editado por Alonso González de Nájera

02 Mayo 2019

del Sitio Web Editorial-Streicher

 

 

 

Esta entrada es una selección de cuatro interesantes breves artículos de dos periodistas y ensayistas españoles que se refieren a la difamatoria leyenda que se tejió en torno a la conquista de América por España, especialmente de parte de sus enemigos políticos, que se comportaban casi igual o peor que los españoles, y que clarifican algunos puntos que se han tergiversado.

 

El primer artículo, de José Javier Esparza (Sept. de 2017, gaceta.es), descarta de plano que lo que ocurrió en América fuera un genocidio.

 

Los tres restantes, de Oct. de 2015 y Julio de 2016, son de César Cervera (abc.es), joven investigador hispano que se enfoca aquí en Bartolomé de las Casas y sus exageraciones que lo tienen convertido hoy en una especie de héroe de los derechos humanos, y destaca cómo, al nivel de las leyes de la monarquía española, se preocupó ésta de velar por el bien de los indígenas.

 

Los cuatro textos hay que señalar que concuerdan entre sí.

 

 

 

Fuente de imagen...

 

 

 

 




Nunca Hubo un...

Genocidio Español en América
por José Javier Esparza
06 Septiembre 2017

del Sitio Web LaGaceta

 


El 12 de Octubre de 2005 la agencia oficial argentina Télam emitía un texto donde aseguraba que,

"con la llegada de los conquistadores se inició un exterminio que arrasó con 90 millones de pobladores de la región y quebró el desarrollo cultural de este lado del Atlántico (...) El mayor genocidio de la Historia".

¿En qué se basa esta acusación?

 

Se basa en datos que proceden de la propia época. Uno, muy concreto, son los censos de población india realizados por los españoles en el siglo XVI, que reflejan una reducción brutal del número de nativos.

 

Por ejemplo, los taínos de Santo Domingo pasaron de 1.100.000 en 1492 a apenas 10.000 en 1517. Es decir, en un cuarto de siglo había prácticamente desaparecido la población precolombina de Santo Domingo y las Antillas.

 

¡Un millón noventa mil muertos en sólo veinticinco años! Esas cifras se extrapolaron después al resto del continente.

 

Sorprende que un número exiguo de españoles fuera capaz de matar a tanta gente en tan poco tiempo, pero, al fin y al cabo, hay un testimonio de la época que lo afirma con toda claridad:

el del dominico Fray Bartolomé de las Casas, que contrapone la mansedumbre de los indios a la crueldad de los españoles.

Los españoles, en una generación, han matado a más de quince millones de indios, dice fray Bartolomé.

 

Unas líneas más adelante, en ese mismo texto, el buen dominico multiplica esa cifra por dos. Irrefutable, ¿no?

 

Pues no...

 

 


El Genocidio Imposible

Primero, las cifras del genocidio son imposibles:

  • ¿Noventa millones de muertos en un siglo y pico a manos de sólo 200.000 españoles, que más no fueron los que pasaron a América? Eso cuadra mal.

     

  • ¿Un millón de muertos en poco más de veinte años, en un solo sitio, las Antillas, y en el siglo XVI, a base de ballesta y arcabuz? Es impracticable, sobre todo si tenemos en cuenta que, al mismo tiempo, los Reyes Católicos habían dado órdenes muy estrictas de tratar bien a los indígenas.

Por otro lado,

  • ¿quién hizo el censo?

     

  • ¿son fiables esas cifras?

Respecto a Las Casas,

  • ¿Porqué denuncia tantos crímenes y, sin embargo, nunca dice dónde ni cuándo se produjeron, como tampoco da el nombre del criminal?

     

  • ¿Y porqué da unas cifras y después, a medida que se va calentando, va subiendo el número de muertos sin temor a la contradicción?

Y además, si eso pasó en América,

¿porqué no pasó en Filipinas, donde no hay noticia de genocidio alguno (no, al menos hasta el que perpetraron los norteamericanos a principios del siglo XX)?

Aún peor:

Las Casas logró su objetivo y en 1547 la Corona prohibió el sistema de encomiendas, que según fray Bartolomé era la causa de las muertes, pero los indios siguieron muriendo.

 

No sólo eso, sino que por dos veces se le autorizó a construir una especie de "república de indios", que era lo que él reclamaba, y las dos veces sus asentamientos fueron atacados por los propios indios.

¿Por qué?, ¿qué pasa aquí? Nada encaja... Vamos a explicar lo que pasó de verdad.

Primero, el asunto de la población.

 

Directamente:

los censos de la época no valen...

Eso lo ha demostrado una estadounidense, Lynne Guitar, de la Universidad de Vanderbilt, que fue a Santo Domingo a estudiar la historia de los taínos y se quedó allí, enseñando.

 

Y la profesora Guitar descubrió que los censos no es que no sean fiables, sino, más aún, que son inútiles:

cuando un indio se convertía al cristianismo y vivía como un español, o más aún si se mestizaba, dejaba de ser censado como indio y era inscrito como español.

 

Y si luego venía otro funcionario con distinto criterio, entonces volvía a ser inscrito como indio, y así hay casos de ingenios de azúcar donde los indios pasan de ser unos pocos cientos a ser 5.000 en sólo dos años, y después la cifra decrece radicalmente para, de repente, volver a aumentar.

