El primer paso es
identificar el problema.
Y el gran problema del mundo en estos momentos,
-
no es la
corrupción y la criminalidad desmedidas de las élites
financieras y de sus obedientes esbirros del mundo de la
política
-
no son las
guerras, ni el hambre, ni el terrorismo (incluidas las
innumerables operaciones de falsa bandera)
-
ni el
desequilibrio entre los que lo tienen casi todo y los
que no tienen nada
-
ni tampoco la
proliferación de las superbacterias
-
ni el cambio
climático o algo que se le pueda parecer
-
ni tan solo
la amenaza de un asteroide que se lo cargue todo
El auténtico gran
problema al que se enfrenta el mundo en estos momentos, es el
deplorable estado mental de la mayoría de la población
mundial, especialmente en los países occidentales y más
acomodados.
Y decimos que este estado mental generalizado es el principal
problema, porque básicamente, es el que nos impide enfrentarnos
a todos los otros problemas que hemos enumerado anteriormente.
Estamos inmersos en un estado de hipnosis colectiva, de
conformismo rayando en lo servil, de pasotismo ante los abusos
constantes, incluso cuando los experimentan los ciudadanos en
sus propias carnes y pueden identificar a los abusadores con
nombres y apellidos.
Vivimos en sociedades enfermas, pobladas por muertos vivientes,
con una falta total de rebeldía, tanto a nivel colectivo como
individual.
Se apagó el fuego,
-
de las luchas
obreras
-
de la lucha
por los derechos de la mujer
-
de la lucha
por los derechos raciales
-
las luchas
por la justicia y la igualdad social, de cualquier
colectivo...
Solo quedan protestas
cosméticas con voces apagadas y siempre pidiendo permiso para no
molestar.
Ya no hay ese fulgor en la mirada de los que deberían luchar por
sus derechos y por el futuro de sus hijos y que procede siempre
de la dignidad herida.
Solo hay el pasotismo del que espera que aquellos que más le
desprecian, le solucionen los problemas a cambio de meter una
ridícula papeleta en una urna cada 4 años.
Tenemos más posibilidades y más herramientas que nunca para
conectar con el resto de personas y organizarnos por nosotros
mismos sin el permiso de nadie; más posibilidades que nunca para
luchar por lo que queremos y para expresarnos libremente.
Pero esas
herramientas maravillosas, empezando
por la Internet, no sirven de
nada, porque nuestro estado mental de hipnosis colectiva, las
convierte en algo inútil:
la mayoría las
utilizan para hacerse selfis y compartir su profunda
estulticia con los demás, a cambio de la insulsa dosis de
dopamina ofrecida por unos pocos likes.
La proliferación de
películas de zombis de estos últimos años, quizás eran un
reflejo inconsciente de lo que está sucediendo a escala social,
en este mundo cada vez más globalizado.
Parece como si las mentes de los creadores hubieran bebido de
una suerte de inconsciente colectivo y hubieran plasmado en
imágenes aquello que todos intuimos y experimentamos en nuestro
interior y que no sabemos traducir en palabras.
Es como si una vocecita en nuestro interior, enterrada por
toneladas de escombros culturales, chillara tratando de
despertarnos, para advertirnos del camino de autodestrucción en
el que estamos inmersos… pero no sirve de nada.
Estos últimos años, hemos podido ver con impotencia como crecía
la represión hacia nuestras libertades más básicas, avanzando
como un buldózer sin que nadie haya movido apenas un dedo (y no,
mover el dedo en la pantalla del móvil, no cuenta).
Desde
el 11-S de 2001 y las políticas
de control masivo que le han seguido, nuestras libertades
sociales no han parado de recortarse, día tras día, sin que
nadie pestañee, y siempre justificando el siguiente atropello
bajo el pretexto de la seguridad.
Y hemos llegado a un punto en que no importa que la gente sepa
que muchos de los atentados terroristas son operaciones de falsa
bandera, o que sus gobiernos les roban y les mienten, o que sus
dirigentes venden armas o hacen negocios con los mismos
regímenes criminales que después promueven los ataques
terroristas en su suelo y contra sus conciudadanos.
Cualquier noticia o revelación, se ha convertido en poco más que
un artículo de consumo...
En el imaginario popular, no hay ninguna diferencia entre el
efecto que provoca una noticia escandalosa que debería
indignarnos hasta incendiar las calles y el capítulo de una
sitcom:
el consumidor lo
ve, reacciona acorde con lo que ve mientras dura la noticia
y después la borra de su memoria, como quien olvida un
capítulo de "Big Bang Theory".
Pero lo realmente
grave, es que lo que estamos perdiendo va mucho más allá de las
libertades relativas a los derechos sociales, políticos o
económicos.
No estamos ante un fenómeno reciente y nuestra pérdida de
libertad, no se circunscribe a las decisiones políticas tomadas
estos últimos años, bajo el epíteto de "la lucha contra el
terrorismo".
Llevamos décadas perdiendo libertad como
individuos y sobretodo, perdiendo nuestro contacto con la
esencia que nos hace humanos y nos conecta con nuestros
instintos más básicos, aquellos que nos abren la puerta a la
dignidad individual y a su expresión en forma de rebeldía y
lucha por nuestros derechos.
