del
Sitio Web
TeoduloLopezMelendez
Una definición aproximada es la de,
Los mega imperios que han controlado más del millón de kilómetros cuadrados, apenas sobrepasan el número de 70 (Peter Turchin).
El ¿porqué un pueblo y no
otro llega a serlo?, nos remite a la teoría del caos. Es un vórtice
de energía que no obedece a un claro designio humano. No se sabe que
fuerzas subyacentes lo hacen posible, y es tan impredecible como una
borrasca en la naturaleza
Cuando se trata de
una potencia que privilegia la fuerza sobre
las alianzas, no califica como imperio según la
notable filóloga, ex-profesora de Harvard, María Elvira Roca.
Otros llaman a las potencias agresivas, el caso del británico, Imperios predadores, sin cuya expulsión en el siglo XVIII, Estados Unidos habría corrido la suerte de sometimiento que tuvo la India o Pakistán.
Lo ocurrido en Australia ilustra el tipo de colonización inglesa:
La asociación geográfica inglesa calculó que había en realidad 900.000 personas nativas. Oficialmente las definieron como "fieras para cazar". Pocos sobrevivieron...
Por contraste, bajo el
Imperio Español (desde el siglo XVI)
la iglesia católica había dictaminado que los aborígenes
tenían alma. En consecuencia, creó El Consejo y la
ley de Indias.
La colonia holandesa en
Manhattan pagaba a los colonos por cada cuero cabelludo aborigen,
mientras los más prácticos pilgrims, puritanos ingleses, vendían a
los indios como esclavos.
Como se mantuvo el idioma es un lugar común creer que Estados Unidos es una prolongación de Inglaterra. Es la falacia del, Post hoc ergo propter hoc, "después del hecho luego proviene del hecho":
Estados Unidos se forjó como mezcla compleja de anteriores colonos entre ellos franceses, españoles, africanos esclavizados, remanentes indígenas.
Y de colonos ingleses perseguidos en su país por ser calvinistas (no anglicanos). Soñaban con un país de libertad, y por la dolorosa experiencia padecida, desconfiaban de la autoridad, de la intolerancia. El común denominador de esa variedad era no querer ser como Inglaterra.
Ese sentimiento se cuajó, luego, en su gran Constitución:
En suma, la antítesis del régimen inglés.
Y la Republica (su Constitución no la nombra "democracia") concuerda con la definición ideal de Tocqueville,
Si bien Tocqueville,
***
Cuando el cura de Las Casas denunció la violencia de los conquistadores la respuesta fue nombrarlo ¡Obispo! Algo impensable bajo dominios protestantes.
En este siglo, el primer
ministro inglés Tony Blair se convirtió al catolicismo. Como
él designaba a los obispos anglicanos, debió esperar a renunciar al
cargo. Empero eso no se toma como discriminación… Se trata de un
prejuicio tácito, aceptable e inconsciente. (M.E. Roca, ob. cit.)
Sin duda usaron de la fuerza, pero de cualidad distinta a la de una potencia predadora. Buscan convencer y convertirse en un referente. Aun así, esos imperios crean resistencia a la vez que admiración.
Según Cahill:
Por lo general, sin embargo, todo el mundo se moría por ser romano.
Como solía decir Teodorico, un campechano Rey Ostrogodo,
En el auge imperial las
fuerzas de unión, centrípetas, predominan en la consolidación del
gran conglomerado.
Lo que condenó, dicho sea
de paso, a Alemania a estar atomizada en principados atrasados
durante varios siglos. Y el nuevo intento de reunificación europea
solo llegaría en el siglo XX.
Ella cita al facundo general romano Quinto Petelio quien, en el siglo I, en conflicto con los insurrectos Bátavos, les señaló cómo Roma los protegía de los despóticos tiranos locales y de invasores más crueles como los bárbaros bretones y germanos:
La paz, que siglos después se conquistó, duro casi doscientos años en todo el imperio Romano.
Se llamó paz "Augusta" en
nombre de ese Emperador y sigue siendo un referente ideal. El
Imperio Español debió enfrentar los embates expansivos de los turcos
contra Europa, mientras al mismo tiempo reprimía a los separatistas
protestantes. Sin ese guardián la invasión turca habría cambiado el
destino de Occidente, y para la cultura, por ejemplo, el
Renacimiento italiano habría sido imposible.
Incluso si se reconoce
que las naciones envidiosas del esplendor imperial estarían peor si
ese foco de energía cesase.
Se pierde el rigor de la
normatividad legal que sustenta la vida civilizada, y los grandes
terratenientes se apoderaron de los edificios públicos para
construir sus palacios particulares. Se impuso la ley del mas
fuerte.
La iglesia que alcanzó a formarse, introyectó en su administración los principios del ordo romano en el periodo de consolidación entre Constantino y la caída de Roma.
