por William de Vere del Sitio Web Counter-Currents traducción de Julius 25 12 Diciembre 2019
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Editorial-Streicher
Sin embargo, si bien un compromiso con la integridad ecológica ha sido durante mucho tiempo un pilar de la derecha europea, en Estados Unidos aquello es típicamente considerado como un tema en la plataforma política progresista, parte de su ofrecimiento pre-embalado de fronteras abiertas, redistribución económica e individualismo amoral.
La ausencia de cualquier amplio consenso derechista en cuestiones medioambientales en este país es parcialmente debido a que nuestro partido conservador predominante, una tensa coalición de fundamentalistas Protestantes y oligarcas neoliberales, se ha demostrado incapaz (o reacio) a realmente conservar la mayor parte de los vestigios de la sociedad tradicional.
Eso incluye la pureza, la totalidad y la integridad de nuestra tierra nativa, que constituyen una parte significativa de la herencia nacional estadounidense.
Articular un enfoque
derechista con respecto a la ecología que a la vez exponga su
subversión por parte de la izquierda política permanece por lo tanto
como una tarea necesaria, debido a sus connotaciones invariablemente
progresistas en este país.
No tiene como premisa simplemente nuestro deber de conservar sabiamente los recursos naturales para el futuro uso humano, ni el poder revitalizador de la belleza natural y la recreación, ni tampoco un compromiso patriótico de conservar la herencia de nuestra tierra nativa.
Éstos tienen su lugar, pero están subordinados al principio último de la ecología correctamente entendida: de que el mundo natural y sus leyes son una expresión primordial del orden cósmico y que en consecuencia merecen nuestro respeto.
Recapturar la perspectiva
metafísica y ética del mundo tradicional, y restaurar una sociedad
de acuerdo con ello, exige por lo tanto una defensa del orden
natural frente a aquellos que procuran subvertirlo.
La ecología progresista se presenta de dos formas.
Los activistas que se suscriben a esas visiones tienden a rechazar totalmente la civilización y trabajan para combatir sus muchos males,
...a fin de terminar con la explotación y la opresión de toda la vida en la Tierra.
"Liberación total" es su grito de guerra.
Aunque formulados en base
al primitivismo romántico y el
Trascendentalismo de Nueva Inglaterra, los fundamentos filosóficos de la ecología izquierdista pueden
ser remontados más directamente a la contracultura de los años '60,
la teoría crítica de la raza, el feminismo, y los movimientos
pacifistas y a favor de los derechos civiles.
Sin embargo, a pesar de
la naturaleza aparentemente monolítica del medioambientalismo
estadounidense, la percepción progresista de la ecología no es la
única que ha echado raíces en este país.
Para los hombres de
Occidente, esta antigua doctrina y su entendimiento del cosmos son
expresados, de manera simbólica y teórica, en las religiones
indoeuropeas tradicionales y sus vástagos filosóficos.
Ellas son débilmente repetidas en las doctrinas religiosas tradicionales del mundo antiguo, tales como los viejos paganismos europeos, el hinduismo védico y el budismo temprano.
Los rastros filosóficos
de esa vieja sabiduría también pueden ser discernidos en la
metafísica de los pitagóricos, los neoplatónicos y los estoicos.
Los teólogos cristianos
más esotéricos y místicos (en gran parte europeos influidos por su
panteísmo ancestral o por el neoplatonismo) también han considerado
el mundo natural como un despliegue de la realidad divina, expresado
en la teología del misticismo franciscano y renano, así como en el
hermetismo cristiano del Renacimiento.
El punto consiste más bien en entender cómo todos ellos ofrecen, en lenguajes y conceptos adaptados a diferentes culturas y épocas, un modo particular de acercarse a una verdad primordial:
La orientación metafísica fundamental del mundo tradicional, y por lo tanto de la verdadera derecha, podría ser técnicamente descrita como un "emanatismo-panenteístico".
Dicho en términos simples,
Todo lo que existe es un despliegue o emanación de esa unidad primordial, desde las más altas deidades y ángeles hasta los elementos materiales en las entrañas de la Tierra.
Si bien hay una jerarquía del ser, todo lo que existe tiene dignidad en tanto participa en ese divino desplegarse.
Todo en el cosmos es una emanación de esa realidad trascendente, incluyendo todas las cosas en la Tierra y en el cielo:
Esto incluye a la raza del hombre, que ocupa una posición única en la jerarquía cósmica.
En la unidad primordial, la perfecta continuidad que unía a todas las otras criaturas conocidas en su constante lealtad a la ley natural, surgió la auto-consciencia humana.
Aunque la humanidad participa de la forma material de otros animales y órdenes "inferiores" de la creación, también posee razón y voluntad propia, introduciendo la multiplicidad en la unidad divina.
Por una parte, eso nos hace capaces de trascender las limitaciones del mundo material y de obtener una comprensión de los niveles superiores del ser, funcionando de esa manera como un aspecto de la "Naturaleza reflexionando sobre sí misma".
Del mismo modo, únicos entre otras emanaciones conocidas de la Divinidad, somos capaces de actuar por voluntad propia, violando la ley natural y poniéndonos a nosotros mismos y a nuestra propia inteligencia como rivales de lo Absoluto.
Además, considerando nuestra voluntad propia, nuestros deseos artificiales, y los medios antinaturalmente eficientes de obtenerlos, los humanos no pueden con una buena conciencia perseguir los fines puramente naturales de propagación, hedonismo y supervivencia a cualquier costo.
