por Gabriel Weston
25 Septiembre 2016
del Sitio Web
BBC
Parece un
extraterrestre,
pero de hecho es el
habitante más ubicuo
de este planeta.
Las noticias sobre el problema de las bacterias
inmunes a los antibióticos
raramente son buenas.
Así que cuando hay una excepción, vale
la pena explorarla.
Durante décadas, hemos estado ayudándole a las bacterias a
desarrollar resistencia al tomar antibióticos cuando no los
necesitamos y al dejar de tomarlos antes de lo indicado.
700.000 personas en el mundo mueren cada año por esta razón. Para
evadir ese destino, muchos viajan a Tiblisi, la capital de Georgia,
donde hay una alternativa a los antibióticos.
Una de ellas es Sophie, quien viene de Francia.
Sufre de
fibrosis quística, que causa
infecciones pulmonares crónicas que ya no responden a los
antibióticos.
"No puedo respirar, toso todo el
tiempo. Ni como, pues no me da hambre".
La situación de
Sophie es desesperada.
"Se me agotaron todas las alternativas, ya que después de un
tiempo, las bacterias se vuelven resistentes, los
antibióticos no funcionan tan bien, tienes que
tomártelos más a menudo y vas perdiendo las esperanzas".
Pero ahora, su esperanza es una terapia
centenaria.
Olvidados
El tratamiento se llama "terapia de fagos"
e involucra el uso de virus naturales para tratar infecciones
bacterianas patogénicas.
Se sabe de ello desde que, en 1913, el bacteriólogo británico
Frederick Twort descubrió un agente bacteriolítico que infectaba
y mataba a las bacterias.
Cinco años después, el microbiólogo canadiense Félix d'Herelle
anunció el descubrimiento de "un antagonista invisible microbiano
del bacilo de la disentería", y lo llamó bacteriófago.
Pero cuando los antibióticos se popularizaron en la década de 1950,
quedaron relegados y, eventualmente, olvidados.
Gracias a la falta de
antibióticos en la URSS,
no descartaron este
tratamiento, como pasó en Occidente.
Sin embargo, en la Unión Soviética de Josif Stalin los
antibióticos escaseaban, así que los científicos continuaron usando
los fagos.
En 1923, un microbiólogo llamado George Eliava fundó un
instituto dedicado a los bacteriófagos, en Tiblisi.
Cómo actúan
Cuando los fagos encuentran bacterias, se prenden de ellas e
inyectan su ADN en la célula, donde se reproducen.
Los fagos recién nacidos hacen estallar las paredes celulares y
repiten el ciclo hasta que la infección desaparece.
El fago que está
encima de la bacteria, la inyecta,
y su descendencia se
reproduce dentro de ella.
Y, por supuesto,
crece...
...hasta que destroza
la bacteria.
Los recién nacidos
salen en busca de otros anfitriones
y la historia vuelve
a empezar.
El tratamiento de Sophie empieza cuando los doctores toman muestras
para identificar el tipo de bacterias que están causando su
infección.
Es un paso importante pues, a diferencia de los antibióticos de
amplio espectro que matan a una gran cantidad de bacterias, cada
bacteriófago mata sólo una especie o cepa.
Cuando identifican la responsable, desarrollan un fago que ataque
ese tipo específico de bacteria.
Esta fase crucial del proceso se realiza en los laboratorios de
fagos de Eliava, donde han aprendido cómo optimizar los más
efectivos.
Cuál de todas
es
En una placa de Petri ponen la muestra de la bacteria y
sencillamente le añaden diferentes fagos y los incuban durante la
noche.
Al otro día, revisan el resultado, que se ve así:
Las manchas claras
indican
cuáles bacteriófagos
son efectivos contra esa bacteria.
Una vez identificado el fago, los investigadores inician el proceso
de convertirlo en un tratamiento que puede ser tomado por vía oral,
inhalado o aplicado externamente para tratar el problema con
precisión.
Abundantes como
ninguno
Mientras que la ciencia de la terapia con fagos es muy específica,
el rango de enfermedades clínicas que se pueden tratar con ella es
vasto.
La clínica del instituto es muy concurrida y lo remarcable es que en
cada puerta hay placas indicando las especialidades - ginecología,
ortopedia, medicina interna... - todas usando terapia de fagos para
aliviar dolencias.
Una de las razones del éxito de los bacteriófagos es su gran
abundancia y diversidad. En Eliava han estado recogiendo fagos
durante décadas. Tienen ampolletas que han estado ahí desde los años
30.
No obstante, eso es una gota en el océano.
De hecho, los bacteriófagos son la forma de vida más abundante en la
faz de la Tierra.
Se estima que hay unos
10 millones de billones de billones de
bacteriófagos
Eso es más que todos
los otros organismos del planeta juntos
Eso implica que si la bacteria
desarrolla resistencia al fago que la ataca - como lo hizo con los
antibióticos - los científicos pueden acudir a su depósito o a la
naturaleza para encontrar otro.
Además pueden evitar que se desarrolle la resistencia creando
mezclas de fagos para atacar a la bacteria desde diferentes ángulos.
Esta es una de las razones por las que la directora del
Instituto Eliava, Mzia
Kutateladze, está convencida de que los bacteriófagos pueden
jugar un papel importante para resolver el problema actual.
"En primer lugar, podemos erradicar
muchas enfermedades infecciosas que en la actualidad no podemos
tratar con antibióticos", le dice a la BBC.
"Además, pueden reducir la resistencia a los antibióticos. Ese
es un logro muy, muy importante. El uso combinado de
antibióticos y fagos es realmente muy efectivo y prometedor",
añade.
"Ya no tengo miedo"
A pesar de su éxito en Georgia, la
terapia con bacteriófagos tiene que ser aprobada y regulada antes de
que se pueda usar en Occidente.
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Thinkstock
Un ejército de antagonistas invisibles
que podría
defendernos de un eterno enemigo.
Ya se están haciendo ensayos clínicos en Europa, así que pacientes
como Sophie podrían llegar a recibir la ayuda que necesitan en casa.
"Quizás ahora pueda ganar un poco de
peso. Voy a caminar sonriendo, sin tener que pensar en el
esfuerzo que estoy haciendo", dice, feliz, tras recibir el
tratamiento.
"Ya no tengo miedo".
Juzgando por lo que vi en Tiblisi, para
mí es claro que la terapia con fagos va a jugar un rol crucial en
nuestra eterna guerra contra la infección bacteriana.
Después de todo, si algo aprendimos de la era de los antibióticos es
que necesitamos todas las armas posibles en nuestro arsenal para
vencer a esos superorganismos.
Quizás ahora, 100 años después de descubiertos,
finalmente llegó la hora de prestarle a los bacteriófagos la
atención que se merecen.
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