al viajar a un lugar silencioso y contemplar el entorno y nuestro propio pensamiento, muestra que la mente empieza a percibir más cosas y con mayor lucidez
En nuestra época, el silencio se ha convertido en un lujo:
Se habla de que el silencio es un artículo de lujo.
Sin embargo, en realidad es algo necesario para el bienestar del cuerpo y la mente:
Por último, existe también la noción mucho más antigua que relaciona al silencio con lo místico, con los estados de comunión con la naturaleza o con la deidad, con la paz de la mente, que trae entendimiento de la verdad o de aquello que está más allá del cambio (del ruido del pensamiento y sus conceptos).
Como dice la frase popular,
El valor fundamental que tiene el silencio, más allá de la paz y la tranquilidad, es que esa misma paz, amplitud y estabilidad que genera son las condiciones necesarias para alcanzar la sabiduría.
El maestro de meditación budista Alan Wallace sugiere que de la misma manera que la ciencia se ha desarrollado gracias a la invención del telescopio y del microscopio - y sin estos difícilmente podríamos tener una astronomía o una microbiología como las que tenemos - el conocimiento de la conciencia se sirve de y necesita su propio "telescopio".
Ese telescopio es fundamentalmente la atención, la facultad de dirigir la mente de manera estable y profundizar en algo de manera sostenida.
Así como para usar un telescopio necesitamos que éste se encuentre estable, la mente necesita una estabilidad:
En un artículo reciente en el New York Times, la poeta Megan O'Rourke narra su experiencia inmersiva en el bosque Hoh en el estado de Washington, uno de los bosques grandes y antiguos en toda América del Norte y el cual colinda con el mar.
O'Rourke relata su experiencia dejando el ruido urbano para adentrarse en el bosque y reflexionar sobre el silencio y el efecto del silencio en su mente:
O'Rourke escribe:
O'Rourke sugiere que el ser humano moderno huye del silencio, aunque éste sea tan pacífico, porque le produce una especie de horror vacui, una intimación de la muerte o una confrontación con los cabos sueltos del alma.
El ruido y una vida agitada y productiva, por otro lado, nos evitan esta confrontación.
Tiene razón. Y también es cierto que al evitar esa confrontación nuestra mente reduce su amplitud y permanece contraída en el estado descrito como "visión de túnel".
Se vuelve una versión reducida de sí misma, limitada por los estímulos granulares que recibe - generalmente, distracciones que luego se convierten en preocupaciones.
Así, no notamos que la mayoría de nuestros pensamientos no son más que ruidos que genera el entorno psicofísico en el que vivimos.
Y no notamos que existe otro orden de pensamientos más claros, amplios y profundos, que sólo empiezan a surgir una vez que el ruido de la superficie puede cumplir su curso y empieza a haber espacio entre los pensamientos.
Ocurre como con la música - donde el espacio entre las notas es lo que hace la música, como dijo Debussy:
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