En el proceso de atomización y barbarización feudal subsiguiente al colapso, dice Tomás Cahill:
El trabajo de siglos que costó a los monjes evangelizar a los invasores francos, lombardos, bretones, en ese aun débil crisol, lo relata Indro Montanelli:
No en balde se llama
Benedictina a esa época, y se encomia esa paciencia creadora que
mira la historia Sub specie aeternitatis.
Eran por lo demás los únicos que tenían noticia de que había existido un gran imperio. Cuando los nuevos gobernantes bárbaros (omito las quisquillosas comillas) declaraban su voluntad al escribano, marcaban una equis, y al lado se aclaraba:
Construyeron escuelas, luego las primeras universidades, y bibliotecas alejadas de los bárbaros que las usaban para hacer fuego. Y atizaron la esperanza en una fe común, durante la época más aciaga de la civilización occidental.
Apenas siglos después los reyes empezaron a colegir que las normas por las cuales se regían los monasterios y cenobios (que darían la pauta a las primeras constituciones políticas) no eran meros caprichos, por cuanto resultaba evidente que la iglesia duraba mucho más que los reinos:
El fin de un Imperio es apocalíptico.
La memoria antigua de las viejas religiones, sopesa el recuerdo de esos trágicos imprevistos, que les dejó un dejá vu fatal de probabilidad potencial en el sabio relente de su mirada. Mientras la actual cepa de progresismo ilustrado tácitamente omite ese recuerdo en su pre-supuesto lineal de un progreso indefinido.
Pero ante la enormidad del riesgo, esa ignorancia no sirve de excusa. El sustancioso avance técnico de los últimos siglos es apenas un localismo en el vasto tiempo histórico. Y no puede prescindir de esas experiencias.
Pues, como diría Mallarme,
En el caso de occidente
la memoria de lo ocurrido fue el colapso de Roma. Y esa misma ciudad
fue copada por el cristianismo como un símbolo que postula
universalidad.
En contraste el protestantismo del siglo XVI apuntaló los nacionalismos surgidos contra la unidad europea. Y que, so capa de diferencias religiosas, atacaron al imperio español.
Fue la mayor expropiación histórica contra los bienes de la iglesia hecha por príncipes locales, quienes atizaban la discusión teológica apropiándose de las riquezas, tierras y construcciones.
Administrando, luego,
desde el gobierno los diezmos ya obligatorios para todos (creyentes
o no), que suplió con creces el escandaloso asunto de la venta de
indulgencias en el catolicismo. Venta impulsada por un sector que
había llevado a los Medici, la familia de los banqueros florentinos,
al papado. (León X, Giovanni de Medici, hijo de Lorenzo el
Magnífico).
Giran alrededor de esas fechas las declaraciones de independencia en Hispanoamérica. Vale decir, fue esa una independencia de ¡Francia! De la hegemonía Napoleónica… Fue una reacción a una acción que llegó de fuera.
Y la "Ilustración"
francesa nos cayó encima a cañonazos, como una mueca sardónica.
El caballo de batalla favorito y de aceptación general ante el grueso público fue y es la Inquisición. Tanto en las películas en la que se destaca con efectismo el sadismo, como en los viejos cuentos. Mostraban explícitamente que eran los padres Dominicos, es decir los magistrados, los directos torturadores. Y no los gobiernos seglares quienes llevaban a cabo la sentencia.
Y a eso redujeron la Edad Media, ante tele-audientes ávidos de emociones que los hicieran sentir superioridad moral frente al pasado católico. Nadie respondió. Los propagandistas repetían "quien calla otorga", aun si los recios irlandeses preferían el giro "a un bagazo poco caso." Pero la respuesta llegó.
Con el Vaticano II,
la iglesia católica abrió a los historiadores todos los
minuciosos procesos inquisitoriales en que rigió esa institución. El
número lamentable de penas de muerte fue de tres mil. (Henry Kamen,
Gustav Henningson, María Elvira Roca, pág. 278 -
Imperio fobia.)
Con la leyenda negra, que el imperio español no se ocupó demasiado en desmentir, se erigió, por ejemplo, el anglicismo en Inglaterra que asesino a más personas durante el reinado de Isabel I, que la Inquisición en toda su historia.
Si ella no acababa con el catolicismo no podría reinar por cuanto su nacimiento fue adulterino como hija de la decapitada Ana Bolena. Y su legitimidad no sería reconocida. Fue el suyo una cruel persecución masiva ya sin los bemoles legales de ninguna Inquisición, que la historia no duda en señalar.
En términos legales un retorno a la arbitrariedad despótica de la barbarie. Pero que las películas inglesas aun silencian.
La distorsión de la
propaganda es tan notaria que al rey español Felipe II lo muestran
como a un camandulero ignorante, y no como un matemático versado en
astronomía y rodeado de lo más granado de sabios y científicos como
se lo facilitaba el manejo de un Imperio.
