A principios de 2017 la
empresa de juguetes Mattel anunció el lanzamiento de un nuevo
producto:
una máquina llamada
Aristóteles, diseñada para ayudar a
los padres,
"mediante la más avanzada tecnología
de inteligencia
artificial", a proteger y educar "el activo más importante de sus
hogares: sus hijos".
Inspirado en Alexa, de Amazon,
Aristóteles consistía en un altavoz
de tamaño mediano, de un rojo intenso, coronado por una lámpara
tubular y acompañado de una cámara.
El aparato tenía la capacidad de
cantar nanas, contar cuentos y recitar el abecedario a las
criaturas, además de hablarles en otros idiomas.
Conectado a una
aplicación de móvil, el software de Aristóteles también prometía
monitorizar el entorno del niño, avisar si se acababa algún producto
necesario para su crianza o si detectaba ofertas interesantes en el
mercado.
Mattel prometía "un salto brutal de la tecnología
parental", yendo mucho más allá de los clásicos walkie-talkies, que
empezaron a proliferar en las habitaciones infantiles a finales del
siglo pasado.
Pero aquel salto no llegó a producirse:
ante la noticia del invento,
en Estados Unidos se desató una campaña en su contra, encabezada por
la organización Commercial-Free Childhood, que lucha por una
infancia libre de intereses comerciales.
La protesta se basaba en
una premisa:
aquel aparato no era una niñera virtual, sino un
intruso.
Y las habitaciones infantiles, subrayó uno de sus
portavoces en The New York Times, deberían estar libres de "fisgoneo
corporativo",
sin olvidar que las máquinas no deberían utilizarse
como sustitutos de las funciones parentales esenciales...
Ante el
revuelo, la empresa decidió no comercializar Aristóteles.
Sin embargo, aquel gesto no sentó precedente.
Desde 2017, la oferta
tecnológica para la crianza ha ido aumentando sin pausa. Y con la
expansión de
la inteligencia artificial (las máquinas que imitan la
inteligencia humana), se abren mil posibilidades en el mercado.
En
consecuencia, existen todo tipo de programas y aparatos destinados
al cuidado de las criaturas en las que se aplica la inteligencia
artificial:
Cunas que responden automáticamente a las necesidades
del bebé.
Calcetines que monitorizan sus constantes vitales.
Robots
que hablan de emociones...
El de la crianza es un mercado en auge, a
menudo basado en los miedos naturales de los padres, fácilmente
trasformados en ansiedades.
Se calcula que, en 2020, en Occidente,
los productos para la seguridad del bebé generaron ventas que
rozaron los mil millones de dólares.
Sus expectativas de crecimiento
en 2028 son de casi el doble.
Entre los productos más populares destacan los "calcetines
inteligentes", un dispositivo que aúna dos conceptos que hasta ahora
parecían dispares.
El Owlet Vigilabebés Smart Sock, por ejemplo,
monitoriza la frecuencia cardiaca y el nivel de oxígeno del niño, y
avisa si los registros se salen de lo preestablecido.
Como la
mayoría de productos de este tipo, se puede complementar con una
cámara, colocada en la habitación; este añadido aumenta el precio
del calcetín, que supera los 300€.
Los resultados de lo que el
algoritmo detecta se consultan a través de una aplicación de móvil,
otro recurso omnipresente en el mundo de la inteligencia artificial
aplicada a la crianza.
El calcetín, con "carga inalámbrica rápida",
también hace un seguimiento de los patrones y la calidad del sueño.
El ámbito del sueño infantil comprende una oferta importante de
utensilios tecnológicos.
Desde Lulla Care, una start-up española
especializada en aplicar la inteligencia artificial a a la
maternidad, se asegura,
"haber ayudado a más de 5.000 familias a
dormir toda la noche".
¿Cómo...?
Mediante aplicaciones que, entre
otros, registran, en gráficas, cosas que antes se anotaban en un
libreta, como los cambios de pañal y las tomas del bebé.
Por
supuesto, algunos programas incorporan una cámara y facilitan, por
un pago extra, almacenar en la nube los videos del bebé dormido, a
modo de álbum virtual.
También controlan la temperatura de la
habitación y avisan, mediante una alerta de móvil, de cualquier
anomalía.
La aplicación de Lulla Care diseñada para dormir registra asimismo
los hábitos de sueño, pero ofrece algunos extras, como,
"rutinas
musicales innovadoras" que, aseguran, "ayudarán a tu bebé a quedarse
dormido y reducir los despertares".
El pertenecer a la comunidad de
Lulla Care hace también posible chatear con un equipo de pediatras,
psicólogos y coaches de sueño infantil, para aclarar dudas.
Si antes se tomaba el teléfono para consultar con la abuela o el médico de la
criatura, la propuesta actual es chatear con un profesional que,
probablemente, no la haya visto nunca.
Con la "cuna inteligente Snoo" se ha ido un paso más allá.
Su
creador es un pediatra americano, el doctor Harvey Karp, que dice
haberse inspirado para diseñarla en las sensaciones que percibe el
bebé en el útero materno.