Para colmo, los encomenderos - los españoles que regentaban tierras y explotaciones - mentían en sus censos, porque preferían trabajar con negros, a los que podían esclavizar, que con indios, cuya esclavitud estaba prohibida por la Corona, de manera que sistemáticamente ocultaban las cifras reales.

 

Es decir que las cifras censales de los indios en América, en el siglo XVI, son papel mojado.

¿Cuántos indios había realmente en América? Según los cálculos de Rosemblat, que siguen siendo los más serios, la población total de la América indígena no pasaba de los 13 millones desde Canadá hasta Tierra del Fuego.

 

Le recuerdo a usted la nota de la agencia oficial argentina TELAM, hace un par de años:

"un genocidio de 90 millones de indios".

Jamás hubo tantos...

 

¿Mentía entonces fray Bartolomé al hablar de aquel exterminio? Quizá no a conciencia.

 

Las Casas vio graves casos de crueldad. Y vio también muertos, muchos muertos. Era fácil conectar una cosa con otra.

 

Pero hoy sabemos que la gran mayoría de aquellos muertos, que sin duda se contaron por cientos de miles, fueron causados por los virus, algo que ningún español del siglo XVI podía conocer.

 

 


La Guerra de los Virus

También sobre esto hay estudios incontestables.

 

Desde muy pronto se pensó en la viruela; se cree que la introdujo en América un esclavo negro de Pánfilo de Narvaéz, hacia 1520, y se sabe que hizo estragos en Tenochtitlán.

 

Cuando Pizarro llegó al Perú, encontró que la población estaba diezmada por la viruela mucho antes de que ningún español hubiera asomado por allí la nariz:

el virus había viajado por selvas y cordilleras a través de los animales.

Estudios posteriores, como el del doctor Francisco Guerra, señalan sobre todo a la gripe porcina, la llamada "influenza suina", como causante de la mortandad indígena a principios del XVI.

 

El hecho es que los indígenas americanos, que habían vivido siempre aislados del resto del mundo, recibieron de repente y en muy pocos años el impacto combinado de todos los agentes patógenos difundidos por los buques europeos, sus cargamentos, sus animales, sus pasajeros.

Un investigador de la Universidad de Nueva York, Dean Snow, precisa que la gran mortandad no tuvo lugar en el siglo XVI, sino después, cuando empezaron a llegar niños, es decir:

  • tos ferina

  • escarlatina

  • paperas

  • sarampión,

...fueron letales.

 

Del mismo modo que los primeros establecimientos españoles en América fueron diezmados por las fiebres, así también los indios, en gigantescas proporciones, fueron diezmados por los virus, virus que sus cuerpos desconocían y que no pudieron resistir.

 

¿Recordamos algún caso más reciente? Entre los años 1918 y 1919 la llamada "gripe española" causó la muerte de más de treinta millones de personas en todo el mundo. Lo de América no fue inusual.

Los estudios de los últimos treinta años son prácticamente unánimes:

hubo ciertamente altas cifras de mortandad entre las poblaciones amerindias, pero las cifras se reparten por igual entre los indios aliados de los españoles y entre sus enemigos, y aún más, las cifras de mortandad entre los propios españoles son, proporcionalmente, más elevadas aún que las de los nativos.

Es decir que la mortandad es cierta, pero no el genocidio...

Hoy ningún investigador serio discute que la causa principal de la mortandad entre nativos y entre españoles fueron los virus:

los indígenas cayeron a mansalva bajo el efecto de enfermedades que los españoles llevaron consigo y que en aquel mundo eran desconocidas, mientras que los españoles quedaban aniquilados por enfermedades tropicales - malaria, dengue, leishmaniasis, tripanosomiasis, etc. - que no sabían cómo tratar.

Ya hemos citado el caso del Perú:

cuando llega Pizarro, la población del Imperio inca lleva varios años soportando los efectos de una dura epidemia de viruela mucho antes de que ningún español hubiera asomado por allí el morrión.

Otro dato:

cuando Hernando de Soto se encuentra con la misteriosa Dama de Cofitachequi, en la actual Carolina del Sur, lo que halla a su alrededor es un poblado convertido en necrópolis por el efecto de las enfermedades.

La llegada a las Indias de los primeros niños europeos, con su carga de varicelas, sarampiones, paperas y demás, fue más letal que cualquier ejército.

 

Mientras tanto, las expediciones de por ejemplo,

  • Bobadilla

  • Ovando

  • Pedrarias,

...contabilizaban hasta un 50 por ciento de bajas mortales apenas dos meses después de haber desembarcado; los de Pizarro caían fulminados por infecciones, etc.

 

Los avances de la Medicina en el último medio siglo han permitido explicar numerosos episodios de este género. Es asombroso que aún hoy tantos historiadores sigan renuentes a introducir el factor médico en sus narraciones de la Conquista.

De manera que hubo, sí, una mortalidad mayúscula de indios en América, pero no fue un genocidio. Un genocidio requiere que haya voluntad de exterminio.

 

Eso no pasó en la América española.

 

Pasará después en la América anglosajona, que sí ejecutó proyectos de exterminio deliberado de la población indígena, esa misma América anglosajona que ahora maldice a Colón y los españoles.
 