Intente el lector
hallarlo en google. Las referencias son casi inexistentes. Prefieren
deleitarse en sus notorios uxoricidios. Pero dan por averiguado que
era muy superior en todo a Felipe II.
Prevalece el veneno de esa propaganda en el católico promedio o el propio español que la introyectó. Se da por sentado su inmutable validez.
Como decía Einstein,
Sobre todo, cuando se
niega su existencia...
Crearon la leyenda negra
que ni la iglesia (por razones pastorales legitimas) ni España,
quisieron o supieron contestar.
Lo que queda claro es que
las luchas intestinas subsiguientes al siglo XVI entre las propias
sectas protestantes, que alegaban la libertad de interpretación
bíblica, produjeron más decesos que su guerra contra el catolicismo.
En el libro, The shaping
of the modern mind, Crane Brinton, reitera que el
protestantismo, en especial su variante anglicana y luterana, fue un
apoyo decisivo para el nacionalismo disolvente de la unidad europea,
y que, al subdividirse en centenas de sectas dio paso al
escepticismo, al relativismo axiológico socavando su propio
fundamento en los siglos subsiguientes. Y éste si es un derivado
teológico irónico, el catolicismo es de nuevo mayoría en Alemania.
Con una repelencia casi
física entre imperios excluyentes. La tensión no se zanja por un
mero cambio de régimen o de ideología en uno u otro imperio. El
antagonismo continúa incluso si hay coincidencias ideológicas. Esto
recuerda la intermediación papal para que las "diferencias" entre
Carlos V y Francisco I, cesaran. Carlos V respondió que no existían
tales diferencias pues ambos querían apoderarse de Milán.
¿Cuál habría sido el
desenlace si la ventaja la hubiese alcanzado el régimen de Hitler o
el de Stalin? La benevolencia existe aún en escala relativa.
En suma, resultaba preferible ser juzgado por letrados que exigían testigos. Preferible en todo caso a la arbitrariedad de los nobles barbaros que torturaban y quemaban, sin otro criterio superior a su propio interés.
Ese avance casi no se
nota visto desde el siglo XXI, hay que remontarse a lo que existía
antes, para percibirlo.
Acogió la teoría heliocéntrica del astrónomo y religioso católico Nicolás Copérnico (1473-1543). Y bajo el gobierno de Felipe II (1527-1598), la enseñaron las principales universidades españolas, Alcalá, Valladolid, Salamanca en donde se convirtió en enseñanza obligatoria. La negaron con vehemencia la universidad de Oxford y la Sorbona. (Nunca se disculparon por ello, eso solo lo hace la iglesia).
También prohibieron la hipótesis del heliocentrismo "católico", las universidades protestantes de Zúrich, Rostock, Tubinga y Wittemberg.
Lutero citaba la frase bíblica "se detuvo el sol" para refutarla. Esto ahora se lo atribuyen orondos a la Inquisición. Él, en su visceral odio contra España, no menciona en sus extensos escritos siquiera una sola vez la palabra "América".
Mientras el Imperio
español y desde luego el Papa sopesaban lo que decían todas las
universidades respecto al cosmos, sin distingo de credos, como un
acto normal e informativo de gobierno.
La incomprensión actual
respecto a ese Imperio, injusta como lo es, no es sorpresa si
tenemos en cuenta que el promedio culto contemporáneo piensa ¡que
fue la iglesia la responsable del oscurantismo medieval!
Y su atrocidad nos salpica como la sangre a un gladiador en la arena. Fue un divorcio violento. "Una casa dividida, caerá", según parafraseaba a la biblia Toynbee, al referirse al cisma.
Y sugiere que puede estar
ahí el inicio del fin de toda la civilización occidental.
De lo contrario el defensor o el impugnador debía aclarar que se trataba de una hipótesis y no de una tesis.
Galileo, bien conocido del Papa, llevaba más de diez años atacando en su cátedra la posición de Copérnico. De súbito con observaciones hechas con un nuevo telescopio, escribió un texto diciendo, por fortuna, lo contrario.
Pero sin comprobar
debidamente su observación como es, aun hoy, necesario hacerlo en
las universidades. Es decir, para la iglesia hacía rato que esas
disputas no eran asunto de fe. Se decidiría luego definitivamente a
favor de Copérnico (como lo quería la academia española), gracias a
la observación factual de Galileo, cuya hipótesis solo sería
comprobada años después, ya con dignidad de tesis, por Kepler.
Ni Galileo ni Copérnico, que lo antecedió, optaron por el protestantismo.
Podrían haberlo hecho. Si fuese cierta la propaganda protestante, es milagro que no se les hubiera pasado por la mente. En realidad, les habría repugnado la propuesta.
Entre otras cosas por la estrechez que eso habría implicado.
Preferían una institución
con más de 1500 años de historia universal asumida, con errores y
todo, que una novedad sustentada en gobiernos locales.
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