por Kin Navarro
28 Marzo 2017
del Sitio Web
PijamaSurf
Querer mejorar como persona
o querer ser mejor que las demás
personas,
he ahí el dilema.
Las peores trampas parecen, en un principio, una vía de liberación.
Esto es especialmente cierto cuando buscamos un camino alternativo
para combatir nuestros malos hábitos y demonios internos.
Quién pensaría que, paradójicamente, muchas de las prácticas que se
tienen por espirituales terminan siendo una artimaña más
del ego,
cuyo alcance es tan amplio como la imaginación y creatividad del que
busca librarse de su yugo.
La espiritualidad tiene su lado oscuro.
¿Cómo? Se supone que las
personas que tienden hacia este estilo de vida son pacíficas,
armoniosas, bondadosas, compartidas… ¿cierto?
Falso.
La espiritualidad, como la conocemos y practicamos hoy en
día, puede ser algo dañino.
En 1980 el psicólogo John Welwood dio
con la clave para comprender esta paradoja y la llamó
spiritual
bypassing, algo así como un parche espiritual.
Consiste en utilizar
esta clase de prácticas o creencias para evitar la confrontación con
sentimientos desagradables, heridas sin resolver o necesidades
psicológicas y emocionales básicas.
Algunos especialistas como Robert Augustus Masters, autor de
Spiritual Bypassing - When Spirituality Disconnects Us
from What
Really Matters, definen de esta manera el fenómeno:
Algunos aspectos del parche espiritual incluyen desapego exagerado,
entumecimiento emocional y represión, enfatización excesiva en lo
positivo, fobia al enojo, compasión ciega o demasiado tolerante,
límites débiles o demasiado porosos, desarrollo desequilibrado (la
inteligencia cognitiva suele estar a la cabeza de la inteligencia
moral y emocional), un débil criterio sobre la negatividad o el lado
oscuro de uno mismo, devaluación de la relación espiritual con uno
mismo y delirios de haber llegado a un nivel supremo del ser.
Evidentemente esto puede pegarle a más de uno.
No está mal
detenerse, reflexionar y aceptar, si es el caso, que se ha vivido en
un error.
El punto de comprometerse con una vida espiritual es
continuar con un crecimiento real y comprometido dentro de ella y no
debería darle pena a nadie aceptar que puede cometer errores como
cualquier otra persona.
Por ello, te presentamos estos cinco hábitos
negativos de la gente espiritual:
Participar en actividades espirituales sólo para sentirse superior a
otros
Esta es una de las formas más comunes y recurrentes de auto-sabotear
cualquier camino hacia una visión más profunda del ser y el mundo.
¿Hacemos las cosas porque nos nutren en sí mismas o porque eso nos
da un pretexto para ponernos por encima de otros?
Creerte mejor que
los demás sólo por ser vegano o ciclista no te hace muy diferente a
quienes se sienten superiores a otros por tener un coche último
modelo o le van a tal o cual equipo de fútbol.
Utilizar la espiritualidad para no ser responsable de sus acciones
"Todo sucede por una razón", un mantra que, sin importar qué
religión o cosmogonía lo respalde habla de la responsabilidad de
quien lo repite.
Existen miles de justificaciones para no voltear a
ver nuestras acciones y hacernos responsables por las consecuencias
de nuestro actuar en el mundo.
Esto no significa que sea falsa esa afirmación, el punto es que
llega a ser más sencillo adoptar un punto de vista que nos impida
darnos cuenta de esos momentos en los que actuamos de manera injusta
o egoísta, creyendo que lo que creemos haber aprendido de tal o cual
experiencia nos redime del respeto y compasión que debemos a otros.
Crecer y aprender son procesos que nunca terminan.
Juzgar a otros por expresar enojo u otras emociones fuertes, incluso
cuando es necesario hacerlo
Al igual que muchas otras emociones con las que puede ser incómodo
lidiar durante la resolución de un conflicto, el enojo es una
emoción perfectamente comprensible como respuesta a cierto tipo de
situaciones y un indicador de que hay un problema que debe ser
atendido con cuidado y de inmediato.
Creer que hay emociones que reflejan más o menos iluminación o
entendimiento en las personas implica darles una jerarquía
artificial basada en el prejuicio de que hay mejores formas de ser.
La presión de presentarse ante otros como alguien amable, bueno,
calmado y en estado perpetuo de paz termina por parecer más un
fraude.
Utilizar la espiritualidad para justificar el uso excesivo e
irresponsable de sustancias
Muchas personas saben de las propiedades místicas de las sustancias
psicodélicas y buscan aprovechar al máximo toda la espiritualidad
secular que puede derivarse de estas experiencias pero, en muchas
ocasiones, este argumento sólo oculta una justificación barata para
estar drogado todo el tiempo.
Las sustancias enteógenas son medicinas espirituales a las que se
debe respeto y que, si se quiere aprender realmente algo de ellas,
deben ser utilizadas en la medida, compañía y contextos adecuados.
Desacreditar a toda la ciencia para creer que algunas practicas
alternativas son verdaderas
Muchas personas que se ven a sí mismas como espirituales tienden a
sentir desconfianza de la ciencia y, aunque es muy cierto que el
desarrollo de ésta está severamente limitado por los intereses
económicos y políticos que la patrocinan, dar por falso todo ese
compendio de conocimiento es necio.
Quizá la aversión hacia el pensamiento científico proviene del poco
crédito que la ciencia suele dar a las prácticas espirituales.
Que
muchas prácticas espirituales se consideren pseudo-científicas no
quiere decir que éstas no sean válidas o verdaderas, sólo quiere
decir que no han sido comprobadas en un laboratorio mediante el
método científico. Nada más.
Hay muchas actitudes que podemos cambiar de nosotros mismos a través
de toda clase de prácticas que, si bien pueden funcionarnos y
deseamos compartir, no deberían volvernos personas intolerantes ni
fanáticas.
Mucho menos si esta severidad la utilizamos en nuestra
contra para cumplir con un ideal de pureza o paz. La espiritualidad
es un camino bello, tolerante y generoso, que suele ser incompatible
con la autopromoción y la superioridad moral.
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