by Kingsley L. Dennis
Así que aquí tenemos un relato acerca de un mago que invitó a cenar a sus vecinos.
La modernidad, especialmente tal como emergió en las culturas industrializadas de occidente, creó un sistema que nos hechizó. Y este encantamiento lo promueven nuestros principales medios de comunicación.
Ya sea racionalmente, instintivamente, o profundamente en nuestros corazones, la mayoría sabemos que algo no es correcto en la manera de administrar las sociedades humanas.
La vida humana todavía no
está equilibrada y demasiada gente vive aún con miedo.
De esta manera nuestras sociedades contemporáneas se centran cada vez en la emoción hasta un punto que permite, como nunca antes, entretener y manipular a la gente.
De lo que puede que seamos menos conscientes es de que el ser humano se ve impulsado por una energía evolutiva que se manifiesta a través de procesos mentales, emocionales y físico-sexuales.
Esta energía se puede usar para desarrollarnos e impulsarnos hacia delante o se puede obstaculizar, bloquear y manipular para enlentecer nuestro desarrollo.
Todas las energías mentales, emocionales y físico-sexuales son componentes necesarios del ser humano social.
Si echamos un vistazo
casual a nuestros principales medios de comunicación y
entretenimiento, y a las atracciones/distracciones sociales,
fácilmente veremos que dichos componentes son los sectores diana de
la "cultura del espectáculo" que es la sociedad moderna.
Debemos preguntarnos porqué nuestras culturas modernas promueven los entretenimientos que manipulan y juegan con imágenes excesivamente distorsionadas de angustia mental y emocional, así como con representaciones exageradas de sexualidad.
Además, somos bombardeados a diario con imágenes de muerte.
De hecho, un estudio reciente sobre los medios occidentales comunicaba que la palabra más repetida en los mismos es "muerte". Más aún, revelaba que durante sus primeros doce años de vida un niño habría presenciado alrededor de 20.000 asesinatos en las noticias de televisión y los videojuegos.
Estás formas de
estimulación apuntan directamente a estados mentales, emocionales y
físicos de una persona, lo que a su vez dificulta el funcionamiento
de las energías armoniosas de desarrollo.
Pero al igual que la
música no lo es sin intervalos, la vida no lo es sin esos espacios
internos.
El océano permanece ante nosotros majestuoso y pese a ello en las sociedades modernas muchos de nosotros corremos de un lado a otro ansiosamente con un cubo vacío en las manos.
Se nos ha dicho que sólo sirven los cubos llenos:
Otra historia:
Nuestra manera de ser puede ofrecernos a diario belleza y sentido y, aún así, vivimos en un mundo de sentido decreciente.
Nuestros sistemas
modernos aspiran a la perfección, al progreso y la eficiencia, pero
cada vez hay menos felicidad.
Quizá una sociedad que suministra comodidad superficial produce situaciones que no desarrollan a las personas ni las hacen mirarse por dentro o cuestionar nociones sobre su sentido y su existencia.
Es importante que otras
culturas no sigan este modelo occidental de consumismo superficial.
Y, aún así, una vida en
busca de sentido es una aventura. Lo "innombrable" no necesita
nombrarse, sólo reconocerse internamente. El mundo exterior no es la
única
realidad existente para nosotros.
Esta actitud hostil ignora la realidad de que toda vida es interdependiente y que nuestras vidas son una proyección de nuestras realidades internas.
Es decir, nuestros
miedos, ansiedades e inseguridades, al igual que nuestras
esperanzas, visiones y sueños, se proyectan en el mundo. Cualquier
cosa que proyectemos externamente termina por convertirse en nuestro
sentido de la realidad.
Aunque cambia dependiendo de dónde se haya nacido y en qué cultura vivamos, los métodos que utilizan los sistemas modernos son básicamente iguales:
La escritora Doris Lessing se refería a esto como,
Y entre estas prisiones psicológicas se cuenta el que mucha gente, así como las instituciones del mundo moderno, haya rechazado la sabiduría de sabios, místicos, filósofos, y hasta las voces de los artistas creativos.
En lugar de eso prefiere las trampas superficiales, los entretenimientos y las distracciones tecnológicas del mercado consumista.