 



La Verdad de la Conquista

La conquista española de América, la cruzada del océano, fue propiamente una conquista, es decir, una operación de dominio, de poder, y en su crónica surgen inevitablemente los mismos episodios de violencia, depredación y guerra que en cualquier otra conquista de cuantas la Historia conoce.

 

Pero, al mismo tiempo, fue una empresa guiada por un innegable espíritu de misión en el sentido religioso del término:

se trataba de convertir a la Cruz a pueblos que vivían al margen de ella, y por eso en la aventura aparecen elementos tan insólitos como la prohibición de la esclavitud, la protección legal de los indígenas, el mestizaje o la multiplicación de catedrales, universidades y hospitales a lo largo de todo el territorio conquistado.

El resultado de todo eso fue un mundo 'nuevo':

un mundo que ya no era el de las culturas amerindias, pero que tampoco era propiamente una España ultramarina, porque la América hispana muy pronto tuvo su singular personalidad.

El antecedente más parecido que se le puede encontrar a este magno proceso es la construcción del Imperio romano:

del mismo modo que Roma creó en Europa un mundo sobre la base de su lengua, sus legiones y su derecho, así España creó en América un mundo sobre la base de su religión, su idioma y su ley.

Enfrente estaban los indios, por supuesto. Pero también sobre este particular hay que hacer infinitas matizaciones y revisar numerosos tópicos.

 

Los excesos románticos de la literatura indigenista nos han vendido la imagen del pérfido depredador español que llega a las Indias para explotar al buen indio, que dormitaba tranquilamente en la puerta de su bohío. Es una imagen ridícula.

 

Primero y ante todo:

los indios son tan protagonistas de la Conquista como los propios españoles.

  • Colón jamás habría podido instalarse en La Española sin la aquiescencia de una buena parte de los taínos.

     

  • Cortés jamás habría conquistado Méjico sin los tlaxcaltecas y otros pueblos aliados

     

  • Pizarro jamás habría conquistado el Perú sin los tallanes, los huancas y los chachapoyas, entre otros muchos.

Segundo y no menos fundamental:

taínos, tlaxcaltecas, tallanes y demás pueblos aliados de los conquistadores se unieron a los españoles porque estaban siendo salvajemente explotados por los caribes, los aztecas y los incas, respectivamente.

Esa era la realidad...

La estampa del indio que dormitaba feliz a la puerta de su bohío es estrictamente falsa.

 

Las comunidades amerindias, prácticamente sin excepción, eran sociedades muy conflictivas, muy violentas, donde unos pueblos aniquilaban a otros sin la menor contemplación, donde la esclavitud era una institución absolutamente convencional, donde las mujeres - en términos generales - eran usadas como objeto de cambio y donde los sacrificios humanos formaban parte de la vida cotidiana.

 

Todo esto no fue un invento de los cronistas para legitimar la hegemonía española; todos los hallazgos arqueológicos lo confirman.

 

Por eso los pueblos más débiles, los que sufrían la violencia de los más fuertes, se unieron a los españoles de muy buen grado:

aquellos sujetos barbudos envueltos en hierro eran su única salvación.

La conquista no se sustancia, pues, en un simple esquema de "europeos contra indios".

 

La realidad fue muchísimo más compleja. Y así como hubo algunas poblaciones indígenas enteramente aniquiladas, hubo otras - de hecho, la mayoría - que abrieron la puerta a la conquista y contribuyeron a la radical transformación del continente. Las cosas fueron así.

 

Nunca hubo un genocidio español en América.

 

 

 


***

 

 



El Mito del "Genocidio Español"
Las Enfermedades Acabaron con el 95% de la Población
por César Cervera
13 Octubre 2015

del Sitio Web ABC



El término anacrónico de "Genocidio Americano" es uno de los puntales de la leyenda negra que vertieron los enemigos del Imperio español para menoscabar su prestigio.

 

En un grabado holandés del siglo XVII aparece Don Juan de Austria, héroe de la batalla de Lepanto, vanagloriándose del martirio de un grupo de indígenas americanos.

 

La mentira es insultantemente estúpida:

el hijo bastardo de Carlos I de España jamás participó de la Conquista ni siquiera pisó suelo americano.

Así, entre mentiras, cifras exageradas y episodios novelados, se gestó el mito que pervive hasta la actualidad de que los españoles perpetraron una matanza masiva y ordenada de la población americana.

 

La verdad detrás de esta controversia histórica muestra que el auténtico genocidio, pese a que los españoles no escatimaron en brutalidad para llevar a cabo sus propósitos, lo causaron las enfermedades portadas por los europeos.

La catástrofe demográfica que sufrió el continente americano desde 1492 - el año del Descubrimiento de Cristóbal Colón - es un hecho irrefutable.

 

Antes de la llegada de los españoles se ha estimado tradicionalmente que la población del continente se encontraba entre los 40 millones y los 100 millones.

 

No obstante, el hispanista venezolano Ángel Rosenblat argumenta en su estudio "La Población de América en 1492 - Viejos y Nuevos Cálculos" (1967) que la cifra no pasaría de 13 millones, concentrándose los principales grupos en las actuales regiones de Méjico y de Perú, ocupadas por el Imperio azteca y el inca respectivamente.

