por Ruben Torres
01 Junio
2015
del
Sitio Web
LaCosechaDeAlmas
Puede parecer una
sentencia excesivamente categórica y premeditada, pero si apelamos a
la razón simple, se puede llegar a exponer esta sentencia de forma
que no se te cortocircuite ninguna neurona.
Si nos ponemos en el peor
de los supuestos que puedes llegar a afrontar en tu vida,
seguramente la muerte sea el peor de todos.
Morir es para muchos
(quizás todos) el mayor temor al que se puede uno enfrentar, es la
causa de miedo más extendida, más incluso que el miedo a la guerra o
al cáncer, ya que está muy extendido el razonamiento que después de
esta vida, no hay nada.
Evidentemente que si eres
de los que piensas esto, cualquier cosa que te diga a continuación
te sonara elucubrativa e insostenible, pero si la ciencia está
demostrando que la muerte no existe, ¿porqué habría de
existir la enfermedad?
Quizás estés pensando, la muerte no existe, pero morimos y la
enfermedad no existe, pero enfermamos.
En realidad no... Lo que
llamamos muerte es el fruto de la
ignorancia de lo que somos.
Al tener como única
referencia la vida física, perdemos toda referencia de las
posibilidades que ofrece la transición llamada muerte, cuando naces
tomas el cuerpo y cuando mueres lo sueltas, no hay mucho más que
rascar, el dolor, el sufrimiento y el drama es solo consecuencia de
la negación de esa otra realidad, es la concentración de todos
nuestros sentidos únicamente en lo físico y palpable.
Con la enfermedad sucede
un poco igual, según está estructurado socialmente nuestro "modus
vivendi" lo raro seria que no enfermásemos, pero a pesar de todo
esto, somos capaces de sobrevivir y no enfermar si no queremos.
Todos conocemos algún
caso en el que alguien está completamente sano (o al menos en
apariencia) y al finalizar su vida laboral, le aparecen los típicos
achaques, y enfermedades de todo tipo.
Seguramente el trabajo y
la preocupación de sostener la estabilidad económica de su
hogar, le ocupaba tanto espacio mental y emocional, que no quedaba
sitio para la enfermedad, ni siquiera se otorgó la posibilidad de
caer enfermo por lo tanto estuvo blindado; una vez que la
responsabilidad desapareció, su sistema se deprimió, su atención se
diluyo y abrió la puerta a la enfermedad.
Existen muchas causas para enfermar, son muchos los focos que están
abiertos y muchas las formas de somatizar los síntomas en nuestro
sistema. Vivimos en un entorno netamente enfermo así que acabar
contaminado es solo una consecuencia puramente ambiental.
Todo lo que nos rodea nos
enferma, todo pensado y diseñado para que enfermes,
desde el mismo instante en el que la primera bocanada de aire llene
tus pulmones.
El cuerpo avanza y crece
en una constante lucha por la supervivencia, un gasto de energía y
recursos ingente que provoca que eludir la enfermedad sea una tarea
complicada.
Existen varios focos básicos por los cuales llegamos a enfermar.
Tocaré las que creo las
principales causas, de las cuales derivan muchas más, pero no voy a
profundizar tanto y os voy a enumerar estos modos en los que
permitimos que la enfermedad entre en nuestras vidas, sin que nos
percatemos de ello:
Causa Emocional
Una de las causas más
comunes de enfermedad es la acumulación de emociones negativas.
Tras acumular durante
años múltiples emociones en nuestro organismo, estas se
enquistaron y se indigestaron provocando que el cuerpo reaccione
ante tanta acumulación de energía emocional densa.
Según sea esta
emoción enquistada, así será su reflejo en nuestro cuerpo, lo
más común son tensiones musculares, trastornos del sistema
digestivo, circulatorio, nervioso y óseo, además de la
desregulación de las glándulas como la tiroides e incluso llegar
al temido cáncer.
Las relaciones
emocionales de tipo tóxico derivan en patologías a
largo plazo, la relaciones conflictivas ya sea con familia,
parejas o amistades, con procesos en el que las situaciones de
chantaje son frecuentes, acaban transformando esas emociones en
quistes energéticos difíciles de extirpar.