Ahora bien, aquí quiero ser claro:
Pese al progreso tecnológico del mundo exterior, siempre debe haber un mundo interior desarrollado que observar, reflejar y cuestionar.
Sin esto, se da
rienda suelta a una vida exterior sin valores. Sin una vida interior que
busque significados, ¿qué es lo que da sentido a nuestras vidas?
No hay un conjunto de
instrucciones de cómo vivir una vida humana, y habitamos en un mundo
en el cual cada vez más gente no tiene ni idea de por qué vive o por
qué muere. En la vida debemos esforzarnos en examinar la condición
humana.
Este proyecto moderno ha procurado divorciar al ser humano de su exigencia de encontrar sentido a la existencia.
El proyecto humano, si queremos llamarlo así, nunca se puede "completar":
He aquí una cita que me gustaría compartir.
Lo que estamos buscando
verdaderamente - y lo que la vida interior puede mostrarnos - es el
poder sobre nosotros mismos, no el poder sobre los otros.
El mundo requiere gente sana, integrada y equilibrada; porque siempre nos encontramos con que en el mundo exterior falta aquello de lo que carecemos. En el mundo también hay muchas fuerzas exteriores que tratan de hacernos vivir no según nuestro propio sentido sino de acuerdo con las narrativas sociales dominantes.
Se nos dice que debemos vivir conforme a determinadas narrativas que en general benefician a aquellos sistemas que no están interesados en el alma humana. Y cuando nos negamos tales nutrientes esenciales sentimos incomodidad dentro de nosotros.
La gente toma cantidades crecientes de anti-depresivos o estimulantes, así como relajantes:
Aquí tenemos un cuento
sobre el precio
del desánimo.
Y el precio del desánimo era tan extraordinariamente elevado que incluso hoy en día continúa siendo propiedad del Demonio.
El precio del desaliento lo está pagando demasiada gente, y es un precio alto (¡cómo bien sabe el diablo!) Es común que en el trabajo digamos a la gente que estamos felices cuando la mayor parte del tiempo no es así.
Compramos más y más objetos para sentirnos internamente felices o comprar felicidad en otros. La gente en las culturas modernas continua acumulando objetos y posesiones mientras se siente vacía por dentro. Semejante consumismo vacía nuestros bolsillos y fracasa en llenar nuestras almas.
Y no solo nuestras vidas físicas se abarrotan de pertenencias, nuestros espacios psicológicos también.
Estamos atiborrados de posesiones que se han acumulado como aditamentos psicológicos: creencias, ideologías, nacionalismos, opiniones, gustos, disgustos y todo el resto. A menudo nuestras mentes están saturadas al pertenecer a esto y aquello y a todas las otras cosas a las que nos agarramos o que nos aferran.
Y es aquí donde residen algunos de los trastornos, y de donde seguirán llegando, porque actualmente nuestras pertenencias se están fragmentando.
Cuando nuestras vidas sociales, culturales, económicas y laborales experimentan cambios y transformaciones - como está sucediendo actualmente - el enganche a las viejas "pertenencias" sólo servirá para causar mayor confusión y desorientación.
Se diría que ya estamos viviendo en un mundo que exhibe signos externos de locura y tendencias psicopáticas.
Debemos asegurarnos de
que el mundo nunca tenga más críticos que visionarios, o más
pesarosos que hacedores positivos, y de no perder de vista nuestros
marcos de sentido.
Hoy día, a menudo, vivimos dentro de una atmósfera de preguntas sin sentido y de respuestas contradictorias. La búsqueda de sentido está siendo remplazada por la busca del progreso.
El progreso puede aliviar algunos de nuestros dolores y sufrimientos, pero nunca compensará la falta de plenitud que sentimos por dentro, porque eso requiere alimento metafísico y trascendental.
Cualquier noción de lo espiritual, o lo metafísico, a menudo no se estima esencial para nuestra vida cotidiana, y se nos enseña a desecharla.
Se ha considerado que la función de la modernidad era liberarnos de las ilusiones de trascendencia. Y, aún así, el deseo, o la necesidad, de algún Absoluto permanece profundamente dentro de nosotros y nunca puede ser totalmente erradicada.
