por Jelena Sikirich
Vivir una vida activa,
real y consciente resulta ser sumamente difícil, sobre todo ahora,
en nuestra época tan compleja y contradictoria. Siempre se nos caen
encima un montón de problemas y situaciones de estrés que tienen su
repercusión en nuestro estado moral.
A veces algunos se ven forzados a concluir un trato con su conciencia renunciando a sus principios.
La lucha por el bienestar material ha llegado a ser para muchos el credo de toda su vida, el principio supremo de la existencia en nombre del cual todo está permitido.
Esta lucha ha convertido a muchos hombres en fanáticos servidores del culto más popular en el mundo, aquel que desplazó de nuestra vida no sólo la noción de Dios sino también muchos valores espirituales y humanos:
Su gobierno, al igual que el de cualquier tirano, al principio ofrece promesas tentadoras, pero luego trae consigo sólo decepciones, frustración y fracaso de las ilusiones.
Tras la fachada de un paraíso idílico donde el hombre materialmente asegurado puede adquirir y hacer todo lo que quiera, se esconde una multitud de conflictos humanos no resueltos que quizá no afecten al cuerpo, pero sí al alma.
Hay tantos problemas que no se resuelven con dinero y enfermedades cuya curación no se compra con millones...
Cuanto más valor van
adquiriendo los problemas materiales, convirtiéndose en una
prioridad vital, tantos más problemas del alma van pasando al
anonimato de la clandestinidad. Pero el hecho de que esos problemas
no salten a la vista de todos no quiere decir que no los haya, que
los hombres no sufran por ellos o que no se agraven día a día.
No existe ni una sola
persona que pueda presumir de no haber sentido nunca en su propia
piel ese estado interno tan particular que puede ser a veces
doloroso y a veces, por el contrario, muy profundo y especial.
No es fácil responder a esta pregunta. En realidad el problema de la soledad recuerda en algo a un enorme iceberg. Existe una pequeña parte bien vista y perceptible para todos.
Pero hay también otra
parte, mucho más grande, sumergida en el agua, que queda fuera del
alcance de la vista humana y de las leyes de la lógica habitual.
Al echar una ojeada en el alma de un solitario podríamos encontrar historias conmovedoras de relaciones que no tuvieron lugar, decepciones y miedo a ser herido en sus sentimientos y desilusionado en sus esperanzas.
Este es un problema frecuente, y es propio de mucha gente que, teniendo un montón de conocidos, no pueden contar con un sólo amigo fiel.
Otros se sienten solos
por haber sido tantas veces abandonados y engañados que ya no creen
a nadie ni nada, aún cuando la gente trate de acercárseles con
intenciones plenamente sinceras.
Si tengo relaciones no me siento solo, y si no llego a tenerlas me siento frustrado.
Si seguimos la lógica de esta idea, correcta en su base pero superficial en su esencia, y no tratamos de ir al fondo del problema - lo que sucede en la mayoría de los casos - resulta que nuestro bienestar y tranquilidad así como nuestra percepción de la felicidad, no dependen propiamente de nosotros mismos, sino de otras personas.
La presencia de todo esto
nos hace felices, nos ayuda a vivir y a sentirnos personas válidas y
realizadas en la vida.
Como en este caso nuestra
felicidad depende menos de nosotros mismos y mucho más de las
circunstancias externas y de cómo nos van a tratar los otros, el
miedo a la soledad adquiere una forma muy particular.
Pero...
De lo contrario se
derrumba todo, dado que no tenemos otras alternativas.
Para responder a esta pregunta hay que ir más allá de lo superficial, concentrarse en la parte oculta del iceberg que de inmediato no se puede ver ni entender.
Y entonces queda claro
que el problema de la soledad no se puede identificar únicamente con
el hecho de tener o no tener relaciones. Los problemas
en las relaciones son la consecuencia, pero no la causa de la
soledad.
Y estas necesidades no están determinadas por la opinión de los demás, ni por su manera de tratarnos, sino que dependen exclusivamente,
El Alma necesita no sólo
relaciones verdaderas, sino todo lo que pueda darle oportunidad de
despertar sus potenciales ocultos, sus grandes Sueños, su nobleza y
su profunda Sabiduría.
Saber por quién y por qué se vive y se muere. Soñar profundamente, con toda su fuerza, y tener una Obra sagrada para encarnar sus Sueños.
El Alma necesita algo que pueda unir la vida y la muerte, lo visible y lo invisible.
Necesita el camino, saber de dónde viene y a dónde va. Necesita a alguien que la conduzca por el camino, que le sirva de ejemplo de nobleza y de todas las virtudes, alguien de plena confianza.
Un hombre sin camino y
sin maestros está realmente solo.
Un hombre sin lo sagrado,
lo bello y lo eterno está realmente solo.