 

Sea una cifra u otra, la disminución demográfica fue dramática: el 95% de la población total de América murió en los primeros 130 años después de la llegada de Colón, según el investigador estadounidense H.F. Dobyns.

La sangría demográfica hay que buscarla en dos factores: el traumatismo de la conquista (las bajas causadas por la guerra, el desplome de las actividades económicas y los grandes desplazamientos poblaciones) y sobre todo las enfermedades.

 

Los habitantes de América habían permanecido aislados del resto del mundo y pagaron a un alto precio el choque biológico.

 

Cuando las enfermedades traídas desde Europa, que habían evolucionado durante miles de años de Humanidad, entraron en contacto con el Nuevo Mundo causaron miles de muertes frente a la fragilidad biológica de sus pobladores.

 

Un sencillo catarro nasal resultaba mortal para muchos indígenas.

 

El resultado fue la muerte de un porcentaje estimado del 95% de la población nativa americana existente a la llegada de Colón debido a las enfermedades, según los cálculos del ecólogo Jared Diamond.

Fueron las grandes epidemias, sin embargo, las que provocaron el mayor impacto. Una epidemia de viruela que se desató en Santo Domingo entre 1518 y 1519 acabó con prácticamente toda la población local.

 

Esa misma epidemia fue introducida por los hombres de Hernán Cortés en Méjico y, tras arrasar Guatemala, bajó hasta el corazón del Imperio Inca en 1525, donde diezmó a la mitad de la población.

 

Precedida por la viruela, la llegada de Francisco Pizarro a Perú fue el golpe final a un Imperio que se encontraba colapsado por las enfermedades.

 

La epidemia de viruela fue seguida por,

  • la de sarampión, entre 1530-1531

  • el tifus, en 1546

  • gripe, en 1558

La difteria, las paperas, la sífilis y la peste neumónica también golpearon fuerte en la población.

 

 


El Genocidio en la Leyenda Negra

"Los españoles han causado una muerte miserable a 20 millones de personas", escribió en su texto "Apología" el holandés Guillermo de Orange, esforzado padre de la propaganda negativa del Imperio español.

 

Con la intención de menoscabar el prestigio de la Monarquía hispánica, dueña absoluta del continente durante casi un siglo, los holandeses, los ingleses y los hugonotes franceses exageraron las conclusiones del libro "Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias", escrito en 1552 por el fraile dominico Bartolomé de las Casas.

 

Probablemente, ese fraile no habría jamás imaginado que su texto iba a ser la piedra central de los ataques a España cuando denunció el maltrato que estaban sufriendo los indígenas.

 

Como explica Joseph Pérez, autor de "La Leyenda Negra" (2012), Las Casas pretendía "denunciar las contradicciones entre el fin - la evangelización de los indios - y los medios utilizados.

 

Esos medios (la guerra, la conquista, la esclavitud, los malos tratos) no eran dignos de cristianos; el hecho de que los conquistadores fueran españoles era secundario".

Las traducciones y reediciones de la "Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias" se multiplicaron entre 1579 y 1700: de ellas 29 fueron escritas en neerlandés, 13 en francés y seis en inglés.

 

Lo que todos obviaron cuando emplearon a Las Casas para atacar al Imperio español es que él mismo representaba a un grupo de españoles con el coraje de denunciar la injusticia, la mayoría misioneros, y a una creciente preocupación que con los años atrajo el interés de las autoridades.

 

Ese grupo crítico consiguió que en 1542 las Leyes Nuevas confirmaran la prohibición de reducir a los indios a la esclavitud y sancionaron el fin del trabajo forzoso, la encomienda.

 

Asimismo, en la Controversia de Valladolid, donde por desgracia se sacaron pocas conclusiones finales, se enfrentaron quienes defendían que los indígenas tenían los mismos derechos que cualquier cristiano contra los que creían que estaba justificado que un pueblo superior impusiera su tutela a pueblos inferiores para permitirles acceder a un grado más elevado de desarrollo.

 

 

 


Las Leyes Nuevas sancionaron el fin del trabajo forzoso

Curiosamente, los enciclopedistas franceses, muy críticos con todo lo referido a España en otras cuestiones, fueron los primeros en ver que las cifras presentadas por Las Casas - 20 millones de muertos causados por los métodos de los conquistadores - eran del todo imprecisas.

 

En el "Ensayo sobre las Costumbres" (1756) Voltaire afirma que Las Casas exageró de forma premeditada el número de muertos e idealizó a los indios para llamar la atención sobre lo que consideraba una injusticia.
 


 


Los Críticos Se Convierten en los Conquistadores

Más allá del brutal impacto de las enfermedades, es cierto que la violencia de la Conquista de América provocó la muerte directa e indirecta de miles de personas.

 

El que existiera un grupo de personas críticas con los métodos empleados por los conquistadores - un grupo de hombres que perseguían como principal objetivo el hacerse ricos - o que los Reyes españoles plantearan soluciones - aunque fueran incompletas e incluso hipócritas - no exime a España de sus pecados históricos y del daño cometido, pero sí la diferencia de precisamente los países que censuraron una actuación que luego ellos mismos practicaron.

 

Sin entrar a valorar el fangoso proceso llevado a cabo por los anglosajones en Norteamérica, la explotación de caucho en el África negra dejó a sus espaldas 10 millones de muertos en el Congo Belga.

