26 Abril 2016 del Sitio Web PijamaSurf
y entrar en ritmo con la creatividad cósmica
y llevar una vida sana y
próspera
Los antiguos concibieron al tiempo esencialmente como un ritmo, un compás echado a andar por la causa primera del cosmos.
Estar en armonía con este ritmo primigenio era la forma suprema de asegurar la salud, la felicidad y la virtud. En todas partes observaron este ritmo: en el movimiento de los astros, en las estaciones en la Tierra, en las mareas, en el crecimiento de las plantas, en el movimiento de los animales, en su respiración, en su corazón.
Filósofos como Pitágoras o los antiguos sabios de la India fueron más lejos incluso y creyeron comprender que todas las cosas no son más que la expresión material de un ritmo, de un patrón, de un número que constituye su esencia.
De aquella primera emanación que en
Grecia fue llamada el Logos y que en la India conocen como Om,
de aquel primer disparo de luz o sonido en el espacio se desdoblan
todos los objetos y fenómenos que no son más que reverberaciones,
ecos y reflejos de una energía creativa que todo lo permea.
A través de la luz que recibimos, de su frecuencia, células foto-receptoras envían información a la glándula pineal, donde la luz se transforma en importantes hormonas como la melatonina, la cuales intervienen en la regulación del sueño y el sistema inmune.
En la glándula pineal se produce también el DMT (el poderoso psicodélico llamado la "molécula del espíritu").
Asimismo, en el hipotálamo, el núcleo
supra-quiasmático coordina diferentes ritmos corporales,
sincronizando oscilaciones de diferentes sistemas, como una especie
de conductor de una orquesta de fases y ciclos hormonales, y el cual
tiene como "combustible" la luz solar. Sobre la relación entre el cielo y el cuerpo humano o entre el macrocosmos y el microcosmos, el presidente del Instituto mexicano daoísta para la salud, maestro de qi gong y monje daoísta, Hervé Louchouarn, señala en un ensayo sobre la sabiduría Quanzhen:
Una de las formas en la que se puede vigilar cómo se imprime la energía del cosmos en el ser humano es fundamentalmente a través de la observación de la respiración.
Son innumerables las culturas las que relacionan el aire o aliento con el espíritu o el alma (la etimología nos dice mucho en este aspecto: espíritu tiene la misma raíz que respiración) y los filósofos antiguos creyeron ver un movimiento universal en el proceso respiratorio, lo que los alquimistas llamaron el solve et coagula y que en el hinduismo se ha equiparado con el proceso de manifestación del universo (el manvantara o Día Brahma) y la reabsorción (el pralaya o noche de Brahma), un eterno ciclo en el cual el universo es emanado cuando la divinidad exhala y es destruido y reintegrado en el seno (o en el sueño) divino cuando inhala.
Nos dice Roberto Calasso que el equivalente a la expiración y la inspiración puede observarse en todo los procesos del cosmos y en los actos humanos,
Es fácil observar que cuando hemos perdido nuestro ritmo, cuando nos hemos desfasado o cuando perdemos el control de nuestra mente, la respiración se altera, generalmente se hace rápida y poco profunda.
Por ellos los antiguos textos budistas se refieren a la respiración como la correa o el lazo del elefante (o del toro, a veces varía la metáfora), con lo que se refieren a la mente que puede ser como un destructivo animal salvaje si no se logra controlar pero que es domesticado por el ritmo y la atención.
En el hinduismo se dice que la sílaba Om es el sonido de la creación y representa una forma de sintonizar la creatividad cósmica que ocurre en un perpetuo presente.
En esta vibración, que es en cierta forma el principio de todas las vibraciones y que persiste en cada una de ellas, se revela el origen como presencia.
En términos de Jean Gebser,
Y de hecho es imposible entrar en ritmo si uno no está en el presente, el ritmo no es algo que pueda hacerse conciencia más que como presencia.