Un hombre incapaz de
entender el Destino y sus signos, de intuir la providencia y
su propia predestinación está realmente solo.
Un hombre sin almas
cercanas, sin compañeros unidos por un mismo camino, está realmente
solo.
Parece paradójico, pero precisamente cuando un hombre ya no necesita nada para sí mismo, el Destino le hace encontrar en su camino a seres queridos, verdaderos compañeros de ruta que aspiran a estar a su lado atraídos por la fuerza de su alma.
Para convivir
verdaderamente con otra persona, es necesario primero dejar de
depender de ella.
En realidad vienen por sí solos. Lejos de ser un simple enamoramiento o una adquisición más para nuestra colección de objetos de valor, despiertan y se reconocen como estados superiores del Alma.
El verdadero amor baja
del Cielo.
Sólo lo puede encontrar aquel que no deja de soñar con ello como un principio superior de la vida y como una necesidad vital del alma.
Entonces se siente como
una bendición del Destino.
...acaban con un fracaso tarde o temprano.
Esa rara ave de
felicidad, tan fina y frágil, presiente la amenaza y evitando
hacerse cautiva de cualquier tipo de intenciones egoístas, escapa de
la jaula dorada especialmente preparada por nosotros, tal vez para
no volver nunca más.
Es para aquellos que no se venden.
En todos estos casos, el hombre se asemeja a un actor o director de cine de talento que se ha estancado haciendo publicidad de productos al no haber podido esperar a que llegase su momento.
El dinero cobrado, por
mucho que sea, no es nada más que una compensación mínima y por
cierto nada consoladora por haber arruinado su talento.
Si pretendemos mejorar o salvaguardar nuestras relaciones, tenemos que proponer una pregunta fundamental:
Nuestras relaciones con otras personas van a durar tanto tiempo cuanto dure lo que nos une...
Si lo que nos mantiene unidos es una casa, un chalet, el dinero, el atractivo exterior, la libido sexual o cualquier otra cosa "a corto plazo", es seguro que los primeros problemas que surjan en esta esfera van a constituir una amenaza a nuestras relaciones.
Los vínculos que unen a
los hombres que ya no tienen nada en común recuerdan a algunos
pueblos situados dentro de las vías turísticas, donde tras las
fachadas bien pintadas la vida aparenta ser normal, pero en realidad
detrás puede haber un montón de problemas acumulados.
Es necesario aprender a dar el primer paso, sin perder nuestra individualidad ni el sentido de la propia dignidad.
Para establecer y mantener las relaciones en pareja se necesitan los esfuerzos de ambos, y cualquier paso que emprendamos debe provocar una resonancia en la otra persona, seguida de su reacción y sus pasos de respuesta a nuestro encuentro.
Si esto no sucede, por muchos esfuerzos reiterados que apliquemos, la conclusión debe ser:
Para que cualquier relación tenga éxito es indispensable que ambas partes intenten superar el sentido del egoísmo y la posesividad.
A menudo no nos damos cuenta del hecho de que nuestros seres queridos representan una individualidad diferente e independiente de nosotros mismos.
En consecuencia seguimos percibiéndoles como un reflejo de nuestras propias visiones, requerimientos y fantasías según nuestra opinión y nuestros deseos. Es muy peligroso tratar de educar y construir a otras personas de acuerdo con nuestro modo de ser.
El amor requiere de aire fresco y de libertad del alma.
El amor requiere una entrega total y una falta de interés egoísta. En el amor verdadero no nos hace falta nada. Teniendo la posibilidad de amar, lo tenemos todo.
Cuando alguien tiende a
imponerse demostrando su egocentrismo, haciendo a todo el mundo dar
vueltas en torno a sus problemas e intereses y exigiendo
constantemente pruebas de amor y algún "premio" a cambio de sus
sentimientos, no se trata simplemente de que todo esto pueda matar
al amor, sino de que no es amor y nunca lo fue.
...sino,
Un amor o una amistad íntima es como un espejo:
Debemos ir descubriendo en el ser querido cada vez algo nuevo, una pequeña perla del precioso tesoro escondido en su alma, de lo que él o ella tal vez ni se haya dado cuenta.
Es inútil convencer tan sólo con palabras. Se consigue convencer e inspirar mejor con la fuerza del ejemplo propio.
Un hombre capaz de vivir inspirado por un gran amor tiene una poderosa fuerza. Se parece a un rayo de luz entre las tinieblas:
En realidad hay que poner en marcha muchas fantasías negativas y muchas ideas circulares para llegar a sentirnos verdaderamente solos.
Incluso si no logramos encontrar a un ser querido digno de guardar para siempre su imagen en el cofre de oro de nuestro corazón, todavía nos quedan,
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