Quizá sea esta
contradicción lo que subyace en el corazón de nuestro desamparo
contemporáneo.
Las cuestiones irrefutables deben aceptarse y no rechazarse.
Al misterio y a lo
misterioso se les debe permitir un espacio para prosperar y
cautivarnos. Este sentido de misterio es lo que nos mantiene
curiosos, y la curiosidad es una de nuestras fuerzas impulsoras y
motivadoras.
Aquello que pertenece a la experiencia del alma humana se considera no sólo incomunicable, sino más bien peligroso de comunicar.
Al final, los misterios de la vida se mantienen fuera de la vista porque no se pueden conocer y por tanto controlar por completo. Estamos hechizados, y se nos distrae de lo esencial.
He aquí otro cuento:
La totalidad de una sociedad puede distraerse.
Hay una analogía pertinente en cómo, en el 265 a.C., la armada persa arrebató Antioquía al Imperio Romano.
Quizá también nosotros,
en palabras del crítico social Neil Postman, estemos
"divirtiéndonos hasta la muerte".
El ser humano es por naturaleza una criatura imaginativa y creativa.
Mi visión es que el papel de la imaginación - la interpenetración del mundo interior - es crucial.
Es lo que fusiona lo que está arriba con lo que está abajo. También es un canal para la intuición, y es mediante ella como nos acercamos a lo esencial.
La mirada hacia adentro siempre intenta revelarnos el papel del ser humano, y lo que nos hace humanos.
Se trata de intentar
entender nuestro lugar en el mundo y nuestras cambiantes visiones
del mismo. Y justo ahora, nos encontramos en un punto crucial de la
historia humana.
Hay una revolución que llega, mientras la gente, especialmente los jóvenes, desarrollan sus maneras de comunicarse y colaborar, y una nueva consciencia. Estamos presenciando ejemplos de empatía y compasión entre jóvenes de todo el mundo, así como innovación, creatividad y motivación inspirada.
Ya he manifestado con anterioridad que estamos cambiando hacia una época en la cual emergerán como rasgos dominantes nuevos conjuntos de valores. [1]
[1] Ver: The Phoenix Generation - A New Era of Connection, Compassion and Consciousness
Y algunos de estos valores ya se están expresando entre las generaciones más jóvenes.
Me refiero a ellos como los valores "C":
Tales cambios llegarán a nuestras vidas, pero no de un día para otro.
No es como pulsar un interruptor de la luz. Yo creo que será un proceso en el cual tendrá que haber, de antemano, mucha búsqueda espiritual y un cuestionamiento de nuestros sentidos y valores.
Sin embargo no todo es cuestión de violencia y brutalidad, pese a lo que las noticias de los principales medios informativos puedan estar enseñándonos.
Hay un cambio incipiente por todo el planeta, y ese cambio procederá del interior, mediante una nueva comprensión del espíritu humano, y de nuestro lugar no sólo en nuestras culturas locales sino también dentro de un hogar planetario compartido.
Son momentos críticos de transición y de importancia trascendental para nosotros.
Los nacionalismos tendrán que pasar a ser secundarios, o hacerse a un lado totalmente, a medida que nos vayamos acercando cada vez más como especie global.
Y esta transición significativa está disolviendo,
Todo lo que nos rodea está empezando a agitarse, y eso mismo pasa, literalmente, en la tierra.
No podemos seguir dentro de las viejas narrativas. Necesitamos de nuevas visiones del mundo, tanto como individuos como dentro de nuestras comunidades y sociedades. Lo que ahora necesitamos es una visión genuina y sincera de largo alcance.
Y en nuestras principales culturas también carecemos de esperanza y confianza, especialmente en nuestros sistemas socio-políticos.
Lo que ahora es esencial es esperanza y confianza en la humanidad, y en la riqueza y la capacidad de adaptación del espíritu humano. Estamos en la antesala de un mundo diferente que está naciendo, y en su centro estarán el corazón y el alma humana.
No puede haber un futuro
genuino duradero si sólo se basa en la vida exterior, debe obedecer
a los valores que proceden del interior del ser humano.