Evidentemente lo
normal es que la causa emocional vaya acompañada de cualquier
otra de las causas restantes, pero el vivir en una contante
confrontación emocional, provoca que nuestro sistema se deprima
y abra la puerta a la enfermedad.
Causa Mental
Lo común en el modo
de vida actual es que seamos inducidos a ponernos siempre en lo
peor, pensamos de forma negativa casi por defecto, es muy común
que ante un dolor de cabeza repetitivo, la primera causa que nos
venga a la cabeza sea el desarrollo tumoral, en lugar de una
causa por situación de estrés o nervios, por ejemplo.
La mayoría de la
gente son hipocondríacos en potencia, y su mente siempre le está
poniendo la zancadilla, provocando que ante cualquier síntoma
por mínimo que sea, se auto diagnostiquen siempre lo peor.
Esa mala costumbre de
ponerse siempre en lo malo, crea una tendencia que a la larga
acaba por materializarse físicamente en nuestro cuerpo, estamos
prácticamente ordenando a nuestro sistema que se revele y luche
contra sí mismo, por lo que a la larga comenzaremos acumular
múltiples cuadros que se manifiestan directamente por orden
nuestra.
Es una auto
programación de la que detrás no existe enfermedad, pero que
vamos a manifestar los síntomas tal cual se generarían de
existir una enfermedad real.
Causa
Verbal
Esta perfectamente va
en sintonía con la anterior, ya que a un pensamiento negativo,
le acompaña un lenguaje igualmente polarizado.
Ya aparecía en el
evangelio aquella sentencia que decía,
"Una palabra tuya
bastará para sanarme…"
Pero esa misma
palabra, sirve también para enfermarte, eso debes tenerlo claro.
El poder del verbo es
inmenso y según decretemos así concretaremos, es muy habitual
hablar de la enfermedad a la ligera, muchos son los que parecen
regocijarse en el dolor ajeno y mantiene en su boca un verbo
completamente enfermo, el dolor, el sufrimiento y la depresión,
son también producida por causas verbales.
Es muy común oír,
estoy fatal, estoy ploff, estoy para el arrastre, me
explota la cabeza, me quiero morir, etc... Pensamos que esas
expresiones no van a ningún lado, maldiciones de burro
las llaman, pero al final todo es un suma y sigue.
Causa Ambiental
El ambiente en el que
vivimos evidentemente también influye a la hora de desarrollar
una patología, es un enemigo pasivo que actúa las 24 horas.
Las prisas, el estrés
o la anticipación, van haciendo que comencemos a somatizar poco
a poco causas, que si bien, no las generamos nosotros,
finalmente acaban influyéndonos.
Un modo de vida
competitivo y estresante, donde el trabajo, la familia, las
facturas y el horario priman sobre nuestra salud, provoca que
abramos de par en par nuestro organismo.
A todo esto hay que
sumarle la contaminación electromagnética y la constante
radiación de todo tipo de aparataje que emite en distintas
frecuencias de radio y de micro-ondas,
que perturban en gran medida nuestro equilibrio energético.
Causa Química
Esta causa es la que
a priori parece más evidente.
A diario y cada vez
más, estamos expuestos a
sustancias que alteran y contaminan
nuestros sistemas, provocando un lento e irreparable
daño.
Desde la
contaminación ambiental en la que estamos expuestos a gases y
metales pesados, los procesados de agua y alimentos, así como
las altas dosis medicamentosas a las que nos exponemos
inconscientemente, provocan que vivamos perpetuamente resentidos
en nuestra salud.
Este es un factor que
podríamos ubicar en nuestro entorno por defecto, que está ahí
presente de forma constante quieras o no, minando lentamente
nuestro sistema, sobre todo en grandes núcleos urbanos donde la
contaminación es aún mayor, una causa que se suele pasar por
alto y que arrastra más patologías de las que pensamos.
Causa Kármica
Esta es una causa
inducida también, ya que traemos de otras vidas patologías que
acaban aflorando en nuestro presente.
Esta causa que
podríamos llamar kármica para entendernos, pero qué no es
causada
por karma 'real', que trae
oculto la aceptación previa de acuerdos, pactos y contratos, en
la que nos comprometemos a pasar por ciertos procesos de dolor y
merma, con el fin de purgar causas pendientes de ciclos
anteriores.