Lo cual nos remite al shivaísmo tántrico, donde se dice que el espacio es el aliento de Shiva y que el corazón es el latido de su tambor (la vibración microcósmica).
Shiva es la la divinidad que encarna el arquetipo de la vibración, el primer yogi, representado con las serpientes y el tambor y cuya característica principal, su tattva es cit śakti, la conciencia, una "quietud dinámica".
Es de notarse que la conciencia ha sido entendida por esta corriente tántrica esencialmente como una vibración difundida por todo el espacio, es decir todo es conciencia, todo es vibración.
Quizás nadie, al menos no en Occidente, entendió de manera tan integral la noción de que todas las cosas se mueven a un cierto ritmo y que la realidad en su constitución básica es número y vibración como Pitágoras.
En su libro sobre el sabio de Samos, José Vasconcelos nos dice que la escuela pitagórica recordaba a su maestro con este juramento:
Es decir, del patrón numérico se produce el movimiento y el orden del cosmos en correspondencia armónica.
El principio creativo se imprime en la masa informe o en el espacio a través del número, el cual es garante y depósito inextinguible de su arquetipo.
Vasconcelos añade que "el universo entero" es "la obra multiforme de la energía", una energía que por supuesto oscila conforme a un patrón matemático y que quizás la mejor forma de visualizarla es como una onda.
Aprendemos de Pitágoras que:
Esto a algunos les podría parecer una interpretación demasiado holgada de los principios de la física, pero recordemos que Kepler descubrió las órbitas elípticas de los planetas justamente basándose en el concepto de la armonía de las esferas de Pitágoras.
Platón, el más ilustre de los pitagóricos, nos dice en el Mito de Er al final de La República que el cosmos está sujeto por la ley de la Necesidad, la diosa Ananké, a quien incluso los dioses se someten y quien teje con su huso la espira de las ocho esferas (los siete planetas y las estrellas fijas), las cuales hacen del destino una armonía:
Platón, en el Timeo, nos dice que el alma humana es una fórmula matemática que refleja el mismo patrón que los astros y que todas las cosas están hechas de formas geométricas.
Podemos entender el alma como un ritmo y la salud en su aspecto psico-espiritual como una armonía, una concordia entre nuestros actos y pensamientos y las leyes de la naturaleza.
Nos dice el filósofo Manly P. Hall, a partir de sus lecturas de la medicina de Paracelso, que la enfermedad no es más que una falta de ritmo o rima con el flujo de la naturaleza, una desobediencia de la ley eterna de la cual el cosmos no es más que la aplicación visible.
Hall sugiere que podemos utilizar las artes para entrar en ritmo con el cosmos y establecer un estado de salud integral:
La terapia exacta de la poesía yace en la combinación de la métrica y del significado; hay un significado peculiar a la métrica y una métrica peculiar al significado.
Cuando éstos se unen se produce un efecto terapéutico, un mensaje mental emocional y psíquico... el resultado total de esto es la experiencia inmediata del estímulo de los valores de la conciencia.
Esta medicina artística parece operar a través de un efecto de retroalimentación de los ritmos naturales del alma humana que encuentra en la experiencia estética un liberador espejo.
Así tenemos que los pitagóricos desarrollaron una medicina basada en el ritmo.
Nos dice Jámblico en su biografía de Pitágoras:
El médico, sacerdote y astrólogo Marsilio Ficino, el gran traductor de Platón en el Renacimiento, continuó la terapia musical pitagórica y concluyó que la música era de hecho un nutrimento esencial para el alma, de la misma forma que la comida lo es para el cuerpo.
Ficino, en su sistema de correspondencias, estableció que todos los sonidos, colores o tonos tienen una cierta ascendencia y pueden utilizarse para tratar males particulares:
Así un girasol no es más que la vibración del Sol coagulado, en la forma, el color y en la esencia de una flor está el "espíritu" de la estrella.
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