Karp asegura que los bebés que usen su
cuna (cuyo precio ronda los 1.200€),
"dormirán nueve horas o más a
partir de los tres meses".
¿Cómo...?
La cuna es 'inteligente' y,
"responde
automáticamente a la inquietud del bebé mediante sonidos
tranquilizadores y movimiento".
Es decir, si la criatura llora o se
inquieta, la cuna reacciona, balanceándose o emitiendo sonidos, para
calmarlo de forma automática.
Se asegura que el programa es capaz de
distinguir entre llantos:
lo tranquiliza cuando está cansado, pero
no actúa si tiene hambre o está incómodo.
Ahí han de intervenir los
padres...
Imagen del
video promocional de SNOO,
la cuna inteligente.
Y es que la inteligencia artificial dice ser capaz de distinguir el
llanto del bebé:
ya existen aplicaciones que prometen discernir si
se produce por hambre, sueño, un pañal sucio, etc.
El sistema para
crear un traductor de llanto es el mismo utilizado para cualquier
programa de inteligencia artificial:
se nutre con muchos datos (en
este caso, los sonidos de cientos de miles de lloros de bebés) para
que el algoritmo diagnostique la causa.
La empresa Zoundrim, con
sede en Barcelona y Basilea, asegura contar con la mayor base de
datos de llantos infantiles del mundo.
Su cofundadora es una
española, Ana Laguna, una analista de datos de cuya experiencia como
madre primeriza nació este proyecto, cuando decidió aplicar la
inteligencia artificial para tratar de entender qué le estaba
diciendo su hijo.
Hoy, los padres que optan por su algoritmo,
reciben el resultado ("sueño", "hambre", "dolor barriga"…) vía
móvil.
"Es un sistema muy útil, especialmente para primerizos. Funciona de
forma automática y, en consecuencia, reduce el estrés", dice Leonid,
usuario de Zoundrim.
Para Benedetta, otra usuaria:
"La idea es
increíble, ser capaz de confirmar lo que pienso o ser corregida, me
hace sentir más segura".
Discernir las causas del llanto del bebé gracias a una máquina puede
ser tranquilizador pero:
¿conviene dejar su interpretación a un
software o delegar la tarea de calmar a un bebé a una cuna
inteligente...?
"A mí la primera pregunta que me viene a la cabeza es
por qué una madre y un padre quieren delegar estos cuidados y esta
protección a una máquina", responde Agnès Brossa, psicóloga
especializada en familia.
En sus treinta y cinco años tratando a padres e hijos, Brossa ha
visto muchas cosas, pero el uso de la inteligencia artificial en la
crianza le parece, como poco, desconcertante:
"Me gustaría entender
el motivo", reitera.
"¿Estar más tranquilos? ¿Tener más tiempo? ¿No
tener los inconvenientes de cuidar a un bebé los primeros meses que
sí, comportan cansancio?"
Esta terapeuta no tiene ninguna duda que
quienes hacen mejor estas funciones son los padres:
"Son ellos
quienes conocen al bebé desde el primer día y van aprendiendo a
identificar sus necesidades…
Si delegas eso a una máquina:
¿Cómo
conocerás después sus llantos?
¿Y cómo aprenderá al bebé a llorar un
poco más fuerte, si un día no le hacen caso inmediatamente?
¿O a
expresar otras necesidades?
¿Puede la máquina averiguar otros
motivos de malestar?", pregunta.
Moxie, el amigo-robot,
que habla de emociones a los niños,
está
inspirado en los dibujos de Pixar.
La seguridad no es el único ámbito de la crianza en el que se está
aplicando la inteligencia artificial.
Hoy los niños tienen la
posibilidad de tener amigos-robot, que les enseñarán aspectos tan
humanos como conocer sus emociones.
Así se promociona
Moxie, un
pequeño androide que se publicita como,
"el primer robot de apoyo
emocional para los niños".
Moxie, explican sus artífices, está
orientado a menores de entre cinco y diez años y su propósito,
"es
ayudarles a que desarrollen las habilidades necesarias para triunfar
en la vida".
Entre ellas está la
inteligencia emocional, un concepto
de 'moda'...
Moxie es azul, tiene ojos verdes y un altavoz incorporado; parece un
dibujo de Pixar. Aseguran que, entre otros, enseña a los niños a
reconocer y nombrar sus emociones, a controlar la ira y a lidiar con
la ansiedad, a resolver conflictos, inculcar hábitos y rutinas
saludables y a aprender a equivocarse.
Definido como un "amigo
compasivo", Moxie también anima a sus amigos humanos a leer, dibujar
y jugar.
Está asimismo programado para animar a los niños a escribir
"notas cariñosas" para su familia y hablar de sus sentimientos.
En
la vida real, es altamente poco probable escoger de forma voluntaria
un amigo así en la infancia:
que te inste a escribir notas amables,
te enseñe hábitos saludables o a distinguir las emociones.
Y es que,
tradicionalmente, estas tareas han correspondido… ¡a los padres...!