Estas causas
pendientes son inducidas y expuestas mediante un proceso de
chantaje emocional al que somos sometidos en el proceso
entre-vidas, con lo cual ya venimos condicionados a
sufrir ciertos patrones de dolor impuestos.
Esos patrones pre-acordados
afloran sin tener recuerdo o consciencia de ello, lo que provoca
que suframos un vía crucis de la forma más estúpida posible,
casi por capricho, ya que no impusimos nuestra voluntad y
nuestra intención fue laxa.
Causa de Control
Todos tenemos algún
mecanismo de control implantado en nuestros cuerpos energéticos.
Estos implantes
suelen cumplir diferentes funciones, una de ellas es activar la
causa anterior, pero básicamente son elementos que controlaran
al individuo e inducirán cierta causas físicas que someterán al
cuerpo en forma de dolores reflejo, hasta patologías severas.
El abanico es
ciertamente amplio y en cierta forma potencia todas las causas
anteriores.
Esta causa jamás es
tomada en cuenta y no es reconocida por casi nadie como causa
latente de sintomatología. Esta causa de enfermedad en teoría
aún no existe, así que es improbable que las causas que derivan
de esta intervención puedan mínimamente ser tomadas en cuenta,
es a día de hoy imposible.
Esta causa está
íntimamente relacionada con la anterior y no se puede separar ni
entender una sin la otra, es algo que tenemos que tener en
cuenta, para que se activen los pre-acuerdos.
Causa espiritual
Esta causa es también
bastante habitual y poco tomada en cuenta, ya que como seres
vivos, somos una fuente energética constante y ciertos entes
espirituales se pegan a nuestro cuerpo energético por razones
distintas, las cuales provocan que somaticemos por contacto
aquellas emociones y energías que porten esos espíritus que
se nos 'pegan'.
Por lo general,
suelen ser difuntos que creen guiarnos o protegernos, pero qué
en la totalidad de los casos son elementos contaminantes pasivos
de los cuáles no somos conscientes y acarrean serios problemas
físicos, que por lo general la medicina no consigue identificar
y paliar de ningún modo.
También hay que
añadir a esta causa todos los
parásitos astrales que pululan
en nuestro entorno y que aprovechan una guardia baja para
pegarse a nosotros y drenar nuestra energía provocando
cansancios casi crónicos.
Ya sea por emociones indigestas, pensamientos negativos,
decretos auto-boicoteantes, influencias ambientales, componentes
químicos, contratos pre-encarnados, implantes de control o
infección espiritual, la enfermedad se manifiesta en la mayoría
de los casos por pura convicción de que la posibilidad de que
exista, y se exprese en nosotros existe.
Manifestamos una
posibilidad convirtiéndola en probabilidad, lo que crea un
desarrollo que finaliza con la exposición sistémica de ella.
Finalmente abrimos
voluntariamente la puerta a la enfermedad para que viva en
nosotros, la acomodamos y le colocamos las zapatillas, para que
se sienta como en casa viviendo en nosotros.
La medicina convencional, contempla la enfermedad como una
contaminación biológica, casi como la única causa, la mayoría de las
investigaciones acaban buscando un bichito en un microscopio o una
ilusoria causa genética heredada.
La ciencia médica no pone
sobre la mesa la causa, por la cual el bichito acabo encontrando el
ecosistema propicio, y solo trata de buscar el insecticida adecuado
en forma de pastillita milagrosa.
Mientras la medicina
arrastre
el ancla farmacéutica no podrá
curar a nadie, ni encontrar la causa real de la enfermedad, una
enfermedad que existe porque nosotros queremos que exista y nos
inducen a creer en ella.
¿Cómo hacer entender a alguien enfermo que no lo está?
Esto es casi una tarea
titánica, ya que detrás de la enfermedad subyacen ciertos
intereses victimistas. Muchos aun queriendo estar sanos,
internamente piensan que no lo merecen, así que impiden que acaben
con su cuadro particular de enfermedad.
Básicamente la enfermedad
es una creencia más, una programación más, una condición más de lo
que es considerado normal en el hecho de estar vivo.
Poco a poco veremos como
el amplio catálogo de enfermedades se sustentaba en meros intereses
mercantiles y la mayoría de las patologías, o no existieron o no son
siquiera posibles.