"La colonización europea de los siglos XIX y XX fue culpable de crímenes semejantes a los cometidos por los conquistadores españoles.

 

La única diferencia es que no encontraron a un Las Casas para denunciar las injusticias con tanta repercusión", sentencia el hispanista Joseph Pérez en el citado libro.



 

***

 

 

 


Así Fue la Lucha en el Imperio Español por Defender...
Los Derechos de la Población Indígena
por César Cervera
05 Julio 2016

del Sitio Web ABC

 



Frente al mito del genocidio español en América, el escritor Pío Baroja opinó a principios del siglo XX que los españoles,

"hemos purgado el error de haber descubierto América, de haberla colonizado más generosamente de lo que cuentan los historiadores extranjeros con un criterio Protestante imbécil, y tan fanático o más que el del católico".

¿A qué se refería el intelectual vasco con una colonización más generosa?

 

Básicamente - reseñan los historiadores - a una legislación en defensa de los indígenas impensable en cualquier otro país europeo de ese periodo y de cualquier periodo colonial.

Así, frente a la codicia de los conquistadores, fueron muchos los misioneros españoles que denunciaron la violencia desmedida y trabajaron para sacar adelante leyes más justas contra un tipo de esclavitud encubierta, las encomiendas.

 

Sus esfuerzos quedaron materializados en las Nuevas Leyes de 1542, que reconocían a los indios como súbditos libres de la Corona española, y en la Controversia de Valladolid, donde la ciudad castellana presenció un debate inédito sobre derechos humanos en pleno siglo XVI.

Al inicio de la conquista de América se vivió un periodo de indefinición jurídica en las nuevas tierras sobre la cuestión de cómo debía tratarse a la población indígena.

 

Los primeros en sufrir casos claros de esclavitud fueron los indios taínos de La Española, ya en los primeros viajes de Cristóbal Colón, aunque pronto se recurrió a otras fórmulas, como la recaudación de impuestos en oro a los indios y a las Encomiendas.

La institución de la encomienda fue una forma de canalizar la ambición de los conquistadores por crear un sistema feudal en América, como explica el libro "La Empresa de América: Los Hombres que Conquistaron Imperios y Gestaron Naciones".

 

El proceso consistía en "encomendar" a un grupo de indígenas a un conquistador, un encomendero, como si se tratara de un vasallaje, pero sin cesión de tierras.

 

Todo indígena varón entre los 18 y 50 años de edad era considerado tributario, lo que significaba que estaba obligado a pagar un tributo al Rey en su condición de "vasallo libre" de la Corona castellana o, en su defecto, al encomendero que ejercía ese derecho en nombre del Monarca.

 

Las Encomiendas, no en vano, eran una cesión de los Reyes Católicos a cambio de que los conquistadores corrieran con los gastos de la evangelización:

debían pagar, entre otros pagos, el hospedaje del cura doctrinero.

 



La Codicia y Brutalidad de los Conquistadores

Ese sistema dio lugar en su origen a numerosos abusos contra la población a manos de unos conquistadores que sólo buscaban conseguir el máximo provecho de la mano de obra forzada.

 

Sin embargo, conforme la Corona española fue ganando fuerza institucional en el Nuevo Mundo, fue posible ejercer un mayor control y evitar los abusos de un instrumento que vertebró la colonización de muchas tierras.

 

Con el paso de los años, las encomiendas perdieron su papel en la colonización y, gracias a que se trataban de concesiones por un plazo determinado, la Corona pudo neutralizar el surgimiento de caudillos españoles.

 

En otras regiones periféricas sin embargo, como Yucatán, Paraguay o Chile, las encomiendas se mantuvieron durante varios siglos.

Así y todo, Isabel "la Católica" ya advirtió en la Real Provisión firmada el 20 de Diciembre de 1503 contra los posibles excesos en las encomiendas:

"Mando a vos, el dicho nuestro gobernador (...) que hagáis pagar a cada uno, el día que trabajare, el jornal e mantenimiento que según la calidad de la tierra y de la persona e del oficio vos pareciere que debiere haber (...)

 

Lo cual hagan e cumplan como personas libres, como lo son, e non como siervos, e hacer que sean bien tratados; e los que de ellos fueran cristianos, mejor que los otros.

 

Y no consistáis ni deis lugar a que ninguna persona les haga mal ni ningún daño u otro desaguisado alguno".

 

mmm



Isabel se encargó en vida de que no se aplicara la esclavitud a una población cuya condición jurídica era la de personas libres y no sujetas a servidumbre, pero su protección terminó a su fallecimiento.

"Los mayores horrores de estas guerras... comenzaron desde que se supo en América que la Reina acababa de morir, porque Su Alteza no cesaba de encargar que se tratase a los indios con dulzura y se emplearan todos los medios para hacerlos felices", escribió a la muerte de la Reina Bartolomé de las Casas, que describió cómo la mayoría de los conquistadores empleaban las encomiendas a modo de esclavitud soterrada.

En ese contexto, se suele señalar el sermón del fraile dominico Antonio Montesinos dado en La Española, en el año 1511, como el primer alegato en defensa de la igualdad entre indígenas y españoles.

