14 Marzo
2018
reside no tanto en los insólitos eventos exteriores como en la miseria ética y la dolencia espiritual sin precedentes
que ostensiblemente revelan.
Es el mito de que el mundo sólido, material, está "ahí fuera" y nosotros no somos sino organismos independientes deambulando por su interior. De aquí que situemos todo a cierta distancia, creyendo que hay un nosotros y que luego está el mundo exterior.
Este sistema de creencias ha sido el responsable de que la humanidad sienta que tiene el derecho, o incluso el deber, de conquistar y controlar el mundo que la rodea.
Pero al hacerlo nos hemos quedado huérfanos no sólo de nuestro propio entorno - de nuestro ambiente vital - sino de nuestro propio sentido del ser. Nos hemos alienado y nos hemos convertido en una especie insatisfecha.
Hemos creado y cultivado una visión del mundo árida y estéril, cual metal herrumbroso en un páramo. Puede que un mundo de objetos separados haya sido tranquilizador para nosotros, pero a largo plazo no es esperanzador.
Basta con que echemos un vistazo al mundo actual para ver que las cosas no están yendo bien. No hay duda de que estamos viviendo tiempos de complejidad, incertidumbre y cambio.
También estamos en una época de contradicciones extremas en la cual se diría que hay tendencias opuestas que van codo con codo; donde los individuos cuidan mucho más sus cuerpos y están obsesionados con la dieta y las modas saludables, mientras la obesidad es una epidemia.
Vivimos en medio de una combinación paradójica de jovialidad y miedo, de diversión y ansiedad, de euforia y desazón.
He aquí una cita relevante al respecto:
Esta cita describe adecuadamente nuestra situación actual y sin embargo se publicó en 1952.
Su autor - Paul Brunton - continua diciendo que:
Brunton sigue siendo tan descarnadamente correcto en su análisis de la actualidad como lo fue en la de su momento.
El resultado es que en efecto están apareciendo "problemas amenazantes" por todos lados:
...y todo lo demás.
El resultado es que mucha gente se ha "insensibilizado espiritualmente" por lo que ve que está ocurriendo en el mundo, y siente que sólo una dura respuesta física similar puede ser eficaz.
Y, aún así, en otros se ha agudizado la consciencia de una carencia interna y sienten que se necesita alguna satisfacción interior.
Las palabras "místico" y "espiritual" siguen siendo vagas y etéreas. La gente siempre ha dependido del lenguaje para que le brinde guía y alimento.
Pero en este dominio, las palabras no son sino vestigios óseos de la carne verdadera. La crisis de nuestro tiempo ha sido muy clarificadora para unos cuantos en tanto que ha confundido casi todo para la mayoría.
No hay hacia donde volverse públicamente para encontrar la verdad: prácticamente nada en lo que creer en el presente y demasiada incertidumbre respecto al futuro.
El resultado de todo ello
es que mucha gente tiene dudas que no sabe cómo abordar, y esto se
está acumulando dentro de sus mentes como una infección patógena,
oscureciendo su visión y su cordura.
Que haya tanta gente preocupada con las circunstancias externas de su vida que descuida, o ni siquiera siente, su anhelo más elevado, es un signo de nuestra época.
Hay una gran cantidad de compensaciones para esta carencia a través del "guruismo de remedio rápido", es decir:
Pero estos son como curas de comida basura para un hambre más profunda.
Hoy día, la lucha real no
es la que vemos en los medios de comunicación - enfrentamientos
culturales, opiniones voceadas, y oposiciones políticas - sino más
bien la que hay entre la perspectiva material y la de la dimensión
interior, espiritual de la vida.
Nuestras sociedades no tienen en cuenta la finalidad humana ni el sentido de nuestra existencia. Nos llevan a vivir para el trabajo, disfrutar con las diversiones, y al final morir con deudas y aranceles. Está claro que el mundo está protegido por los intereses personales del poder.
No hay justicia ni equidad en este arreglo desequilibrado. Las conferencias de paz se fundan en el compromiso y no en la compasión.
El comercio se basa en la fuerza en lugar de en la colaboración. Y el poder y la fuerza extienden su imperio sobre las olas [1] (desde las ondas de radio hasta las órbitas espaciales).
El poder y la política se
han separado; en la actualidad el poder se ha desplazado a un
espacio extraterritorial que está más allá de las fronteras, las
naciones, las leyes, la visibilidad, y la responsabilidad. Los
poderes reales que ahora manejan nuestro mundo
son invisibles, intangibles y casi desconocidos,
además de ser a la vez tan dominantes y peligrosos.
En cierta medida, la vida moderna ha comenzado a disolverse a fin de volver a ensamblarse.
De manera similar, el poder personal está encontrando su nuevo espacio, dentro de cada persona y a través de sus redes. El individuo también está recomponiendo su propio sentido del poder.
