EL IKI en Moscú (el Instituto de Investigación Espacial de la Academia de Ciencias Rusa, el equivalente soviético de la NASA), había esperado que, tal como la nave espacial soviética Vega, que voló cerca del Cometa Halley en 1986 y tomó 10,000 observaciones instrumentadas, detectando granos de hielo y polvo, los mismos elementos fundamentales para la vida (hidrógeno, oxígeno, carbono y nitrógeno).
Igualmente la sonda Mars Phobos II encontraría también signos de vida primitiva.
Pero en marzo de 1989, la nave espacial rusa Phobos II (imagen arriba), programada para estudios geológicos intensivos en el planeta rojo, desapareció del sistema ruso de rastreo mientras realizaba una exploración preliminar de la superficie marciana.
Éste
fue el más sofisticado, poderoso y costoso paquete soviético-europeo
de electrónica e instrumentación enviado a Marte desde la Tierra
antes de 1993 y se esperaba que efectuara más de 30 experimentos
conjuntos ruso-europeos, cuando todas sus cámaras repentinamente se
apagaron y se registró la “pérdida total oficial de la nave”.
El tamaño de este objeto descartó la posibilidad de que fuera un reflejo de la nave Phobos misma.
Debido a su posición, su forma simétrica, su tamaño y su
movimiento, la ausencia de relieves sobre la superficie de Marte en
el área frente a la sonda y de las lunas satélite Phobos y Deimos,
ni la nave Phobos II misma podría explicar este patrón de sombra que
ocurría en las últimas fotos de datos transmitidas con éxito a la
Tierra.
De acuerdo con la piloto de pruebas soviética Coronela Marina Popovitch, ningún relieve geológico transmitido en las cintas de datos transmitidas por la Phobos II podría haber causado este patrón de sombra singular.
Los investigadores que
estudiaron los detalles de esta sombra, que apareció justo antes de
la desaparición de la Phobos II, creyeron que fue la sombra de una
nave que no estaba sobre la superficie de Marte, sino sobrevolando o
levitando por encima del planeta.
El
Gobierno soviético rehusó tener conocimiento de inteligencia extraterrestre, aunque muchos de sus mejores pilotos militares y
comerciales han hecho increíbles reportes de tales avistamientos.
Por ejemplo, en el aeropuerto de Moscú, durante vuelos de prueba de
un avión Aeroflot IL-96-300 en la primavera de 1990, fueron
atestiguados y fotografiados varios objetos extraños en el cielo.
Se enviaron señales para presurizar los depósitos de gasolina del sistema de propulsión, para preparar los cohetes que frenarían el descenso y lograrían que la nave fuera capturada por el campo de gravedad del planeta, pero la antena del Observer, que debía recibir y reconocer la señal del Jet Propulsion Laboratory nunca respondió.
Los científicos concluyeron, poco tiempo después de la pérdida de la sonda, que la nave espacial debe haber estallado cuando los depósitos de gasolina estaban siendo presurizados.
El costo de la misión entera estaba cerca de mil
millones de dólares.
¿Pero cuáles son las otras
realidades? Aunque la enorme mayoría de los científicos de la NASA no observaron nada inusual en las fotos del Mariner 9 y del Viking, una minoría creyó que algunas de las configuraciones inusuales del relieve del terreno merecían una mirada más de cerca, con mejores sistemas ópticos de imagen.
Estos
artefactos pueden quizás señalar la existencia incluso, de una
inteligencia extra-solar que es cautelosa con nuestro aventurarnos
hacia el espacio.
En resumen, en lugar de que el episodio del Observer signifique un “encubrimiento” de la NASA o una “conspiración por parte de oficiales gubernamentales de EE.UU.”, teniendo en cuenta la pérdida de la sonda Phobos II podríamos preguntar: ¿es posible que haya una inteligencia más poderosa en el espacio que pudiera estar observando nuestros esfuerzos planetarios?
Puede haber una inteligencia extrasolar, ya con una base en Marte, que está observando y esperando los próximos eventos de la raza humana al aceptar y entender las operaciones de la evolución paralela. El “Rostro de Marte” podría ser un tipo de Prueba Rorschach (test de manchas de tinta) o un espejo psicológico, podría indicar que necesitamos vencer nuestro deseo de dominación cultural y comprender que nuestra tecnología podría ser peligrosa para otros ambientes planetarios.
Podría indicar que debemos primero entender
las condiciones de una realidad evolutiva más grande.
Quizá, cuando conquistemos
nuestro deseo de ser guerreros cósmicos eternos y podamos ir más
allá de las teorías de “conspiración” que adjudicamos a cosas que no
entendemos, entonces, podremos comenzar a usar nuestro planeta
hermano como peldaño para la colonización espacial pacífica y
nuestro propio asentamiento final como Hacedores de Paz entre las
estrellas.
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