cuando el ser humano hace silencio y entra en un estado de contemplación, esto le permite comunicarse con el cosmos y entrar en un estado de beatitud y unidad
El ser humano se percibe como separado del mundo y de esto proviene gran parte de su sufrimiento.
Y, sin embargo, muchas tradiciones espirituales enseñan que tal separación - tal caída hacia un estado de soledad y desamparo - es una ilusión, ya que la unidad inicial es indivisible.
En la medida en la que el ser humano tiene conciencia e inteligencia participa en aquello mismo que origina el universo y sustenta su evolución o manifestación.
Coinciden Platón y los doctores de la Iglesia en que el mundo fue creado en el intelecto, que es también la facultad más alta del alma humana.
Lo más alto del hombre
está enlazado con la inteligencia universal o divina - hay
comunicación.
La mayoría de las personas buscan refutar aquella sentencia de Sartre de que la naturaleza es muda.
Creemos que el universo tiene sentido y está vivo y por lo tanto responde a nuestros actos, palabras y pensamientos. Creemos que dentro de nosotros también existe esa vastedad espacial que podemos ver en un telescopio como el Hubble - y que si el universo existe adentro de nosotros, entonces podemos conocerlo y comunicarnos mirando hacia dentro, haciendo silencio y observando.
Eckhart von Hochheim dice:
Esta noción de que en el silencio, habiendo apaciguado los sentidos y los deseos mundanos, haciendo esa noche oscura del alma, se puede escuchar y unirse con Dios o con lo absoluto, es algo común a todas las tradiciones espirituales y trasciende incluso el teísmo.
Por ejemplo, en el budismo zen o en el budismo tibetano, donde no hay un dios creador, también se realiza esta especie de comunión con la propia naturaleza que brilla en el silencio y que es la misma budeidad, o el ser libre de sufrimiento que está más allá del cambio.
Esto también es lo que
podemos llamar, con Jung, "sincronicidad",
la sincronía o sintonía entre la psique y el mundo.
Este pasaje es sumamente profundo.
Nos sugiere que la naturaleza es un espejo que refleja nuestra inteligencia y nuestro propio cariz existencial.
Pero esto sólo se vuelve claro cuando el individuo entra en un estado contemplativo, cuando es capaz de ver sin que el pensamiento y el deseo contaminen su visión, cuando habla y pide con el corazón.
La naturaleza (o el universo) contesta según nuestra pregunta; para aquel que contempla en silencio, contesta con la belleza silenciosa, como se representa en el arte zen,
Para quien hace una pregunta, la naturaleza habla, pero habla también con belleza, con ese lenguaje de las aves, con la música del viento y de los ríos, con la misma luz del Sol, que esa verdad que también yace adentro.
Y en la profundidad, el alma que contempla en silencio puede recibir la palabra de Dios:
Porque, como dice Eckhart, Dios habla de una vez para siempre y lo que dice es el cielo y la tierra.
El universo siempre se está creando y nos está revelando esta creación.
Si sólo tuviéramos los ojos para ver, los oídos para escuchar...
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