Estas últimas décadas hemos perdido enormemente como personas,
sin que ni tan solo nos hayamos parado a pensar en ello.
Pondremos unos ejemplos que la gente de más edad comprenderá
mejor que nadie.
Los que fueron niños hace 20, 30, 40 o 50 años lo sabrán:
¿Recuerdan
ustedes como podían salir y jugar en la calle con otros
niños, sin la paranoia y el nivel de vigilancia que existe
en la actualidad?
¿Recuerdan cuando se despellejaban las rodillas jugando,
sucios hasta las cejas, sin que ello representara un peligro
de "infección mortal inmediata" que necesitara de
desinfectantes o productos farmacéuticos?
Si, se ve que hubo un
tiempo no muy remoto, en que los niños aún tenían un sistema
inmunitario y su interacción con las bacterias presentes en su
entorno y en la propia naturaleza, no implicaba una "amenaza de
muerte" como ahora, sino todo lo contrario: la posibilidad de
que su cuerpo aprendiera a luchar y fortalecerse.
¿Recuerdan cuando
los niños sabían lo que era un pollo, un cerdo, una cabra o
una vaca, sin que se lo tuvieran que enseñar en cuentos o
escuchar su canto grabado en un juguete de Playskool?
¿Recuerdan cuando podían divertirse jugando con cuatro
piedras, o con una tiza, o con una pelota o unos soldaditos
de plástico y no necesitaban consolas de videojuegos de
última generación que imaginaran por ustedes?
Sí, hubo un tiempo no
muy remoto, en que los niños reían, saltaban y correteaban y
siempre encontraban alguna diversión, sin tener que estar
sentados ante una pantallita.
¿Recuerdan cuando
los niños inquietos que no podían estarse quietos porque les
sobraba la energía, eran calificados simplemente de
"traviesos" o "terribles" y eran castigados sin merienda y
no corrían el peligro de que apareciera un cretino que les
diagnosticara trastornos inexistentes como el TDAH
(Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad)?
¿Recuerdan cuando los niños se peleaban, se arrojaban
piedras, se partían la cara y había abusones, pero no había
acosos enfermizos y crueles tipo bullying?
¿Recuerdan cuando los niños y las niñas jugaban a "papas y
mamás" o a "los médicos" y descubrían por si mismos los
principios de su sexualidad sin que tuviera que venir un
psicólogo o les tuvieran que dar asépticas clases de
educación sexual?
¿Recuerdan cuando
lo descubrían todo por sí mismos y no a través de
pornografía en Internet, distorsionando su visión del sexo
para siempre?
¿Recuerdan cuando las familias podían ir a una playa sin
encontrarse con miles de turistas descerebrados
atiborrándolo todo?
¿Cuando aún
existían pequeñas calas y playas ocultas y no masificadas,
libres de construcciones que destruyeran el entorno?
¿Cuando aún había bosques que llegaban a pie de playa y no
solo moles de cemento en forma de chalets o rascacielos?
¿Cuando llegaba
el verano y la gente no necesitaba un anuncio televisivo
pagado con dinero público, que le aconsejara beber agua para
no deshidratarse, porque todo el mundo, incluidos el gato y
el perro, ya tenían el suficiente sentido común como para
saberlo por natural?
¿Recuerdan cuando se podía ir al bosque sin encontrarlo
lleno de colillas, latas, bolsas de plástico y basura?
¿Cuando la gente
era capaz de ir de picnic, e incluso hacer fuego en una área
boscosa sin provocar un incendio forestal, porque los
rebaños de cabras habían hecho limpieza del sotobosque de
forma natural?
¿Recuerdan cuando podían subir a un tren sin tener que pasar
por controles de seguridad, tornos, lectores de billetes
electrónicos y el escrutinio de miles de cámaras y tipejos
uniformados escrutándoles como si fueran un general?
¿Recuerdan cuando podían repararse sus propios coches o
trucarse sus propias motos en el sótano de sus casas sin
tener que pasar mil y una inspecciones?
¿Cuando podían levantar una pared o un porche en sus
terrenos, sin tener que pedir permiso al ayuntamiento porque
esa era su propiedad y sin temer que pasaran aviones de
vigilancia a inspeccionar las obras que ustedes hacían en
sus propias casas, para poder saquearles mediante impuestos
y sanciones destinados a los bolsillos de cuatro ladrones?
¿Recuerdan cuando los jóvenes podían pedir un trabajo en una
tienda, un taller o incluso en una editorial, sin verse
obligados a presentar un currículum que demostrara que
habían estudiado mil idiomas y que tenían 10 años de
experiencia?
¿Cuando las personas aprendían oficios o profesiones sin
tener que estudiar antes mil y una cosas inútiles para
sacarse títulos innecesarios que nada tienen que ver con sus
aptitudes profesionales?
¿Recuerdan cuando antes de ir a la cama no necesitaban
consultar compulsivamente la pantalla de un móvil o pasarse
3 horas ante la TV, como si fuera un ritual de vida
indispensable?
