Abril 2019
del Sitio Web
BibliotecaEclosion
Versión en ingles
Información enviada por
CFGO
Extraído del
libro 'Evocación'
de Marsias
Yana...
El
igualitarismo, al igual que el
relativismo, es el resultado de una concepción literalista de una
cualidad originalmente sabia:
La igualdad esencial
de todos los seres debe ser reconocida, para que pueda haber
justicia, ya que sin justicia no existe equilibrio, y sin
equilibrio todo se derrumba.
Todos los seres temen el
dolor y todos los seres desean ser felices. Esto merece respeto y
debe ser considerado, antes de cualquier actuación propia que afecte
a los demás.
Pero, cuando la conciencia inmadura e irreflexiva pretende
interpretar esta actitud, ésta acaba cayendo en el igualitarismo.
Ante cualquier observador atento, sería un insulto a su inteligencia
ignorar las enormes diferencias que existen entre los
diferentes niveles de conciencia
que afectan a todos los seres.
También es evidente que aquellos de mayor conciencia poseen una
mayor ecuanimidad, afectividad, generosidad, sabiduría… que aquellos
otros cuya estrechez de conciencia está restringida a las
necesidades de su cuerpo.
Estos últimos, siendo incapaces de percibir mayores amplitudes,
necesitan la protección de aquellos de mayor capacidad, si quieren
desarrollarse afectivamente y protegerse de los numerosos
depredadores, físicos y mentales, que forman parte de esta
existencia.
Este sistema de protección es una ley natural que emana,
espontáneamente, en los grupos que se mantienen fieles a su
naturaleza.
En la naturaleza, aquellos que han alcanzado una mayor ecuanimidad,
generosidad y entereza, sienten la vocación de proteger a quienes
apenas son conscientes de su entorno inmediato.
Estos últimos,
conocedores de sus limitaciones, buscan humildemente la
protección que generosamente se les ofrece.
Esta jerarquía no solo sucede con los seres humanos, sino también
con otros seres.
En la naturaleza, cualquier grupo está jerarquizado según el
desarrollo de la conciencia, asegurando así su supervivencia. A este
equilibrio dinámico de la naturaleza, se le llama
Jerarquía Natural de la Conciencia.
Sobre esta jerarquía, se fundamentaron y desarrollaron las más
sólidas civilizaciones, durante milenios.
Posteriormente (empujado por un devenir codicioso y tras haber sido
cruelmente destruida la Jerarquía Natural) el individuo se encontró
desprotegido y a solas con sus depredadores.
Fue entonces cuando
surgió el igualitarismo...
Este igualitarismo, al
igual que el relativismo, carece de cualquier defensa lógica, no
pudiendo sobrevivir ante un diálogo reflexivo y honesto.
Por esta razón se
presenta ataviado de una fuerte defensa reactiva, a modo de
filiación emocional, impidiendo de esta forma que se produzca una
mayor profundidad en la reflexión.
Este proceso de desnaturalización, al que conduce el igualitarismo,
sería semejante a lo que sucede en las granjas de animales.
Los animales de una
granja, cuando ya han sido capturados, domados y sus líderes
sometidos, son todos iguales (ante el dueño de la granja, al
menos).
Ahora ya no tienen
que obedecer a los líderes de la manada (como cuando eran
libres).
Ya sólo obedecen a su
dueño, que es quien les da la comida y las medicinas (y que
luego les llevará al matadero).
También él se apropia de
sus crías, liberándoles del trabajo de la crianza y la educación, y
asegurando de esta forma que, en el futuro, estén bien integrados en
la vida de granja, sin rebeldías atávicas, que perjudicarían el
sistema productivo.
En la sociedad actual, el
igualitarismo ha sido incorporado a la dieta psíquica del individuo,
quien carece de los recursos internos y la libertad para poder
desarrollar un sistema espontáneo de Jerarquía Natural.
Esto ha propiciado el
surgimiento de un nuevo tipo de líderes, que son presentados como un
producto más, en este supermercado de marketing y propaganda, tan
lleno de ilusorias libertades de elección.
De esta forma (con la ayuda de una hiper-desarrollada ingeniería
social) fueron sustituidos los verdaderos líderes (aquellos que eran
reconocidos por su honestidad y coraje) por otros más elaborados.
En esta elaboración, se
utilizan hábiles escenificaciones mediáticas y eslóganes
propagandísticos, surgidos de equipos profesionales, dedicados a la
creación de opiniones.
La sacralidad del
sexo fue destruida, utilizando una insistente y larga campaña de
banalización (ahora llamada libertad). Tras ello, el sexo fue
presentado como otro entretenimiento, para la grandeza de la
libertad del mercado.
Así mismo, la virilidad o la feminidad, fueron reinventados y
convertidos en un accesorio, adquirible bajo elección. Ahora
pretende ofrecerse como un producto más, expuesto en este
supermercado democrático, que ha suplantado y destruido a la
verdadera democracia.
Al sabio se le igualó con el necio y con el astuto, y se le
apartó del escenario, manteniéndolo en el anonimato (en el mejor
de los casos) y privando a la humanidad de su sabiduría.
Se igualó el lenguaje de la Sabiduría, con el discurso de
charlatanes, que habían perdido su alma pero poseían una gran
astucia demagógica.
Desde ese escenario, se
pudo desprestigiar y calumniar al oponente honesto y noble.
En estas argucias literalistas,
lo sublime y lo
arquetípico fue arrinconado, como si fuesen una superstición,
ignorando que la mayor superstición es la creencia ciega en la
propaganda.
Finalmente, el
igualitarismo obstruyó los brotes espontáneos de la conciencia,
tendentes a lo natural.
Para ello se incorporaron
burdos implantes conceptuales, desde donde se despreciaba lo
genuino. El individuo fue así encerrado en los rediles ideológicos
que el dueño de la granja requería.
Ignorando su naturaleza y sus orígenes, el individuo se mantiene
ocupado en elegir, entre las variadas opciones que se le ofrecen
para producir y entretenerse, y sólo alcanza a saber sobre lo que
desea y lo que teme.
De esta forma obsesiva, el ser humano malgasta su tiempo vital,
ignorando la profunda angustia que le acompaña, mientras su ser se
va envileciendo por esta cobardía.
Algunos, quizá se atrevan a percibir que,
la ideologización, la
conceptualización y sus posteriores etapas degenerativas, de
literalismo, relativismo e igualitarismo, sólo son las
respuestas defensivas que se dan, espontáneamente, en aquellas
conciencias que son incapaces de asumir el sentir de su corazón.
Pero esta dificultad,
para asumir la existencia, es debida al temor a hacer frente al
sufrimiento que subyace y que se alberga en los pliegues del
corazón.
Este sufrimiento
ignorado, se ha ido incrementando en la misma medida en que ha sido
abandonado por la conciencia.
Todos sabemos que ese abandono se ha convertido en un nuevo dogma,
expresado a través del ritual del deseo, que es sostén de nuestra
civilización...
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