Existen numerosos
reportes de que la violencia cada vez es menos, la expectativa de
vida crece, la gente ya no muere de hambre, etc., pero hay algo
sumamente preocupante que no se menciona tanto
Por ejemplo, según cita Yuval Noval Harari en su bestseller "Homo Deus",
Claro que las poblaciones han aumentado mucho, lo cual significa que siguen muriendo muchas personas por actos violentos, pero el porcentaje es proporcionalmente mucho menor.
Además, las poblaciones
han aumentado mucho, en gran medida por avances de la ciencia como
los antibióticos y las vacunas que prácticamente han acabado con
pestes como la viruela.
De hecho, quizás la razón
por lo cual la prosperidad material global no se refleja en la
felicidad, es porque lo mucho que ha disminuido el propósito o
significado que tienen los individuos en el mundo.
Sin embargo, ese mismo
año 800,000 personas se suicidaron y 1.5 millones murieron por
diabetes. Como señala Yuval Noval Harari, actualmente
el azúcar es más peligrosa que la
pólvora.
Escribe Yuval Noval Harari:
En Perú, Guatemala, Filipinas y Albania (países en vía de desarrollo con pobreza e inestabilidad política), cada año se suicida una de cada 100,000 personas.
En países ricos y
pacíficos como Suiza, Francia, Japón y Nueva Zelanda, actualmente se
quitan la vida 25 de 100,000.
Junto a esta cifra de los
suicidios podríamos también citar importantes aumentos en depresión
y ansiedad a lo largo del mundo en países "desarrollados".
¿Pero porqué no? Tener más recursos económicos, saber que probablemente uno no va a morir mañana y tener acceso a todo tipo de tecnología que facilita las labores deberían de hacer más felices a los individuos.
El tema es que la verdadera calidad de vida es algo más complejo.
Para aumentar la producción en el mundo y desatar avances científicos y tecnológicos sobre la cresta de la economía siempre creciente, es necesario también crear más consumidores que vivan, en gran medida, sólo de consumir.
Paradójicamente, para que estos consumidores puedan consumir de la manera exorbitante que la economía necesita, deben de pensar que su consumo está estrechamente ligado a su felicidad, lo cual, como han notado pensadores como Epicuro o el mismo Buda, es algo que va directamente en contra de la verdadera felicidad.
Es decir, buscar la felicidad en objetos, fama, dinero, placer y demás es quizás el principal factor que va en contra de la verdadera felicidad.
Así, nos vemos envueltos
en esta extraña y absurda operación en la cual todos deberíamos
de ser más 'felices' porque tenemos más cosas y estamos más
seguros, pero la realidad es que la mayoría no lo somos.
Pero justamente la gran
economía que nos da tanto necesita que consumamos pastelitos, videos
pornográficos y el último gadget con el que podremos estar siempre
expuestos a las nuevas tendencias del consumo.
Una pregunta cuya repuesta, por otro lado, realmente no hará que se cambie el sistema.
Pero al menos podrá
llevar a las personas a pensar modelos alternativos para
comunidades y quizás empezar a imaginar un mundo distinto antes
que este colapse o, como sugiere Yuval Noval Harari, alcance el
estado de 'los dioses' - felicidad e
inmortalidad vía la 'bioingeniería'
- para una élite que se separe del grueso de la especie, el Homo
Deus...
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