 

El sermón tuvo como eje central el cuestionamiento de la licitud del dominio español y de los abusos por parte de los conquistadores, lo cual no había sido puesto bajo debate hasta entonces dado que, según la teoría medieval del Dominus Orbis, bastaba la concesión del Papa para dar legitimidad a la conquista o a cualquier empresa.

 

Los Reyes Católicos tenían el apoyo papal, pero tanto dentro como fuera de sus fronteras cada vez eran más los que planteaban que los argumentos teológicos eran una respuesta insuficiente.

Las Leyes de Burgos en 1512 (Ordenanzas para el Tratamiento de los Indios) fueron las primeras leyes que la Monarquía Hispánica dictó para su aplicación en las Indias con el fin de organizar su conquista.

 

Firmadas por Fernando "el Católico" el 27 de Diciembre de 1512, el debate concluyó que el Rey de España tenía justos títulos de dominio sobre el continente americano y que el indio tenía la naturaleza jurídica de hombre libre con todos los derechos de propiedad, que no podía ser explotado, pero como súbdito debía trabajar a favor de la Corona.

 

Pese a sus defectos, las Leyes de Burgos fueron precursoras dentro del Derecho internacional y representaron una legislación vanguardista para su tiempo.

 

Sin embargo, la realidad es que no siempre se cumplió en los territorios españoles de ultramar y su valor efectivo se limitó a acotar las encomiendas.
 

 



Las Nuevas Leyes de 1542 - Prohibida la Encomienda

En un edicto de 1530, Carlos I de España prohibió toda forma de esclavitud en cualquier tipo de circunstancia, pero los abusos siguieron una vez más, a pesar de los esfuerzos de la Corona, dando lugar a la voz más crítica de entre todos los misioneros:

Bartolomé de las Casas.

Este fraile dominico, cuyo padre acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje, denunció el maltrato que estaban sufriendo los indígenas en una obra escrita en 1552, la "Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias", que fue usada como uno de los puntales de la leyenda negra que los enemigos del Imperio vertieron a nivel internacional.

 

Como explica Joseph Pérez, autor de "La Leyenda Negra" (2012),

Las Casas pretendía "denunciar las contradicciones entre el fin - la evangelización de los indios - y los medios utilizados.

 

Esos medios (la guerra, la conquista, la esclavitud, los malos tratos) no eran dignos de cristianos; pero el hecho de que los conquistadores fueran españoles era secundario".

La propaganda extranjera hizo suya la tesis del fraile dominico y exageró aún más unas cifras de muertes ya de por sí poco realistas.

Con todo, no hay que olvidar que Las Casas representaba a un grupo de españoles con el coraje de denunciar la injusticia, la mayoría misioneros, y a una creciente sensibilidad que con los años atrajo el interés de las autoridades.

 

El fraile español fue muy influyente en la corte castellana y consiguió materializar sus protestas en 1542, con las Nuevas Leyes para el Tratamiento y Preservación de los Indios, que acabaron de golpe con la indefinición legal reinante en América.

 

Esas leyes consideraban a los reinos de Indias en los mismos términos que a otros tantos dentro del Imperio español - como podía ser Aragón, Navarra, Sicilia, etc. - y clasificaba definitivamente a los indios como súbditos de pleno derecho de la Corona, lo que impedía que fueran esclavizados bajo ningún supuesto.

 

Concretamente, el artículo 35 prohibía directamente las encomiendas y el artículo 31 ordenaba que los indios sometidos a encomiendas debían ser transferidos a la Corona a la muerte del encomendero.

Si bien había sido Las Casas quien había impulsado el debate, los fundamentos legales de esas Nuevas Leyes se basaban en las premisas del también fraile Francisco de Vitoria, quien defendía que,

"aunque los indios no quisieran reconocer ningún dominio al Papa, no se puede por ello hacerles la guerra ni apoderarse de sus bienes y territorio".

No en vano, aunque Francisco de Vitoria - pionero en muchos asuntos de Derecho internacional - y Las Casas perseguían fines humanitarios impulsando esas leyes, el principal objetivo de la Corona española era otro:

reducir el poder de los conquistadores.

"Estamos tan escandalizados como si nos enviara a mandar cortar cabezas, porque si es ansí como se dice, todos los de acá somos malos cristianos y traidores a nuestro Rey a quien con tanta fidelidad habemos servido con nuestras vidas y haciendas", escribió el cabildo de Guatemala a Carlos I al conocer los términos de la nueva legislación.

Los conquistadores interpretaron el fin de las encomiendas como una agresión directa.

 

En Nueva España, lo que hoy es la zona de Méjico, el virrey Mendoza consiguió evitar la sublevación de los conquistadores con una aplicación parcial de las Nuevas Leyes; pero el severo virrey del Perú, Blasco Núñez de Vela, dio lugar precisamente a lo contrario con su poco tacto.

 

Nuñez de Vela causó una gran rebelión encabezada por Gonzalo Pizarro, hermano menor de Francisco Pizarro, que terminó con el virrey decapitado.

 

Desde Madrid se apresuraron a enviar contra Pizarro al astuto y pragmático Pedro de la Gasca, que pudo apagar el incendio y ejecutar al hermano del conquistador del Perú a cambio de posponer la abolición de las encomiendas en esa región.

