02 Enero 2020
del
Sitio Web
PijamaSurf
Seguir pensando
que la
tecnología es neutral
es una ilusión
peligrosa...
Una frase que se escucha comúnmente e incluso se admira como muestra
del supuesto "sentido común" es:
"la tecnología es
neutral"...
En primera instancia esta
frase suena impecable.
Pues no parece que la
tecnología en sí misma tenga una agenda, no es un ente maligno
o benigno que se presenta por sí solo en el mundo
(ciertamente no antes de que exista, si acaso, la inteligencia
artificial).
La tecnología depende del
ser humano, eso parece ser verdad.
Sin embargo, la realidad
es que siempre la tecnología existe en el mundo de una manera
determinada por el ser humano y procesos históricos y lo que
podríamos llamar sociocognitivos.
Siempre la tecnología
está creándose con una intención y dentro de un marco conceptual.
Generalmente esa
"intención" es simplemente hacer dinero, pero eso ya es
altamente significativo, pues supedita nuestros procesos de
interacción a lo económico.
Una escopeta es una
escopeta que existe en la sociedad humana, dentro de una cierta
visión económica y ética, no en un vacío, y tiene ciertas
características que la hacen, por lo menos, algo peligroso.
No todas las tecnologías
son como una escopeta, pero todas las tecnologías comparten algo al
menos, el hecho de que debemos de reflexionar sobre sus
características y sus marcos antes de usarlas.
Además de este aspecto que podríamos llamar una "originación
dependiente" de la tecnología, existe, al menos según algunos
filósofos como
Heidegger, en la forma en la
que se ha ido constituyendo la noción de tecnología, es
decir, de utilizar herramientas, un modo que transforma nuestra
relación con la realidad.
Pues, según Heidegger,
nuestra concepción de la tecnología va de la mano de una forma de
ver y experimentar el mundo.
Esto es, una forma
instrumental o utilitaria, en la que concebimos el mundo
como una serie de objetos que están siempre a nuestra disposición y
esta forma de ver el mundo permea todas nuestras relaciones, que se
convierten en utilitarias, más que existenciales o poéticas.
No vemos el árbol,
vemos la leña.
No vemos el paisaje,
vemos los likes.
No vemos a la
persona, vemos un instrumento.
No vemos al mundo
como algo vivo con lo cual tenemos una relación luminosa y
presencial, lo vemos como un problema el cual debemos calcular,
resolver o explotar.
Hemos de alguna manera
deificado a la tecnología y poco a poco nos percibimos a nosotros
mismos como tecnología o como sirvientes o dependientes de la
tecnología, nuestro nuevo Dios paternalista que nos salva o
destruye.
Marshall McLuhan entendió esto
a su propia manera, a veces no sin entusiasmo por los medios
electrónicos.
La aserción clave de
McLuhan es que,
lo importante es el
medio más que el mensaje, el contexto más que el contenido o,
actualmente, el algoritmo detrás del stream de contenido...
El mismo McLuhan notó que
ya sucedía que las herramientas que usamos nos acaban usando a
nosotros.
Así hoy en día
nosotros somos el contenido en
las redes sociales y nuestra
atención es la divisa que se capta y capitaliza.
Ni McLuhan ni Heidegger
fueron ingenuos y los dos notaron que la tecnología nunca
es neutral, simplemente no aparece en el mundo de esa forma y
pensar que lo es suele ser peligroso.
Douglas Rushkoff más
recientemente ha sugerido que debemos pensar en la tecnología como
una droga que consumimos.
Una droga puede
servirnos en algún momento, pero siempre nos altera, nos
modifica de diversas formas...
Un pasaje importante de
Heidegger en su ensayo sobre el problema de la técnica señala:
"En todas partes
permanecemos sin libertad y encadenados a la tecnología, sea que
la afirmemos pasionalmente, o la neguemos.
Pero estamos
entregados a ella de la peor forma cuando la consideramos algo
neutral."
Este mismo punto lo hacen
algunos analistas, más recientes.
Por ejemplo,
Nicholas Carr:
La tecnología la
crean y usan humanos, por lo que al final somos responsables de
ella.
No es algo que caiga
por arte de magia del cielo. Es un tontería pensar que la
tecnología es neutral. Tiene un sesgo, nos empuja a comportarnos
y a pensar de una manera determinada.
Cuando adoptamos una
nueva herramienta, también adoptamos sus sesgos.
Por ejemplo,
la Internet está sesgada
hacia la distribución de información de alta velocidad en
diferentes formatos, como audio, texto o imágenes.
Esto significa
que es un medio de gran distracción, que socava el
pensamiento profundo.
Así que, cuando nos
conectamos, intercambiamos profundidad por amplitud,
contemplación por estimulación.
O de manera más reciente
el filósofo mexicano
Ernesto Priani, enfocándose en
las redes sociales:
A menudo cometemos el
error de pensar que las redes sociales son neutras, en el
sentido de que sólo son herramientas de comunicación sin un
sesgo que las incline hacia algún lado, y que detrás de cada
expresión en ellas hay una persona que emite una opinión o
expresa una emoción.
Pero desde hace
tiempo sabemos que hay dos factores que intervienen directamente
en el funcionamiento de las redes, sobre todo a partir de que se
convirtieron en una eficaz herramienta política, y que a veces
inducen y otras fomentan ciertas tendencias:
los algoritmos con que
están construidas y el uso de robots (bots) por parte de
grupos de interés para producir tendencias, magnificar las
existentes y ganar el espacio público.
McLuhan dijo que cuando
nos acercamos a la tecnología de manera acrítica ya nos parecemos a
los robots.
Este es el gran tema de
la civilización hacia el futuro...
La forma en la que
programamos la tecnología es la forma, hasta cierto, en la que
programamos y habituamos nuestra conciencia, especialmente si
interactuamos con la tecnología de manera poco crítica.
Fácilmente podemos caer
en las burbujas de odio o en las burbujas de nimiedades y
comportamientos mezquinos y adictivos que abundan en las redes
sociales...
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