¿O cuando podían comer con sus familiares sin que hubiera la
pantalla de la TV hablando por ustedes?
¿Recuerdan cuando las frutas y las verduras eran de
temporada y tenían sabor de verdad, cuando el pan olía a pan
y cuando podían tomar cualquier producto sin que estuviera
envasado, plastificado y desinfectado hasta convertirlo en
un amasijo de materia sin sabor y repleto de colorantes
industriales?
Y podríamos seguir
así durante horas.
Les haré una confesión:
yo no he vivido
nada de todo eso.
Solo los últimos
estertores de ese mundo que ya hemos destruido. Pero aún así,
soy consciente de lo que hemos perdido.
Es cierto:
ese pasado estaba
lleno de oscuridad, de incomodidades, de atrasos culturales,
de prejuicios horribles y discriminaciones, de terribles
injusticias y de males y abusos silenciados por la
hipocresía y la falta de libertades sociales, especialmente
en países tradicionalmente abonados al atraso cultural y
social como España.
De ninguna manera
estoy diciendo que todo lo pasado fuera mejor, ni mucho menos.
Esa actitud corresponde a los ancianos y a los retrógrados
enfermizos que odian cualquier avance que no puedan comprender y
que se aferran ciegamente a cualquier pasado en el que aún
tuvieran erecciones.
No pretendo hacer un recordatorio nostálgico de presuntos
"tiempos mejores", sino solo una rememoración de las cosas que
hemos dejado perder innecesariamente.
Quizás nos deberíamos preguntar:
¿Realmente
hemos progresado, si nuestro presunto progreso
tecnológico y social ha acabado con tantas cosas que nos
conectaban con nosotros mismos, con nuestros instintos y con
la naturaleza?
¿De verdad es incompatible el avance tecnológico y social
con conservar aquello que teníamos de bueno, eliminando solo
lo que nos impedía mejorar como sociedad o crecer como
individuos?
Porque es eso:
avanzar,
progresar, significa MEJORAR.
Aprovechar los
avances para poder ser más libre.
En cambio nosotros somos menos libres como individuos. Estamos
más controlados y somos aún más dependientes de artefactos
externos de lo que lo éramos antaño.
Y necesitamos permisos del estado hasta para mover un dedo.
Cuando pierdes la esencia de lo que eres, la chispa de la vida,
el contacto con tu instinto y sobretodo gran parte de tu
libertad, no has progresado en absoluto: solo has destruido lo
bueno que tenías.
Sí, hemos conseguido grandes avances, pero hemos perdido
aspectos esenciales de nuestras vidas...
Fíjense:
La medicina ha
avanzado enormemente y podemos curar muchas enfermedades que
antes eran letales; pero las superbacterias proliferan y los
sistemas inmunológicos de las personas se debilitan.
Nuestros cuerpos no saben defenderse por sí mismos sin
antibióticos o porquerías químicas.
Si hubiéramos progresado correctamente, podríamos tratar
todas estas enfermedades antes incurables, y a la vez no ver
como proliferan las superbacterias y se debilitan los
sistemas inmunológicos.
Vivimos una crisis de masculinidad, con una creciente
cantidad de hombres con un esperma débil y mujeres
infértiles.
Fuente
Sin hablar de la proliferación de trastornos sexuales que
afectan a cada vez más gente, especialmente a los hombres.
Tenemos más libertad sexual que nunca, pero tenemos más
trastornos y adicciones que nunca para no poder disfrutarla.
¿Qué sentido tiene
todo esto?
Y como decíamos antes, sobretodo tenemos mucho más acceso a la
información y más capacidad que nunca en toda la historia para
intercambiarla los unos con los otros… y sin embargo, la mayoría
de la población sigue siendo tan o más idiota que antes y mucho
más sumisa y conformista, especialmente las clases medias y
trabajadoras.
No importa en absoluto que la mayoría de la población ya no sea
analfabeta, o que muchos incluso tengan estudios.
Siguen votando, adorando u obedeciendo servilmente a los mismos
líderes que les roban el pan y el futuro, como lo hacían los
analfabetos de hace 50 años.
¡En países como España, la misma masa servil e idiotizada, sigue
votando a los mismos que ya gobernaban durante la dictadura!
Con el agravante de que antes, el "tonto del pueblo" era tratado
como tal, y ahora, los "tontos del pueblo" se hacen ricos
saliendo en las televisiones y son convertidos en ídolos de
masas.
Lo tenemos todo para ser más libres y más creativos que nunca y
en cambio, somos más esclavos y más dependientes de las cosas
que poseemos y de las élites más poderosas.
Si tenemos los instrumentos necesarios para ser más libres y no
lo somos, lo que falla no son las herramientas, sino nosotros
mismos.
Nuestra brutal pérdida de libertad, solo es explicable por ese
estado mental pasivo y conformista, casi servil. Y ese estado
mental solo se explica por la pérdida de nuestros instintos y de
nuestra esencia como seres humanos.
De momento, nuestras mentes ya son asépticas y están
perfectamente esterilizadas.
Pronto naceremos envueltos en una bolsa de plástico…