Las leyes para atajar los abusos se sucedieron desde Madrid - al igual que las revueltas por parte de los encomenderos - y causaron la indignación de un Rey, Felipe II, acostumbrado a que sus órdenes se cumplieran al milímetro, pero que veía en la distancia con América una barrera insalvable:

"Yo he sido informado que los delitos que los españoles cometen contra los indios no se castigan con el rigor que se hacen los de unos españoles contra otros (...) os mando por ello que de aquí en adelante castiguéis con mayor rigor a los españoles que injuriaren, ofendieren o maltrataren a los indios, que si los mismos delitos se cometiesen contra los españoles".




Valladolid, Sede del Debate sobre Derechos Humanos

En paralelo a todo ese proceso legal sin parangón en ningún otro país de Europa - que ni se planteaban la necesidad de otorgar el reconocimiento de súbditos libres de la Corona a los indígenas que se encontraron en América - continuó el debate teórico sobre la licitud de la conquista que había planteado en el pasado Francisco de Vitoria, ya por entonces fallecido.

 

Durante la conocida como la Controversia de Valladolid, celebrada entre 1550 y 1551, se enfrentaron quienes defendían que los indígenas tenían los mismos derechos que cualquier cristiano - tesis defendida por Las Casas - contra los que creían que estaba justificado que un pueblo superior impusiera su tutela a pueblos inferiores para permitirles acceder a un grado más elevado de desarrollo, una idea capitaneada por Ginés de Sepúlveda.

A nivel práctico, la Controversia de Valladolid sirvió para sacar pocas conclusiones finales y sólo hubo una modificación reseñable a las leyes dictadas en 1542:

la creación de la figura del "protector de indios".

Esa figura legal era básicamente una oficina administrativa de la Colonización española de América dedicada a atender el bienestar de las poblaciones nativas de los amerindios y a evitar que fueran víctimas de abusos.

 

Felipe II reglamentó su nombramiento y actividad en 1589.


 

 

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Bartolomé de las Casas
El Fraile Español que Prendió la Leyenda Negra por Usar
Datos Falsos sobre los Conquistadores de América
por César Cervera
06 Julio 2016

del Sitio Web ABC



Bartolomé de las Casas no es el malo de la película, aunque tampoco es el bueno.

 

Para defender una causa justa se valió de datos falsos o poco precisos, que más tarde empleó la propaganda extranjera con el propósito de levantar la Leyenda Negra contra España.

 

En verdad, algunos conquistadores aprovecharon las encomiendas para abusar de los indígenas en contra de las recomendaciones de la Corona española, pero las cifras fueron exageradas adrede para que la voz de los críticos fuera escuchada.

¿20 millones de muertos causados por la violencia y abusos de los conquistadores?

Los extranjeros dieron por buena esa cifra hasta que los propios enciclopedistas franceses cuestionaron su verosimilitud. El daño, no obstante, ya estaba hecho.

Nacido en Sevilla a finales del siglo XV, Fray Bartolomé de las Casas era hijo de uno de los hombres que acompañó a Cristóbal Colón en uno de sus viajes y, él mismo, viajó en 1502 al Nuevo Mundo.

 

Durante esa primera estancia en América, el sevillano se convirtió en encomendero, que era una forma de esclavitud encubierta.
 

 



Encomiendas, una Esclavitud Silenciosa

Esa institución sirvió para canalizar la ambición de los conquistadores de un sistema feudal en América, ante la incapacidad de las fuerzas Reales de hacer valer su autoridad.

 

Como explica el libro "La Empresa de América: Los Hombres que Conquistaron Imperios y Gestaron Naciones", el proceso consistía en "encomendar" a un grupo de indígenas a un conquistador, un encomendero, como si se tratara de un vasallaje, pero sin cesión de tierras.

Todo indígena varón entre los 18 y 50 años de edad era considerado tributario, lo que significaba que estaba obligado a pagar un tributo al Rey en su condición de "vasallo libre" de la Corona castellana o, en su defecto, al encomendero que ejercía este derecho en nombre del Monarca.

 

Las encomiendas, no en vano, eran una cesión de los Reyes Católicos a cambio de que los conquistadores corrieran con los gastos de la evangelización.

En 1510 Bartomomé de las Casas se ordenó como sacerdote y en los años siguientes ejerció como capellán castrense.

 

¿Cuándo se encendió en su ánimo esa preocupación por los indígenas? Tradicionalmente se emplaza sus preocupaciones a la matanza de indios en Caonao y la tortura del cacique Hatuey, en Cuba.

 

Sin embargo, no sería hasta 1523 cuando ingresó en la Orden Dominicana y empezó su campaña en defensa de la población indígena y en contra de las encomiendas.

 

Su texto clave fue la "Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias", dedicada al Príncipe Felipe con la intención de que el futuro Rey de España conociera las injusticias que cometían los españoles en América.
 

 



Guillermo de Orange Ataca a España

El libro iba dedicado al Príncipe Felipe, pero quien más rédito le sacó a largo plazo fue Guillermo de Orange, el hombre que encabezaba en los Países Bajos la rebelión contra el Imperio español.

 

Orange buscaba la forma de debilitar a España a través de la propaganda y se valió de las exageradas cifras del dominico para criticar la conquista de América y pintar a los españoles como esclavistas crueles.