Para conseguir verdaderamente su naturaleza, para reintegrarse en aquella unidad primordial de la cual él está actualmente alienado, el hombre debe trascender lo meramente humano y alinear su voluntad con la de lo Absoluto.
Ciertos humanos son capaces de acercarse a ese estado:
Por supuesto, dada nuestra naturaleza defectuosa y caída, la mayoría de los humanos permanecerá atada a su voluntad e intereses materiales.
Así, mientras la religión del igualitarismo propone un antropocentrismo básico según el cual todos los humanos son iguales simplemente en virtud de ser humanos, en la doctrina tradicional eso es negado por el hecho de la desigualdad humana.
Como observó Savitri Devi,
Por esta razón, tanto la metafísica tradicional como una ecología vista desde la derecha requieren que rechacemos el humanitarismo sentimental de la izquierda moderna, según el cual,
Una implicación adicional de esta visión es que, siendo desiguales los humanos en su capacidad de acercarse a lo divino y de ejercer el poder de manera justa, los ordenamientos sociales deben asegurar que el gobierno sea ejercido por el tipo superior.
Ésta es la esencia de la estructura social indoeuropea tripartita,
La regresión de las castas - característica del mundo moderno - junto con el colapso de todas las estructuras sociales tradicionales y la veneración del gobierno democrático, no significa realmente que seamos auto-gobernados.
Eso simplemente significa que en vez,
Los valores del burgués y el plebeyo están invariablemente orientados hacia,
La
organización tripartita es por lo tanto necesaria a fin de colocar
un control sobre los impulsos más profanos y destructivos de la
humanidad, hacia sí misma y hacia el mundo natural.
A la vez que aboga por la
tecnología que mejora genuinamente la vida humana y disminuye el
impacto humano sobre otras especies, el ecologista derechista
rechaza la tecnología que fomenta la fealdad, el hedonismo, la
debilidad y la destrucción irresponsable.
Además, contrariamente al estigma de "totalitaria" a menudo empleado contra ella, la verdadera derecha cree que la diferencia y la variedad son un regalo de Dios.
Más bien que ver eso como un imperativo categórico para llevar tanta diversidad como sea posible a un lugar, la derecha procura preservar las diferencias culturales, étnicas y raciales.
Ella también debería por lo tanto esforzarse por preservar los distintos ecosistemas y especies del mundo, así como la diversidad humana de razas y culturas, contra la irresponsable destrucción realizada por actores humanos (las catástrofes naturales inevitables son otra materia).
A medida que el mundo de
la humanidad se hunde en la mayor corrupción, el mundo natural
permanece como un reflejo de valores eternos y superiores, un todo
unificado desplegándose de acuerdo con el orden divino.
Ya se trate de un final con la Edad de Hierro, la Segunda Venida, la Edad del Lobo o el Kali-yuga, la mayoría enseña que este ciclo cósmico debe terminarse a fin de abrir camino a uno nuevo.
Esto generalmente implica la destrucción de la Tierra y todo lo que hay en ella.
En primer lugar, este escenario apocalíptico es también un dogma de la ciencia moderna, ineludiblemente implicado por sus teorías de la evolución cósmica.
La vida en la Tierra será destruida, si no por alguna locura antropogénica, entonces por la expansión del Sol o la muerte del universo por causa del calor.
La diferencia es que el ecologista progresista no tiene ninguna razón perdurable y objetiva para preservar lo prístino y lo auténtico en la Naturaleza más allá del gusto personal:
El hombre contra el tiempo, a largo plazo, puede estar destinado a fracasar en sus esfuerzos terrenales, pero eso no disminuye su resolución.
Esto es porque él actúa de acuerdo a un sentido de 'noble desapego',
...de acuerdo al cual la acción fluye desde la pureza del ser de él y de su papel en el cosmos más bien que de cálculos utilitarios o esfuerzos voluntaristas.
El mantenimiento del orden natural exige que defendamos sus expresiones más puras:
En su compromiso para vivir en conformidad con el orden natural y defenderlo contra la arrogancia del hombre moderno, el ecologista derechista acepta el papel de la violencia desapegada.
La mayor parte de la retórica ecologista que uno oye hoy día está formulada en la decadente fraseología del izquierdismo contemporáneo:
Además de su inclinación metafísica más fuerte, la ecología de la derecha también ofrece una ecología más varonil, un credo de hierro que desdeña la tecnologización y la sobrepoblación del mundo porque eso conduce a la disminución de toda vida; que apoya las leyes de hierro de la Naturaleza, de sangre y sacrificio, de orden y jerarquía; y que desprecia el desmedido orgullo humano (hybris) debido a su misma mezquindad.
Se trata de,
Es una ecología que
desdeña la blandura, la comodidad, el sentimentalismo y la debilidad.
Ésta es una religiosidad varonil, una ascesis de la acción más bien que mera salvación o extinción personal.
Por "tradicional"
queremos decir no el libre mercado, los valores de familia o el
fanatismo fundamentalista que agita banderas, que es lo que dicho
término implica en el siglo XXI, sino más bien una perspectiva que
está basada en el orden divino y natural, que dicta que todas las
cosas permanezcan en su lugar apropiado.
Esta reverencia hacia el
orden cósmico exige que respetemos su manifestación en las rocas,
los árboles y el cielo, cuya belleza y poder continuamente sirven
para recordarnos la sabiduría trascendente del Todo.
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