Un sector psicópata como
el de la salud, vive gracias a la posibilidad de caer enfermo, pero
esa posibilidad la acabamos palpando por propia convicción, no por
causa la real de la misma. Somos enfermos mediáticos, que compramos
la psicosis de soma, que nos venden en los anuncios de la tele.
Quizá el caso más conocido sea el de
Anita Moorjani que tras
afrontar una
ECM, entendió la causa emocional de
su enfermedad y esta remitió "milagrosamente".
La gente tiene asumida la
enfermedad como algo más que acompaña al hecho de estar vivo, es
raro encontrar a alguien que no vea la enfermedad como un componente
esencial en su propio acervo cultural, para muchos venimos aquí a
sufrir y la enfermedad es un componente esencial en esa
expiación particular de cada uno.
Nadie concibe el vivir
sano e invulnerable como un estado habitual en el día a día, dentro
sus propias vidas. Hemos pasado del nacer, crecer, multiplicarnos y
morir, al nacer, crecer, enfermar y morir, y no debería ser así.
Los más osados buscan alternativas efectivas para paliar y luchar
contra la enfermedad, rebotando entre técnicas ancestrales,
tradicionales, chamánicas, naturales, homeopáticas u holísticas...
Todo esto no son más que
ganas de perder el tiempo buscando los tres pies al gato, buscan el
modo de sanar, cuando deberían buscar la causa de la
enfermedad, que es la creencia en ella.
Para curarnos no
necesitamos métodos, técnicas, plantas o lo que quieran, cuando lo
que se debería es hacer es un examen identificar la causa que nos
enferma y evitar su exposición, como primera medida, y por último
auto curarnos desde la propia voluntad de querer estar sanos, ya que
la mayoría se auto engaña y esconde causas que rara vez expone al
terapeuta de turno, o sea miente.
La enfermedad es también
un vehículo por el cual sacar rédito a una situación que nos parezca
provechosa.
El victimismo y el
pobreteo de la pena, impide que queramos curar nuestra
enfermedad, enfermedad que existe porque a mí me conviene que
exista, me quejare y sufriré, pero me conviene que siga ahí, para
que mi chantaje emocional sobre otros sea efectivo.
Como el sistema fabrica
enfermos, el enfermo señala al que denuncia al sistema, en vez de
tratar de luchar contra la verdadera enfermedad que es el propio
sistema.
Enfermos,
-
que mueren de
enfermedades que no existen
-
que mueren por
culpa del tratamiento
-
que mueren por
culpa del protocolo médico,
...son las principales
causas de muerte.
Estadísticamente los
efectos secundarios de
los medicamentos matan más gente
que el tabaco y los accidentes de tráfico juntos.
Hasta que el juramento
hipocrático no vuelva a tomar sentido, la medicina será solo una
fábrica de enfermos, una profesión prostituida por el dinero y los
intereses mercantiles, que programan mediáticamente nuestras mentes
para aceptarnos como enfermos y no como seres saludables.
Mientras sigamos creyendo
en la enfermedad, seguiremos siendo devotos fieles de esa forma de
entender la vida. Mientras el dinero prime sobre la salud, nadie
podrá revertir ningún proceso doloso.
Está claro que convencerte que puedes auto sanarte no genera
beneficios ni a médicos, ni a farmacéuticos, ni a homeópatas, ni a
timadores holísticos; así que tampoco albergo esperanzas en los
enfermos que son creyentes de esos buitres que se alimentan de la
enfermedad.
No he conocido jamás
un médico que ante un paciente
piense en la posible cura, solo piensa en el tratamiento, el fármaco
que seguramente le recomendó un prestigioso laboratorio avalado por
la Organización Mundial de la Salud (WHO
por sus siglas en ingles), que es patrocinada por el prestigioso
laboratorio que recomienda al médico su paliativo.
Este tema es profundo y difícil, porque si es difícil creer que la
muerte no existe, mas difícil es creer que la enfermedad tampoco.
Tememos que si seguimos
quitando pétalos a la flor de nuestras creencias al final quedara
solo un capullo, y lo que no concebimos es que al final queda una
copa rebosante de vida, el polen, semilla de esa flor, un grial, que
nos hace inmortales...
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