22
Agosto 2020
del
Sitio Web
Pijamasurf
Una reflexión
sobre
cómo escapar de
"la Matrix",
a partir del
pensamiento
de Philip K.
Dick y Simone Weil...
Aunque en primera
instancia asociar a
Philip K. Dick con
Simone Weil no es una intuición
muy común, existen interesantes paralelos entre estos dos
escritores.
Por una parte, ambos
fueron "místicos" que encontraron en la figura del Cristo el
eje de su vida espiritual, aunque su relación con el cristianismo
fue compleja.
Dick se interesó
obsesivamente por el gnosticismo - la herejía
cristiana por antonomasia - y Weil se negó a ser bautizada y
criticó a
la Iglesia como institución,
sintiéndose atraída también por otras tradiciones religiosas.
Por otra parte, ambos llevaron vidas de gran sufrimiento y
alienación, si bien Weil demostró tener una fuerza y una
convicción difíciles de comparar y voluntariamente se sometió al
sufrimiento y a la soledad.
Dick se internó hondo
al "agujero del conejo", a un mundo de especulación cósmica,
paranoia y duda paralizante. Escribió relatos de ciencia ficción
que parecían estar inspirados por visiones místicas, casi
proféticas.
Weil hizo teoría
política y con su ejemplo sentó la pauta para el más radical y
congruente activismo.
Ambos escribieron
furiosamente en sus diarios, dejando miles de páginas de
asociaciones místicas y comentarios sobre la Biblia y la
espiritualidad occidental y oriental.
Existe otro punto de
unión que es el que queremos explorar aquí.
Tanto Weil como Dick
concibieron el mundo de una forma en la que no era totalmente real,
cercana a la noción que explora Platón en
la alegoría de la caverna.
Weil fue marcadamente
platónica en todo su pensamiento y entendió que el mundo
convencional dirigido hacia la sociedad (la "Gran Bestia", la
objetivización del mundo como ente) o hacia los deseos de poder
de riqueza y fama era ilusorio y hacía que el alma se mantuviera
sujeta a la pesadumbre o gravedad de la existencia.
Igualmente, para Weil
(uniendo el pensamiento de místicos cristianos y el misticismo
de la India) el yo o ego, el cual describe como una "falsa
divinidad", era una entidad ilusoria que era necesario "descrear"
para poder unirse a Dios.
Sin embargo, para
Weil el mundo es en última instancia real en tanto que es
maleable y responsivo a la divinidad. La materia misma es como
un mar movido por la estrella magnética de Dios.
Y en la belleza del
mundo hay una seducción, pero hacia la verdad.
Es necesaria una radical
reorientación de la atención, que significa un desapego a lo creado,
para permitir que lo real se haga presencia continua.
Dick es mucho más enfático en este punto.
Buena parte de su
obra es una meditación especulativa sobre la naturaleza de la
realidad y la posibilidad de que estemos viviendo en un
simulacro.
Incluso la misma
divinidad de la biblia, según su especulación gnóstica,
podría ser una falsa divinidad...
Dick anticipa de
manera genial la forma en la que virtualidad y las realidades
tecnológicamente programadas son fuerzas deshumanizantes.
Tanto para Weil como para
Dick la compasión son los rasgos de realidad que penetran la
membrana ilusoria del mundo y revelan lo divino en lo humano.
Después de esta introducción, veamos ahora cómo ambos pensadores
hablan de que la forma de acceder a lo real tiene que ver con un
ejercicio de la compasión frente al mundo.
Es como si para salir
del laberinto de la mente y el deseo egoísta, fuera necesario
sacrificarse y ayudar a los otros.
En el voluminoso
The Exegesis, el libro que
reúne los escritos de Dick en torno a un evento psíquico que
trastornó su perspectiva del mundo, Dick escribe sobre el
protagonista de un texto que pensaba titular The Owl:
Sólo escapa
verdaderamente del laberinto cuando decide regresar
voluntariamente (volverse a someter al poder del laberinto) para
beneficiar a aquellos que siguen atrapados dentro de él.
Esto es, nunca puedes
irte tú solo. Para salir debes elegir llevar a los demás...
Esta es la paradoja
última del laberinto, la ingenuidad quinta-esencial de su
construcción, que la única vía de salida es una vía de
regreso voluntaria (al interior de su poder), que es lo
que constituye el sendero del
bodhisattva.
