|

por Guillem Ferrer
09 Diciembre 2025
del Sitio Web
BrownstoneEsp

Educar a las nuevas generaciones
implica
enseñarles a relacionarse
de forma
sana
con una
economía de la suficiencia
que
permita orientar la vida
hacia el
sentido, la felicidad
y el bien
común.
"La
economía no es una ciencia exacta.
En realidad, es
o debería ser
algo mucho más
grande,
una rama de la
sabiduría."
E. F. Schumacher
Vivimos atrapados en
una economía que ignora la dignidad
humana y el equilibrio natural.
Un sistema que no solo daña a las personas y a la
Tierra, sino que también empobrece el alma. Una lógica que prioriza
el beneficio a corto plazo por encima del cuidado, y convierte lo
vivo en recurso.
La economía moderna ha invertido el orden natural.
En lugar de servir a la vida, el capital se
ha convertido en su amo.
El dinero, que debería ser solo un medio de
intercambio, se trata como si fuera la riqueza misma.
Bajo esta visión distorsionada, la tierra
y el trabajo existen para alimentar el capital, y
no al revés...
En la economía clásica, como me contaba
Satish Kumar,
la verdadera riqueza se encontraba en los
suelos fértiles, los bosques, los animales, los minerales, los
ríos y la creatividad humana.
La finalidad era vivir con sabiduría, salud y
belleza, en paz con los demás y con la naturaleza.
El capital tenía un papel secundario, como
lubricante del sistema, no como su eje.
Educar a las nuevas generaciones implica
enseñarles también a relacionarse de forma sana con la
economía.
Familiarizarse con la economía de suficiencia
permite orientar la vida hacia el sentido, la felicidad y el bien
común.
Esta economía se basa en consumir lo justo,
vivir con sencillez y contribuir con responsabilidad al
bienestar colectivo.
La economía de suficiencia favorece lo local, la cooperación, el
respeto por los ciclos naturales y los principios éticos.
Fortalece los vínculos humanos y protege la
integridad del planeta.
Frente a la lógica de la competencia, propone
la solidaridad y el equilibrio.
Es conveniente recordar que las palabras
ecología y economía tienen el mismo origen
griego:
oikos, que significa el hogar
que habitamos.
La palabra economía significa la
gestión de ese hogar (nomos) y ecología
significa conocer ese hogar (logos).
¿Cómo podemos gestionar la gran casa que es
el planeta, nuestra comunidad, nuestro hogar si no
los conocemos?.
Ambas áreas deben ir de la mano.
Para reunir la economía con la ecología es necesaria la ética,
cuya raíz griega es ethos, el espíritu, la cultura,
que habita esa casa,
porque sin espíritu, sin ética, sin valores, sin
cultura la casa está vacía y en peligro.
No somos propietarios de la vida.
Somos sus guardianes...
Estamos aquí para cuidar los bienes que heredamos
y legarlos, intactos o enriquecidos, a las futuras generaciones.
Cuando la economía se alinea con la ecología y la ética, resurge lo
esencial.
La confianza, la justicia, la cooperación y
la compasión recuperan su lugar.
En este nuevo paradigma, los líderes no serán los
más ambiciosos, sino los más responsables. No se premiará la
codicia, sino la lucidez y el compromiso con el bien común.
La pregunta,
no es si otra economía es posible, sino si
estamos dispuestos a vivir como si las personas y la naturaleza
¡importaran de verdad...!
Porque si lo hacemos, la economía volverá a ser
una forma de amar.
Recuerdo a mi abuelo Joan, campesino mallorquín. Solía decir que los
negocios están para hacer amigos y servir a la comunidad.
Tenía razón.
Sin comunidad no hay economía.
Y sin respeto a la Tierra, no hay mañana.
Hoy, más que nunca, necesitamos volver a esa
sabiduría sencilla y profunda...
|