitos de
advertencia!
¿Ven ahora por qué estos cartelitos de ROBAN NO MERECE LA PENA
hablan de programación mental y de esclavitud?
Nos han programado para considerarnos a nosotros mismos y a los que
nos rodean como chusma cuando formamos parte de la clase
trabajadora; gentuza que debemos desconfiar los unos de los otros y
que incluso debemos odiarnos entre nosotros, como bien indicaba
Libre Pensadora en su artículo
La Nueva Religión es el Odio del Pueblo.
Y en contrapartida, nos han programado para que, inconscientemente,
consideremos a los que conforman algún tipo de autoridad o acumulan
algún tipo de poder sobre nosotros, como gente inherentemente
superior a nivel ético y moral.
Hasta el punto de que asociar con ellos el mismo tipo de mensajes
represivos e insultantes que asociamos con la clase trabajadora, nos
parece chocante, inimaginable y ofensivo.
Nadie es capaz de imaginar como algo "normal" el parlamento lleno de
letreros con el mensaje ROBAR NO MERECE LA PENA… eso solo es para
los establecimientos que frecuenta el pueblo llano.
Bien, pues a eso se le llama
PROGRAMACIÓN MENTAL.
Y esa programación psicológica a la que todos estamos sometidos, es
la que justifica que las calles o los supermercados estén llenos de
cámaras de vigilancia para impedir el robo de cualquier minucia,
mientras en los palacios presidenciales, los parlamentos y las sedes
de los partidos políticos, pulula la peor calaña de entre los seres
humanos, dedicada al latrocinio a gran escala y capaz de planear
asesinatos en masa sin tan solo pestañear.
Todo esto es lo que contiene un simple cartelito en la estantería de
un supermercado… y es que el nivel de programación mental que nos
esclaviza es mucho más profundo de lo que parece a simple vista…
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