Hemos entrado en un periodo de un ensamblaje incierto en el cual las formas sociales se disuelven más deprisa de lo que las nuevas pueden reemplazarlas.
Una característica de los tiempos actuales es que las nuevas formas de pensamiento y comportamiento aún no se han materializado por completo en marcos de referencia tangibles de largo plazo. Es decir, todavía no han tenido suficiente tiempo para poder establecer o mantener su forma.
No obstante, el
presente sólo tiene una vida útil breve...
Una de las consecuencias de ello es que actualmente nuestras vidas personales están en peligro de transformarse menos mediante experiencias vividas y más a través de los datos que vamos dejando como sendas detrás de nosotros.
Hemos entrado en otra
lucha - otra contienda social - en la cual batallamos entre la
transparencia de nuestras vidas privadas y públicas.
Y, aún así, el sentido profundo de lo que podemos llamar nuestro verdadero ser se cubre como si temiésemos lo que los demás puedan ver.
Hacemos pública nuestra vida privada gustosamente, pero huimos de exponer, o incluso reconocer, nuestra vida verdadera:
Nuestro gozo de recibir atención, de ser advertido, se contrarresta (o se compra) a expensas de divulgar lo personal.
Lucimos lo que consideramos que son nuestros "yos" porque sabemos que ahora disponemos de una plataforma plagada de amigos en la cual representar. Nos sentimos conectados a un cierto nivel, pero ¿podemos mantener este sentido de conexión humana a un nivel más fundamental, esencial?
Yo mismo no soy inmune a esta situación.
Tengo una red social on-line donde comparto noticias de mi vida y fotos de mis viajes. Aquí el asunto - y esta es la cuestión en todos los aspectos - es encontrar el equilibrio entre compartir y sobreexponerse, entre el gozo genuino y la necesidad de atención.
De alguna manera, podemos
ver un paralelo con el sentido religioso de confesión.
Ahora podemos disfrutar de confesiones públicas que rayan en la auto-publicidad.
Desde los blogs y los mensajes en los medios sociales, hasta los vídeos que despliegan un exhibicionismo antaño mal visto en la mayoría de las culturas.
La discreción - el yo secreto - se ve ahora como algo antisocial.
Ahora, es más probable que las chicas en edad escolar sean acosadas on-line que en el colegio.
Y no son sólo los chavales quienes sufren el acoso on-line, o los "trols" como se les llama actualmente. Desde los famosos hasta la gente cotidiana, todos somos susceptibles del abuso sexual y el tratamiento inhumano cibernéticos que estos tiempos modernos hacen disponible.
Al mismo tiempo, deberíamos reconocer que la plataforma on-line - Internet, la red informática mundial - no nos roba nuestra humanidad, la refleja.
Este medio no penetra
tanto en nuestro interior como muestra lo que está dentro de
nosotros.
Los patrones modernos de pensamiento nos han proporcionado guerra y genocidio a escala global:
Nuestras tecnologías se están utilizando actualmente para la clasificación social, la vigilancia, el condicionamiento cultural, y una amplia gama de prácticas que promueven una esclavitud voluntaria.
El lugar real de la libertad solo puede estar en nuestro interior - nuestro ser interno - y es hacia ahí donde debemos volvernos.
Como ahora resulta evidente, nuestro mundo exterior está en medio de una serie de crisis profundas. Por decirlo de otra manera, como especie colectiva nos acercamos a una experiencia cercana a la muerte.
Y aún así, sabiendo todo
esto, yo me mantengo positivo acerca de nuestro futuro humano.
Y sin embargo toda la historia humana ha consistido en cambio y transición. En todas las épocas ha habido momentos de malestar y perturbación, por supuesto en algunas más que en otras. La nuestra también es un periodo de fluctuación, flujo y flexibilidad.
También es tiempo de hacer elecciones cruciales como individuos, familias, comunidades y sociedades:
Es una etapa importante de gestión de nuestros estados psicológicos, emocionales y físicos.
Podemos sentirnos inseguros acerca del futuro, pero disponemos de tecnologías para transformar radicalmente nuestra era en algo sin precedentes. Tenemos tanto tecnologías externas como eso que yo llamo "tecnologías del alma".
Lo que somos, se lo transmitimos a los demás. Si exhibimos impulsos y conductas básicamente "animales", entonces es eso lo que compartimos con los otros y con el mundo que nos rodea.
Es hora de ser tanto
sensatos como espiritualmente íntegros.
Pero el reconocimiento del humano como un ser espiritual no procederá del mundo, ni desde luego en modo alguno de nuestras instituciones socioculturales y políticas. Inicialmente sólo provendrá del individuo.
Y es desde aquí desde
donde se debe nutrir el cambio genuino.
Debemos escoger lo que queremos ser, interiormente.
Debemos elegir nuestra
libertad desde dentro...
Referencias
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