Dick concibe la realidad
de manera similar a como la película
The Matrix la imagina y sugiere que
el secreto para escapar de la construcción artificial es la
compasión:
"Si existe la
felicidad, debe de surgir de voluntariamente entregar el propio
ser en intercambio por participar conscientemente en el destino
de la unidad total".
Aquí se conjugan los
ideales de tres de los sistemas de pensamiento más importante en la
historia de la humanidad:
el cristianismo, el
platonismo y el budismo.
Dick habla de un
sacrificio y por lo tanto de una "imitación del Cristo".
Al mismo tiempo enfatiza
la noción del bodhisattva, el gran ser que en el budismo promete no
alcanzar la total liberación hasta liberar a todos los demás,
consciente de la interdependencia de todos los seres.
Y, por último, la
conclusión de la alegoría de la caverna, según la expuso Platón en
La república,
pues quien ha logrado salir de la caverna a la luz de sol debe
regresar a la caverna y "descubrir" la realidad a sus compañeros de
prisión.
Ahora veamos lo que dice Simone Weil en este hermoso pasaje:
La belleza del mundo
es la entrada al laberinto.
El imprudente que,
habiendo penetrado, da por él algunos pasos, se encuentra al
punto imposibilitado de encontrar otra vez la salida...
Pues si no pierde el
valor y continúa caminando, es seguro que llegará al centro del
laberinto. Y allí Dios le espera para devorarle.
Luego volverá a salir
pero transformado, convertido en otro ser, tras haber sido
comido y digerido por Dios. Se quedará entonces junto a
la entrada para, desde allí, empujar suavemente a quienes se
acerquen.
Aquí vemos cómo Weil
reinterpreta el mito del
Laberinto de Creta desde una
perspectiva platónica y cristiana.
El ser que entra al
laberinto debe enfrentar una "noche
del alma" y continuar en la oscuridad, dispuesto a
ser devorado por la divinidad.
Al final su labor
será ayudar a los demás a enfrentar este proceso de
transformación.
En otro pasaje de sus
cuadernos, Weil escribe:
Las almas absortas en
Dios que no experimentan la compasión por la miseria
humana están aún en un estado ascendente no descendente (incluso
si se dedican a las buenas obras).
Un solo pedazo de pan
dado a quien sea que tenga hambre es suficiente para salvar un
alma - si se le da de la manera correcta.
De nuevo, aquí el
paralelo con la idea bodhisattva es sorprendente.
Para el budismo, incluso
los más grandes adeptos a la meditación y a la contemplación no
logran alcanzar el nivel más alto si no son capaces de cultivar
la compasión...
El estado más alto es
aquel que desciende al mundo y no el que meramente quiere escapar.
Simone Weil, quien
heroicamente y quizá un tanto ingenuamente quería crear una orden de
enfermeras que descendieran en paracaídas durante la Segunda Guerra,
en pleno combate, a asistir a los heridos, imaginó también una orden
de,
"hombres y mujeres
que irían como prisioneros a las prisiones".
Hombres y mujeres que se
infiltrarían a las prisiones a vivir la vida de prisioneros, como
ella misma lo hizo en una fábrica de Renault por un año, con el fin
de ayudar a los prisioneros.
Fundamentalmente,
ponerle atención a su miseria y tenderles la mano.
El mundo quizá sea un
laberinto, una construcción artificial o un alucinación consensual,
pero existen en sus pliegues hilos de sabiduría que nos permiten
escapar.
Una de las frases más
memorables de Borges se lee así:
El mayor hechicero
(escribe memorablemente Novalis) sería el que se hechizara hasta
el punto de tomar sus propias fantasmagorías por apariciones
autónomas.
¿No sería ese nuestro
caso? Yo conjeturo que así es.
Nosotros (la indivisa
divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo.
Lo hemos soñado
resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en
el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y
eternos intersticios de sin razón para saber que es falso.
Quizá la compasión sea
ese tenue intersticio, ese glitch en la Matrix, por el cual
logramos escapar del laberinto y dejamos de sostener nuestros
propios hechizos como reales.
Pues el hechizo
fundamental, nos diría Simone Weil, es
el ego, la importancia personal,
que se disuelve a través de la atención compasiva...
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