 

Coincidiendo con las negociaciones entre el nuevo gobernador de los Países Bajos, Alejandro Farnesio, y los líderes de las provincias de Flandes más católicas para volver a obedecer al Rey español, lo que vendría a llamarse la Unión de Arras, apareció en Amberes la primera edición francesa de la Brevísima Relación.

El Protestante flamenco que tradujo el texto le dio un título largo pero muy intencionado:

"Tyrannies et Cruautés des Espagnols Perpétrées ès Indes Occidentales, qu'on Dit le Nouveau Monde, Brièvement Décrites par l'Évêque Don Frère Barthélemy de las Casas ou Casaus, de l'Ordre de Saint Dominique, Traduites par Jacques de Migrode pour Servir d'Exemple et d'Avertissement XVII Provinces du Pays".

La estrategia de Orange pasaba por advertir a los católicos de que entenderse con los españoles era hacerlo con opresores de naciones, como así lo habían demostrado en las Indias, que no tardarían en hacer lo mismo en los Países Bajos.

Las traducciones de la Brevísima Relación se multiplicaron en Europa y alcanzaron un número superior a las 62 ediciones.

 

Y por si quedaba alguna duda en el título sobre la maldad de los hispánicos, el traductor sustituyó todas las menciones a los cristianos por la palabra españoles, lo cual tergiversa completamente el texto original del fraile.

 

Como apunta el hispanista Joseph Pérez en su libro "La Leyenda Negra", la intención de Bartolomé de las Casas era,

"mostrar la contradicción entre el fin, la evangelización de los indios, y los medios utilizados: la guerra, la esclavitud, el trabajo forzoso, los malos tratos; porque así no se comportaban los cristianos sino los mahometanos. El que fueran españoles era secundario".

Es decir, que la crítica no estaba enfocada contra los españoles, sino contra los malos cristianos.
 

 

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Pero más allá de ese uso propagandístico, el trabajo de Las Casas buscaba acabar con los abusos y se engloba dentro de la mala fama que arrastraban los conquistadores, incluso a ojos de la Corona.

 

La orden de los dominicos, la mayoría de teólogos y los profesores más eminentes, entre ellos Francisco de Vitoria, cargaban sin descanso contra la actuación de algunos conquistadores, a los que retrataban como gente violenta, grosera y carente de perspectiva.

 

El fraile español fue muy influyente en la Corte castellana y consiguió materializar sus protestas en 1542, con las Nuevas Leyes para el Tratamiento y Preservación de los Indios, que acabaron de golpe con la indefinición legal reinante en América.

Esas leyes consideraban a los reinos de Indias en los mismos términos que a otros tantos dentro del Imperio español - como podía ser Aragón, Navarra, Sicilia, etc. - y clasificaba definitivamente a los indios como súbditos de pleno derecho de la Corona, lo que impedía que fueran esclavizados bajo ningún supuesto.

 

Concretamente, el artículo 35 prohibía directamente las encomiendas y el artículo 31 ordenaba que los indios sometidos a encomiendas fuesen liberados.

 

Pero, ya se sabe, del dicho al hecho hay mucho trecho.

 

 


Los Franceses del Siglo XVIII Cuestionan las Cifras

Las buenas intenciones de Las Casas y su éxito político solaparon algo evidente: sus cifras no se sostenían, y así lo denunciaron un puñado de autores españoles con escasa repercusión.

 

En el extranjero la Leyenda Negra dio por ciertas las palabras del fraile y hasta el siglo XVIII no se empezaron a poner en cuestión.

 

En el "Ensayo sobre las Costumbres" (1756), Voltaire reconoció que Las Casas exageró de forma premeditada el número de muertos e idealizó a los indios para llamar la atención sobre lo que consideraba una injusticia.

"Sabido es que la voluntad de Isabel, de Fernando, del cardenal Cisneros, de Carlos V, fue constantemente la de tratar con consideración a los indios", expuso en 1777 el escritor francés Jean-François Marmontel en una obra, "Les Incas", que por lo demás está llena de reproches hacia la actitud de los conquistadores.

Así y todo, la Revolución francesa y la emancipación de las colonias en América elevaron a Las Casas a la categoría de benefactor de la Humanidad e hicieron olvidar otra vez los trabajos de Voltaire.

 

Asimismo, la emancipación de las colonias disparó la publicación de ejemplares de la "Brevísima Relación".

En su libro "Imperiofobia y Leyenda Negra" Elvira Roca Barea cuestiona directamente que Las Casas conociera lo suficiente América para escribir algo así, pues ni se preocupó por conocer a los indios ni su idioma.

"Su estancia más duradera fue cuando lo nombraron obispo de Chiapas (1544-1550), pero sólo estuvo allí unos meses, como cuentan sus contemporáneos".

La mayor parte de su vida restante la pasó en la Corte defendiendo sus textos.

En este sentido, María Elvira Roca Barea sostiene que,

"su mera lectura es suficiente para desacreditar [la Brevísima Relación] como documento fidedigno y no hace falta desarrollar ningún tipo de razonamiento.

 

Produce estupor y lástima a partes iguales. Nadie con un poco de serenidad intelectual o sentido común defiende una causa, por noble que sea, como lo hizo el dominico".