Pero lo primero que
necesitamos es un cambio mental genuino:
Como en esta historia,
nosotros tenemos la forma humana. El próximo paso que nos
corresponde es asumir la responsabilidad del nivel correcto de
consciencia.
Todo comienza y termina con nosotros mismos, y cualquier otra cosa es una excusa, no importa lo plausible que nos parezca.
Como seres creativos, imaginativos, inventamos e innovamos. Al mismo tiempo somos maestros en inventar nuestras propias historias falsas e imaginaciones con las que nos engañamos.
Al respecto, debemos escoger cuidadosamente dónde queremos poner nuestra atención, tiempo y esfuerzos.
Después de todo, cuando visitamos un hermoso jardín ¿escogemos sentarnos junto a las rosas y disfrutar de su dulce fragancia, o sentarnos entre las malas hierbas que nos pinchan?
Es importante que nos
regalemos momentos de alegría, porque la alegría es una energía
contagiosa, y también se comparte fácilmente.
Estaríamos mejor renunciando o regalando la mayoría de las cosas que nos encontramos o acumulamos. Sólo deberíamos guardar unas pocas, de manera que aseguremos la calidad e integridad de aquellas cosas que mantenemos junto a nosotros.
Aquí hay otro cuento:
Construimos y desarrollamos nuestro propio mundo interior con todas las pequeñas cosas y momentos que elegimos grabar en nuestro corazón, espíritu y alma.
Podemos escoger aquellas
cosas con las que deseamos alinear nuestro camino hacia delante.
Como dice Bob Dylan, quienes no está ocupados en nacer lo están en morir. Somos representantes del espíritu, y por tanto deberíamos tratar de tenerlo presente, sin el ansia de alardear de ello.
No hay necesidad de actuar de manera rara o peculiar, de vestirse con ropas extrañas o de seguir costumbres antagónicas a la cultura en la que estamos viviendo.
Podemos pensar y sentir de manera diferente, y tener experiencias que están más allá del conocimiento normal aceptado.
Pero venir a parar a una conducta externa extraña sólo muestra que somos incapaces de internalizar y estabilizar esas experiencias y energías. A todos los efectos, no hay nada erróneo en parecer normal al mundo exterior. Para comprometerse con el espíritu, puede que primero tengamos que aprender cómo estar quietos sin aburrirnos.
Ya hay suficientes
distracciones activas en el mundo tal como es: ¿para qué añadirle
más?
Pero a veces que se nos dé una acción de la que ocuparnos minimiza el proceso de búsqueda inicial. Yo, personalmente, soy incapaz de dar remedios específicos para la búsqueda de sentido, aparte de decir que una persona primero debe experimentar cómo se siente este anhelo, esta necesidad.
Somos catalizadores de nuestra propia búsqueda de sentido y cada camino se recorre de forma diferente.
Para empezar, debemos aprender cómo articular esta necesidad. Esto iniciará entonces el curso de la propia vida que alterará para siempre lo que venga después.
Estamos obligados a confiar en nuestros instintos, nuestra intuición, y a adoptar la respuesta apropiada. No estamos aquí en esta vida para existir como espectros entre los fantasmas de este mundo. Siempre disponemos de una elección interna, y esto no nos debería forzar a someternos al abismo de la locura masiva.
Como nos cuenta la historia,
Debemos ser valientes para comprometernos con el camino interior que hayamos escogido, en tanto no dañemos a nadie.
El camino interno genuino es sutil. A veces puede parecer como si nada sucediese, como si no fuésemos a ningún sitio. Quizá el camino en sí sea una búsqueda de ningún-lugar y ningún-sitio.
Y, aún así, podemos tener la garantía de que el camino interior está activo siempre en todo momento.
Y su búsqueda puede aportarnos sentido cuando nos comprometemos con el mundo moderno. En medio de las distracciones y los entretenimientos en oferta es posible seguir centrados en nuestro propio regocijo interior con sentido.
Y esta alegría interior
trae con ella sus propios momentos sagrados.
Después de todo, sólo un
poco de alegría, respeto y humor pueden llegar lejos, muy lejos, y
tenemos que viajar remotamente...
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